Didiher Mauricio Rojas Usma1
1 Psicólogo y Magíster en Ciencia Política. Profesor de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia. Coordinador del pregrado en Ciencia Política. Integrante del grupo de investigación Gobierno y Asuntos Públicos. Correo electrónico: didiher.rojas@udea.edu.co. A.A. 1226. Dirección de correos U. de A.: calle 70 N°. 52-21, Medellín, Colombia.
Citación de este artículo con el sistema APA: Rojas Usma, D. M. (2015). La gubernamentalidad según Michel Foucault: secularización del poder pastoral y gestión biopolítica de la población. Diálogos de Derecho y Política. (18), 51-65. Recuperado de http://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/derypol/article/view/328216/20785141
“Gobernar puede significar “conducir a alguien”, sea en el sentido propiamente espiritual del gobierno de las almas –sentido muy clásico y que va a perdurar y subsistir durante muchísimo tiempo-, sea de una manera levemente desviada con respecto a la primera, cuando quiere decir “imponer un régimen”, imponer a un enfermo: el médico gobierna al enfermo, o el enfermo que se impone una serie de cuidados se gobierna. Así, un texto dice: “un enfermo que, después de haber dejado el hospital a causa de su mal gobierno pasó a mejor vida”. Siguió un mal régimen. “gobernar” o “gobierno” pueden referirse, entonces, a la conducta en el sentido propiamente moral del término: una muchacha que ha sido de “mal gobierno”, es decir, de mala conducta. “Gobernar puede aludir, además a una relación entre individuos capaz de adoptar varias formas, entre ellas las de mando y dominio: dirigir a alguien, tratarlo. O bien tener una relación con alguien, una relación verbal: “gobernar a alguien” puede querer decir “hablar con él”, “entretenerlo”, en el sentido de mantener una conversación. Así, un texto del siglo XV dice: “Dio un gran banquete a todos los que le gobernaban durante la cena”. Gobernar a alguien durante su cena es conversar con él. Pero la palabra también puede referirse a un comercio sexual: “un fulano gobernaba a la mujer de su vecino e iba a verla con mucha frecuencia” (Michel Foucault, 2006, p. 148).
La pregunta por la gubernamentalidad como grilla de inteligibilidad para el estudio y problematización de la política contemporánea, parte de la necesidad de acercarse a las reflexiones teóricas y metodológicas que tradiciones posteriores a los trabajos de Michel Foucault –la anglofoucaultiana por ejemplo- proponen alrededor del estudio del sujeto, la biopolítica y el gobierno. En ese sentido el presente artículo indaga por la relación entre dos tecnologías de poder: la secularización del poder pastoral y la gestión biopolítica de la población, frente al surgimiento de la gubernamentalidad como dispositivo de poder de las sociedades contemporáneas. Para ello, el artículo plantea en primer lugar una problematización del concepto en relación con algunas reflexiones sobre el gobierno en el mundo premoderno y moderno; segundo, analiza la emergencia de la gubernamentalidad como una nueva mathesis del poder orientado a la gestión productiva de la población y finaliza con una revisión de las relaciones entre el proceso de securalización del poder y la configuración de un tipo particular de sujeto político que emerge del dispositivo de gestión poblacional bajo la condición de ciudadano gubernamentalizado.
Palabras clave: Gubernamentalidad, Población, Secularización de la política, Poder pastoral, biopolítica
La pregunta por el gobierno en Foucault es ante todo una pregunta por la política. No solo una pregunta política que compromete al Estado, sino, como se enuncia en el epígrafe de este texto, un complejo y amplio campo de dominios que van, evocando uno de sus seminarios del College de France, de las condiciones del gobierno de sí al gobierno de los otros. Así, resulta muy interesante ver la forma como la pregunta por el gobierno se entrevé en las múltiples referencias de Foucault a pensadores políticos clásicos citados durante sus seminarios, en sus escritos o entrevistas: desde sus reflexiones a propósito de la parrhesía en el discurso de la antigua Grecia, a sus lecturas de cínicos y estoicos como Polibio (cabe recordar que para el pensamiento político clásico la tesis de la anacyclosis de Polibio resulta fundamental a la pregunta sostenida desde Platón a Los reformitas a propósito del mejor régimen de gobierno) y Cicerón (para quien el régimen mixto, no necesariamente el democrático –Roma como paradigma del mejor régimen de gobierno-, configura el mejor de ellos, en contraste con lo dicho después por Agustín, quien verá en el régimen de gobierno de la ciudad de Dios, Jerusalén vs. Babilonia, el único tipo de gobierno válido y justo). En ese sentido, implícita o explícitamente, las referencias a autores del pensamiento político clásico en las lecturas de Foucault sobre el gobierno, en este caso sobre el gobierno político, nos permitirán ubicarlo en un lugar que aparte de su ya reiterado rótulo de teórico de las relaciones de poder, lo pone en la línea de los pensadores políticos que se interrogan por el gobierno en occidente.
