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IATREIA. Vol. 37 Núm. 2. (2024). DOI 10.17533/udea.iatreia.236
ARTÍCULO DE REFLEXIÓN
Humanismo y Medicina: ¿un desencuentro
forzado?
Fabián Jaimes1
1 Profesor Titular, Departamento de Medicina Interna, Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia.
INFORMACIÓN ARTÍCULO
Palabras clave
Enseñanza;
Humanismo;
Historia de la Medicina
Recibido: febrero 3 de 2023
Aceptado: septiembre 9 de 2023
Correspondencia:
Fabián Jaimes;
fabian.jaimes@udea.edu.co
Cómo citar: Jaimes F. Humanismo y Me-
dicina: ¿un desencuentro forzado? Iatreia
[Internet]. 2024 Abr-Jun;37(2):215-220.
https://doi.org/10.17533/udea.iatreia.236
Copyright: © 2024
Universidad de Antioquia.
RESUMEN
Frecuentemente vemos mezclados los términos medicina y humanismo en
diferentes versiones y significados: «humanizar la medicina», «las humani-
dades en medicina», «medicina más humana» o «medicina humanizada»,
entre muchos otros. Sin embargo, aunque tengan similitudes textuales,
creo que la propuesta que subyace en la mayoría de esas aproximaciones
es confusa, en el mejor de los casos, o claramente equivocada, en cuanto
pretende enseñar las humanidades para la práctica de la medicina. En este
ensayo quiero mostrar que hay una idea de humanismo que es natural-
mente intrínseca e indisoluble con la práctica de la medicina, cuya praxis
debe entenderse como una «pedagogía de la curación». Para esto, mostraré
en una primera parte las definiciones de las categorías ontológicas que nos
permiten ser y estar en el mundo, luego intentaré definir el humanismo a
partir de lo que ha sido históricamente y de lo que no es, en sentido prag-
mático, para finalmente mostrar la confluencia de medicina y humanismo
en una propuesta que debe reconocer la comunicación con y la interpreta-
ción de «el ser humano/paciente».
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REFLECTION ARTICLE
Humanism and Medicine: a Forced
Misunderstanding?
Fabián Jaimes1
1 Full Professor, Department of Internal Medicine, University of Antioquia, Medellín, Colombia.
IATREIA. Vol. 37 Núm. 2. (2024). DOI 10.17533/udea.iatreia.236
ARTICLE INFORMATION
Keywords
Humanism;
History of Medicine;
Teaching
Received: February 3, 2023
Accepted: September 9, 2023
Correspondence:
Fabián Jaimes;
fabian.jaimes@udea.edu.co
How to cite: Jaimes F. Humanism and
Medicine: a Forced Misunderstanding? Ia-
treia [Internet]. 2024 Apr-Jun;37(2):215-220.
https://doi.org/10.17533/udea.iatreia.236
Copyright: © 2024
Universidad de Antioquia.
ABSTRACT
We frequently see the terms medicine and humanism intermixed in various
expressions and meanings: "humanizing medicine", "humanities in me-
dicine", "more human medicine" or "humanized medicine", among many
others. However, despite their textual similarities, I believe that the propo-
sal underlying most of these approaches is at best, confusing, or at worst,
clearly mistaken, as it pretends to teach the humanities for the practice of
medicine. In this essay I want to show that there is an idea of humanism
that is naturally intrinsic and inseparable from the practice of medicine,
whose praxis must be understood as a "pedagogy of healing". For this, I will
show in a first part the definitions of the ontological categories that allow
us to be and exist in the world, then I will try to define humanism from what
it has been historically and what it is not, in a pragmatic sense, to finally
demonstrate the confluence of medicine and humanism in a proposal that
must acknowledge communication with and interpretation of "the human
being/patient".
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Nuestra vida en el mundo
De acuerdo con Manuel García-Morente (1), nuestra vida está dada simplemente por el entorno
donde nos movemos y actuamos, es el tratar y atender todo lo que nos rodea. Más allá de las dife-
rencias conceptuales finales entre el ser y el ente, esta senda ontológica de los humanos siempre
empieza por nuestras vivencias en el mundo. De estas vivencias se nos impone la necesidad de
pensar ese mundo en el que estamos, de esa interacción cotidiana con el medio surge obligatoria-
mente esa actitud reflexiva del pensamiento que nos permite clasificar y categorizar el conjunto de
cosas a nuestro alrededor.
