Paisajes narrados: un acercamiento al paisaje urbano de Río de Janeiro

Luisa Fernanda Ocampo Ospina [1]

Santiago Valencia Carvajal [2]



Resumen: El diálogo entre los saberes de la geografía y la literatura proporciona elementos para la lectura del espacio geográfico, no sólo como un espacio producido o como un resultado de la producción del hombre, sino como una realidad construida. Siendo así, la indagación en obras literarias por la manifestación de la categoría de paisaje, involucra pensar en el estudio de las costumbres y cotidianidades de la vida de los habitantes de los lugares, la topografía y los elementos físicos presentes, posibilitando la comprensión de la relación del hombre con el medio físico, social y cultural. En este sentido, la obra de Rubem Fonseca, “El arte de caminar por las calles de Río de Janeiro”, se constituye en una muestra de la vivencia cotidiana de los sujetos en la ciudad de Río, en la interacción y la concreción del espacio urbano, donde se ponen de manifiesto sus acciones y experiencias diarias.

Palabras clave: geografía y literatura, paisaje, neoliberalismo, Rubem Fonseca, “El arte de caminar por las calles de Río de Janeiro”



Geografía y literatura: relación para el estudio del paisaje

La geografía, como disciplina, puede entenderse como el estudio del espacio físico; sin embargo, también se ocupa de la dinámica del espacio humanizado, evolución producto de los espacios cambiantes en función de la actividad del hombre que hace uso de la tierra. En este estudio del espacio, surge la noción de paisaje como una categoría esencial.

Entendida de maneras muy diversas, la noción de paisaje ha dependido de la corriente filosófica y de la escuela científica desde la cual se interprete; empero,

[…] en la actualidad, la mayoría de los geógrafos la consideran en una doble acepción: como totalidad del sistema natural que conforma el espacio geográfico, como la propia fisonomía, morfología o forma del espacio, y como la percepción que tiene la población de su propio entorno (Zoido, 2001, citado por Mateo, 2006: 20).



Por su parte, el diálogo entre los saberes de la geografía y la literatura proporciona elementos para la lectura del espacio geográfico, entendido no solo como un espacio producido o como un resultado de la producción del hombre, sino también como una realidad construida. Así, lo que se ha propuesto con este trabajo es el estudio del espacio geográfico desde la literatura como una alternativa para comprender los objetos de la geografía y de las ciencias sociales. Desde este enfoque, la literatura, en su posibilidad de representar el espacio geográfico, específicamente el paisaje, como lo refiere Valenzuela (2006), es un medio de reafirmación de los procesos de transformación de los espacios, de lo que antes había y ahora ya no hay, de los cambios que ocurren en el tiempo, al igual que de la interacción de fenómenos físicos y humanos.

En concordancia con lo anterior, es pertinente referir que la literatura y la geografía se conectan más allá del ámbito descriptivo, pues ambas se constituyen en herramientas que permiten la comprensión del mundo, tal y como lo aborda López:

[…] cada una a su manera, aborda la realidad y trata de analizarla, reflejarla, describirla y entenderla. La geografía toma una problemática y a partir de casos específicos estudia la dimensión espacial de la sociedad y sus procesos económicos, políticos, socio-demográficos y culturales; crea modelos, explicaciones y narraciones. La literatura, en cambio, deposita en un caso la problemática social a la que se quiere remitir; utiliza los modelos de realidad para inventar situaciones que los reflejen (2011: 2).

Desde este punto de vista, la literatura posibilita el entendimiento de la realidad de un modo simbólico, una nueva manera de rastrearla y comprenderla, enriqueciendo el nivel de estudio de la geografía, en tanto se establecen nuevas posibilidades para analizar el entorno. Y en este sentido es precisa la postura de Cely y Moreno cuando manifiestan que

[…] la literatura es un tipo especial de saber, que como estrategia en la enseñanza y aprendizaje de la geografía es pertinente. Mediante la literatura podemos obtener información y conocimiento sobre un determinado espacio geográfico en un tiempo determinado (2006: 254).

Menciona Suárez (2002) que la geografía ha adquirido nuevas miradas y ha dado un nuevo reconocimiento al sujeto y no solo al objeto de conocimiento, permitiendo así que ambos se complementen, admitiendo de esta manera que el análisis geográfico puede y debe integrarlo todo; que las imágenes, las sensaciones y los impulsos, que canalizan a través de los cauces subjetivos que nos relacionan con el exterior, son válidos y necesarios para la culminación de los conocimientos. Por esto, la literatura encaja por medio de la subjetividad en la geografía, y los relatos de viaje aportan visiones subjetivas y percepciones espaciales.

