ISSN (impreso) 0121–5167 / ISSN (en línea) 2462–8433
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| Artista invitado Juan Fernando Sánchez Suárez De la serie Recién llegados Técnica mixta, acrílico, lapiceros 102 cm x 72 cm 2024 |
SECCIÓN GENERAL
Gabriel Tenesaca Guzmán1 (Ecuador)
1 Licenciado en Género y Desarrollo. Magíster en Estudios Interdisciplinares de Género. Magíster en Desarrollo Territorial Rural. Correo electrónico: gttenesacafl@flacso.edu.ec – Orcid 0009–0003–8441–6758 – Google Scholar https://scholar.google.com/citations?hl=es&user=YytdMSQAAAAJ
Fecha de recepción: enero de 2024
Fecha de aprobación: abril de 2025
Cómo citar este artículo: Tenesaca Guzmán, Gabriel. (2025). Alianzas epistemológicas entre los feminismos del Abya Yala y la geografía crítica y feminista latinoamericana. Estudios Políticos (Universidad de Antioquia), 72, pp. 83–107. https://doi.org/10.17533/udea.espo.n72a04
Resumen
En las últimas décadas, los debates académicos sobre las diferentes expresiones de los feminismos del Abya Yala y el desarrollo de una geografía crítica latinoamericana han ocupado un lugar privilegiado en la producción de conocimiento de la región, especialmente, desde perspectivas decoloniales. Cada vez son más numerosos los espacios de intercambio y difusión de ideas, saberes y experiencias que configuran el pensamiento crítico latinoamericano en los ámbitos local y regional, como en diálogo con otras geografías del Sur y el Norte. En este contexto, el artículo se propone analizar los puntos de convergencia e interrelaciones entre ambas corrientes epistemológicas. A partir de una revisión de la literatura especializada se identifican articulaciones tanto teóricas como metodológicas. Los resultados evidencian un cruce continuo entre las categorías propuestas por los feminismos in situ en relación con la noción de territorio y las herramientas metodológicas impulsadas por la geografía crítica, en particular, la cartografía social feminista.
Palabras clave: Teoría Política; Alianzas Epistemológicas; Geografía Crítica; Feminismos; Abya Yala; América Latina.
Abstract
In recent decades, academic debates surrounding various expressions of feminisms from Abya Yala and the development of Latin American critical geography have occupied a prominent place in the region's knowledge production, particularly from decolonial perspectives. The spaces for exchange and dissemination of ideas, knowledge, and experiences that shape Latin American critical thought are increasingly numerous, both locally and regionally, as well as in dialogue with other geographies of the South and the North. In this context, the article aims to analyze the potential points of convergence and interrelations between these two epistemological currents. Based on a review of specialized literature, both theoretical and methodological articulations are identified. The results highlight a continuous intersection between the categories proposed by situational feminisms regarding the notion of territory and the methodological tools promoted by critical geography, particularly feminist social cartography.
Keywords: Political Theory; Epistemological Alliances; Critical Geography; Feminisms; Abya Yala; Latin America.
Introducción
En el transcurso del nuevo milenio, los debates académicos en torno a los distintos rostros de los feminismos del Abya Yala —indígena, comunitario y territorial—, así como de la geografía crítica y feminista, han cobrado un creciente interés dentro de la producción de conocimiento latinoamericano, especialmente, a partir de una perspectiva decolonial (Blidon y Zaragocin, 2019; Cabnal, 2010; Carrión y López, 2020; Paredes, 2013; 2017). Los feminismos latinoamericanos, también denominados del Abya Yala,1 emergen de un proceso crítico y reflexivo que cuestiona la validez de una teoría feminista universal de bases ilustradas, al señalar su incapacidad para representar el conjunto de realidades, experiencias, vulnerabilidades y afecciones históricas de las mujeres indígenas, negras, rurales y campesinas de la región (Tapia, 2018).
Esta corriente epistemológica, que reconoce a un entramado diverso de actores sociales como sujetos epistémicos, propone la creación de herramientas analíticas, teóricas y metodológicas propiasque permitan comprender las complejas dinámicas de violencia, explotación y violación sistemática de derechos humanos que estas mujeres han enfrentado históricamente. Estas violencias se remontan a la instauración de un sistema patriarcal ancestral (Cabnal, 2010; Paredes, 2013) y se intensifican con el moderno sistema colonial y de género (Lugones, 2008). La fusión de ambos sistemas de dominación configura el sistema capitalista heteropatriarcal cisgénero.
Por su parte, la geografía feminista latinoamericana, en tanto vertiente emergente de la geografía crítica, se ha configurado a partir de un diálogo continuo con las categorías analíticas y teóricas propuestas por los feminismos del Abya Yala, especialmente, en su expresión comunitaria (Blidon y Zaragocin, 2019). Un ejemplo significativo es la noción cuerpo–territorio y cuerpo–tierra, retomada por la geografía crítica como base para la producción de herramientas teórico–metodológicas orientadas no sólo a proveer estrategias operativas de resistencia y defensa de los territorios frente al avance del capitalismo, el colonialismo y el extractivismo (Ulloa, 2019; Zaragocin, 2019a; Zaragocin et al., 2018), sino también a visibilizar políticamente la magnitud de las múltiples violencias que atraviesan los cuerpos de las mujeres —como el femicidio, la criminalización del aborto y otras formas de violencia estructural—, interpelando tanto al Estado como a la sociedad civil.
