Editorial
María Victoria López López1
1 Socióloga, Magíster. Profesora, Grupo de investigación Políticas
sociales y Servicios de Salud, Facultad de Enfermería, Universidad de
Antioquia, Medellín, Colombia. Email: maria.lopez@udea.edu.co
https://orcid.org/0000-0003-4041-8615
Como citar este
artículo: López MV. How COVID-19 has Been Transforming the
Notion of Care. Invest. Educ. Enferm. 2020; 38(2):e01.
DOI: https://doi.org/10.17533/udea.iee.v38n2e01
https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/
El año 2020 nos sorprende con el COVID-19 el cual se expandió
inicialmente por Asia y Europa, posteriormente llegó a América Latina y
a nuestras ciudades. Por esta razón, la OMS lo declaró como pandemia e
invitó a todos los países a tomar las medidas pertinentes para evitar su
propagación. Así, todo pareció trastocarse incluso las relaciones más
íntimas y privadas de la vida social en general, con repercusiones en la
condición humana que llevan a pensar en retrocesos de la misma. Para los
pobladores no expertos en epidemiologia, resulta muy difícil entender lo
que pasa y saber qué hacer y cómo asimilar discursos que irrumpen en la
esfera privada y, a la vez, que se amalgaman con los problemas sociales,
ambientales, económicos, políticos, y otros más que incluso llevan a los
mismos epidemiólogos a nuevas reflexiones que pensaban ya superadas.
También, en este contexto se develan asuntos positivos como la
solidaridad, la reflexión sobre el consumismo y el cuidado de la
naturaleza.
Se nos dice: la vida es lo más importante y así lo asumimos desde el
confinamiento, aunque en ocasiones nos asalta la pregunta de si estamos
reduciendo la vida a una sobrevivencia desligada de la dignidad humana,
el bienestar, la seguridad, la tranquilidad, los sentimientos y
emociones. Lo único que resulta innegable es reconocer que vivimos hoy
una realidad impensada que amenaza con la pérdida de seres humanos en
condiciones de una explícita incapacidad de los servicios de salud para
brindar la atención necesaria; por otro lado, se exacerba el deterioro
ecológico, económico, se afectan las relaciones y los intercambios entre
los países y entre las personas y se develan, no por causa de este
virus, sino como efectos de una crisis del sistema económico-político en
sus distintas dimensiones, la crudeza de profundas deudas sociales que
se expresan como inequidades, desempleo, hambre, corrupción y violencia
intrafamiliar entre muchas otras problemáticas.
En este marco, las teorías sobre la salud y la enfermedad como proceso
bio-psico-social se tornan cada vez más necesarias para acercarnos a
comprender los efectos de esta pandemia más allá de lecturas
estadísticas y numéricas como la necesidad de aplanar “la curva
epidemiológica” pues aunque se gane tiempo para el equipamiento de los
servicios de salud y para la toma de decisiones políticas y sanitarias,
el virus sigue y sus efectos posiblemente seguirán por mucho tiempo con
consecuencias no sólo en la salud como hecho morbicéntrico, sino como
relaciones humanas y sociales construidas en proceso de larga duración.
Probablemente esta crisis sanitaria nos indica la necesidad de ahondar
aún más en la comprensión de la relación entre lo biológico, lo
individual, lo social y la política en salud, así como profundizar en el
análisis del mismo concepto de salud enfermedad como proceso vital
humano. De igual manera, con la pandemia no se vislumbra una oportunidad
mecánica para hacer cambios políticos, económicos, ni sociales o
personales. Ello solo es posible si se adoptan transformaciones en lo
micro y en lo macro, en lo general y en lo particular, en lo individual
y lo social. Este es el marco en el que se inscribe la presente
reflexión que, en el escenario de la vida académica, se pregunta por los
cambios que sugiere la coyuntura actual sobre el cuidado: objeto de la
profesión de enfermería.
Actualmente la salud cobra un sentido inusitado, es motivo de debates en
distintas esferas pese a los tropiezos que se tienen en un sistema de
salud privatizado como el nuestro y regulado por las leyes del mercado.
El cuidado diario es una consigna proclamada por autoridades civiles,
militares, medios de comunicación y sociedad civil, y señalan que todos
tenemos que hacernos responsables de evitar el contagio con el lavado de
manos y el aislamiento social. Frente a este asunto general, se
pone la responsabilidad del mantenimiento de la vida a cargo de todos.
Esta tarea es la acción más decisiva de la vida cotidiana hoy, se trata
de una especie de autocuidado para cuidar de sí y, en este contexto,
cuidar a otros (en nuestro caso, de manera fundamental a las personas
mayores de 70 años).
En este sentido, el cuidado a la salud se torna en un asunto fundamental
y considero que la enfermería tiene mucho que aportar para destacarlo
como asunto de vida vinculada a los derechos de las personas, al
entrecruzamiento entre el saber científico, la cultura y la subjetividad
de los pacientes, las familias y las comunidades. En tanto objeto de
formación y de práctica de la enfermería, el cuidado no se concreta
tanto en el hacer y desplegar un saber o una competencia técnica, sino
establecer conexión, vínculo, una condición dialógica, recíproca,
comprometida con el cuidar a otro y ofrecer alternativas para el
bienestar físico, la autonomía, el autoconocimiento y la capacidad de
cuidado de sí.
