213RESEÑADESPINTAR LA BLANQUITUD
Selnich Vivas Hurtado
Universidad de Antioquia (Colombia)
selnich.vivas@udea.edu.co
Recibida: 15/09/2023
Aprobada: 11/12/2023
Publicada: 07/02/2024
DOI: 10.17533/udea.lyl.
n85a17
Editores:
Ji Son Jang
Selnich Vivas Hurtado
Juan Esteban Ibarra
Atehortúa
LINGÜÍSTICA
Y LITERATURA
ISSN 0120-5587
E-ISSN 2422 3174
214LINGÜÍSTICA Y LITERATURA, ISSN 0120-5587 E-ISSN 2422 3174N° 85, Enero - Julio 2024Con L’opposé de la blancheur, Léonora Miano (1973, Duala, Camerún), se consagra
en el grupo de las pensadoras y escritoras más imaginativas, críticas y controversiales
de la francofonía contemporánea. Novelista, dramaturga y ensayista, ha explorado
con virtuosidad la invención literaria, la aventura filosófica y el análisis sociológico. Su
sello personal lo encuentra en el compromiso político, el conocimiento de las culturas
africanas, el estudio de las letras en lengua inglesa y la defensa de los derechos de
las poblaciones marginalizadas en África, Europa y América. Visitó la Universidad
de Antioquia en septiembre de 2023 y su palabra, acompañada de una sonrisa, fue
siempre inquietante. Pocas veces se escucha una voz tan demoledora. Sus palabras nos
desacomodan ante los estereotipos que hemos naturalizado. Nos hemos acostumbrado
a cuestionar el patriarcado, sin cuestionar la participación femenina. O al racismo, sin
tener en cuenta su crecimiento y su defensa en los seres racializados. La « blanchité »
(2023, p. 17) es otro de esos lugares comunes del pensar que ha contado con nuestras
terribles complacencias y complicidades históricas. Hoy sabemos « que la couleur de
la peau » [que el color de la piel] ha sido « intrumentalisée pour inventer les races »
[instrumentalizado para inventar las razas] (Miano, 2023, p. 16). Las razas no existen,
pero la imposición durante siglos de discursos racializados y, por inferencia, su uso y
normalización por parte de comunidades infravaloradas las hacen creíbles, biológica e
históricamente. Hablar de raza negra o blanca es solo una prueba de nuestra obediencia
al legado colonial que supo jerarquizar las existencias. Desracializar y despigmentar los
cuerpos, por consiguiente, representa el reto más grande en la gestación de una nueva
humanidad.
El discurso colonial, sabio, astuto y oportunista, anidó en nuestros corazones, sea
para representar los valores del opresor o para legitimarlos en las desgracias del
oprimido. Este oprimido, bautizado como negro, indio o amarillo, terminó por llamarse
a sí mismo como el amo esclavista lo obligó a imaginarse, a inferiorizarse. Al tiempo,
el amo opresor, en su gesta de supremacía autoproclamada, declaró que los de su
estirpe eran los « meilleures représentantes, les garantes » [mejores representantes,
los garantes] (p. 17) de la libertad universal de todos los pueblos. A esta supremacía
autoproclamada y asimétrica se le « rapporte a la blanchité » [relaciona con la
blanquitud], término que al mismo tiempo puede ser traducido como « occidentalité »
[occidentalidad] (p. 17). Occidentalizar, en este contexto, significa imponer a culturas
desconocidas desventajas enfermizas, mientras se atribuye a su propia cultura europea
valores mesiánicos, salvadores. Occidente enferma la diferencia para someterla: « Je
connais la société française et sa propension à enfermer ses minorités, en particulier
dans les aspects dégradants » [Yo conozco la sociedad francesa y su propensión a
encerrar las poblaciones minoritarias, especialmente en aspectos degradantes] (Miano,
2022, p. 11).