A partir de esta óptica de análisis se hace evidente una relación de proximidad entre ambas corrientes epistemológicas. Sin embargo, más allá de identificar sus puntos de encuentro e interconexión, resulta necesario diferenciar sus cruces en términos teóricos, metodológicos y prácticos. De allí se desprende el objetivo de este artículo, el cual es contribuir a los debates académicos en torno a las alianzas epistemológicas entre los feminismos in situ y la geografía crítica. Esta discusión cobra especial relevancia en el contexto del capitalismo contemporáneo caracterizado por una crisis multidimensional sin precedentes, así como por la perpetuación de prácticas neoextractivistas que tienen repercusiones territoriales. Así, los aportes tanto de los feminismos latinoamericanos como de la geografía crítica y feminista ofrecen herramientas políticas y analíticas no sólo para como comprender y visibilizar las afecciones que experimentan los territorios y quienes lo habitan, sino que sirven de instrumentos políticos para la denuncia y la resistencia, ampliando las posibilidades de acción política. Para ello se plantea la siguiente pregunta de investigación: ¿qué tipo de alianzas epistemológicas se entretejen entre los feminismos del Abya Yala y la geografía crítica y feminista latinoamericana?
1. Marco teórico
1.1 Los feminismos del Abya Yala: principios epistemológicos y principales reivindicaciones
La corriente latinoamericana del pensamiento feminista, aún en proceso de construcción epistemológica, surge a partir de un ejercicio crítico y reflexivo —propio de la modernización reflexiva (Beck, 1994; Giddens, 1994)— respecto de la teoría feminista europea universal de raíz ilustrada (Tapia, 2018). Es cierto que las distintas olas del feminismo europeo —desde el siglo xv con Cristine de Pizan y su obra La Ciudad de las Damas, pasando por el movimiento sufragista, hasta el siglo XX con Simone de Beauvoir y El segundo sexo— impulsaron un amplio espectro de reivindicaciones en torno a los derechos humanos de las mujeres. A lo largo de este proceso, destacan manifiestos fundacionales como la Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana de Olympe de Gouges (1791), así como conquistas significativas como el sufragio femenino, logrado por primera vez en Finlandia a principios del siglo XX y posteriormente extendido a otros paises del continente. En la segunda mitad siglo XX, el feminismo europeo se diversificó en distintas corrientes —de la igualdad, de la diferencia, liberal, radical—, con nuevas reivindicaciones como la liberalización sexual de las mujeres.
Sin embargo, durante este mismo periodo histórico, en América Latina y, particularmente, en Ecuador, emergieron otros movimientos sociales liderados por mujeres indígenas como Tránsito Amaguaña y Dolores Cacuango que reclamaban el reconomcimiento de los derechos de los pueblos originarios y la abolición de prácticas feudales y serviles instauradas desde la colonia y mantenidas bajo el sistema hacendatario.
Son justamente estos procesos históricos y políticos los que darían forma a los feminismos latinoamericanos, los cuales, a diferencia del feminismo hegemónico, proponen un reposicionamiento radical de las mujeres como sujetas activas y epistémicas. En este marco, los cuerpos y las identidades femeninas no sólo denuncian las múltiples opresiones sufridas —raciales, de clase, territoriales y de género—, sino que también generan saberes, prácticas y estrategias de resistencia frente al avance del capitalismo y el neoliberalismo que convierten tanto a los territorios como a los cuerpos en objetos de despojo y acumulación (Cabnal, 2010; Paredes, 2013; 2017; Ulloa, 2016).
De acuerdo con Aimé Tapia (2018), los feminismos latinoamericanos han incorporado los planteamientos críticos y filosóficos de la epistemología indígena como base para enfrentar los múltiples impactos del capitalismo en los territorios, especialmente aquellos vinculados a las dinámicas globales de acumulación de capital. Estas epistemologías permiten cuestionar no sólo los efectos sociales, económicos, políticos y ambientales que produce el capital, sino también las lógicas de dominación que sostienen dichas prácticas. En este sentido, David Harvey (2007) sostiene que el capitalismo contemporáneo se caracteriza por procesos de acumulación por desposesión: formas cada vez más violentas y sofisticadas de apropiación de recursos sociales y materiales en detrimento de las poblaciones locales. Una de las expresiones más visibles de esta lógica en el siglo XXI es el extractivismo. Frente a ello, autores como Eduardo Gudynas (2013) proponen el concepto de extrahección, con el fin de subrayar la dimensión violenta y depredadora de estos renovados procesos de acumulación sobre los cuerpos, los territorios y la naturaleza.
De esta manera, en palabras de Astrid Ulloa (2016), los territorios indígenas se han convertido en escenarios de apropiación y despojo ambiental articulados a los mercados internacionales. A raíz de la presencia del capital extractivo emergen movimientos sociales liderados por mujeres que denuncian la incompatibilidad de estas prácticas con sus formas de reproducción social y cultural. Estas expresiones de resistencia, desarrolladas por actores endógenos del territorio —en articulación con agentes extraterritoriales—, han dado lugar a diversas manifestaciones de los feminismos latinoamericanos.
De acuerdo con Maristella Svampa (2015), estos feminismos se configuran como un conjunto de reflexiones que emergen a partir de contextos rurales, amazónicos e incluso rururbanos, donde las mujeres, desde sus espacialidades y temporalidades propias, politizan sus luchas y visibilizan sus reivindicaciones. En este marco, los feminismos del Abya Yala han adoptado diversas formas, como el feminismo comunitario (Cabnal, 2010; Paredes, 2013), territorial (Ulloa, 2016), decolonial y poscolonial (Varea y Zaragocin, 2017); también han sido definidos como corrientes de pensamiento surgidas desde los márgenes epistémicos y asociados a perspectivas como los ecofeminismos de la supervivencia y del Sur (Moore, 2018; Svampa, 2015).
A partir del feminismo hegemónico, en cambio, estas corrientes han sido muchas veces catalogadas como periféricas, poco rigurosas o incluso excéntricas (Tapia, 2018). Sin embargo, para Francesca Gargallo (2014), el feminismo latinoamericano constituye un entramado dinámico de reflexiones, experiencias y vivencias situadas en contextos históricos y espaciales específicos. Al tratarse de un pensamiento en construcción, sus categorías teóricas y metodológicas se mantienen abiertas, ya que sólo desde una perspectiva plural es posible comprender las diversas realidades de las mujeres y solidarizarse con quienes han sido históricamente discriminadas por motivos de sexo, raza, clase, género o etnia, y violentadas por la expansión de las prácticas capitalistas y extractivistas en sus territorios (Tapia, 2018, p. 116).
