Globalización, emprendimiento e innovación en la ciudad de Medellín: Un dispositivo para la construcción de sujetos en el marco de la ciudad capitalista

José Alejandro Sanín Eastman1

1Politólogo de la Universidad de Antioquia. Magíster (c) en Estudios Urbanos de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, sede Ecuador. Integrante del Semillero ECP y del Grupo de Investigación en Gobierno y Asuntos Públicos de la UdeA. Correo electrónico: jose.sanin@udea.edu.co. Medellín – Colombia.

Resumen

En este texto se reflexiona sobre cómo la globalización neoliberal se ha insertado en las construcciones políticas en la ciudad de Medellín-Colombia. Se trata de comprender las políticas de emprendimiento e innovación, posicionadas en la última década por parte de las últimas administraciones municipales, como la ruta de un nuevo proyecto de ciudad. En un primer momento, se describe el Proyecto de Medellín Ciudad innovadora (y/o emprendedora) haciendo un recorrido por fenómenos como la globalización y la economía de mercado en las ciudades. En un segundo momento -dividido en dos-, se hace un recorrido por los elementos contextuales que respaldaron la legitimación del proyecto neoliberal de ciudad, principalmente aquellos asociados a la reconversión del modelo productivo, la violencia y la situación de desempleo. Finalmente, se presentan algunas reflexiones en torno a lo que se planteará como la gubernamentalidad, que no es más que una forma de gobierno que contemporáneamente orienta las ciudades bajo la lógica del mercado global, asunto que requiere el equipamiento de los espacios urbanos y la instalación de todo un dispositivo compuesto por discursos, instituciones, espacios y políticas, encaminados a la construcción de sujetos emprendedores que se insertan en las lógicas de la ciudad innovadora.

Palabras clave: Ciudad, emprendimiento, globalización, neoliberalismo, política urbana, Medellín.

Este artículo fue construido en el marco del proyecto de investigación “Espacios diferentes, contra-espacios y no- espacios de la política en la ciudad de Medellín (2010-2013). Un análisis desde la gubernamentalidad urbana”, financiado por el Centro de Investigaciones de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia y desarrollado por el Semillero de Investigación en Estudios Contemporáneos de la Política (ECP) del pregrado en Ciencia Política, adscrito al Grupo de Investigación en Gobierno y Asuntos Públicos de la misma Universidad. Una versión anterior del escrito fue preparada para su presentación en el VIII Congreso Latinoamericano de Ciencia Política, organizado por la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política (ALACIP). Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 22 al 24 de julio de 2015.

El autor agradece los aportes de la Politóloga Alejandra Alvarado, en la preparación de este escrito para el Congreso de ALACIP en Perú, de la Socióloga Carolina Giraldo en la descripción de la informalidad en el mundo del trabajo que en versiones anteriores de este escrito quedó plasmada de manera más concreta y de la Bibliotecóloga Ana Tangarife en la contextualización de la globalización y la identificación de los dispositivos innovadores en la ciudad de Medellín.

1.    El proceso de globalización implementado en la ciudad de Medellín

La urbanización neoliberal se asienta en las principales ciudades para conformar los espacios necesarios para la circulación del capital (Pradilla, 2009). El espacio urbano se constituye como una forma eficiente de fijación de capital, ya que posee estabilidad, en comparación a otros sectores económicos (Hidalgo y Janoshka, 2014, pp. 14-15).

La globalización contemporánea está marcada por un intercambio económico amplio, el desarrollo de medios de transporte, la influencia de las tecnologías y la cultura de masas. Aspectos que alteran de distintos modos los asuntos sociales, culturales, políticos y económicos de la vida de las ciudades: los espacios, las relaciones sociales, los “valores” culturales.

Hablar de lo global lleva a plantearse necesariamente la pregunta por lo local y por los vínculos que se dan en los distintos niveles. Esta relación global/local afecta a las ciudades desde distintos escenarios que van desde la disposición espacial del hábitat y el trabajo para la implementación de nuevas formas de producción, hasta el auge y el cambio en la comunicación y las diversas formas de relación entre los sujetos tanto local como globalmente.

Esos cambios, motivados por prácticas globales de producción y que alteran la estructura física de las ciudades (nuevos modos de urbanización, establecimiento de zonas de investigación y conocimiento, obras de infraestructura comerciales y de movilidad); obedecen a ciertos momentos de ruptura en la cotidianidad y la cultura (Kingman, 1998, p. 72). Para Borja y Castells, la globalización “y la informacialización de los procesos de producción, distribución y gestión, modifican profundamente la estructura espacial y social de las ciudades en todo el planeta. Éste es el sentido más directo de la articulación entre lo global y lo local” (1998, p. 35).

Teniendo presente lo anterior, estos procesos de globalización -tal como lo advierte Saskia Sassen- por medio de la proliferación de las tecnologías de la información y el incremento asociado de la movilidad del capital, ha hecho de las ciudades los puntos y nodos claves para la actuación de las prácticas de globalización. La globalización, así, ha generado el escenario propicio para el desarrollo del neoliberalismo, como un “proceso territorialmente arraigado y realizado mediante la acción política y la recreación institucional” (Hidalgo y Janoshka, 2014, p. 8).

Los procesos de “urbanización planetaria”, concentrada principalmente en las grandes ciudades y megaciudades, obedece a una tendencia que se ve “acrecentada contemporáneamente debido a la ampliación del intercambio, el desarrollo de los medios de transporte, la influencia creciente de las tecnologías de la información y la cultura de masas” (Kingman, 1998, p. 72). Se ve en este punto cómo la dinámica de urbanización (local) estaría influenciada por la globalización, y en ese proceso de (neo) urbanización, de consumo generalizado y de acceso más abierto a los mercados, se redefinen ciertas relaciones y valores culturales; entre otros, el de la información como factor de concentración de poder en la ciudad, así como la incorporación de la ciudad a redes de relación transnacionalizadas.

Las iniciativas de urbanización en el escenario global, en aras de lograr una centralidad, se ven materializadas en acciones que conducen a la expulsión de una parte de los usuarios y a la privatización de los espacios, entre otras. Kingman plantea que “existe una especie de obsesión decimonónica por ordenar y ‘rescatar los espacios’, impidiendo la libre presencia al interior de ellos” (1998, p. 78). Ejemplo de esto en Medellín, podría ser la intervención urbana en la Zona Norte para la construcción de parques de investigación e innovación, iniciativas que hacen parte de todo el proceso de inserción del modelo de innovación en la ciudad.

Para entender este fenómeno y describir cómo ha influido particularmente en la ciudad de Medellín se consideran los siguientes elementos generales: la relación de lo global y lo local y la manera cómo ésta determina diversos aspectos en la ciudad que van desde la disposición y afectación de los espacios hasta los modos de producción y de relación económica en las ciudades; el impacto que tiene la globalización en las actividades económicas, lo que lleva a la conformación de las ciudades de servicios en la apuesta por internacionalizarse tanto económica como culturalmente y, por último, el interés de impulsar en Medellín el emprendimiento y la innovación en las empresas y particularmente en los ciudadanos como una manera de proyectar una ciudad de servicios, lo cual configura nuevos órdenes sociales, relaciones económicas y cambios en el campo del trabajo.

