Este artículo – ensayo ocupó el primer puesto (compartido)
en el VIII Encuentro Nacional y III Encuentro Latinoamericano
de Ensayo Contable
Realizado por el Departamento de Ciencias Contables
de la Universidad de Antioquia
Ardila-Cuiza, S. (2019). La soledad del Contador
Público: una aproximación reflexiva y vivencial
desde el miedo y el agotamiento. Contaduría
Universidad de Antioquia, 75, 183-199.
Doi: https://doi.org/10.17533/udea.rc.n75a08
La soledad del Contador Público:
una aproximación reflexiva y vivencial
desde el miedo y el agotamiento
Santiago Ardila-Cuiza
sardilac@unal.edu.co
Universidad Nacional de Colombia
Orcid: 0000-0003-3971-197X
La soledad del Contador Público: una aproximación reflexiva y vivencial desde el miedo y el
agotamiento
Resumen: Este ensayo da unos trazos de cómo el contador público, siendo parte de la lógica racional
instrumental del capitalismo, termina envuelto en un régimen de soledad y aislamiento. Se pretendió
este fin a partir del desarrollo reflexivo de las categorías de miedo, individualismo y cansancio,
las cuales fueron abordadas de manera crítica a partir de vivencias propias como estudiante y
trabajador del campo contable. Se subraya que no solo el contador es un explotado/explotador
dentro del régimen, sino que también propaga que otros sean explotados/explotadores de sí mismos.
La categoría de «miedo» desemboca en competencia, y el individualismo en «agotamiento», lo que
llevará a la mínima socialización del ser humano a partir de la máxima socialización del trabajo.
Concluyo con una invitación a no permanecer dócilmente en la lógica individualista y solitaria
fruto de las relaciones sociales del capitalismo, sino a buscar la libertad a partir de la fraternidad.
Palabras clave: Contaduría pública, soledad, individualismo, miedo, agotamiento
The loneliness of the Public Accountant: a reflective experiential approximation from fear and
exhaustion
Abstract: This essay outlines how the public accountant, being part of the instrumental rational
logic of capitalism, ends up involved in a regime of loneliness and isolation This aim was pursued
from the reflective development of the fear, individualism and exhaustion categories, which were
approached in a critical manner from own experiences as student and worker in the accounting
field. It is highlighted that the accountant not only is exploited/exploiter within the regime, but also
helps others to be exploited/self-exploiters. The «fear» category discharges into competence, and
individualism into «exhaustion», which will lead to the minimum socialization of the human being
from the maximum socialization of work. I conclude with an invitation not to remain docile in the
individualist and lonely logic resulting from the social relations of capitalism, but to seek freedom
from fraternity.
Keywords: Public accounting, loneliness, individualism, fear, exhaustion
La solitude de l’Expert-comptable : une approche réflexive et existentielle sous la perspective
de la peur et de l’épuisement
Résumé: Cet essai évoque comment l’expert-comptable, en faisant partie de la logique rationelle
instrumentale du capitalisme, fini par être enveloppé par un régime de solitude et d’isolement. Il est
né du dévelopement réflexif des catégories de la peur, l’individualisme et l’épuisement. Celles-ci ont
été traitées d’une façon critique basé sur les expériences vécues en tant qu’étudiant et professionnel
du domaine comptable. Il est ici souligné que l’expert-comptable est non seulement un exploité/
exploiteur du régime, mais il propage le fait que d’autres soient exploités/exploiteurs d’eux mêmes.
La catégorie de la « peur » débouche en concurrence et l’individualisme en « épuisement », ce qui
conduit à une socialisation de l’être humain réduite au minimum à partir de la socialisation au
maximum du travail. Ce travail conclut donc avec une invitation à ne pas rester tranquilement dans
la logique individualiste et solitaire résultant des rapports sociaux du capitalisme et à chercher la
liberté basé sur la fraternité.
Mots-clés: comptabilité, solitude, individualisme, peur, épuisement
A solidão do Contador: Uma aproximação reflexiva e vivencial desde o medo e a exaustão
Resumo: Este ensaio esboça como o contador, sendo parte da lógica racional instrumental do
capitalismo, acaba envolvido em um regime de solidão e afastamento. Se estabeleceu este objetivo
mediante o desenvolvimento reflexivo das categorias de medo, individualismo y cansaço, as
quais foram abordadas de uma maneira crítica a partir de vivências próprias como estudante e
trabalhador do campo contábil. Esclarece-se que não só o contador é um assediado/assediador de
si próprio. A categoria de “medo” desemboca em competição, e o individualismo em “exaustão”,
o que evidenciará uma mínima socialização do ser humano a partir da máxima socialização do
trabalho. Finaliza-se com um convite a não ficar docilmente na lógica individualista e solitária como
resultado das relações sociais do capitalismo, mas a procurar a liberdade a partir da fraternidade.
Palavras chave: Contabilidade, solidão, individualismo, medo, exaustão
Cont. udea (julio-diciembre), pp. 183-199. © Universidad de Antioquia-2019.
La soledad del Contador Público:
una aproximación reflexiva y vivencial
desde el miedo y el agotamiento
Santiago Ardila-Cuiza.
Doi: https://doi.org/10.17533/udea.rc.n75a08
Primera versión recibida en junio de 2019 - Versión final aceptada en octubre de 2019
“Hoy todo, tanto en las ideas como en las cosas,
En la sociedad como en el individuo,
Se halla en estado de crepúsculo.
¿De qué índole es ese crepúsculo, qué lo seguirá?”
