Otros relatos del mundo. Los nuevos cronistas latinoamericanos1 *


Aunque los encuentros entre ficción y no ficción están a la moda, curiosamente las crónicas latinoamericanas siguen siendo poco conocidas en Francia. A pesar de esto, el género de la crónica da lugar a una muy rica producción en la que se cuentan grandes autores. No es demasiado tarde para descubrir esta riqueza.

¿Los lectores franceses estarán perdiéndose un nuevo “boom literario latinoamericano”? En los años setenta y ochenta, un importante trabajo de traducción y de edición permitió dar a conocer en Francia a los grandes novelistas del subcontinente. Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y Julio Cortázar eran los autores más conocidos, pero también descubrimos a muchos otros. Hoy, el fenómeno editorial, periodístico y literario que encarnan los cronistas latinoamericanos aún no ha llegado a nosotros. Es de nuevo España la que hace las veces de puente entre Europa y América Latina, por medio de la publicación de crónicas en revistas españolas, al mismo tiempo que pequeños editores independientes publican ensayos y obras críticas que le devuelven el honor a este género clásico. En conclusión, dos editoriales españolas, por ejemplo, publicaron recientemente antologías de crónicas3. Las representaciones actuales de América Latina, deudoras de los medios masivos, del cine y de la música, se enriquecerían notablemente con el acceso a estos textos que combinan lo mejor del periodismo y de las técnicas literarias. Grandes autores cultivan el género de la crónica y se forjan una notoriedad en este medio que atraviesa las fronteras de sus países. Estos autores constituyen una comunidad profesional dedicada a mantener vivo su trabajo en un contexto editorial que no es propiamente favorable para ellos.

La crónica, ornitorrinco de la prosa

Es el título de un texto frecuentemente citado de Martín Caparrós, periodista, novelista y cronista argentino. Esta imagen hace referencia al carácter híbrido de la crónica, un género que se nutre de la subjetividad de la novela, del rigor del reportaje, de la concisión de la novela corta, de la técnica de la entrevista y de la polifonía del teatro grecolatino. Los cronistas contribuyen a esclarecer las diferentes facetas de su arte, a revelar sus métodos de trabajo y a diferenciar la crónica de otras formas de periodismo. ¿Qué debemos retener de dichas aclaraciones? La mayoría se identifica con una ética de la que se desprende una estética. Su defensa de la crónica es ante todo un rechazo. El rechazo a las exigencias impuestas por el sistema de información: aceleración, simplificación, escritura inmediata, formatos impuestos e invasión por parte de la imagen y del video. Los cronistas reivindican el tiempo de elaboración y el tiempo de escritura.

En una época en la que las noticias pueden verse desde la pantalla del teléfono móvil, practicar un periodismo narrativo que explique un evento y cuidar la escritura no solo es una libertad estética: es un imperativo ético. (Julio Villanueva Chang, peruano, fundador de la revista Etiqueta Negra)

Una crónica puede desarrollarse en tres páginas o bien en más de veinte páginas. El tiempo de escritura siempre está precedido por un largo tiempo de preparación, de maduración. En efecto, a los cronistas les importa mucho la veracidad y la autenticidad. Libres en su estilo y -por lo regular- en el formato que adoptan, los cronistas no quieren tomarse libertades frente a los hechos. Utilizan múltiples técnicas de investigación, máxime cuando llegan al lugar de los hechos con posterioridad y, a veces, con varios años de distancia de un conflicto, de una erupción volcánica o de una pelea de boxeo.