En este sentido, el modelo de desarrollo impuesto en la ciudad de Medellín -que se plantea sobre la idea de innovación y emprendimiento-, obedece a un proyecto de gubernamentalidad que incide en la configuración de espacios que instituyen y constituyen las formas y proyectos políticos de ciudad. Dicho modelo de ciudad es impulsado por fenómenos como la globalización y la relación que esta tiene con lo local, determinando en diversos modos la disposición y afectación de los espacios urbanos, así como los modos de producción y de relación económica en ellos.

Desde finales del Siglo XX, las ciudades se han convertido en los sitios preferidos de producción de servicios para las empresas de todas las industrias. Esta demanda de servicios es justamente lo que lleva a mutar a las ciudades hacia modelos de ciudad servicios, lo que se constituye como insumo estratégico para todo tipo de relaciones transnacionales, principalmente financieras y de servicios especializados (Sassen, 1998, p. 6). Este cambio hacia ciudades de servicios, de lo cual no será ajena Medellín, está atravesado por la organización de la economía y las repercusiones espaciales, así como cambios en niveles y modos de vida y en las formas de articulación local a la economía global (Borja y Castells, 1998, p. 183).

La globalización económica plantea diversos desafíos a las ciudades para poder posicionarse en el orden global, para lo cual deberán formular políticas urbanas que puedan hacer competitivas a las ciudades. Borja y Castells describen algunos aspectos de los cuales dependerá el alcance de esa ciudad competitiva:

a)    Funcionamiento eficiente del sistema urbano-regional especialmente en cuanto a movilidad y servicios básicos. b) Inserción en los sistemas de comunicaciones de carácter global y buena información de los agentes sociales y económicos de los procesos mundiales. c) Cualificación de los recursos humanos (no únicamente de los estratos superiores). d) Apoyo público a los agentes económicos y sociales por medio de políticas de “proteccionismo exportador”, favoreciendo las sinergias y la innovación continuada. e) Instituciones políticas representativas, eficaces y transparentes que actúen según normas claras y estables en sus relaciones con los agentes privados. f) Definición de un proyecto de ciudad (o de región) y márketing del mismo. g) Gobernabilidad del territorio basada en la cohesión social y la participación cívica” (1998, p. 183).

Igualmente, y de acuerdo con lo anterior, es de reconocer que “en el último tercio del siglo XX las orientaciones hegemónicas han tenido que ver con la globalización, con el consumo de masas espectacularizado, con las nuevas tecnologías y con una concepción de la ciudad como objeto de técnicas comerciales” (Delgado, 2012, p. 76). La globalización económica que ha marcado nuevos rumbos y escenarios en el plano cultural y financiero, y a la cual se van adaptando las ciudades principalmente, es el contexto en el cual surgen iniciativas como el emprendimiento o la innovación, que se plantean como algunas de las estrategias de los gobiernos en el marco del progreso de mercado para hacer frente a problemas políticos y sociales (Valencia, 2012, p. 105).

De esta manera, la innovación en las ciudades es entendida como la capacidad instalada para poder generar nuevo conocimiento que deberá ser aplicado a actividades económicas. Este conocimiento y esta disposición de los ciudadanos hacia una “cultura de la innovación” implica la disposición de recursos humanos adecuados, lo que necesariamente demanda un sistema educativo de calidad, así como la construcción de “instituciones de investigación aplicada, y espíritu empresarial para incorporar en el sistema productivo de la ciudad las innovaciones tecnológicas globales” (Borja y Castells, 1998, p. 32).
Para comprender la instalación de la cultura de la innovación en distintas esferas de la ciudad que van desde la disposición de los espacios hasta cambios en los imaginarios y subjetividades, así como en las formas de habitar la ciudad, se hace un breve recuento histórico de algunos hitos en la conformación de esa cultura en la ciudad de Medellín, partiendo de una serie de antecedentes sociales, políticos y económicos que configuraron el modelo de ciudad actual, que fue denominada primero como emprendimiento, y más recientemente como innovación.

2.    La ciudad de Medellín 1970-1990: modelo económico, modelo de ciudad y políticas urbanas

El período 1975-1995 representa para Medellín quizás la época más crítica de toda su historia como ciudad. La irrupción de un nuevo ciclo de violencias, regidas por el incremento en la mortalidad por homicidios a niveles no vistos desde el ciclo de mediados de siglo conocido como período “de la Violencia”; la crisis industrial, básicamente textil, que dejó por fuera de las  fábricas a miles de trabajadores y trabajadoras; el surgimiento, expansión y explosión del negocio de narcóticos liderado por el denominado cartel de Medellín, y la agudización de la confrontación armada de grupos en los barrios, destacan este período como uno de los más aciagos de su historia (Bedoya, 2010, p. 89).

Los años setenta marcan una serie de transformaciones económicas a nivel mundial, que tienen repercusiones en la configuración de Medellín en materia de políticas urbanas y vocación económica, de las que se ha venido hablando en el marco de la globalización. Igualmente, otros fenómenos como el migratorio -común también a otras ciudades latinoamericanas- que desde mediados del siglo XX ya se venía notando. Por lo menos en el caso colombiano, una significativa oleada de población que huía de la violencia que azotaba al campo y que, “atraída también por el proceso de industrialización que hasta los años sesenta siguió captando nueva mano de obra, se dirigió hacia los centros urbanos, ocupó nuevos territorios e introdujo cambios significativos en el modo de vida urbana” (Villa, 2007, p. 106). Muestra de ello fue que para 1973 ya se había consolidado la colonización del Valle de Aburrá, puesto que el crecimiento de Medellín se había transferido a algunos de los nueve municipios vecinos como “Bello, Envigado, Itagüí; iniciando todos con su conurbación con la vecina capital” (Aprile, 2007, p. 95).

Valga decir que en materia de política urbana, el proceso de urbanización entre los años cincuenta y parte de los setenta, estuvo asociado “a la modernización física y urbanística y a la masificación con la llegada de migrantes. Y aunque la ciudad pareció estallar, finalmente se alcanzó la ampliación de servicios públicos y otras adecuaciones urbanísticas” (Naranjo y Villa, 1997, p. 136). Sin embargo, aunque pervivía “la idea de Medellín como ciudad industrial, desde mediados de la década del 70, comenzó un proceso de crisis de la industria que tiene, como uno de sus efectos inmediatos, su incapacidad de absorción de nueva mano de obra” (Villa, 2007, p. 109). Por lo que “se produce un aumento de la economía informal ante la imposibilidad de obtener un empleo en los sectores tradicionales de la economía […] y ofrecer alternativas de ascenso económico y social” (Jaramillo, Ceballos y Villa, 1998, p. 36). Y por su parte, “el desempleo empezó a hacer carrera hasta llegar a las cifras alcanzadas en la década del 80 que es cuando alcanzó toda su visibilidad como un problema social de grandes magnitudes” (Villa, 2007, p. 109).

Por otro lado, “la expansión urbana de la ciudad por migración y conurbación que rebasaba los dispositivos locales de poder, […] planteó […] la necesidad de emprender un proceso de re-organización del espacio urbano-regional” (Franco, 2006, p. 288) y frente a ello, la respuesta fue asumir la tarea del diseño de un proyecto metropolitano (Franco, 2006, p. 288).