Victor Hugo, Les chants du crépuscule
I. Introducción
En algún momento trabajé como auxiliar de auditoría y en ese entonces
escuché decir a un compañero, después de haber trasnochado y dedicado
esfuerzo a algún papel de trabajo, que si no se exigía y trabajaba en ese
momento ¿entonces cuándo lo haría? pues estaba joven y tenía las fuerzas
para hacerlo. Se me reveló un primer momento importante en la profesión: de
joven hay que quemar la vida. De inmediato, mi jefe directo contestó que sí, que
tocaba porque en la madurez ya no hay fuerzas para mantener el mismo ritmo.
Ese fue un segundo momento: durante la adultez hay que conservarse. Entonces
el gerente general responde que ya de viejo la vida es una constante espera, que
el tiempo pasa muy lento. Un tercer momento se revela: de viejo hay que ver
cómo matar el tiempo. Esta situación me generó dos preocupaciones: primera,
me sorprendió que nadie hablara simplemente de que la vida hay que vivirla, y
que, peor aún, nadie sugiriera que ese ritmo de vida acercaba rápidamente a la
muerte. La conversación me reveló lo reacios que somos a disfrutar la vida, que
esta hay que ganársela, aunque ya la tengamos. Me pareció que hay un miedo
a vivir y que la preocupación está en el derrumbe de un horizonte que hemos
construido –¿o nos han impuesto?–.
186Ardila-Cuiza. La soledad del Contador Público: una aproximación reflexiva y vivencial...
Ardila-Cuiza, S.
Esa construcción/imposición está basada en una igualdad, libertad y
estabilidad particulares. Por ello, los miedos de la vida moderna son el
desempleo, la precariedad económica, la no disposición de bienes provenientes
de necesidades –artificiales-, el no ser (o parecer) de la élite, el no existir
en los medios y ser invisibles en redes sociales. Temores construidos y
manipulados por un sistema que termina alejándonos unos de otros, trayendo
consigo una cantidad de patologías y enfermedades. Es lo que somos, seres
humanos creados en serie con un individualismo atroz que nos hizo solitarios,
subyugados y enfermos. Ciertamente eso es lo que crea el miedo: soledad.
Miedo que bien nos podría inducir a evolucionar, pero cuando está siempre
presente, como lo está en nuestra era, se vuelve paralizante e invasivo y llega a
detener todo tipo de actividad, incluso a modificar hábitos.
Con el miedo nos volvimos poco permisivos en nuestros actos y perdimos la
espontaneidad por querer evitar un escenario que nos exponga a enfrentarlo,
cuestión que nos lleva a competir, a ser individualistas, a ser solitarios, e
incluso a una perniciosa autoexplotación. Es un miedo que finalmente puede
ser usado como herramienta, como dispositivo para controlar. El control
derivado del miedo ya no es tan directo y físico como hace un tiempo, ya no es
llanamente disciplinar o soberano, ahora es algo más sutil, más caricaturesco
y alegre, lleno de incentivos y premios. Mi compañero recibía palmadas en la
espalda por ser un muy buen trabajador, uno muy eficiente. Por lo pronto, él no
vería en su escenario más próximo ni el desempleo, ni la precariedad económica
o el no ser parte de algo. Tal vez yo también tendría que empezar a trasnochar.
Eso me lleva a la segunda preocupación: el individualismo y el subsecuente
agotamiento y pérdida de salud se volvieron admirables. Pareciera que ya no
se admira el llegar a un estado de seguridad, tranquilidad, bienestar y buen
vivir en general, se admira un proceso de desgaste físico y mental. Lo admirable
no es que las personas mantengan su salud y vivan relativamente sin estrés,
lo admirable es que consuman esa salud y bienestar. No es admirable vivir la
vida, sino consumirla. Las ojeras, el almorzar a deshoras, el estar famélicos, la
palidez, el dormir rendidos sobre el escritorio y todo tipo de vejámenes son
santificados como muestra de esfuerzo y no como consecuencia de una labor
agotadora. El descanso evoluciona y lo tomamos como culpa hacia uno mismo,
el trabajo se convirtió en el objetivo, en trabajar por el mismo trabajo. Todos
alrededor de mi compañero éramos conscientes de lo que veíamos, no era la
primera vez que lo hacía, no era el único que lo hacía y, ciertamente, no era
el único escenario en el que se veía esta práctica. Él, todos los demás y yo,
hacemos parte de esa sociedad fetichista con el esfuerzo y con la degradación
mental y corporal (Berardi, 2003). ¿Cuál sería mi siguiente paso? En la
confianza construida con mi jefe, me había confesado un malestar por la falta
de rendimiento y eficiencia de los demás auxiliares. El agotado cuerpo de mi
187Contaduría U niversidad de Antioquia – N o. 75. M edellín, julio-diciembre 2019
compañero era señal para mí y los demás de que debíamos tomar cartas en el
asunto. Mientras tanto, mis problemas cardiacos me pedían un descanso.
En esos tres momentos que alcancé a vivir, la actividad productiva y
eficiente había fragmentado el tiempo de vida y hecho de la sociedad un
aglomerado de miedo e inseguridad: el trabajar extenuantemente desde
joven, el ser productivo en la madurez y el poder tener estabilidad para la
contemplación terminan generando una autoexplotación con miras a evitar
enfrentar esos miedos.
Pretendo, a partir de esos dos elementos -el miedo y el agotamiento-,
aproximarme a la soledad del contador público y presentarla como un problema
que nos golpea especialmente a nosotros, estudiantes y profesionales de la
contabilidad, por ser parte de la lógica racional instrumental del capitalismo
(Gómez, 2006). Por ello, la estructura del ensayo es como sigue: aparte de la
presente introducción, en la siguiente parte desarrollo un poco más estos dos
elementos, explorando de manera crítica la cuestión contable desde mi papel
de estudiante y trabajador del campo; posteriormente, aúno esto explicando
la existencia de una mínima socialización del ser humano y el papel de la
profesión contable en ello; y como conclusión, extiendo una invitación a no
permanecer dócilmente en la lógica individualista del capitalismo, sino a una
real libertad en comunión.
