Catalina María Tabares Ochoa2
1 Reseña del libro: Habermas, J. (1999). Problemas de legitimación en el capitalismo tardío. Madrid.
2 Socióloga y Magíster en Educación y Desarrollo Humano. Estudiante del programa de Doctorado en Sociología del Instituto de Estudios Sociales y Políticos –IESP-, Universidad del Estado de Río de Janeiro –UERJ-, Brasil. Profesora del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia, Colombia. Correo electrónico: catalina.tabares@udea.edu.co. A.A. 1226. Dirección de correos U. de A.: calle 70 N°. 52-21, Medellín, Colombia.
Citación de este artículo con el sistema APA: Tabares Ochoa, C. M. (2015). Los aportes de Jürgen Habermas a la comprensión de la sociedad contemporánea. A propósito de la lectura de su libro Problemas de legitimación en el capitalismo tardío. Diálogos de Derecho y Política. (18), 91-99. Recuperado de http://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/derypol/article/view/328219/20785143
Ecléptico, híbrido e integrador pueden ser palabras utilizadas para describir el pensamiento de Jürgen Habermas. Su objeto de estudio a diferencia del de muchos científicos sociales contemporáneos no se reduce a una categoría empírica claramente delimitada en tiempo y espacio, la crisis de legitimación del capitalismo abordada por el autor, remite al más clásico y abarcante problema teórico de la Sociología; en el título de su libro: Problemas de legitimación en el capitalismo tardío, Habermas no solo deja ver la influencia de Karl Marx y Max Weber en su pensamiento, también actualiza a través de la noción de crisis la pregunta por el cambio y por el orden social, ¿Qué se transforma? ¿Qué se mantiene? Debe ser esto lo que hace, que al leer su libro, se tenga la sensación de estar leyendo una síntesis de la Sociología, el concepto de legitimidad y racionalización de Weber, el de capitalismo y crisis en Marx, el de anomia en Durkheim -para comenzar por los clásicos-, la teoría de sistemas de Luhmann, el funcionalismo estructural de Parsons, la fenomenología de Schutz y el construccionismo social de Berger y Luckmann, son solo algunos de los referentes teóricos que Habermas revisita con una mirada acuciosamente crítica y renovadora.
El de Habermas es un pensamiento de gran complejidad en el que convergen principalmente la Filosofía, la Sociología, la Ciencia Política y la Psicología, su teoría de la acción comunicativa fundamentada en el ejercicio de la razón (influencia de Kant), su estudio sobre las contradicciones de clase dadas en las distintas formaciones sociales (influencia de Marx) y su interés por mostrar los vínculos existentes entre el nivel institucional de la sociedad y la formación de la identidad individual (influencia de Freud), presentan un autor que va y viene entre las amplias estructuras y las interacciones sociales, lo que permite reafirmar el carácter relacional e integrador de su teoría.
Esta reseña, pretende cumplir el difícil objetivo de presentar algunos de los principales planteamientos realizados por Habermas en su libro Problemas de legitimación en el capitalismo tardío, propongo para ello primero, describir aquellos elementos contextuales que llevan al autor a actualizar el pensamiento de Marx a la luz de las nuevas transformaciones sociales que derivan en lo que él denomina el capitalismo tardío. En un segundo momento, propongo presentar los principales argumentos teóricos que lo llevan a definir la crisis y sus distintas dimensiones, esto es, racionalidad y legitimidad en los sistemas económico, político y sociocultural. Finalmente, realizo algunos intentos de relacionamiento entre los planteamientos teóricos de Habermas y lo que considero podría denominarse una crisis de legitimidad en el Brasil de hoy.
La sociedad se ha transformado, el capitalismo ha adquirido otros rasgos, el intervencionismo estatal aumenta, en definitiva, se han presentado cambios sustanciales en forma y en contenido en el sistema económico, político y sociocultural que obligan al replanteamiento de las grandes tradiciones del pensamiento social, entre estas el materialismo histórico de Marx que otorgó fundamental importancia al aspecto económico (McCarthy, 1981), en particular al trabajo, desconociendo la dimensión sociocultural en la que se destaca la interacción mediada por el lenguaje, asunto esencial para la teoría habermasiana. Si bien Habermas exalta la precisión del análisis marxista, es claro también en afirmar que las tesis de Marx no son ya aplicables a las lógicas de la sociedad contemporánea, sobre todo en lo que respecta a la cada vez menos autonomía de la economía respecto al Estado.
