ISSN 2011-799X
Artículo recibido: 24/01/2020
Artículo aceptado: 20/02/2020Diálogo con Ida Vitale: trayectorias, memorias
y su trabajo de traducción de una obra de
Simone de Beauvoir en los años setenta
Mariana Smaldone
mariansmaldone@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-7950-2868
Universidad Nacional de Luján, Argentina
1. Introducción
La escritora montevideana Ida Vitale (2 de noviembre de 1923) se destaca por su prolífera activi-
dad intelectual como poeta, ensayista, periodista, crítica literaria y, además, por su enorme legado
como traductora. Y aunque la autora prefiere desalinearse de una corriente literario-artística,
se tiende a situarla en la “Generación del 45” o “Generación Crítica”, junto a otras escritoras
y otros escritores, tales como Idea Vilariño (1920-2009), Mario Benedetti (1920-2009), Carlos
Maggi (1922-2015) y Ángel Rama (1926-1983).1 Durante su juventud estudió humanidades en
Montevideo, su ciudad natal, y se perfeccionó en la lengua y la cultura francesas en La Sorbona,
Francia. Ejerció la docencia como profesora de Literatura en distintos institutos de enseñanza
secundaria en Montevideo hasta los años setenta y, luego en México, durante su exilio por la
última dictadura militar en Uruguay (1973-1985).
Si bien sus dos grandes referentes literarios fueron los españoles José Bergamín (1895-1983) y
Juan Ramón Jiménez (1881-1958),2 algunas poetas fueron muy influyentes en su trayectoria, en-
tre ellas las uruguayas María Eugenia Vaz Ferreira (1875-1924) y Delmira Agustini (1886-1914),
y la chilena Gabriela Mistral (1889-1957), a quien comenzó a leer en la escuela. Además, Ida
Vitale tiene un especial reconocimiento por la obra de otras escritoras coetáneas, como Elena
Garro (1916-1998), a quien conoció en México, y el grato recuerdo de María Rosa Oliver (1898-
1977), destacada escritora, traductora y militante feminista y comunista argentina (Becerra,
2013; Smaldone, 2015; Petra, 2017; Valobra y Yusta, 2017).
1 En este punto son importantes los estudios iniciales de Emir Rodríguez Monegal (1921-1985), crítico literario
uruguayo que también perteneció a dicho movimiento, y de la profesora, ensayista y periodista Graciela Mántaras
Loedel (1989).
2 José Bergamín fue profesor de Ida Vitale, cuando se encontraba en condición de exiliado en Uruguay. Vitale tam-
bién conoció en persona a Juan Ramón Jiménez, cuando el poeta estuvo en Montevideo, en 1948. Fue este último
quien reunió algunos de los poemas de Ida Vitale y los incluyó en Presentación de la poesía hispanoamericana joven, anto-
logía publicada en Buenos Aires (Bruña Bragado, 2015, 2017; Caballé, 2004).
M. Smaldone528Mujeres y traducción en América Latina y el Caribe
Como Oliver, Ida Vitale integró el grupo de
las primeras traductoras al castellano de la
obra de Simone de Beauvoir, principalmente
entre los años 1940 y 1980, período que coin-
cide con la proliferación de las publicaciones
en vida de la filósofa y escritora francesa. A
su cargo estuvo la traducción del ensayo au-
tobiográfico Tout compte fait que la editorial
argentina Sudamericana publicó bajo el título
Final de cuentas, en 1972, el mismo año en que
se publicó en Francia.