II. Sobre el miedo
En la lenta sucesión del día a día, el estudiante/trabajador se desenvuelve
con soltura en el desazonado medio de transporte público de la ciudad. Nos
enfrentamos con pericia y presteza al trancón al subir a la estación, también
al de la subida al bus, al del avance del bus, al de la parada en la estación y
al de la salida de la estación. Siempre con los ojos inyectados en sangre, con
sueño y claramente prensados, pues levantarse media hora antes no sirvió para
combatir la presión de las masas. Nos acompaña un constante pensamiento
que a mí me lo sintetizó un buen amigo contador: nada como adquirir una
deuda para encontrar el valor del trabajo. Lamentablemente, la deuda en la vida
moderna implica una anulación de la libertad (Lazzarato, 2013). La falta de
dinero es la excusa que presentamos cuando no podemos actuar con libertad:
no salgo porque no tengo dinero, no como esto porque no tengo dinero, no
me compro un libro porque no tengo dinero. Las deudas presentes y las que
pensamos potenciales nos impiden actuar con libertad. La restricción del actuar
es el primer aviso y llamamiento para salir del aburrimiento de la existencia
(Heidegger, 2007). No todo resulta ser culpa de la deuda, pero sin duda el
dinero es la condición por excelencia que nos limita la actuación en la sociedad.
Confundimos el actuar con ser activo (Chul-Han, 2017a). Con cada actividad
que hacemos creemos que estamos superando esa restricción de movimiento
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Ardila-Cuiza, S.
que Heidegger llamó aburrimiento profundo1
. Antes que nada, el aburrimiento
es un estancamiento del ente, de la persona, una falta de fundamentación
inmunda hacia lo que hacemos, un sin sentido de la existencia. Es la inmersión
en el absurdo de Roquentin (Sartre, 2003), es la extirpación de cualquier
pasión o voluntad del hombre (Camus, 2007) 2 . Por ello, siempre estamos
buscando movernos, darle un sentido a la vida, avanzar, buscamos ser a partir
de la actuación. Así, construimos escenarios que nos mantienen moviéndonos
de una actividad a otra, construimos un horizonte que nos obliga a actuar:
familia, realización, trabajo, sociedad 3 . El miedo surge cuando ese horizonte
se derrumba, cuando la institución de la familia se ve amenazada, cuando el
futuro es incierto, cuando la estabilidad económica se trunca o lo que nos hacía
sociedad se debilita. La doxa de nuestra época lo materializa en expresiones
como “aún queda mucho por hacer”, “el punto crítico de mi vida”, “otro día, la
misma vaina”, “ganarse la vida” o “que sea lo que Dios quiera”.
Realizamos actividades que precisamente no refuerzan ese carácter de
actuar del que habla Heidegger, no acentuamos el actuar con sentido, sino
que cada actividad le va quitando significado a la anterior4 . El capitalismo5 ,
1 Byung Chul Han, en varios de sus escritos y con una perspectiva muy original, refiere varias
obras de Martin Heidegger para la construcción de algunos de sus marcos explicativos. En su
libro La expulsión de lo distinto (Chul-Han, 2017a) desarrolla la categoría de «Miedo» a partir de
Heidegger y su libro El ser y el tiempo. Personalmente, para la estructuración de esta muy sencilla
interpretación del «Miedo», también me basé en Heidegger, aunque un poco antes de haber
abordado la obra de Chul-Han y a partir del libro Los conceptos fundamentales de la metafísica.
La diferencia radica en que para Chul-han el miedo es la característica «inmunológica» por la cual
la sociedad decide actuar contra lo distinto, contra el otro, tomando otra categoría de Heidegger
que es el «Dasein».
2 Albert Camus plantea su personaje alejado de todas las cosas mundanas, reflejando al personaje
con todas las personas: cree que todos son como él y él es como todos. Una cuestión acusatoria e
individualista de unicidad y existencia, de dualidad y cinismo. Al final, invita a hacerse cargo de la
propia existencia.
3 Una autora que trabaja esto es Hannah Arendt en su concepción de la vita activa, en el sentido
de una genuina acción transformadora del mundo, una acción que va cargada de sentido (Arendt,
2005).
4 Lo más cercano a esto lo tenemos con ciertos bienes de lujo. Algunas personas suelen encontrar
refugio en la compra precipitada de bienes y servicios, siendo la tecnología la más relevante.
Cambiamos de celular cada tanto en búsqueda de un sentido material de la vida. Entre más tengo
más reconocido seré. Ciertamente esta lógica es aplicable a muchas otras materias, como la
ideología y las causas; por ejemplo, las masacres que azotaron algunos países en 2017: un día la
sociedad se conmovió por una de ellas y creo el hashtag #PrayForParis y al otro día por Boston
con el #PrayForBoston, hasta que ya no tuvo impacto y se dejó de usar. Con esa simpleza el estar
activos va quitando sentido a cada actividad subsecuente.
5 Aquí pienso particularmente en el neoliberalismo, siendo la fase actual del capitalismo que
propende por una creciente importancia de lo financiero desde lo productivo, político e ideológico
(Chiapello, 2017)but fairly little enlargement of the geographical spaces concerned. Three
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paradójicamente, ha impulsado una cultura de lo inmediato que no permite
tener la estabilidad que pregona, lo que implica un derrumbe de ese horizonte
de estabilidad y, cuando esto sucede, crea miedo y este se profundiza y
expande. Nada deja tan perplejo, iracundo e intimidado como el hecho de ver
contradicho y desmontado aquello en lo que más creemos, lo que rige nuestra
vida (Camus, 2007). Así, las instituciones morales, que antes nos guiaban en el
actuar con sentido, terminan debilitadas y removidas (Illouz, 2012; Jaramillo,
1998).