De este modo, los feminismos latinoamericanos abren paso a epistemologías diversas que permiten la creación de nuevas categorías analíticas para comprender las relaciones entre los sistemas de opresión basados en el género, la raza, la clase, los territorios y los vínculos con los no humanos —en una clave poshumana— en el contexto del capitalismo contemporáneo (Tapia, 2018). Un ejemplo de ello es el feminismo comunitario, el cual parte de la noción del cuerpo como territorio, con el fin de visibilizar las afecciones históricas que se inscriben tanto en los cuerpos de las mujeres como en sus espacios de vida. Estas afecciones son resultado directo de las múltiples manifestaciones del capitalismo en el ámbito local (Busconi, 2018).
De acuerdo con Lina Marín Moreno y Marisela Montenegro (2021), los flujos de capital del siglo XXI se materializan en megaproyectos —como represas e hidroeléctricas— cuyos impactos se traducen en la expulsión de poblaciones locales, daños al ecosistema y alteración de las dinámicas territoriales. Estas transformaciones no sólo perpetúan, sino que también intensifican las desigualdades sociales y de género, afectando profundamente el cuerpo–territorio de las mujeres.
De acuerdo con Lorena Cabnal (2010), los complejos procesos de defensa del territorio implican, de forma simultánea, la reapropiación y politización del cuerpo de las mujeres. Esto significa que la recuperación del cuerpo como territorio está intrínsecamente vinculada a la defensa del espacio material y simbólicamente construido (Coole y Frost, 2010). Para Antonella Busconi (2018) esta concepción responde a una práctica contestataria y reactiva: cuando el territorio físico es vulnerado, los cuerpos de las mujeres sufren afecciones en múltiples grados y dimensiones.
La noción de cuerpo–territorio integra la relación histórica de las mujeres con la tierra y con el territorio, en tanto socialmente construido, y amplía el horizonte de la defensa territorial más allá de la mera protección de los bienes naturales. Esta defensa adquiere una dimensión vital, política y epistémica, en tanto implica la recuperación del «cuerpo expropiado [históricamente] para generarle vida, alegría, vitalidad, placeres y construcción de saberes liberadores para la toma de decisiones en articulación con la defensa del territorio, porque no se concibe un cuerpo de mujer sin un espacio en la tierra que dignifique la existencia» (Cabnal, 2010, p. 24).
En esta línea, Julieta Paredes (2013) sostiene que el feminismo comunitario se construye desde lo vivencial, lo pragmático y desde las corporalidades de mujeres que desbordan las normas impuestas y los mandatos de género. Estas experiencias encarnadas emergen como respuesta a un entramado de violencias estructurales vinculadas con el avance del capitalismo, el despojo territorial y la crisis ambiental del siglo xxi inducida por el cambio climático.
Es así como los feminismos comunitarios se configuran en estrecha relación con movimientos sociales situados en contextos específicos de tiempo y espacio, no sólo porque responden a coyunturas históricas concretas, sino porque elaboran sus marcos teóricos y estrategias de acción desde las condiciones materiales, simbólicas y afectivas propias de los territorios que habitan. A diferencia de otras corrientes más universales, estos feminismos se construyen a partir de las experiencias vividas en localidades atravesadas por el racismo, el patriarcado, el clasismo, el colonialismo y el extractivismo. De esta manera surge la noción de feminismos territoriales, los cuales, como señala Ulloa (2016), se distinguen, entre otras cosas, por su capacidad de denuncia frente a la mercantilización de los recursos naturales promovida por el proyecto político–económico del neoliberalismo.
Los feminismos territoriales también se caracterizan por la creación y articulación de alianzas estratégicas con redes más amplias —y de distintas escalas— de movimientos sociales liderados por mujeres rurales y campesinas con diversas identidades étnico–raciales, orientaciones sexuales, capacidades y trayectorias de vida, cuyo objetivo común es resistir la expansión del capitalismo extractivo y, al mismo tiempo, denunciar políticamente sus efectos. No obstante, como advierten Paola Bolados et al. (2017) y Marín y Montenegro (2021), la lucha de estos movimientos no se reduce únicamente a la resistencia. Se trata, también, de existir en el territorio, de habitarlo de manera activa, autónoma y digna, haciendo uso del conjunto de recursos disponibles conforme a principios, normas, reglas y valores propios que configuran formas específicas de organización social.
En esta línea, Gladys Tzul Tzul (2015) subraya que la vida comunitaria, la participación equitativa y la construcción de relaciones horizontales entre los seres humanos y lo no humano constituyen principios fundamentales de los feminismos del Abya Yala. Por su parte, Gargallo (2014) enfatiza la importancia de la reciprocidad entre humanos y naturaleza, así como el ejercicio de relaciones de complementariedad como pilares del pensamiento feminista comunitario.
Asimismo, en el desarrollo de esta corriente epistemológica se incorpora de manera transversal la perspectiva decolonial, cuya finalidad fundamental es cuestionar y desmantelar los múltiples y arraigados sistemas de opresión como el colonialismo, el racismo, el patriarcado, el capitalismo, la heteronormatividad, entre otros, los cuales se entrelazan y potencian mutuamente en la subordinación de los cuerpos de las mujeres y disidencias en América Latina. De acuerdo con Sofia Zaragocin (2017), este enfoque busca deconstruir el feminismo occidental mediante nuevas categorías de análisis como la interseccionalidad y el reconocimiento de las epistemologías críticas latinoamericanas.