El trabajo de Ida como traductora —del fran-
cés, el italiano y también del inglés y el por-
tugués— ha brindado la posibilidad de leer
en castellano la poesía, la narrativa, la ensa-
yística y la dramaturgia, así como también
la teoría estética y crítica, de otros autores
y otras autoras. Por ejemplo, ha traducido
del italiano obras de Luigi Pirandello (1867-
1936), Massimo Bontempelli (1878-1960),
Salvatore Quasimodo (1901-1968), Pier Paolo
Pasolini (1922-1975), Mario Praz (1896-1982)
y Eugenio Montale (1896-1981). Del inglés,
obras correspondientes a John Millington Sy-
nge (1871-1909), Djuna Barnes (1892-1982)
y John Osborne (1929-1994). Del francés,
ha traducido textos de Molière (1622-1673),
Max Jacob (1876-1944), Benjamin Péret
(1899-1959), Jean Genet (1910-1986), Jac-
ques Lafaye (1930), Jean Dubois (1920-2015),
Guillaume Apollinaire (1880-1918), Gas-
ton Bachelard (1884-1962), Jules Supervielle
(1884-1960), Emil Cioran (1911-1995), Jean
Lacouture (1921-2015), y, como señalé antes,
de la filósofa Simone de Beauvoir. Asimismo,
Ida también se dedicó a la traducción en caste-
llano de textos de otras áreas del conocimien-
to, como medicina y sociología.3
3 Esta lista la confeccioné a partir de los datos que la au-
tora brinda en la presente entrevista, en su reciente libro
Shakespeare Palace. Mosaicos de mi vida en México (1974-1984)
(2019[2018]) y los mencionados en la reseña bibliográfica
Vale subrayar que su legado como traductora
se conjuga con su importante producción lite-
raria, en particular poética y ensayística. Con-
tamos con sus nuevas publicaciones: El abc de
Byobu (2018a [2004]) y Shakespeare Palace…
(2019 [2018]), entre muchas otras reediciones
recientes de sus libros. Se cumplieron, ade-
más, setenta años de la primera publicación
de su poemario La luz de esta memoria (1949),
al que le siguió su segundo poemario, Palabra
dada (1953). Así, en su amplia producción, a
partir de los años cuarenta, se hallan una vein-
tena de libros de poesías, ensayos, antologías,
o que contienen sus prólogos, y también ar-
tículos publicados en diferentes medios litera-
rios y culturales. En este momento, la autora se
encuentra escribiendo su próxima novela; así
lo adelantó en la presente entrevista.
En cuanto a su trabajo como periodista, repor-
tera, fundadora y codirectora de múltiples re-
vistas, periódicos y diarios latinoamericanos,
se destaca su paso por: Clinamen, entre 1947
y 1948; Marcha (semanario fundado en 1939);
Época, entre 1962 y 1964; y el periódico uru-
guayo Acción, en la década del setenta. Asi-
mismo, participó de algunos medios gráficos
europeos, como Écriture de Lausana, y Carte
Segrete de Roma. Con el golpe de estado cí-
vico-militar en Uruguay, a partir de 1973, la
escritora se vio obligada a exiliarse junto a su
compañero Enrique Fierro (1941-2016). Y, en
1974, ya viviendo en México —país que reci-
bió a compatriotas de Uruguay, Chile y Ar-
gentina, entre otros países bajo las dictaduras
militares alrededor de los mismos años—, Ida
Vitale pasó a integrar el comité asesor de la
revista Vuelta, por iniciativa de Octavio Paz
(1914-1998). Por aquel entonces, también
participó en la fundación y trabajó en el pe-
riódico Unomásuno (a partir de 1977).
que conforma la publicación La voz de Ida Vitale. Poesía en
la Residencia (Vitale, 2016).
Diálogo con Ida Vitale: trayectorias, memorias y su trabajo de traducción
de una obra de Simone de Beauvoir en los años setenta529Mutatis Mutandis. Revista Latinoamericana de Traducción Vol. 13, N.°2, 2020, julio-diciembre,pp.527-536
Además, continuó dedicada a la enseñanza,
impartiendo un seminario en El Colegio de
México. Cuando regresó a Uruguay, al térmi-
no de la dictadura militar en 1984, Ida Vitale
participó en el semanario Jaque y fue parte del
consejo editorial de la revista Poética.
Respecto de la publicación de sus traduccio-
nes, muchos de estos trabajos se difundieron
en revistas especializadas, tales como Plural,
Revista de la Universidad de México, Diorama de
la Cultura —suplemento del periódico Excel-
sior— y en Vuelta. Vale destacar que además
participó en diversas conformaciones de jura-
dos, particularmente para certámenes litera-
rios, por ejemplo, para Casa de las Américas en
La Habana, Cuba, entre los años 1964 y 1967,
cuando su directora era Haydée Santamaría
Cuadrado (1923-1980).
El 13 de octubre de 2019, Ida Vitale fue decla-
rada Ciudadana Ilustre de Montevideo y en
2018 recibió el Premio Cervantes (con acto de
entrega el día 23 de abril de 2019 en la Uni-
versidad de Alcalá). Estos premios se suman
a varios otros, como el ix Premio Internacio-
nal Octavio Paz de Poesía y Ensayo (2009), el
Premio Alfonso Reyes (2014), el xxiv Premio
Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2015),
el Premio Internacional de Poesía Federico
García Lorca (2016), el Premio Max Jacob
(2017) y el Premio fil de la Literatura en Len-
guas Romances (Feria Internacional del Libro
de Guadalajara México, 2018).