Pero ¿Qué es lo que ha cambiado en el capitalismo? ¿Por qué llamarlo postcapitalista, avanzado o tardío? Las tendencias a la crisis en la sociedad contemporánea ¿continúan siendo las mismas? Si no es así ¿Qué las diferencia? Para responder a estas preguntas, será necesario de un lado, comprender que en el marco de una teoría de corte evolucionista, Habermas inscribe el capitalismo tardío, -avanzado o postcapitalismo- en una serie de formaciones sociales que están determinadas por ciertos principios de organización; y de otro lado, que sobre la base de una de estas formaciones -la capitalista liberal-, se sustentan los cambios que lo llevan a proponer su noción de capitalismo tardío y la tendencia a diversas crisis que de él podrían desencadenarse.
Los principios de organización son comprendidos por el autor como “ordenamientos de índole muy abstracta que surgen como propiedades emergentes en saltos evolutivos no probables y que en cada caso caracterizan un nuevo nivel de desarrollo” (p. 30), estas formaciones sociales en Marx serían definidas de acuerdo al poder de disposición sobre los medios de producción, lo que para Habermas deriva en una estrecha lectura economicista. “Es el propio principio de organización el que decide qué sistema parcial de una sociedad poseerá el primado funcional, es decir presidirá la evolución social” (p. 44), en ese sentido, los principios organizadores funcionan como límite a las variabilidades de un sistema, que en todo caso podrían diferir de una formación a otra. Entre las formaciones sociales identificadas, Habermas da mayor relevancia a: la anterior a las altas culturas, la tradicional, la capitalista liberal y la postcapitalista, de ellas infiere el principio de organización, el campo de posibilidad que este abre a la evolución social y el tipo de crisis que admite.
El principio de organización de la formación social del capitalismo liberal, -base del capitalismo tardío-, es la relación de clases entre trabajo asalariado y capital, relación centrada en el sistema económico que a su vez cumple labores de integración social; en cierto sentido el sistema económico se autorregula propiciando a través del mercado formas de identidad social que aseguran el equilibrio del orden capitalista, la crisis aquí presentada se manifiesta en problemas económicos no resueltos que por su imbricación con otras esferas sociales, deriva en una crisis social.
El capitalismo tardío es comprendido por Habermas como una formación social en la que hay una amplia intervención del Estado en la economía y en la que “el conflicto de clases del capitalismo liberal se ha vuelto latente y las crisis periódicas se han convertido en una crisis permanente y larvada” (p. 9). Dos serían las principales transformaciones del capitalismo tardío:
1. El Estado dispone de medios de producción a través de los cuales produce bienes colectivos con el fin de corregir las fallas del mercado, por esta vía y apelando también a la organización del sistema educativo y del desarrollo científico, se integra al proceso de acumulación de capital.
2. “En amplios sectores de la economía, el mecanismo de mercado ha sido sustituido por un ‘compromiso cuasi-político’ entre las empresas y los sindicatos en lo concerniente a la determinación de los costes de la fuerza de trabajo” (Gonnet, s.d). Tal como lo plantea Habermas, “el capitalismo tardío concentra todas sus fuerzas de integración social en los sitios donde es más probable que estallen conflictos estructurales, como medio más eficaz para mantenerlos en estado latente al mismo tiempo satisface así las demandas de los partidos obreros reformistas” (p. 75).
Esta interferencia del Estado propicia choques con las orientaciones normativas, motivacionales y valorativas de los ciudadanos que para el caso de los obreros tiende a disolver y fragmentar la identidad y la conciencia de clase. Para David Held (1991), según su lectura de Habermas, entre las características del capitalismo tardío pueden mencionarse: el crecimiento de la intervención estatal, un mayor nivel de organización, injerencia de administradores y técnicos en asuntos sociales y económicos, instrumentalización de la ciencia, la tecnología y la industria para la “justificación tecnocrática del orden social”, ausencia de conciencia de clase proletaria revolucionaria, expansión de la razón instrumental y de la burocracia y con ellas la amenaza a la discusión abierta en la esfera pública. En síntesis, para Habermas “en el capitalismo tardío la política se desarrolla sobre la base de la crisis sistémica reelaborada y reprimida, se reafirman ciertos antagonismos con una consciencia de clase fragmentada y en coaliciones variables, que pueden modificar los términos del compromiso de clases” (p. 79). A todo lo anterior se suman los “peligros globales” que de esta formación social se derivan, entre los cuales se encuentran los relacionados con el equilibrio ecológico, el equilibrio antropológico y el equilibrio internacional, amenazas latentes que en cualquier momento podrían hacerse manifiestas.
