URL DOI: http://doi.org/10.17533/udea.efyd.v33n1a11
Reseña de libro:
El
ocio en la ciudad. Una
reseña de “La
ciudad conquistada” de Borja
ReseNHa
do
livro:
O
ócio na
cidade. uma resenha DE “a cidade conquistada” de Borja
BOOK REVIEW:
THE
LEISURE
IN THE CITY. A REVIEW OF THE CITY CONQUERED WROTE BY BORJA
Título:
La Ciudad Conquistada
Autor:
Jordi Borja
Editorial:
Alianza
Ciudad:
2010
Edición:
1ª
ISBN:
978-84-206-4177-5
Páginas:
384
Por: Junior
Vagner
Pereira da Silva
Doctor por la Universidade Estadual da Bahia.
Profesor en la Universidade Estadual da Bahia
y
en la Universidade
Federal de
Mato Grosso do Sul (Brasil).
jr_lazer@yahoo.com.br
Silva P., J. V.; reseña de libro: el
ocio en la
ciudad (2014). Una
reseña de “la ciudad
conquistada” de Borja. Revista Educación Física y
Deporte, n.33
(1), 193-203, Ene-Jul 2014
RESEÑA EN ESPAÑOL
Este trabajo constituye
una reseña
crítica del libro La Ciudad Conquistada, de autoría de Jordi
Borja, publicado
por la Editorial Alianza en el año 2010. El objetivo de esta reseña
es
desarrollar un análisis de la obra,
evaluando sus
posibles contribuciones respecto al proceso de industrialización y
urbanización, sus consecuencias en los espacios públicos, y la
vida en la
ciudad. Específicamente se busca analizar cómo el contenido del
libro puede ser
aplicado a cuestiones relacionadas con
el ocio en la
ciudad.
Nacido en 1941, geógrafo y
urbanista,
Jordi Borja es natural de Barcelona, con desempeño en diversas
universidades
(Barcelona, Autónoma de Barcelona, Abierta de Cataluña y Técnica de
Cataluña),
como también ocupó cargos de dirección en
el
ayuntamiento de Barcelona y prestó asesorías en Europa y América
Latina.
La ciudad conquistada se encuentra estructurada
en siete
capítulos, que abordan a “La ciudad, aventura de libertad”, "La
ciudad en
sus tres dimensiones o la nueva revolución
urbana”,
"La ciudad como oferta y la innovación urbanística”, "La ciudad es
el
espacio público”, "De la urbanización a la ciudad”, “Espacio
público y
espacio político" y "Las ciudades en la globalización. La cuestión
de
la ciudadanía".
Caracterizándola como hija
del proceso
de la Revolución Industrial, Borja expone que la ciudad moderna,
marcada por la
ocupación poblacional y la metropolización, después de la reforma
urbana
emprendida por Haussmann en París en 1853 (demolición
de
viviendas y expulsión de la clase obrera de la región central, e
incluso de la
ciudad), acción que sirvió de modelo y posteriormente fue adoptada
en diversos
países, el centro urbano se constituyó en espacio reservado
prioritariamente a
la clase media y alta, dejando a la
clase
socioeconómicamente baja, la periferia.
Esto porque, durante la
ocupación de
París, cada vez más por campesinos, que se alojaban en tugurios y
casas de
alquiler, la clase burguesa, percibiendo la amenaza
que la
democracia urbana había traído a sus
privilegios, por
intermedio de Haussmann, Barón de Paris, inauguró
la política
urbana en el siglo XIX, con la sustitución de calles por largas avenidas, la
disolución de
barrios mixtos por barrios aburguesados y la creación del suburbio desurbanizado, para que operarios lo
habitasen,
expulsando al proletariado del centro e incluso de la ciudad,
haciendo que
ocurriese la primera expansión de construcción de bienes
inmobiliarios, como
casas
sofisticadas
destinadas a la clase burguesa en la
región central (Hobsbawm, 2011).
Para Borja, una iniciativa
como esta
trajo diversos problemas, como la disolución del tejido urbano
(crecimiento
irregular, sin planeación y desestructurado), fragmentación
(utilización
funcionalista del tejido urbano) y
privatización
(utilización del espacio público para fines económicos privados y
especulación
inmobiliaria), haciendo que la ciudad, sobre todo la
metropolitana, perdiese su
característica de comunidad y asumiese como función principal el
consumo, corroborando la exclusión
social y cultural, la marginalización y
la discriminación, negando a la mayoría de la población el
ejercicio de la
ciudadanía y, consecuentemente, el uso del espacio público en
sus diferentes
dimensiones.