Resulta notable el valor que Ida le da a la
memoria, personal y colectiva, y al legado
de ideas y pensamientos en nuestras cultu-
ras. Precisamente, en su libro El abc de Byo-
bu (2018a), el personaje tiene una serie de
recuerdos sobre una hoja impresa que decía:
“Estos son pensamientos propios”, y, segui-
damente, se abre la siguiente reflexión: “todos
tendemos a llamarle ‘propios’ a los nuestros,
aunque nadie puede estar seguro de que los
pensamientos que descubre en su cabeza lo
sean: cualquiera puede venir flotando en la
universal correntada, de una criatura en otra,
de un tiempo en otro. A él le constan las fre-
cuentes desazones que padece por encontrar
las palabras que él tenía por cultivadas y reco-
gidas en huerto propio, ya escritas, aproxima-
damente o mejor, en lo ajeno” (2018a, p. 75).
Aprecio enormemente la atención y tan cálido
recibimiento que me brindó Ida Vitale —a sus
ya casi noventa y seis años— en su casa de
Montevideo, el 8 de octubre de 2019.4
2. Primeras memorias e historias con
mujeres
Mariana Smaldone (MS): Ida, quisiera comen-
zar a dialogar con usted acerca de la memoria.
Precisamente, en su reciente publicación Sha-
kespeare Palace… (2019[2018]), comienza con
una aclaración:
No pretendo presentar como memorias las pá-
ginas que siguen, aunque estén determinadas
por la mía. Aquellas suelen pretender una ejem-
plaridad, un zumo moral exprimido de los re-
cuerdos que se ofrecen. No es esa mi intención,
si bien todo lector tiene el derecho a utilizar lo
que lee tanto como lo que vive para pensar lo
suyo (p. 11).
Y luego (respecto a una charla con los escri-
tores Juan José Arreola y Antonio Alatorre),
usted escribe:
Me hacen sentir indiscreta, porque este ir un
poco a ciegas al fondo de la memoria, en busca
de lo que salga, es una inserción en lo privadí-
simo humano. El esfuerzo de esas zambullidas
4 Quiero agradecer, también, el acompañamiento de la
profesora Eva Carrizo Villar (uba, Argentina) para hacer
posible la realización de esta entrevista.
M. Smaldone530Mujeres y traducción en América Latina y el Caribe
en el pasado es una gimnasia, un buceo que no
se sabe qué traerá a la superficie (p. 24).
¿Cuál es el sentido para usted de hacer una au-
tobiografía y el valor de las memorias?
Ida Vitale (IV): En el caso de este libro, Sha-
kespeare Palace..., la cuestión de la memoria es
más bien parcial, respecto de ese tiempo de
vivir en México. Pero en general, las memo-
rias empiezan cuando uno empieza a tener,
justamente, memoria. Para mí tienen sentido;
me parecen la manera más directa de llegar
al escritor, partiendo de la base de que no es
tramposo. Está contando su verdad, que, na-
turalmente, nunca es una verdad absoluta.
Esta verdad siempre pasa por el recuerdo, por
la simpatía. En este caso, una simpatía por la
ciudad y por la gente. Siempre es un modo de
percibir algo. En general, yo supongo que una
escribe una memoria cuando quiere destacar
algo que fue especialmente importante. Si no
la memoria tiende a ser aburrida, para escri-
birla y para quien la lee.
MS: ¿Está pensando en su amplio público lec-
tor que, además, lo conformamos diferentes
generaciones?
IV: Te confieso que nunca pienso en lo amplio
del público... Más bien pienso: “qué raro que
empiece leyendo, en este caso uno de mis li-
bros, y no lo deje a mitad de camino, por puro
aburrimiento”. En el caso de Shakespeare Pala-
ce..., este libro quedó incompleto. Imagínate,
fueron once años en los que conocí a mucha
gente. En un determinado momento una se
movía en un medio intelectual y cultural, y
también afectivo, del cual luego una se aleja-
ba. Yo hice mucho periodismo: eso me lleva-
ba a estar cerca de un diario, después cerca de
otro. Los diarios se acababan o surgían otros.
Por ejemplo, durante mi exilio en México, en
1977, trabajé en Unomásuno (fundado por Ma-
nuel Becerra), que, en primer lugar, me queda-
ba a cuatro cuadras de casa. Era muy cómodo
trabajar allí y sobre todo por el entorno de re-
laciones que se fue generando.