El paisaje urbano narrado en “El arte de caminar por las calles de Río de Janeiro” de Rubem Fonseca

La literatura permite el estudio del espacio geográfico, por su riqueza en la descripción topográfica y paisajística de los territorios; también de las costumbres y cotidianidades de la vida de sus habitantes, posibilitando la comprensión de la relación del hombre con el medio físico, social y cultural, y logrando que este se reconozca desde distintas formas con y en el entorno, a partir de un contraste simbólico o real.

Desde la geografía, el paisaje es comprendido como un complejo cuya organización y dinámica se fundamenta en interrelaciones de carácter social y cultural, sobre una base natural, material. Ya que el interés de este escrito es abordar la ciudad, nos acercamos a la concepción del paisaje urbano como esa acepción del espacio geográfico dirigido a la comprensión del entorno urbano y de las dinámicas que allí se suceden.

Ahora bien, de la representación del paisaje urbano que la literatura hace a partir de la narración, aparece la categoría de paisaje narrado, conceptualizado por López (2011) como el paisaje como texto, en el que es posible hallar una descripción conceptual y literaria del espacio geográfico en una obra estipulada. Así, el paisaje como texto, pone de manifiesto la capacidad que tiene la literatura de reconstruir y ordenar la realidad, suponiendo, en este caso que esta realidad sea el espacio urbano (Argüello, 2002). De este modo, la realidad del paisaje urbano narrado en la literatura es (re)construida desde diferentes perspectivas: por un lado, la comprensión del lugar desde los marcos físicos, arquitectónicos y materialmente producidos, y por otro, desde la orientación subjetiva de quienes lo habitan.

En concordancia con lo anterior, Mieke Bal (2001) señala una división del espacio para el análisis literario: lugar de acción y lugar de actuación, siendo el primero la descripción física del espacio, y el segundo, la narración de los acontecimientos que tienen lugar en la obra. Para el caso en cuestión, tal descripción sería, en efecto, las calles y las construcciones de Río de Janeiro y las dinámicas cotidianas que se presentan en ellas, respectivamente. Siguiendo a la misma autora, la literatura es una manifestación de la interpretación de las formas identitarias que proporcionan las culturas a lo largo de su configuración, lo que permite que en ella se haga lectura de la realidad social e histórica del hombre, y por tanto, es plausible afirmar que la obra literaria se constituye en un reflejo de dicha realidad.

Atendiendo a lo anterior, la novela corta de Rubem Fonseca, “El arte de caminar por las calles de Río de Janeiro”, refleja la vivencia cotidiana de los sujetos en la ciudad, en la interacción y la configuración del espacio urbano, donde se ponen de manifiesto sus acciones y experiencias diarias. El paisaje, según Ortega, “se identifica como el resultado de las relaciones Hombre-Medio y se manifiesta como una expresión visual y sintética de la región, que sintetiza la realidad geográfica” (2000: 285). Por esto, el paisaje urbano es, en la obra literaria en cuestión, susceptible de ser comprendido, puesto que destaca elementos físicos, culturales e históricos, que son representados en la narración de la ciudad, permitiendo la comprensión de las problemáticas sociales que, a su vez, interfieren en la transformación del paisaje de la ciudad, develando cómo el paisaje se convierte en identidad para los individuos y, asimismo, en una manera para interpretar las formas de vida.

En este caso, el paisaje corresponde a la representación que el narrador Rubem Fonseca hace de Río de Janeiro a través del personaje principal, Augusto, quien vive en el centro de la ciudad. Esta consideración, como lo señala Tesser (2000), tiene una fuerte impronta visual, donde no se puede definir a priori al paisaje, puesto que la valoración literaria de este se da con base en las descripciones del novelista, generando una percepción ambiental en la que el observador ve el paisaje según sus propios valores personales y culturales. Es la estética del paisaje: la topofilia (lazo afectivo entre los sujetos y el lugar), y corresponde a la cualidad del medio o las estimaciones de la belleza natural que se encuentran estrechamente relacionados.

El paisaje urbano narrado en la obra se modifica con el paso del tiempo. En él, la huella temporal se refleja no solo en los cambios del espacio físico, sino también en el cambio de las dinámicas culturales y sociales de una población. El paisaje igualmente se materializa de acuerdo con unas actividades económicas y con hechos políticos que determinan la configuración de la ciudad, reflejando de esta manera las interacciones entre los sujetos, específicamente en la obra, como las tragedias que viven, redefinen sus dinámicas de vida y el modo en que habitan el espacio.

