David Alejandro
Zuluaga Alzate[1]
Resumen
Padecer la
virtualidad, las clases sincrónicas, ¿qué se nos ha robado? Sí, el encuentro.
Después de haber tenido algunas experiencias en prácticas presenciales en
diferentes colegios urbanos de El Carmen de Viboral y de enfrentarme a esta
nueva modalidad virtual, veo cómo la escuela trata de hacerse un lugar en medio
del caos que genera la pandemia Covid-19 y cómo, desde la distancia, en medio
de sentimientos de anhelo, se pone en búsqueda la esperanza, al menos la
posibilidad de construirla. En este texto pondré en juego conceptos que ya
había empezado a integrar a una pregunta de trabajo de grado pero que habían
sido pensados para una escuela presencial.
Los jóvenes de
esta época también están en búsqueda de una identidad, esas disertaciones no
resisten al aislamiento y a la escuela presencial, como lo había evidenciado en
prácticas anteriores; había hecho una apuesta de alta consideración a través
del teatro que nos significaba un plantel arquitectónico erigido para el
conocimiento; hoy estos actores no tienen donde experimentar con el personaje cambiaformas de la identidad. Así que, ¡Qué la
palabra nos salve de la soledad!
Palabras clave: pedagogía de la esperanza, identidad educativa,
escritura, ficcionalidad, performatividad, Covid-19.
Abstract
Suffering
from virtuality, synchronous classes, what has been taken from us? Yes, it is
the meeting. After having some experiences during face-to-face practices in
different urban schools from El Carmen de Viboral
town, and facing this new virtual modality, I see how the school tries to find
a place in the middle of chaos produced by the Covid-19 pandemic and how, from
the distance, amid feelings of longing, hope is sought, at least, the
possibility of building it. In this paper, I will present concepts that I had
already begun to integrate into a degree work question, but those ones were
thought for a face-to-face school.
Young people
of this time are also in search of an identity, their reflections do not resist
isolation or face-to-face school, as I had noted in previous practices; I had
bet everything on the theater that meant to us an architectural place erected
for knowledge. Today, these actors have nowhere to experiment with the
shape-shifting character of identity. So, may the word save us from loneliness!
Keywords: Pedagogy of Hope, Educational Identity, Writing,
Fiction, Performativity, Covid-19.
Introducción. Hoy la tarea es
para la escuela: ayudar a formular preguntas esperanzadoras
Una crisis de
identidad propia de la posmodernidad es una constante que empieza a echar
raíces en los planteles educativos; la educación como artificio social, como
teatro construido colectivamente enfrenta nuevos retos que deben ser superados
si no quiere desaparecer. Se asiste a la ausencia de un dios todopoderoso, un
asesinato que hemos cometido de manera pausada; a la desilusión frente a una
política que se ha olvidado del pueblo, de empleados que roban a sus
empleadores en la oscuridad de la noche; a la ausencia de un referente que dé
un respiro a nuestra angustia ontológica y el continuo movimiento hacia
adentro, a la introspección, que amenaza -con el hermetismo- a la construcción
colectiva y la puesta en común.
Pero, como toda
reflexión, debe empezar con unos presupuestos o sospechas, para poder
embarcarse en el viaje que me significa todo proceso educativo. Estas ideas
iniciales parten de una experiencia, primero como estudiante en la
institucionalidad desde los 5 años y también, ahora, como maestro en formación
desde hace 3 años y en prácticas desde hace un año y medio. Además, la pregunta
por la identidad interceptada por lo contemporáneo ha sido alimentada por
lecturas de autores, sobre todo suscritos al posestructuralismo y estudios de
género donde la idea de la escuela emerge más como aparato alienante,
maltratador y es fuertemente criticado por ser brazo del estado que detiene.
Ya decía el
autor colombiano Molano Vargas (2012), en su novela de tinte autobiográfico Vista
desde una acera, que “La madurez es una muerte porque a ella arribamos sin
nuestro cuerpo. El cuerpo de adulto es un cuerpo raptado, un cuerpo triste. Él
[el adulto] lo mantiene oculto.” De tal manera muestra esa triste transición a
la cual pareciera que debiera someterse todo adolescente y la vergüenza que
obliga al ocultamiento. A tal pérdida, la escuela pareciera asistir de manera
pasiva, permitiendo que el engranaje se pula y engrase justo como la gran máquina
lo necesita, cómplice.