MS: Tanto en su obra como en entrevistas que
le han hecho, usted menciona a integrantes de
su familia (como su tía Ida y su abuela), así
como también a autoras y autores, en especial
Delmira Agustini, María Eugenia Vaz Ferrei-
ra, Gabriela Mistral y Juan Ramón Jiménez,
que influyeron o tuvieron alguna vinculación
con su trayectoria profesional e intelectual:
¿podría contarnos con más detalle acerca de
algunas de esas mujeres?
IV: Por un lado, en la familia, rescato la presen-
cia y la relación con mi tía Débora Vitale, tam-
bién con mi abuela paterna, e indirectamente,
por el relato de esta abuela, está presente mi
tía Ida. Precisamente, Débora Vitale, era la di-
rectora de la escuela a la que yo asistí. Otra
tía, Ida, que murió antes de que yo naciera,
era bióloga, digamos “bichera”.5 Mi abuela
siempre la nombraba. Esta abuela, Galinda
Crespo, y mi abuelo Vitale, tuvieron catorce
hijos. Mi abuelo, que era abogado, muere an-
tes que mi abuela. En realidad, a mi abuelo lo
mataron, siendo muy joven. El defendía a un
señor, a un cliente, ganó el pleito y el perdedor
le pegó un tiro a mi abuelo. Y así fue como mi
abuela quedó sola, encargada de la casa, con
catorce hijos, entre ellos mi padre. Entonces,
las hijas mayores —entre ellas Clelia e Ida—
tuvieron que estar al frente de la casa también.
Clelia era una mujer encantadora —creo que
intuyó que iba a tener que ayudar a la crianza
de todos esos hermanos—, y se casó con un
militar y se fue a vivir en el interior del país.
El militar era odiado en la familia —más que
todo por mi abuela— por su soberbia. Porque,
5 Que recolecta “bichos”, es decir insectos o animales
generalmente pequeños.
Diálogo con Ida Vitale: trayectorias, memorias y su trabajo de traducción
de una obra de Simone de Beauvoir en los años setenta531Mutatis Mutandis. Revista Latinoamericana de Traducción Vol. 13, N.°2, 2020, julio-diciembre,pp.527-536
por ejemplo, si llegaba a la casa, debía lustrar-
le los zapatos, y yo siempre trataba de hacer-
me la tonta para no hacerlo. Mi tía Clelia era
la que preparaba a las maestras y maestros que
viajaban a Montevideo para dar los exámenes
y recibirse. Y también estaba mi tía Débora, de
la que ya hablé, que era directora de escuela.
Débora Vitale (una calle lleva su nombre) se de-
dicó toda la vida a la educación y murió siendo
directora de la escuela República Argentina —
de mucho prestigio entre las escuelas públicas
de Montevideo—. Trabajaba doble turno. Y yo
la tuve de directora, pero era horrible [risas],
porque donde había un barullo, si me veía a mí,
me mandaba al escritorio. Tenía que ser perfec-
ta para que no me llovieran los retos.
MS: Sin embargo, entre las mujeres de su fa-
milia y de su entorno social, su tía Débora fue
una de sus referentes…
IV: Sí, claro, y era muy querida. Durante mi in-
fancia, en el año había dos fechas importantes:
la Navidad o fin de año, y el día del cumplea-
ños de mi tía que era el 29 de agosto. Porque,
incluso, las vecinas y los vecinos se acercaban
a nuestra casa para saludarla y le traían flores.
Recuerdo que entré a la escuela primaria con
mucho entusiasmo, pero en tercer año, cuando
tenía alrededor de ocho años. Porque el prime-
ro y el segundo grado los hacía en casa, y era
aburridísimo. Durante esos primeros años de
educación en mi casa me dejaban los deberes y
tenía un tío que estaba enfermo y me ayudaba
a resolverlos. Después, mi tía Débora llegaba
de trabajar y, antes de cenar, revisábamos los
deberes. Recuerdo que, además, en esta escue-
la, a fin de año, participábamos de obras de
teatro. Yo trabajé en tres obras.
MS: ¿Y qué otros recuerdos usted tiene de su
abuela y de otras mujeres de la familia?
IV: Mi abuela Galinda Crespo nació en Uru-
guay, pero su madre y su padre eran inmigrantes
españoles. Ella estudió cuando vivía en Colo-
nia y, en aquella época, terminar la escuela su-
ponía ya estar capacitada para enseñar a leer y
a escribir. Contaba muchas historias y habla-
ba mucho sobre su hija Ida, mi tía, que había
muerto. Estos dos sillones eran de ella [Ida se-
ñala la mecedora donde está sentada y otra si-
milar cerca suyo]. Mi abuela se sentaba en uno
y yo enfrente, para escucharla. A la hora de la
siesta allí se dormía. En esa época, una absorbe
las historias familiares con total inconsciencia.