La ciudad narrada y lógicas neoliberales

La ciudad se entiende como el contexto físico, cultural y simbólico en el que convergen saberes, prácticas, redes simbólicas, decisiones y valoraciones, un espacio que como área urbanizada con gran concentración demográfica, permite la construcción de diversas relaciones. Según Milton Santos, “la ciudad es un lugar en constante ebullición, es un lugar que permite la elección en todos los ámbitos de la vida del hombre” (1995: 52). De esta manera, se puede relacionar la ciudad vista geográficamente con la ciudad narrada en la novela, a partir de los elementos que dentro de esta aluden a las características que hacen parte del paisaje urbano, a saber, los escenarios físicos, los marcos geográficos y las orientaciones subjetivas visibles en la ciudad.

El paisaje urbano, entonces, no se entiende solo como una construcción arquitectónica en la que se asientan grupos humanos, sino, sobre todo, como una realidad dentro de la novela, intervenida y vivida por los personajes, que se reconfigura en tanto es percibida y comprendida por los sujetos; una realidad donde son las vivencias y las experiencias cotidianas las que posibilitan la configuración del paisaje.

Por lo tanto, la vivencia cotidiana de los sujetos en la ciudad, en interacción con el espacio urbano, es la que posibilita, dentro de la novela, un acercamiento a la comprensión del paisaje urbano, pues en tanto los personajes se desenvuelven en la trama, es que se exponen diferentes elementos que permiten la comprensión del paisaje: los marcos físicos, la apropiación de los espacios, las construcciones, las percepciones de los sujetos frente al paisaje, las brechas sociales evidentes desde el paisaje, lo natural dentro de lo urbano, la estética aséptica, los juegos de poder en los paisajes, los significados de los lugares. En otras palabras, en la construcción del paisaje, los sujetos tienen diversas formas de leer e interpretar eso que han construido, no solo como un antecedente, sino como resultado de su interacción en el espacio.

En la obra en estudio, la ciudad retratada por Rubem Fonseca se suscribe a las lógicas neoliberales de la producción del espacio. En este sentido, desde la forma en que esta lógica reconfigura el paisaje de la ciudad en mención, pueden encontrarse una serie de tendencias que son retomadas a continuación, que permiten una comprensión más cercana de los procesos que allí convergen, y que son, de modo específico, los que contribuyen a tal reconfiguración.



La idea de estética aséptica

Esta alude a la reconfiguración urbana que se dirige a transformar y comercializar el espacio, que no necesariamente satisface las necesidades de quienes habitan un espacio determinado, sino, más bien, al turista que lo visita para entretenerse en su tiempo libre. La estética aséptica se presenta en contraposición a la idea de participación y apropiación de lugares por los propios habitantes, estableciendo una idea de paisaje homogéneo guiado por expectativas globales de comercialización.

Andan diciendo que va a haber aquí en la ciudad un gran congreso de extranjeros y que nos van a esconder de los gringos. No quiero irme de aquí, […] vivo al lado de un banco, hay seguridad, ningún loco va a ponernos fuego como hicieron con la casucha de Maílson, atrás del museo. Yo estoy aquí hace dos años, lo que significa que nadie se va a meter con nuestra casa, forma parte del ambiente, ¿entendido? (Fonseca, 2001: 335).

Este fenómeno azota de manera particular a los centros de las ciudades, en los que el paisaje busca ser configurado desde planes de renovación y conservación del patrimonio urbano, lo que a su vez intensifica la gentrificación, es decir, la transformación urbana que en su progresiva reformación implica el desplazamiento de la población y una modificación radical de las estructuras físicas originales, lo que puede incidir en la transmutación de las dinámicas culturales. Además, la pretensión de invisibilizar problemáticas tan amplias como lo son los asentamientos urbanos informales, es manifestada plenamente en el texto, pues siguiendo la idea de estilizar homogéneamente los espacios, las políticas gestionadas desde el modelo neoliberal proponen solucionar, con la estética, aquello que no tiene otra salida que la reestructuración social y la disminución de las brechas económico-sociales, resultado de tal modelo:

Están en la Sete de Setembro y caminan hasta la esquina de la calle del Carmo, […] como es sábado, Ana Paula puede armar de día la pequeña casucha de cartón en la que vive con el marido y la hija bajo la marquesina del Banco Mercantil de Brasil. […] En los días hábiles la casucha se desarma, las grandes hojas de cartón y la tabla sacada del agujero del metro son recostadas en la pared durante la hora de actividad, y solamente por la noche, la casucha de Marcelo y también las casuchas de cartón son reconstruidas. […] Pero hoy es sábado, el sábado y el domingo no hay actividad en el Banco Mercantil de Brasil (Fonseca, 2001: 332).