Para finalizar este apartado, me referiré a la paradoja a la que se enfrenta el Estado en el capitalismo tardío, de un lado debe promover el crecimiento económico, esto es favorecer el mercado y sus lógicas para mantener así el equilibrio del sistema económico, y al mismo tiempo contar con el apoyo de las masas. Esta paradoja da pie para adentrarnos en el punto neural del libro de Habermas: la crisis de racionalidad y la crisis de legitimidad.
El concepto de crisis es quizá uno de los más relevantes de la teoría social, no hay disciplina de las ciencias sociales e incluso de otras ciencias biológicas que no se haya preguntado por lo que “la crisis” produce en los individuos, los colectivos y en la sociedad en abstracto. Es este concepto transversal a la ciencia, el utilizado por Jürgen Habermas para dar cuenta de su comprensión global de la sociedad contemporánea. Partiendo de la noción de crisis utilizada en la medicina, el autor comienza su exposición aludiendo a la dimensión objetiva que representa la enfermedad para ciertos organismos, la crisis entonces sería la manifestación de una situación crítica, un punto de inflexión en una serie de sucesos que despojan al sujeto de un estado de normalidad, en este sentido su carácter normativo, en tanto a través de su superación y solución el sujeto afectado encuentra una suerte de liberación.
Extrapolándonos a su dimensión social, las crisis según la teoría de sistemas “surgen cuando la estructura de un sistema de sociedad admite menos posibilidades de resolver problemas que las requeridas para su conservación. En este sentido, las crisis son perturbaciones que atacan la integración sistémica” (p. 21), ante esta noción Habermas encuentra significativas limitaciones que a lo largo de su libro discute ampliamente, entre las más relevantes se destacan: 1. El descuido de las percepciones de quien padece la crisis –los ciudadanos-, 2. La relegación de los problemas de validez normativa involucrados en la crisis y 3. La imposibilidad – dado su afán objetivista- de identificar “cuál es el límite que lleva a definir que efectivamente hay crisis” (p. 23), vale la pena resaltar este último aspecto teniendo en cuenta que no todos los cambios de estructura de un sistema social derivan necesariamente en crisis, y esto en el caso del capitalismo que tiene una gran capacidad de transmutación y adaptabilidad no es nada despreciable.
Retornando a la paradoja mencionada en el apartado anterior, McCarthy (1981), refuerza la idea según la cual para Habermas, el Estado se enfrenta simultáneamente a dos tareas: de un lado, debe aumentar la cantidad requerida de impuestos utilizándolos de manera racional para que las perturbaciones al crecimiento económico puedan ser evitadas, y de otro lado, su actuación administrativa y distribución de los recursos deben hacerse de tal modo que se garantice la lealtad de una mayoría considerable de ciudadanos. Si el Estado no cumple con la primera tarea, hay un déficit de racionalidad administrativa y si no cumple con la segunda, se encontrará frente a un déficit de legitimación.
Si bien ambas crisis surgen en el sistema político, tienen un carácter distintivo: la crisis de racionalidad es de salida (output), se espera que del Estado salga una buena administración de los recursos económicos y que tenga capacidad de autogobierno, de no ser así, la crisis de racionalidad desplazará la crisis económica (McCarthy, 1981); la crisis de legitimación por su parte, es de entrada (input), se espera que al Estado llegue el apoyo irrestricto de las masas, de no darse puede enfrentarse a una crisis de identidad que pondrá en riesgo la integración social.
Un concepto de crisis solvente para la teoría social, según Habermas, tendría que contemplar no solo la integración sistémica, también la social, pues si bien el Estado debe procurar la conservación del patrimonio, así como su capacidad para autogobernarse y autorrugular el sistema en medio de la estructural contradicción impuesta por el capitalismo –la oposición de clases-, también es cierto que “Solo cuando los miembros de la sociedad experimentan los cambios de estructura como críticos para el patrimonio sistémico y sienten amenazada su identidad social, podemos hablar de crisis” (p. 23).
