Espacio y existencia... Un desafío en la formación

 

Claudia Elena Osorio Restrepo[1]

 

El espacio no es solamente un contenedor; un receptáculo de nuestros estados y nuestras acciones: él hace parte integrante de nuestra experiencia.

Delory, 2015

 

Resumen

La reflexión que presento a continuación pone su acento en la experiencia del maestro que, al verse ante un escenario desconocido, pone en cuestión su ser, hacer y estar en el mundo. Es además una posibilidad para repensar lo que viene siendo en clave de formación, de relaciones pedagógicas, de los vínculos que se tejen y de los sentidos que resignifica en momentos en los que la situación actual invita a girar la mirada en todos los órdenes. La pregunta como hebra que teje los ecos del pensamiento a través de las palabras busca guiar al lector por los senderos que transita en esta ocasión. La reflexión en este caso emerge como una acción polifónica cuando se enfrenta a una experiencia nueva en la que su quehacer es interpelado por la incertidumbre. Algunas narrativas de maestros y estudiantes guían el ejercicio en clave de interrogantes para seguir pensando la formación del maestro de cara a los retos a los que se enfrenta a nivel personal y profesional en una sociedad cambiante.

 

Palabras clave: experiencia del maestro, formación pedagógica, vínculo.

 

Abstract

The reflection below emphasizes the experience of the teacher who, facing an unknown scenario, ask about his being and doing in the world. It is also a possibility to reconsider what is happening in terms of training, pedagogical relationships, links that are woven and meanings that teacher redefines when current situation invites us to turn our gaze toward all the orders. The question, as a thread that weaves the echoes of thinking through the words, seeks to guide the reader along the paths that he travels in this time. In this case, reflection emerges as a polyphonic action when the teacher faces with a new experience in which his work is challenged by uncertainty. Some narratives by teachers and students guide the exercise through questions to continue thinking about the teacher's training in the face of personal and professional challenges in a changing society.

Keywords: Teacher Experience, Pedagogical Raining, Bond.

Introducción

Han transcurrido varios días en los cuales he pensado la manera de afrontar el reto de una escritura que articule la experiencia pedagógica del maestro con los tiempos en que la incertidumbre[2] interpela su ser, su hacer y estar en el mundo. El momento de las certezas es puesto en cuestión como las palabras que vuelan con el viento de un lugar a otro queriendo hacer eco con otras voces, quizás como lo nombra Juarroz (1987):

 

Las obsesiones del lenguaje, / como todas las obsesiones, / nos visitan de noche. / A veces, despiertos, / pero casi siempre dormidos. / Entonces desaprendemos / lo que parece que sabemos / e inauguramos / lo que parece que ignoramos. / Por eso los poemas se escriben de noche, / aunque a veces se disfracen de luz. / O si se escriben de día, / convierten el día en noche. (pág. 156)

 

La incertidumbre provoca irritación, pues en lo ambivalente el sujeto tiene que leer las situaciones interpretándolas, tiene que elegir y decidirse. Y hay que elegir; allí donde no hay alternativas de elección, todo es posible. Y, si “todo es posible”, se sientan las bases para inaugurar una práctica. En diferentes tiempos y espacios el horror por la incertidumbre ha significado varias cosas según el ámbito donde se aplica (Bárcena, Larrosa y Mélich, 2006, pág. 233). En el ámbito intelectual, por ejemplo, significó la deslegitimación de los fundamentos del conocimiento filosóficamente incontrolable (los que provienen de la experiencia). Una experiencia pasada por el cuerpo, en este caso, por el cuerpo del maestro entendido como lugar de la experiencia, como escenario de lucha y de resistencia, y también como finitud, como nacimiento, como muerte, como atención o placer, como expresión y como fatiga. El cuerpo tiene de particular que es el espacio que está siempre allí: no un lugar entre otros, sino el lugar a partir del cual se originan todas las experiencias del espacio y todas las experiencias de sí en el espacio y al cual ellas vuelven. (Delory, 2015, pág. 32). Es precisamente en ese momento en que recordamos, nos preguntamos, nos inquietamos y buscamos otros modos de pensar, otros rumbos, otros caminos, otras posibilidades desde lo que venimos siendo, desde lo que hacemos y desde los lugares que habitamos, incluso nuestro cuerpo. En este sentido, el relato de vida, en tanto experiencia de reconocimiento de sí y de su historia, es un componente esencial cuando la experiencia vital se cruza con la profesional, ser maestra de lenguaje. Esta se configura en la de los otros, en esta ocasión, con la de los estudiantes, con los que día a día me encuentro en el escenario escolar y en los salones de la universidad que habito para celebrar el encuentro con la vida, y con la posibilidad de “lenguajear.” Allí, la palabra recobra sentido, en tanto es la palabra del otro y la otra que convocan el relato, la anécdota, la noticia, la información, la explicación, la construcción, pero, sobre todo, la narración de su propia historia, buscando descubrirse y tejerse con las de los otros, quizás, intentando relacionarse con otras palabras que pululan diversas y a veces simultáneas por el espacio que se llena de color por lo que estas connotan. Fue así como aprendí a amar las palabras. Unida al sentimiento de uno de los ganadores en el Concurso Nacional de Cuento 2011, “Aprendí a creer que ellas son portadoras de un misterio, de algo que las anima y les concede la potestad, la gracia de hacerles cosquillas en el alma a las personas (Muñoz, 2013, pág. 27).