El miedo expandido responde a la cotidianidad y, por ende, se hace habitual,
aceptado y vivido por todos. Pero, como mencioné más arriba, el miedo
generado por la fragmentación del tiempo de vida también es afectado por
el capitalismo, el cual individualiza al hombre convirtiéndolo en un aislado
empresario de mismo (Chul-Han, 2014; Quintero, 2017), y genera que
el actuar ya no sea un particular para orientar la vida desde el interior de sí
mismo, sino uno para registrar las señales de los demás. La noción de qué es
lo que los demás creen de mí y yo qué creo del otro, pasa a ser un germen de
miedo colectivo (Bude, 2014). La significancia que ponemos en la sensación
de desventaja en comparación al otro es lo que nos termina agobiando y
perturbando.
Como estudiante de contaduría pública noté que la universidad está
permeada de ese miedo y competitividad hasta la médula. Otros cercanos se
han encargado de retratar la urgencia de esto (véase por ejemplo el trabajo
de Villegas, 2017). Sin embargo, no fui un sujeto pasivo de ello, fui más bien
activo 6 . Durante muchos semestres, mis compañeros y yo fuimos víctimas
de esa competitividad que nos vuelve temerosos del resultado, de la nota
y de la mano levantada. Veíamos cómo el lento y azaroso ascenso de algunos
compañeros, con mejores notas, con mejores resultados, con más ponencias
escritas, con más opiniones dadas, con más palabras arqueadas, se volvía parte
de nosotros, adquiríamos una mirada de recelo contra ese otro y empezábamos
a observar con lupa odiosa los resultados ajenos.
El miedo a la desventaja ha hecho que nos volvamos exactamente lo que
el sistema educativo espera que seamos: un ente retenedor y distribuidor de
datos. Y con ello aprendemos qué quiere el profesor, cómo es su dinámica, si
es duro para calificar, si se puede fallar a clase tantas veces, si hace curva, si
different approaches to neoliberalism are identified (as a phase of capitalism, as a discourse and as
governmentality. Por ello cavilo principalmente sobre el valor presente que se le quiere atribuir a
toda actividad humana.
6 Aquí cabe hacer una aclaración semántica sobre el uso de individuo y sujeto. De aquí en adelante
se usarán los dos términos indistintamente con miras a no ahondar demasiado en la subjetividad
del individuo o el sujeto; con todo, ambos términos guardan distancias en tanto a su actuación y
dinámica con la sociedad.
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Ardila-Cuiza, S.
tiene monitor, si se puede usar al monitor para mejorar los resultados de los
exámenes parciales. También, se aprende a optimizar la nota: buscamos
todos los parciales de compañeros que ya vieron la materia, memorizamos las
diapositivas, leemos los pies de página, hacemos trabajos largos, cortos, con
muchas o pocas gráficas, hacemos muchas preguntas o tomamos una actitud
carcelaria, llegamos tarde, llegamos temprano, y, en fin, un largo etcétera. Al
final de la carrera, nos convertimos puntualmente en lo que el sistema quiere,
unas personas que se vuelven diestros en la entrega de información (ya sea de
la empresa o incluso propia), aprendemos a lidiar con plazos, con objetivos, con
indicadores que antes eran notas, a dar una adecuada impresión y a manipular
el sistema (Ardila, 2018). De esta manera, la universidad nos enseña, entre otras
cosas, a ser uniformes, a aceptar que debemos ser evaluados y a que tendremos
una rutina de producción diaria. Desde la universidad quedamos prensados en
la lógica competitiva del mercado, siendo que este quiere que funcionemos,
pensemos y actuemos en los límites establecidos por el sistema.
Así, hasta los contables críticos y sentipensantes quedan atrapados, son parte
de esa lógica natural e ineludible de las relaciones sociales del capitalismo.
Entramos a la crisis de los críticos (Bedoya, 2012). El estudiante y posterior
trabajador cede dócilmente al sistema su libertad, no se da cuenta cuándo lo ha
hecho y por ello no resulta aciago, pero para el crítico resulta trágico y cómico.
En las sociedades capitalistas el discurso crítico es recibido, no será atacado
ni reprimido directamente, este puede ser tan trasgresor como sea posible,
siempre que se abrace el espectáculo y el consumo. De esta manera se puede
tener eventos académicos, películas, documentales lo más contestatarios que se
quiera, la crítica más ácida que se alcance, mientras el individuo funcione detrás
de los límites del sistema: mientras sea así, se puede ser tan antisistema como
guste.
En mis jornadas de trabajador muy poco cambia. La mirada de recelo sigue
presente y la lupa se vuelve aún más aguda. El miedo al compañero que llega
a un puesto Senior I, II o III se permea por una capa de vigilancia y egoísmo,
tanto de los inferiores como de sus iguales. Con sus iguales, curiosamente, he
visto que también se crea un manto de tolerancia. La tolerancia carga una capa
de prepotencia y engreimiento, ya que hace una clara división entre el tolerante
y el tolerado, entre el que permite ser y estar, y el que le es permitido ser y
estar. Es un tipo de superioridad moral que dicta que la posición personal del
tolerante es la adecuada, ya fuera por el tiempo que lleva siendo superior o
parte de algo (de la firma, en este caso), y esto le permite padecer al tolerado
hasta cierto punto.
