101Rev. Interam. Bibliot. Medellín (Colombia) Vol. 42, número 1/enero-abril 2019 pp. 101-103 ISSN 0120-0976/ISSN (en línea) 25389866
Matías Maggio Ramírez
Doctor en Ciencias Sociales,
Universidad de Buenos Aires.
Magíster en Historia, Universidad de
Nacional de San Martín.
Licenciado en Ciencias de la Comunicación,
Universidad de Buenos Aires.
Profesor adjunto, Departamento de Arte y
Cultura, Universidad Nacional de Tres de
Febrero, Buenos Aires – Argentina.
mmramirez@untref.edu.ar
orcid.org/0000-0002-1106-1381
Cómo citar este artículo: Maggio-Ramírez, M. (2018). Reseña. Historia de las
bibliotecas. De Alejandría a las bibliotecas virtuales. Revista Interamericana de
Bibliotecología, 42(1), 101--103. doi: 10.17533/udea.rib.v42n1a10
Recibido: 2017-07-27 / Aceptado: 2018-10-09
El primer libro que se publicó en castellano de Frédéric Barbier, en colabora-
ción con Catherine Bertho Lavenir, fue Historia de los medios. De Diderot a Internet.
Ese arco temporal y tecnológico entre la cultura impresa —cifrado en la Enci-
clopedia de Diderot y d’ Alambert y en las tecnologías digitales— fue abordado
con la misma densidad epistemológica de los distintos soportes de la informa-
ción. Estos fueron puestos en relación con el entramado de tensiones sociales,
culturales, políticas y económicas que permitieron su emergencia y desarrollo.
Más allá de las rupturas y revoluciones, que anunciaban la muerte de distintos
medios, el autor se centró en las continuidades que entre ellos se anudaron para
narrar las formas de la vida pública desde la cultura impresa hasta la videopo-
lítica.
En Historia de las bibliotecas, Barbier retomó las investigaciones que realizó sobre
la historia del libro y los medios de comunicación para pensar la biblioteca en
íntima relación con la materialidad del texto. Uno de los principales ejes del
libro se centró en indagar la conformación de la biblioteca en la interrelación
de los textos, los lectores y en cómo las formas en las que un texto se daba
a leer prefiguraba la circulación y apropiación de la información. Para que el
acceso fuera efectivo, se hizo necesario la elaboración de dispositivos de clasi-
ficación y ordenación de los libros, cuya historia también fue objeto de análisis.
Las principales variables que se analizaron fueron los dispositivos de resguardo
de la información, la institución bibliotecaria: su personal, su sistema de clasi-
ficación, catálogos y normativas; y cómo el público se acercó a ella en distintos
períodos. La estrategia de rastrear estos ítems a partir de sus rupturas y conti-
nuidades a lo largo del tiempo fue una forma amena de narrar la historia.
La biblioteca fue definida como una institución de transferencia cultural, por
lo que la historia se alejó de la descripción de los fondos documentales y bi-
bliográficos emblemáticos. Ese enfoque fue la mirada clásica en la Historia de las
bibliotecas de Hipólito Escolar o en la Introducción a la historia del libro y las biblio-
Reseña
Barbier, Frédéric. 2015. Historia de las bibliotecas. De Alejandría a las bibliotecas virtuales. Buenos Aires:
Ampersand, 462 pp. ISBN: 978-978-45098-4-0.
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[Matías Maggio Ramírez]
tecas de Agustín Millares Carlo. En cambio, se insertó la
biblioteca dentro de un entramado político y sociocultu-
ral, aunque con algunas limitaciones. Una de ellas es que
si bien se advierte que la intención es proponer una “His-
toria de las bibliotecas de Occidente”, el proyecto choca
con la inexorable preeminencia de una mirada eurocén-
trica con especial hincapié en las bibliotecas francesas e
inglesas. Al enfrentar la síntesis de un proyecto tan difícil
de abarcar, el autor aclaró que se evitó abordar la lectura
femenina, aunque reconoció que es un “campo de estudio
muy rico”. Por ende, dejó de lado el rol de la mujer en
el fortalecimiento y fundación de bibliotecas populares
desde principios del siglo XX. En ocasiones, la apuesta
por lograr una narración amena que logre unir la historia
de las bibliotecas con la de los soportes escriturarios se
cayó en anacronismos. Por ejemplo, al hablar de meta-
datos en vez de descriptores en la antigüedad clásica o
pensar la imprenta de Gutenberg como un medio de co-
municación de masas.
Las tablillas de arcilla sumerias, los rollos de papiro
egipcio, los dípticos encerados, los códices coptos y los
medievales, fueron los soportes protagonistas de los
primeros capítulos en la síntesis histórica. El paso de la
oralidad a la escritura implicó el análisis de la necesidad
de conservación del saber hasta llegar a la difusión del
mismo. Las bibliotecas emergieron en civilizaciones en
las que la difusión de la escritura permitió su utilización,
aunque solo se tratara de una minoría la que tuviera acce-
so a los materiales resguardados y puestos a disposición.
El autor reconstruyó no solo los sistemas de clasificación
y la filología alejandrina, sino también la arquitectura y
los mobiliarios adecuados para el trabajo con los volú-
menes.
La sustitución del rollo de la antigüedad clásica por los
códices de pergamino, soporte privilegiado desde el si-
glo IV, supuso un arduo trabajo de copia. Se consideró
necesario resguardar aquellos textos que eran avalados
por el canon literario cristiano, el mismo que expurgó
aquellos textos que no le eran propios. En los primeros
capítulos, quedó en evidencia la íntima relación que se
estableció entre las bibliotecas, el formato del libro y las
prácticas de lectura; así como el trabajo en la institución
y las estrategias para su ordenación; por ejemplo, cuando
el autor analizó los “códices bizantinos cuyo título ma-
nuscrito se encuentra en el corte frontal, lo que lleva a
pensar que la práctica era la ordenación horizontal, con
un eventual apilamiento de los volúmenes” (p. 104). La
emergencia de la modernidad, que sitúa entre los años
968 y 1439, le permitió destacar en la huella de las obras
de Henri-Jean Martin el renacimiento de la escritura.