De este modo, no sólo se pluraliza el conocimiento, sino también las formas metodológicas que posibilitan su construcción. En este marco, el feminismo decolonial se articula en un proceso de hibridación de nociones teóricas, conceptuales y metodológicas, creando un continuo epistemológico de resistencia y de acción política que dialoga tanto con el feminismo blanco hegemónico como con los feminismos del Abya Yala.
1.2 Geografías latinoamericanas emergentes: la geografía crítica y feminista
La construcción del pensamiento geográfico latinoamericano históricamente se ha situado en países como México y Argentina, pero principalmente en Brasil (Carrión y López, 2020; Zaragocin, 2019b). No cabe duda de que existe una larga trayectoria epistemológica brasileña institucionalizada que data de las primeras décadas del siglo XX, la cual ha evolucionado significativamente al diversificar sus enfoques y contribuciones, alcanzando un notable reconocimiento en la comunidad académica internacional, lo que ha favorecido el reconocimiento de destacados intelectuales (Santos, 2013; Haesbaert, 2013; Santos, 2000).
Sin embargo, en las últimas décadas la producción del conocimiento se ha expandido hacia otras geografías emergentes como Colombia, Ecuador y Bolivia. De acuerdo con Andrea Carrión y María López (2020), la emergencia y expansión de estas geografías, especialmente en Ecuador y Bolivia, se enmarcan en los gobiernos progresistas de izquierda que han impulsado la institucionalización y profesionalización de la geografía a través de la creación de carreras universitarias y programas de posgrados en diversas universidades públicas y privadas, así como el establecimiento de asociaciones de geógrafos y comunidades académicas de investigación con vínculos internacionales.
Esta producción epistemológica de la geografía representa un distanciamiento de la geografía descriptiva y cartográfica promovida por los institutos geográficos militares que predominaban en décadas anteriores, al tiempo que ha permitido a la disciplina posicionarse en debates contemporáneos sobre economía política, feminismo latinoamericano, territorialidad de los pueblos indígenas, la planificación territorial, entre otros (Carrión y López, 2020).
Este vuelco hacia una producción epistemológica del pensamiento geográfico —impulsado por la presencia de destacados geógrafos en universidades latinoamericanas como David Harvey y Doreen Massey— ha preparado el camino para la diversificación de la geografía (Blidon y Zaragocin, 2019; Zaragocin, 2023). Más recientemente, la geografía feminista y de género ha cobrado un creciente interés e importancia, no sólo en instituciones educativas, sino en el surgimiento de colectivos que se nutren mutuamente.
Así, por ejemplo, la geografía feminista ecuatoriana ha sido impulsada, en gran medida, por el Colectivo de Geografía Crítica, un grupo interdisciplinario de investigación activista, organizado y articulado con otras organizaciones, el cual se caracteriza por la producción de conocimiento colectivo que busca la resistencia territorial a través de una amplia gama de metodologías geográficas socioespaciales (Colectivo de Geografía Crítica de Ecuador, 2019, Zaragocin, 2019a). Este tipo de metodologías se fundamentan y se construyen sobre las experiencias vividas no sólo de mujeres, sino de comunidades y grupos sociales marginalizados y en situación de vulnerabilidad, haciendo uso de herramientas cualitativas y cuantitativas para evidenciar y cuestionar relaciones de poder y las desigualdades territoriales.
Tal como lo afirman Marianna Blidon y Sofia Zaragocin, (2019), académicas de Colombia y Ecuador están depositando sus esfuerzos en conectar los feminismos con un amplio espectro de literatura emergente de geografía feminista originaria de América del Sur. En este transitar, estas académicas se adentran en discusiones decoloniales sobre la construcción del conocimiento geográfico y una pluralidad de nociones ontológicas de espacio y territorio.2
Así, la geografía feminista definida por una perspectiva crítica obliga a comprender cómo los espacios y territorios se construyen sobre un conjunto de estructuras y relaciones asimétricas de poder y de género. Desde esta perspectiva se pone en el centro del análisis las experiencias y vivencias de los grupos históricamente dominados, marginalizados, vulnerables y violentados, cuyas existencias han sido configuradas por espacios moldeados por diversos sistemas de opresión basados en la raza, la clase, el género, la etnia y otros mecanismos de opresión.
En Colombia, de acuerdo con Ulloa (2019), el género como categoría de análisis ha sido introducido recientemente en los estudios geográficos e incorporado de manera transversal no sólo en departamentos de investigación, sino también en el interés creciente de estudiantes universitarios por explorar la relación entre el enfoque de género entendido como una categoría analítica (Scott, 1990) y los procesos de construcción social del espacio. Ulloa (2019) sostiene que la incorporación de la perspectiva de género ha sido progresiva desde inicios del nuevo milenio, momento en el cual la cuestión de género empezó a adquirir centralidad en el análisis geográfico. Con el tiempo, se fue gestando un vínculo más estrecho entre contribuciones de la geografía feminista y los feminismos latinoamericanos, lo que permitió el desarrollo de una perspectiva crítica y situada.
No obstante, resulta indispensable mencionar que para que una geografía feminista sea verdaderamente transformadora no debe restringirse estrictamente al análisis de género como categoría aislada. Tal como lo han enfatizado los feminismos negros (Davis, 1981) y marxistas (Federici, 2010), y los feminismos del Abya Yala, es fundamental reconocer la intersección entre raza, clase, género, colonialidad y geopolítica en la configuración de los espacios. No considerar estas interseccionalidades llevaría a reproducir las lógicas de invisibilización que justamente se han denunciado a lo largo de este artículo.
Además, el surgimiento de colectivos de geografía que trabajan a partir de epistemologías feministas, indígenas, afrodescendientes y comunitarias ha comenzado a reconfigurar las formas de institucionalización de la geografía feminista (Zaragocin, 2023). Al mismo tiempo, este proceso invita a repensar y resignificar conceptos clave de la geografía hegemónica, como territorio, espacio y cuerpo, los cuales adquieren una dimensión política y se convierten en herramientas de resistencia y denuncia colectiva. Asimismo, visibiliza las luchas territoriales que emergen desde las corporalidades, experiencias y memorias de quienes han sido histórica y sistemáticamente excluidos.
