Natalia Cristina Marín Pineda1
En el texto se reflexiona sobre la acción violenta en movilizaciones estudiantiles en la Universidad de Antioquia, abordando la diversificación de grupos clandestinos y la importancia de la organización gremial estudiantil. Se presentan algunos postulados teóricos en torno a la contienda política y se discute sobre los actores y la diversificación de repertorios de acción en el movimiento estudiantil. El análisis considera la diversidad de actores en las protestas y cómo factores como las reivindicaciones o la institucionalización y la exclusión pueden influir en la utilización de repertorios violentos. Se señala la importancia de abordar la violencia y asumir responsabilidades, así como la necesidad de recuperar la organización gremial para incidir en la estructura universitaria.
Palabras clave: Tropel, acción colectiva, Universidad de Antioquia
La acción violenta en el marco de la movilización social ha estado presente de manera recurrente. En Medellín se destaca el uso de esta en los paros cívicos del 77, del 81, del 85 y más recientemente en el estallido social del 2021, durante el cual tomo gran protagonismo con las denominadas primeras líneas, de igual forma, la reivindicación de la violencia revolucionaria ha estado presente de manera sistemática en el movimiento estudiantil, es decir, esta no ha sido un recurso nuevo o novedoso en el marco de la acción colectiva. Sin embargo, aunque siempre había estado presente, es sólo hasta la década del 2000 que se empieza a evidenciar el incremento de lesionados, mutilados y muertos. Con ello, emerge la reflexión en torno a la defensa de la vida y empiezan a ser interpelados ciertos repertorios de movilización y con ello los discursos heroicos que se tejen en torno a las muertes dadas en el marco de la protesta, específicamente en el ámbito universitario. En el caso de la Universidad de Antioquia son significativos los sucesos del 2005 donde pierde la vida de Magaly Betancur y Paula Ospina, los del 2 diciembre de 2019 donde muere Julián Andrés Orrego y los del 09 de junio de 2022 donde muere Stefany Orrego. De igual forma, ha habido eventos sistemáticos donde estudiantes que participan de la protesta resultan mutilados o quemados, como lo fueron los sucesos del 15 de febrero de 2023.
Esta disertación que se presenta a continuación ubica reflexiones que se han ido tejiendo en las aulas, con colectivos, procesos de estudiantes, estudiantes, primeras líneas. Esta cercanía ha permitido ubicar: primero, mi lugar de enunciación; segundo, algunas discusiones sobre la acción colectiva disruptiva y violenta, identificando los actores, repertorios, reivindicaciones, objeto contendor y espacialidades y tercero, algunas preguntas y necesidades. Es decir, esta disertación intenta ubicar de manera contextual como se ha visto la acción violenta y cómo se sitúa en un espacio determinado, la Universidad de Antioquia.
Desde el 2001 conocí la calle como algo más que eso. Siendo muy pequeña me encontré en medio de consignas en torno a la ley de transferencias y el Plan Nacional de Desarrollo. Después discutimos sobre el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), el Tratado de Libre Comercio (TLC) y la instalación de bases militares en el país, pegamos calcas e hicimos pintas. Teníamos razones. Años más tarde me di cuenta de que estas calcas, inofensivas a mi modo de ver, y aquella reseña hecha por la policía en el CAI del Parque Berrío cuando salía de una reunión de estudiantes de secundaria, apareció en algún expediente judicial.
Así me fui haciendo consciente de aquello que después nombraría como violencia política. Dicho esto, debo decir que el movimiento estudiantil me permitió salir de la ciudad, conocer otras visiones, posturas, colores. Por ello no es posible escribir sin implicarme, lo que algunos académicos consideran un “gran error”. Pero para mí, debo decir, la implicación me ha permitido interpelar, criticar y moverme de lugar, pues en esos lugares aprendí de crítica, autocrítica y trabajo colectivo. Estas palabras son entonces producto de la implicación.