La primera y más intuitiva categoría es la esfera de las cosas reales: todo aquello que es fácil-
mente percibido por los sentidos básicos, tacto y visión, como las piedras, las plantas, los animales
e infinidad de objetos. Una segunda categoría corresponde a la esfera de los objetos ideales, en la
cual ya no tenemos las cosas y elementos sensibles, sino esos objetos no materiales como las rela-
ciones entre las cosas, los objetos matemáticos o la esencia de las personas.
La tercera categoría es la esfera de los valores, que carece de los sentidos de ser de las dos
primeras -con presencia o ausencia de temporalidad y causalidad- y, en cambio, representa una
categoría de no-indiferencia hacia ellas, una cualidad que se adhiere a una cosa u objeto. Los valores
son cualidades absolutas, en cuanto independientes de cantidad, espacio y tiempo, que tienen una
polaridad expresada en la dirección de esa no-indiferencia: todo valor tiene un contravalor, como
en bueno y malo, fuerte y débil, verdadero y falso o justo e injusto, entre otros.
Si bien puede ser discutible establecer una jerarquía absoluta de los valores, es posible clasi-
ficarlos en algunos grupos con cierta gradualidad en su importancia relativa, como valores útiles
(adecuado o inadecuado), valores vitales (fuerte o débil), valores lógicos (verdadero o falso), valores
estéticos (belleza o fealdad), valores éticos (justo o injusto) y valores religiosos (santo o profano).
Ciertamente, los valores éticos pueden tener más relevancia social que los valores estéticos o los va-
lores vitales. Finalmente, la vida misma es la categoría ontológica suprema, que da cuerpo y sentido
a las otra tres. En palabras de García-Morente: «Pero todo cuanto existe -y yo con ello- constituye mi
vida. Mi vida no transcurre en otra cosa, sino que todas las cosas transcurren en mi vida» (1).
El ejercicio, la práctica y la enseñanza de la medicina transcurren y se delimitan en todas las an-
teriores categorías ontológicas, pero se inscriben de manera mucho más rotunda en las dos últimas:
los valores y la vida misma. La medicina (mederi: curar), su esencia misma, es la vida y los valores.
De estos últimos, los valores éticos tienen el papel preponderante y el sentido más profundo en la
dimensión en la que se interrelacionan el médico y el paciente.
El humanismo
Múltiples autores se han ocupado del humanismo, fundamentalmente a partir de su protagonismo
en el renacimiento y el papel desempeñado desde Italia para la cultura europea (2-3). Peter Dear
ofrece una visión desde la perspectiva de la evolución del conocimiento científico en un contexto
socioeconómico (4), que parece muy ilustrativa para mirar la aparición, en cierta forma accidental,
de la medicina en dicho proceso.
La universidad medieval, a partir probablemente del 600 d.C., era fundamentalmente aristoté-
lica, en términos de contenidos, y escolástica, en su clásica especulación filosófico-teológica como
sustento de la razón y de la verdad revelada. En esas universidades se enseñaba el trivium, compues-
to por gramática, lógica y retórica, y el quadrivium -el verdaderamente importante- de geometría,
astronomía, aritmética y música. Esta jerarquía se siguió, básicamente sin cambios, durante casi un
milenio, hasta que en el norte de Italia alrededor del año 1400 d.C. se dieron las condiciones para
las ciudades Estado, cuyo inmenso poderío económico y político se asentaba en un fuerte espíritu
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localista y urbano. En ese contexto, con un desarrollo comercial que impulsaba la necesidad de una
nueva estructura social y política, de mayor alfabetización y cultura cívica, los profesores del trivium
jalonaron un cambio de paradigma fundamental hacia la necesidad de sus materias en el desarrollo
de esa nueva generación de ciudadanos activos. Este proyecto, de génesis más académica, poco
a poco tomó la forma del humanismo que sentó las bases para todo el movimiento del renaci-
miento y se diseminó rápidamente desde Italia a toda Europa. Este renacimiento no era otra cosa
que volver, en contraposición a la verdad revelada de la escolástica teocrática, al ser humano y a su
educación (paideia), volver a los clásicos griegos y romanos, con un reposicionamiento sólido de
autores reconocidos en el derecho, la política, la oratoria, la retórica y la filosofía, como Marco Tulio
Cicerón (106 a.C. – 43 a.C.).