Reconfiguración urbana desde la comercialización del espacio

La reordenación del poder político en la gestión de espacios urbanos se debe a los proyectos de cooperación público-privada desde los cuales se pretende, de manera innovadora, no necesariamente positiva, gestionar la renovación de espacios obsoletos, por regla general ubicados en lugares céntricos, lo que trae consigo la aplicación de nuevas políticas y lógicas urbanas de índole neoliberal. Dentro de la novela, la recuperación de los lugares se va estableciendo de acuerdo con la sectorización del comercio en lugares estratégicos; sin embargo, esa reconfiguración urbana de los lugares lleva a pensar, por lo menos desde la narración, sobre aquellos significados que les otorgan los sujetos a tales lugares, a lo que desde su práctica cotidiana refleja, si se quiere, el sentir con respecto a estos:

A la salida [Augusto] baja por la Presidente Vargas maldiciendo a los urbanistas que tardaron decenas de años para darse cuenta que una calle ancha como ésta necesitaba de sombra y sólo en años recientes plantaron árboles, la misma insensatez que los hiciera plantar palmeras imperiales en el canal del Mangue cuando el canal fue construido, como si la palmera fuese un árbol digno de nombre, un tronco largo que no da sombra ni pájaros, que parece más una columna de cemento (Fonseca, 2001: 328).

De esta manera, los proyectos de cooperación público-privada establecen nuevas formas de gobernanza espacial, dado que se crean espacios de jurisdicción privada con poderes de exclusividad, marginando de esta manera los movimientos de base, acentuando una polarización socioeconómica e imponiendo nuevas relaciones socio-espaciales y lógicas socio-territoriales. Así, en la novela, es evidente la reconversión de los lugares de acuerdo con la apropiación dinámica de los espacios, pues las crecientes políticas de globalización posibilitan una imbricación de usos y significados de y en los espacios urbanos:

El otro día entró por primera vez al cine-templo del pastor Raimundo. […] Todas las mañanas, de las ocho a las once, todos los días de la semana, el cine es ocupado por la Iglesia Jesús Salvador de las Almas. A partir de las dos de la tarde exhibe películas pornográficas (Fonseca, 2001: 314).



Idea de seguridad / inseguridad

El modelo de gobernanza de la seguridad en la producción del espacio urbano procura, desde políticas transversales, la proliferación de elementos urbanos defensivos. Para ello busca el diseño de nuevos espacios urbanos “seguros”, que cuenten con dichos elementos. En la novela, la dualidad entre ambos elementos va a estar representada en aquella percepción que tiene Augusto de la ciudad, principalmente cuando habla de aquellos espacios en los que no hay presencia masiva de construcciones, en los que caminar, bajo ciertas dinámicas propias del paisaje nocturno, involucra una actuación diferente por parte de los sujetos:

Cerca del cine Odeón una mujer le sonríe. […] Augusto pide a la mujer que camine, para que no los vayan a asaltar; en las calles desiertas es necesario caminar muy aprisa; los asaltantes no corretean a los asaltados, se acercan, piden un cigarro, preguntan la hora, es necesario que anuncien el asalto, para que éste pueda con- sumarse (Fonseca, 2001: 322).

Además, dentro del discurso neoliberal se establecen políticas de prevención que incluyen la vigilancia y el control social, logrando una proliferación de la estética aséptica al intentar reducir el clima de violencia urbana y la aplicación de políticas destinadas a mantener el orden, justificar un urbanismo y una arquitectura de prevención. Tal discurso, encaminado a las dinámicas actuales de las ciudades, se pone de manifiesto cuando los personajes, desde la narración de la obra, reconocen nuevas presencias en el espacio, y la forma en que estas presencias y las prácticas que en conllevan, modifican y transforman la cotidianidad de los lugares:

Pon atención, mujer, la ciudad ya no es la misma, hay gente de más, hay mendigos de más en la ciudad, recogiendo papel, disputándonos los sitios, un montón que viven debajo de la marquesina, siempre expulsando los vagabundos de fuera, hay hasta falsos mendigos disputándonos el papel.” […] “¿Y vidrio? También puede ser reciclado, ¿Has pensado en vender botellas?” “Los botelleros tienen que ser portugueses, nosotros somos criollos” (Fonseca, 2001: 335).