Asumiendo las condiciones de posibilidad de dicho lugar desde el cual pensamos la pregunta foucaultiana por el gobierno, nos interesa, un momento y una acepción particular de dicha pregunta: el de la gubernamentalidad y, con ella, de las nociones e ideas conexas a la pregunta por el gobierno, tanto en el escenario histórico analizado por Foucault, como en el escenario contemporáneo que tienen -en lecturas postfoucaultianas como las de los llamados anglofoucaultianos-, un interés por pensar las dinámicas del gobierno y las relaciones del poder en el mundo contemporáneo, teniendo a la gubernamentalidad como grilla de inteligibilidad para leer el presente. De ahí que la reflexión planteada en este artículo, tenga una doble motivación, a la vez que un doble objetivo: primero, un acercamiento a las condiciones de emergencia de la gubernamentalidad según Foucault y algunos de sus lectores posteriores, esto con el fin de identificar la definición propuesta por Foucault y el tipo particular de poder y saber asociado a esta forma de gobierno que resulta distinta de las nociones de gobernabilidad o gobernanza; y segundo, un interés por hacer visible la potencia explicativa de la gubernamentalidad y sus dispositivos para el análisis de fenómenos sociales y políticos contemporáneos, por citar algunos que resultarían de interés para las ciencias sociales, en un esfuerzo que no es para nada original, pues el crecimiento cada vez mayor de los estudios biopolíticos y los llamados governamentality studies, han demostrado ya, más desde la teoría que desde la práctica, las condiciones de posibilidad de dicho análisis de prácticas políticas contemporáneas desde Foucault. El propósito es, entonces, desarrollar algunos asuntos que apuntan al primer objetivo, para luego, introducir con una noción como la de las ciudadanías gubernamentalizadas, el debate a propósito del análisis de la política del presente con los ojos y la máscara de Foucault.
En Las Palabras y las Cosas, particularmente en ese célebre y comentado apartado sobre la génesis de las ciencias sociales, “el triedro de los saberes”, Foucault, entre otros elementos, contempla un acontecimiento particular que abre el camino a un tipo de saber, el de las ciencias del hombre, que según aquel no está dentro ni fuera de los saberes asociados a la triada: Vida, trabajo y lenguaje; analizada en la mayor parte de su texto. El lugar de las ciencias del hombre es el intersticio, dirá Foucault -término que utiliza también para nombrar aquel ámbito de la historia al que se dirige epistemológica y metodológicamente la genealogía2- y ese acontecimiento, para ser claros, no es otro que la emergencia del hombre como objeto de la ciencia y, de paso, de una analítica de la finitud que cuestiona toda pretensión explicativa desde los universales; esto es, desde esa mathesis o ciencia del orden calculable que se fracciona o estalla, según Foucault, en direcciones diferentes a partir del siglo XIX.