A mí me divertía mucho ir de paseo con mi
abuela. Se había caído dos veces, tenía resenti-
do un poco el hombro, y no quería andar en au-
tobús; entonces caminábamos mucho. Íbamos
a la casa de familiares y me divertía ahí oyendo
los cuentos. De mi tía Ida heredé la biblioteca
y su cuarto. Yo tendría alrededor de trece años
y ya estaba en el Liceo. En ese cuarto mi tía te-
nía un mueble con muchas cajitas blancas con
especímenes de animales o vegetales; y yo to-
das esas cosas las cuidaba, para mí eran muy
importantes. Por otra parte, en la biblioteca
de mi tía había libros de Delmira [Agustini] y
de María Eugenia [Vaz Ferreira] que, además,
era amiga de mi tía. También había libros ita-
lianos y franceses que yo no podía leer en ese
momento, pero ese tío que tenía una infinita
paciencia me leía y traducía.
3. Formación, afectos y trabajo
intelectual
MS: ¿Cómo continuó su formación intelec-
tual? Y, principalmente ¿cómo aprendió los
idiomas que usted no solo conoce, sino que
han sido sus herramientas en su trabajo de
traductora?
IV: Comencé a aprender idiomas, especial-
mente el francés y el italiano, en el Elbio Fer-
nández, colegio privado, laico y de origen
masónico. Poco antes de mi ingreso, este liceo
era exclusivamente de varones. Pero se creó la
M. Smaldone532Mujeres y traducción en América Latina y el Caribe
sección femenina, aunque de todas maneras
funcionaba aparte. El liceo de varones funcio-
naba sobre la calle Maldonado y la sección
femenina sobre Canelones. Nos comunicába-
mos por un corredor. Para los actos escolares
íbamos dos chicas, generalmente, a buscar la
bandera que la seguían teniendo en la sección
varones. La iniciativa de crear el liceo para las
jóvenes surgió de Débora. Las jóvenes que ter-
minaban la escuela a veces se casaban. Faltaba
ofrecerles una sección educativa que les brin-
dara conocimientos, por ejemplo, en historia,
literatura, economía “doméstica” —como se
llamaba en esa época—. Había asignaturas de
este tipo pensando en las jóvenes que iban a
casarse y serían madres inmediatamente
—que era la visión y el criterio de la época—;
pero a la vez, mi tía Débora dijo: “hay algu-
nas que van a trabajar”. Así, primero se creó
la sección femenina del liceo y, luego, poco a
poco, la escuela. La mayoría de las alumnas
de la escuela República Argentina continua-
mos estudiando en la sección femenina del
liceo Elbio Fernández. Al tiempo, también se
creó la sección de comercio. Esto generó pro-
blemas, sobre todo para mi tía, que era la im-
pulsora de estos avances en el liceo, porque no
entusiasmaron a una parte, complementaria,
de la institución. Y yo me fui con ella, luego
vinieron los tres meses de vacaciones. Prácti-
camente, la sección femenina dio lugar al nue-
vo Colegio José Pedro Varela. Pero lo notable
fue que, en el liceo Elbio, quedaron cuatro o
cinco alumnas solas y las tuvieron que acep-
tar en la sección de varones. Volviendo a mi
aprendizaje de idiomas, en francés tuvimos a
Madame Boymier, por cinco años: cuatro años
en el liceo y uno en preparatoria y me ganó
de inmediato para la literatura francesa. De
italiano había un solo año, en preparatoria, y
nos cayó un personaje de novela: Clelia Cec-
carelli, recién llegada de Italia, huyendo de la
guerra y de Mussolini. Interrumpía la clase
para beber leche de frasquito y comer uno o
dos grisine. Tenía úlceras. Ella estuvo un año
con nosotras, y al siguiente volvió a Italia, en
el barco en el que se iban los diplomáticos que
habían quedado aquí. Como italiana la creí-
mos admiradora de Mussolini y hacíamos en
el pizarrón la “V” de la victoria y, claro, ella,
que no era tonta, dijo: “bueno, hoy, una vez
en el año, no va a haber clases, yo voy a con-
tarles mi historia”. Y nos contó que sus seis
hermanos habían muerto en la primera guerra
luchando del lado de Francia. A partir de ese
día que nos habló, durante su clase no hubo
un minuto que se perdiera. Nosotras la escu-
chábamos en silencio y aprendíamos italiano.