Frente a tal
problemática encontramos la necesidad no solo de conocer a los estudiantes -eso
será una ganancia colateral para la formación del propio maestro- sino de abrir
espacios donde el estudiante erija una relación con el conocimiento, donde su
encuentro con la palabra escrita, con la oralidad, con su narrativa, le permita
sospechar acerca de su propia identidad y ejercerla para afianzarla. Ahora, en
tiempos de pandemia, esta necesidad se torna más urgente; la posibilidad
formativa debería permitir en la palabra escenarios narrativos y de autorreconocimiento.
Debemos volver sobre las palabras que nos nombren y así, antes de volverse una
obligación en medio de tanta angustia, la educación podría constituir ese
espacio donde las preguntas crezcan, se hagan más potentes y nos acompañen.
La identidad,
que a todos nos resulta difusa -a medida que la contemplamos sobre nuestro
cuerpo ya nos está rehuyendo para asomarse en otras experiencias y reacciones-
se resiste a una conceptualización que haga de ella un manual del buen comportamiento
o una sola forma válida del ser. Ella se erige a medida que quien personifica,
resistiendo a la idea del ser, se relaciona de manera insólita (con acciones
aprendidas o improvisadas) con cada situación. Recordando la máxima de
Heráclito, que todo cambia y nada permanece, en el río de las circunstancias,
todas las aguas que pasan, pasan con una frescura
nueva y el hombre que se sumerge en ellas viene a lavar nuevas preguntas, a
conversar con esas otras corrientes de otras experiencias que lo han empolvado
en el camino.
Pero para hablar
de identidad en el aula, ¿será necesario soltar preguntas ontológicas
imbricadas entre tanta terminología? Eso sería poner un campo de obstáculos
donde la puerta debería ser amplia y llamativa. Ya será en el camino de la
respuesta -no hacia ella- donde encontrará bastantes de estos obstáculos
epistemológicos, más digeribles porque serán deseados. Obstáculos como el
hallar una voz, como construir conceptos, encontrar en la palabra un lugar de enunciación.
Recordando a Freire en Pedagogía del oprimido, nadie puede hacer libre a
nadie, pero esas hendiduras de la libertad se hallan en solitario, esas
prácticas de la libertad, que en tiempos más modernos han llamado como líneas
de fuga o grietas del poder empiezan desde la palabra y luego tomarán forma de
arte.
El problema que
expreso no es otro más que el del estudiante que no se reconoce en los
conocimientos que la escuela le oferta, y ahora se agudiza más con cámaras
apagadas, micrófonos cerrados, profesores hablando a pantallas sin saber para quiénes hablan, quiénes los escuchan y a quiénes esas
palabras les pueden brindar herramientas para resistir. Hoy la educación, más
que en años anteriores, puede ser un acto de rebeldía, de cuidarnos unos a
otros, pueden ser esos tejidos de araña desde la ternura que propone Segato (2020) y al maestro en Lengua Castellana le abundan
maneras para propiciar este encuentro.
El problema de una escuela
obsoleta
Con el anuncio
de la pandemia y sus respectivas consecuencias, la escuela ha quedado en un
punto incómodo. No estábamos preparados para el desencuentro y para la falta
del tacto que supone una pantalla, un blog, unos nombres que de vez en cuando
abren su micrófono para hablar. Venía yo muy convencido, de la mano de autores
como Segato o Butler, que la escuela permite
encuentros sensibles que apuntalan a la creación de una identidad por los
referentes que allí emergen: el maestro que da clase, los otros compañeros,
incluso ese que se observa con un primer asomo de curiosidad romántica. Esas
miradas que proporcionaban desde el encuentro una oferta de identidad,
mostrando que esta, más que ciencia infusa, es un arte del buen aprehendedor. En este punto es muy pertinente recordar
a Vigotsky con su teoría sociocultural que no se
detiene (o no marca límites) del conocimiento fáctico y de la construcción de
una imagen de sí: “[El ambiente escolar] en lugar de reflejar o describir
simplemente algún tipo de realidad acerca de determinado estudiante ‘se
constituye’ o ‘se construye’ la identidad del estudiante de acuerdo con
supuestos de carácter socio-cultural.” (Baquero, 1993
pág. 13)
Hoy, en este
movimiento que hace la escuela, mis ojos quieren acompañarla y no perderla de
vista; entonces, estas preguntas que un semestre atrás se me
escabullían en cualquier curso y hacían crecer ese escenario ansioso de
actores, hoy van a esas edificaciones que se encuentran reducidas a un despropósito.