Mis compañeros que subían a un lugar superior en la escala de mando
eran tolerados en tanto son nuevos y preguntones. En algunos casos, vi que
los nuevos creaban una resistencia temporal al cargo, algo como el no querer
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estar en el lugar al que ahora pertenecen, pero al mismo tiempo se creaba
una actitud de no querer volver a una posición inferior. Esto lo veo como
la materialización del éxito que inculca el sistema: “entre más escales, más
exitoso serás”, por ello no se permite devolverse en la línea de mando, ya que
se considerará como una derrota o como un ente defectuoso que no merece el
éxito. Como resultado, mis antiguos compañeros, ahora superiores, creaban un
miedo a volver al origen modesto del que venían, pero también una renuencia
hacia su lugar actual, algo como el no querer estar ni en el lugar donde han
llegado ni en el lugar de donde provienen.
Por otro lado, nosotros, los inferiores, también creábamos un miedo a las
nuevas reglas y al nuevo mandato. Por ejemplo, en auditoría, puede darse el
caso donde las horas asignadas para una actividad parezcan pocas y algunos
puedan cumplir y otros no con un objetivo asignado; por un lado, el nuevo
superior podría decidir que se trata de una cuestión de eficiencia y resuelve
culpar a los trabajadores por no cumplir con las horas asignadas a la actividad,
o, por otro lado, el superior podría concluir que las horas están mal calculadas
y se debe hacer un reajuste. El miedo se proyectaba en tener que jugar con las
reglas del ganador, un temor del que controla y al mismo tiempo, un temor
por lo cruda que se pudiera volver la competencia por cumplir con las horas
objetivo. Todos estos actos al final terminan alejando, individualizando y
materializando la premisa de que el miedo incrementa la productividad. Así, la
máxima socialización del trabajo donde cualquier actividad está mediada por
infinidad de relaciones sociales, y todos podemos trabajar, ser exitosos y crecer,
se convierte en la mínima socialización del ser humano, haciéndonos creer que
estamos solos.
El siguiente punto es una aproximación al desgaste físico y mental producido
por el individualismo generado por el sistema capitalista que nos azuza a ir tras
el venerado éxito.
III. El agotamiento en el trabajo
Como mi compañero expresó, si no se exigía y trabajaba de forma
extenuante en ese momento ¿entonces cuándo? El hecho de que recibiera
una palmada en la espalda por ello era símbolo de que no estaba obligado
a trasnochar, no era una consigna disciplinar. Si no estaba dentro de sus
deberes el tener que trasnochar esa y otras noches, entonces lo hacía, como
él lo exclamó, porque podía. El poder hacer resulta más pujante que el deber
hacer. Esto significa que el poder autoimpuesto termina siendo más productivo
y eficiente que el deber impuesto; es una evolución del poder disciplinar de
Foucault y del control de Deleuze (Chul-Han, 2014), aunque no necesariamente
sea un reemplazo, siendo que el hombre del poder hacer sigue siendo
disciplinado.
192Ardila-Cuiza. La soledad del Contador Público: una aproximación reflexiva y vivencial...
Ardila-Cuiza, S.
Podemos ver que durante el siglo pasado la sociedad era ordenada a partir
de instituciones monolíticas que imponían lo que consideraban normal y
anormal, lo que llevó a que se centrara el poder sobre los individuos en forma
de represión, vigilancia y orden. El control de las masas era piramidal, por lo
que este empezaba desde las grandes empresas, pasando por el gobierno y
haciendo un constante trabajo de formación disciplinaria en espacios como la
escuela, el trabajo y la familia. La forma de control era el castigo, de tal forma
que el Estado multaba, prohibía o regulaba los comportamientos directamente.
Con la liberalización y la apertura de los mercados esto quedó obsoleto, ya
que no era compatible con el consumo desmedido y la brújula del crecimiento
económico que la ideología pretendía (Curtis, 2002)7
. Así, los trabajos
psicoanalíticos de Sigmund Freud y Anna Freud fueron aplicados por Edward
Bernays en pro de una experimentación de ingeniería social que buscaba que
todo se llenara de premios e incentivos que permitieran controlar y ordenar a
la sociedad a partir del consumo. Una de las conclusiones del documental The
Century of the self de Adam Curtis, es que el estímulo se volvió parte clave de
una competencia metahumana que intentaba mantener el orden con premios
e incentivos. De esta manera, como lo mencionaba en el acápite anterior, una
actividad termina con otra actividad y no con el sentido de haberla hecho; es
decir, en este caso, el deseo, fruto del estímulo, termina con otro deseo, no con
la satisfacción del primero.
Así, las características del tiempo presente (sea llamado posmodernidad,
modernidad tardía, sociedad del riesgo, etc.) son la flexibilidad y cambio
constante, la fragmentación del tiempo de vida, la desterritorialización del
trabajo y de la vida, la pérdida de lazos sociales entre el individuo y la sociedad,
la competencia y la constante evaluación (Papalini, 2006, 2015). Ulrich Beck
et al. (2003) nos hablan de que la modernidad a través de la acción del Estado
proveyó de rutinas que construyeron la subjetividad del individuo a partir de
la repetición y, según Richard Sennet (2000), la ausencia de una brújula moral
dada por las otrora instituciones guía (familia, Estado, sociedad), la ausencia
de una pauta prefijada para la acción y la responsabilidad solitaria de riesgos
genera una ansiedad de no saber qué caminos seguir. Claro, el sistema entrega
la idea de que esa subjetividad, ausencias y responsabilidades son la autonomía
que el individuo necesita.
Ahora bien, con las instituciones monolíticas y disciplinarias la categoría de
‘ciudadano’ tenía una carga de soberanía que reflejaba un constructo político
de sujeción a leyes; el cambio que trajo la mundialización es que esta es
7 Esto tuvo impactos tanto en el sector privado como en la forma de administrar la esfera pública.
En este último, tuvo tal importancia que el control férreo y disciplinar que hacía el Estado sobre
la sociedad se quiso sustituir (y se está sustituyendo) por lógicas empresariales que resultan
supuestamente más eficientes, como la Nueva Gestión Pública.