Por algún lado todavía tengo esos cuadernos
de italiano: llenos de gramática y gramática…
MS: ¿Y el portugués?
IV: Nunca estudié portugués con persona algu-
na, lo aprendí por mi cuenta. Lo fui aprendien-
do al traducir, finalmente, por interés personal,
ayudándome con libros de gramática y diccio-
narios. En general, aprendía traduciendo.
MS: ¿Este fue su método de aprendizaje
principal?
IV: Claro, quería leer un libro, por interés,
pero al estar en francés, italiano, inglés o por-
tugués, por ejemplo, tenía que traducirlo para
saber qué decía. Y también resolver las pala-
bras o las frases más coloquiales, por ejemplo,
que no tenían una traducción directa.
MS: Durante sus estudios en Humanidades
¿qué cantidad de población “femenina” había
en los cursos? ¿Era minoritaria o mayoritaria?
IV: Había más mujeres que varones, creo. A
los varones les parecía poco redituable, luego,
el trabajo de dar clases de humanidades. En
cambio, en ingeniería, sí había una mayoría de
varones estudiantes. Hay que tener en cuenta
Diálogo con Ida Vitale: trayectorias, memorias y su trabajo de traducción
de una obra de Simone de Beauvoir en los años setenta533Mutatis Mutandis. Revista Latinoamericana de Traducción Vol. 13, N.°2, 2020, julio-diciembre,pp.527-536
que, cuando se creó la Facultad de Humanida-
des, empezaron a ingresar más mujeres. Y esto
fue variando por razones económicas. Porque
la mujer era considerada un complemento
del hogar y que un hogar no se mantenía con
lo que ganaba un profesor. Los muchachos
buscaban algo que les diera más dinero, por
ejemplo, estudiar ingeniería. Los sueldos eran
iguales para mujeres y varones y, simplemen-
te, el que daba más clases ganaba más.
MS: Ida, usted tiene una hija, Amparo Rama
Vitale, y un hijo, Claudio Rama Vitale: ¿a qué
edad fue madre y cómo vivió la relación entre
el trabajo intelectual y la maternidad?
IV: Fui madre después de mis veinticinco
años. Nunca me planteé la escritura como una
cosa torturante. Se daba; se podía o no se po-
día. Obviamente que, cuando tenés una niña
o un niño de por medio, hay menos tiempo
para todo.
3. Lecturas y traducción: sobre la
experiencia de traducir un ensayo de
Simone de Beauvoir
MS: Traigo a colación, nuevamente, un frag-
mento de su libro Shakespeare Palace…, cuando
usted señala: “Empezábamos a leer y admirar
autores traducidos en editoriales mexicanas
que suplían en parte a las españolas, rehui-
das por llegar del dominio franquista” (2019,
p. 14). ¿Podría ampliar esta cuestión acerca
de cómo influyeron estos contextos (de gue-
rras, sobre todo en Europa, y de exilio) para
el arribo de algunos libros y, en específico, de
las ideas?
IV: Realmente recuerdo que las librerías, al
menos en Uruguay, por aquel entonces, eran
muy buenas. Me acuerdo de que, durante mis
años en el Liceo, iba a una librería más bien
pequeña que se llamaba Cruz del Sur y que la
atendía una mujer. Era una librería exquisita;
y allí conseguías gran variedad de libros. Ade-
más, le encargábamos los libros que queríamos
y los traían al tiempo. Pero durante el franquis-
mo, muchos rehuíamos lo que llegaba desde
él, y muchas de las ediciones y traducciones se
realizaban en algunos de los países latinoame-
ricanos, como en México o Argentina.
MS: ¿Y cómo se fue planteando su relación
laboral con las editoriales?
IV: Buscábamos los libros disponibles para
traducir en determinada editorial. Tengo un
especial recuerdo al traducir un libro de Mario
Praz. Fue un trabajo que hice cuando ya vivía
en México, también con una relación diferen-
te con las editoriales, donde por ejemplo podía
elegir el libro a traducir. Como en Montevideo
se editaba menos, traduje teatro para una gran
amiga y buena directora, Laura Escalante.
MS: Antes de su exilio en México: ¿cómo
eran las vías de comunicación con las edito-
riales, por ejemplo, de Uruguay y Argentina?