La escritora recuerda que « le blanc » [lo blanco] es uno de los núcleos argumentativos
de Occidente y con el que más se favoreció su expansión planetaria a partir del siglo
xv. Esta irreverencia puede leerse como una afrenta al pensar abstracto y sistemático
enseñado con ahínco en las academias o una boutade de alto vuelo hilarante para el
215LINGÜÍSTICA Y LITERATURA, ISSN 0120-5587 E-ISSN 2422 3174Despintar la blanquitudteatro. Nadie, en buen uso de sus funciones mentales, podría afirmar que lo blanco
constituye una forma de la superioridad genética, intelectual. Nadie, pero la razón de la
academia lo dice a diestra y siniestra. Nadie reiría a placer viendo la aparición en escena
de lo blanco siempre en asocio a lo mejor, lo virtuoso, lo sabio, lo puro, lo correcto, lo
bello. Nadie, pero las artes se han encargado de crear al héroe y a la heroína a partir
de rasgos fenotípicos que los identifican con lo blanco, con la vida urbana, burguesa y
moderna. La provocación de Léonora Miano, por ingenua y simple que pueda parecer,
desacomoda de inmediato. Lo blanco ha sido pintado, inventado para degradar lo negro
en todos sus matices. Y para que dejemos de dolernos y de hacer daño por su culpa
hay que despintarlo. No hablamos del color blanco y de su percepción sensorial neutra.
El color depende de la luz. Los objetos reflejan longitudes de onda que son captados
por los ojos. En la retina de los ojos de cualquier especie no hay nada que pueda
indicar superioridad o inferioridad de un color sobre otro. Por el contrario, lo blanco
y la blancura son manipulaciones discursivas que afecta nuestra percepción del color.
Hacen coincidir las opresiones y la barbarie con las longitudes de onda de la luz. Lo
blanco es un discurso de long durée que fue codificado, enseñado e impuesto a sangre y
fuego a favor de una rentabilidad económica y de unos privilegios sociales.
Lo blanco no existe; tampoco, lo negro. Ambos fueron inventados, aceptados,
consumidos y defendidos hasta el punto en que nos parece que son entidades
ontológicas inmodificables. Nos parecen esencias del origen de la vida y de sus leyes
causales primigenias. Lo negro y lo blanco, enseñados y aprendidos, modificaron
nuestra percepción del color. Con el paso de siglos de barbarie ya no vemos el color,
solo su discurso. La blancura y la negrura no dudarían en reconocerse como raza,
etnia, colectivo, identidad. En el monólogo Ce qu’il fau dire, Miano desvirtúa esa verdad
verdadera de las razas: « C’est toi qui as dit / Noire / Moi Je n’étais que / Congo Bororo
Igbo Herero » (Miano, 2019a, p. 9).
La raza es una invención social que afectó la percepción sensorial y el procesamiento
cerebral de los colores. Bastaría hablar de transfusión de sangre para entender que el
donante solo puede ser otro humano. La sangre de otra especie no nos sirve. Decir
etnia, decir raza es emplear una voz con autoridad de conquistador. Alguien que no es
de esta cultura, alguien de afuera, denomina etnia, raza inferior o raza negra a quienes
no conoce ni entiende ni quiere conocer. Al nombrarlos, les borra su origen, su memoria
genética con la especie humana, los degrada. En realidad, no éramos negros, sino
Congo. Antes de la colonización europea en África no existían negros. Ese continente
ni siquiera se llamaba África, la tierra en la que siempre hace calor, según los invasores.
Los igbo no se llamaban a sí mismos negros o negras. Se llamaban igbo. De igual
modo, los bororo, los ashanti, los fulani, los yorubá. Los ẽbẽra eran ẽbẽra no indios;
los murui-muina eran murui-muina no indígenas ni etnias. La denominación exógena
los ennegreció, mientras blanqueaba al que imponía su argumentación. Blanquear, en
estas circunstancias de opresión, es sinónimo de privilegiar, consagrar, elevar, volver
superior a quien tiene mando, autoridad. Volverse superior, encarnar la salvación, el
orden y la razón. Una de las enfermedades más graves de la blanquitud occidental.