Dicho proyecto se materializa en

la gestión político-administrativa del proceso de metropolización por conurbación; en la gestión política de los proyectos infraestructurales de adecuación del área metropolitana del Valle de Aburrá y el Oriente cercano; la orientación de un proceso de descentralización y relocalización de la actividad industrial; la exigencia por una reforma descentralista que involucrara la adecuación funcional y territorial del Estado y su reestructuración jerárquica; la planeación del desarrollo urbano-regional de cara a las nuevas condiciones que impone la globalización; y la formulación de estrategias de seguridad para la protección de la vida y la seguridad” (Franco, 2006, p. 375).

En ese sentido, es claro que la transformación de los modelos de urbanización de la ciudad ha estado de la mano de las necesidades de los grupos económicos y el poder político asentados en la misma. Ejemplo de ello es la creación del Área Metropolitana del Valle de Aburrá en 19801, promovida inicialmente, desde la década de 1970, por las élites económicas de la ciudad (Franco, 2006, p. 299). Este proceso fue útil, entre otras cosas, para la desconcentración de la actividad económica en la ciudad de Medellín; lo que generó la dispersión de las industrias a lo largo del conurbano y el vecino Valle de San Nicolás en el oriente antioqueño.

Ahora, hacia los años ochenta el eje estructurante del proceso de urbanización en Medellín estuvo motivado por “el carácter conflictivo de la construcción del espacio urbano y la acentuación de la segregación socioeconómica, [que] dejó traslucir una dinámica conflictiva ya no sobre el suelo sino sobre la adecuación y la provisión de medios de consumo colectivo” (Franco, 2006, p. 293). Además, “se produjo un afianzamiento de la demanda de seguridad ciudadana ante el incremento de la delincuencia organizada” (Franco, 2006, p. 293). Toda vez que las violencias y la delincuencia marcaron algunas de las rutas de la vida urbana desde esta época (Naranjo y Villa, 1997, p. 136).

Ya en la década de los noventa, Colombia redefinió2 la relación Estado-economía e inició políticas de privatización, liberalización y desregulación. “A partir de allí, la tarea del aparato de Estado […] se centró en promover el sistema de libre competencia y en garantizar la descontractualización de la relación salarial, por medio de políticas de flexibilización laboral” (Franco, 2006, pp. 301-302). Además, “parte de ese cambio se tradujo en una estrategia de desindustrialización definitiva por la vía de la cancelación gradual de la inversión en sectores no competitivos y focalización de la misma en los sectores clave” (Franco, 2006, p. 303). En este sentido: “se parte del supuesto que una inserción en la economía global a través de la reactivación del sector productivo no es posible por la carencia de ventajas competitivas; y como alternativa se reconoce que esa articulación sólo es factible mediante un viraje hacia el sector servicios” (Franco, 2006, p. 310).

En fin, por causa de la internacionalización de la economía y el cambio del patrón de acumulación desde finales de la década de 1980 y durante la década de 1990 (Franco, 2006, p. 308), las reformas neoliberales encontraron eco en las políticas urbanas con la promoción del emprendimiento y la innovación, lo que se ha venido consolidando desde la primera década del nuevo milenio. A continuación se presenta la apuesta de la ciudad en este sentido.

3.    Apuesta por la innovación y el emprendimiento en la ciudad de Medellín

Existe en la literatura una gran variedad de trabajos que enfatizan en uno o varios factores que contribuyen al impulso del emprendimiento. Por ejemplo, en el proceso de globalización, en las reformas a los mercados de la década de 1990, en las políticas intervencionistas del Estado en la economía, en los procesos de flexibilización laboral, en la tercerizaciones de la producción, en la innovación tecnológica y en la transformación de los asalariados en empresarios; incluso, como se ha visto, resaltando las precarias condiciones socioeconómicas de pobreza y la sobrevivencia de la población latinoamericana como explicación de su aparición y desarrollo (Valencia, 2012, p. 116).

Desde lo que fue llamado Cultura del Emprendimiento, hasta iniciativas y programas como: Medellín Mi empresa, Medellinnovation, Ciudad E, Medellín ciudad clúster, y lo que recientemente se llamó como Medellín ciudad para la vida, puede evidenciarse cómo se actualiza lo señalado por David Harvey a propósito de que:

Los gobiernos locales se han visto obligados en diverso grado a asumir iniciativas más propias de empresas privadas –en particular, por lo que toca a la creación de un entorno favorable para el capital privado a toda costa, si es necesario, de la población urbana–, un proceso que fomenta la competencia entre las regiones metropolitanas (Harvey, 2009, p. 110).

Todas estas iniciativas van encaminadas hacia un “tipo de marketing que convierte la ciudad en una marca comercial” (Harvey, 2009, p. 113). De igual forma, problemáticas como la pobreza, la situación de violencia y el desempleo en la ciudad, han sido abordadas en la planeación de Medellín desde una perspectiva neoliberal que prioriza las ideas de competitividad, emprendimiento, inversión de capital, creación de clústeres, innovación, entre otras, que se empiezan a plantear con mayor fuerza en la ciudad desde la alcaldía de Sergio Fajardo (2004–2007), y que continuaron, con sus diferencias vale aclarar, en las administraciones de Alonso Salazar (2008–2011) y el gobierno de Aníbal Gaviria (2012– 2015).

Cabe destacar, que estos planteamientos tienen origen en un discurso global de finales de la década de 1980 liderado por el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Esto es así, toda vez que en 1989, el Banco Mundial presentó un informe que resultó decisivo para motivar la necesidad del emprendimiento en el país. Este informe sobre la economía colombiana “motivaba la necesidad de una nueva política económica, que pudiera convertir el sector externo en el factor dinámico del crecimiento, a partir de liberar el comercio y procurar así una mayor inserción del país en los mercados globales” (Macías, 2012, p. 59).

De esta manera se introduce el tema del emprendimiento a la agenda pública en el país, toda vez que,

según Ararat (2010) las primeras estrategias consistieron en fortalecer las empresas ya existentes en los diferentes sectores económicos del país e impulsar la creación de empresas de modo que pudieran competir en los mercados internacionales, contribuir al incremento de las exportaciones y equilibrar la balanza de pagos del país (Macías, 2012, p. 59).

Como primer referente jurídico de esta nueva forma de gestión económica se promulga la Ley de Ciencia y Tecnología de 1990 que dinamizó el emprendimiento a través de programas que lo promovieron por todo el país (Macías, 2012, p. 60). Además, en 1991 con la nueva Constitución Política, se determinaron “los aspectos concernientes a la libertad económica, los derechos de propiedad privada y propiedad intelectual a partir de varios de sus artículos” (Macías, 2012, p. 59).

Posterior a esto, vienen una serie de desarrollos normativos que contribuyeron a la construcción de una cultura del emprendimiento en el país:

•    La ley 344 de 1996 que vigorizó el Programa Nacional de Apoyo y Fortalecimiento de Incubadoras de Empresas creado por la Ley de Ciencia y Tecnología.

•    La ley 590 de 2000 llamada Ley Mipyme.