Lo primero que quisiera plantear es que la acción colectiva puede adoptar muchas formas y, para efectos de la discusión, me concentraré en la acción colectiva contenciosa como base de los movimientos sociales. Lo segundo es que dicha acción colectiva, y cualquier acción colectiva que sea objeto de análisis, debe situarse en un momento histórico determinado. Lo tercero es que la realización de una u otra acción colectiva no implica necesariamente un escenario de contienda política transgresiva o violenta.
Autores como McAdam, Tarrow y Tilly (2005) han presentado algunos elementos sobre la acción colectiva y la contienda política que quisiera retomar para iniciar la discusión. No por ello desconozco los desarrollos dados por otras corrientes teóricas. Pero para efectos del diálogo, me permiten ubicar algunos elementos que considero centrales.
Toda vez que “la acción colectiva es el principal recurso, y con frecuencia el único, del que dispone la mayoría de la gente para enfrentarse a adversarios mejor equipados” (Tarrow, 1998, p. 20), es importante distinguir en qué momento emergen o son utilizados cierto tipo de repertorios de acción. Cabe aclarar que la noción de repertorio tiene en el centro un marcado carácter estratégico, en tanto está condicionada por los resultados o efectos que pueda tomar la acción emprendida. Los repertorios tienen una dimensión que conecta con lo narrativo, ya que su uso busca poner en el escenario de lo público demandas y reivindicaciones y, a la vez, generar cohesión, adhesión e identidad.
Gran parte de los movimientos y organizaciones ponen en el centro la discusión sobre los repertorios de confrontación a utilizar en una coyuntura específica: ¿en qué momento?, ¿cuáles pueden ser los efectos de los mismos?, ¿quiénes pueden o es deseable que se impliquen?, etc.
Como lo plantean Barrera y Hoyos (2020), retomando a Tilly, los repertorios son:
El conjunto de medios que los grupos tienen a su disposición para visibilizar reclamos de distinto tipo en contra de diferentes individuos o grupos. Un conjunto que, advierte, no es ilimitado ni tampoco surge espontáneamente, pues se trata de construcciones culturales asociadas a procesos de aprendizaje que se despliegan en el tiempo de acuerdo a la organización del poder al interior de las sociedades y la interacción entre desafiantes y adversarios. Como Tilly señala en otro de sus trabajos, los repertorios no son únicamente lo que las personas hacen cuando deciden visibilizar un reclamo; son también aquello que saben hacer y lo que la sociedad espera que hagan de acuerdo a un conjunto delimitado de opciones definido culturalmente. (p. 170)
En el marco de la contienda política transgresiva, es decir, aquella “interacción episódica, pública y colectiva entre los reivindicadores y sus objetos” (McAdam et al., 2005, p. 5), se despliegan diferentes repertorios tendientes a obtener resultados. Estos se determinan en función de la correlación de fuerzas presentada, de las características de los actores que se implican y de las demandas puestas en juego. Al contrario de la acción colectiva de orden convencional2, la acción colectiva de orden disruptiva se corresponde con:
Todas aquellas tácticas que interfieren en el funcionamiento cotidiano de la sociedad pero que, incluso en sus formas más extremas, constituyen a lo sumo una amenaza de violencia. Requiere de niveles de coordinación importantes y suelen ser efectivas en la medida que llaman la atención de las autoridades a quienes los manifestantes dirigen su reclamo. Invasiones, tomas de entidades y bloqueos de vías son algunas de las tácticas que hacen parte del repertorio disruptivo. (Tarrow, 1998, p. 192)
Por otra parte, los llamados repertorios violentos se corresponden con:
Todas aquellas tácticas que buscan alterar el funcionamiento rutinario de la sociedad a través de acciones que intencionalmente buscan generar un daño físico a objetos o personas. Se trata de una táctica que requiere de un nivel mínimo de organización y movilización pero que acarrea grandes riesgos en relación con la reacción que pueda desencadenar. (Tarrow, 1998, p. 96)
Hablar de repertorios violentos implica que la determinación o calificación de una práctica como “violenta” dependerá del grado de legitimidad de la misma en una sociedad determinada.