Instrumentalizar el color de la piel para encarnar el papel mesiánico de la raza
blanca superior y de la civilización correcta solo se explica por el éxito económico
216LINGÜÍSTICA Y LITERATURA, ISSN 0120-5587 E-ISSN 2422 3174N° 85, Enero - Julio 2024alcanzado después del exterminio de cientos de culturas ancestrales de Abya Yala y
después del secuestro y la trata transatlántica de más de treinta millones de seres
humanos arrancados de África. El blanqueamiento coincide con el poder económico y
el despliegue militar del cristianismo. Si otra cultura hubiera ganado la guerra, hubiera
dispuesto otra forma del blanqueamiento, bajo otra denominación de origen. No fue la
divina providencia la que ganó la guerra, fue el mecanismo del blanqueamiento el que
se impuso en los cinco continentes. De allí se explica que personas de un color de piel
distinto al blanco, en su definición discursiva, quieran, ejerzan y propaguen los valores
de la blanquitud en todos los campos de la vida intelectual y social, principalmente en
el saber y las artes. Para esos colonizados, es fácil afirmar que hay otros más negros,
menos civilizados y menos europeos que ellos, que ya fueron educados y civilizados. Para
esos colonizados, ellos han abandonado su condición de servidumbre y han alcanzado
la mayoría de edad que les permite el mundo eurocéntrico.
El problema de Europa es la historicidad de la blanquitud. Europa se niega a
aceptar que en su propio suelo hay una diversidad social y cultural que no se alimenta
exclusivamente de las poblaciones llamadas blancas. Se niega a aceptar que su grado
de desarrollo cultural se debe al aporte de numerosas culturas, incluso de aquellas
alejadas en el tiempo y en el espacio. Sería un absurdo pensar que las migraciones
humanas de África a Europa, acontecidas durante el Pleistoceno, hace unos 1.8 millones
de años, no le aportaron nada a la agricultura, la arquitectura, la vida espiritual de los
que en el siglo xvi llegaron a denominarse «europeos». Sería un absurdo decir que
Europa es cristiana y que otras religiones, como el islam, nunca se conocieron en esos
territorios en la Edad Media. Duele que la Europa de hoy descalifique, excluya y persiga
a los migrantes, aunque lo que llamamos Europa no es otra cosa que el resultado
de migraciones durante milenios. La hija de un migrante no será europea; tampoco
sus descendientes, aunque sus familias vivan en ese continente por generaciones. La
racialización tiene una doble coartada argumentativa: Por un lado, provoca, en la víctima,
el encierro en la inequidad en todos los espacios de la vida social. Por otro, garantiza
el poder y los privilegios para los que racializan a los inferiorizados. La blanquitud
quiere uniformizar al planeta, quiere hablar una única lengua. Odia la « multiplicité de
cultures singulières » [multiplicidad de culturas singulares] (Miano, 2021, p. 166) dentro
de un mismo territorio. Ante este panorama, Europa es indefendible porque despliega
su incapacidad para aceptar que existen varias Europas no occidentales anteriores a
la Europa occidentalizada. O varias culturas europeas no fenotípicamente blancas. La
existencia de una Afropea, es decir, de generaciones de europeos y europeas de matriz
no occidental, prueba que es posible, por ejemplo, vivir en París bajo « les practiques
spirituelles subsahariennes » [las prácticas espirituales subsaharianas] (2021, p. 174).
Esas prácticas no conocen la estructura jerárquica del cristianismo ni su noción de
pecado y podrían poner en tela de juicio la validez de la religión de Jesús. La negación
a las diversidades espirituales es otro rasgo de la blanquitud.
