ISSN (impreso) 0121–5167 / ISSN (en línea) 2462–8433
RESEÑA CRÍTICA
Javier Duque Daza1 (Colombia)
1 Politólogo. Doctor en Ciencia Política. Profesor investigador de la Universidad del Valle, Colombia. Correo electrónico: jduqued86@hotmail.com – Orcid 0000–0001–9996–4835 – Google Scholar https://scholar.google.es/citations?hl=es&user=ICzHrcAAAAAJ
Resumen
Infocracia es una obra reciente del filósofo surcoreano Byung–Chul Han. Se trata de un ensayo sugerente y que retoma algunos problemas recientes de la política y la democracia. Plantea que la democracia transita hacia una nueva etapa de crisis que consiste en nuevas formas de dominación en el capitalismo de la información; la desintegración de formas de interacción tradicionales que hacían posible la comunicación libre, no coactiva ni sujeta a mecanismos de manipulación; la proliferación de las noticias falsas y la crisis de la verdad. Una mirada casi distópica de la democracia que no parece tener retorno.
Palabras clave: Democracia; Opinión Pública; Infocracia; Posverdad; Dominación.
Inquietudes relevantes sobre la democracia
Byung–Chul Han (Seúl, 1959) es un autor prolífico. Sus obras se mueven entre la filosofía cultural y la filosofía política. Infocracia corresponde a este último campo, un ensayo corto, cuyo contenido es inquietante, incomoda y tiene el sabor de una distopía que golpea. La sensación que genera es la de estar presenciando un eclipse, frente al cual somos impotentes y que ocurrirá de forma inexorable. ¿Qué es lo que ocurrirá o está ocurriendo? Una nueva etapa de la democracia que sobrecoge y hace que del realismo transitemos al pesimismo.
El libro contiene cinco partes estructuradas en torno al argumento central de una crisis de nuevo tipo de la democracia:
I. El régimen de la información. Retoma el hilo de Michel Foucault, especialmente Vigilar y Castigar (2005). Lo retoma para recordar sus argumentos sobre los cuerpos dóciles y la disciplina, el aislamiento y el control; pero lo retoma para replantearlo. Con el capitalismo de la información ya no se explotan cuerpos y energías sino información y datos. Este nuevo capitalismo implica que ya no se trata del dominio y la propiedad de los medios de producción, sino del control del acceso a la información para la vigilancia psicopolítica, el control y el pronóstico de los comportamientos para dominar a las personas, las cuales terminan siendo degradas a una nueva condición de datos y consumidores de información manipulada. La nueva disciplina, la nueva sumisión, consiste en que las personas se exponen y son visibles, quieren serlo, y con ello ceden su autonomía, se someten, aunque crean que son cada vez libres. Plantea que hay una serie de cambios: a) de la biopolítica, a la psicopolítica; b) de la sociedad del espectáculo a la sociedad de la vigilancia; c) del encerramiento a las redes de comunicación; d) del castigo a los incentivos como técnica de dominación; e) de suprimir la libertad —no importa ya ocultar, limitar— a explotarla. Como conclusión: la información y la comunicación se convierten en medios para la vigilancia. Las personas se creen libres, cuando es todo lo contrario.
II. La infocracia. El neologismo hace alusión a la nueva etapa de la democracia en crisis: «La democracia está degenerada en infocracia» (p. 25). Sin acudir a la palabra, se refiere a una distopía. La política está sometida a los medios de masas que convierten a los ciudadanos en personas inmaduras, menores de edad, incapaces de argumentar, de debatir, lo que importa en el uso de los medios, de las redes, de los canales gratuitos y disponibles para quien quiera usarlos. Pero su uso es para llamar la atención, para divertirse, para trivializar la comunicación, la política transformada por falta de contenido. Quienes toman las decisiones son sometidos a una enorme presión para responder a la cascada diaria de información sobre lo urgente, lo inmediato expuesto en mensajes, imágenes, voces. Se pierde la perspectiva de planear, proyectar, pensar en grandes proyectos y propuestas que tardan años. Se demandan decisiones y acciones inmediatas. Adicionalmente, la sobrecarga de información, la infodemia —otro neologismo—, ahoga, no hay tiempo de asimilar un dato, una imagen, una información, de inmediato surgen otros que los desplazan y caen en el olvido. La inmediatez hace que se pierda lo importante.