•    La ley 789 de 2002 (artículo 40) que crea el Fondo Emprender con el objetivo de financiar iniciativas empresariales provenientes de universitarios.

•    La ley 1014 de 2006 en la cual de manera explícita se estipulan los lineamientos para el fomento de una Cultura Emprendedora en todo el país.

•    La Política Pública de Emprendimiento del Ministerio de Comercio en el año 2009.

•    El CONPES 3582 que establece la Política Pública de Ciencia, Tecnología e Innovación (CTeI) donde se contempla el emprendimiento de tipo innovador como una meta deseable para el Estado colombiano (Macías, 2012, pp. 60-61).

Igualmente, para finales de la década de 1990 y comienzos del nuevo milenio en Medellín surgen distintas iniciativas que pretendían fomentar una cultura del emprendimiento en alianza entre el sector público con entidades de educación superior. En el 2001 se realiza el “Primer Encuentro Empresa Universidad Estado” organizado en alianza con la Universidad de Antioquia:

con el objetivo de lograr un espacio de reflexión e intercambio de experiencias, que permitieran a la universidad el fortalecimiento de las relaciones de cooperación de largo plazo con el sector productivo, para asegurar la pertinencia de su actividad académica. De allí en adelante se realizaron otros encuentros como el del año 2003, el cual tuvo el lema “Las Empresas, base de la Competitividad regional en un mundo globalizado” (Alcaldía de Medellín, 2010, p. 32).

Para el 2002, Medellín cuenta con algunas Unidades de Emprendimiento en distintas universidades de la ciudad que tienen el apoyo de la Administración Municipal. Estas unidades de emprendimiento llevan a cabo concursos para la creación de empresas, así como distintas actividades de formación y promoción de la cultura emprendedora. Esto ocurre así toda vez que:

durante la administración pública local de 2001–2003 se comenzaron a gestar experiencias como Medellín Emprende y RUEDA (Red Unificada de Emprendimiento de Antioquia) [...] En el año 2004 se recogieron las experiencias que traía la ciudad en los temas de fomento del desarrollo empresarial y se concretó el programa Cultura E (Macías, 2012, p. 67).

Ahora, una muestra de la manera como dichas ideas sobre la economía urbana han sido materializadas desde la puesta en marcha de iniciativas del gobierno municipal a partir de 2004, se presenta a continuación:

•    Cultura E, que surge en 2004, “se propuso promover la cultura del emprendimiento desde las generaciones de jóvenes, aprovechando los activos de conocimiento que en esta materia han construido diversas organizaciones y universidades locales" (Alcaldía de Medellín, 2010, p. 32).

•    Para el 2009 surge la iniciativa denominada Manzana del Emprendimiento, que se concreta con la construcción del centro de innovación y negocios Ruta N (Alcaldía de Medellín, 2010, p. 151).

•    En 2014 surge la estrategia integral Medellín ciudad para la vida (con un fondo presupuestal derivado de la venta a Millicom del 51 % de UNE Telecomunicaciones) que pretende construir “una ciudad más humana, más libre, más justa y más feliz, tocada por la verdadera transformación cultural que significa la equidad” (Alcaldía de Medellín, 2014, p. 28). Esta propuesta está fundamentada en cinco ejes: educación y cultura; institucionalidad y justicia; hábitat sostenible; inclusión y bienestar; y desarrollo económico con equidad3. Dichos ejes son materializados en proyectos como el Sistema de Protección para la Vida y el Jardín Circunvalar de los cuales será interesante hacer una lectura crítica desde el análisis de dispositivos de gubernamentalidad.

Para exponer en extenso dichas iniciativas municipales, es necesario resaltar que el programa Cultura E hizo parte del Plan de Desarrollo “Medellín Compromiso de toda la ciudadanía” en el periodo 2004-2007 bajo la administración de Sergio Fajardo. Esta estrategia se vincula a la Línea “Medellín productiva, competitiva y solidaria” que tenía dentro de sus estrategias el “desarrollo de nodos de incubación para nuevas empresas de baja, mediana y alta tecnología, en sectores estratégicos de la economía, por medio de diferentes mecanismos como las incubadoras, Centros de Desarrollo Zonal en las zonas con menores oportunidades, entre otros” (Alcaldía de Medellín, 2004, p. 137).

Por lo tanto, y atado a esa estrategia, surgen los Centros de Desarrollo Empresarial Zonal (CEDEZO) que están orientados a “fortalecer el desarrollo económico de la ciudad, mediante el emprendimiento, el desarrollo y la consolidación de micro y fami-empresas en función de los clústeres estratégicos de la región. Y a la vez buscan la mejora de ingresos para los emprendedores” (Alcaldía de Medellín, 2010, p. 101).

En cuanto a la iniciativa Manzana del Emprendimiento que emana del Plan de Desarrollo 2008-2011 “Medellín es solidaria y competitiva” del alcalde Alonso Salazar y que se inserta en el Programa Cultura E4, se tiene que se concreta con la construcción de su centro de innovación y negocios: Ruta N, el cual hace referencia:

a los caminos que vamos a recorrer para acortar las brechas que hoy tenemos con el mundo desarrollado, los caminos que nos van a permitir hacer proyectos más grandes, más poderosos y nos van a llevar a un nuevo norte, potenciando el desarrollo de la ciudad (Alcaldía de Medellín, 2010, p. 151).

Finalmente, aparte de la estrategia Medellín ciudad para la vida, la Alcaldía de Aníbal Gaviria (2012-2015) en su Plan de Desarrollo “«Medellín, un Hogar para la Vida» ha seguido fortaleciendo el emprendimiento. La línea 3 del Plan contempla la implementación de programas de desarrollo económico para la competitividad y tiene como objetivo consolidar la economía de la ciudad–región” (Macías, 2012, p. 69). Además, este plan de desarrollo plantea que la oferta y la estructura institucional de Medellín frente al emprendimiento, el fortalecimiento empresarial, la innovación y la economía barrial, social y solidaria es bastante amplia (Alcaldía de Medellín, 2012, p. 216).

Por otro lado, este último gobierno entiende que la apuesta por el emprendimiento hasta el momento había concentrado sus esfuerzos en las primeras etapas del desarrollo empresarial:

dotando de condiciones básicas de competitividad a las mipymes de la ciudad. [Ahora], con el ánimo de desarrollar el potencial de estas empresas, se requiere impulsarlas a través de la apropiación de las capacidades de innovación y cobertura de mercados nacionales e internacionales, elementos […] determinantes para su sostenibilidad y consolidación (Alcaldía de Medellín, 2012, p. 216).

De acuerdo con lo anterior, puede señalarse que en Medellín se han desarrollado simultáneamente por lo menos dos perspectivas de la planificación urbana: la primera, del lado del ordenamiento urbano racional y la segunda del lado de la idea de competitividad neoliberal (Cf. Harvey, 2009). Dentro de la primera, se encuentran los esfuerzos de las alcaldías de Sergio Fajardo y Alonso Salazar –incluso de Aníbal Gaviria– por “pagar la deuda social” por medio de la aplicación del urbanismo contextual que pretende partir del respeto de las particularidades físicas y sociales para intervenir el territorio (Martin, 2012, p. 472), lo que en Medellín se llamó -y aun se llama- urbanismo social. Con ello se emprendió la construcción de equipamientos urbanos en lugares tradicionalmente excluidos de la planificación de la ciudad5.

