ISSN (impreso) 0121–5167 / ISSN (en línea) 2462–8433

 

Artista invitado
Juan Fernando Sánchez Suárez
De la serie Recién llegados
Técnica mixta, propalcote, hilos, acrílicos, lapiceros, plástico molido
102 cm x 72 cm
2022

SECCIÓN GENERAL

 

Un encuentro con la obra de Claude Lefort. La incerteza y la libertad*

 

An Encounter with the Work of Claude Lefort. Uncertainty and Freedom

 

 

Luis Carlos Sierra Ávila1 (México)

Débora C. Espinosa Montesinos 2 (México)

 

1 Licenciado en Diseño del Hábitat. Magíster en Sociología Política. Correo electrónico: luis.carlos.sierra.avila@gmail.com – Orcid 0000–0002–1360–4992 – Google Scholar https://scholar.google.com/citations?user=X7hXgjwAAAAJ&hl=es

2 Licenciada en Historia. Magíster en Sociología Política. Correo electrónico: deemontesinos@gmail.com – Orcid 0009–0006–7927–9404

 

Fecha de recepción: febrero de 2024

Fecha de aprobación: abril de 2025

 

Cómo citar este artículo: Sierra Ávila, Luis Carlos y Espinosa Montesinos, Débora C. (2025). Un encuentro con la obra de Claude Lefort. La incerteza y la libertad. Estudios Políticos (Universidad de Antioquia), 72, pp. 195–216. https://doi.org/10.17533/udea.espo.n72a08

 


Resumen

Este artículo de reflexión analiza la obra de Claude Lefort a partir de la pregunta: ¿qué lugar ocupa la libertad en su filosofía política? Sostiene que, aunque la libertad no es conceptualizada explícitamente como eje central, constituye un principio transversal en su pensamiento, el cual se especializa en la democracia y totalitarismo. A partir de un enfoque conceptual y analítico, el estudio examina las nociones de incerteza, incertidumbre, poder e ideología como condiciones de la democracia moderna. Se argumenta que, para Lefort, la libertad no debe entenderse en términos axiológicos o liberales, sino como una condición existencial vinculada a la indeterminación del poder y al ejercicio crítico de la ciudadanía. El aporte del artículo radica en visibilizar la libertad como categoría articuladora de su obra, en contraste con estudios anteriores centrados en el totalitarismo o la institucionalización del vacío. Entre las conclusiones se destaca que para Lefort la incerteza y la posibilidad de dudar son elementos constitutivos de la libertad y de lo político, ofreciendo claves para pensar regímenes democráticos abiertos frente a las crisis contemporáneas.

Palabras clave: Filosofía Política; Democracia; Libertad; Incertidumbre; Lefort, Claude.


Abstract

This reflection article analyzes the work of Claude Lefort through the question: What role does freedom play in his political philosophy? It argues that, although freedom is not explicitly conceptualized as a central axis, it constitutes a transversal principle in his thought, which focuses primarily on democracy and totalitarianism. Employing a conceptual and analytical approach, the study examines the notions of indeterminacy, uncertainty, power, and ideology as conditions of modern democracy. It contends that, for Lefort, freedom should not be understood in axiological or liberal terms, but rather as an existential condition linked to the indeterminacy of power and the critical exercise of citizenship. The contribution of the article lies in making freedom visible as an articulating category of Lefort's work, in contrast to previous studies that emphasize totalitarianism or the institutionalization of the void. Among the conclusions, it stands out that for Lefort uncertainty and the capacity to question are constitutive elements of both freedom and the political, offering insights for imagining open democratic regimes in the face of contemporary crises.

Keywords: Political Philosophy; Democracy; Freedom; Uncertainty; Lefort, Claude.


 

 

Introducción

El siglo XX —datándolo, siguiendo la propuesta de Eric Hobsbawn, como el siglo corto que va desde el inicio de la Gran Guerra en 1914 hasta la disolución de la Unión Soviética en 1991— estuvo marcado por una serie de acontecimientos que reconfiguraron las ideas de la civilización occidental. Los diversos conflictos bélicos, la reorientación de las relaciones políticas entre los distintos países, así como las formas de pensar la economía industrial fueron modificando todos los ámbitos de la vida individual, social, cultural, política y económica.

El mundo cambió después del triunfo de la Revolución de Octubre de 1917, en la cual la Rusia zarista quedó abolida por el nuevo gobierno bolchevique que años después fundó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS); y tras la Segunda Guerra Mundial (1939–1945), con la reconfiguración de las sociedades europeas que se enfrentaban a regímenes totalitarios, se formó un nuevo sistema internacional en el cual dos visiones antagónicas de la modernidad pautaron tensiones ideológicas, culturales y bélicas. La pugna entre dos grandes bloques —el capitalista y el comunista— ofreció, por un lado, el espacio para repensar nuevas posibilidades para vivir en sociedad y, por el otro, una crisis que vislumbraba un futuro desconocido.

En este contexto convulso, Claude Lefort (1924–2010) se desenvolvió como un pensador de lo político (Bataillon, 2019). Sus reflexiones partieron de una perspectiva filosófica, haciendo hincapié en el totalitarismo y, posteriormente, respondiendo al devenir histórico, llevó la reflexión al espacio de la democracia. No obstante, de fondo se puede encontrar una amplia elaboración sobre lo que implica pensar la política y, sobre todo, lo político.

