ISSN (impreso) 0121–5167 / ISSN (en línea) 2462–8433
Editorial
Deicy Patricia Hurtado Galeano1
1 Directora Revista Estudios Políticos. Correo electrónico: revistaepoliticos@gmail.com
Desde el año 2005 el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología viene insistiendo en que el mejoramiento de la calidad de vida, el fortalecimiento de la vida democrática, así como la exploración y presentación de alternativas de solución a los conflictos colombianos estarían estrechamente relacionados con la generación, comunicación, difusión y uso del conocimiento científico y tecnológico. Este postulado parece reforzarse cuando se plantea que las disciplinas que componen el área de ciencias sociales y humanas deben procurar un mejor conocimiento de la sociedad colombiana, lo que implicaría orientar los proyectos y las agendas de investigación en conexión con los problemas de la sociedad para garantizar así la pertinencia del conocimiento construido. Se insiste, entonces, en que ese conocimiento generado sobre la sociedad, esos resultados de la investigación social, deben ser apropiados por las comunidades, guiar los procesos de transformación social requeridos y articularse a la formulación y ejecución de políticas públicas, esto es, deberían orientar el quehacer de quienes toman las decisiones públicas y privadas del país.1
Los planteamientos programáticos del órgano rector de la ciencia y la tecnología en el país parecen contrastar con el desbalance que se evidencia entre las áreas del conocimiento cuando, por ejemplo, la política define los temas en que se propone focalizar la inversión, pues mientras la Política Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación establece solo un tema directamente relacionado con las ciencias sociales y humanas: construcción de ciudadanía e inclusión social; para las ciencias exactas, aplicadas, naturales y de la salud se propone un abanico más amplio de tópicos: energía y recursos naturales; biotecnología; salud; materiales y electrónica; tecnologías de información y comunicaciones; logística y diseño.
Esta mirada desprevenida a los temas priorizados por la política, genera unas preguntas iniciales: ¿cómo responden la ciencia y la tecnología a las necesidades y problemáticas de la sociedad nacional y regional, si no se desarrolla el conocimiento social, cultural y político sobre ella? ¿Cómo lograr el desarrollo del país si paralelo al fortalecimiento del llamado pensamiento científico, si no se estimula el pensamiento humanista y la capacidad reflexiva de todos los ciudadanos? Ahora bien, si se mira concretamente el tema priorizado para las ciencias sociales surge una reflexión: sin duda los problemas históricos de la configuración de la ciudadanía y las dinámicas crecientes y múltiples de exclusión social en el país constituyen problemas sobre los que urge producir conocimiento académico orientado a su transformación, pero lo cierto es que la complejidad de los conflictos sociales no puede reducirse a estos dos tópicos.
El desbalance relacionado con los temas focalizados, aun sin hacer grandes indagaciones o miradas retrospectivas al presupuesto asignado para el fortalecimiento de la ciencia, se evidencia también en los datos presentados por Colciencias en el Informe de Gestión 2010–2011 sobre la inversión realizada en los distintos programas: mientras para las ciencias sociales, humanas y de estudios científicos de la educación se financiaron 62 proyectos por valor cercano a los nueve mil millones de pesos; en el caso de las ciencias naturales, exactas, aplicadas y de la salud, se financiaron 310 proyectos por cerca de cincuenta y nueve mil millones de pesos.2 En otras palabras, la diferencia entre áreas del conocimiento es abismal tanto en relación con el número de proyectos como con los montos financiados.
Sin duda, los objetos de investigación de las áreas con las que Colciencias clasifica el conocimiento son de naturaleza diversa, observan la realidad desde distintas orillas y requieren metodologías e instrumentos específicos; en consecuencia las implicaciones en inversión económica también serán diferentes. Con el anterior argumento no se pretende decir que la situación de las ciencias naturales, exactas, aplicadas y de la salud tengan situación óptima en el país, pues el porcentaje del productointerno bruto que en Colombia se destina a la investigación en ciencia y tecnología es irrisorio respecto de otras naciones con alto nivel de desarrollo científico y tecnológico, incluso de los países del llamado mundo en vía de desarrollo. Pero la desproporción en las cifras de inversión por la vía de proyectos antes aludida puede ser un reflejo claro de la representación dominante en el país sobre el precario estatus de las ciencias sociales y humanas respecto de las demás áreas del conocimiento; en todo caso muestra las condiciones desiguales en que siguen desarrollándose.
Ahora bien, a los problemas de financiamiento de la investigación se suma la directriz de las universidades y de Colciencias, orientada a mejorar la visibilidad en los sistemas de indexación y resumen así como el posicionamiento en los ranking de citación internacionales, cuyos resultados muestran que no solo Colombia, sino los países Iberoamericanos ocupan lugares marginales. Al presentar esos frustrantes cuadros comparativos de visibilidad y citación, sin contemplar que los países que aparecen en las primeras posiciones son también aquellos en los que la inversión en investigación es más alta; así mismo se soslaya que los criterios de evaluación de la calidad científica de los artículos y de las revistas académicas no se corresponden suficientemente con los procesos de construcción de conocimiento de las ciencias sociales y humanas y, sobre todo, con los objetivos que las caracteriza: comprender e interpretar la experiencia humana tanto individual como colectiva; develar sentidos y significados incorporados en las costumbres y tradiciones; formar a la sociedad en la deliberación y discernimiento de los ideales; construir normas y procedimientos que garanticen la convivencia y, por supuesto, contribuir —de la mano de otras formas de conocimiento y con otros actores de la sociedad— en la transformación de los problemas sociales.