 

El aula como posibilidad de lectura y experiencia

En este apartado pretendo generar algunos interrogantes a propósito de la experiencia en el aula. Para ello, hago uso del lenguaje que ofrece una gama de posibilidades y riquezas, que abre el horizonte para la expansión creativa de las palabras que acompañan el relato. 

 

El salón de clase lo concibo como bellamente Paul Ricoeur lo hace con el texto: “Un mundo abierto para ser leído” en el que se crea y se recrea la existencia humana. Allí, los niños, las niñas y los jóvenes entrañan el sentido de lo humano dando valor y enalteciendo el quehacer del maestro.

Esta bella analogía que representa las historias, los relatos, los cuentos, la poesía, la música, y los dramas… En otras palabras, la vida misma, que puesta en escena en cada encuentro se descubre en los otros y para los otros como un texto en que se leen historias reales donde la interacción del lector con el autor y con el contexto permiten desentrañar la individualidad y particular manera de ser y de aparecer. Un texto que ansía ser leído con toda la sutileza y devoción por quienes se deleitan con cada página; un texto único que requiere de otros/as para seguir escribiendo desde otros lugares y posibilidades, universos diversos, para seguir configurándose. Un texto que está de paso en mi vida como yo en la de él, un texto frágil y vulnerable que busca ser recibido como la promesa arendtiana (2000, pág. 76), un texto que enseña la experiencia en tanto esta atraviesa al ser como algo que le pasa. 

Esta analogía no solo representa, sino que expresa en distintos formatos su incompletud, su deseo por encontrar otras historias en las cuales se teje y se desteje, historias compartidas que buscan ser puestas en escena. Historias que intentan aparecer, que se encuentran y entrelazan afectos, amistades, pasiones, risas y lágrimas; historias cómplices en busca de libertad e identidad. Las historias sin fin que se van tejiendo en medio de los sentidos que entrañan los encuentros y desencuentros expresan de manera polifónica los rasgos que tatúan en el alma la presencia de los otros y las otras, con quienes se hilan experiencias y se crean vínculos en tramas de sentido para ser narradas.

            Intentar descifrar el significado de sus expresiones, sentires y saberes en cada encuentro se ha convertido en una tarea inminente, que sobrepasa la pretensión ministerial. Lo anterior me permite, en primer lugar, pensar y reflexionar mi práctica, para ir resignificándola y, en segundo lugar, ir develando los intereses, motivaciones, deseos sentires y sueños de aquellos que inspiran mi ser y hacer como maestra.

En este sentido, pienso en las certezas que ahora, vacilantes, me interpelan al respecto ¿Qué hace al maestro? ¿Acaso son los títulos que obtiene? ¿La experiencia que construye a lo largo de su vida? ¿Su aparición en el aula? ¿El conocimiento? ¿Su humanidad? ¿Todas las anteriores? ¿Con qué tiene que ver el hacer del maestro? ¿Con su saber? ¿Con la interacción con los estudiantes? ¿Con su experiencia? ¿Con las percepciones? ¿Con su capacidad de pensar? ¿Con los gestos que lo constituyen? ¿Con su recorrido? ¿Con la enseñanza? ¿Con el aprendizaje? ¿Con la capacidad de tocar e impactar vidas?