El cronista es cada vez menos un testigo de los eventos. No se encontraba presente en el lugar en el que se desarrollaron los hechos, pero debe reconstruir el pasado. Trata de buscar testigos y de hurgar en sus recuerdos. Charla con ellos. El cronista trabaja con los recuerdos de otras personas que le cuentan los hechos; o con sus propios recuerdos, si tuvo la suerte de ser testigo de ellos. En los dos casos, una gran parte de su trabajo consiste en dar un orden y un sentido a la memoria. (Julio Villanueva Chang)

Leila Guerriero, nacida en Argentina y una de las figuras sobresalientes de la crónica, insiste en la etapa que ella misma llama trabajo de campo: documentarse, consultar archivos históricos, mapas, actas de juicios, fotografías, leer libros. Otros autores se inclinan por la etnografía o por la observación participante, como la llaman los sociólogos. De esta manera, el colombiano Andrés Felipe Solano, por ejemplo, trabajó varios meses en una fábrica y alquiló un cuarto en la casa de una familia pobre de Medellín para poder escribir la crónica “Seis meses con un salario mínimo”. En un caso que nos es más cercano, Florence Aubenas adoptó este método para escribir Le Quai de Ouistreham (2010, Éditions de L’Olivier). El cronista se acerca aún más al periodismo investigativo cuando se consagra a un tema, como lo hace el salvadoreño Óscar Martínez d’Aubuisson, autor de investigaciones sobre los migrantes de América Central que quieren atravesar la frontera entre México y Estados Unidos o la peruana Gabriela Wiener, que frecuenta los clubes swinger. Pero el cronista se ocupa con frecuencia de temas más ligeros, puesto que, como lo dice el cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos, para escribir sobre un pueblo remoto no es necesario esperar a que un grupo armado se tome el pueblo por asalto o a que sea devastado por una catástrofe natural.

¿Cuál puede ser el punto en común de las crónicas sobre un vendedor ambulante de DVD, sobre partidos de fútbol entre soldados en la frontera de Venezuela y Colombia y sobre el rodaje en Perú de un documental del cineasta Werner Herzog? Los mismos autores insisten en la necesidad de situarse de manera justa con respecto a su tema y de ser conscientes del punto de vista adoptado. Otros hablan de la pertinencia de la mirada o de la amalgama entre subjetividad y objetividad:

El tipo de acceso que se tiene a los hechos determina la lectura que debe hacerse de ellos. Definir la distancia que se guarda respecto al objetivo autoriza a contar como insider, outsider, curioso de ocasión. A este pacto entre el cronista y su lector podemos llamarlo “objetividad”. (Juan Villoro, mexicano, escritor y profesor)

La cuestión de la mirada personal está presente en todos los ensayos sobre crónica contemporánea. No solo se trata de sensibilidad, sino, literalmente, de un entrenamiento para ver el mundo, como si la capacidad de observar fuera más importante que la compilación de la palabra. Estos discursos sobre la mirada recuerdan las reflexiones de los fotógrafos sobre su trabajo. Se imponen la soledad, la discreción, la paciencia, la espera y la disponibilidad para frecuentar los lugares.

El periodismo narrativo se construye, más que sobre el arte de hacer preguntas, sobre el arte de mirar. La forma en que la gente da órdenes, consulta un precio, llena un carro de supermercado, atiende el teléfono, elige su ropa, hace su trabajo y dispone las cosas en su casa dice, de la gente, mucho más de lo que la gente está dispuesta a decir de sí. (Leila Guerriero)

Al buscar un vínculo personal con el mundo más allá de la naturalidad de los hechos, el cronista no duda en comprometerse con la escritura misma. No, el yo no es aborrecible. De hecho, la primera persona tiene toda legitimidad, y no solo en las crónicas de viaje. Un cronista como Alberto Salcedo Ramos recurre a la primera persona para hacer un retrato de su madre o para narrarnos su propio secuestro infame por parte de un taxista, pero también para relatar la suerte de un grupo de colombianos, secuestrados por un grupo guerrillero, a los que él mismo visitó4.

¿Es necesario, además, que los autores de crónicas se forjen un estilo literario personal? ¿Qué significa en el género de la crónica “escribir bien”? ¿Es un arte muy distinto al de la ficción? Las influencias que estos escritores de lo real se atribuyen son la mejor respuesta para estas preguntas. Ellos insisten en la necesidad absoluta de leer literatura, poesía, ensayos y cómics. Una verdadera cultura literaria les parece mejor que los conocimientos proporcionados en las escuelas de periodismo o en las facultades de comunicación, incluso si muchos de ellos pasaron por ahí. Si la crónica no es un género perecedero, se debe precisamente a esta ambición literaria. Una buena crónica no pierde nada de su influencia con el paso de los años. Al mismo tiempo que rinden homenaje a los escritores que los han inspirado, los nuevos cronistas latinoamericanos esperan a su vez inscribirse en una tradición y dejar huella.

