ISSN 2011-799X
Recibido: 2024-03-27
Aceptado: 2024-07-24
doi: 10.17533/udea.mut.v17n2a11Edición y traducción de literatura en el Litoral
argentino. Un relevamiento contextualizado
desde fines del siglo xix al presente1
Bernardo Orge
bernardo_orge@hotmail.com
https://orcid.org/0009-0004-0141-7200
Instituto de Estudios Críticos en Humanidades (Universidad Nacional de Rosario-
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), Argentina.
Resumen
Desde una perspectiva heredera de la sociología de la traducción y de la historia de la traducción y
la edición, este trabajo analiza una serie de escenas de traducción literaria que tuvieron lugar desde
finales del siglo xix y resultaron significativas para el circuito editorial inmediato que conforman las
ciudades de Rosario, Santa Fe y Paraná. Se lleva a cabo un relevamiento contextualizado de la prác-
tica traductora en su relación con la actividad editorial en la región, con atención en tres aspectos
complementarios: la figura del traductor o traductora, las políticas editoriales de los sellos, y su posi-
ción relativa en el campo editorial nacional y en el mercado global de traducciones. Como resultado
se identifican dinámicas históricas que permiten sacar conclusiones más allá de los casos particulares,
y dirimir en qué grado la baja proporción de traducciones editadas en la región obedece a causas
económicas y en qué grado a causas culturales.
Palabras clave: geografías de la edición, historia de la traducción en Argentina, Litoral argentino,
políticas editoriales, traducción de literatura
Literary Publishing and Translation Along the Argentine Coastline: A Situated
Analysis from Late 19th Century to the Present Day
Abstract
From a perspective borrowed from the sociology of translation and the history of translation and
publishing, this paper analyzes a series of literary translation scenes that started at the end of the
nineteenth century and were significant for the immediate publishing circuit made up of the cities of
Rosario, Santa Fe, and Paraná. We will perform a situated analysis of translatory practice in relation
to publishing activity across the region, highlighting three complementary aspects: the role of trans-
lators, publishing houses’ policies, and publishing houses’ position compared with the publishing
1 Este artículo es resultado parcial de una investigación sobre la historia de la edición de literatura en el litoral
argentino, llevada a cabo en el marco de una beca doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Cientí-
ficas y Técnicas de Argentina (conicet), por el proyecto de Unidad Ejecutora “Políticas y usos del archivo”
del Instituto de Estudio Críticos en Humanidades (unr -conicet).
Edición y traducción de literatura en el Litoral argentino461Mutatis Mutandis. Revista Latinoamericana de Traducción Vol. 17, N.°2, 2024, julio-diciembre,pp.460-477
market at the national level and the translation market worldwide. As a result, we will identify historical
dynamics that allow us to draw some conclusions beyond particular cases and find to what extent the
low rate of translations published across the region is due to economic causes and to what extent it
is due to cultural causes.
Keywords: publishing geographies, history of translation in Argentina, Argentine littoral, publishing
policies, literary translation
Édition et traduction de littérature dans le littoral argentin : une analyse située
dès fins du xixe siècle jusqu’aujourd’hui
Résumé
Dans une perspective empruntée à la sociologie de la traduction et à l’histoire de la traduction et de
l’édition, cet article analyse une série de scènes de traduction littéraire qui ont débuté à la fin du xixe
siècle et qui ont été significatives pour le circuit éditorial immédiat constitué par les villes de Rosario,
Santa Fe et Paraná. Nous effectuerons ici une analyse située de la pratique de la traduction par rap-
port à l’activité éditoriale dans toute la région, en mettant l’accent sur trois aspects complémentaires :
le rôle des traducteurs-es, les politiques des maisons d’édition et la position des maisons dédition par
rapport au marché de lédition au niveau national et au marché de la traduction à léchelle mondiale.
Nous identifierons ainsi des dynamiques historiques qui nous permettront de tirer des conclusions
au-delà des cas particuliers, et de déterminer dans quelle mesure le faible taux de traductions publiées
dans la région est due à des causes économiques et dans quelle mesure elle est due à des causes culturelles.
Mots-clés : géographies éditoriales, histoire de la traduction en Argentine, le littoral argentin, poli-
tiques éditoriales, traduction de littérature
Bernardo Orge462La traducción en la historia iberoamericana del libro, la edición y la lectura
Introducción
En 1949, seis años después de que fueran reu-
nidos en un solo volumen por el sello neoyor-
quino Harcourt y a solo tres años de su edición
definitiva en Faber & Faber, el poeta rosarino
Arturo Fruttero tradujo los Cuatro cuartetos de T. S.