 

¿El aula como espacio es lo que me hace maestro?

 

Toda biografía se inscribe en una escritura del espacio, en una geografía

Delory, 2015

 

La noción de espacio trasciende la idea de verlo como algo reducido a un fondo o a un soporte; el espacio como una especie de decoración, de segundo plano sobre el cual se desarrollan las existencias; este puede dar a los eventos y situaciones de la vida un matiz de color, ambientación y demás, sin embargo, no hace experiencia en sí mismo. Preguntarse por el espacio en la práctica individual y colectiva del maestro como algo que lo constituye, pasa por considerar las relaciones vinculantes que se tejen, relaciones construidas con acciones y pensamientos, representaciones, realidades e imaginarios. El espacio en clave pedagógica es habitado por hombres y mujeres y, a su vez, estos habitan el espacio y el espacio los construye, hacen significar el espacio y el espacio confiere sentido a su ser y a su acción. (Delory, 2015 págs. 28-31).

Ahora bien, ¿Qué sucede cuando el espacio físico del aula no está? ¿Puede la pantalla simular el aula? ¿Qué sucede allí? ¿Cambia la percepción del maestro? ¿Se pierde el sentido por lo que se hace cuando la mediación es una pantalla? ¿Cómo leer y celebrar los encuentros en los que ahora no están todos? ¿Cómo seguir de largo sin hacer política la pedagogía? ¿Cómo leer esas nuevas formas de aparición con mediaciones digitales que no llegan a todos? Veamos a continuación en clave de experiencia lo que acontece con uno de los ejercicios de escritura de los Maestros en Formación, a propósito de la situación de emergencia.

 

A mis esperados estudiantes de práctica de segundo nivel, noveno[3].

 

Esperados estudiantes,

¿Han extrañado el colegio? ¿A sus profesores? ¿A sus compañeros? ¿En qué han invertido su tiempo? Cuando les pregunto esto recuerdo a María, un personaje de una de mis novelas favoritas, ¿saben?, ella dice que quisiera que un día llegase a la escuela y ésta estuviese clausurada y, entonces condecorarían al señor Ministro de Educación por este acto heróico, para ella la escuela es “La casa del terror”. ¿Ustedes qué piensan?

 

“Durante meses había rezado para que mi colegio desapareciera. Soñaba con llegar un día y encontrar un enorme rótulo en la puerta que dijera CLAUSURADO.

—¿Qué pasó, don Segundo? —le preguntaba en mis sueños al portero.

 

 —Algo terrible, María, el Señor Ministro ha dado la orden de que este colegio se cierre para siempre. El edificio será demolido esta misma tarde.

—¿Eso quiere decir que ya no voy a regresar a clases nunca más?

 —Nunca más, María, nunca más.

Entonces yo pensaba que el Ministro de Educación era el hombre más justo y bueno del mundo. Imaginaba que todos los colegios del país cerrarían sus puertas para siempre, y que los niños y las niñas enviaríamos cartas al Vaticano para que el Papa considerara la posibilidad de elevar a la categoría de santo a nuestro querido ministro. Pero al despertar me daba cuenta de que la realidad seguía siendo distinta a la que yo soñaba, y ni al ministro ni al Papa se les había ocurrido clausurar el Colegio Happy Days. ¡Qué falta de solidaridad de nuestras autoridades!”

 

Pero nuestra realidad al despertar no es la misma de María, nuestros colegios hoy están cerrados. Ah, y María es una niña de 12 años. Este es un fragmento de aquella novela que se titula: Hola Andrés, soy María otra vez de María Fernanda Heredia.

 

Chicos, ¿recuerdan ustedes lo que les dije el día que me presenté? Bueno, dije algunas cosas, entre ellas dije que me tomaba en serio la educación y que esperaba lo mismo de ustedes. Tal vez ustedes se pregunten o tal vez no, ¿Qué siente un maestro sin escuela? Como saben, yo aún estoy en mi proceso de formación como profesora y, desde mi posición, vivo, veo y siento lo que es un aula vacía, lo que es perder el aula que siempre hemos visto, en la que estudié y en la que me estoy formando para luego enseñar en ella, esa aula hoy es diferente, hoy siento lo que es prepararme para ser profesora en la adversidad, en la pantalla, pero no lo vean como un juicio, no es esto negativo o positivo, es un cambio más, una situación que impera, que nos exige actuar de otras formas, aunque inicialmente sea adverso. Estudiantes, sólo trato de prepararme de otra manera en la que hay que luchar con otros obstáculos y buscar otras formas de aprender y de enseñar. Así, espero que ustedes también, desde su posición, estén viendo esto y su voluntad les permita continuar formándose y cultivándose como sujetos de saber, de saber ver, de saber escuchar y, por supuesto, de saber decir.