Es por eso que en Las palabras y las cosas, ese acontecimiento particular en el ámbito del saber supone una salida del hombre de la mathesis, y una entrada, aunque sin abandonar la primera, al ámbito de las representaciones complejas, al campo de la taxinomia para ser precisos, o si se quiere, al ámbito de los signos (todo lo que nuestra representación puede ofrecernos: percepciones, sentimientos, deseos, los cuales deben valer como caracteres, esto es, afirma el autor, deben articular el conjunto de la representación). No obstante, en términos de la pregunta por el gobierno, creemos que dicha salida de la mathesis no es absoluta, o para decirlo desde otro punto de vista, es parcial, en tanto la concepción del hombre como sujeto que vive, habla y trabaja encuentra en otra dimensión que pretende ordenarlo, un nuevo régimen, un nuevo orden que pretende obrar a la manera de cálculo y saber ordenado ya no solo en el ámbito del hombre como objeto positivo: sino en el ámbito de las cosas, de la población: “el gobierno [citando a Guillaume de la Perrière -uno de los “antimaquiavelos” abordados por Foucault en su texto sobre la gubernamentalidad-] es la recta disposición de las cosas, de las que uno se hace cargo para conducirlas a un fin conveniente” (Foucault, 1999, p. 182). Gobierno de las cosas que es objeto de problematización en Foucault, al afirmar en una extensa cita:
Cuando La Perriere dice que el gobierno gobierna las cosas, ¿qué quiere decir? No creo que se trate de oponer las cosas a los hombres, sino más bien de mostrar que aquello a lo que refiere el gobierno no es, por tanto, el territorio, sino una especie de compuesto constituido por los hombres y las cosas. Es decir, [prosigue Foucault], que las cosas de las que el gobierno debe hacerse cargo son los hombres, pero en sus relaciones, sus vínculos, sus imbricaciones con esas cosas que son las riquezas, los recursos, las provisiones, el territorio por supuesto, en sus fronteras, con sus condiciones, su clima, su aridez, su fertilidad […] son los hombres en sus relaciones también con esas otras cosas que pueden ser los accidentes o las desgracias, como el hambre, las epidemias o la muerte” (Foucault, 1999, p. 184)
La población, como ámbito y a la vez objeto de la biopolítica -ese tipo de poder sobre la vida llevada a cabo por la gubernamentalidad estatal, mas no sólo por ella si pensamos en aquellos contextos donde el poder local se expresa a partir de la gubernamentalidad de los señores de la guerra o de agentes informales de poder que se abrogan las funciones administrativas, de justicia o de policía-; configurará entonces un campo de saber semejante al de esa ciencia del orden nombrada por Foucault como mathesis; y a su vez un campo de poder -el de los dispositivos de gubernamentalidad- entendiendo éstos, en primera instancia, como aquellos dispositivos que “hacen entrar” a la vida en los cálculos explícitos y productivos del poder. Un campo que si bien es nombrado por Foucault como economía política o incluso como ciencia de la política, no es para nada ajeno al ámbito problematizador de las ciencias sociales en tanto la disciplina y la gestión productiva de la población, para citar dos prácticas de gubernamentalidad, responden a una mecánica del poder que alejándose de la teoría del poder soberano configura, en palabras del autor, una de las grandes invenciones de la sociedad burguesa y a su vez una mutación tecnológica del poder en occidente que, evocando una frase expuesta por el autor en la Voluntad de saber, pretende el paso del “dejar morir, propio del modelo punitivo y del castigo, al hacer vivir de la gubernamentalidad”:
El discurso de la disciplina es ajeno al de la ley; es ajeno al de la regla como efecto de la voluntad soberana. Las disciplinas, en consecuencia, portarán un discurso que será el de la regla: no el de la regla jurídica derivada de la soberanía sino el de la regla natural, vale decir de la norma. Definirán un código que no será el de la ley sino el de la normalización, y se referirán necesariamente a un horizonte teórico que no será el edificio del derecho sino el campo de las ciencias humanas […] (Foucault, 2000, p. 45).
La pregunta que aparece, entonces, luego de identificar eso que Foucault nombra como “una gran mutación tecnológica del poder en occidente”, esto es, el intento de crear, de un lado, un mecanismo continuo de poder, que ayudará a reducir los espacios por los que se fugan poderes que escapan a su control, y del otro, su implementación en un escenario que tendría por objetivo la gestión productiva de la población sin incurrir en el exceso de prohibiciones, apunta a identificar las razones históricas, políticas y epistemológicas de esa forma positiva y productiva del gobierno de las cosas, es decir de la gubernamentalidad y de la biopolítica como correlato de esa transformación de los procedimiento políticos de occidente:
En este preciso momento es cuando vemos aparecer problemas como los del hábitat, las condiciones de vida en una ciudad, la higiene pública, la modificación de la relación entre natalidad y mortalidad. Surge entonces la cuestión de saber cómo podemos hacer que la gente tenga más hijos, en todo caso cómo podemos regular el flujo de la población, cómo podemos regular igualmente la tasa de crecimiento de una población, las migraciones. Y a partir de aquí toda una serie de técnicas de observación entre las cuales está evidentemente la estadística, pero también todos los grandes organismos administrativos, económicos y políticos se encargan de esta regulación de la población. En la tecnología del poder han tenido lugar dos grandes revoluciones: el descubrimiento de la disciplina y el descubrimiento de la regulación y el perfeccionamiento de una anatomopolítica y del de una biopolítica (Foucault, 1999b, p. 246).