En este sentido, este artículo tiene como objetivo desarrollar algunas de las reflexiones planteadas por el filósofo francés en sus aportes sobre el totalitarismo y la democracia, centrándose en un concepto que aquí se considera fundamental en su obra: la libertad. Si bien no es, necesariamente, el tópico principal, se propone que esta puede ser entendida como un eje transversal en su pensamiento. Resulta importante señalar que por libertad se entiende la capacidad del individuo de poder ser, de la libertad como potencialidad, distanciándose de una definición axiológica como resultado positivo o negativo y de una concepción liberal, sino posicionándola como plena condición existencial (Lefort, 2004d). A su vez, se señala que la incerteza es modular, tanto en su planteamiento en general como en las críticas que hace a los totalitarismos, por lo que hay una vinculación con esta y las condiciones de posibilidad de la libertad.

La importancia de repensar los postulados y los aportes de Lefort a la filosofía política y a la teoría política recae, principalmente, en que el filósofo francés fue pionero en la construcción de una filosofía política que tenía como punto de partida la duda sobre lo político. En este sentido, se señala que, a través de la articulación desde la filosofía política de las categorías de democracia y totalitarismo, consigue elaborar una «filosofía política de la libertad» (Ortiz, 2003, p. 18).

Sobre por qué releer y repensar la obra de Lefort, se considera aquí que resulta pertinente frente a los desafíos de los regímenes políticos contemporáneos. Como se señala a lo largo del texto, Lefort propuso una concepción radicalmente abierta de la democracia como un régimen que institucionaliza el vacío del poder, es decir, como una forma de organización social que no reposa sobre fundamentos absolutos ni identidades fijas. Esta perspectiva no sólo permite problematizar los discursos que buscan cerrar el campo de lo político en un fundamento, sino que también invita a pensar la democracia como un campo de conflicto simbólico, donde se disputa constantemente el sentido de lo social.

En un momento en que las nociones de igualdad, libertad y representación se encuentran en crisis o en disputa, volver a Lefort puede ofrecer herramientas tanto teóricas como filosóficas para imaginar formas democráticas no clausuradas, sensibles a la pluralidad y abiertas a la indeterminación. Asimismo, su crítica al totalitarismo y a las ideologías que pretenden encarnar la totalidad del cuerpo social continúa siendo una advertencia frente a las diferentes formas de concentración del poder.

 

1. Sobre el qué y el cómo: herramientas teórico–metodológicas para el encuentro

En este apartado se describe el proceso de acercamiento a la obra de Lefort, dado que este artículo surge como resultado de una indagación exploratoria en torno a su pensamiento. Inicialmente, se realizó una revisión sistemática de sus textos más representativos, en particular, sus ensayos políticos y filosóficos en torno a la democracia y al totalitarismo, con el objetivo de identificar los elementos centrales de su propuesta teórica. Esta revisión fue complementada con bibliografía secundaria que permitió ubicar el pensamiento de Lefort en el entramado intelectual en el que se desarrolla.

A partir de este ejercicio analítico, se identificó la presencia de un concepto que, aunque no tematizado de manera explícita por el autor, funciona como una categoría implícita que articula su reflexión política, es decir, la «libertad». El rastreo de este concepto fue clave para esclarecer tanto la orientación teórica general de Lefort como el conjunto de interlocuciones —implícitas y explícitas— que sostiene con otras corrientes del pensamiento político contemporáneo.

De igual manera, es importante señalar que Lefort no sólo desarrolló su propio pensamiento a través de diversos ensayos, sino que trabajó profundamente en torno a las obras de Nicolás Maquiavelo y Alexis de Tocqueville. Resulta interesante observar que, si bien estos autores fueron objeto de su estudio, Lefort también entabló un diálogo crítico con sus postulados. En particular, para reflexionar sobre la libertad retomó y resignificó algunas de las propuestas de Tocqueville. Por este motivo, en este artículo se recuperan sus reflexiones sobre Tocqueville como una vía para comprender la noción de libertad, así como el vínculo con la política, lo político y la democracia en el pensamiento de Lefort.

El análisis se apoyó tanto en fuentes primarias como secundarias, provenientes de distintos campos disciplinares y con diferentes objetivos, como reflexionar sobre filosofía política, teoría democrática o sociología del poder. Esto permitió elaborar un panorama amplio de los debates en los que Lefort participa o a los que ofrece aportes significativos. Este procedimiento metodológico implicó no sólo la identificación de la noción de libertad en su obra, sino también su contraste con nociones afines desarrolladas por otros autores.

Retomando la propuesta analítica de Oliver Marchart (2009), identificar tanto el conjunto de interlocutores como las nociones que entran a debate permite la construcción de una cartografía de pensadores. En este caso, se centra en la reflexión en torno a la libertad y cómo Lefort establece diálogos con diversos autores. Es importante insistir en que, aunque el interés reside en la noción de libertad, puesto que es un eje principal no explícito, no significa que se pueda desvincularla de otros campos semánticos o temáticas.

 

2. La interrogación filosófica como praxis

Al acercarse al pensamiento de cualquier autor u autora resulta imprescindible poner en su respectivo contexto las ideas que generan y las formas en las que se van desarrollando. El caso de Lefort no es la excepción, puesto que se encuentra congruencia entre el desarrollo de sus planteamientos, su postura política, la realidad a la que se enfrentaba y su forma de proceder ante la práctica filosófica. Constantemente, su pensamiento es ubicado entre la ciencia política y la sociología por la perspectiva teórica de la democracia que planteó desde su reflexión de los hechos políticos y sociales de su presente. Sin embargo, para el escritor su labor como pensador se encuentra más cercano a la filosofía, a pesar de la reticencia de sus contemporáneos a su reflexión filosófica:

Es verdad que no me complace que se hable de mí como sociólogo, o como politólogo, so pretexto de que mi reflexión se ha ejercido ampliamente sobre hechos sociales y políticos A veces he tenido que defenderme de estas denominaciones [...]. De manera general, me ha importado siempre precisar que mis métodos no provenían de los que llamaban ciencias humanas. Pero clasificarme entre los filósofos no me ha sido nunca fácil (Lefort, 2004a, pp. 3–4).