 

Jóvenes, les manifiesto mi gratitud y satisfacción por aquel día en que tuvimos la clase de presentación de ustedes y nosotras, la profesora Yajaira y yo; este día ustedes estaban confundidos, extrañados y quizá desmontados y provoqué su primera pregunta, una muy buena pregunta: ¿Por qué yo decía que la pregunta era más importante que la respuesta? Es comprensible esa reacción y cuestionamiento cuando estamos acostumbrados a que nos digan qué, cuándo y cómo, a que nos compartan un saber como afirmación y no como interrogación. Así, para hacerse preguntas no necesitamos “el tiempo de pandemia”, las preguntas deben ser de todos los tiempos, sin embargo, hay momentos que las generan con ahínco. ¿Cuáles son sus preguntas en este momento? ¿Cuáles sus reflexiones? ¿Cómo perciben ustedes el mundo hoy? Es importante que, en medio de sus preocupaciones, miedos, angustias, incertidumbre, vean en dónde están ustedes, cómo ven y cómo sienten y, lo que representan y quieren representar para el mundo, un mundo que nos recuerda nuestra vulnerabilidad.

 

Por esa razón, ya para despedirme, también espero recuerden esto y lo compartan, duden, hagan y háganse preguntas frente a lo que viven. Un sujeto de saber se cultiva así, no dejen pasar las cosas sólo pensando en cómo hacerlas y para qué, no olviden el por qué. Como persona y futura maestra quiero decirles, quizá lo olviden o por el contrario lo tengan presente: la vida es preferible vivirla en el dolor de la lucidez que en la falsa ilusión de la cotidianidad y la felicidad.

 

Con lo último que acabo de decirles, por si acaso hay una interpretación fatalista, quiero aclararles que, por el contrario, es un principio que les ofrezco para tener ilusiones al observar y darnos cuenta de la complejidad de la vida que hemos creado y que con esa complejidad podemos actuar y que ese actuar se hace auténtico cuando tenemos conocimiento de la adversidad y la falta de sentido, pero ese actuar no se ejerce bajo la anestesia, como dormidos en una burbuja y pensando que no es necesario y, por si acaso se ejerce bajo esta anestesia, se hace banal porque no hay propósito en la facilidad y lo que buscamos y nombramos: felicidad. De este modo no estarán totalmente preparados para todo tipo de situaciones adversas, pero sí comprenderán la posibilidad de que sucedan. Saquen de estas palabras lo que consideren necesitan tener presente.

Siempre de ustedes, María Adelaida Zapata Granados

Quien pretende enseñar

 

A propósito, la formación tiene que ver con la posibilidad de conquista de ciertas posiciones en el mundo; tiene que ver con el valor deseante y ese valor deseante es, en parte, el que hace al maestro que enseña como quien señala el camino, como quien muestra múltiples posibilidades en el horizonte a partir de sus pasiones, de sus convicciones, de sus saberes. Sin embargo ¿qué vínculos pedagógicos se pueden tejer tras las mediaciones tecnológicas? ¿Qué posibilidades tenemos cuando nos han movido el lugar? ¿Cuál es la naturaleza de su hacer? ¿Cuál es el hacer del profesor? ¿Con qué tiene que ver el hacer? ¿Cuáles son los gestos del profesor? ¿Qué hacer con las ausencias?

Como dije al inicio, esta reflexión, más que respuestas, plantea interrogantes. Antes de exponer algunos de ellos en la conclusión, quiero presentar un texto[4] que nace a propósito de las risas, los llantos y los cantos que tenían lugar en el aula, el alma del maestro.