Igualmente, estos equipamientos iban acompañados de nuevos servicios públicos que propendían por incorporar urbanística, social e institucionalmente a aquellos sectores históricamente excluidos de la planeación de la ciudad con servicios orientados a la educación, la cultura, la recreación, la protección social y el fomento del empleo (Martin, 2012, p. 477). Este último punto relacionado con las estrategias desarrolladas por la segunda forma de planeación que se expondrá a continuación.

Respecto de la segunda forma de planeación centrada en la competitividad, se puede mencionar la estrategia emprendida desde la alcaldía de Sergio Fajardo para convertir a Medellín en la capital latinoamericana de la innovación y el emprendimiento con Programas como Cultura E (Cf. Fajardo, 2007) y otros, que procuran la transformación de la ciudad “a través de la actuación urbanística con el fin de atraer la inversión de capitales privados” (Harvey, 2009, p. 109). Además, en concordancia con este proyecto, es evidente el desarrollo acelerado de “la infraestructura necesaria para garantizar los procesos de acumulación de capital en una economía de especulación y primacía comercial y financiera” (Periferia, 2014, p. 2). Esto ocurre en el marco de la apertura económica signada por la presión del neoliberalismo, donde los gobiernos locales se vieron en la obligación de asumir este tipo de iniciativas productivas propias de las empresas privadas (Harvey, 2009, p. 110).

En Medellín esta situación ocurrió a causa de por lo menos dos factores: el primero, tiene que ver con el cambio de vocación y estructura económica que sufrió la ciudad desde la década de 19906, puesto que Medellín abandonó su vocación industrial para convertirse en un centro financiero y de negocios (Periferia, 2014, p. 2). Y segundo, como respuesta a la necesidad de ejercer algún tipo de control social sobre una cantidad considerable de personas en edad de trabajar que no contaban con un empleo por causa de la exclusión económica y social (Valencia, 2012, p. 105)7.

Dentro del primer factor, se encuentra, como ya se nombró, el agotamiento del modelo industrial que estimuló un proceso de recomposición del capital que fue evidente a partir de los años noventa cuando entró a operar un nuevo patrón de acumulación (Franco, 2006, p. 362). Este nuevo patrón de acumulación capitalista “condujo al fortalecimiento del sector servicios […], en tanto se partía del supuesto que, en el marco de las políticas de desregulación, liberalización y privatización, los bienes no transables son campo de mayor rentabilidad y velocidad de rotación del capital” (Franco, 2006, p. 372).

Además, algo que permitió afianzar mucho más este proyecto neoliberal en la ciudad de Medellín fue el fraccionamiento de los procesos productivos de sectores tradicionales, los cuales empezaron a descentralizarse desde grandes compañías a pequeñas unidades de producción. De esta manera se inició un proceso de reestructuración del tejido empresarial, que hizo que tanto las microempresas como las Pequeñas y Medianas Empresas -PYMES- se convirtieran en las mayores generadoras de empleo, aunque muchas de ellas no lograron consolidarse ni dinamizar de manera suficiente el crecimiento de la economía. Según Tabera, Ruiz y Osorno (2003) el bajo nivel de crecimiento económico y la limitada capacidad de generar empleo de buena calidad, estimularon en la ciudad prácticas de economía informal como una forma alternativa de subsistencia o de reducción de costos (Macías, 2012, p. 64).

Ahora, en cuanto al segundo factor, de acuerdo con el gobierno de Fajardo:

el auge del narcotráfico y la profunda crisis económica hacia finales de la década de 1980, afectaron el crecimiento económico. Con ello, el desempleo alcanzó niveles superiores al 20 % y la violencia y la falta de oportunidades para los más humildes, agravaron el problema y menoscabaron drásticamente la autoestima del medellinense. Por ello, vieron necesario que el gobierno local trabajara como promotor del desarrollo productivo y empresarial y como generador de condiciones para el desarrollo (Fajardo, 2007, p. 96).

Para ello, tuvieron como foco de su estrategia “ofrecer espacios de trabajo a población excluida del mercado laboral como es el caso de exreclusos, discapacitados, jóvenes estigmatizados, desplazados, mujeres cabeza de familia, entre otros” (Fajardo, 2007, p. 108). Igualmente, se trataba de un contexto en el que “el sector industrial declinaba en la participación del PIB regional, pasando de un 42,89% en la década del ochenta a un 29 % en este año” (Alcaldía de Medellín, 2001, 51). Los factores asociados a esta situación fueron, además de la apertura económica y los impactos en la disminución de la capacidad productiva de las pequeñas y medianas empresas, especialmente del sector textil y confección, “la migración desde otras ciudades y municipios, la falta de ajuste en formación para el empleo según las demandas locales, la poca coordinación entre la educación formal y el desarrollo económico local, el contrabando, entre otros” (ENS, 2012, p. 31).

La presión que esto ejercía en los gobernantes llevó que estos dirigieran propuestas de recuperación de la economía local acordes al modelo neoliberal de crecimiento institucionalizado en los planes nacionales, las mismas que en cuestiones de empleo implicaban modelar una nueva fuerza de trabajo, constituida a partir de nuevos saberes y conocimientos técnicos. De esta manera, se configuraron “dos modalidades de emprendimiento, uno orientado a la innovación y a la tecnología, para promover la proyección internacional de la ciudad, llamado emprendimiento de innovación; y otro que atendiera las situaciones de precariedad económica y pobreza, denominado emprendimiento barrial (Alcaldía de Medellín, 2010)” (Macías, 2012, pp. 65-66).

El emprendimiento de innovación está orientado a negocios y proyectos productivos con alto valor agregado centrados en la investigación y el desarrollo de tecnología de punta, mientras que el emprendimiento barrial está enfocado en ideas de negocio, principalmente de sobrevivencia que no involucran grados de escolaridad avanzados. “Así, mientras el gran esfuerzo de la Alcaldía [de Sergio Fajardo] en educación debería a largo plazo permitir mejorar los ingresos, los programas de estimulación, emprendimiento y competitividad apuntaron a mejorar, a corto plazo, las oportunidades en el mercado laboral” (Martin, 2012, p. 485).

Por otro lado, es necesario señalar que este conjunto de políticas económicas y sociales asumen a los emprendimientos barriales como formas de creación de empleo, pero por razones centradas en el mantenimiento del orden social. Ello, en atención a la necesidad de dar respuesta a las demandas sociales, políticas y económicas8 toda vez que, no atender estas demandas ciudadanas tendría una incidencia negativa en la gobernabilidad y en el mantenimiento del orden social, pues se tendría una cantidad importante de personas desocupadas que podrían estar dispuestas a ingresar en economías ilegales. Por ello, los gobiernos locales consideraron necesario mantener a los ciudadanos ocupados y ayudar a recortar la brecha entre pobres y ricos y así reducir la exclusión económica y social a través de las nombradas políticas (Valencia, 2012, p. 105).