Justamente uno de los aspectos que dan a la teoría habermasiana un carácter integrador, tiene que ver con su visión compleja del concepto de crisis, en el cual además de la integración sistémica, debe contemplarse según el autor la integración social, compuesta por aquellos sistemas institucionales en que los sujetos se socializan y actúan. Es claro que las crisis no pueden ser definidas exclusivamente a partir de la experiencia de los sujetos que las viven, estas deben contemplar su dimensión objetiva (sistémica) y su dimensión intersubjetiva (legitimidad), así, desde una perspectiva fenomenológica Habermas incorpora a su teoría la noción de mundo de la vida y con ella una gran preponderancia al sistema sociocultural, en el que confluyen las tradiciones culturales, y los valores que soportan normativamente los procesos de socialización y profesionalización (Gonnet, s.d).
Para analizar la crisis contemporánea, no bastará entonces con centrar la mirada en uno o en otro tipo de crisis, se requiere la capacidad de conectar las estructuras normativas (mundo de la vida) y los problemas de autogobierno (sistema) para identificar cuándo se está superando “el margen de tolerancia dentro del cual pueden oscilar los patrones de normalidad de un sistema dado sin que su funcionamiento resulte amenazado críticamente” (p. 28). Es en este sentido que Habermas propone agregar otra perspectiva analítica a su explicación de la incidencia del sistema sociocultural en la crisis, esta es la de la crisis de motivación como soporte de la crisis de legitimación antes descrita. A través de la crisis de motivación, Habermas logra develar la contradicción existente entre los intereses y acciones del sistema político con lo esperado por sus ciudadanos.
¿Pueden las crisis de motivación desestabilizar el sistema político? Habermas plantea en una entrevista realizada por Angelo Bolaffi pocos años después de la publicación de su libro que “una crisis de legitimación significaría un verdadero vaciamiento del sistema de partidos tradicional y la formación de un nuevo partido con fines que por lo menos trasciendan el sistema económico” (1978, p. 10). Es probable que esta sentencia no se cumpla tal como él mismo lo señala, sin embargo, algo es cierto, la historia también ha sido construida por las huelgas, protestas y movilizaciones ciudadanas, mayo del 68, (con todo y las críticas realizada por Habermas a este movimiento), la primavera árabe, los indignados de España, los occupy de Estados Unidos, los sin tierra en Brasil, y la más reciente “Nuit Debout” (noche de pie) en Francia, no son otra cosa que la manifestación de una crisis de motivación cuyas repercusiones mundiales nos permiten por lo menos sospechar la latencia de la confluencia entre crisis sistémica y crisis de legitimidad y con ella un posible cambio de dirección mundial.
“Todas las sociedades de clases, puesto que su reproducción se basa en la apropiación privilegiada de la riqueza producida por la sociedad, tienen que resolver el siguiente problema: distribuir el producto social de manera desigual y sin embargo legítima” (p. 162).
“Brasil vive uno de los momentos más dramáticos de su historia”, “no es la crisis de un partido, es la crisis de un sistema” “Crisis de representación política”, “mayor crisis económica del país”, “crisis de legitimidad en el congreso nacional”, “ruptura constitucional”, “linchamiento político”, “ruptura de la legalidad”, “punto extremo de quiebra de la institucionalidad”, “amenaza al funcionamiento de las instituciones democráticas”, “anarquía jurídica”. Todas las anteriores son solo algunas de las múltiples expresiones que circulan en periódicos, blogs, páginas de internet, intervenciones públicas y artículos de revista y que buscan describir el momento por el que atraviesa Brasil en la actualidad. Ni que decir de los debates sostenidos en las redes sociales que evidencian la alta polarización de millones de ciudadanos en el país más grande de Suramérica y hasta hace unos años considerado mundialmente una superpotencia emergente.
Pareciera haber correspondencia entre los planteamientos del libro de Habermas escrito ya hace más de 40 años y las constantes alusiones a la crisis en el Brasil de hoy, es difícil no pensar con este autor que “La tendencia a la crisis está determinada igual que antes por la asimetría de raíz estructural prevaleciente en el intercambio de trabajo asalariado por capital” (p. 88), que la actual crisis no está relacionada con el hecho de que “las demandas de recompensas conformes al sistema aumentaron con mayor rapidez que la masa disponible de valores”, o que “surgieron expectativas que no pudieron satisfacerse con recompensas conformes al sistema” (p. 131).