Consideraciones finales

Geografía y literatura, cada una desde su perspectiva, abordan la realidad intentando analizarla, reflejarla, describirla y entenderla. La geografía, a partir de casos específicos, estudia la dimensión espacial de la sociedad y sus procesos económicos, políticos, sociodemográficos y culturales; crea modelos, explicaciones y narraciones. La literatura, a su vez, deposita en un caso la problemática social a la que se quiere remitir, valiéndose de acontecimientos cotidianos para inventar situaciones que los reflejen. Por eso, se explora en el análisis literario, para repensar lo hecho en geografía, buscando formas alternativas de estudiar el espacio como objeto de esta disciplina.

Además de lo anterior y siguiendo la idea de que el paisaje también involucra un sistema cultural que se comunica, se reproduce, se experimenta y se explora mediante un sistema significante; que maneja un lenguaje y, que, para este caso, es la literatura, reconocemos que las narraciones locales de los lugares se constituyen al interior de un sistema de significación conectado al sistema cultural y producido, a su vez, en el marco de un orden social; ello, asociado con la idea de Cosgrove de que

Un vistazo es diferente de una mirada fija y la vista es diferente de la visión. […] El primero sugiere el acto pasivo de detectar el mundo exterior con el ojo; el segundo implica un movimiento intencionado de los ojos hacia el objeto de interés (2012:70),

por lo que se hace totalmente válido el ejercicio de analizar el espacio geográfico a partir de elementos encontrados en narraciones literarias que, como ya se ha mencionado, ofrece una valiosa visión para el estudio de tal acepción.

El arte de caminar por las calles de Río de Janeiro” se comprende, entonces, como una narración inserta en un sistema de significados que trasciende el ámbito descriptivo, para pasar a reconocer, en el relato, la cotidianidad, las vivencias que permiten que los sujetos se apropien, signifiquen y reconfiguren los lugares, evidenciando desde ello, y en concordancia con lo que plantea Nogué, que “En general, la gente se siente parte de un paisaje, con el que establece múltiples y profundas complicidades” (2010:125).

En este artículo se reconoce entonces la idea de que el autor deja de ser un individuo aislado o una mente creativa independiente de su entorno, para reconocerse como depositario de cultura, pues a través de su obra puede entenderse que Rubem Fonseca refleja las estructuras socio-espaciales que percibe y reconoce en su contexto. Lo que plasma tiene un referente en la vida, en la manera en que experimenta el mundo, el lenguaje, los imaginarios sociales, los valores y las significaciones que maneja una sociedad concreta, que, para el caso, es la ciudad de Río de Janeiro; pues como lo señala Cosgrove, “La posición estratégica privilegia al espectador del paisaje a la hora de seleccionar, componer y poner un marco a lo que ve” (2002:72), ya que los sujetos, desde su subjetividad, construyen y comprenden el paisaje del cual son agentes observadores y creadores. El paisaje urbano narrado en la obra es, por lo tanto, una representación que hace el narrador a través del personaje; desde su posición estratégica asentada en la narración, presenta la percepción de la marca temporal y las apreciaciones subjetivas que configuran el espacio geográfico en su acepción de paisaje.



Referencias

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López, L. (2011). El paisaje narrado: urbanizaciones cerradas, geografía y literatura. Ateliê Geográfico, 5(3), 1-31.

Mateo, J. (2006). La concepción sobre los paisajes vista desde la Geografía. Boletim de Geografía. 24(1). Recuperado de: http://www.periodicos.uem.br/ojs/index.php/BolGeogr/article/view/12492/7233

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Suárez, J. M. (2002). Geografía y literatura en los escritos de viaje de José Manuel Caballero Bonald. Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles, (34),133-146.

Tesser, C. (2000). Algunas reflexiones sobre los significados del paisaje para la geografía. Revista de Geografía Norte Grande (27), 19-26.

Valenzuela, E. (2006). Los textos literarios: un apoyo didáctico para la enseñanza de la Geografía. Investigación Universitaria Multidisciplinaria, 5 (5), 57-69.



 



[1] Licenciada en Educación Básica con énfasis en Ciencias Sociales. Estudiante de Maestría en Educación. Línea Didáctica de la Geografía. Facultad de Educación Universidad de Antioquia. Correo electrónico: lufe583@gmail.com



[2] Licenciado en Educación Básica con énfasis en Ciencias Sociales. Estudiante de Maestría en Educación. Línea Didáctica de la Geografía. Integrante del Semillero de Geografía –Geosem-. Facultad de Educación Universidad de Antioquia. Correo electrónico: santivajal456@gmail.com.