La idea de crear empresa pareció haber calado en la praxis económica del ciudadano medellinense, pues como lo muestra la Comisión Regional de Competitividad de Antioquia para el año 2010 la Tasa Total de Nueva Actividad Emprendedora-TEA fue de 245.203 personas, correspondiente a 131.181 emprendedores nacientes y 114.023 nuevos empresarios.

Sin embargo, reconociendo que el emprendimiento no es una idea que surge exclusivamente en Medellín y que ha estado presente desde la teoría económica clásica (Cf. Valencia, 2012), y teniendo en cuenta que su desarrollo -tanto en Medellín como- en los países andinos ha sido amplio en las últimas dos décadas; es necesario anotar que la aplicación de estas premisas no se ha traducido en importantes tasas de crecimiento para las economías, pues la actividad emprendedora a través del autoempleo9 se entiende como de subsistencia, ante la ausencia de oportunidades de empleo dependiente (Valencia, 2012, p. 119). En el caso de Medellín, por ejemplo:

La cultura del emprendimiento se ha caracterizado más por promover empresas individuales que por propiciar la articulación de las existentes, ese amplio universo ya constituido en la ciudad que hoy requiere salir de la fase de subsistencia y situarse en una ruta de sostenibilidad que genere calidad de vida para las personas comprometidas en los proyectos (Betancur, 2008, p. 2).

Si estos emprendimientos dejan de ser vistos como subsistencia y se empiezan a crear empresas a través de la oportunidad antes que de la necesidad10, se podría lograr mayor crecimiento económico y una mejoría en las condiciones de vida de los emprendedores. En ese punto de la subsistencia y la sostenibilidad es donde está precisamente uno de los grandes retos de los gobiernos (Valencia, 2012, p. 122).

Esta tendencia hace destacables diagnósticos como los elaborados por la Escuela Nacional Sindical a propósito de la formulación de la política pública de trabajo decente en Medellín, en el cual plantea que:

el tipo de programas de empleo que se han emprendido en la ciudad han girado en torno a planes de choque y han tenido la característica de gestarse como reacción ante una realidad. El hecho de que la ciudad aún no cuente con una política de empleo de largo plazo, estructurada mediante un diálogo social, es un hecho suficiente para decir que lo que se ha hecho son esfuerzos locales pero desarticulados (ENS, 2012, p. 28).

Además, la cifras de desempleo y ocupación laboral que continúa reportando el DANE11 muestra que las variaciones cuantitativas de las tasas de empleo son leves (no supera los dos puntos por año) y, como lo diagnostica la Veeduría a los Planes de Desarrollo 1995-2011, “no se compadecen con la inversión que en materia de programas de capacitación y microcrédito han realizado las últimas administraciones” (Veeduría, 2012, p. 23).

4.    Dispositivos que promueven la cultura emprendedora-innovadora de la ciudad

Lo que trato de indicar con este nombre es, en primer lugar, un conjunto resueltamente heterogéneo que incluye discursos, instituciones, instalaciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas, brevemente, lo dicho y también lo no-dicho, éstos son los elementos del dispositivo. El dispositivo mismo es la red que se establece entre estos elementos (Foucault en Agamben, 2011, p.250)

La instalación de esta cultura del emprendimiento y la innovación, como se dijo, se produce en distintas estrategias en la ciudad que van desde la disposición, uso y apropiación de los espacios (Centro de innovación y negocios Ruta N, Centros de desarrollo zonal, Parques biblioteca, entre otros), hasta los cambios en los imaginarios y subjetividades, así como en las formas de habitar la ciudad que originan la emergencia de espacios de representación12 y/o espacios diferentes, que se resisten al modelo de ciudad y que cohabitan en algunos de los espacios construidos por el mismo.

Ahora, para hablar sobre esos cambios en los imaginarios y subjetividades de los ciudadanos y esa preocupación por el uso y apropiación del espacio y las reglas que se tejen en torno a él desde la planeación urbana emprendida por los gobiernos y por medio de los acuerdos tácitos que se dan entre los ciudadanos, es necesario remitirse al gobierno de las personas. Ese gobierno de las personas que aquí interesa se configura a través de la gubernamentalidad13 y los dispositivos que de esta se desprenden.

Pues bien, para hablar de ese gobierno de las personas, de acuerdo con Álvaro Sevilla (2010), la gubernamentalidad se configuró como la técnica para la producción de ciudadanos gobernables desde la primera industrialización hasta mediados del siglo XX, teniendo como objetivo el apaciguamiento del conflicto obrero de dichas épocas (Sevilla, 2010, p. 44). Además, junto al conjunto de políticas urbanas del capitalismo industrial en las postrimerías de la década de 1970, la gubernamentalidad desempeñó un papel fundamental en la gestión de las fuerzas de trabajo “a través de la formación de un nuevo hábitat y una nueva forma de habitar en la que nuevos usos y concepciones del espacio y de la ciudad fueran escritos en el cuerpo social del trabajo” (Sevilla, 2010, p. 45).

Es así como este cambio de paradigma ha conformado, desde la década de 1980, un renovado discurso:

caracterizado por la atención a escalas —la ciudad-región, los clusters nacionales y transnacionales de innovación productiva, la red de ciudades globales... procesos — competitividad y liderazgo de áreas metropolitanas, mejora en las condiciones de acceso y movilidad de las mismas gracias al esfuerzo sostenido en el incremento de infraestructuras de todo tipo, sofisticación de los mecanismos de gobernanza/gubernamentalidad urbana... — y técnicas —despliegue de una planificación estratégica estrechamente concebida desde lo económico, programas de regeneración urbana en áreas deprimidas o en espacios de oportunidad como los centros históricos, promoción de operaciones de urbanización masiva... — que han borrado de su horizonte la atención a los patrones locales de socialización en el espacio, de uso de la ciudad y de vida cotidiana (Sevilla, 2010, p. 45).

Además, esta serie de políticas de planificación urbana se fueron transformando simultáneamente con una nueva forma de ejercer el gobierno y entender la sociedad donde la economía se sacralizó (Papalini, Córdoba y Marengo, 2012, p. 202) y de esta manera, particularmente en el marco de la racionalidad política del liberalismo “avanzado14”, gobernar no involucra ahora solo al ordenamiento de actividades y procesos. El gobierno, además, “opera a través de los sujetos”.” (Papalini, Córdoba y Marengo, 2012, p. 203). 

Esta nueva forma de gobernar se materializó en procesos de subjetificación15 que articulan las nociones foucaultianas de subjetivación y sujeción como parte de una misma dinámica y que a su vez crea dos tipos de sujetos: un “homo prudens”, que se vigila a sí mismo, en su faz represiva y un “empresario de sí”, en su faz proactiva (Papalini, Córdoba y Marengo, 2012, pp. 194 y 199). Este tipo de subjetividades se configuran a través de los ya nombrados dispositivos que no son más que “un conjunto de praxis, de saberes, de medidas y de instituciones cuya meta es gestionar, gobernar, controlar y orientar –en un sentido que se quiere útil– los comportamientos, los gestos y los pensamientos de los hombres” (Agamben, 2011, p. 256).