Su aceptación, por tanto, puede no ser uniforme a todas las sociedades o en el interior mismo de ellas. En este sentido, es importante distinguir qué institución, persona o grupo social etiqueta un acto como violencia, cómo cada ejecutor de la violencia afirma la legitimidad de su práctica y cómo esta se inscribe en las estructuras y relaciones de poder. (Espinoza, 2020, párr. 3)
Para dilucidar los repertorios en el marco
del contexto universitario, es importante tomar en cuenta varios
elementos. El primero de ellos es la caracterización de los grupos que se
implican en la protesta. Frente a estos es primordial entender que no son
homogéneos y que han fluctuado en el tiempo, pues ello nos evitará caer en
juicios morales o esencialistas frente a la decisión que toma un colectivo
de usar o no la violencia en cierto momento determinado. Esto para indicar
que no todos los grupos que se implican en el tropel son iguales.
Segundo, el uso por parte de los actores de cierto tipo de repertorios
estará condicionado por su nivel de institucionalización, interlocución e
incidencia política. Sobre esto, aunque no de manera lineal, quienes
carecen de acceso permanente a los canales de diálogo o se sienten en
lugares de exclusión pueden desplegar de manera más reiterada cierto tipo
de repertorios catalogados como violentos.
Tercero, las demandas y reivindicaciones que se despliegan en el marco de
la acción violenta y cuarto, las espacialidades, en tanto asimetría de
poder es importante considerarla, ya que permite entender el acceso
diferenciado a los repertorios y su uso.
2.1 Sobre los actores
Frente al primer elemento, es decir, la caracterización de aquellos que se
implican en el tropel, se debe afirmar que estos han ido transformándose.
Habría que decir que en la década del dos mil las expresiones
organizativas clandestinas con presencia en la Universidad de Antioquia
estaban inscritas en su mayoría a procesos o corrientes de pensamiento
político con tendencia camilista, bolivariana, anarquista, trotskista y
maoísta, principalmente. En estos podemos distinguir el Movimiento
Bolivariano, los Guardias Rojos, los Camilistas y Guevaristas.
A partir de lo sucedido en febrero de 2005 en la Universidad de Antioquia,
el tropel entra en un proceso de reflujo. El miedo se apoderó de la
universidad y esta expresión perdió cierta fuerza —especialmente hasta un
año después— y se diezmaron de alguna manera los acumulados y trayectorias
organizativas.
Desde el 2008 y hasta la actualidad, en la Universidad de Antioquia se
evidencia la emergencia continua de grupos organizados clandestinamente.
La mayoría bajo el supuesto de independencia frente a las ideologías que
hasta entonces habían sido dominantes en ese tipo de expresiones
organizativas. Aparecieron grupos como el Movimiento 8 y 9 de Junio
(M-89), Estudiantes Revolucionarios en Acción (ERA), Sin Necesidad de
Figurar (SNF), Guardia Estudiantil, Estudiantes Transformadores
Alternativos (ETA), Acción Clandestina Desde Abajo (ACDA). Así mismo,
tienen presencia las Juventudes del Movimiento 19 de Abril (JM-19),
Brigada Rebelde Gustavo Arias Londoño, la Federación Anarquista
Klandestina (FAK), el Movimiento Carlos Pizarro, el Movimiento Jaime
Bateman Cayón, el Movimiento Popular Revolucionario (MPR) y de manera
mucho más reciente la colectiva Acción Clandestina Policarpa Salavarrieta.
Esto evidencia que no hay hegemonía de los actores, lo cual hace más
difícil la caracterización y sobre todo el diálogo y la negociación.