Su pensamiento, que puede considerarse poco ortodoxo, lo llevó a reflexionar a partir de distintos frentes, haciendo uso de su contexto político, pero recurriendo a reflexiones cercanas a la filosofía. Por ello, resulta difícil definir el ejercicio reflexivo de Lefort y encasillarlo desde la sociología o la filosofía, pues su gran versatilidad desconcertó a muchos de sus lectores. Al intentar definirse, expresó: «de todas las determinaciones que se entrecruzan para definirme, ésta, quiero convencerme de ello, es la menos necesaria. Después de todo siempre he tenido la libertad, y la conservo, aunque disminuya con el tiempo, de cambiar de profesión» (Lefort, 2004a, p. 4).

Sin embargo, aun dentro de esta amalgama de recursos y perspectivas, es posible identificar algunas líneas claras en su obra, como la fenomenología —influenciada, en gran medida, por Maurice Merleau–Ponty, de quien fue alumno—, así como la influencia de Nicolás Maquiavelo y Karl Marx, cuyas obras consideraba únicas (Lefort, 2004a). En este sentido, es importante mencionar que su acercamiento a la teoría marxista lo influyó profundamente, no sólo en el plano filosófico, sino también en su posicionamiento político frente a la sociedad liberal; este, en cierta medida, determinó el desarrollo de su obra.

Entre 1945 y 1948 tuvo un acercamiento al marxismo por su militancia trotskista que lo llevó a conjugar sus intereses filosóficos con la práctica política. A pesar de que el trotskismo tendía a oponerse a la infraestructura socialista impuesta por la URSS, rápidamente encontró que había que desarrollar una postura crítica y que lo que sucedía bajo el régimen soviético tenía que ser interpretado desde otras formas de pensamiento (Valencia, 2002). En respuesta a esta preocupación, centró sus escritos, en una etapa temprana de su obra, a repensar el totalitarismo y, posteriormente, la democracia.

En su desencuentro con la práctica política del comunismo soviético, así como con las ambigüedades y contradicciones que identificó en ciertos postulados deterministas de la obra de Marx, Lefort orientó su reflexión filosófica hacia una interrogación constante sobre el significado del poder en la sociedad moderna. Frente a las perspectivas deterministas y causales del marxismo, reconoció y reivindicó la duda como una herramienta fundamental para la libertad, entendiendo la práctica de la duda como «una vida en lucha contra la ilusión» (Merleau–Ponty, 1980, p. 37 citado en Molina, 2012, p. 50).

A través del pensamiento de Merleau–Ponty, Lefort encontró una clave teórica para romper con el determinismo económico y teológico del marxismo: «La misma necesidad lo hace posar de un pensamiento del cuerpo a un pensamiento de la carne y lo libera de la atracción por el modelo comunista, haciendo redescubrir la indeterminación de la historia y del ser de lo social» (Lefort, 2004c, p. 51). La noción de «carne» que Merleau–Ponty opone a la de «cuerpo», donde la primera da «nombre a aquello que es “sin figura, no reside en ninguna parte”. [...] Ni sustancia ni espíritu, la carne no remite a un fondo oculto ni al correlato de un sujeto que vendría a descubrirlo» (Paredes, 2024, p. 111).

Desde esta perspectiva, la fenomenología de Merleau–Ponty no sólo ofrece un anclaje ontológico opuesto a la noción de la voluntad de un sujeto trascendental, sino que se convierte en una consigna política: pensar la carne como base de lo humano y lo social implica reconocer que las sociedades no se forman a partir de una voluntad suprema —como Dios o el Estado—, sino que surgen desde un vacío ontológico que habilita la posibilidad de múltiples formas de acontecer. Con base en esta reflexión, Marchart (2009) caracteriza a Lefort como un pensador posfundacional: sus propuestas apuntan a desestabilizar la idea de que la sociedad está constituida sobre un fundamento estable.

Ante la certeza y la certidumbre que la teoría marxista y el régimen soviético tenía respecto la vida humana, Lefort, similar al juego de lo privado y lo público en Hannah Arendt,1 repiensa lo político y la política. Por un lado, explica que «lo político se releva así no en aquello que llamamos actividad política, sino en ese doble movimiento de aparición y ocultamiento del modo de institución de la sociedad» (Lefort, 2004b, p. 39). Aparición porque se hace visible en el proceso de ordenamiento de la sociedad y ocultamiento puesto que, al tener un carácter contingente, no puede ser designado a un sitio particular. Es decir, para Lefort lo político no puede reducirse a la actividad política ni tiene una localización específica, es un proceso simbólico e instituyente que da forma a la sociedad.

En su análisis sobre el totalitarismo, el filósofo francés observó cómo este régimen suprimió las libertades individuales al intentar imponer la homogeneización de lo social, creando un cuerpo unitario y cerrado:

El discurso totalitario borra la oposición del Estado y de la sociedad civil; se dedica en convertir en manifiesta la presencia del Estado en toda la extensión del espacio social, es decir, a conducir a través de una serie de representantes el principio de poder que informa la diversidad de las actividades y las contiene en el modelo de un vasallaje común (Lefort, 1990b, p. 163).

En este sentido, el discurso totalitario elimina la posibilidad de la diferencia y, con ello, niega el espacio mismo de lo político (Guerrero, 2020). En esta línea, Marchart (2009) retoma la distinción entre lo político y la política, señalando que lo político puede entenderse como «el campo de interrogación» propio del pensamiento político (p. 122). Es decir, lo político no remite a instituciones o prácticas específicas, sino al espacio en el que se cuestionan y disputan las formas posibles de organización social. En sus palabras, interpretar lo político consiste en preguntarse: «¿Cuál es la naturaleza de la diferencia entre las formas de la sociedad?» (p. 124).