Esto implicó la multiplicación de pequeñas escuelas y la
difusión del papel como un nuevo soporte mucho más
económico que el pergamino. Durante el siglo XIV se co-
menzaron a constituir nuevas bibliotecas de referencias
donde se privilegió el texto original sobre el comentado
por los distintos intérpretes medievales.
La invención de los tipos móviles de Gutenberg permi-
tió en un principio reproducir en mayor cantidad y en
menor costo los manuscritos existentes. La fundición
de tipos móviles por Francesco Griffo en el taller de
Aldo Manucio logró expandir las potencialidades de la
imprenta. Las bibliotecas se institucionalizaron, se im-
plementaron reglamentos y se especializó el mobiliario
para grandes cantidades de libros y nuevas prácticas de
trabajo. El impreso, recién en el siglo XVI, se impuso al
manuscrito en las colecciones de las principales biblio-
tecas europeas, aunque su estatus solía depender de la
rareza del fondo de manuscritos. En Francia, el renaci-
miento no solo implicó un proceso de secularización del
saber, sino también uno en el que se impusiera el depósi-
to legal para enriquecer la biblioteca real.
La reforma luterana implicó una íntima relación con
la cultura impresa. La salvación se encontraba ligada a
la lectura de la Biblia sin mediación sacerdotal, lo que
implicó el auge de nuevas escuelas equipadas con biblio-
tecas. La aceptación del libro impreso llevó adelante su
comercio. Fue necesario desarrollar “una lógica de ela-
boración creciente de metadatos alrededor de los textos,
libros y colecciones de libros” por lo que las bibliotecas
se convirtieron en el “corpus de los corpus” (p. 211).
El siglo XVII, Barroco, le permitió rastrear la transferen-
cia del saber bibliotecario a partir de la obra fundadora
del campo disciplinar: Advis pour dresser une bibliothèque de
Gabriel Naudé. En ella se sostuvo, con una mirada pla-
tónica, que la “primacía debía dársela al texto, y no a la
mayor o menor rareza de la edición ni al carácter más
o menos precioso del ejemplar” (p. 264). También sos-
tuvo la necesidad de dejar en la biblioteca los pupitres
de lado para ampliar el espacio a las estanterías. Las sa-
las tomaron la forma de museo o gabinete que sumaba
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manuscritos, monedas y medallas entre otras rarezas to-
madas como botines de guerra.
En el siglo XVIII, los eruditos necesitaron contar con el
acceso a las colecciones, por lo que fue necesario la rea-
lización y publicación de catálogos. El viaje literario del
grand tour implicaba también el conocimiento de biblio-
tecas gracias a que se sabía de antemano qué se podía
encontrar en ellas. Las bibliotecas fueron tomadas por
el poder público o sus representantes, para favorecer el
acceso a la cultura impresa a aquellos que ingresaban
al mundo de la alfabetización. La construcción de las
identidades nacionales, de tinte romántico “con base a
las categorías lingüísticas y culturales compartidas y a
una historia en común” (p. 376) fue el telón de fondo
para el surgimiento de las bibliotecas nacionales que se
difundió por Europa y luego en Estados Unidos, con la
creación de la Biblioteca del Congreso en 1802. Este mo-
vimiento implicó el reconocimiento de la especificidad
de las bibliotecas, por lo que se construyeron edificios
autónomos para abandonar sus antiguos destinos.
La ampliación horaria en la atención a los lectores, al
brindar el servicio vespertino, fue una apuesta por los
lectores y estudiantes. Las nuevas tecnologías de impre-
sión del texto y la imagen en el siglo XIX acrecentaron
los tiempos de impresión, ya que se utilizaban con
mínimas variantes los mismos mecanismos que Guten-
berg a mediados del siglo XV. Los gabinetes de lectura
de pago proliferaron durante el siglo XIX, pero la baja
de los precios de los libros facilitó que quienes antes
suscribían un abono crearan sus propias bibliotecas.
Barbier, al igual que Escolar Sobrino, remarcó que en
Francia la biblioteca era fomentada desde el espacio
público, mientras que en el ámbito anglosajón lo era
desde iniciativas privadas. Las desventuras biblioteca-
rias de Melvil Dewey en Estados Unidos y de Antonio
Panizzi en Gran Bretaña como reformadores de la tradi-
ción bibliotecológica son tratadas de manera sintética.
El siglo XX estuvo marcado por la destrucción de bi-
bliotecas europeas en distintos enfrentamientos bélicos.
También fue donde el auge de la cultura impresa declinó
en favor de nuevos soportes que buscaron su lugar en la
biblioteca. Esta institución corrió su eje de la conserva-
ción y difusión para oficiar como centro de aprendizaje y
encuentro para la construcción del conocimiento.
La historia de las bibliotecas logró responder cómo
los distintos soportes de la información se encontra-
ron con los usuarios. Esa coincidencia estuvo marcada
por la interrelación entre el texto, su materialidad y las
distintas estrategias para su resguardo, catalogación y
difusión. Los lectores, a diferencia de las historias de las
bibliotecas anteriores, fueron centrales para contar el
pasado de la institución en relación con sus usuarios.
En sintonía con su Historia de los medios, Barbier propuso
que “desde una perspectiva más amplia, la biblioteca
debe tornar inteligible la articulación entre el presente
y el pasado de los medios de comunicación” (p. 453),
para así fortalecer su tradición.