El contexto histórico del que nos habla Foucault es fácilmente identificable: “la vida llega a ser entonces, a partir del siglo XVIII, un objeto de poder: la vida y el cuerpo […] El poder se hace materialista” (Foucault, 1999b, p. 246), de igual forma algunos de los acontecimientos y prácticas asociadas a dicha mutación tecnológica del poder y la emergencia de la población, los cuales, siguiendo algunos apartados del curso Seguridad, territorio y población y, en particular, del fragmento de dicho seminario publicado en sus obras esenciales como “la gubernamentalidad”, podemos, rápidamente, vincular a:
1. El desbloqueo del arte de gobernar: ¿Cómo se produjo el desbloqueo del arte de gobernar? Se pregunta Foucault, a lo que responde señalando la importancia de ciertos procesos generales, en concreto, la expansión demográfica del siglo XVIII, vinculada, comenta, a la abundancia monetaria; de igual forma, el vínculo de la primera como el aumento de la producción agrícola y, en mayor medida, aunque parezca reiterativo, a la aparición del problema de la población3. Pero, ¿qué quiere decir población? Se pregunta en otro momento Foucault: “No quiere decir simplemente un grupo humano numeroso, sino seres vivos atravesados, mandados y regidos por procesos y leyes biológicas. Una población, tiene una tasa de natalidad, un estado de salud, una población que puede perecer o que puede, por el contrario, desarrollarse” (Foucault, 1999b, p. 245) Dicho desbloqueo del arte de gobernar y con él, la aparición del problema de la población, no pueden entenderse por fuera de ese giro del poder que se nombra en el presente trabajo como crítica del modelo de soberanía que subyace tanto a las lecturas de Maquiavelo -los consejos al príncipe a propósito de la soberanía territorial- como de los Antimaquiavelos, entre ellos Guillaume De La Perriere como el más representativo, y la posterior configuración de aquellos mecanismos positivos del poder que conducen a que la gubernamentalidad, en palabras de García Fanlo:
[…] Consista en conducir conductas, y al mismo tiempo, conducirlas de tal modo que sea el propio sujeto quien produzca sus propias sujeciones; más allá de la coacción o el consenso, el sujeto se hace así mismo en la creencia de que al hacerlo aumenta su libertad y autodeterminación (2008, p. 3).
El poder de la gubernamentalidad, en consecuencia, no responde a tesis represiva alguna, no acude mayoritariamente a la persecución, la punición o el castigo en tanto su tarea de hacer vivir y gestionar biopolítica y productivamente a la población le implica preservar la vida, solo que, administrándola, ordenándola y, como diremos más adelante, domesticándola.
A propósito de dicho ejercicio consentido de la gubernamentalidad estatal para poner un ejemplo -pues la gubernamentalidad, si bien reflexiona sobre el modo en que la población aparece como objetivo por excelencia del gobierno estatal, no solo es ejercida por el Estado- afirma Santiago Castro-Gómez en su “Historia de la gubernamentalidad”:
La población es un conjunto de procesos, y el arte de gobernar debe conocer estos procesos a fondo con el fin de generar técnicas específicas que permitan gobernarlos […]. Lo que se halla en juego aquí es permitir el movimiento, hacer que las personas y las cosas se muevan, dejar fluir las circulaciones en lugar de prohibirlas […] porque el “gobierno” no radica en imponer conductas por la fuerza (dominación) y tampoco en modificarlas a través del adiestramiento sistemático de los cuerpos individuales (disciplinamiento). En lugar de imponerles una ley, “dejarlos hacer”, permitiendo su iniciativa individual; en lugar de disciplinar sus rutinas, “dejar pasar” aquellas conductas que pueden romper con lo establecido y abrir campo a la creatividad económica (2010, p. 77).
2. El paso, no necesariamente ruptura, del gobierno de la familia a la administración doméstica de la población: el lugar de la estadística. Idea que coincide en parte con la tesis sostenida por Hannah Arendt a propósito de la estructura de la sociedad moderna la cual, en su interesante obra La condición humana, se ordena a partir de la estructura del oikos mas que de la isegoría e igualdad propia de la esfera pública descrita por la autora a propósito del mundo antiguo. Antes de desarrollar el argumento de Foucault, vale la pena citar a Arendt:
La emergencia de la sociedad –el auge de la administración doméstica, sus actividades, problemas y planes organizativos- desde el oscuro interior del hogar a la luz de la esfera pública, no sólo borró la antigua línea fronteriza entre lo privado y lo político, sino que también cambió casi más allá de lo reconocible el significado de las dos palabras y su significación para la vida del individuo y del ciudadano (1993, p. 49).