Más que como acción aislada, es un acto vivo, un proceso esencial en la
profesión pues, al decir de las autoras como Salazar(1) Malváez y
Castrillón(2) se requiere no solo las transacciones humano-humano, sino
también, conocimientos propios, dedicación, valores y el reconocimiento
de que se trata de una relación personal, ética y moral entre la persona
que recibe cuidado y quien lo ofrece. Como lo propuso Collière(3)
basados en el respeto a las personas y a la humanidad el cuidado se
concreta en la movilización de los recursos vitales para ayudar a vivir,
promover la vida y esta definición reafirma el valor de un cuidado
profesional que como actividad interrelacional busca recuperar y
mantener la cercanía con las personas enfermas y sanas, con las familias
y las comunidades a partir de cuidados directos e integrales.
De ninguna manera lo que sucede hoy en la sociedad con cuidados
asignados a la responsabilidad individual y familiar que en los hogares
suple o minimiza el cuidado profesional de enfermería, por el contrario
lo revalora e indica que durante y después de esta pandemia estos
profesionales tendrán un rol fundamental para dar mayor sentido al
cuidado y por ello se identifica la necesidad de estrechar la relación
con los ciudadanos tal vez más disciplinados y formados en la asepsia,
pero más necesitados de un cuidado integral que tenga en cuenta lo
biológico, lo psicológico y lo social, en el que afloren aprendizajes y
efectos adversos de un cambio social tan abrupto como el que estamos
viviendo.
Un cuidado a la salud amoroso y riguroso y políticamente justo e
incluyente es precisamente lo que se revela como carencia bajo un
sistema social anclado en valores de mercado. Este es un llamado a los
profesionales y estudiantes de enfermería para avizorar a futuro
particularidades de un cuidado a la salud que en algunos casos está
pospuesto para otros momentos, porque las demandas centrales de la
coyuntura actual del COVID-19 así lo exigen. Es el caso del cuidado a
pacientes con enfermedades crónicas, respuestas de cuidado ante el
deterioro de la salud mental entre otras situaciones.
Asimismo, es preciso hacer recuperación de acciones creativas y
positivas que, en medio de la contingencia, las poblaciones han
construido, lo que reclama el fortalecimiento de un diálogo de
conocimientos y prácticas de cuidados populares y profesionales. De
igual manera es necesario también reflexionar acerca de las limitaciones
que esta crisis supone a las acciones de promoción de la salud y la vida
en el marco de un cuidado integral. Otra problemática clave que en
tiempos de no pandemia habían subrayado investigadoras de enfermería
como De la Cuesta(4) y Aiken et al.,(5) que en la actualidad en
condiciones del aislamiento social cobra fuerza, es el desafío de
ofrecer un cuidado profesional de enfermería muy de cerca al cuidado
informal que se realiza en casa o en algunas instituciones de protección
a adultos mayores. Para estas investigadoras resulta preocupante
observar que gran parte del cuidado a la salud ocurre en la esfera de lo
privado y que la familia es cada vez más protagónica como prestadora de
cuidado en casa y en ocasiones cada vez más frecuentes en las
instituciones hospitalarias; de forma natural se asume por parte de los
profesionales de enfermería y de las instituciones de salud que el
cuidado del enfermo se deje con frecuencia en manos de los cuidadores
familiares sin preparación, situación ésta que impacta a los
acompañantes quienes asumen como trabajadores una parte importante del
cuidado en condiciones de soledad, desconocimiento, dificultades
técnicas y humanas, así como temor a equivocarse o inquietud por no
saber hacer lo correcto, lo que se traduce en condiciones de riesgo para
su seguridad y la de los pacientes.
La preocupación por la participación de la familia o los acompañantes
del paciente en el proceso de cuidado cuando carecen de recursos,
conocimientos y destrezas, como estrategia para complementar el recurso
profesional en los servicios de salud, se torna en un indicador de mala
calidad en la atención de enfermería y un riesgo para el paciente.
Situación que en ocasiones obedece a la necesidad de suplir recortes de
personal en las instituciones hospitalarias y se traduce en sobrecarga
de trabajo para los profesionales de enfermería.
En medio de la incertidumbre y el caos de la pandemia, la coyuntura
actual sugiere, en el campo de la salud y de la enfermería de manera
especial, allegar las nociones amplias de cuidado propuesta por autores
como Boff(6) quien sostiene que “Cuidar es más que un acto; es una
actitud. Por lo tanto, abarca más que un momento de atención, de celo y
de solidaridad. Representa una actitud de ocupación, preocupación, de
responsabilidad y de participación afectiva con el otro. La actitud es
una fuente, que genera muchos actos y que expresan la actitud de fondo”.