¿Todos hijos de José Martí?

Estos nuevos cronistas latinoamericanos no son prisioneros de una herencia hispanoamericana. Todo lo contrario, su cosmopolitismo es manifiesto, ya sea en el campo de las trayectorias profesionales, de los temas escogidos o de las referencias culturales. La herencia del nuevo periodismo norteamericano (New Journalism) es abiertamente reconocida por aquellos escritores que leen a Truman Capote, Norman Mailer, Tom Wolfe y Gay Talese. Los cuatro han publicado obras de ficción y de no ficción. Gay Talese, periodista del New Yorker, es una referencia para los periodistas y cronistas latinoamericanos. Traducidas al español y al francés, sus crónicas, compiladas bajo el título Frank Sinatra está resfriado5 y su investigación sobre la mafia, Honrarás a tu padre6, se muestran como ejemplo. Mucho antes de esta generación del nuevo periodismo, John Hersey había escrito en 1946 un libro sobre Hiroshima a partir de su encuentro con seis sobrevivientes. Este libro sigue siendo un modelo calificado como insuperable por ciertos autores. Los profesores, los críticos y los cronistas son esos difusores que siguen rindiendo homenaje a lo mejor del periodismo norteamericano actual. A Ted Conover, autor de un libro-reportaje sobre el paso de la frontera entre México y Estados Unidos y sobre la vida de los migrantes mexicanos, Coyotes (Vintage Books, 2006)7. A Jon Lee Anderson, actualmente periodista del New Yorker, corresponsal de guerra, autor de retratos y de biografías, aún más conocido por la rápida difusión de sus artículos y sus libros en español. Los nuevos cronistas latinoamericanos no citan a Albert Londres8, pero han leído a Richard Kapuściński9.

Se nutren igualmente de su herencia en español. En la segunda mitad del siglo XIX, el nacimiento del periodismo profesional, en el sentido moderno del término, permitió que el intelectual cubano José Martí pudiese ejercer este oficio, al mismo tiempo que construía una obra literaria y política10. Vinculado al modernismo literario, es reconocido por haber dinamitado las fronteras entre el arte “puro”, reservado a la élite, y los géneros destinados a una circulación más amplia. Cosmopolita, familiarizada con la literatura extranjera, corresponsal de prensa en Nueva York durante una decena de años, José Martí es considerado como el “padre” de la crónica. Esta influencia es constatable en los numerosos textos en los que se expresa sobre el género y le da reconocimiento. José Martí participó en la vida literaria de su época y ejerció influencia sobre los escritores de su tiempo. Hoy se admira su sentido de la modernidad, su compromiso con la vida intelectual, su estilo y la alta concepción que tenía de la crónica.

Aquí vemos que el reconocimiento va dirigido tanto a las personalidades como a las obras. Es también el caso de los autores vivos. En esta época, tan obsesionada con la notoriedad, el estilo de vida de un escritor, la relación con sus colegas o sus comentarios en la mesa son elementos indisociables de su obra. Los escritores periodistas no escapan a este interés. Se suele evocar la publicación por entregas de Relato de un náufrago, en las columnas del diario colombiano El Espectador, obra que García Márquez no firmó con su nombre, pero también nos interesa su vida de periodista en Colombia11. Carlos Monsiváis, escritor y periodista mexicano muerto en 2010, ha sido reconocido por la calidad de su pluma, pero también por tener una conciencia acerba y por tener una personalidad extravagante. En la crónica póstuma que le dedicó un escritor mexicano 30 años menor que él se ve retratado como personaje público, estratega cultural y amante de las bromas. También es el hombre que pasó más de 30 años de su vida desmintiendo la versión oficial que el gobierno dio de la masacre de los estudiantes en la plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, en 196812.