193Contaduría U niversidad de Antioquia – N o. 75. M edellín, julio-diciembre 2019
sustituida por la figura de ‘consumidor’, la cual establece otro espacio y una
legalidad diferente: las leyes de oferta y demanda. Así, las cualidades políticas
del ciudadano se trasladan a unas cualidades políticas del consumidor y “las
acusaciones y la búsqueda de responsabilidades se trasladan de la esfera pública
a la privada” (Papalini, 2006, p. 337). Sobre este particular, Pierre Rosanvallón
indica las estrategias norteamericanas de inspiración social, que “denuncian a
la sociedad como ‘irresponsable’, llamando a los individuos a hacerse cargo de
sí mismos. En el mismo orden político, aunque sea diferente, también vemos
producirse este retorno a la responsabilidad individual” (1995, p. 45).
Entonces, el sujeto debe enfrentarse a su nuevo destino solitariamente
personal, sin mediaciones, sin Estado ni instancias intermedias, sin proyecto
colectivo de sociedad. Como cúspide de este proceso de individualización, la
sociedad se convence en decir que todo cuanto pasa es completamente culpa
del individuo; si muere pobre, desconocido, analfabeta, solo, es mera culpa
de este, nunca de un sistema que propende por la competencia caníbal. Con
todo esto sobre el individuo y, como se abordó en el acápite anterior, con la
incapacidad de decir no so pena de marginarse como un no merecedor del
éxito, como un anormal que rechaza la poderosa nueva identidad -que incluye
estímulos, productos y deseos-, la degradación y la pérdida de salud que genera
se vuelven condiciones admirables (y hasta envidiables).
La degradación y sobresfuerzo se acrecientan cuando el individuo requiere
estar siempre alerta, preparado para los retos del nuevo mundo que siempre
está cambiando, debe tener una actitud de acecho permanente que le permitirá
adaptarse a ese cambio. Debe ser un animal laborans (Chul-Han, 2017b), ya que
sólo los animales mantienen una actitud constante de acecho, que les permite
alimentarse, vigilar las crías y evitar los depredadores: las bestias no piensan
y sobreviven en un mundo donde la competencia implica la supervivencia del
más apto (Papalini, 2006). Así, conservar, permanecer, esperar, consolidar,
arraigar son palabras que no van con el éxito, tampoco la duda, la reflexión, el
pensamiento, las cavilaciones y las deliberaciones; sólo el cambio, la adaptación
a los nuevos tiempos, la rapidez, lo inmediato y el olvido son las recetas para el
logro de cada uno.
En la academia el sobresfuerzo y la búsqueda del éxito son un imperativo.
Como mencioné, la academia es la preparación para el mundo competitivo
y nos inculca la condición animal desde el aula. En el salón de clases nos
sentamos esperando la pregunta rápida y, sobre todo, el incentivo, el
bono. Particularmente el promedio académico nos mide de una manera
contradictoria, ya que nos vuelve atentos de lo que de él suponemos merecer,
pero deja por fuera su carácter fortuito; se supone un concepto meritocrático,
que da a cada uno lo que se merece, pero el azar que hay detrás de este es
visible. El tener un promedio alto permitirá escoger primero qué materias
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Ardila-Cuiza, S.
ver -caso Universidad Nacional-, así como con qué profesores cursar, lo que
llanamente significa poder escoger los profesores más flexibles y las materias
más sencillas, siempre con el fin de consolidar un promedio alto en los primeros
semestres e inamovible en los últimos. Se desconocen también las casualidades
detrás de una nota: un profesor puede poner un 5.0 solamente por ser el
primero en entregar un trabajo, por entregarlo en otro idioma, por conocer al
profesor, por reír de todos sus chistes. Claro, no desconozco el trabajo fuerte
de algunos estudiantes, pero la crítica va más hacia el mecanismo, siendo que
con él nos entendemos académicamente en aras del éxito. Tener un promedio
alto es una noción ubicua del éxito, pero este éxito académico es una categoría
externa -construida por fuera de uno mismo- que no siempre implica esfuerzo,
ni dedicación, ni un saber-hacer real. Se puede tener éxito por una transacción-
financiera, académica- dudosa, por un golpe de suerte, por el mérito de alguien
más.
Estamos en un mundo que alude a la acción inmediata y hacia delante,
que debe evitar mirar al pasado. Por ello, sentarse a dudar, a reflexionar o
contemplar en cualquier escenario resulta poco valorado, y la academia no es
el caso contrario. Muchos habremos sentido liberación al entregar un último
examen parcial, trabajo final o exposición final; en todos, la supresión del
conocimiento es casi inmediata. La optimización del resultado, de la nota, llega
a tal punto que no interesa si se aprendió o no, solo si el método aplicado fue
el correcto. Incluso el sentarse a evaluar si un docente estuvo a la altura de las
bajas expectativas no es menester. El consolidar un conocimiento, arraigarlo,
va en contravía de las capacidades que exige la época. No tiene valor macear
un libro, entenderlo, rumiarlo; es la muerte del espíritu crítico y curioso, y el
momento para alejarse un poco y ver de otro modo para producir conocimiento,
como diría el maestro Kronfly (2012), no es significativo. La voluntad fáustica de
transformación de esta época se despliega sobre uno mismo en la única labor
de adaptarse al cambio y ser exitoso, y no sobre el propio mundo. 8
Todos estos malestares resultan en sobreesfuerzos y en problemas
psíquicos, como la angustia y la incertidumbre, aunado a consumos
compulsivos, vacíos existenciales y una competencia furiosa por la posesión
del bien llamado empleo. El clima antagónico general, con el éxito y su endeble
ética sin reglas a cuestas, promueve la flexibilización y, junto al individualismo,
instan a un hedonismo egocéntrico. Por consiguiente, el estrés aumenta,
nunca es suficiente cualquier esfuerzo pues alguien más podría desarrollar
más habilidades que yo o las que ya tengo podrían quedar en desuso. En mis
8 Incluso etimológicamente, de entrada, la palabra éxito refiere al resultado, a la salida, y no al
proceso para llegar al logro, no se trata de un proceso interior, sino que implica el reconocimiento
de una actuación, y esto no deviene de uno mismo sino de una acción estimada por un colectivo
(Papalini, 2006).