El Estado brasilero no pudo ni atender a las demandas de “las víctimas del crecimiento capital, ni garantizar el proceso de crecimiento económico” (p. 117), hubo una falla en la administración del sistema económico (output) y a su vez un castigo por parte de los ciudadanos que se vieron defraudados por la distribución de los recursos (input).
La crisis de motivación se ha explicitado en las calles y el privatismo civil, comprendido como la indiferencia de los ciudadanos con la política ha dado un viraje, ciudadanos interesados solo por los rendimientos económicos del sistema político y relegados al individualismo y la competencia, en el ámbito profesional, -prácticas promovidas por el mismo Estado-, han decidido salir a las calles, a favor del impeachment, en contra del impeachment, por un partido o por otro, por la democracia, por la destitución de un ministro, por la eliminación de un ministerio; muchas son las razones que han volcado a millones de brasileros a las calles y también muchas las formas de protesta social, creativas y renovadoras como aquella en la que un grupo de funcionarios con escobas, traperos, agua y jabón, decidieron limpiar la sede del ministerio de transparencia en un acto simbólico que buscaba exponer públicamente su inconformidad por el nombramiento de un ministro que se había manifestado en contra de las operaciones anti-corrupción que se vienen desarrollando en el país; o como la de un grupo de artistas que decidieron tomarse un edificio del gobierno para convertir Carmina Burana de Carl Orff en un grito colectivo de “Fuera Temer, fuera Temer, fuera Michel Temer” por la decisión del recién nombrado presidente, de eliminar el ministerio de cultura para transformarlo en una secretaría del ministerio de educación.
¿Cómo esperar lealtad de parte de los ciudadanos cuando estos no encuentran en el sistema político ni sentido, ni valor? Ahora bien, “Solo un rígido sistema sociocultural que no pueda ser fácilmente instrumentado para satisfacer necesidades administrativas, explicaría que una penuria de legitimación se convirtiese en una crisis de legitimación” (p. 131). La crisis, entraña desde cierto punto de vista una paradoja, de un lado, como diría Norbert Lechner, “El autoritarismo encarna el deseo del orden frente a la amenaza del caos” (1988, p. 96), por eso el miedo de muchos de que los tiempos de crisis deriven en dictaduras o totalitarismos; pero de otro lado, los tiempos de crisis son propicios a la potencia de discursos y acciones que en el caso del arte, el cientificismo y sobre todo la moral comunicativa, -según Habermas-, dan lugar a contraculturas incompatibles con el capitalismo tardío. Contraculturas que podrían contribuir al diálogo, el consenso, a través del “reconocimiento, motivado racionalmente de normas que pueden ser problematizadas en cualquier momento” (p. 176), porque para Habermas, “la única forma de legitimación posible es a través de una ética comunicativa en la que todas las decisiones políticas relevantes estén ligadas a la formación de un consenso racional en un discurso libre de toda coacción” (Gonnet, s.d).
Todavía nos falta un largo camino como sociedad para alcanzar el nivel argumentativo que supone la construcción de consenso y que expresaría la voluntad racional, -invitación que nos hace Habermas en su teoría de la acción comunicativa y que refuerza en las últimas páginas de su libro-, solo basta dar una mirada a la sesión de diputados que aprobó el impeachment a la presidente Dilma Rousseff para convencernos de lo mucho que nos falta, sin embargo, la disertación analítica habermasiana y la situación que vive Brasil hoy, dejan múltiples puertas abiertas para continuar esforzándonos por comprender la compleja realidad social, para reconocer y reconstruir tantas experiencias sociales y políticas que día a día luchan por formas alternativas al capitalismo voraz y sobre todo, que luchan por lo que más importa como dice Habermas al finalizar su libro: “la dignidad de los ciudadanos”.
Gonnet, J. P. Sobre la legitimación política. Una revisión crítica del planteo habermasiano. Recuperado de http://paperroom.ipsa.org/papers/paper_1268.pdf
Habermas, J. (1999). Problemas de legitimación en el capitalismo tardío. Madrid.
Habermas, J. (1978). Crisis del capitalismo tardío y posibilidades de la democracia. Materiales: crítica de la cultura, (11), 5-22.
Held, D. (1991). Introducción a Habermas. En Iztapalapa. Estudios Culturales en América Latina. Año 11. Número 24. México.
Lechner, N. (1988). Los patios interiores de la democracia. México: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.
McCarthy, T. (1981). The critical theory of Jurgen Habermas. Cambridge.