Tal como ocurrió en París,
en Brasil, tomando a Sao Paulo como
ejemplo, la situación no fue
diferente, pues el proceso de urbanización también siguió los
mismos
estereotipos y la segregación social, como el embellecimiento de
la región
central destinada a las élites y la expulsión de la clase
popular
a la periferia, desprovista de cualquier infraestructura. Si en
París
tal investidura se produjo con la expulsión de los campesinos,
en Brasil, al
final del siglo XIX, ocurrió mediante la creación de leyes
prohibiendo la
instalación de viviendas en el centro
de la ciudad (Rolnik, 2007).
Por medio de tales
iniciativas se diseñó
un tipo de geografía social de la ciudad la cual presenciamos hasta
los días de
hoy, con la centralidad elitizada de la ciudad, compuesta
por
inmobiliario de alto valor, comercios
elegantes, casa
ricas, consumo cultural de la moda y mayor inversión pública,
creando, por un
lado, territorios a la riqueza y delimitando, por otro,
territorios a la
pobreza (Rolnik, 2007).
Esto, según Borja, ha
contribuido a que
la ciudad venga perdiendo su carácter de
espacio
público y sus funciones fundamentales, como las dimensiones
socioculturales de
contacto entre las personas, animación urbana y de expresión
comunitaria,
mostrándose inhóspita para la convivencia social. Sobre esta
cuestión, el autor advierte acerca de
los impactos negativos que
ella ha traído a las oportunidades socioculturales,
consecuentemente
disminuyendo las posibilidades de ocio, sobre todo de la
población de menor
nivel socioeconómico.
Las advertencias del autor
coinciden con la literatura, que apunta a
los significativos prejuicios ocasionados por la
industrialización y
urbanización de la vida cotidiana, entre ellos las oportunidades de
ocio, ya
que en la calle, lugar que por mucho tiempo fue escenario de juegos
y de actividades recreativas (Ariès, 1981) y de encuentro
para el diálogo y
la ocurrencia de la lúdica, fue transformada en camino o lugar
específico para
el tráfico de automóviles (Magnani, 1984); lo mismo ocurrió
con las
plazas, que hoy figuran como espacios de
paso (Marcellino, 2003), haciendo que el
espacio público
vaya desapareciendo como lugar de encuentro, de placer, de ocio, de
fiesta, de
circo y de espectáculo, perdiendo con ello su carácter
multifuncional (Marcellino, Sampaio, Barbosa & Mariano,
2007).
Sin embargo, al criticar
la forma en que
la ciudad se encuentra, Borja no adopta una perspectiva pesimista,
en la que
todo está perdido; mas bien, sabiamente, es
guiado por la
comprensión de que la ciudad actual, tal como sus predecesoras, se
constituye en escenario de conflicto
social, siendo esta condición
inherente a la ciudad, ya que ella se hace proyecto de humanidad y
todo
proyecto humano por sí es contradictorio. Considera que por
constituirse en
espacio de lo contradictorio, en el que acciones segregadoras y excluyentes se renuevan
permanentemente, la ciudad contemporánea no está dada, no tiene
punto final,
pero sí constituye otro tipo de ciudad, de entre las que ya
existieron, pues
ella renace en cada tipo de sociedad que se instala.
Tal interpretación
se
muestra pertinente y da cuenta del proceso dialéctico en el que
estamos
insertos, porque la realidad social se basa en conflictos, no
exclusivamente
los de clases sociales, pues éste constituye un contenido
inventado del
capitalismo (Demo, 2010).
La perspectiva defendida
por Borja se
identifica con el pensamiento dialéctico de Demo (2010), cuando éste
expone que
la sociedad perfecta es obra de la búsqueda constante, más nunca
punto final,
pues el conflicto social siempre ha estado presente en la historia
humana y por la propiedad inherente a la dialéctica, la unidad de los
contrarios, no hay
ciudad que se constituya en punto final.