Esta masacre inspiró textos distintos a los de Carlos Monsiváis. La crónica La Noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska (publicada en México en 1971) es un trabajo de contrapropaganda. Es también un libro de no ficción interesante por su forma: una polifonía coral que da la palabra a los sobrevivientes y un colaje de citas que lleva el subtítulo “Testimonios de historia oral”13. Cada generación debe abordar en contextos distintos la cuestión del tratamiento periodístico de la violencia de Estado, de los conflictos armados y de las masacres. Los referentes reconocidos y admirados ponen el listón muy alto. Especialmente la investigación de Rodolfo Walsh, publicada bajo el título Operación masacre. En 1957, antes del nuevo periodismo norteamericano, Rodolfo Walsh, periodista cultural, traductor del inglés y autor de relatos policiacos, encuentra a uno de los sobrevivientes de una masacre perpetrada por el ejército luego de una tentativa de insurrección peronista. Un grupo de civiles, obreros, fueron arrestados y fusilados en un basurero público sin ningún proceso. Rodolfo Walsh efectuó un trabajo de investigación de varios meses y luego adoptó en su libro las técnicas y el estilo de la literatura policiaca, que consideraba las más apropiadas para hacer revivir este drama a los lectores14.

Resplandor de la crónica

Las antologías publicadas en América Latina reúnen los textos según el medio de publicación (las mejores crónicas de tal revista), el género (crónicas criminales), la zona cultural: una ciudad, un país o todo el continente. Sin embargo, es la lectura diaria, en las páginas web de las revistas y en los blogs, la que mejor da cuenta de esta diversidad. Y aún más desde la lectura del título. “Un fin de semana con Pablo Escobar”, “René Lavand, el mago manco”, “Casa Blanca: la cárcel del amor”, “El último Hitler uruguayo”, “El último ciclista de la Vuelta a Colombia”, “Lucho Gatica en La Habana”, “La guerra en Estambul” … Parece que las redes de la crónica se zambullen en todos los mares y contienen la totalidad de la vida. Desde una muy buena perspectiva, la crónica social nos sumerge en los barrios periféricos, los mercados ambulantes, las maquilas clandestinas, los santuarios populares, las zonas fronterizas, las cárceles, las calles de prostitutas. Así mismo, los personajes son por lo general niños de la calle, sicarios, cantantes populares, boxeadores, madres coraje o simplemente golfistas. Leila Guerriero ha manifestado esta dificultad para dar cuenta de la totalidad del espectro social. La invisibilidad de ciertos sujetos en la crónica la hace cuestionarse:

La misma cabalgata, superficial, arbitraria y generalizadora, dice que […] la crónica latinoamericana actual no […] ha encontrado una forma del todo interesante para hablar de asuntos de negocios, de historias con final feliz, de arquitectura, de arte, de cualquier deporte que no sean el fútbol o el boxeo y que, en particular, suele mostrarse desinteresada o indiferente o impedida (o todas esas cosas( para contar historias relacionadas con las clases altas: historias de los que tienen riqueza, historias de los que tienen poder, historias de los que tienen millones, historias de los que tienen, además de todo eso, una historia para contar. (Leila Guerriero, ¿Cómo/ Para/ Qué? Texto leído en la Feria del Libro de Quito 2008)

¿Por qué no hablar de la vida de los millonarios? El argumento frecuente es que los medios de comunicación masivos abordan el tema con suficiencia y que la vida de los desposeídos, de los marginales, incluso de las “personas del común” no es contada a profundidad o se cuenta mal. Hay que reconocer también que es más difícil hacerse un lugar en un Rotary Club que en un barrio miserable. En lo que respecta a la manera de contar, la predilección por lo freak se encarna bastante fácil en un estilo. Así mismo, la crónica cultiva con agrado los sucesos. ¿Cómo Cromwell, un cajero en Lima, logró vaciar durante años las cuentas del banco en el que trabajaba con el fin de darse la gran vida? ¿Quién es en realidad este asesino antropófago?