Desde esta perspectiva, el totalitarismo, al cancelar la diferencia y clausurar el conflicto, anula también la posibilidad de formular esa pregunta fundamental. Negar el espacio para lo político equivale, así, a suprimir el ejercicio reflexivo, la interrogación filosófica y, con ello, la apertura hacia nuevas formas de acontecer social.

Por otro lado, la política es el sitio donde se ejerce la competencia de la cual se forma y se renueva la instancia general del poder (Lefort, 2004b). De acuerdo con Carolina Guerrero (2020), es el espacio público donde los individuos se reconocen como iguales en su condición de libertad. La política en el pensamiento de Lefort es el espacio donde se puede encontrar lo ya instituido, el poder incorporado en algo, aquel sitio en donde el poder puede ser obtenido a través de la competencia entre iguales. No obstante, eso no implica que el poder sea una «cosa», sino que en la política es indisociable de su representación (Molina, 2012, p. 52). En palabras de Lefort (1990b), la política es:

La «forma» en la cual se descubre la dimensión simbólica de los social, no es para privilegiar las relaciones de poder, entre otras, sino hacer comprender que el poder no es «alguna cosa», empíricamente determinada, sino algo indisociable de su representación, y que la prueba que hacemos de él, simultáneamente prueba del saber, modo de articulación del discurso social, es constitutiva de la identidad social (p. 141).

En este sentido, así como la política no es una entidad fija y localizable, también señala que esta no sólo organiza el acceso al poder, sino que también evidencia las formas en las que lo social se representa a sí mismo, configurando sus propias condiciones de existencia.

Una lectura lefortiana del poder es una perspectiva que piensa el poder más allá del poder (Straehle, 2019). De acuerdo con Edgar Straehle (2019), el poder en Lefort tiene un carácter simbólico que va más allá de la violencia o lo físico, alejándose de la visión reduccionista del poder. Para el filósofo francés, el poder se presenta como un régimen de visibilidad, donde lo político se presenta a través de la política, es decir, es el espacio donde se vinculan uno y otro.

Considerando esto, en el esfuerzo por reconocer la autonomía de lo político frente a la política, es importante señalar que Lefort establece una vinculación intrínseca entre lo político —lo instituyente, entendido como lo social—,y la política —lo instituido, es decir, la sociedad—. Retomando a Mónica Maccise (2004), para Lefort preguntarse por lo político implica la pregunta por la institución de lo social. Por lo que se constituye «un tipo de análisis metasociológico, metapolítico que abarca una interrogación sobre el ser de lo social» (Schevisbiski, 2014, p. 129). Es decir, la preocupación radica en el fenómeno de la institución.

En este sentido, Marchart (2009) sostiene que la distinción entre la política y lo político en Lefort debe entenderse a la luz de su crítica a la ciencia política y de su defensa del pensamiento filosófico como un «pensamiento de lo político» (p. 122). Mientras la política tiende a operar desde una lógica positivista y no reflexiva —centrada en la descripción empírica del ejercicio del poder—, el pensamiento filosófico reivindicado por Lefort propone una interrogación más radical. En lugar de reducirse al análisis técnico de instituciones o relaciones de poder, lo político abre la posibilidad de cuestionar la propia forma de constitución de lo social. Así, no se limita a los hechos del poder y también se pregunta por la posibilidad misma de las formas de sociedad.

Por lo tanto, en sus disertaciones sobre el mundo moderno, como espacio para desarrollar sus reflexiones filosóficas, y conforme el siglo XX llegaba a su fin, Lefort encaminó su reflexión hacia el despertar del interés democrático sin abandonar la crítica a los totalitarismos. Si bien en su diversa obra se encuentran diferentes tipos de postulados sobre las formas y el sentido de lo social, comparten que surgen del mismo planteamiento: la interrogación filosófica.

 

3. Un diagnóstico de la sociedad democrática

La filosofía de Lefort es particular, coincide con autoras y autores coetáneos, ya que no apuesta por un pensamiento sistematizado o un sistema filosófico extenso. Su obra, que en su mayoría está compuesta por ensayos y artículos, y que cuenta con un esfuerzo editorial para compilarlos, pareciera estar desarticulada. Sin embargo, esta intención reflexiva manifiesta una búsqueda por romper con las certezas de la vida y fomentar la duda. Así, al igual que la preocupación de Maquiavelo por una ciudad libre (Covarrubias y Bataillon, 2020), Lefort busca a través de su filosofía provocar el ejercicio de la libertad de los individuos.

Con esta preocupación, no resulta raro su peculiar atención por el fenómeno democrático del siglo XX, ya que, aunque en ocasiones encuentre semejanzas con el pensamiento de Tocqueville, es reiterada su búsqueda por repensarlo y debatir sus posiciones sobre la democracia. Para Lefort, Tocqueville, en su libro La democracia en América, observa que la democracia es una forma de sociedad donde se alcanzará el pleno auge del poder del Estado (Lefort, 1990a). A diferencia de la «aventura» totalitaria en la cual hubo una dominación de la burocracia que se ejerció verticalmente y pretendió borrar toda divergencia, o en la monarquía en la cual el poder estaba incorporado a la figura del príncipe que daba cuerpo a toda la sociedad, en la democracia moderna el poder aparece como lugar vacío, donde los gobernantes son capaces de competir para apropiarse de él (Lefort, 1990a).2

Para Lefort hay un trastocamiento inaugurado por la democracia: el poder, al ser una noción de espacio vacío, presenta el fenómeno de la desincorporación de la ley, el poder y el conocimiento. Cada una de las esferas presenta una autonomía ante las otras, diferenciándose de los gobiernos totalitarios o los monárquicos que concentran las tres esferas en la figura del soberano. Así, la ley, el poder y el conocimiento se presentan como espacios particulares que, aunque puedan estar vinculadas, se rigen bajo normas pertenecientes a cada una.