IV: Generalmente, yo me presentaba a la
editorial con alguien que más o menos tenía
idea de quién era yo, aunque vagamente. De
todos modos, me daban a hacer una prueba.
Recuerdo que, siendo muy joven, hice una tra-
ducción, pero no la firmé. En aquel momento
tenía un amigo que me pidió que lo ayudara
a hacer una traducción que le habían encar-
gado; y, al final, hice la traducción completa.
Pero se publicó a su nombre. De todas formas,
a mí me vino bien, puesto que yo trataba de
hacerlo lo mejor posible y así practicaba. Sé
que ese libro que traduje trataba de sociología,
pero francamente no recuerdo ni el texto ni la
editorial.
MS: Respecto de la traducción que usted rea-
lizó del ensayo Final de cuentas de Simone de
M. Smaldone534Mujeres y traducción en América Latina y el Caribe
Beauvoir, ¿fue una iniciativa suya o por encar-
go de la editorial Sudamericana?
IV: Fue un encargo. Nunca le hubiera dado
prioridad… recuerdo que viajé a Buenos Ai-
res, especialmente a la editorial Sudamericana,
para buscar trabajos de traducción. Pero creo
que el nexo con esa editorial lo hizo mi ami-
go Eduardo Gudiño Kieffer, a quien recuerdo
como una persona muy generosa. Y una vez
que ya me presenté en la editorial, me propu-
sieron traducir Final de cuentas de Beauvoir, y
yo dije “bien, es largo, vale la pena” [Ida seña-
la el libro voluminoso de esa primera edición].
MS: ¿Cómo fueron las condiciones de la edi-
torial, por ejemplo, acerca de los plazos de
entrega?
IV: Calculo que me dieron un plazo de dos
meses, no mucho más. Luego, viajé a Buenos
Aires y entregué el trabajo finalizado.
MS: Claro, porque justamente este libro se pu-
blica en Francia en 1972 y el mismo año usted
lo traduce y Sudamericana lo saca al mercado.
A propósito: ¿tiene usted alguna visión o idea
acerca de por qué, desde los años cuarenta, se
traducen y se publican los artículos y los libros
de Beauvoir, así como también los de Sartre y
otros existencialistas, con muy poca diferencia
o casi en simultaneidad con las publicaciones
en Francia?
IV: Bueno, porque tanto Uruguay como Ar-
gentina, sobre todo sus ciudades, tenían mu-
cha presencia de la cultura francesa. Y…
todavía, no mandaba Estados Unidos. Cual-
quier librería, que realmente fuera buena, te-
nía libros en francés. Me acuerdo, además, de
la librería Monteverde de aquí [Montevideo],
muy grande y atendida por varios empleados.
Era del tipo de librería que también se en-
contraban en Buenos Aires, por ejemplo, en
la calle Florida. La librería Monteverde tenía
una gran variedad de libros y, además, eran
tiempos en los que un librero hacía recomen-
daciones con conocimientos. Eran gente que
sabían acerca de lo que tenían entre manos. Y
en esta librería había muchos libros en francés,
también recién llegados.
MS: Volviendo a la traducción del libro Final
de cuentas: ¿cuál fue el desafío —en sus térmi-
nos: “el juego de enfrentar un desafío”—6 al
traducir precisamente una autobiografía de
Beauvoir?
IV: No creo que Simone de Beauvoir haya pa-
sado a la historia como una estilista, que son
las autoras y los autores que pueden implicar
un desafío. Ella escribía correctamente. Para
una traductora era perfecto porque las páginas
salían traducidas muy rápido. Este ensayo en
particular no planteaba problema alguno.
MS: ¿Y cuál es su apreciación respecto de Si-
mone de Beauvoir o de otra filósofa de su épo-
ca, como Simone Weil?
IV: Respecto de Beauvoir envidiaba ese mun-
do en el que se movía. Recuerdo que también
leíamos a Simone Weil, que me caía y me si-
gue cayendo más simpática. Quizás tampoco
me caiga muy simpático Sartre. Quizás lo con-
sideraba un intelectual demasiado seguro de sí
mismo.
MS: ¿Conoció a algunas de las editoras u otras
traductoras de Beauvoir, como Victoria Ocam-
po, María Rosa Oliver y Silvina Bullrich?
IV: Tenía relación con María Rosa Oliver,
era encantadora. No puedo precisar si nos
6 Me refiero a lo expresado por Ida Vitale en su escrito
“Sin puntos cardinales” (2018b) en noviembre de 2018
para la publicación de difusión para estudiantes de la
Feria Internacional del Libro de Guadalajara y el pre-
mio de Literatura en Letras Romances.