La obsesión de la superioridad de la raza blanca, de su poder de expansión y conquista,
nace con una bula papal, la Romanus Pontifex. El 8 de enero de 1455, Nicolás v autorizó
al rey de Portugal Alfonso el Africano a secuestrar, encadenar, transportar, violentar,
vender y comprar seres humanos de África (Miano, 2021, p. 169). Le llamaron el Africano
217LINGÜÍSTICA Y LITERATURA, ISSN 0120-5587 E-ISSN 2422 3174Despintar la blanquitudporque incentivó la conquista de África. Esa autorización de la autoridad religiosa del
cristianismo marca el nacimiento de la blanquitud moderna. A partir de ese día, los
pueblos africanos empezaron a escuchar la palabra negro, nigger, noir. A partir de ese
día, los comerciantes de humanos fueron asociados al dios cristiano. Para deconstruir
el discurso de los privilegios sociales e intelectuales de la blanquitud, Léonora Miano
combina datos históricos e imaginarios cinematográficos. Lo bello de este ir y venir
por las invenciones racializadas aparece cuando nos damos cuenta de que tanto las
bulas papales, como las proclamas por los derechos del hombre y del ciudadano y las
películas de Hollywood hacen honor al blanqueamiento y al ennegrecimiento. Es decir,
al derecho al saqueo y la expansión. El héroe europeo es rubio, de tez clara. El villano,
el enemigo de Dios, siempre es de otra cultura y tiene otros rasgos fenotípicos. En
particular, los revolucionarios franceses se cuidaron al máximo de que los esclavos no
se contaminaran con las ideas de la libertad. Por eso, Francia ha castigado de forma tan
brutal y por siglos la independencia de Haití y las independencias africanas del siglo xx.
Por eso mismo, los independentistas americanos nunca le reconocen a los quilombos y
a los palenques el lugar iniciático de la lucha por la democracia. Incluso hoy,
dans les pays occidentaux, la blanchité, en tant qu’instance de pouvoir, jouit d’une
domination absolue, puisqu’aucun aspect de la vie sociale ne lui échappe et qu’il lui est
possible de continuer á se déployer sans que ses agents en aient conscience (Miano,
2023, p. 62).1
Por países occidentales debemos entender todos aquellos que se formaron bajo la
matriz colonial, dentro y fuera de Europa. De esa occidentalización hacen parte las
naciones del continente americano y las repúblicas africanas. Una de ellas es Colombia,
que es occidental por haber sido occidentalizada. Ello se refleja en su estructura psíquica
en donde campea la blanquitud. Su dominación es absoluta en todos los campos, en la
escuela, en la iglesia, en la política, incluso en la lengua oficial. Ningún aspecto de la vida
social se le escapa. Ni siquiera la sexualidad y la cosificación del cuerpo de la mujer. Y
muy a pesar de proclamarse independiente de las potencias europeas, sigue siendo una
expresión de la vida colonizada. En este país se habla la lengua de los conquistadores,
se defiende la religión de los curas y se sostiene bajo el sistema económico del capital.
En esta nación no es posible la multiplicidad de culturas ni de vidas espirituales. Y
lo peor de esta enfermedad es que sus agentes, sin distingo de clase, de género y de
aspecto físico, no son conscientes de su labor evangelizadora.
Ante este panorama, ¿qué hacer con la blanquitud que nos habita? La solución
es despintarla, desblanquearla. Al desblanquear, empezamos a «desennegrecer», como
dice Arcos Rivas (2023). Según el filósofo, la historia debe ser desplazada, ya que
la historia contada por Europa y sus vasallos de los cinco continentes blanqueó y
ennegreció a favor de unos actores y de unos modos de vida. Además, afirma que
1 «en los países occidentales, la blanquitud, en tanto que instancia de poder, goza de una dominación
absoluta, pues ningún aspecto de la vida social se le escapa y, por el contrario, le es factible continuar
desplegándose sin que sus agentes sean conscientes de ello» (traducción libre del reseñista).