Trabajos como i) Mapeando el cuerpo–territorio. Guía metodológica para mujeres que defienden sus territorios, del Colectivo Miradas Críticas del Territorio desde el Feminismo (2017);ii) Geografiando para la resistencia, del Colectivo de Geografía Crítica del Ecuador (2022); y otros, expresan de forma explícita estas nuevas formas insurgentes y transformadoras de concebir la geografía y de cuestionar sus conceptos tradicionales.
La introducción de la geografía feminista, tanto en espacios académicos, de investigación y de generación de conocimiento, como en espacios activistas y de resistencia territorial, conlleva en estricto sentido un proceso de descolonización de la construcción del conocimiento geográfico (Zaragocin, 2019a). Esto significa, por un lado, cuestionar y desmantelar las formas en que la geografía, en tanto ciencia, ha sido históricamente moldeada por contextos eurocentristas, patriarcales y coloniales que han invisibilizado otras formas de comprender y habitar los territorios desde geografías periféricas. Por otro lado, descolonizar el pensamiento geográfico implica dar voz a las epistemologías situadas que emergen en tiempo y espacio en y desde el sur global, particularmente, desde las vivencias y resistencias de mujeres, pueblos indígenas y comunidades afrodescendientes.
En este sentido, el proceso de construcción de diálogos de ida y vuelta con otras geografías locales, nacionales e internacionales requiere de una metodología descolonizada (Zaragocin, 2019a). Este enfoque guarda estrecha relación con los planteamientos del feminismo comunitario, el cual aboga por descolonizar incluso aquellas categorías de análisis propuestas por el propio feminismo hegemónico, blanco y universal.
Paredes (2013, p. 73), por ejemplo, si bien reconoce el potencial de la categoría de género como herramienta analítica para denunciar las situaciones de vulnerabilidad de las mujeres en el marco del moderno sistema colonial y de género (Lugones, 2008), también la critica; propone, en su lugar, la necesidad de descolonizar y desneoliberalizar dicha categoría, incorporando criterios geográficos y culturales, así como las relaciones de poder entre el Norte y el Sur. Su propuesta se basa en recuperar la «denuncia feminista del género para desmontar el patriarcado que es más antiguo que la colonización y el neoliberalismo».
En esta misma línea, Catherine Moore (2018) subraya la importancia de reconocernos como sujetos epistémicos con culturas propias, pero también con categorías conceptuales, marcos teóricos y metodologías genuinas, capaces de responder a las realidades históricas, territoriales, culturales y contemporáneas.
Es así como en Ecuador, por ejemplo, la construcción de manuales sobre geografías feministas y metodologías para la resistencia territorial pone en evidencia una contribución clave en la producción de conocimiento geográfico feminista. Por consiguiente, es evidente la relación bidireccional entre la academia y el activismo que caracteriza la geografía feminista, lo que a su vez significa un punto de inflexión en la forma en cómo se aborda este nicho epistemológico (Zaragocin, 2019b). Esta comunidad epistémica se caracteriza por la conformación de espacios colectivos y son estos los encargados de desdibujar la línea entre académicos y activistas, poniendo al centro un sólo objetivo común: la politización de la construcción del conocimiento (Zaragocin, 2023).
En síntesis, el activismo activo, la colectividad y la pluridiversidad de ideas constituyen elementos integrales de la descolonización epistemológica, y contribuyen a la identificación de luchas y causas comunes. Entre diversos objetivos comunes de lucha, uno de los más importantes es la defensa del territorio, entendido no sólo como espacio geográfico, sino como un campo de resistencia socialmente construido frente al avance cada vez más violento de las prácticas capitalistas, coloniales y extractivistas. Con respecto a esto, existe una vasta literatura en la región (Apiolaza, 2018; Bolados, 2018; Tapia, 2018; Timm, 2018; Vallejo, 2014).
La literatura reciente sobre geografía feminista latinoamericana destaca una serie de esfuerzos, tanto desde las colectividades como desde la academia, por establecer vínculos y conexiones con otras geografías anglosajonas, superando diversas limitaciones como las distancias geográficas y el idioma (Carrión y López, 2020b; Ulloa, 2019). De acuerdo con Zaragocin (2023), los latinoamericanos formados profesionalmente en instituciones educativas en el extranjero desempeñan un papel clave en el establecimiento de diálogos epistemológicos entre las diferentes geografías.
Por su parte, Ulloa (2019) resalta la importancia de la construcción de alianzas entre colectivos y geógrafas internacionales, lo que ha enriquecido los diálogos entre el Norte y el Sur. Un notable ejemplo de este esfuerzo es volumen 26 de la revista Gender, Place and Culture (2019),3 un proyecto que intenta mapear las geografías feministas y de género en el contexto global, reuniendo siete contribuciones de Latinoamérica.
De manera similar, la conformación de un espacio colectivo transnacional con sede en Ecuador, denominado Colectivo Reexistencias Cimarruuna, evidencia el impacto que han tenido estos diálogos de la geografía feminista (Blidon y Zaragocin, 2019).
2. Aproximación metodológica
El diseño metodológico se fundamenta en una revisión crítica y hermenéutica de la literatura especializada y actualizada, enfocada a identificar las articulaciones y conexiones tanto teóricas como metodológicas entre los feminismos del Abya Yala y la emergente geografía crítica latinoamericana. El análisis se inscribe en un enfoque decolonial que busca situar los debates en relación con las epistemologías del Sur y los procesos de producción de conocimiento en contextos locales y regionales. La selección de la literatura se basó en textos académicos, manifiestos políticos y producciones colectivas, así como en contribuciones de la geografía crítica feminista latinoamericana. A partir de esta revisión se realizó una lectura transversal de las categorías propuestas por los feminismos in situ, en especial, aquellas vinculadas a la noción de cuerpo–territorio, en diálogo con las herramientas metodológicas impulsadas por la geografía crítica, por ejemplo, la cartografía social feminista. Esta metodología permitió evidenciar los puntos de convergencia y diálogos posibles entre ambas corrientes.