Si se tratara de establecer una conexión entre ambos autores alrededor de la pregunta por el gobierno, encontraríamos tal vez una coincidencia parcial entre la emergencia de lo social en Arendt y el problema de la población en Foucault, ya que si bien, el segundo parte de la gestión poblacional como práctica que se distancia del gobierno del oikos, sus afirmaciones posteriores a propósito de la administración doméstica parecieran coincidir con las consideraciones de Arendt a propósito de lo social y las sociedades modernas vistas como “una familia suprahumana” que excluye la posibilidad de acción y promueve conductas:
Es decisivo que la sociedad, en todos sus niveles, excluya la posibilidad de acción, como anteriormente lo fue de la esfera familiar. En su lugar, la sociedad espera de cada uno de sus miembros una cierta clase de conducta, mediante la imposición de innumerables y variadas normas, todas las cuales tienden a <<normalizar>> a sus miembros, a hacerlos actuar, a excluir la acción espontánea o el logro sobresaliente (Arendt, 1993, p. 48).
Si bien, la finalidad de la forma de gobierno pareciera ser la misma: una gestión de la conducta y la población; es necesario reconocer que en Foucault a diferencia de Arendt, la sociedad no impone de manera coactiva o coercitiva sus normas, por el contrario, pretende conocer, normalizar, supervisar, controlar y vigilar a la población promoviendo sus logros.
En ese sentido, y dejando en suspenso, la pregunta por los nexos y discontinuidades entre Foucault y Arendt a propósito de la administración doméstica de la población, Foucault ofrece dos pistas valiosas a propósito de la relación entre el gobierno de la familia, la gubernamentalidad y la población: en primer lugar, reconoce, cómo la primacía del modelo general de la soberanía, propio del poder del monarca, reducía a la economía (entendida como gobierno del oikos) a un campo demasiado estrecho y, aparte de ello, alejado de la política:
Se encontraba bloqueado por esa idea de la economía que, todavía en esa época (finales del siglo XVII, inicios del XVIII) siempre se refería sólo a la gestión de un reducido conjunto constituido por la familia y la gente de la casa. La gente de la casa y el padre de familia, por una parte, el Estado y el soberano por otra (Foucault. 1999A, p. 190).
En segundo lugar, el paso de una economía (administración doméstica) asociada a la administración del oikos a una economía asociada al gobierno de la población en términos ya no del oikos, sino de la estadística, que va a permitir el gobierno de la población en términos de una ciencia del gobierno. De allí que Foucault otorgue a la estadística el lugar de “factor técnico principal” de ese desbloqueo del arte de gobernar que dio paso al nacimiento de la gubernamentalidad:
La perspectiva de la población, la realidad de los fenómenos propios de la población va a permitir descartar definitivamente el modelo de la familia y volver a centrar esta noción de economía sobre algo distinto. De hecho, la estadística que había funcionado hasta entonces dentro de los marcos administrativos y por tanto del funcionamiento de la soberanía, esta misma estadística descubre y muestra poco a poco que la población tiene sus regularidades propias: su número de muertos, su número de enfermedades, sus regularidades de accidentes (…). La estadística muestra igualmente que, por sus desplazamientos, por sus maneras de hacer, por su actividad, la población tiene efectos económicos específicos (1999A, p. 191).
La familia desaparecerá entonces como modelo del gobierno, en tanto se concibe como un marco demasiado reducido, pero, apunta Foucault, aquella no desaparece, todo lo contrario, se desplaza al interior de la población con el fin de replicar, repetir y promover las prácticas, racionalidades y tecnologías de la gubernamentalidad. De ahí que se torne agente de socialización política o, simplemente, una esfera de formación ciudadana: “Ya no es pues, un modelo; es un segmento, segmento simplemente privilegiado porque, cuando se quiera obtener algo de la población referente al comportamiento sexual, a la demografía, al número de hijos, o al consumo, no quedará más remedio que pasar por la familia” (Foucault, 1999A, p. 192). En pocas palabras, la estadística como modelo de una economía poblacional y la familia como instrumento para el gobierno de las poblaciones, son dos factores más asociados al nacimiento del poder de la gubernamentalidad.