Por lo tanto, Borja la
caracteriza como
espacio de confrontación permanente y de hegemonías, como también de
conflictos de valores, de proyectos
colectivos y de reivindicaciones
frente al poder público. Guiándose en la perspectiva de políticas
públicas
participativas, el autor afirma que se hace necesario que las
cuestiones
referidas al espacio público sean foco de debate y
participación colectiva en sus diversas etapas (planeación,
implantación y
gestión), porque este no se configura en un asunto que concierne
sólo a los técnicos que se ocupan
de la
urbanización, sino también es un debate que envuelve valores
culturales (justicia social, igualdad y
desigualdad).
Además, el autor expone
cuales
estrategias de regeneración (recuperación de los espacios existentes
y que no
presentan condiciones de uso debido a la falta de conservación,
desarrollo de
animación lúdica y comercio en espacios
abiertos,
mejoramiento de calles y plazas -iluminación, construcción de
equipamientos),
readecuación de espacios (conversión de espacios privados/públicos
hasta ahora
usados para otros fines, pero que se convirtieron en obsoletos o
se encuentran desactivados, en espacios
públicos de uso común), y
creación de nuevos espacios públicos (utilización de espacios
vacíos para
construcción de parques, creación de nuevos para que se estos se
configuren en
espacios públicos), sean desarrollados a fin de recuperar
el
carácter de representación colectiva, de vida comunitaria, de
encuentro de
formación sociocultural del espacio público.
En relación con el ocio,
la obra
contribuye a tratar la ciudad en sus dimensiones profesional,
cultural y
social, sin limitar el espacio público al
uso
funcionalista (vivienda, equipamientos básicos y administrativos),
valorando
así los equipamientos públicos como espacio sociocultural, como
potencialidad
de promoción e integración sociocultural, ejercicio de la
ciudadanía y construcción de
identidades.
A modo de conclusión,
Borja nos presenta
dos perspectivas fundamentales para una lectura actualizada de la
ciudad,
pasando de las críticas ácidas a la situación segregadora en la cual se encuentra,
a una
construcción de posibilidades a través de
la
participación en la constitución de la ciudad, sin contaminarse
por una
perspectiva de desilusión, pero presentando opciones que permitan
llegar a
provocar la democratización de la ciudad, esencial para el
ejercicio de la
ciudadanía. El autor conduce sus
reflexiones sin
dejarse llevar por una perspectiva de ciudad ideal, es decir, su
obra es foco
de reflexiones lúcidas que impregnan la ciudad real, la ciudad
ideal y la
ciudad posible.
REVISÃO EM PORTUGUÊS
Este trabalho
se constitui em
resenha crítica do livro
La Ciudad conquistada, de autoria de Jordi Borja, publicado pela Alianza
Editorial em 2010. Nosso
objetivo é
desenvolver a análise da obra, avaliando
as possíveis contribuições
que a mesma traz
a respeito do processo
de industrialização e urbanização,
suas consequências
aos espaços
públicos e à vida na cidade. Especificamente
buscamos analisar como o conteúdo
do livro pode ser aplicado as questões
relacionadas ao lazer
na cidade.
Nascido
em 1941, geografo
e
urbanista, Jordi Borja é natural de Barcelona, com
atuação em
diversas Universidades
(Barcelona, Autônoma de Barcelona, Aberta da Catalunha
e Técnica da Catalunha), como também
já ocupou
cargos de direção na Prefeitura
de
Barcelona e prestou assessorias
na Europa e América Latina.
La
Ciudad
conquistada se encontra estruturada
em sete capítulos,
que abordam a “La ciudad, aventura de
libertad”, “La
ciudad en sus tres dimensiones o la nueva revolución urbana”, “La
ciudad como
oferta y la innovación urbanística”, “La ciudad es el espacio
público”, “De la
urbanización a la ciudad”, “Espacio público y espacio político” e “Las
ciudades
en la globalización. La cuestión de la ciudadanía”.
Caracterizando-a como filha do processo
da Revolução Industrial, Borja expõe
que a cidade moderna, marcada pela ocupação populacional
e metropolização, após
a reforma
urbana empreendida por Haussmann
em Paris em
1853 (demolição das casas e expulsão
da
classe operária
da região central e até mesmo
da cidade), ação
esta
que serviu de modelo e posteriormente foi adotada em
diversos países, o centro urbano se constituiu
em espaço
reservado
prioritariamente à classe média
e alta, restando às de classe
socioeconômica baixa,
a
periferia.