Habrá muchos que vean esto como una oportunidad de crecimiento y es así como
las redes sociales se han encargado de hacernos culpables por no lograr
estándares de productividad, es la filtración del capitalismo salvaje hasta en
nuestra crisis. Quienes son privilegiados en el sistema harán todo lo posible
por defenderlo, en últimas, la pandemia pasará, pero será un recordatorio de
que el rico manda, de que el pobre es dispensable; a menos que la educación no
se preocupe tanto por entregar datos que poco o difícilmente puedan entrar a
calmar la angustia. La escuela debe acompañar y el maestro debe empezar a tejer
estos encuentros, no como un ente externo, también está afectado y por eso,
como es una situación que a todos nos acontece, debería ser la oportunidad de
convertir esa rígida verticalización en un sinuoso horizonte. Sí, por ese donde
sale el sol.
La idea de la
escuela utópica pudo disgustarme porque me parecía obsoleta hasta que entendí
que, en la ficción, las posibilidades, por muy irrisorias que nos parezcan, son
oportunidades. Fue con Freire (1992) con quien empecé a vislumbrar la
esperanza, no como cosa real sino como fuerza que nos permite, desde la
fantasía, modificar pequeños recovecos. En Pedagogía de la esperanza: un
reencuentro con la pedagogía del oprimido, esta palabra vibra de manera
pertinente para nuestro panorama educativo; y es que la esperanza no puede
construirse desde un desconocimiento de la realidad que hoy debe habitar los
encuentros con grupos, por el contrario, de allí nace, siendo de otra manera
sería un optimismo injustificado. Por eso el profesor teje desde los relatos
cotidianos de los estudiantes.
En esta
oportunidad he podido compartir espacios de manera sincrónica y asincrónica con
estudiantes de décimo grado de la Institución Educativa Fray Julio Tobón
Betancur de El Carmen de Viboral, ubicada ya no en zona urbana sino en la
virtualidad u otros medios de comunicación. Ellos me han regalado varias de las
imágenes que he puesto a consideración a lo largo del texto. También ha sido la
oportunidad de ver este escenario educativo con extrañeza, de otra manera,
muchas cosas que ya cargamos como connaturales a la escuela se hubieran quedado
en ese lugar oscuro y no hubieran salido a esta desconcertante luz.
Además de
charlas, también tuvimos la oportunidad de participar en programas por la radio
municipal Azulina y, desde allí, mi profesora cooperadora y yo pudimos
abrir espacios de comunicación diferentes y también refrescantes donde la
estructura de la clase se ponía en juego para captar la atención de la
comunidad en general y hacer del conocimiento el punto de anclaje de todos los
centros de interés que allí convergían: las palabras como oportunidad
catártica, que nos salvan de la soledad, nos acompañan, nos confrontan, nos
ayudan a entendernos, desde la poesía; aquellas, usadas de manera despreocupada,
sin consciencia de su significado, nos ayudaron a entender el poder que tienen y
la gran potencialidad que presentan ahora; un lugar desde donde nombrarnos.
En este mismo
espacio lanzamos el concurso de cuentos a todos los estudiantes de décimo de la
institución, que en este momento continúa desarrollándose y que ha sido la
manera en que proponemos hacer de la palabra el centro que nos propicie los
encuentros; ya que no tenemos escuela física el concepto que aún nos acompaña y
que se difumina a la red nos invita, desde esa extrañeza, a buscar los
recovecos que sean promesas educativas.