Por la inmediatez y el deseo de satisfacer la multiplicación de las voces a través de las redes, las convicciones pasan a un tercer o cuarto lugar, importan las respuestas a las demandas. ¿Y cuál es el efecto en los votantes y, por ende, en la forma como se decide quién o quiénes gobiernan? La clave es la psicopolítica. Con base en psicogramas de los votantes se manipulan sus expectativas, sus preferencias, sus deseos. Todo es manejado mediante la manipulación de la información —incluidas las fake news—, lo cual afecta la autonomía individual. Las personas votan por quienes tienen la capacidad de estructurar campañas de manipulación: todo está servido, se sabe quiénes son las personas, qué les gusta, qué prefieren y se ofrece, se ofrece, se ofrece; no mediante programas estructurados y basados en proyectos de sociedad, sino a través de la venta de lo que la gente quiere oír, ver, sentir. No hay propuestas colectivas, se individualiza y se crean imágenes y ofertas–promesas que son incumplibles porque son centenares, creadas según los públicos, individualizadas, fragmentadas. Afloran los populismos de todo tipo.
Sumado a lo anterior, se actúa de forma desleal con el gobierno, con los opositores, con la democracia a través de dos estrategias: la manipulación del clima de opinión y el envenenamiento del clima político; se envían noticias falsas, se manipulan los discursos, se tergiversa, se crean imágenes y contraimágenes mediante eslóganes fuertes que satanizan o edulcoran, que suavizan a quien corresponda. No hay realidad. Los hechos son creados.
III. El final de la acción comunicativa. Las referencias inmediatas son Hannah Arendt (1996) y Jürgen Habermas (1984). Han los retoma para plantear que el pretendido paso de la democracia directa a la democracia digital como el desarrollo y concreción absoluta de la participación inmediata y accesible a todos es una ilusión, por ello señala: «Enjambres digitales no forman un colectivo, es un ganado despolitizado. Se producen zombis del consumo y la comunicación, en lugar de ciudadanos capacitados» (p. 44). No se trata de acción comunicativa, sino de comunicación digital; la red no es la esfera pública, sino su negación. No es posible formar públicos activos, autónomos y deliberantes a partir de influencers que no entienden ni están formados, ni les interesa estarlo. Buscan followers y estos no argumentan, no razonan. Todo es efímero, pasajero, mientras que una genuina acción comunicativa requiere públicos estables que puedan debatir y argumentar. En estos enjambres de seguidores y en los foros virtuales no se argumenta, no se razona, no se piensa, no se analiza ni se controvierte al otro, este se diluye. Todos se oyen hablar a sí mismos, se comunican con quienes piensan igual, con los que se parecen, no se llega a acuerdos argumentados porque ya existe la similitud, la cual los remplaza, y al hacerlo hace que la racionalidad comunicativa desaparezca. Surge una forma de aislamiento conectado. En contacto, integradas en redes, comunicadas todo el tiempo, las personas están solas.
IV. Racionalidad digital. ¿Si no hay racionalidad comunicativa, qué la remplaza? Adiós a Arendt, adiós a Habermas y a quienes sostienen la importancia de la racionalidad comunicativa, esta es remplazada por la racionalidad digital, el discurso es desplazado y remplazado por datos, por información, en cascada, en montañas abrumadoras. Todo se impone a través de la inteligencia artificial que —se piensa— es mejor que la inteligencia humana. La inteligencia artificial es la que decide, elabora, soluciona problemas con base en la big data, algo que no está al alcance de los humanos, pero no se pone al servicio de las personas, se usa para manipular. En la democracia la crisis implica que los políticos que debaten, que se informan, que construyen de forma colectiva o que concluyen con base en argumentos son remplazados por expertos informáticos, las decisiones son tomadas con base en lo que indica la información. El lema parece ser: «No más discursos, queremos información»; esto es, no más política construida de forma discursiva y colectiva. Los algoritmos indican qué hay que hacer.
V. Crisis de la verdad. Hay una combinación funesta que hace parte de esta nueva etapa de la democracia en clave de crisis: fake news, desinformación y teorías de la conspiración. La verdad y los hechos desaparecen y surge una nueva forma de nihilismo. No hay demarcación entre verdad y mentira, la realidad es suplantada por las versiones sobre los hechos. Se es ciego a los hechos y esto conduce al triunfo de los políticos charlatanes, por supuesto, Donald Trump es el prototipo. Nos recuerda Han: «Las opiniones pueden ser dispares; pero son legítimas, siempre que respeten la verdad factual. La libertad de opinión, en cambio, degenera en farsa cuando pierde toda referencia a los hechos y a las verdades fácticas» (p. 75). Y la política remplaza a la razón con el corazón, ya no se piensa, se siente, y en el sentir se cae en el relativismo absoluto. Se recuerda la frase muy ilustrativa del presentador de televisión de Estados Unidos Stephen Colbert: «I don't trust books. They're all fact, no heart».