El vaciamiento del lugar supone para los individuos el surgimiento de la incertidumbre, debido a la falta de una imagen que pueda dar unidad al pueblo y que figure como la encarnación del poder generador de orden. Para los ciudadanos, la pérdida de un referente los hace replantearse la cuestión de unidad. Esto se maximiza debido a que en la heterogeneidad de la sociedad los individuos son incapaces de establecer una identidad que cohesione, por lo que la democracia se presenta como un fracaso de la representación del pueblo (Lefort, 2004c). De esta manera, en la democracia se «convierte en identidad la búsqueda de identidad» (Molina, 2012, p. 49).

No obstante, no se debe confundir «la idea de un poder que no le pertenece a nadie con la idea que designa el lugar vacío» (Lefort, 2004b, p. 34). El poder, también puede pertenecer a aquel que permanece inquieto, que debate, es decir, al ciudadano. En esta aparente contradicción, de volver a hacer corpóreo el poder, su posición crítica hace notar nuevamente la colocación de la incerteza, como un constante ir y venir entre su llamado de alerta contra los posibles peligros de la democracia y la potencialidad de libertad que hay al interior.3 De esta manera, el poder no sólo es un espacio vacío, sino que también puede ser ejercido de manera liberadora.

Al respecto, en su llamado a no posicionarse axiológicamente, Lefort retoma las nociones de libertad política y libertad individual de Tocqueville para expresar ambas posibilidades de la democracia y cómo pueden crear una sociedad (Lefort, 2004d). Con respecto a esto, el filósofo francés argumenta que el Estado es donde se ejerce la libertad política, que es el ejercicio del poder, por lo que uno de los peligros de la democracia se encuentra en la supresión de las libertades individuales mediante las libertades políticas. Para esto, Lefort menciona que no se puede sustituir la independencia individual sobre la política. Cuando los intereses privados son respondidos mediante los recursos públicos se expresa una indiferencia hacia la voluntad del pueblo.

Es claro cómo Lefort entiende de la libertad política, el ejercicio del poder en la sociedad democrática, cómo la autoridad puede ser creadora de la sociedad; sin embargo, la misma libertad individual es partícipe de la creación de la libertad política. Aquí refiere Lefort un poder creador a los individuos: no son sólo las instituciones, el Estado o los partidos políticos los encargados de constituir la sociedad, sino que la sociedad es capaz de incidir en ella misma.4

Considerando lo anterior, ¿podría la democracia ser pensada como una ideología? La revisión de la obra de Lefort permite sostener que el filósofo francés se distanció de la concepción marxista de ideología, en sus palabras:

Con la concepción de Marx, desde el momento en que no tratamos a la ideología como un reflejo, buscamos develar su obra, pensamos conjuntamente formación y transformación, es decir, le prestamos un poder de articularse y rearticularse no solo en respuesta a un supuesto «real», sino a prueba de los efectos de su propia disimulación de lo real (Lefort, 1990b, p. 137).

Desde esta perspectiva, la ideología no es un reflejo o un velo que oculta la verdad mediante un discurso, sino una acción, una forma activa de intervención que reorganiza la realidad. Esta noción se aproxima a la concepción de Michel Foucault (1983), para quien el discurso no es sólo un vehículo de enunciación, sino una práctica que considera una dimensión fáctica del poder. En consecuencia, la ideología debe analizarse no únicamente por su contenido, sino por su capacidad de incidir en lo social.

En el caso de la democracia, Lefort señala que esta también puede adquirir una dimensión ideológica cuando se impone como una forma de organización de lo social que pretende clausurar el vacío constitutivo del poder. En su crítica a la ideología burguesa, sostiene que esta:

Circunscribe la ideología a un tipo de sociedad, recusa pues formalmente la aplicación del término [...] en la cual el discurso dominante saca siempre su legitimidad de una referencia a un orden trascendente, y no da lugar a la noción de una realidad social en sí inteligible, ni al mismo tiempo a la de una historia o de una naturaleza inteligible en sí (Lefort, 1990a, p. 137).

En este sentido, la democracia como forma de sociedad instaura un modo de actuar y pensar, ya que reorganiza toda la vida social, es decir, es posible conceptualizar la democracia como una ideología. Por lo tanto, también podría convertirse en un fenómeno totalizante que puede sustraer al individuo la capacidad de pensar (Guerrero, 2020) o su capacidad de ser libre. La ideología en la democracia busca contrarrestar el lugar vacío, pues su «finalidad es devolver la indeterminación de lo social a su determinación» (Lefort, 1990b, p. 141). De este modo, la ideología ofrece una falsa seguridad, a cambio de perder o suprimir la libertad.

Es importante mencionar que para el filósofo la democracia no es una simple contraposición al totalitarismo, ya que entre ambos encuentran varias similitudes. Para explicar la desvinculación entre la sociedad y el poder político característica de la democracia, Lefort recurre al concepto de servidumbre, retomado de Alexis de Tocqueville, con el fin de mostrar cómo en determinadas condiciones los ciudadanos pueden perder la capacidad de comprender su lugar en la sociedad y actuar políticamente.