Muchos de los
anteriores postulados son lecturas de indicios, una devolución concreta por
parte de los estudiantes no fue posible, pero con chats de WhatsApp o
comentarios en los blogs o salas de chat he podido construir un diálogo muy
interesante entre sus saberes, interceptados por una notoria angustia, y la de
muchos autores que brindan perspectiva, contraste, también otros mundos
posibles. Los jóvenes han sido generosos desde sus mismas incertidumbres y han
sido propositivos; desde que el espacio de comunicación entre ellos, la
profesora y yo se hizo más natural, se desenmascaró una gran triquiñuela de la
escuela en su organización física en las aulas: la profesora ya no está al
frente y los estudiantes ya no están mirando a una misma dirección, este cambio
simbólico empieza a mostrar cómo otras maneras de conversación son posibles y
cómo la palabra del estudiante importa en solitario y no es una que se mimetiza
con la del resto del grupo. Entonces, si se tiene una voz más identificable se
debe cuidar más, porque resuena tan fuerte como lo puede hacer la de un practicante
o el maestro mismo. En algunas sesiones esto se marcó más cuando se propusieron
unos debates, la opinión de la profesora también fue cuestionada y los
argumentos se elaboraban con mayor fluidez. Sí, una bondad de este
desencuentro.
El conocimiento se
encuentra apátrida, ¿será esta la oportunidad para construir una nueva relación
con él? Si esta situación ha generado revoluciones en la economía, en la
sociedad, en las desigualdades raciales ¿por qué no revolucionar también
nuestros sistemas cognitivos? Al menos aquellos con los que decimos abrazar (o des-abrazar) el conocimiento. A la escuela ahora le toca
ser profundamente creativa, porque si antes los comentarios hacia ella eran de
desinterés, ahora se tornan fatigosos, como un peso muerto, injustificado.
Pero volvemos a
la esperanza, una esperanza desde el espíritu creativo y creador. Ahora tenemos
la gran posibilidad de ver la escuela con extrañeza, mucho de lo que fue, que constituía
un paisaje académico, hoy nos lo estamos pensando de nuevo y puede ser la
posibilidad de hacer una higiene a ese sistema educativo al que la fuerza de la
costumbre nos tenía sometidos. De seguro no saldremos igual de esta
contingencia, pero la normalidad tampoco era tan provechosa como para ansiarla
de nuevo intacta.
Un performance soportado en la
carne: escuela no te olvides del cuerpo
La crisis no nos
ha sido nunca ajena, estamos en un país tercermundista donde la situación
económica ha puesto a muchas familias de frente a la incertidumbre; la
adolescencia es relacionada con la crisis por ser punto de inflexión para
hallar una voz y el momento incómodo donde ni la identidad infantil ni adulta
se ajusta. Estamos íntimamente relacionados con la crisis y esta genera, de
muchas maneras, preguntas por quiénes somos, por eso tantas protestas en este
país, por un reclamo que nos devuelva dignidad en nuestra identidad, por eso la
desobediencia en la pubertad, como el gran juego de reclamar poder, un poder
para nombrarse como diferente a los tutores.
Ahora, en esta
crisis vuelvo a la invitación por la búsqueda de la identidad, que no solo
sepamos qué es la escuela sino quién soy yo allí adentro, quién soy yo afuera
de ella, en su ausencia. El performance retomado desde Butler (1999) y Lemebel (2019) como soporte de la identidad en el cuerpo
para poder delatarse frente al mundo me pone a considerar que, ahora con
cuerpos aislados, la escuela no puede olvidarse de ellos; que el actor se haya
quedado sin escenario no significa que haya perdido la facultad, el deseo, el
anhelo, la necesidad.
Mi experiencia ha
sido agridulce, porque la pregunta por el maestro que ahora aparece crece con
la de si es un maestro que solo puede existir dentro del aula o dentro de la
institucionalidad; he empezado a hacer videos en internet a manera de
divulgación de los conocimientos que se me han brindado en la universidad o de las
lecturas a las que ella me ha invitado.
Dulces preguntas
que nutren esos conceptos desde la promesa de que no serán estáticos y que, sus
movimientos, como danza, serán intencionados, pensados, significativos: el ser
maestro, el conocimiento que me llega, el niño pobre que fui, los alumnos que
me recuerdan preguntas ya empolvadas y el encierro, sobre todo el encierro que
ha puesto el calor para que estas preguntas prosperen.