195Contaduría U niversidad de Antioquia – N o. 75. M edellín, julio-diciembre 2019
jornadas laborales en auditoría este era un fenómeno común: el tener que
cumplir un mínimo de horas de trabajo no era una meta, era donde recién
comenzaba la jornada; si alguien podía cumplir 1.200 horas al mes, otros
perfectamente también podrían hacerlo, y el mínimo aumentaba. El auxiliar
debía estar detrás del senior pidiendo papeles de trabajo extras para tener más
horas cumplidas, para poder hacer más horas. El poder ser exitoso y tenerlo
en nuestras manos nos insta a ir más allá, y el trabajo ya no termina con el
silbatazo de salida (que supone ser el “horario de oficina”, de 8 a.m. a 5 p.m.),
sino que se lleva a casa. En el caso colombiano esto es notorio gracias a la
mal llamada flexibilización laboral, en la que unas víctimas conocidas son los
FreeLancer, quienes llevan la contabilidad de varias empresas a la vez. Llega a
tal visceralidad el diligente poder hacer del éxito -sin dejar de lado el deber- que
se abandona al ser querido en pro del bienestar de este, como fue el caso de
una madre que llamaba a su casa a las 8:30 p.m. todos los días para poder orar y
dejar acostados a sus hijos desde la misma oficina.
Incluso cuando es momento del descanso, este debe estar en la lógica
productiva. Un día que se pase viendo televisión, series, películas, o durmiendo,
se ve como un mal descanso. El descanso moderno debe estar rodeado de
fotografías, debe ser en una playa, en un auto o en cualquier escena que
parezca publicitaria. Como experiencia personal, en una firma de contadores
pedían que fuéramos los sábados a trabajar ‘medio’ tiempo (nunca era ‘medio’)
con el pretexto de que allá nos darían todas las condiciones para tener un
‘trabajo descansado’ (tinto, almuerzo, televisión, etc.). Ciertamente, el sábado
que decidías no trabajar eras catalogado como alguien que no era productivo,
aún con todas las condiciones para ‘descansar’. En consecuencia, entramos en
una batalla irreconciliable: un yo que quiere descansar, razonar, pensar, leer un
libro y sacar un ensayo decente, contra el yo inmediato que prefiere ir a vídeos
de YouTube que resuman el libro, a blogs de opinión y demás que me permitan
sacar el ensayo más rápidamente, lo que se expresará en reconocimiento y éxito
inmediato. Y esta dinámica antagónica agota.
Para concluir este acápite, me gustaría referirme de nuevo a la salvedad
que hice al principio. Muchas de estas actividades el lector las puede tomar
con naturalidad y decir que lo hace porque lo necesita, porque tiene y debe
hacerlo, pero ahí está el quid de este asunto: la sobreexplotación autoimpuesta
no rivaliza con el deber, ya que la sociedad sigue siendo disciplinada, se trata
de una cuestión voluntaria. De esta manera, ¿contra quién rebelarse y explotar
en indignación cuando la víctima y el verdugo, explotador y explotado, son la
misma persona? (Chul-Han, 2017b).
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Ardila-Cuiza, S.
IV. La soledad del contador público
En las largas jornadas que me han permitido reflexionar estas líneas
aún me queda una duda, la más importante: la distinción entre la soledad
y el individualismo. En los trazos anteriores me he acercado a la cuestión del
individualismo; el sistema creó al sujeto que necesitaba que fuéramos, uno
lleno de estereotipia alejado de los demás que vive una vida proyectada a lo
inmediato con una creencia falsa de que se es libre y autónomo. Así, la soledad
está en la propia construcción de la sociedad a partir del individualismo y el
miedo.
Harvey (2014) plantea 17 contradicciones del capitalismo de las cuales,
la número nueve me parece más relevante para este ensayo, las divisiones
del trabajo. Nos dice que este modo de producción 9 extendió la cooperación
social hasta límites insospechados, en los que todos los trabajos confluyen en
la producción social de la riqueza y el conocimiento. Un individuo aislado poco
producirá, pero cuando muchos individuos cooperan, el esfuerzo individual
se potencia y se produce más. La contradicción está en que esa fuerza social
la convierte en un bien privado, porque, como lo vimos, convierte al ser
humano en víctima de su rendimiento y producción. Entonces, lo social, que
lo normal sería materializarlo como un deseo de cooperación y comunidad,
es reemplazado por el individualismo y el consumismo. De esta manera, lo
que hemos intentado esbozar en este trabajo nos permite una aproximación
comprensiva de cómo esta construcción social basada en la colaboración sirve
también al aislamiento vigilado, y, sobre todo, controlado. La autoexplotación
del individuo va en pro de hacerlo creer que, pese a estar en un flujo constante
de cooperación, está solo.