Además, supone un problema: la masificación de los artefactos que fabrican
y utilizan las agrupaciones estudiantiles clandestinas —conocidas en su
jerga como “armamento popular”—. Debido a esto se despliegan acciones de
confrontación que dejan ver un uso excesivo de explosivos (antes no
visto), agresiones a la comunidad universitaria, instalación de
cocinas en espacios abiertos, etc.
Otro elemento importante en la caracterización de los actores que se
implican en el escenario estudiantil es la organización gremial de ese
estamento universitario, los estudiantes. Durante la década del dos mil se
visualizaban procesos estudiantiles fortalecidos. Tenían presencia la
Federación Universitaria Nacional (FUN-Comisiones), Identidad Estudiantil,
la Juventud Comunista (JUCO), las Brigadas Antiimperialistas, la
Organización Colombiana de Estudiantes Universitarios (OCE), la Asociación
Colombiana de Estudiantes Universitarios (ACEU). Así mismo, cobraron
fuerza iniciativas de orden gremial como el comité de voceros, que
participó y se articuló en la dinámica nacional a través de los Encuentros
de Estudiantes Universitarios (ENEU). Esto dinamizó de forma mayoritaria
las reivindicaciones en el plano estudiantil a partir de escenarios de
confluencia e interlocución política, como la Mesa Amplia Estudiantil de
Antioquia (MAREA) y la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE).
La organización gremial es importante en tanto, en algunos momentos,
contuvo la protesta estudiantil clandestina y violenta en la universidad.
En esas ocasiones se presentaron discusiones en el marco asambleario en
las que se insistió en que la acción directa no fuera la primera y única
forma de protestar y demandar. Por el contrario, se promovía la
priorización de la construcción de una reforma educativa y el privilegio
de otras formas de movilización e incidencia política.
2.2 Sobre los repertorios de acción
Si bien el repertorio violento se ha discutido últimamente por sus
implicaciones en el escenario universitario , en el marco de la acción de
protesta estudiantil aparecen otros mecanismos de protesta como besatones,
festivales, ollas comunitarias, canelazos, estampatones o acción gráfica .
Continuamente, entre el estudiantado se da la emergencia de nuevas formas
de movilizar, priorizando la necesidad de convencer. Es así como se
juegan, en el escenario de lo público, estrategias a partir de lo
artístico, que cobran fuerza y vitalidad en el seno del movimiento
estudiantil.
Los repertorios varían y se modifican en función del contexto y de la
emergencia o visibilización de nuevos actores. Habría que preguntarnos:
¿hasta qué punto seguimos utilizando viejos repertorios para nuevos
problemas y actores? Todo repertorio, por novedoso que sea, implica un
ejercicio de aprendizaje e incorporación de saberes para el adversario o
contendor, lo que hace que el repertorio pierda fuerza y vigencia, pues se
torna rutinario y fácil de reducir a cero. Por ejemplo, la huelga fue
novedad en el momento en que el patrón no sabía cómo operar frente a la
misma, pero perdió fuerza cuando el patrón incorporó aprendizajes, su
capacidad de sorpresa disminuyó y fue un repertorio de fácil contención.
En la medida en que las fuerzas de contención se tecnifican, se hace más
fácil la persecución como acción sistemática. Estrategias como la toma o
quema de elementos del adversario (insignias, motos, edificios, etc.)
terminan siendo en muchos casos un acto performativo, que poco o nada
contribuye a la consecución de la reivindicación y que, en el plano de la
ciudad de Medellín, la ubica como una acción que carece de legitimidad por
los costos humanos y materiales que implica.
También es cierto que el repertorio violento llama la atención por su
carácter ruidoso y estruendoso. Sin embargo, por ejemplo, en el marco del
estallido social, según la Secretaría de Seguridad de la Alcaldía de
Medellín, de trescientas cuarenta y seis manifestaciones registradas
durante el 2021, el 72 % fueron pacíficas y solo el 28 % terminaron en
violencia.