Estos dispositivos se materializan en una serie de líneas que se entrecruzan, entretejen, colisionan y articulan (Cf. Deleuze, 1999). Dentro de esas líneas se resaltan las de fuerza y las de subjetivación. Las primeras se destacan por ser las correspondientes a la dimensión del poder (Deleuze, 1999, p. 156) y se componen de estrategias, acciones y prácticas de gubernamentalidad dirigidas a la gestión de la vida de la población. Igualmente, tienen por propósito “imponer contornos definitivos” al comportamiento de las personas en aras de su productividad (Cf. Deleuze, 1999). Ahora, las segundas son aquellas líneas que permiten plantear alternativas a esas líneas de fuerza infranqueables que se imponen como contornos definitivos, son un proceso, son “la producción de subjetividad en un dispositivo: una línea de subjetivación debe hacerse en la medida en que el dispositivo lo deje o lo haga posible. Es hasta una línea de fuga. Escapa a las líneas anteriores” (Deleuze, 1999, p. 157).

Esto implica que en el marco del liberalismo avanzado en el que se vive en las sociedades contemporáneas, el “homo prudens” o “empresario de sí” constituye el prototipo de sujeto de la ciudad capitalista. Es decir, alrededor del dispositivo de gubernamentalidad que se configura con el discurso del emprendimiento y la innovación, se crea un sujeto por medio de un proceso de subjetivación o subjetificación- útil para materializar este dispositivo de gobierno. Esto es así porque los dispositivos necesitan de “un proceso de subjetivación sin el cual no podría funcionar como dispositivo de gobierno […]. De esta manera, el dispositivo, antes que todo, es una máquina que produce subjetivaciones y, por ello, también es una máquina de gobierno” (Agamben, 2011, pp. 260–261).

“Es por esto que los dispositivos deben siempre implicar un proceso de subjetivación, deben producir su sujeto” (Agamben, 2011, p. 256) que, para este caso, es el ciudadano emprendedor, ese “homo prudens” o ese “empresario de sí” del que se habló más arriba. Sin embargo, estos dispositivos que se entienden hegemónicos, producen la emergencia de formas de apropiación diferentes que se resisten al modelo de ciudad imperante y que podrían ser nombrados como contradispositivos por su intención de profanar el dispositivo gubernamental (Agamben, 2011, pp. 260-261), que se supone sacro.

Estas formas de apropiación diferentes o identidades disidentes -que en otro lugar convendrá definir mejor16- que se apropian de ese tercer espacio, para decirlo con Soja (1996, citado por Delgado, 2003)17 o el espacio vivido por dichos sujetos portadores de otras identidades, viajan hasta el borde extremo del dispositivo como líneas de fuga y se convierten al final en líneas de fractura que dan el paso de un dispositivo a otro (Deleuze, 1999, p. 157), configurándose como el contradispositivo profano y profanador de las ideas de urbanismo social, competitividad, emprendimiento, inversión de capital, creación de clústeres, innovación, entre otras, que se despliegan en la ciudad de Medellín desde la alcaldía de Sergio Fajardo y que perviven hasta hoy.

“Es en este escenario, donde se manifiesta la gubernamentalidad urbana18, la consonancia de los saberes de los dispositivos de la gubernamentalidad neoliberal y los saberes construidos desde la resistencia, en la autogestión, característica de la gubernamentalidad desde abajo” (Rojas y Ospina, 2015). Aquí se pretende una articulación entre las gubernamentalidades y el urbanismo que, orientada por el estudio de lo que nombramos como gubernamentalidad urbana, permite un análisis como el que Sevilla (2010) formula en su agenda para un estudio biopolítico de la producción del espacio contemporáneo (Rojas y Ospina, 2015).

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Prensa

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Ponencias y trabajos de grado

Rojas, Didiher; Ospina, Viviana. (Julio, 2015). Gubernamentalidad y Heterotopías Urbanas: Una lectura sobre los contraespacios del poder ciudadano. Ponencia presentada en el VIII Congreso Latinoamericano de Ciencia Política (ALACIP), Lima, Perú.

Macías, John Fernando. (2012). El emprendimiento y la ciudadanía en Medellín. En: Ciudadanos emprendedores en Medellín. La formación de ciudadanos orientados al mercado en un escenario neoliberal (pp. 57 - 81). Tesis inédita de posgrado para optar al título de Magíster en Ciencia Política, Universidad de Antioquia.

Notas:

1“El Área Metropolitana del Valle de Aburrá fue creada mediante Ordenanza Departamental Nº 34 de noviembre 27 de 1980, para la promoción, planificación y coordinación del desarrollo conjunto y la prestación de servicios de los municipios que la conformaron.” Información recuperada de: http://www.metropol.gov.co/institucional/Paginas/Presentaci%C3%B3n.aspx

2“En el marco de dicha redefinición y teniendo en cuenta que las ciudades dependen de su forma de articulación a la economía global, aparece la reorientación de la función económica de ésta y dentro de ello la focalización estratégica en sectores como servicios financieros, diseño y moda, cadenas de comercio, telecomunicaciones y servicios médicos avanzados. Asimismo, como parte de esa transición se acogieron como ejes de reorganización del espacio urbano: conectividad, adecuación infraestructural del espacio urbano-regional, transformación de las cadenas productivas, reconversión industrial y renovación urbana” (Franco, 2006, p. 309).

3Esta estrategia entiende que las “Ciudades para la vida son tejidos urbanos que construyen, enriquecen y hacen amena la vida de todo ciudadano; son elevadas metas para toda la humanidad” (Alcaldía de Medellín, 2014, p. 143). Además, que las “Ciudades para la vida nutren la posibilidad de un mundo más equitativo, incluyente y con seguridad integral para todos” (Alcaldía de Medellín, 2014, p. 144).

4Esto es así toda vez que de acuerdo con el plan de Desarrollo 2008-2011 “se seguirá consolidando el programa Cultura E como la estrategia para el desarrollo empresarial de Medellín y el Valle de Aburrá, buscando transformar en la población valores, actitudes y competencias, mediante acciones integrales, que incidan en todos los procesos de emprendimiento, desde el más sencillo hasta el más sofisticado” (Alcaldía de Medellín, 2008, p. 83).

5Grandes obras públicas como los Parques Biblioteca, los Cedezo, los Proyectos Urbanos Integrales, los Colegios de Calidad, entre otros, hacen parte de esa idea de estos gobiernos de transformar las formas espaciales del entorno con el objetivo de solucionar los problemas sociales, constituyendo lo que Harvey llama “utopías de la forma espacial” (Harvey, 2009, p. 111) que en últimas no traen ninguna transformación de las condiciones de existencia de los pobladores de estos sectores. Dichas obras están orientadas, por lo menos, desde alguna de estas dos motivaciones: “en primer lugar la convicción que una intervención en el espacio urbano tiene efectos inmediatos en el mejoramiento de la calidad de vida de la población y en su capacidad competitiva; y segundo, la idea que políticamente es mucho más rentable una obra de infraestructura que una inversión social.” (Villa, 2007, p. 116).