218LINGÜÍSTICA Y LITERATURA, ISSN 0120-5587 E-ISSN 2422 3174N° 85, Enero - Julio 2024oponerse a la blanquitud fundando una «negritud» ontológica no es un avance por la
diversidad epistémica, pues la «negritud es una emulación reactiva y una continuidad
mimética» (p. 5). La negritud es, por paradójico que parezca, una racialización a favor
de la blanquitud imitable y deseable. Es un deseo de parecerse a ella, a sus privilegios
raciales. Despintar la blanquitud no es pintarla de otro color. Eso le da más vida, la
legitima. Para despintar la blanquitud, debemos desmontar la « invention des races
humanines » [invención de las razas humanas], porque ella es un complejo mecanismo y
ne fut pas une simple manière de décrire les différences physiques. Il s’est agi, à partir de
là, de mettre en place des politiques, de créer des conditions politiques. Se définir comme
Blanc ne fut pas dire comment on avait été constitué physiquement par la nature, par
le hasard. Cela consista à se donner le droit de nier l’humanité d’autres, de leur imposer
une manière d’être au monde, de piller leurs ressources, de redéfinir leurs espaces de
référence, de les mettre à mort quand ils refusaient de se soumettre (Miano, 2023, p.
148).2
La blanquitud es el mecanismo más cruel y sádico que haya sido inventado por
la humanidad. No por una raza, sino por la humanidad. No importa su color
preferido. Ha servido para justificar los crímenes más horrendos. Su forma de ser
y de aplicar la violencia no alcanza límites. La blanquitud —negra, roja, verde, azul,
amarilla, eso da igual— es capaz de matar ochocientas mil personas en unos pocos
días en Ruanda. Tampoco se inmuta ante el asesinato de 6402 jóvenes inocentes
en Colombia. Muestra su indiferencia ante el suicidio progresivo de jóvenes en los
pueblos ancestrales. Calla y se solaza con las bombas que masacran ciudades enteras
en Gaza o en Ucrania. A esa humanidad le luce perfectamente el epíteto blanco. A
esa misma que promueve la xenofobia y la barbarie contra el planeta para alcanzar
la rentabilidad económica. Un gesto contrario lo podríamos visionar gracias a la
literatura. Miano lo propone en su novela Rouge impératrice. Allí, los pueblos del
mundo, en una especie de retorno hacia la Pangea, se juntan en un continente llamado
Katiopa. Ambientada en el siglo xxii, las gestas libertarias vuelven a celebrarse
« en hommage au palenque de Benkos Biohó » [en homenaje al palenque de Benkos
Biohó] (Miano, 2019b, p. 143).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Miano, L. (2019a). Ce qu’il faut dire. Paris : L’Arche.
Miano, L. (2019b). Rouge impératrice. Paris : Grasset.
2 «no era simplemente una forma de describir las diferencias físicas. A partir de ahí, se trataba de poner
en marcha políticas, de crear condiciones políticas. Definirse como blanco no significaba decir cómo uno
había sido formado físicamente por la naturaleza, por el azar. Significaba otorgarse el derecho a negar
la humanidad a otros, a imponerles una forma de ser en el mundo, a robar sus recursos, a redefinir sus
coordenadas mentales, a asesinarlos cuando se negasen a someterse» (traducción libre del reseñista).
219LINGÜÍSTICA Y LITERATURA, ISSN 0120-5587 E-ISSN 2422 3174Despintar la blanquitudMiano, L. (2021). Afropea. Utopie post-occidentale et post-raciste. Paris : Pluriel.
Miano, L. (2022). Stardust. Lomé, Togo : The Quilombo Publishing.
Miano, L. (2023). L’opposé de la blancheur. Réflexions sur le problème blanc. Paris :
Seuil.
Arcos Rivas, A. (2023). Desplazar la historia. Conferencia virtual. Coloquio
Internacional de Literaturas, Universidad Surcolombiana.