Isto porque, diante
da ocupação de Paris cada vez mais
por camponeses, que se alojavam
em pardieiros
e casas alugadas, a classe
burguesa, percebendo a ameaça
que a
democracia urbana trazia a seus
privilégios, por intermédio
de Haussmann, Barão
de
Paris, inaugurou a política urbana no século XIX, com a
substituição de ruas
por longas
avenidas e a dissolução de bairros
mistos em aburguesados e a criação
de subúrbio desurbanizado
para que operários habitassem,
expulsando o proletariado do centro e até mesmo
da cidade, fazendo
com que ocorresse
a primeira expansão
de construção de bens
imobiliários, como casas sofisticadas
destinadas à classe burguesa
na região
central (Hobsbawm, 2011).
Para Borja, iniciativa
como esta, trouxe diversos problemas,
como a dissolução
do tecido urbano (crescimento
irregular, sem planejamento
e desestruturado), fragmentado (utilização
funcionalista do tecido urbano) e privatização
(utilização do espaço
público para fins econômicos
privados e especulação imobiliária),
fazendo com
que a cidade, sobretudo
a
metropolitana, perdesse sua
característica de comunidade e assumisse
como função principal o consumo,
corroborando com a exclusão
social e cultural,
marginalização e discriminação,
negando à maioria da população
o exercício da cidadania
e,
consequentemente, o uso do espaço
público em suas
diferentes dimensões.
A exemplo do que
ocorrera em
Paris, no Brasil, tomando São Paulo como exemplo, a situação não foi
diferente,
pois o processo de urbanização também seguiu os mesmos estereótipos e
segregação social, com o embelezamento da região central destinada às
elites e
expulsão da classe popular para periferia, desprovida de quaisquer
infraestrutura. Se em Paris tal investidura se deu com a expulsão dos
camponeses, no Brasil, no final do Século XIX, ocorreu pela criação de
leis
proibindo a instalação de cortiços no centro da cidade (Rolnik,
2007)
Por meio
de tais iniciativas se desenhou
um tipo de geografia
social da cidade a qual
presenciamos até os
dias de hoje,
com centralidade
elitizada da cidade,
composta por
imobiliários de alto valor, comércios
elegantes, casas ricas, consumo cultural da moda e maior
investimento público, criando, por um
lado, territórios à riqueza, e
delimitando, por outro, territórios
à pobreza (Rolnik, 2007)
Isto, segundo Borja,
tem
contribuído com que a cidade venha perdendo seu caráter de espaço
público e
suas funções fundamentais, como as dimensões socioculturais de contato
entre as
pessoas, animação urbana e de expressão comunitária, se mostrando
inóspita ao
convívio social. Sobre esta questão, autor adverte sobre os impactos
negativos
que ela tem trazido às oportunidades socioculturais, consequentemente
diminuindo as possibilidades de lazer, sobretudo da população de menor
nível
socioeconômico.
As advertências do autor corroboram com a literatura, que
aponta os
significativos prejuízos trazidos pela industrialização e urbanização
à vida
cotidiana, dentre elas as oportunidades de lazer, visto que a rua,
local que
por muito tempo foi palco de jogos e de atividades recreativas (Ariès, 1981) e de encontro para o bate papo e
ocorrência do
lúdico, foi transformada em trajeto, local específico para o tráfego
de
automóveis (Magnani, 1984), o mesmo
ocorrendo com as
praças, que hoje figuram como espaços de passagem (Marcellino,
2003), fazendo com que o espaço público venha deixando de figurar como
um local
de encontro, de prazer, de lazer, de festa, de circo e de espetáculo,
perdendo
com isso seu caráter multifuncional (Marcellino,
Sampaio, Barbosa & Mariano, 2007).
Porém, ao
criticar a
forma que a cidade se encontra,
Borja não adota
uma perspectiva pessimista,
de
que tudo esteja
perdido,
mas sim, sabiamente, se pauta no entendimento
de que
a cidade atual,
a exemplo das que a antecederam
se constitui palco de conflito
social, sendo esta condição
inerente a cidade,
visto
que ela se faz projeto
da humanidade e todo projeto
humano
por si é contraditório. Considera que,
por se constituir espaço
do contraditório, em
que ações segregadoras
e excludentes se renovam
permanentemente, a cidade contemporânea
não esta
dada, não se faz ponto final, mas sim se
constitui
mais um tipo
de cidade, dentre
várias que já
existiram,
pois ela renasce a cada tipo de sociedade
que se instala.