6De acuerdo con Medellín Cómo Vamos (2008), la estructura económica de la ciudad cuenta con las siguientes características: “En cuanto al tamaño, el 98 % eran microempresas en 1997, y en 2007 ese porcentaje se mantenía, la mediana empresa era 0.16 % en 1997 y pasó a 0.14 %, mientras la pequeña empresa pasó de 1.7 % a 1.4 %. Por sectores, el comercio ha perdido participación, la industria manufacturera ha ganado algún punto, el que más se ha multiplicado es la industria hotelera y restaurantes, particularmente, al igual que ganó dos puntos la actividad inmobiliaria formal, el resto mantiene una participación muy similar” Medellín Como Vamos. (2008). Mesa de trabajo sobre empleo. Recuperado de: http://medellincomovamos.org/memorias-mesa- de-trabajo-sobre-empleo-2008

7Esta lectura y justificación para el ingreso de Medellín en la cultura del emprendimiento está en parte apoyada en los niveles de pobreza y desempleo en la ciudad, puesto que para el año 2003 –año anterior al inicio de la alcaldía de Sergio Fajardo– la tasa de desempleo de la ciudad se ubicaba en un 16 % según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) y para el 2004 según la Encuesta de Calidad de Vida de Medellín en un 14 % (Robbins y Salinas, 2006, pp. 98 - 99). Igualmente, para 2004 el Índice de Necesidades Básicas Insatisfechas NBI era del 18 % y la cantidad de personas bajo la línea de pobreza estaba en cerca del 60 % (Flórez, Arenas y Mesa, 2009, p. 198).

8De acuerdo con Germán Valencia “los gobiernos locales […] han tenido que asumir el reto de mantener la gobernabilidad desde lo local, dando respuesta a las demandas sociales, políticas y económicas. Muchos de los gobiernos locales utilizan como estrategia para dar respuesta a estas demandas, la gobernanza o gobernación del desarrollo, que consiste en un proceso de cooperación y coordinación que integre las estrategias de los actores públicos y privados, sus decisiones de invertir y los intercambios que se establecen entre ellos. Uno de los programas más utilizados y más funcionales, por parte de los gobiernos locales para dinamizar la producción, mantener o mejorar el nivel de empleo y remediar la exclusión económica ha sido el fomento de la cultura del emprendimiento” (Valencia, 2012, p. 117).

9El autoempleo se define como la puesta en marcha de una actividad económica con el objetivo de conseguir una ocupación, siendo el trabajo el principal interés y aportación a la empresa (Valencia, 2012, p. 111). Por otro lado, “El trabajo autónomo o autoempleo viene convirtiéndose en la principal característica del mercado laboral, a pesar de que aun contribuye poco a la creación de empleo y renta”. Según Guzmán y Romero (2005, p. 80), el trabajo autónomo se difunde tanto en el mundo que comienza a ser tomado como la “forma primigenia de empresa y al trabajador autónomo como forma elemental de empresario”.” (Valencia, 2012, p. 111)

10“La alta mortalidad [de las empresas] está explicada en parte porque el perfil emprendedor es muy bajo. […] Lo anterior puede equipararse a la división que realiza el Global Entrepreneurship Monitor -GEM-, de acuerdo al cual en los países de bajo y mediano ingreso la motivación para iniciar una empresa por parte de un emprendedor son en su mayoría por necesidad, mientras en los países de altos ingresos en su mayoría la motivación es la oportunidad” Medellín Como Vamos (2008). Mesa de trabajo sobre empleo. Recuperado de: http://medellincomovamos.org/memorias-mesa-de-trabajo-sobre-empleo-2008

11Según el DANE, la tasa de desempleo (TD) y la tasa de ocupación (TO) en Medellín entre los años 20002013 son las siguientes: TD/ 2010:20,0; 2001:16.5; 2002:15,2; 2003:14,0; 2004:15,1; 2005:13,8; 2006:13,4; 2007: 12,1; 2008:13,6; 2009:15,7; 2010:13,9; 2011:11,8; 2012:12,0; 2013:10,3. TO/ TD/ 2010:48,1; 2001:49,9; 2002:51,10;   2003:52,30;   2004:52,00;   2005:50,90;   2006:49,10;   2007:   54,34;   2008:52,75; 2009:55,58; 2010:56,46; 2011:56,60; 2012:57,9; 2013:57,6.

12De acuerdo con Edward Soja citado por Delgado: “los espacios de representación son espacios vividos por los habitantes y usuarios del espacio; son espacios de resistencia, espacios simbólicos y contraespacios que contienen simultáneamente a los otros espacios (Delgado, 2003, p. 95).

13Respecto de la definición de gubernamentalidad es preciso rescatar su condición de neologismo respecto de la acción gubernamental pues “[…] retiene la noción de “mentalidad”, matiz que ubica a estas actividades dentro de una lógica práctica o, en las palabras de Rose, llama la atención sobre cuánto la actividad de gobierno está ligada a la actividad del pensamiento. Pero este pensamiento nunca es una especulación por encima de los “gobernados” sino que se plasma en recursos, dispositivos, argumentos y medios que modelan la conducta de los sujetos” (Papalini, Córdoba y Marengo, 2012, p. 197).

14“Rose y Miller delimitan, en este sentido, tres distintas “familias de gubernamentalidad” constitutivas del ejercicio del poder político en las democracias liberales de occidente, a saber: el liberalismo clásico, el gobierno social y el liberalismo avanzado (Rose y Miller, 2008: 17-18). […]. En este sentido, el liberalismo clásico, en tanto conjunto más o menos consistente de programas políticos, está en la base del ciudadano entendido como individuo activo y autocentrado. El gobierno a través de lo social, por su parte, explica la ciudadanía como el ejercicio cívico de un individuo solidario. Y el liberalismo “avanzado” de las últimas décadas, en fin, representa el trasfondo del individuo autónomo y emprendedor, cuya identidad se inserta en un denso entramado de lealtades comunitarias (Rose, 1996)” (Papalini, Córdoba y Marengo, 2012, pp. 204 - 205). [El énfasis es nuestro]

15“Usamos el término ‘subjetificación’ para designar todos esos procesos y prácticas heterogéneos por medio de los cuales los seres humanos llegan a relacionarse consigo mismos y los otros como sujetos de cierto tipo”. (Rose, 2003, pp. 218 - 219 Citado en Papalini, Córdoba y Marengo, 2012, p. 195)

16Que, sin embargo, es bueno reseñar acá que parten del concepto de heterotopía, entendido como espacio diferente de acuerdo con Foucault y como contraespacio de la política si atendemos a la definición de Defert. (Rojas y Ospina, 2015).

17El tercer espacio se refiere a “los espacios de representación relacionados con el lado clandestino de la vida social. Estos espacios están llenos de política e ideología, y se fundamentan en las prácticas materiales que concretan las relaciones sociales de producción, explotación y sometimiento. Deberán hacer énfasis en los espacios dominados, en los espacios de las periferias, en los márgenes y en los marginados, en los espacios de la oposición radical y de la lucha social, en los espacios de la diferencia y de la diferenciación.” (Delgado, 2003, pp. 96 – 97).

18“gubernamentalidad urbana entendida como el conjunto de dispositivos orientados al control productivo de la población en el marco de un orden neoliberal que incluye también el espacio político –de ahí que pensamos en la adjetivación a partir de lo urbano- como receptor y a la vez generador de prácticas políticas que construyen y deconstruyen la ciudad.” (Rojas y Ospina, 2015).