 

De modo particular, considero que la forma más bonita y humana de acercarse y reconocer a las personas es cuando nos sensibilizamos ayudados unos por otros y permitimos, en esa medida, que quienes nos rodean conozcan nuestros sentimientos y, con ellos, esos temas que hacen que “se nos arrugue el corazón”, sin que medie allí ningún “tabú”. Esto, claramente describía, para mí, la dinámica clase de Lengua, un sinnúmero de emociones, un espacio físico de apertura, de vida misma compilada en distintos momentos, de transformación como una palabra que la resuma.

Pero, con el paso del tiempo me he dado cuenta de que la descripción de esos espacios de clase, de interacción en el aula, no solo explica la conmoción y sensibilización en la que podían adentrarse los estudiantes para el encuentro consigo mismo y con otros, sino que también logra desentrañar los retos del maestro, retos que trascienden las superficies que habita -las aulas, los patios y cada rincón del escenario educativo- y se encarnan propiamente en el cuerpo que da vida al maestro. A mi juicio, el inmenso reto de la enseñanza logra radicarse en la convicción rotunda y osada con la que llega cada día el profe, a exponer su vida ante tantas otras y a transformarla y a maximizar su obra cotidiana con todo lo que tenga, desde los recursos didácticos hasta su sentir, su propia humanidad que se traduce en esencia pura y convierte a la educación en una cuerda de la que hala y hala hasta tocar su interior y el de sus estudiantes.

Esto es quizás lo que hace que perdure en cada uno esos momentos en los que los gestos en la conversación cotidiana lograban tocar como una caricia rinconcitos de algunos corazones, donde habitaban las palabras y las reflexiones que plasmábamos en lo que, para algunos, sin duda, era una magia más allá del tiempo fijado en que se traducían tips para vivir, para continuar y desear el próximo encuentro.

Lo que se gestaba en la clase, dentro o fuera del aula, era un conjunto de sensaciones que, unidas, podían consolidar un telón humano de fondo abierto y sensible, capaz de construirse a partir de los planteamientos del profe. La verdad, es que tantas risas juntas eran un alivio en los rostros y un descanso en los corazones, pues esto que parece tan simple entrañaba un reto particular a partir de la actividad de la enseñanza, y lo hacía porque en el imaginario colectivo ya había una experiencia diferencial de esta clase, diferencial en relación con otros ejercicios académicos en los que la clase era solo la clase, lo cual podría cumplir con estándares impartidos por el Ministerio de Educación Nacional, pero quedaba un poco en deuda con el reto agigantado del que he venido hablando, ese mismo que significaba atravesar la existencia de los sujetos que iban al colegio para algo más que habitar los espacios y llevar el contenido propio del área de aprendizaje, junto con la humanidad que esto implica.

Allí, sin duda, se ha venido develando el ser maestro, en el viaje sideral que emprende un profe que no solo enseña “los temas asignados” sino que acompaña en el proceso de aprendizaje y también en la vida de sus alumnos.

Con una simple sonrisa espontánea y ligera, incluso acompañada por la profe, se producían recuerdos que años después tengo la oportunidad de compartir con estudiantes que, ayudados por los “bloquecitos” estos tan mágicos y salidos de la caja, consolidaron su vocación y definieron no solo la actividad, la profesión o el oficio al que querían dedicarse sino también la pasión con la que querían hacerlo.

Era toda una caja de pandora, las actividades con las que lográbamos sorprendernos en la clase y a veces ni siquiera por la innovación de las mismas, sino por el plus humano con el cual se hacían. Veamos si me hago entender, en uno de tantos encuentros había un compañero que temblaba, literalmente, ante la idea de una exposición. Entonces, de inmediato, salía la profe, con una voz cálida y un abrazo fuerte, a expresarle el apoyo que tenía de su parte, la admiración por el chico que conocía de tantos años atrás y lo impactante que podía llegar a ser su mensaje ante todos los que habitaban el aula. En últimas, creo que era la convicción osada de la que he venido dando pinos a lo largo de este texto, la pasión y la certeza de estar en el ejercicio correcto, lo que entrañan a una maestra, entrañan a ese ser “profe” que ha ido en bocas y bocas y que eventualmente se queda inmortalizado en la formación y la vida de quienes han encontrado en un aula de clase algo más que contenido para “echar” en sus cabezas, y se han quedado con el acompañamiento humano y sensible que entrega quien devela el reto de ser maestro más allá del espacio físico.

Luisa Fernanda Londoño Jiménez, estudiante.