En diálogo fructífero entre distintos tipos y fuentes de cuidado a la
vida, el cuidado profesional tiene una oportunidad y una responsabilidad
para contribuir a enfrentar un contexto complejo y contradictorio de
grandes posibilidades para el bienestar, la convivencia y de limitados
alcances, que irradien a todos en condiciones de equidad, derechos,
capacidades y potencialidades.(7) En tal sentido, lo que se propone es
un acercamiento a la categoría de cuidado basado en la empatía y la
compasión, desde un campo amplio que permita identificar
particularidades y puntos de conexión con el cuidado en enfermería
definido como objeto de la profesión.
De acuerdo con Carrasco, Borderías y Torns,(8) la preocupación por
comprender el cuidado en las sociedades es una tarea que cada vez toma
más importancia y que requiere abordajes interdisciplinares. En el campo
de la salud, desde siempre han existido multiplicidad de cuidados, en
respuesta a la manera de comprender las causas y efectos de los
problemas que afectan el cuerpo, la psiquis o el desenvolvimiento
considerado “normal” en grupos o individuos. De estos cuidados hacen
parte los saberes populares, los cuidados familiares y otras prácticas
sociales orientadas a mantener o restaurar la salud de las personas.
Asimismo, el cuidado de enfermería también tuvo su origen en el ámbito
de lo doméstico bajo la responsabilidad de las mujeres y que, solo a
partir de la enfermería moderna, es considerada la profesión por
excelencia dirigida a ofrecer cuidado a la salud de las personas, las
familias y los grupos.
Aunque los cuidados cotidianos, populares e informales y profesionales
de enfermería están sustentados en fuentes de distinto origen, son
campos que en la práctica se imbrican y en ocasiones tienen relaciones
de tensión o de complementariedad. Como tensión, en algunas ocasiones
los cuidados populares son desconocidos o enfrentados desde la parte
profesional y cuando se reconocen como complemento, son alternativa de
prácticas dialógicas, interdisciplinares y una posibilidad para ampliar
el campo de la profesión de enfermería y fortalecer su práctica como
educadores más allá de sus propios alumnos, hacia los cuidadores
informales y a las personas cuidadas. De esta manera, se espera que la
coyuntura actual, en la cual se centra esta reflexión, permita a los
profesionales de enfermería continuar con las elaboraciones teóricas y
prácticas acerca de la humanización del cuidado, que evidencien los
aspectos positivos alcanzados en la relación de los cuidados de
enfermería y los cuidados domésticos que esta contingencia está
asignando como responsabilidades individuales, familiares y sociales.
Igualmente es una invitación a quienes están en proceso de formación de
esta disciplina a reflexionar sobre los desafíos que la realidad social
y de salud supone en la formación profesional con nuevas vivencias, con
nuevas preguntas. Es necesario documentar en estos momentos las
particularidades del cuidado a la salud en lo institucional y en lo
comunitario, las barreras de la comunicación e interacción en algunos
escenarios como el rural, e incluso en el académico entre los docentes y
entre estos y los estudiantes. También, se precisa generar propuestas
que desde lo global y local (glocal) procuren acuerdos internacionales
en salud que superen las barreras del mercado y privilegien la condición
humana.
Finalmente, se identifica la necesidad que profesionales y estudiantes
se reconozcan como actores en el cuidado, la salud pública, de los
colectivos y en la educación para la salud y se reflexione sobre el
cuidado de las mismas enfermeras, asunto que se materializa en
condiciones laborales, bioseguridad, reconocimiento, protección y
garantía de derechos como ciudadanos y como trabajadores de la salud.
Nota. Este artículo fue publicado por primera vez el
29 de abril de 2020 en la columna de Opinión del Portal Universitario de
la Universidad de Antioquia. Disponible on-line en: https://bit.ly/3drqxk0.
Referencias
1. Salazar AM. Conviviendo la ambivalencia en las
interacciones de cuidado en el periodo perioperatorio. [Dissertation].
Bogotá: Facultad de Enfermería, Universidad Nacional de Colombia; 2008.
P.67-79
2. Malvárez S, Castrillón MC. Panorama de la fuerza de
trabajo en enfermería en América Latina- segunda parte. Rev. Enferm.
IMSS. 2006; 14(3):145-65.
3. Collière MF. Promover la vida. 2nd Ed. México:
Mcgraw-Hill Interamericana Editores S.A; 2009.
4. De la Cuesta-Benjumea C. (2007). El cuidado del
otro: Desafíos y posibilidades. Invest. Educ. Enferm. 2007;
25(1):106-12.
5. Aiken LH, Clark SP, Cheung RB, Sloan DM, Silber J
H. Educational Levels of Hospital Nurses and Surgical Patient Mortality.
JAMA. 2003; 290(12):1617-23.
6. Boff L. Saber cuidar: ética do humano: compaixão
pela terra. Rio de Janeiro: Ed. Vozes; 1999. P.12.
7. Nussbaum M. Crear capacidades. Propuesta para el
desarrollo humano. Barcelona: Paidós; 2012.
8. Carrasco C, Borderías C, Torns T. (2011). El
trabajo de cuidados: antecedentes históricos y debates actuales. In:
Carrasco C, Borderías C, Torns T. (Editors). El trabajo de cuidados.
Historia, teoría y políticas. Madrid: Los libros de la catarata; 2011.
P.13-96.