3. Las alianzas epistemológicas entre los feminismos del Abya Yala y las emergentes geografías críticas y feministas latinoamericanas
En este apartado la intención es explicitar los cruces y continuidades entre ambas corrientes epistemológicas. A partir de un proceso analítico, se han identificado algunos cruces en términos teóricos y metodológicos. En lo que respecta a lo teórico, tanto el feminismo comunitario como la geografía crítica cuestionan las categorías de análisis propuestas desde el Norte, poniendo énfasis en la necesidad de construir herramientas teóricas, analíticas y metodológicas propias, contextualizadas en tiempo y espacio, que permitan analizar la compleja y heterogénea realidad de las mujeres indígenas, negras, rurales, campesinas y afrodescendientes de la región. Este enfoque se enmarca en un contexto de capitalismo extractivista que convierte los territorios indígenas en escenarios de despojo y acumulación de capital articulados en el ámbito global. Un ejemplo claro de lo señalado es la noción de cuerpo–territorio y cuerpo–tierra. Aunque esta noción fue inicialmente acuñada por el feminismo comunitario, la geografía crítica la ha retomado e incorporado dentro de un conjunto diverso de investigaciones.
Así, por ejemplo, la obra Geografía crítica para detener el despojo de los territorios. Teorías, experiencias y casos de trabajo en Ecuador (Colectivo de Geografía Crítica de Ecuador, 2019) da cuenta no sólo de los cruces epistemológicos entre los feminismos y los estudios geográficos, sino de los avances teóricos, conceptuales, metodológicos y técnicos del pensamiento geográfico latinoamericano, crítico y decolonial. Esta obra se apoya e inspira en los debates de los feminismos del Abya Yala, resaltando su influencia en la producción de conocimiento situado.
Cabe destacar, además, el carácter colectivo como rasgo distintivo y fundamental de esta forma de producción de conocimiento geográfico decolonial. La construcción de una geografía feminista exige la existencia de una «colectividad militante y politizada» que permita pluralizar perspectivas, saberes y formas de conocimiento. En este sentido, el Colectivo de Geografía Crítica de Ecuador ha desempeñado un papel clave en la apertura de caminos para la emergencia de una geografía feminista, crítica y decolonial en la región.
Esta geografía se nutre epistemológica, teórica, conceptual y metodológicamente de las geografías de género y de la geografía feminista anglocéntrica, incorporando los debates feministas latinoamericanos en torno a la noción de territorio. Lo anterior evidencia una conexión explícita con los planteamientos del feminismo comunitario, particularmente, en relación con las nociones de territorio, cuerpo y tierra.
En síntesis, existen múltiples grados de interrelación conceptual entre las geografías feministas y este cruce de perspectivas representa, en sí mismo, una apuesta por lo decolonial (Zaragocin, 2019b).
Ahora bien, estos diversos grados de interrelación conceptual también resultan potencialmente fértiles en términos metodológicos. Los múltiples y variados trabajos, no sólo del Colectivo de Geografía Crítica de Ecuador, sino también de un amplio conjunto de investigaciones de grado y posgrado, evidencian dicho potencial metodológico (Céspedes, 2023; Cohendoz, 2019; Colectivo de Geografía Crítica de Ecuador, 2019; Ledesma, Fierro, Mateo y Medina, 2023; Ruales et al., 2019; Zaragocin et al., 2018).
De hecho, tal como afirma Zaragocin (2019a), una de las principales contribuciones de la geografía crítica, en diálogo con la geografía feminista, ha sido el desarrollo de metodologías de cartografía social feminista. Estas metodologías permiten operacionalizar conceptos provenientes de los debates de los feminismos latinoamericanos sobre el cuerpo y el territorio. En su análisis, Zaragocin (2019b) destaca que la conjugación y convergencia de diferentes corrientes feministas de pensamiento ha dado lugar a métodos analíticos como los de «territorios simbólicos», «cuerpo–territorio», «agua–territorio» y nociones de contramapeo de las violencias hacia las mujeres. Conceptos como agua–territorio y cuerpo–territorio parten de perspectivas decoloniales que entrelazan la espacialidad con el cuerpo, proponiendo nuevas formas ontológicas de comprender las coporalidades, el encarnamiento y la territorialidad.
En sintonía con lo anterior y retomando los planteamientos del geógrafo brasileño Carlos Walter Porto–Gonçalves (2019), lo novedoso del método decolonial que transversalizan los estudios del Colectivo de Geografía Crítica radica en su anclaje en la tradición del pensamiento crítico, el cual emerge desde los escenarios de conflicto social. Estos escenarios incluyen, por ejemplo, procesos de resistencia territorial frente al extractivismo, manifestaciones indígenas y campesinas en defensa del agua y la tierra, o luchas de mujeres y disidencias contra la violencia estructural y patriarcal. Es decir, se trata de espacios de disputa material y simbólica donde se ponen en juego el cuerpo, el territorio y la vida misma. Desde estas luchas sociales y políticas, y no únicamente desde el ámbito académico, se genera conocimiento situado que nace de la praxis y de las vivencias colectivas.
De acuerdo con Porto–Gonçalves (2019), esta procedencia le otorga una mayor capacidad analítica al pensamiento crítico, debido a que es en la metodología —entendida como práctica viva— donde se crea teoría. De ahí se desprende la necesidad de una pluralidad de perspectivas y actores sociales, y la construcción de una colectividad militante y politizada (Zaragocin, 2019b), lo cual coincide con los principios epistemológicos de los feminismos del Abya Yala (Cabnal, 2013; Tapia, 2018), que también sitúan el cuerpo y el territorio como espacios de resistencia y producción de saber.