 

Conclusiones

Cuando lo ordinario se derrumba, te obliga a pensar lo esencial, y ¿qué es lo esencial hoy en la educación? En la experiencia pedagógica, ¿qué es lo esencial en momentos de incertidumbre?

¿Seguimos o no seguimos como si no estuviera pasando nada? ¿Cómo vamos a generar la sospecha de lo que está sucediendo? ¿Cómo lograr la esperanza activa? ¿Cómo hacer de lo cotidiano lo estratégico? ¿Cómo vamos a ocupar la calle, la escuela, el aula? ¿Cuáles van a ser los sentidos? ¿Cuáles son los nuevos desafíos y tensiones en el campo de la educación? ¿Cuáles son las prioridades de los estudiantes hoy? ¿Cómo crear acciones esperanzadoras desde la educación? ¿Cómo reconstruir los currículos, la enseñanza, la experiencia educativa? ¿Qué pasa cuando nos devuelven el hogar como lugar? ¿Cómo vamos a hacer política la pedagogía? ¿Qué pasa en el después? ¿Cómo pensar la formación de maestros? Si la tecnología llegó para quedarse, ¿qué pasará con los que no pueden acceder a ella? Resignificar la práctica pedagógica pasa por volver la mirada al quehacer del maestro. Hacer un giro en la mirada es un compromiso ético, estético y político que ha de estar agendado socialmente.

 

Referencias

Arendt, H. (2000). Educación y Natalidad. Ediciones Paidós Ibérica, S.A.

Bárcena Orbe, F., Larrosa Bondía, J., & Mèlich Sangrà, J.-C. (2006). Pensar la educación desde la experiencia. Revista portuguesa de pedagogía, 40-1, 233-259. http://impactum-journals.uc.pt/rppedagogia/article/download/1157/605

Delory-Momberger, C. (2015). La condición biográfica: ensayos sobre el relato de sí en la modernidad. (M. O. Betancur, Trad.) Medellín: Editorial Universidad de Antioquia.

Muñoz, G. (2013). Socialización y Cultura. Medellín: Área de Desarrollo Humano, Universidad de Manizales [CINDE].

Parfeniuk, A. (2011). Poesía, ciencia y época. La poesía de Roberto Juarroz: metáfora rizomática. Revista de culturas y literaturas comparadas, 3, 151-161. https://revistas.unc.edu.ar/index.php/CultyLit/article/view/13755/13894

 



[1] Docente de Lengua Castellana de la Institución Educativa María Auxiliadora del municipio de Sabaneta y Docente de Cátedra de la Universidad de Antioquia. Magister en Educación y Desarrollo Humano del CINDE. Integrante del Nodo de Lenguaje de Antioquia y de la Red Colombiana para la Transformación de la Formación Docente en Lenguaje. claudia.osorio@udea.edu.co

[2] La incertidumbre en clave de sacudón, de movimiento, como una suerte de despojo de lo que se creía seguro, firme y, de un momento a otro, te mueven de lugar. La incertidumbre que genera entre otras cosas la sensación de vacío: escuelas cerradas, aulas vacías, ausencias de estudiantes, trabajo en solitud, y las incesantes preguntas que no cesan frente al ser, frente a la vida, y al quehacer en situación de emergencia. Este acontecimiento desconocido y paralizante que también de manera sutil y paradójicamente nos va conduciendo a experiencias de posibilidad en las que, interpelados, vamos desaprendiendo realidades agotadas para crear y recrear otras formas de ser, sentir, pensar y habitar las calles del barrio, de la ciudad, del mundo, de la vida y de la escuela.

[3] Esta carta hace parte de uno de los ejercicios de escritura sugeridos a los Maestros en formación de Práctica Pedagógica VI (enseñanza de la lengua en secundaria) en el marco de la situación de emergencia. En este caso, es la estudiante María Adelaida Zapata Granados quien escribe a los jóvenes del nivel II (grado 9º) del programa Caminar en Secundaria de la Institución Educativa María Auxiliadora del municipio de Sabaneta, con quienes agencia su proceso de Práctica.

[4]  Luisa Fernanda Londoño Jiménez es estudiante de Derecho de la Universidad EAFIT. El texto es uno de los registros que aún conserva de la clase de Lengua Castellana en secundaria, cuando fue estudiante de Claudia, la autora de este artículo.