3. El tránsito de la analítica de la finitud a la analítica de la gubernamentalidad de manera semejante a la genealogía del objeto hombre en el ámbito de las ciencias humanas, Foucault, planteará alrededor ya no del hombre sino de la población, un tipo de problematización similar que, como en el caso de las ciencias humanas, tendrá en el ámbito de la gubernamentalidad un acontecimiento del orden del saber que da cabida a preguntas propias de la política, el biopoder y la biopolítica. Nuestra hipótesis alrededor de dicho acontecimiento en el orden del saber sobre la política, se sustenta no solo en aquel “giro de la gubernamentalidad” según el cual Foucault, en palabras de Castro-Gómez, se distanciaría de aquellas ideas que le valieron el calificativo de “paranoico del poder” o de sus tesis punitivas y persecutorias acerca del mismo, para adentrarse en un análisis de las relaciones del poder; esto es, en una analítica de la gubernamentalidad que va del modelo del soberano al modelo del biopoder, para ser exactos. Un modelo donde el poder tiene, para Foucault, un carácter productivo y no solo represivo como lo piensa la teoría de la soberanía: “Por esta razón para Foucault se trata de ver cómo funcionan sus prácticas, cómo es que operan los procesos de subjetivación y cómo es que el poder en su propio ejercicio produce determinados efectos de verdad” (Karmy, 2009, p. 197).
[…] La confesión se convirtió, en Occidente, en una de las técnicas más altamente valoradas para producir lo verdadero. Desde entonces, hemos llegado a ser una sociedad singularmente confesante. La confesión difundió hasta muy lejos sus efectos: en la justicia, en la medicina, en la pedagogía, en las relaciones familiares, en las relaciones amorosas (…). El hombre, en Occidente, ha llegado a ser un animal de confesión (Michel Foucault, 1986, pp. 74-75).
Prosiguiendo con esta especie de genealogía del concepto de gubernamentalidad una nueva tesis sirve al núcleo de problematización del concepto: lo que Foucault llama gubernamentalidad es, desde el proceso de secularización del poder pastoral, una especie de producto híbrido entre dos racionalidades políticas propias de la episteme occidental: la primera, proviene del ámbito político-estatal heredado del mundo grecorromano; la segunda, de un paradigma que podríamos llamar según Karmy (2009), “económico-gestional” introducido por la tradición pastoral cristiana. Estos dos elementos constitutivos de la gubernamentalidad, histórica y conceptualmente, se corresponde con los dos procesos enunciados desde un principio como orientadores de este artículo: la secularización del poder pastoral como línea genealógica del Estado nación y la gestión biopolítica como línea de fuerza del dispositivo gubernamental orientado hacia la población (la ciudadanía gubernamentalizada será esa identidad política propia del dispositivo de gubernamentalidad descrito a lo largo del presente escrito).
De allí que, el proceso de secularización del poder pastoral en consonancia con la gubernamentalidad podría orientarse a partir de dos preguntas: la primera de ellas que interroga por la configuración del Estado moderno y su dinámica de gobierno a partir del giro ya enunciado, que va de la crítica a las tesis contractualistas propias del modelo general de soberanía a la emergencia del modelo del biopoder; en ese sentido advertimos sobre la manera como Foucault revierte el tipo de reflexión rousseauniana del Estado, al señalar que fue la existencia previa de poderes locales y regionales lo que permitió formar, poco a poco, grandes aparatos de Estado. Aparatos que, en esa lógica, tendrían entre sus objetivos “estrechar las mallas del poder”, no solo bajo el esquema de coerción y captura de poderes, sino desde un tipo de administración de la vida que tendría por objeto ya no solo el disciplinamiento de los cuerpos -propio de la anatomopolítica que se ejerce sobre espacios del encierro: la cárcel, la escuela, el manicomio-, sino sobre espacios abiertos como aquellos a los que se dirige la biopolítica de la población:
Esto es ser productores de una eficacia, una aptitud, productores de un producto […] obtener un mejor rendimiento, una mejor producción, una mejor productividad […] procedimientos de poder, como técnicas, es decir, como procedimientos que han sido inventados, perfeccionados y que se desarrollan sin cesar (Foucault, 1999b, p. 242).
Segundo, la pregunta por la forma en que dicho modelo del biopoder se articula al régimen de poder estatal por vía de una fuerte herencia y paulatina secularización del modelo pastoral (si creamos un nexo con la primera pregunta, nos interesaría saber, por ejemplo, la relación entre las técnicas y tecnologías de la gubernamentalidad y dichas herencias de la techné pastoral), que tiene la tarea de “hacer vivir” bajo el esquema de la gestión biopolítica de la población.