Educación, no te
olvides de la crisis, de los cuerpos interceptados, todos nosotros. Ese es el
reclamo de esta época para la educación, que la crisis sea el tema de clase,
que los datos se presten de telón de fondo, que nos regalen las palabras para
expresar desgano, para digerir el mundo que nos sucede y para despertar el
espíritu creador, que el cuerpo deseoso empiece a construir ficciones que
puedan proyectarse a una futura realidad, construir otro mundo que nos haga
ilusión habitar desde la palabra.
Conclusiones
Para quien ha
puesto sus esperanzas en el reencuentro le queda como compañía la incertidumbre.
Es interesante ver cómo situaciones tan extremas nos ponen en lugares tan
extraños que nos permiten ver con mejor perspectiva. Es así como, añorar la
normalidad sería desear de nuevo la zona de confort. Que estos desencuentros no
nos dejen sin fuerzas para construir preguntas en comunidad. Pero como el
problema de la escuela es el de hoy, en este momento de tránsito, ella puede
ser una madre, que con ternura cuida esas enfermedades infantiles pero que sabe
que son necesarias.
Y para nosotros,
jóvenes estudiantes, que nos sostenga el deseo de conocer, a destiempo y a
pesar de todo, que nuestro refugio sean las letras y que esa compañía materna
nos ayude a decir nuestras primeras palabras, para nombrarnos; esas palabras
incómodas, consternadoras, que nos entretienen. Y que
sean estas las que nos prometan un mundo distinto al que hoy estamos reducidos.
La educación hoy
tiene a muchos sujetos en crisis llenos de anhelos; esto puede ser una
potencialidad para empezar a tejer significados que realmente hagan intimidad
con las necesidades, que el gran problema del deseo por aprender se plantee no
desde el gusto, sino por la necesidad de presentar al conocimiento como una
posibilidad de nombrarse en medio de tanta incertidumbre y una proyección hacia
distintos futuros posibles. Rescatar desde la sensibilidad lo posible de la
vulnerabilidad, no como debilidad sino como actitud humilde-deseante frente a
un mundo que de inmediato no podemos transformar, pero sí, desde lo simbólico,
empezar a subvertir.
Hacia la
construcción de una idea final también podría poner en panorámica la necesidad
de lo social que ahora se nos presenta, no desde lo físico sino desde lo
virtual; no hay que ver esta posibilidad con miedo, sino como otro medio que está
a disposición, maleable a nuestra intenciones y ciertamente un espacio que
reclama más criterio para ser usado, no tratarlo desde la censura, sino empezar
a conquistarlo desde un pensamiento más crítico para que los contenidos que
allí circulen poco a poco se transformen.
Bibliografía
Baquero, R. (1993). Vigotsky y el
aprendizaje escolar. Argentina: Editorial AIQUE. http://www.debatefeminista.cieg.unam.mx/wp-content/uploads/2016/03/articulos/018_14.pdf
Butler, J. (1999). Actos performativos y
constitución del género: un ensayo sobre fenomenología y teoría feminista. Debate
feminista, 18.
Freire, P. (1968). Pedagogía del
oprimido.
http://www.servicioskoinonia.org/biblioteca/general/FreirePedagogiadelOprimido.pdf
Freire, P. (1991). Pedagogía de la
esperanza: un reencuentro con la pedagogía del oprimido. Siglo Veintiuno
Editores. http://pdfhumanidades.com/sites/default/files/apuntes/Freire%20%2C%20Pedagogia%20de%20la%20Esperanza.pdf
Molano Vargas, F. (2012). Visto desde
una acera. https://vdocuments.site/vista-desde-una-acera-fernando-molano-vargas.html
Saenz-Laguna,
P (productora) Reposi, J. (directora). (2019) Lemebel: celebración de una vida al extremo [documental].
Chile: Independiente.
Segato, R. (2 de mayo de 2020). Es un
equívoco pensar que la distancia física no es una distancia social. La
Nación. https://www.lanacion.com.ar/opinion/biografiarita-segato-es-un-equivoco-pensar-que-la-distancia-fisica-no-es-una-distancia-social-nid2360208
[1] Estudiante de
séptimo semestre de la Licenciatura en Educación básica con énfasis en
Humanidades, Lengua Castellana en la Universidad de Antioquia, Seccional
Oriente.
Correo electrónico: david.zuluagaa@udea.edu.co