Diálogo con Ida Vitale: trayectorias, memorias y su trabajo de traducción
de una obra de Simone de Beauvoir en los años setenta535Mutatis Mutandis. Revista Latinoamericana de Traducción Vol. 13, N.°2, 2020, julio-diciembre,pp.527-536
conocimos primero en Montevideo o en Bue-
nos Aires, pero tengo la imagen de ella bajan-
do de un auto. María Rosa era muy conocida
e importante en el ámbito cultural y social.
No es que fuéramos amigas íntimas, pero sí
teníamos una relación afectuosa. A Victoria
Ocampo no la conocí personalmente y mucho
menos a Silvina Bullrich.
MS: María Rosa Oliver era militante del Par-
tido Comunista. ¿Usted estuvo también vincu-
lada al Partido?
IV: En su momento, estuve vinculada a algu-
nos escritores del partido, pero nunca acepté
integrarlo. Por aquel entonces, el comunismo
parecía ser una maravilla y la salvación de
la humanidad. No lo creo ahora. En el caso
de María Rosa, era una escritora que sabía
con quiénes y dónde tenía que vincularse y
cómo enterarse de lo que sucedía. Recuerdo,
además, la amistad entre ella y María Elena
Walsh muy querida amiga mía.7
MS: ¿Conoció a otros editores o traductores
de la obra de Beauvoir, sobre todo en la región
del Río de La Plata?
IV: No sé, nunca los vi como una categoría
especial, destacada, menos en términos de
amistad, pero sí recuerdo a [José] Pepe Bian-
co, encantador y excelente traductor,8 quien
venía seguido a Montevideo. Y, respecto al
trabajo de traducción, resulta importante pen-
sar que uno no es totalmente responsable de
las traducciones. En general, es un trabajo
7 María Elena Walsh (1930-2011) fue una escritora,
dramaturga, cantautora y, también, militante feminista
argentina.
8 José “Pepe” Bianco (1908-1986) fue un escritor, pe-
riodista y traductor argentino. Y, precisamente, ha tra-
ducido dos escritos de Simone de Beauvoir: Hermosas
imágenes (1967) y Cuando predomina lo espiritual (1980).
enteramente vinculado a una editorial. Las
editoriales tienen un escalafón que establece a
quiénes les dan los libros y a quiénes aceptan.
Eso era una cadena de trabajo y relaciones.
Salía un libro allá [en Europa] y mandaban
las propuestas o las ofertas.
MS: Con respecto al contexto de traducción y
recepción de la obra de Beauvoir, ¿usted tuvo
algún acercamiento al pensamiento feminista
en los inicios de su actividad intelectual? ¿Y
qué piensa sobre las luchas feministas en la ac-
tualidad, particularmente al Sur de América?
IV: Yo nunca he sentido la necesidad de ser
feminista Es un asunto personal. Mi marido,
Enrique [Fierro] me decía “ah, tú porque no
estás en una mesa de hombres solos y no oís
lo que hablan”. Eso es un tema. Yo creo que,
mientras la escuela sea buena, te asegura con-
diciones igualitarias. Estas te las va dando la
cultura de un país; y la cultura de un país te la
da la escuela. Por eso, creo la escuela debe ser
tan cuidada como la salud.
MS: Pero, más allá de su vida personal o de
su entorno social, Ida: ¿qué piensa de nues-
tras luchas feministas en Latinoamérica? Por
ejemplo, en Argentina y Chile, como en otros
países de nuestra región Sur, aún seguimos lu-
chando por un derecho tan fundamental como
lo es el de poder acceder a la interrupción vo-
luntaria del embarazo.
IV: En Uruguay existe ese derecho. Países con
gobiernos religiosos tienen ese problema.
MS: Después de un día primaveral, al despe-
dirnos en la puerta de su casa —a unas po-
cas cuadras del mar— la escritora Ida Vitale
manifestó su interés de seguir pensando sobre
nuestras luchas, reivindicaciones y horizontes
feministas en Latinoamérica.
M. Smaldone536Mujeres y traducción en América Latina y el Caribe
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Cómo citar este artículo: Smaldone, Mariana. (2020). Diálogo con Ida Vitale:
trayectorias, memorias y su trabajo de traducción de una obra de Simone de Beauvoir en los
años setenta. Mutatis Mutandis. Revista Latinoamericana de Traducción, 13(2), 527-536. https://doi.
org/10.17533/udea.mut.v13n2a15