Esta segunda pregunta a propósito del poder pastoral secularizado en asocio con las tecnologías que dan lugar al poder de la gubernamentalidad es abordado por Bröckling, Krasmann y Lemke (2011), en su texto Governmentality. Current Issues and future challenges, en tanto para Foucault, el Estado moderno es el resultado de un complejo nexo entre la política y el poder pastoral. Donde la forma del Estado se deriva de la mixtura entre la antigua polis ateniense, el ejercicio de la ley, valores como la universalidad y lo público y las tardías representaciones de un cristianismo centrado en una guía (orientación) comprensiva del individuo.
En ese sentido, el poder pastoral entiende la relación entre “las ovejas y el pastor” y los “seguidores y el líder” siguiendo las indicaciones de un gobierno de las almas: su instrucción, su guía individual de tal manera que la autoridad pastoral complementa la autoridad de la moral y las leyes religiosas. Ese poder pastoral, resulta importante saberlo, se lleva a cabo a partir de técnicas de reflexión y supervisión que intentan asegurar el conocimiento de sí de los individuos en conjunto con la obediencia moral y legal de las normas, parafraseando a Lemke (2011) aparece la autoridad del pastor quien permanente controla y cuida de los individuos en aras de mantener su camino a la salvación. En ese orden de ideas, afirma Lemke, Foucault identifica que las técnicas de guía pastoral experimentan, entre los siglos XVI y XVII, una ampliación y secularización que se complementa con acontecimientos de carácter social y político como la disolución gradual de las estructuras feudales y el desarrollo de grandes territorios y colonias imperiales que, en conjunto con los movimientos reformistas, conducen al poder pastoral más allá de su contexto eclesiástico original. De ahí que dicha secularización se entienda como ese proceso que va de las técnicas de la pastoral cristiana a las tecnologías políticas en tanto instrumentalización positiva de las primeras alrededor de instrucciones como la obediencia y la regulación de sí.
El poder de la gubernamentalidad entendido entonces, como una nueva forma de expresión del poder pastoral, tendrá como objetivo no solo producir tecnologías biopolíticas para la gestión poblacional, sino modos de existencia coherentes con esos estándares predeterminados por la gubernamentalidad estatal . A propósito, comenta Castro-Gómez, con una frase que refuerza la consigna de la gubernamentalidad como forma de gobierno que se aparta, aunque no del todo del modelo punitivo:
Las tecnologías políticas de las que habla Foucault, y en particular las que operan en el liberalismo y el neoliberalismo, producen modos de existencia, pues a través de ellas los individuos y colectivos se subjetivan, adquieren una experiencia concreta del mundo. Su propósito es, por tanto, la autorregulación de los sujetos: lograr que los gobernados hagan coincidir sus propios deseos, esperanzas, decisiones, necesidades y estilos de vida con objetivos gubernamentales fijados de antemano (2010, p. 13).
Por eso, puntualizamos con Castro-Gómez, que las tecnologías de gubernamentalidad no buscan “obligar” a que otros se comporten de cierto modo, sino hacer que esa conducta sea vista por los gobernados mismos como buena, digna, honorable y por encima de todo, como propia, proveniente de su libertad (2010, p. 13).
Los anteriores ejes de problematización, si nos sumamos a los comentarios de autores como Deleuze y a los argumentos de Castro Gómez, tendrían que complementarse con un argumento que remite, antes que nada, a la metodología y la forma como se inserta epistemológicamente la pregunta por el gobierno y las relaciones de poder en Foucault luego de una fuerte autocrítica, nombrada en la obra de autores posteriores a Foucault como impasse teórico. A propósito, comenta Castro-Gómez en su Historia de la gubernamentalidad:
En la lección del 7 de enero de 1976 [Foucault] dice que sus investigaciones de los últimos años se inscriben en un modelo de análisis del poder que llama “el esquema lucha/represión” (…). Afirma que este modelo debe ser “reconsiderado”, pues la noción del enfrentamiento agonístico de fuerzas, en otras palabras, el modelo bélico de análisis, resulta insuficiente para comprender las relaciones de poder (2010, p. 23).