En esta enmarañada red de términos donde no se sabe si el individualismo
antecede al miedo o el miedo precede al individualismo, si el agotamiento
es fruto de los temores o de las contradicciones de su existencia, sólo queda
clara la subjetividad que construimos con el otro. El sujeto que es explotador
de sí mismo no es capaz de establecer con las otras relaciones que sean
libres de cualquier finalidad. Toda relación se traspasa al juego competitivo
de la economía; muy pocas relaciones entre humanos no son definibles ya
como business –cuyo significado alude a estar siempre ocupado, a no estar
disponible (Berardi, 2003). Ya no es concebible una relación motivada por
el puro placer de conocerse. Para el contador público esto genera gran
impacto. La contabilidad, al ser parte de la racionalidad instrumental del
capitalismo (Gómez, 2006), es la constante replicadora de toda esta lógica. Su
apariencia objetiva permite intervenir en las acciones de otros, controlarlos,
9 Harvey también plantea el debate de qué cosa es el capitalismo ¿un modo de producción, un
sistema de producción, un qué?
197Contaduría U niversidad de Antioquia – N o. 75. M edellín, julio-diciembre 2019
transformarlos y dirigirlos hacia fines específicos. Con esa objetividad se decide
quién queda sin empleo, quién tiene precariedad económica, si alguien fue
eficiente, si las horas de un papel de trabajo son adecuadas, si el indicador que
mide el rendimiento es adecuado con el esfuerzo. Y el miedo y el agotamiento
contribuyen al esparcimiento de la lógica que obliga a competir, a estar
atento al número; la construcción de imágenes y representaciones que crea la
contabilidad (Larrinaga y Carrasco, 1996) terminan dando peso y legitimando la
autoexplotación.
La soledad hasta este punto se materializa en el real aislamiento. Una
soledad con miras a tener una libertad absoluta, que permita tener una vida de
desarrollo laboral, académico, personal, y hasta consumista, en no depender
de nadie. Es volver a lo que decía David Harvey, rechazar, inconscientemente,
la idea de que estamos atravesados por un sistema de colaboración y ello nos
vuelve solitarios y no dependientes de nada. Toda esta visión tan reduccionista
de cómo la libertad estriba en no tener la más mínima dependencia ya ha sido
demostrada en lo que se podría ver como un macro experimento de ingeniería
social que se ha llevado a cabo en Suecia, donde el Estado le aseguró una
independencia económica a cada persona para que así no tuviera que tener
relaciones económicamente dependientes con nadie: como resultado, el 50%
de los suecos viven solos, un 25% mueren solos y otros tantos de suicidio, la
constante es que nadie reclama sus cuerpos (Gandini, 2015).
La soledad del contador público –que en ningún momento afirmo que tenga
o no conciencia de esto– y de la disciplina, radica en la responsabilidad que
carga por la propagación y legitimidad de lo descrito, siendo con todo, víctima
de esta lógica. Dentro de todas mis preocupaciones, esta me resulta muy
agobiante, porque no sólo somos víctimas y verdugos de nosotros mismos, sino
que ayudamos a que otros sean víctimas y verdugos de sí mismos, ayudamos
a contagiar el miedo, el individualismo y el cansancio. Seguramente esta no
sea la única profesión que coadyuve a esto, pero personalmente, me genera un
cansancio existencial, casi depresivo.
V. A modo de conclusión, una invitación
Alguien muy apreciado me dijo que la depresión no era para gente como
nosotros. No entendí bien si se refería a nosotros como gente que veníamos
desde abajo, o que estudiamos este tipo de carreras, o que nos queremos
dedicar a la academia; como fuera, gente como nosotros no podemos tener
ese tipo de enfermedad, no hay cabida para ella en nuestras vidas. No era
una sentencia del tipo “sólo los fracasados se deprimen”, me pareció más una
exhortación. Creo que sí podemos tenerla, pero no padecerla. Esto puede
sonar un tanto presuntuoso, pero tal vez en nosotros entramos los que
nos consideramos senti-pensantes, emocionalmente atentos, socialmente
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responsables, y nosotros no podemos permanecer dócilmente en esa oscuridad
llamada sistema, no podemos dejar que nos rodee y abrace mansamente.
Cuando alguien se da cuenta de lo que nos asedia, cuando hace un análisis
detallado de la realidad, cuando no traga entero, no está iluminando la
oscuridad, no está mostrando un camino ni una solución al problema,
solamente se vuelve visible, se vuelve una guía, un faro para el encuentro, para
la unión, para la asociación. Y, con ello, nacen nuevas responsabilidades morales
y éticas, del tipo que sean: de lo que se dice, se hace, se replica, se comparte, se
enseña, se pelea, se padece. No podemos padecer la depresión porque algunos
de nosotros se convertirán en el norte que guiará las nuevas generaciones en
la resistencia. La invitación está en no permanecer mansamente en esa buena
noche, hay que entrar con rebeldía, entrar ardiendo, entrar brillando, pero
sobre todo entrar acompañados.
Sólo acompañados encontraremos la verdadera libertad, no la libertad que
nos impusieron y que aquí intenté describir. La impuesta es algo así como un
laberinto de ratones, donde el único objetivo es llegar a otro queso, una y otra
vez, en el menor tiempo posible. Vencer es el imperativo categórico de todo
gesto, de todo pensamiento, de todo sentimiento, y, sin embargo, como dijo
William Burroughs, el ganador no gana nada. Es una libertad que nos parece
el horizonte adecuado de actuación y nos llena de miedos y agotamientos
físicos y existenciales cuando lo vemos debilitado. El aislamiento al que nos
conduce el régimen neoliberal no nos hace realmente libres, la libertad nos la
damos cuando hay una coexistencia satisfactoria con el otro, ya que dentro
de la comunidad con otros, todo individuo tiene los medios necesarios para
desarrollar sus dotes en todos los sentidos; solamente dentro de la comunidad
es posible, por tanto, la libertad personal (Marx y Engels, 1958). Entonces, dejo
en pie la invitación a ser libres mutuamente a partir de la unión, la asociación y
el compañerismo.
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