Para ejemplificar lo señalado se puede aludir al estudio realizado por Melissa Moreano e Íñigo Arrazola (2019) sobre el mapeo de la violencia contra las mujeres en Ecuador y el devenir feminista. Al respecto, el objetivo de su investigación surge del reconocimiento de un conjunto de violencias sistemáticas experimentadas en diversos escenarios, tanto públicos como privados, las cuales están estrechamente vinculadas a las estructuras coloniales, patriarcales y capitalistas que configuran los territorios y los cuerpos. A partir de su acompañamiento a colectivos y comunidades implicadas en conflictos por la defensa territorial, los autores identifican que el feminismo latinoamericano opera como una estrategia política clave para visibilizar las múltiples formas de violencia encarnadas en los cuerpos de las mujeres. Se trata de cuerpos atravesados por marcadores sociales como la raza, la etnia, la clase o la edad que los hacen objeto de violencias sistemáticas y diferenciadas. En este sentido, el mapeo feminista permite leer esos cuerpos como territorios en los cuales se inscriben y acumulan las violencias, pero también las resistencias.
Otro ejemplo significativo es el estudio de Gabriela Ruales et al. (2019), centrado en el mapeo de la criminalización del aborto en Ecuador a partir de un enfoque interdisciplinario que cruza perspectivas jurídicas con herramientas analíticas de las geografías feministas. Los hallazgos del estudio resultan especialmente alarmantes, puesto que evidencian una creciente criminalización y judicialización de mujeres que optan por interrumpir su embarazo, al tiempo que cuestionan la fiabilidad y transparencia de los datos oficiales proporcionados por las instituciones estatales. Uno de los aportes más relevantes de esta investigación es la incorporación de la dimensión territorial, la cual permite identificar patrones espaciales en la distribución de estas violencias institucionales en el ámbito local. Asimismo, el trabajo interpela críticamente los discursos conservadores y antiderechos que se han fortalecido en los últimos años, particularmente aquellos articulados por grupos provida a través de narrativas como «con mis hijos no te metas» y la denominada «ideología de género».
En resumen, los estudios desarrollados por el Colectivo de Geografía Crítica, inspirados en los marcos teóricos y analíticos de diferentes corrientes feministas en América Latina, entre ellas, el feminismo comunitario y decolonial, así como las geografías feministas críticas, han dado lugar a la producción de metodologías basadas en cartografía social feminista. Cada una de estas perspectivas aporta elementos clave: el feminismo comunitario, por ejemplo, introduce la noción del cuerpo–territorio como espacio de disputa y resistencia, articulando cuerpo, identidad y territorio en contextos de violencia estructural; mientras que las geografías feministas aportan con herramientas para entender el espacio desde las experiencias encarnadas, situadas y subalternizadas.
Estas aproximaciones han dado lugar a un conjunto diverso de herramientas metodológicas que permiten visibilizar la compleja realidad en torno a la violencia que viven las mujeres y resistir ante la oleada de prácticas violentas propias del capitalismo contemporáneo.
Además de la cartografía social feminista, existen otras estrategias metodológicas que, aunque no sean abordadas en profundidad en este artículo, merecen ser mencionadas: el análisis crítico de monumentos históricos y espacios públicos; recopilación de relatos orales; la revalorización de saberes encarnados en figuras como las parteras, las curanderas o lideresas comunitarias, cuyas prácticas suelen quedar al margen de la práctica médica occidental, entre otras.
En este contexto, la producción de conocimiento se sostiene en dinámicas colaborativas y colectivas que recogen una pluralidad de visiones, trayectorias y comprensiones que convergen en apuestas políticas compartidas. Visibilizar y revalorizar formas de conocimiento situadas, en diálogo constante con académicas y académicos de diversas disciplinas, activistas, organizaciones y representantes de la sociedad civil, resulta fundamental para sostener estos procesos desde una perspectiva comprometida con las luchas feministas.
Por último, pero no menos importante, tanto los feminismos del Abya Yala como la geografía crítica se expresan y cobran fuerza en la práctica, en tanto ofrecen herramientas útiles para enfrentar las múltiples violencias sexuales, raciales, territoriales y simbólicas que se ejercen sobre los cuerpos de las mujeres en el contexto del moderno sistema colonial y de género. Estas violencias no operan de manera aislada, al contrario, están profundamente racializadas y ancladas en formas históricas de dominación que sigen reproduciéndose.
Desde las vivencias cotidianas de mujeres defensoras de sus cuerpos–territorios, hasta las luchas organizadas que interpelan directamente las lógicas extractivistas y de despojo, de experiencias situadas que desafían las estructuras coloniales y patriarcales, se configura el feminismo comunitario. Al mismo tiempo, herramientas metodológicas desarrolladas desde la geografía feminista y críticas se traducen en agendas de investigación, materiales pedagógicos y estrategias de comunicación que no sólo permiten visibilizar estas violencias, sino también incidir políticamente en sus entornos.
En este sentido, es fundamental reconocer que tanto los feminismos del Abya Yala como las geografías críticas no pueden comprenderse sin su anclaje empírico en los cuerpos, territorios y memorias de quienes los sostienen. Su razón de ser radica en lo vivencial, en lo político y en su capacidad de reconfigurar saberes desde las periferias hacia el centro.
A modo de conclusión
En los últimos años el pensamiento crítico y decolonial latinoamericano ha registrado avances significativos tanto en el plano teórico como en el metodológico, impulsados por su creciente articulación en diversos contextos nacionales de la región. Este proceso ha sido favorecido por dinámicas de institucionalización, así como por la proliferación de espacios dedicados al intercambio epistémico, la conformación de redes y la circulación de saberes situados. En este campo en expansión cobran especial relevancia los aportes de los feminismos del Abya Yala y de la geografía crítica latinoamericana, cuyas convergencias han propiciado nuevas formas de concebir el territorio, el cuerpo y la política desde experiencias encarnadas, colectivas y subalternizadas. Desde esta perspectiva, el trabajo metodológico in situ, el cual parte de lo cotidiano y lo vivido, ha sido clave para replantear las formas de producción de conocimiento en y desde América Latina.