Eliot (2022). Esta versión precede a la de 1951
de Vicente Gaos y a la que en 1956 llevó a cabo
Juan Rodolfo Wilcock, de modo que se trata
de la primera traducción al español del poema
completo de la que se tenga registro.
Fruttero, figura relevante del medio poético de
la ciudad de Rosario a mediados del siglo xx,
fue un exponente lateral de la generación poé-
tica del cuarenta, autor de versos que dan la nota
de su generación, como los de “Elegía a tres
rosas olvidadas” (“Velada rosa del nadir. /
Rosa más secreta que la noche. / En ti anida
mi amor y tú le arrobas, / Circuída entre som-
bras y silencios” —Fruttero, 2000, p. 103—),
pero también de otros como los del “Canto al
dedo gordo del pie”, que, como escribe Martín
Prieto, “anticipan lo que unos años más tarde
se va a conocer en toda América Latina como
antipoesía” (2006, p. 363).
La influencia de la obra poética de Fruttero en
los autores locales que lo sucedieron no es des-
preciable, pero su rol como traductor y divulgador
de poesía extranjera tampoco. Por lo menos du-
rante las últimas dos décadas de su vida dedicó
parte de su tiempo a traducir, esporádica, pero
metódicamente, poemas de autores ingleses y
franceses. Según Hugo Padeletti, “Tenía mu-
cha garra y le dedicaba horas, […] era capaz
de trabajar tres meses solo en Hopkins” (en Re-
dacción Clarín, 2011).
Según consta en “Las traducciones de Frutte-
ro”, un breve apéndice incluido en su Obra poé-
tica, realizó versiones de, entre otros, Percy B.
Shelley, D. H. Lawrence, Charles Lamb, Edith
Sitwell, Gérard de Nerval, Charles Baudelaire
y Emily Brontë (Fruttero, 2000). De su traduc-
ción de los Cuatro cuartetos aparecieron adelan-
tos en arci, la revista de la Asociación Rosarina
de Cultura Inglesa, que en su número 15, de 1949,
publicó “Burnt Norton”, y en el 19, de 1950, “The
Dry Salvages” (véase el apéndice en Fruttero,
2000). El poema completo, sin embargo, perma-
neció inédito. Como queda dicho, de haberse
publicado habría sido la primera edición en es-
pañol de una de las obras principales de Eliot
(Brasca, 2024).
Arturo Fruttero parece haber albergado esa
expectativa, porque cuando, en 2018, la in-
vestigadora y profesora en letras Érica Brasca
dio con las copias mecanografiadas de la tra-
ducción, de la que hasta entonces no se tenía
registro, encontró también “una hoja de papel
cuadriculado con un boceto de portada hecho
con birome azul en el que se lee: t. s. eliot / cua-
tro / cuartet[ os] / traducción de / arturo
fruttero / dodecaedro / rosario / 1949’”
(Brasca, 2022). Es probable que Dodecaedro,
del que no se dispone de información alguna,
haya sido un sello ideado por el propio Frutte-
ro para llevar a cabo el proyecto trunco de edi-
ción. Luego de su muerte y hasta el hallazgo
de Brasca, los papeles permanecieron olvida-
dos. Recién en 2022, la Editorial Municipal de
Rosario publicó por primera vez la traducción
de los Cuatro cuartetos (Eliot, 2022) que Frutte-
ro había terminado en 1949.
Lejos de ser anecdótico, este episodio reúne
una serie de peculiaridades que permiten carac-
terizar las dinámicas de traducción y edición
de literatura traducida en las ciudades del in-
terior de Argentina: un poeta atento a las noveda-
des editoriales anglosajonas lleva a cabo una
traducción pionera de una obra central de la
literatura inglesa del siglo xx. Difunde par-
te de su trabajo en el órgano impreso de una
institución local, la Asociación Rosarina de
Cultura Inglesa, cuyos bibliotecarios y biblio-
tecarias probablemente le hayan suministrado
los originales recién editados de esa obra y
que, además, debe haber constituido un ámbi-
to propicio para conversar sobre literatura es-
crita en inglés. Aunque es un poeta relevante
para la tradición literaria local y su obra se re-
edita y se discute; aún más, aunque su trabajo
Edición y traducción de literatura en el Litoral argentino463Mutatis Mutandis. Revista Latinoamericana de Traducción Vol. 17, N.°2, 2024, julio-diciembre,pp.460-477
como traductor es recordado gracias al relato
de quienes lo conocieron y es comentado en
algunas notas periodísticas (Aguirre, 2004),
su principal traducción permanece olvidada.