Según Lefort (2007), la diferencia entre libertad y servidumbre surge de la condición de igualdad que constituye el fundamento de las sociedades democráticas. Esta igualdad puede derivar en cuatro fenómenos distintos: nivelación, independencia, aislamiento y semejanza. Estos fenómenos, sin embargo, no son neutros, su despliegue puede conducir a destinos opuestos: «libertad o servidumbre. Por lo que respecta al primer recorrido, está guiado por la imagen de la independencia y del aislamiento; en cuanto al segundo, por la imagen de la similitud y de la nivelación» (p. 150).

En el caso de la servidumbre, tanto la semejanza como la nivelación provocan un aplanamiento del individuo en lo social: la similitud borra las diferencias, mientras la nivelación pone a todos en el mismo lugar. Estas dinámicas, llevadas al extremo, se encuentran en el totalitarismo, donde las individualidades son suprimidas y absorbidas en un cuerpo homogéneo: el sujeto de masas. Por otro lado, la libertad, también vinculada a la igualdad, puede devenir en independencia y aislamiento. La independencia apunta hacia la afirmación del juicio autónomo y la voluntad de actuar sin someterse a autoridades incuestionables; sin embargo, esta misma independencia puede derivar en aislamiento: «La independencia señala en la dirección de la afirmación de sí, de la voluntad de juzgar y de actuar emancipándose de cualquier autoridad que pretende sustraerse al libre examen; por otro, señala en la dirección del aislamiento y, por ello, se presta al despotismo» (Lefort, 2007, p. 151).

Esta ambigüedad revela que no hay un camino único ni cerrado en las democracias contemporáneas. La igualdad democrática puede abrir la vía hacia la libertad o hacia nuevas formas de servidumbre, y dentro de cada posibilidad se despliegan diferentes formas de ejercer una u otra. Por ende, la democracia no debe ser concebida como una forma de sociedad cerrada que no permite la posibilidad de otras formas de sociedad, por el contrario, es una forma abierta, capaz de contener en sí misma la disputa constante por su reinvención. En esta apertura se inscribe lo político, entendido como el campo donde se instituyen —y se ponen en cuestión— las formas posibles de lo social.

Así, retomando su distinción de la política y lo político como lo instituido y lo instituyente, a diferencia del totalitarismo en donde todo parece ser político, pero termina penetrando todos los ámbitos de la vida humana justificándose en la legalidad, es decir, todo se encuentra instituido, «la democracia tiene un sentido instituyente que nunca se agota en lo instituido» (Guerrero, 2020, p. 46). Considerando esto, valdría la pena preguntarse cómo ante la permanente incertidumbre los individuos pueden conservar su capacidad de pensarse dentro de la sociedad o incluso sentirse representados por partidos o sujetos.

 

4. La libertad incorpórea

No queda duda que la obra de Lefort, en sus diferentes etapas, nos habla a partir de una posición crítica hacia las formas de gobierno modernas. Por un lado, la certidumbre de un poder corpóreo y el ejercicio político contra las libertades individuales se presenta en su crítica a los totalitarismos; por el otro, en sus textos sobre la democracia expone, al escribir «¿No hace sitio la democracia a modos de organización y de representación totalitarios? Con toda seguridad» (Lefort, 2004, p. 51)—, los peligros que tanto la incertidumbre como la libertad pueden generar. No obstante, aun con su amplia crítica a los dos tipos de sociedades se muestra todavía optimista sobre la potencialidad que encuentra en los individuos libres y en una forma de gobierno que les permita ser instituyentes (Lefort, 2004c).

Su pensamiento parece transitar entre los límites de cada empresa, entre su crítica contra la democracia y una reafirmación de las posibilidades que se manifiestan a su interior; pero esto sólo demuestra su pensamiento regido por una búsqueda de incerteza y posicionamiento crítico. En este panorama, él no se posiciona como un profeta, no busca instaurar un nuevo modelo de gobierno o remodelar los principios de la democracia, más bien busca incitar a los lectores a posicionarse desde una perspectiva crítica para ejercer su libertad.

Por lo tanto, Lefort señala que el individuo es un ser con una capacidad de ejercer su libertad pues la posee como una condición existencial. Esta condición viene asumida desde la adopción de la idea de carne, donde se rehúsa a considerar a la sociedad y a los individuos como entes determinados por la idea de cuerpo, pues la noción de carne apunta:

A una significación del Ser en el que la presencia es inseparable de cierta ausencia, en la que nuestra apertura al Ser exige el «sentido de la falta». Por esto, a diferencia del análisis del cuerpo propio, que remitía todavía a lo irreflexivo como originario, la noción de «carne», como movimiento que implica un darse vuelta indefinido, nos enfrenta al enigma del origen (Paredes, 2024, p. 112).

Reconocer la dualidad entre presencia y ausencia funciona a la libertad como condición existencial al entender que la presencia de nuestros cuerpos en el mundo fenomenológico está también atravesada por un vacío del sentido de nuestra existencia. Nuevamente, la pregunta o la cuestión del origen interpelan la obra de Lefort, posicionando en el ámbito del pensamiento filosófico, pero no sólo para reflexionar, sino para entrever la posibilidad de acción de los individuos ejerciendo su libertad.

El ciudadano es ese individuo que ha optado por ejercer su libertad, es un ser inquieto que debate y es partícipe de la política. Debido a su posición filosófica sobre los fenómenos modernos reconoce cómo la democracia, aun con sus vicios y problemas, resulta ser una opción liberadora para los ciudadanos que viven bajo las sombras del totalitarismo (Lefort, 2004c), siendo un crítico y defensor de la democracia. El Estado, en cuanto una estancia donde se puede llegar a incorporar la libertad política y la libertad individual, supone la posibilidad de incidir como ciudadanos y constituir sociedades más justas.