Pero hay más temas además de los personajes marginales. Se escribe sobre el ron y la manera de beberlo, sobre un servicio de entregas a domicilio en bicicleta en Ciudad de México, sobre un pueblo argentino en donde se graban series y películas de ficción únicamente con actores aficionados. La galería de retratos está llena de pintores y escritores. ¿En efecto, por qué no elegir al viejo poeta chileno Nicanor Parra en lugar del jefe del Cartel de Medellín?

Los escritores viajeros se alejan con facilidad del territorio latinoamericano. Tokio, Tánger, Estambul, Marrakech, Auroville y Zanzíbar figuran en una misma antología de crónicas, sin que allí falte un relato sobre las vacaciones en un pueblo de la costa peruana. La crónica de viaje es por excelencia un texto en primera persona, incluso una crónica del yo. Al ya haber recorrido la humanidad este planeta por completo, los cronistas nos comparten su relación personal con el mundo o un regreso sobre las huellas de otros viajeros: Domingo Faustino Sarmiento en Pensilvania, Paul Bowles en Tánger o el doctor Livingstone en África Oriental. A ojos de los cronistas, todos los lugares son igualmente dignos. El cuarto de hotel y el parque de atracciones tienen incluso más cabida en una crónica que el paisaje natural. La desilusión ante el mundo es evidente, pero la mirada conserva todo su vigor y la pluma su ironía. Es en la descentralización del punto de vista y en la hibridación de los géneros que la crónica da todo su potencial. Así, en un texto titulado “La guerra en Estambul” (2003), el chileno Juan Pablo Meneses parece estar contándonos un viaje turístico en compañía de su novia. En la pantalla del televisor de su cuarto de hotel, el escritor se entera de los eventos del 11 de septiembre. El resto de la crónica se divide entre las visitas guiadas, la observación de los turistas americanos y la obstinación del autor por quedarse en el hotel para mirar la televisión y conectarse a internet.

Escribir, publicar, difundir

¿Qué medio de comunicación puede permitirse publicar veinte páginas sobre un alcalde atípico del norte de México o seis páginas sobre la terminal de buses de Montevideo? Una vez lejos de la prensa diaria, posibilidades limitadas se presentan ante los periodistas literarios. Publicar en revistas culturales que abren regularmente sus columnas a los cronistas, sin que la crónica sea el corazón de su proyecto editorial15. Mantener un blog. Hacer de la escritura de crónicas un trabajo regular por medio de la publicación de sus mejores textos en antologías. Pero el camino ideal es la colaboración permanente con las publicaciones que orientaron su línea editorial hacia la crónica y el reportaje de calidad. Gatopardo, que publicó la crónica del alcalde atípico, es una revista mensual de referencia para el periodismo latinoamericano. Fundada en 1999 por una editorial ubicada en México, esta “Revista de actualidad que cuenta historias” emigró a Colombia. Difundida en toda América Latina, ha recibido numerosos premios de periodismo desde su creación, ya que supo atraer a las plumas más prestigiosas. El corazón de la revista son los reportajes y los perfiles de deportistas, escritores, cineastas … o criminales. Muy vinculada con los hechos de actualidad más sobresalientes, proponiendo temas impactantes, da el suficiente espacio a los autores para que desarrollen un tema en profundidad. Una edición digital gratuita viene a complementar (no a replicar( la versión impresa. Gatopardo se jacta de haber formado toda una generación de reporteros y de cronistas, y de querer abrir sus páginas a nuevas generaciones de talentos16.