Dicho impasse teórico y su superación, por supuesto, evidenciaría entonces otra razón asociada a la emergencia de la gubernamentalidad como grilla de inteligibilidad de una analítica del poder que en Foucault ya no solo se presenta en las relaciones antagonistas entre saber y poder, sino entre las dos primeras y una tercera dimensión; esto es, el sujeto:
Estos tres ámbitos de la experiencia no pueden comprenderse sino unos en relación con los otros y no se pueden comprender los unos sin los otros. Lo que me perjudicó en los libros precedentes es el haber considerado las dos primeras experiencias sin tener en cuenta la tercera […]. Se trataba, pues, de reintroducir el problema del sujeto, que había dejado más o menos de lado en mis primeros estudios (Foucault, 1999, p. 382).
El sujeto y con él, los procesos de subjetivación que están en la base de prácticas, racionalidades y tecnologías de la gubernamentalidad configurarían otro núcleo de emergencia y problematización de la gubernamentalidad, a la que Foucault, sin rodeo alguno define como:
Por gubernamentalidad entiendo el conjunto instituido por las instituciones, los procedimientos, análisis y reflexiones, los cálculos y las tácticas que permiten ejercer esta forma tan específica, tan compleja, de poder, que tiene como meta principal la población, como forma primordial de saber, la economía política, y como instrumento técnico esencial, los dispositivos de seguridad” (1999A, p. 195).
En síntesis, este artículo retoma una tesis que sirve de eje de problematización a la gubernamentalidad, y de paso al reconocimiento de Foucault como pensador político, no solo del biopoder, sino de la política. Tesis según la cual, lo llamado por Foucault como gubernamentalidad se constituye en una especie de híbrido entre dos racionalidades políticas propias de occidente: la primera, proviene del ámbito político-estatal heredado del mundo grecorromano; el segundo, de un paradigma que podríamos llamar según Karmy (2009), “económico-gestional”, introducido por la tradición pastoral cristiana. Estos dos elementos constitutivos de la gubernamentalidad, histórica y conceptualmente, se corresponden con los dos procesos enunciados desde un principio como orientadores de este escrito: la secularización del poder pastoral como línea genealógica del Estado nación y la gestión biopolítica de la población como tecnología del poder del ciudadano gubernamentalizado.
Arendt, H. (1993). La condición humana. Buenos Aires: Ediciones Paidós.
Bröckling, U. et al. (2011). Governmentality. Current Issues and future challenges. New York: Taylor & Francis.
Castro-Gómez, S. (2007). ¿Disciplinar o poblar? La intelectualidad colombiana frente a la biopolítica (1904-1934). Revista Nómadas. (26). pp. 44-55
Karmy, R. (2009). Aporías de la gubernamentalidad. Elementos para una genealogía “teológica” de la subjetividad en el pensamiento de Michel Foucault. Psicoperspectivas, VIII (2), 193-223. Recuperado de http://www.psicoperspectivas.cl
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______________(1999b). Las mallas del poder. En: Estética, ética y hermenéutica. Buenos Aires: Paidós.
2 “Mientras que la procedencia designa la cualidad de un instinto, su grado o su debilidad, y la marca que éste deja en un cuerpo, la emergencia designa un lugar de enfrentamiento; pero una vez más hay que tener cuidado de no imaginarlo como un campo cerrado en el que se desarrollaría una lucha, un plan en el que los adversarios estarían en igualdad de condiciones; es más bien -como lo prueba el ejemplo de los buenos y de los malos- un no lugar, una pura distancia, el hecho que los adversarios no pertenecen a un mismo espacio. Nadie es pues responsable de una emergencia, nadie puede vanagloriarse; ésta se produce siempre en el intersticio” (Foucault, 1988, p. 16)
3 En este punto llama la atención el argumento histórico de Foucault a propósito del desbloqueo del arte de gobernar en términos del aumento en la densidad poblacional y los procesos de poblamiento. Un argumento que Castro-Gómez parece tomar al pie de la letra en su análisis a propósito de la intelectualidad colombiana frente a la biopolítica en el primer tercio del siglo XX. Una reflexión que podemos encontrar en uno de sus artículos titulado haciendo uso de una pregunta ¿Disciplinar o poblar?: “Este artículo presenta el dilema de la intelectualidad hegemónica en Colombia (médicos, higienistas, abogados) durante las primeras décadas del siglo XX frente al problema de cómo gobernar la población. Mientras que unos creían que la población existente era ingobernable (por encontrarse sometida a un proceso de degeneración racial), otros pensaban que las falencias raciales podrían corregirse a través de medidas disciplinarias y biopolíticas aplicadas por el Estado. Unos y otros, sin embargo, reproducían el mismo imaginario colonial de la “limpieza de sangre” (blancura) que persistió durante todo el siglo XIX” (2007, p. 44).