Como puede inferirse, los impactos de estas aspiraciones interpretativas y transformadoras de los sujetos y de las sociedades que acompañan a las ciencias sociales y humanas, al involucrar asuntos humanos... ¡demasiado humanos!, solo logran producirse en la larga duración y no siempre se ajustan a lo pensado por los académicos. Además, esos procesos y fenómenos que ocurren en tiempos largos, se resisten a ser condensados plenamente en los indicadores con que hoy contamos para medir el desarrollo del conocimiento producido en las ciencias sociales y humanas.
En este contexto de precarios recursos para la investigación en el país, en particular para las ciencias sociales y humanas, y en medio de la carrera obsesiva por visibilizar la producción nacional en los ranking internacionales, los grupos y centros de investigación de estas áreas han asumido el reto de mejorar la calidad científica de su producción y de los medios disponibles para la publicación de artículos especializados, es decir, las revistas. Participar en los procesos de clasificación estipulados por el Índice Bibliográfico Nacional (IBN–Publindex) desde el año 2004 e incorporar cambios sustanciales para acceder a los escasos sistemas de indexación y resumen internacionales homologados por Colciencias para esta área no ha sido una tarea fácil para las publicaciones de ciencias sociales y humanas. No obstante, contar con un número aproximado de 140 revistas indexadas en Publindex (según los datos arrojados por el Observatorio Colombiano de Ciencia y Tecnología en 2011) y encontrar que aproximadamente 32 de ellas están integradas a un sistema de indexación y resumen como Scielo, muestra que se han dado pasos en esa desenfrenada carrera, cuya meta se mueve permanentemente al punto de que pareciera desvanecerse su finalidad de diseminar y democratizar el conocimiento científico.
En medio de estas vicisitudes, el arribo de la revista Estudios Políticos a su edición número cuarenta, representa un gran logro no solo para el Instituto de Estudios Políticos, para sus investigadores, para los miembros de sus comités Editorial y Científico y para sus generosos colaboradores y evaluadores, sino también para la comunidad académica de las ciencias sociales, que ha podido contar con una publicación en la que autores, ideas, disciplinas, temáticas y problemáticas diversas muestran cómo se han enriquecido los aparatos teórico–metodológicos y mejorado las interpretaciones de los fenómenos políticos.
Seguramente los diagnósticos que se hicieron al iniciar este proyecto editorial —sobre el conflicto armado y la violencia, la intolerancia y exclusión política, los problemas de la secularización y las múltiples modernidades, la patrimonialización del poder político, la desconfianza hacia la participación ciudadana y la política—, sean similares a los que hoy sigue haciendo la comunidad académica, pues como antes se dijo ellos obedecen a dinámicas de larga duración. Seguramente también, estamos lejos todavía de lograr las aspiraciones que se formularon entonces de contribuir a la formación de una cultura política democrática, guiada por la deliberación y el respeto a la diferencia y, en consecuencia, de una ciudadanía con una opinión pública consistente y con capacidad de incidir en las decisiones políticas. Pero lo que sí es cierto es que revistas como Estudios Políticos han garantizado que el conocimiento construido con rigurosidad sobre la política, tanto teórica como empíricamente, sea difundido, divulgado, diseminado entre el público académico y en otros públicos que inciden en la toma de decisiones.
Estudios Políticos como proyecto editorial, académico y político, ha querido ir en contravía de ese modelo de investigación y de educación que viene campeando en América Latina: un modelo económico empresarial basado en la lógica del mercado, de la competencia y de la rentabilidad; un modelo que restringe sistemáticamente la posibilidad de comprender y discutir los problemas sociales, culturales y políticos. Por eso, seguimos creyendo en la necesidad de resignificar los marcos culturales que le den cabida a un proyecto de sociedad en el que la equidad y la justicia, el respeto y el reconocimiento de la diversidad, el cuidado del otro y de la vida, sean sus bases fundacionales. Esta edición es una invitación a continuar esa senda de reflexión trazada hace ya veinte años.
Notas
1 Para más información véase el portal de Colciencias: http://www.colciencias.gov.co/programa_estrategia/programa–nacional–de–ciencias–sociales–y–humanas donde se encuentran los lineamientos normativos del Programa.
2 La comparación de la inversión se ha realizado con base en la Contratación derivada por Programa Nacional de CT + I. Véase: Departamento Administrativo de Ciencia Tecnología e Innovación–Colciencias. Informe de Gestión. Sector administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación. 2010–2011. Disponible en: http://www.colciencias.gov.co/sites/default/files/ckeditor_files/files/Informe_al%20Congreso%202010–2011.pdf.