Doug McAdams propone “contemplar en el análisis de la acción colectiva
tanto los costos como los riesgos anticipados que ésta acarrea” (citado
por Barrera y Hoyos, 2020, p. 175), así como los costos futuros y los
efectos. En este contexto, si perdemos una sola vida más a causa de la
violencia, perdemos demasiado. Sin embargo, aunque el costo de la acción
violenta al interior de los espacios universitarios es cada vez más alto,
no puede desconocerse que, en ocasiones, la acción directa y violenta ha
sido una forma que ha permitido demandar al Estado y equilibrar la
correlación de fuerzas. En otras ocasiones, ese tipo de acción ha derivado
en un ritual performático de enfrentamiento con la fuerza pública.
2.3 ¿Qué reivindicaciones o demandas aparecen?
Las reivindicaciones del movimiento estudiantil han seguido una línea
discursiva a través de los años ubicada en la generación de políticas de
bienestar para la permanencia estudiantil, en el mejoramiento de la
infraestructura física, en la disminución del déficit presupuestal, en la
cobertura, la calidad y en las condiciones laborales dignas para el
ejercicio docente. Es decir, las demandas centrales son de estatalidad,
que el Estado se haga cargo del déficit presupuestal, que formule una ley,
que construya infraestructura, que garantice condiciones para la
movilización, entre otras. Así mismo, aparecen reivindicaciones ancladas a
la solidaridad con otros sectores en movilización (corteros de caña,
indígenas, comunidades negras, etc.) o ejercicios de memoria en
determinadas fechas conmemorativas. Estas demandas, reivindicaciones y
conmemoraciones son casi siempre expresadas a través de comunicados o
discursos en la plaza pública.
Sin embargo, la visibilización de otros actores ha puesto en jaque la
estructura administrativa de la universidad y la estructura de las mismas
organizaciones estudiantiles. Los reclamos por abordar las violencias
basadas en género, y las demandas de justicia epistémica a partir de la
incorporación en los pensum de pensadoras mujeres, afro, indígenas, ha
permitido el cambio de las agendas políticas del movimiento estudiantil.
En suma, este movimiento obedece cada vez menos a las viejas lógicas
organizativas de asambleas y discusiones dogmáticas entre una u otra
tendencia política.
El cuidado de lo comunitario y lo colectivo aparece como un elemento
central en la agenda política. Por ejemplo, el dar lugar al afecto, las
emociones políticas, la salud mental y el cuidado de los animales. Todas
ellas, reivindicaciones que nos descolocan a los viejos y viejas
militantes e interpelan necesariamente las tradicionales formas que
asumimos en otro momento de hacer la política. Así, pareciera que el
sacrificio y la consigna cristiana de ofrendar la vida y “ser semilla que
germinará” no será más para las nuevas generaciones.
2.4 ¿Quién o quiénes se ubican como el objeto contendor en la
movilización?
Empecemos por decir que el uso de una u otra táctica dependerá del
análisis que los manifestantes hagan del adversario o del objeto
contendor, es decir, de las posibilidades de abrir canales de diálogo, de
la tecnificación de las fuerzas y de los mecanismos de contención que
puedan desplegarse, legal o ilegalmente.
En los casos en que el objeto contendor es el Estado, se despliegan
repertorios de acuerdo con las creencias y cosmovisiones que los
movimientos y actores tienen frente a este. Si la lectura y postura
ideológica está anclada a la toma del poder tiene sentido la violencia
revolucionaria, pues lo que prevalece es un ejercicio de impugnación de un
orden político y cultural. Al contrario, si esto se va modificando, como
es el caso de organizaciones políticas que viran su cosmovisión hacia la
construcción de poder, aparecerán validados escenarios como el
institucional —incluso considerado necesario para incidir políticamente—.
Es importante señalar que en este debate el Estado aparece como objeto de
la demanda y como mediador.