A partir del análisis realizado se identifica una estrecha proximidad teórico conceptual y metodológico en doble sentido. Ambas corrientes epistemológicas apuestan por la producción de nuevas formas de conocimiento a través de procesos colectivos y decoloniales, al tiempo que cuestionan las categorías teórico–metodológicas propuestas desde el feminismo blanco hegemónico. Pero, más allá de la crítica, lo que se destaca es la construcción de herramientas analíticas que permiten comprender y confrontar los efectos del moderno sistema colonial y de género sobre los cuerpos feminizados y sus territorios. El ejemplo más elocuente es la discusión teórica de los feminismos del Abya Yala con respecto a la noción cuerpo–territorio y cuerpo–tierra. Sus contribuciones han calado profundamente en la geografía crítica a tal punto que han sido operativizadas en términos metodológicos. En el caso de Ecuador, por ejemplo, el Colectivo de Geografía Crítica, inspirándose en este andamiaje teórico, construye metodologías prácticas y políticas para la resistencia territorial y la prevención de la violencia de género. De igual manera, se ha identificado que investigaciones de grado y posgrado de Ecuador y Colombia se han inspirado en dichas contribuciones.
Del mismo modo, desde la geografía latinoamericana también se han realizado contribuciones al debate, como lo demuestra el trabajo de Rogerio Haesbaert (2020), Del cuerpo–territorio al territorio–cuerpo (de la tierra): contribuciones decoloniales. En ese sentido, este artículo ha buscado visibilizar las alianzas epistemológicas que enriquecen mutuamente sus horizontes teóricos y metodológicos. Tal como ha señalado Porto–Gonçalves (2019), estas sinergias dan cuenta de los significativos avances del pensamiento crítico y decolonial de la región.
Con miras al futuro, se identifican algunos desafíos clave para el fortalecimiento de este campo epistemológico: en primer lugar, es necesario avanzar en la diversificación y ampliación de los horizontes de investigación que permitan abordar los efectos territoriales del capitalismo contemporáneo, especialmente, en los territorios del Sur, donde confluyen de manera crítica el cambio climático, la desigualdad estructural, el incremento de la violencia, el avance del modelo neoextractivista, entre otros. Esta ampliación requiere de agendas de investigación que integren de manera transversal el enfoque de género y la interseccionalidad para analizar cómo interactúan las categorías de raza, género, clase y etnia en la (re)producción de las desigualdades territoriales.
En segundo lugar, a pesar del diálogo creciente entre las geografías latinoamericanas y las del mundo anglosajón, el idioma sigue representando un desafío, dado que muchos investigadores tienden a limitarse al análisis y revisión de la literatura disponible únicamente en inglés (Carrión y López, 2020). No obstante, en un esfuerzo por superar esta barrera se presentan con mayor recurrencia espacios formales e informales orientados al intercambio de ideas en ambos idiomas.
En tercer lugar, los procesos de institucionalización de la geografía crítica y feminista enfrentan un contexto adverso marcado por la neoliberalización de la educación superior, la cual se expresa en recortes presupuestarios, reducción de los espacios para el debate crítico y un menor respaldo institucional.
A la luz de lo expuesto, se concluye que los feminismos latinoamericanos han contribuido significativamente a la configuración de una geografía feminista y de género en la región. Herramientas como la noción de cuerpo–territorio y cuerpo–tierra han abierto el camino para la creación de múltiples herramientas metodológicas, las cuales, a su vez, constituyen mecanismos que fortalecen los procesos de resistencia territorial frente al avance del capitalismo contemporáneo. Estas experiencias alimentan y enriquecen, en términos epistemológicos, al feminismo comunitario y territorial.
A partir de esta perspectiva analítica, la geografía feminista y los feminismos latinoamericanos se presentan como corrientes de conocimiento que se nutren mutuamente en un intercambio epistemológico constante. No obstante, considerando que aún es necesario profundizar en este diálogo —y sin pretender yuxtaponer un enfoque sobre otro—, podría plantearse la idea de que la geografía feminista actúa como un gran paraguas que acoge los planteamientos de los feminismos latinoamericanos, facilitando su inserción en debates académicos anglosajones y su articulación con otras geografías críticas.
Notas
* Artículo derivado de una investigación realizada en el programa de Estudios Interdisciplinares de Género, Universidad de Salamanca, y posteriormente retomada y ampliada en el Doctorado en Geografía Humana y Estudios Territoriales, Flacso–Ecuador.
1 La expresión Abya Yala significa «tierra madura, viva, en florecimiento» (Carrera y Ruiz, 2016) y su origen se atribuye a los pueblos originarios de Colombia y Panamá para referirse al espacio continental que hoy en día comprende América Latina y el Caribe hasta antes de la conquista. Dicha expresión es justamente retomada por los feminismos de la región para reivindicar aspectos y elementos historicos, simbólicos y epistemológicos in situ para contribuir a la decolonialidad del conocimiento.
2 Es importante reconocer los esfuerzos de la geógrafa ecuatoriana Sofía Zaragocin y la colombiana Astrid Ulloa para posicionar el debate de la geografia crítica y feminista en la región y establecer diálogos continuos con otras geografías a través de sus publicaciones individuales y colectivas, incluso en coautoría. Con respecto a esto último, su artículo más reciente, Diálogos sobre feminismos, ambientalismos y racismos desde las geografías feministas latinoamericanas (Ulloa y Zaragocin, 2022), constituye un buen ejemplo.
3 Véase https://www.tandfonline.com/toc/cgpc20/26/7–9
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