El doble modelo revista impresa - página de internet es también el de otra prestigiosa publicación, Etiqueta Negra, creada en 2001 en Perú por Julio Villanueva Chang, quien aún publica allí crónicas de culto. La revista anuncia su carácter al llamarse “Revista para los distraídos”. Sus contenidos están más próximos a la literatura de no ficción y la revista es más ecléctica que Gatopardo. Cada número de esta revista bimensual cuenta con una centena de páginas. La versión impresa es distribuida en Perú; la versión digital le ha permitido expandir su reconocimiento17. Darle una mirada a los textos de la página de inicio en un momento dado es descubrir la diversidad de crónicas publicadas por Etiqueta Negra: retrato de un gran matemático; historia de una bailarina del vientre víctima de la violencia de la plaza Tarhir en El Cairo; inmersión en la terminal de buses de Montevideo; homenaje al creador y héroe de una serie de culto de la televisión mexicana; vuelta al tema del suicidio de un arquero de fútbol alemán; crónica gastronómica … Los archivos del periodismo literario latinoamericano, esos otros relatos del mundo están allí.

Siempre habrá valientes que vayan tras las huellas de estas revistas pioneras. Estas empresas no siempre estarán coronadas por el éxito, ya que es muy difícil encontrar un equilibrio económico y perdurar, sea que se opte por una difusión digital o una difusión mixta. El Puercoespín, revista argentina, no sobrevivió después de su cuarto año. La élite de los cronistas, grafistas y fotógrafos latinoamericanos colaboraban con El Puercoespín. Pero eclecticismo, calidad y reconocimiento del medio no son suficientes para ganar las suscripciones de los lectores o el dinero de los inversionistas.

Este es otro camino que busca la revista Anfibia, también argentina: la simbiosis entre la enseñanza y el periodismo. Esta revista en línea está pensada como un espacio de difusión y de formación18. Una universidad de Buenos Aires, la Universidad Nacional de San Martín, ideó este proyecto lanzado en 2012 y lo apoya contratando a un equipo de nueve personas.

Esta vocación múltiple de los medios de publicación lleva a la pregunta sobre las perspectivas profesionales para los adeptos de un periodismo de calidad. El autor multitareas se impone: escribir, hacer publicar una y otra vez sus textos, editar revistas, antologías, enseñar, dirigir talleres literarios, seminarios de formación, participar en ferias del libro, ser jurado en certámenes literarios. Alcanzar el reconocimiento es una cosa. Vivir de su pluma otra. Al consultar los perfiles biográficos de los autores reseñados por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), el alto nivel de formación, la polivalencia y el dinamismo profesional y geográfico dicen mucho de la capacidad de diversificar el ejercicio de la profesión19.

Esta profesión tiene sus redes, sus momentos de encuentro y sus amistades en el espacio latinoamericano. La profesión resplandece ahora en España. Sin embargo, una barrera persiste para que nos lleguen esos otros relatos del mundo: la traducción y la edición en francés. En el especial “Plumes de presse”, en Le Monde des Livres del 15 de mayo de 2015, se le rindió un homenaje al nuevo periodismo norteamericano y a sus descendientes. No obstante, no hubo allí una sola referencia latinoamericana. Esta sordera cultural sorprende en un momento en que los encuentros entre ficción y no ficción están a la moda y en que los lectores muestran un apetito cada vez mayor por las historias auténticas. ¿Quiénes serán los difusores de este nuevo boom latino-americano?

[1]Koller, Sylvie. “D’autres nouvelles du monde. Les nouveaux chroniqueurs latino-américains”. Études, vol. février, n.° 2 (2016): 75-85.

[2]Antología de crónica latinoamericana actual (Alfaguara, 2011), edición e introducción de Jorge Carrión y Mejor que ficción, crónicas ejemplares (Anagrama, 2012), edición e introducción de Darío Jaramillo Agudelo.

[3]Salcedo, Alberto, La eterna parranda, Crónicas 1977-2011, Aguilera, 2011.

[4]El título hace referencia a la aclamada crónica publicada en abril de 1966 en la revista Esquire (Sinatra Has a Cold). El libro en el que se publican esta y otras crónicas es Retratos y encuentros (Alfaguara, 2012, traductor Carlos José Restrepo); la edición francesa se titula Sinatra a un rhume (traducida por Michel Cordillot, Éditions du Sous-sol, 2014) [N. de los T.].

[5]Honor Thy Father fue traducido al español por Patricia Torres (Alfaguara, 2012); la traducción en francés es de Yves Malartic, Ton père honoreras (Éditions du Sous-sol, 2015). [N. de los T.].