No obstante, la libertad también corre el peligro de llevar a la democracia a convertirse en un totalitarismo cuando el mandatario transforma la soberanía del pueblo en una soberanía unificada en su figura, al exceder las funciones que la posición exige y unificar el poder en un solo lugar. Aquí, la libertad política tiene la capacidad de instituir nuevas certezas sobre las posiciones ontológicas del ser humano, instituyendo lo político en todas las áreas de la vida y suprimiendo el ejercicio de la política.

Con respecto a ambas posibilidades de la libertad —tanto la libertad individual como la libertad política—, se encuentra una cercanía entre el pensamiento de Lefort con algunos postulados de Isaiah Berlin,5 en específico, respecto a la libertad positiva y negativa para pensar las posibilidades de la democracia. En una primera instancia, hay que reconocer que el filósofo ruso, nacionalizado inglés, es reconocido como de los principales representantes del liberalismo en el siglo XX. Si bien podría resultar opuesto al pensamiento de Lefort, también es definido como «incómodo a los liberales más ortodoxos» (García, 2006, p. 42). A través de lo que Berlin define como «pluralismo de valores» (Jiménez, 2018) y de la búsqueda por encontrar equilibrio entre el optimismo moral ilustrado y el relativismo cultural,6 reflexiona sobre las posibilidades de que las dos libertades que plantea puedan convivir proporcionalmente (García, 2006).

Berlin desarrolló dos nociones de libertad —positiva y negativa—,7 las cuales están lejos de ser conceptos absolutos y morales. Respecto a la libertad positiva, se insiste en la necesidad del control sobre la propia vida, se reconoce a la libertad como posibilidad por la propia condición de existencia, similar a lo que se encuentra en el pensamiento de Lefort. En este sentido, se entiende como una posibilidad de acción, como una característica individual intrínseca al ser humano de poder tener un propio criterio, donde las oportunidades y recursos de cada individuo condicionan el ejercicio de su libertad. Este postulado se acerca al del libre albedrío, donde el individuo tiene una cualidad existencial que lo hace capaz de tener la posibilidad de tomar sus propias decisiones.

Por otro lado, la libertad negativa se centra en la ausencia de las restricciones sobre la voluntad de los individuos (Benedicto, 2008). En esta se recurre a pensar la libertad como posibilidad en cuanto no es coaccionada, cercana a los postulados de Émile Durkheim (1997) y el hecho social, donde se es libre cuando no existe un ente o algo que ejerza fuerza e incapacite al individuo a no actuar. En ambas libertades se puede observar el liberalismo moderado o crítico de Berlin, ya que las dos nociones son adjudicadas a los individuos. Aquí se encuentra una vinculación con la propuesta de Lefort sobre la libertad individual y la libertad política.

Retomando la obra de Lefort, tanto la libertad individual como la libertad política son ejercidas por el individuo como posibilidades,8 ya sean como una propia condición de existencia o una incapacidad social de imponerse en su totalidad. En consonancia con el pensador ruso–británico, se piensa esa capacidad de ejercer la libertad individual al control de nuestra propia vida, como manifestación de la libertad positiva, mientras que la libertad negativa se muestra como la decisión del político de respetar la libertad del individuo y no ejercer control sobre la vida de los gobernados. Debido a esto, ambos autores, críticos del liberalismo, observan los posibles peligros que existen en la democracia, pero también las posibilidades que hay en su correcta implementación y ejecución.

De igual forma, como se desarrolló anteriormente, Lefort, al ser un pensador de lo político¸ apela a un reconocimiento de los permanente conflictos, así como de los procesos contingentes que rodean la existencia de los humanos en la vida social. En este sentido, se encuentra lejos de la esencialización. Es por ello por lo que es importante señalar que la concepción de la libertad se encuentra en el juego de lo posible, en dos posiciones, entre lo que podría o no ser.9

En retrospectiva, ambas posiciones ayudan a repensar la libertad en la obra de Lefort, ya que se puede pensar al individuo como portador de una libertad intrínseca a su propia existencia, la cual es potencial, esto ayudaría a observar el paso de la libertad individual a la formación del ciudadano. Este ciudadano, central en la política, vive en un espacio de incertidumbre como sujeto en una sociedad democrática, pero puede llegar a ser crítico del poder y la política.

Si bien sería interesante analizar si el filósofo francés pensaba en los seres humanos como racionales, en la obra de Lefort se encuentra que el concepto de libertad puede ser entendido como una invitación a ejercer nuestra libertad como ciudadanos para no reproducir una sociedad falta de identidad a la que le es abolida su capacidad de pensar; también, para no permitir el surgimiento de un totalitarismo. El pensamiento crítico y el posicionamiento desde la incerteza representan para el Lefort un ejercicio de libertad, un ejercicio político que es capaz de instituir una sociedad de individuos libres, es decir, devenir en una comunidad de ciudadanos.

 

Consideraciones finales: ¿cómo pensar a Lefort desde el presente?

La filosofía de Claude Lefort aborda, en general, una variedad de temas que, de acuerdo con Gilles Bataillon (2017), tienen como denominador común el repensar cuáles son los principios democráticos. A lo largo de este artículo se ha realizado un breve recorrido sobre las formas de pensar la democracia en respuesta a la experiencia totalitaria. Influenciado por los postulados de Marx, haciendo de la predominancia del conflicto una de las herencias más importantes, así como su distanciamiento en su búsqueda de incertidumbre, expone una idea de la democracia que se acerca más a pensarla como un pluralismo radical.10

Para el filósofo francés la democracia trae a la discusión dos fenómenos que pueden ser vistos como contradictorios si se pensaran con el enfoque de otros autores, pero que en la obra de Lefort cobran sentido. Por un lado, el fenómeno de una sociedad heterogénea hace constatar la complejidad de la sociedad moderna, donde existe una pluralidad de identidades; mientras que, por otro lado, el ejercicio totalizante genera una masa homogénea de individuos sin capacidad de identificarse entre sí. De tal forma, la heterogeneidad de identidades individuales forma una masa homogénea de individuos incapaces de relacionarse entre sí.