En el escenario universitario, la administración aparece como objeto de la
demanda. Pero su lugar en la mediación termina por ser bastante limitado,
en tanto carece de mecanismos de acceso regular para la tramitación de los
conflictos y demandas.
2.5 ¿Dónde se juegan las reivindicaciones? Acerca de las espacialidades
Hay que decir que en los últimos años y ante el escenario de la pandemia,
la universidad perdió relevancia como escenario en el que se escenifica la
contienda y ganaron protagonismo el barrio, la calle y la virtualidad.
Reivindicaciones otras, que escapan a la contradicción capital-trabajo, se
escenifican y configuran en nuevas espacialidades. Son actores colectivos
y colectivas que empiezan a ubicar en el centro de la discusión el cuerpo,
los afectos y las emociones.
Las espacialidades, a la vez, nos hablan de las escalas local, regional y
nacional. En qué momento estas intervienen y se intersecan dependerá de
los grados de coordinación y la correlación de fuerzas.
3. Elementos críticos de cierre
El tropel ha pasado a ser, en la mayoría de veces, una acción ritual de
carácter performativo: la capucha, el brazalete y, casi nunca, el
comunicado o el discurso en la plaza pública. La demanda queda en la
periferia del repertorio.
El papel de la organización gremial ha sido diezmado. En esta vía, hay que
recuperar las formas organizativas, dotarlas de legitimidad y generar
procesos de cohesión que permitan incidir políticamente en la
estructuración de la universidad.
La violencia, al igual que las conflictividades sociales (el consumo, el
copamiento de la universidad por estructuras ilegales, las fiestas, la
descomposición social), sigue siendo tema de debate en los pasillos. Nos
da miedo todavía hablar de ello y, más aún, asumir las responsabilidades
que hemos tenido en el crecimiento de las mismas, tanto actores internos
(docentes, estudiantes y administrativos) como externos de la universidad
(organizaciones sociales y políticas, insurgencias, etc.). Es hora de
hablar de los temas vedados.
Por último, pero no menos importante, como lo plantea Tarrow (1998): “La
gente no arriesga el pellejo ni sacrifica el tiempo en las actividades de
los movimientos sociales a menos que crea tener una buena razón para
hacerlo” (p. 23). En este escenario entra en juego la validez de la razón
y dicha validez depende casi siempre de un juzgamiento que se realiza
desde un lugar moral o de privilegio (el cual es nuestro caso).
Referencias
Barrera, V. y Hoyos, C. (2020). ¿Violenta y desordenada? Análisis de los
repertorios de la protesta social en Colombia. Análisis Político, (98),
167-190.
Espinoza, C. (2020). Protesta social y violencia. Universidad Academia de
Humanismo Cristiano. https://www.academia.cl/protesta-social-y-violencia/
McAdam, D., Tarrow, S. y Tilly, C. (2005). Dinámica de la contienda
política. Cambridge University Press.
Tarrow, S. (1998). Poder en movimiento. Cambridge University Press.
Notas al pie:
1Socióloga, magíster en ciencia política, estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquia. Ponencia presentada en el seminario ¿“La acción violenta no es toda igual”? Conversaciones sobre “el tropel” llevado a cabo en la Universidad de Antioquia el día 28 de marzo de 2023. ncristina.marin@udea.edu.co
2Por tales se entiende a aquellas que “buscan generar un cambio o expresar un descontento sin interrumpir el funcionamiento rutinario de la sociedad y sin incurrir en altos costos respecto a la reacción que pueda desencadenar en el adversario a quien se dirige el reclamo” (Barrera y Hoyos, 2020, p. 171).
Nombre bajo el que se conocen los
espacios en los cuales se hace la mezcla de materiales y se fabrican las
denominadas “papas bomba”.
Muerte de más de ocho estudiantes en la última década en el marco
de los denominados tropeles universitarios en la Universidad de Antioquia
y la Universida