Tal interpretação
se mostra pertinente e dá
conta do processo
dialético em
que estamos
inseridos, pois a realidade
social se pauta em conflitos,
não exclusivamente os de classes
sociais, pois
este se faz conteúdo inventivo do
capitalismo (Demo, 2010).
A perspectiva defendida
por Borja
identifica-se ao pensamento
dialético de Demo (2010), quando
este expõe que a sociedade
perfeita se faz obra de constante busca,
mas nunca ponto
final, pois o conflito
social sempre esteve
presente na história humana e pela propriedade inerente
a dialética, a unidade
de contrários, não
há cidade que
se constitua ponto final.
Assim, Borja a caracteriza como espaço de confrontos
permanentes
e de hegemonias, mas também
de conflitos de valores, de projetos
coletivos e de reivindicações
frente ao poder público. Pautando-se na
perspectiva
de políticas públicas participativas, o autor expõe
que se faz necessário que as questões
afetas ao espaço público sejam
foco de
debate e participação coletiva,
em suas
diversas etapas (planejamento, implantação
e gestão), pois
este não se configura em
uma questão
que diz respeito
apenas a técnicos
que lidam com
a urbanização, mas também
um debate que envolve
valores culturais (justiça
social, igualdade e desigualdade).
Além disso,
o autor expõe que estratégias
de regeneração (recuperação
dos espaços existentes e que não
apresentam condições
de uso devido a falta de conservação,
desenvolvimento de animação
lúdica e comerciais em
espaços abertos;
melhoramento das ruas
e praças – iluminação,
construção de equipamentos),
readequação de espaços
(conversão de espaços
privados/públicos até então usados para outros fins, mas
que se tornaram obsoletos ou
se encontram desativados,
em espaços
públicos de uso comum) e produção
de novos espaços
públicos (utilizar espaços vazios
para constituição de parques, criação
de novos para que estes
se configurem em
espaços
públicos), sejam desenvolvidas
a fim de recuperar o caráter
de representação coletiva,
de vida comunitária, de encontroe
de formação sociocultural do espaço
público.
Em relação
ao lazer, a
obra contribui ao
tratar a cidade em
suas
dimensões profissional,
cultural e social, não limitando o espaço público ao
uso
funcionalista (moradia, equipamentos
básicos e administrativos), valorizando assim
os equipamentos públicos como espaço
sociocultural, como potencialidade de promoção e integração
sociocultural, exercício da cidadania
e construção de identidades.
A guisa da conclusão,
Borja nos brinda com duas
perspectivas fundamentais a uma
leitura atualizada
da cidade, indo de críticas ácidas a situação
segregadora a qual
ela se encontra,
a uma construção
de possibilidades através
da participação na construção
da cidade, não
se contaminando assim por uma
perspectiva de desilusão; mas sim apresentando possibilidades
que possam vir
a provocar a democratização
da cidade, essenciais
ao exercício
da cidadania. O autor conduz
suas reflexões
sem deixar se
levar por uma perspectiva de cidade
ideal, ou seja,
sua
obra é foco de reflexões lúcidas, que perpassam a cidade
real, a cidade ideal e a cidade
possível.
Referencias
1.
Ariés, P. (1981). História social da criança e da família. Rio de Janeiro: LTC.
2.
Demo,
P.
(2010). Introdução à metodologia da ciência. São Paulo: Atlas.
3.
Hobsbawm, E. (2011). A era do capital. São Paulo: Paz e Terra.
4.
Magnani, J. G. C. (1984). Festa no pedaço: cultura popular e lazer na
cidade. São Paulo: Hucitec.
5.
MARCELLINO, N. C. (2003). Lazer e educação. Campinas – SP: Papirus.
6.
Marcellino, N. C., Sampaio, T. M. V., Barbosa,
F. S., &
Mariano, S. (2007). Lazer, cultura e patrimônio ambiental urbano: políticas públicas - os casos de Campinas e Piracicaba-SP. Curitiba:
Opus.
7.
Rolnik, R. (2007). A cidade e a lei: legislação, política urbana e territórios na cidade de São
Paulo. São Paulo: Studio Nobel: FAPESP
Recepción: 16-11-2013
Aprobación: 05-03-2014