Infocracia es un libro corto, es un libro significativo, es un libro que presenta el cuadro completo de lo inquietante que resultan las democracias actuales. Aunque el género ensayo tiene sus peculiaridades y libertades derivadas de la posición y el pensamiento del autor, hay algunos aspectos del libro que pueden ser debatibles:
a) Llama la atención que un libro sobre la democracia no acuda a los teóricos de esta. Especialmente, es notoria la ausencia de Robert Dahl, y lo es porque este politólogo estadounidense nos legó en La democracia y sus críticos (1992), un esquema interpretativo y analítico sobre las transformaciones por las que ha pasado la democracia: la primera transformación en la polis griega; la segunda, en las pequeñas ciudades Estado del mediterráneo en Italia en la Edad Media; y la tercera transformación corresponde a las instituciones del gobierno representativo del siglo XIX en la que se unen democracia y liberalismo en las democracias representativas. Dahl también alcanzó a enunciar de forma tímida lo que sería la democracia con la revolución tecnológica de los medios, pero lo hizo en forma optimista, por cuanto podría hacer posible la participación masiva y frecuente desde el uso de computadores.
También resaltan ausencias como la de Giovanni Sartori con Homo videns. La opinión teledirigida (1998) y Videopolítica (2003), es más, James Bohman (2004) con sus planteamientos sobre Internet y las transformaciones en la esfera pública, o Jodi Dean (2003), que casi dos décadas antes planteó el argumento de por qué la red no constituye una esfera pública. Junto con otros, estos politólogos van en la misma dirección de Han, aunque con menos pesimismo.
b) Tal vez por su formación y por la recurrencia sólo a filósofos políticos comete un error. Señala: «En los primeros tiempos de la democracia el libro era el medio determinante. El libro instauró el discurso racional de la ilustración» (p. 25). La primera parte supone que la democracia se inicia en la tercera transformación que señala Dahl y desconoce que «los primeros tiempos» fueron los de la polis griega. Han asocia la democracia con el liberalismo.
c) Por oposición a esta visión pesimista y de crisis sobre la democracia —muy bien sustentada y convincente— hay quienes son más optimistas, por ejemplo, John Gastil y Laura Black (2007), que ven en los debates en los grupos online un potencial para la socialización y el aprendizaje en la deliberación democrática. Diversos autores debaten o incluso experimentan con grupos focales sobre el posible impacto positivo de las redes. Esto implica que se matizan las afirmaciones de Han sobre los «enjambres digitales» que no razonan.
d) Sobre la estructura del libro, llama la atención la ausencia de una introducción, un prólogo o un prolegómeno. De igual forma, tampoco hay un cierre. Puede ser la intención del autor lanzar a los lectores de forma directa al problema y dejar que sean ellos quienes se orienten por sus propios juicios y concluyan. También puede tratarse de un error de criterio editorial que evita que el libro sea más asequible a otros públicos menos especializados.
En suma: Infocracia, un pequeño libro, una gran lectura; argumentos bien sustentados, una escritura ágil; una invitación al debate, una visión pesimista sobre la actual crisis de la democracia que no parece ser superable.
Referencias bibliográficas
1. Arendt, Hannah. (1996). Verdad y política. En: Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política (pp. 289–336). Península.
2. Bohman, James. (2004). Expanding Dialogue: The Internet, The Public Sphere and Prospects for Transnational Democracy. Sociological Review, 52 (1), pp. 131–155. https://doi.org/10.1111/j.1467–954X.2004.00477.x
3. Dahl, Robert. (1992). La democracia y sus críticos. Paidós.
4. Dean, Jodi. (2003). Why Net is not a Public Sphere. Constellations, 10 (1), pp. 95–112. https://doi.org/10.1111/1467–8675.00315
5. Foucault, Michel. (2005). Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Siglo XXI.
6. Gastil, John & Black, Laura. (2007). Public Deliberation as the Organizing Principle of Political Communication Research, Journal of Public Deliberation, 4 (1). https://doi.org/10.16997/jdd.59
7. Habermas, Jünger. (1984). Teoría de la acción comunicativa. Complemento y estudios previos. Cátedra.
8. Sartori, Giovanni. (1998). Homo videns. La sociedad teledirigida. Taurus.
9. Sartori, Giovanni. (2003). Videopolítica. Fondo de Cultura Económica.