[6]Coyotes. A Journey Across Borders with America's Illegal Migrants (publicado originalmente en 1987), traducido al francés por Morgane Saysana, Les Coyotes (Éditions Globe, 2015). El libro aún no ha sido traducido al español [N. de los T.].

[7]Albert Londres (1884-1932), periodista y escritor, es reconocido como el símbolo del periodismo de investigación y del gran reportaje en Francia. Sus relatos están cargados de un mensaje político y cuentan sus travesías por todo el mundo. Entre tantos otros, algunos de sus textos más recordados, publicados en periódicos como Le Petit Journal, Le Quotidien o Le Petit Parisien, son: La Chine en folie, Le chemin de Buenos Aires, Pêcheurs de perles, Dans la Russie des soviets, Contre le bourrage de crâne y Tour de France, tour de souffrance. Desde 1933 el premio homónimo recompensa al mejor periodista francés de medio escrito del año [N. de los T.].

[8]Algunas obras americanas de no ficción, disponibles en francés, con sus fechas de publicación original en inglés son: John Hersey, Hiroshima, lundi 16 août 1945 [Hiroshima, lunes 16 de agosto de 1945] (1946), Éditions Tallandier, reedición en 2011; Truman Capote, De sang-froid [A sangre fría] (1965), Gallimard, 1972; Tom Wolfe, Acid Test [Ponche de ácido lisérgico] (1968), Points-Seuil, 1996; Le gauchisme de Park Avenue [La izquierda exquisita] (1970), Gallimard, 1990; L’étoffe des héros [Elegidos para la gloria] (1979), Gallimard (1987); Gay Talese, Sinatra a un rhume [Sinatra está resfriado] (1966), Éditions du Sous-sol, 2014; Ton père honoreras [Honrarás a tu padre] (1971), Éditions du Sous-sol 2015; el único texto de Ted Conover disponible en francés fue editado en formato electrónico: Levez le pied, la vie ne se perd qu’une fois [Desacelere, la vida solo se pierde una vez].

[9]Entre 1880 y 1892, José Martí escribió más de 400 crónicas sobre la América hispana, Estados Unidos y Europa. Sus artículos eran publicados en los periódicos más importantes de la época en Argentina, Venezuela y México.

[10]Gabriel García Márquez, Récit d'un naufragé, Grasset, 2003. García Márquez tuvo una actividad periodística y de reportero muy intensa antes de la publicación de su novela Cien años de soledad, que le daría reconocimiento mundial.

[11]Fabricio Mejía Madrid. (Julio-agosto 2010). ¿Está el señor Monsiváis? Gatopardo, 113.

[12]Elena Poniatowska, La nuit de Tlatelolco, Collectif des Métiers de l’Édition, 2014.

[13]Rodolfo Walsh, Opération Massacre, Christian Bourgois, 2010.

[14]Letras Libres en México, El Malpensante en Colombia, Frontera D y Tinta Libre en España.

[18] www.nuevoscronistasdeindias.fnpi.org/. Esta fundación fue creada en 1994 por Gabriel García Márquez. Desempeña un papel muy importante de formación, creación de redes profesionales y atribución de premios.

[19]Como citar: Villamizar Mogollón, C. E., Martínez Niño, J. A., & Koller, S. (2018). Otros relatos del mundo. Los nuevos cronistas latinoamericanos. Mutatis Mutandis. Revista Latinoamericana De Traducción, 11(2), 458-466. Recuperado a partir de https://revistas.udea.edu.co/index.php/mutatismutandis/article/view/335187

[20]Los traductores, Carlos Villamizar y Alexánder Martínez, agradecen al profesor Alain Bunge por sus invaluables aportes para la buena finalización de este trabajo; asimismo, al grupo editorial Ser (Société d’Édition de Revues), a la revista Études, revue de culture contemporaine y a Nathalie Crepy, asistente editorial, por la amable cesión de los derechos de traducción de este artículo.