Aunque el campo más importante y los exponentes más representativos corresponden a las
artes, también se produjo una renovación sustancial en las ciencias naturales. Una de las disciplinas
científicas más destacadas en este período renacentista fue la astronomía, con Nicolás Copérnico y
su modelo heliocéntrico como ejemplos fidedignos de esta revolución.
Las ciencias naturales, y específicamente la medicina, tuvieron dos nombres sobresalientes:
Andrés Vesalio (quien publicó De humani corporis fabrica, un compendio de anatomía con profu-
sas ilustraciones considerado uno de los más influyentes libros científicos de todos los tiempos) y
Theophrastus Bombast von Hohenheim (Paracelso), quien aplicó la alquimia a la medicina, pasan-
do de la contemplación a la praxis y estudiando las propiedades de los minerales como fármacos.
Desde esta aproximación, la relación de la medicina con el humanismo parece ser solamente cir-
cunstancial, con la primera como una de las ciencias renovadas dentro de la corriente renacentista.
No obstante, a pesar de las anteriores consideraciones fundacionales, el humanismo es un con-
cepto polisémico: se ha aplicado en innumerables sentidos en campos como el estudio de las le-
tras humanas, los estudios clásicos y la filología grecorromana, pasando por el humanismo secular,
el humanismo religioso, el humanismo universal, el humanismo marxista, el humanismo cristiano,
los humanismos no cristianos, hasta quizás lo más trascendente de una «doctrina o actitud vital
basada en una concepción integradora de los valores humanos» (5).
No debe entenderse, como parece ocurrir en algunos medios académicos o universitarios (6),
el humanismo como la enseñanza de las humanidades o el simple interés por la cultura. En esta
gran «oferta» del humanismo, o los humanismos, la medicina es, por derecho, un habitante natural.
La medicina tiene que ver con el ser humano en su totalidad e integridad, quien usualmente tiene
como su bien más preciado a la vida y por eso busca a la medicina y a los médicos. Por lo tanto, la
medicina y el humanismo son inseparables por definición, y buscar «la agregación» de las humani-
dades a la medicina puede lograr el efecto paradójico de «deshumanizarla», al justificar la desinte-
gración de dos categorías que son naturalmente indisolubles (7).
Hacia una «pedagogía de la curación»
Georges Canguilhem, médico y filósofo, ha ofrecido un enfoque del conocimiento médico a partir
de la concepción del ser humano-paciente teniendo en cuenta su relación con el medio en que
vive (8-9). En la interacción médico-paciente, en la consulta médica o en la atención hospitalaria, se
identifican perspectivas desde cada uno de estos puntos de vista: el del médico o el del paciente.
El propósito de cada uno de ellos, o el resultado esperado de dicha interacción, tiene enfoques
potencialmente conflictivos: balance versus restauración. El paciente busca la atención médica per-
siguiendo la solución completa a un problema específico: la desaparición del dolor o de la dificultad
para respirar, la recuperación de su habilidad para caminar o hablar o la obtención de la simple
sensación de bienestar.
Jaimes219IATREIA. Vol. 37 Núm. 2. (2024). DOI 10.17533/udea.iatreia.236
El enfermo siempre espera regresar a su vida previa a la aparición de la condición que lo lleva
a consultar. El médico entiende, o debería entender, el proceso de salud y enfermedad como una
dinámica sin retorno, que en el mejor de los casos obliga a agregar la disrupción adicional de un
tratamiento farmacológico que puede ser muy prolongado. De este modo, la perspectiva del mé-
dico debe ir a la mejor opción posible que permita el balance apropiado para la mejor vida posible
del individuo. Siempre existe un problema desde la óptica de quien busca atención, siempre existe
«el motivo de consulta», y ese debe ser el asunto fundamental respecto al cual el médico debe
perseguir el balance. En esa dinámica de la salud y la enfermedad en general, y en cada individuo
en particular, los médicos usualmente se enfrentan con el binomio queja (o síntoma)-aceptación;
entendiendo esta última como qué tan significativo es el problema para el paciente y qué tan ur-
gente, necesaria o precaria es su potencial solución. Ante esas situaciones, en el propio ejercicio de
diagnóstico y tratamiento, los médicos conforman otro binomio emisor-receptor con sus pacientes,
en el cual los últimos siempre están en una aparente desventaja.