Ante esta ambivalencia de la realidad, en donde la heterogeneidad y la homogeneidad se mimetizan y el poder ya no se muestra como una cosa corpórea, la incertidumbre se vuelve una forma de vivir, es aquello que atraviesa la sociedad democrática. Para Lefort, esto, lejos de ser un problema, es la condición de posibilidad para conservar la voluntad de permanecer en la indeterminación. En ese sentido, hay una legitimación del conflicto como algo «permanentemente político» (Lefort, 1990a, p. 191) puesto que este siempre es aquello instituyente de la sociedad. Por ello, tanto los postulados en la obra de Lefort como el mecanismo de pensamiento que sigue son una invitación a que las personas permanezcan inquietas y en el debate, siendo ciudadanos.

Su propuesta sobre la libertad como ejercicio se puede observar también a través de la forma de exponer sus textos, a través de su intención de crear textos aislados recrea una obra llena de reflexiones. En su manera de escribir el filósofo nos muestra su compromiso político contra las estructuras deterministas, incentivando el pensamiento crítico de los individuos. Aquí radica la importancia de releer a Lefort en el presente.

Por otro lado, la posición del escritor francés remite a un diálogo permanente entre la filosofía y la teoría política, como lo es la cuestión de la libertad, ya que, aunque no haya sido uno de los temas centrales de su obra, se observa como una duda recurrente. El abordar la libertad como una condición existencial del ser humano, permite crear vínculos con otros autores interesados en el tema y con los que a lo largo de sus textos dialoga, como lo es el caso de Toqueville e incluso, de una manera indirecta, con el filósofo británico Isaiah Berlin. Para Lefort, la libertad tiene un carácter restrictivo, como ejercicio político, pero también puede ser catalizada de manera creativa para resistir el dominio y construir una ciudadanía informada y unida.

Al final, la incerteza y la duda tiene un lugar significativo en el desarrollo de sus reflexiones, no sólo es parte de su intención analítica, sino que es una de las condiciones que la democracia puede ofrecer a las sociedades modernas. No es casualidad el peso que tiene la incerteza en sus planteamientos, pues se encuentra un vínculo cercano entre la reivindicación a la posibilidad de interrogar y la libertad. La libertad, entendida como esa posibilidad de ser y alejándose de una concepción liberal, puede encontrarse en ese espacio vacío donde no hay un mandatario que da cuerpo a la sociedad. A su vez, la posibilidad de dudar como ejercicio de la libertad también se ve expresada en el lenguaje, es por ello por lo que el pensamiento debe traducirse en comunicación, ya que el propio lenguaje es un elemento de lo político que también permite repensar aquello que instituye lo social.

 

Notas

* Artículo derivado de una investigación exploratoria realizada en el marco del Seminario de Teoría Política, impartido por el Dr. Israel Covarrubias en el Instituto Mora en 2023. Una versión preliminar fue presentada en forma de ponencia en el mismo seminario.

1 Una autora a la que el filósofo apreció mucho y de la cual llegó a decir que tenía el pensamiento más cercano al suyo (Straehle, 2019).

2 Esto responde a la forma en la que Lefort concibe al totalitarismo, como una práctica que incorpora la ley, el poder y el conocimiento en una sola figura.

3 En una entrevista alemana Die Zeit (2020, noviembre 2), Zygmunt Bauman reflexiona sobre la incertidumbre en la sociedad líquida, donde la falta de estructuras morales le permite al individuo liberarse de esos pesos y definir lo que es bueno y malo a través de una reflexión ética. No obstante, esta incertidumbre puede ser monopolizada por una vida de consumo y suprimir la posibilidad de libertad.

4 Esta reflexión puede ser clarificada trayendo la perspectiva sociológica de Pierre Bourdieu sobre el habitus y la socialización. En este sentido, que la sociedad sea partícipe en la creación de sí misma demuestra su papel recursivo a través de la socialización de los individuos, por lo que se puede afirmar que se forma un habitus en las sociedades democráticas que permite crear los mismos líderes políticos que son producidos bajo el propio sistema Al respectó Bourdieu (2007) escribió: «Los condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de existencia producen habitus, sistema de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y de representaciones [...]» (p. 86).

5 La lectura de la obra de Lefort y la búsqueda de un diálogo con los postulados de Isaiah Berlin tiene como objetivo encontrar algunos puntos de encuentro y de disidencias para pensar la libertad como concepto. Así como se parte de la interrogación sobre una posibilidad de coincidencias, también existen zonas en donde ambos pensamientos tienen contacto.

6 La diferencia en las posturas radica entre la posición del racionalismo y universalismo de los valores. Mientras la ilustración define valores, el relativismo cultural entiende la diferencia entre las sociedades y su construcción de valores.

7 Estas también pueden ser entendidas como libertad de —libertad negativa— y libertad para —libertad positiva—.

8 Aquí se puede observar el encuentro contra el determinismo económico y estructural del marxismo, y su viraje hacia una reflexión política de los individuos como agentes de cambio, aunque este sea propio.

9 Esto muestra un desencuentro entre el pensamiento de Lefort y Berlin.

10 Es importante mencionar que para Lefort el proceso de mundialización de la globalización es una nueva utopía liberal, lo cual resulta un riesgo para la democracia radical que postula, puesto que la democracia liberal apela a volverse una democracia de masas, borrando la posibilidad de los individuos de ser (Lefort, 2011).

 

Referencias bibliográficas

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