La bidireccionalidad con la que empieza el motivo de consulta se transforma progresivamente
en un modelo jerárquico, en el cual un tipo de autoridad particular ejerce un poder revestido de
cientificidad. Esta especie de «dominación» conferida al médico también le otorga importantísimas
responsabilidades, con estatus de valores, ante la vida y las personas.
Para ejercer el verdadero humanismo, que debe ser inherente a la práctica de la medicina, creo
que dicha práctica debe sustentarse y profundizarse, en orden cronológico y de importancia, en
dos niveles:
1. Una comunicación verdadera
2. Una interpretación apropiada
La comunicación debe ser completamente bidireccional y horizontal en todos los niveles y
lenguajes. Ahora bien, lo más importante es hacerle saber al paciente que lo estamos escuchando
y tratando de entender. La interpretación debe ir mucho más allá de la semiología convencional: es
necesario un ejercicio de diagnóstico social, familiar, contextual, emocional y de todo aquello que
permita trazar un panorama adecuado acerca del presente y el futuro probable de ese ser humano
con dolencias. Resueltos esos dos fundamentos, el papel propiamente médico-científico adquiere
otra dimensión, porque la resolución del diagnóstico y la decisión acerca del tratamiento se pueden
hacer en una relación de iguales, de seres humanos que intercambian experiencias, conocimientos
y percepciones acerca del verdadero «otro».
Como corolario, en el trazado de esta mirada a la amalgama medicina-humanismo, creo que
la relación del médico y el paciente debe ir mucho más allá del simple acto médico y de la pres-
cripción de medicamentos o tratamientos. Debemos profundizar en la formación médica, de una
manera mucho más asertiva, alrededor de la comunicación definida dentro de la intersubjetividad
y de la interpretación más allá del ámbito puramente clínico del diagnóstico.
CONFLICTO DE INTERESES
Ninguno por declarar.
REFERENCIAS
1. García-Morente M. Lecciones Preliminares de Filoso-
fía [Internet]. España: Ediciones Encuentro, S.A., 2010. Disponible en:
https://edicionesencuentro.com/wp-content/uploads/2019/03/lecciones_preliminares_de_filosofia.pdf
220Jaimes
IATREIA. Vol. 37 Núm. 2. (2024). DOI 10.17533/udea.iatreia.236
2. Cappelli G. L’umanesimo italiano da Petrarca a Valla. Italia: Carocci; 2010.
3. Garin E. El Renacimiento Italiano. 1 ed. Barcelona: Ariel; 1986. 269 p.
4. Dear P. La revolución de las ciencias: el conocimiento europeo y sus expectativas, 1500-1700. Madrid:
Marcial Pons, Ediciones de Historia; 2007.
5. Real Academia Española. Humanismo. En: Diccionario de la lengua española [Internet]. Disponible en:
https://dle.rae.es/humanismo?m=form
6. Se armó polémica en Twitter sobre las humanidades de Eafit, ¿qué pasó? El Colombiano. 2022 Oct 24;
Educación. Disponible en: https://www.elcolombiano.com/antioquia/polemica-por-comentario-sobre-
ciencias-sociales-en-la-universidad-eafit-GF18950701
7. Bishop JP. Rejecting medical humanism: medical hu manities and the metaphysics of medicine. J Med
Humanit [Internet]. 2008;29(1):15-25. https://doi.org/10.1007/s10912-007-9048-7
8. Canguilhem G. Lo normal y lo patológico. México D.F.: Siglo Veintiuno; 1982. Disponible en:
https://www.google.com.co/books/edition/Lo_normal_y_lo_patol%C3%B3gico/-VAEXA33g10C?hl=es&
gbpv=1&printsec=frontcover
9. Canguilhem G. Escritos sobre la medicina. Buenos Aires: Amorrortu; 2004.