Tuvieron que pasar setenta años para que una
investigadora encontrase en un archivo, quizás
frecuentado por muchos investigadores antes
que ella, las ahora viejas versiones de Eliot. Es
un sello municipal, finalmente, el que publica
el libro, después de lidiar, quizás por primera
vez, según se desprende de su catálogo, con los
trámites necesarios para obtener los derechos de
traducción de una obra extranjera.
Como se ve, lo que importa no es tanto dete-
nerse en un traductor sobresaliente del medio
rosarino, sino llamar la atención sobre las ló-
gicas que pone de manifiesto su trabajo y su
derrotero editorial: el lábil estatuto de la figu-
ra de traductor literario en la región; el rol de
las instituciones culturales locales; la histórica
desatención al nicho de literatura traducida por
parte de los sellos del interior y sus causas más
probables —las dificultades logísticas propias
de editar lejos de Buenos Aires y el consecuente
poco dominio de los requisitos legales y admi-
nistrativos que implica participar del mercado
internacional de traducciones—; pero también
el modo en que los escritores del Litoral argen-
tino a lo largo del siglo xx y hasta la actualidad
han entendido la traducción literaria como un
“laboratorio de escritura” (Domínguez, 2018);
los intercambios que esta práctica les habilitó
con pares de otras partes del país y del mundo,
y, más acá en el tiempo, la importancia de los
estudios sobre traducción y su correlato edi-
torial —representados en la investigadora que
encuentra el manuscrito y le asigna relevan-
cia—, y la incipiente, pero creciente atención
que los sellos de la región muestran hacia las
traducciones.
Desde una perspectiva heredera de la sociolo-
gía de la traducción (Heilbron, 2010; Heilbron
y Sapiro, 2007; Sapiro, 2008) y de la historia
de la traducción y la edición (Falcón, 2016; Fal-
cón y Willson, 2022; Pagni, 2014), este traba-
jo se propone analizar una serie de escenas de
traducción literaria que tuvieron lugar desde
finales del siglo xix y resultaron significativas
para el circuito editorial inmediato que con-
forman Rosario, Santa Fe y Paraná, tres ciuda-
des de la región cultural argentina conocida
como Litoral, que comprende territorios de seis
provincias adyacentes a los ríos Paraná y Pa-
raguay, y no constituye una jurisdicción políti-
co-administrativa subnacional en sí misma. Se
pretende, entonces, llevar a cabo un “relevamien-
to contextualizado” (Falcón y Willson, 2022) de
la práctica traductora en su relación, fuerte o
débil, con la actividad editorial en la región;
por lo tanto, se hará foco en la descripción de
los contextos históricos y culturales en los que
se editó cada traducción, y se relegarán el aná-
lisis normativo y el cotejo de versiones.
El relevamiento incluye tanto traducciones de
autores del Litoral editadas en otros puntos
del país como traducciones de autores de otras
partes del país editadas en el Litoral. Esta deci-
sión pretende evitar un análisis esencialista y
estático para, en cambio, poner en evidencia las
dinámicas de interdependencia de los circuitos
editoriales de provincia y el mercado nacional.
En cada caso relevado, siempre que las fuentes
lo permitan, se atienden tres aspectos de dis-
tinto orden, aunque complementarios: en pri-
mer lugar, la figura del traductor: sus criterios
de selección, los objetivos que persigue al em-
prender su trabajo, su grado de profesionaliza-
ción. En segundo lugar, las políticas editoriales
de los sellos: de nuevo, qué pautas de selección
manejan, pero también qué políticas de con-
formación de catálogo siguen. Por último, se
observa la posición relativa de los sellos en el
campo editorial nacional y, si cabe, su partici-
pación en el mercado global de traducciones.
El objetivo que se persigue es menos sugerir una
periodización de la traducción de literatura en
el Litoral argentino que identificar dinámicas
históricas que permitan sacar algunas conclu-
siones más allá de los casos particulares. Más
específicamente, se busca dirimir en qué grado
la baja proporción de traducciones editadas en
Bernardo Orge464La traducción en la historia iberoamericana del libro, la edición y la lectura
la región obedece a causas económicas y en
qué grado a causas culturales (Sapiro, 2008).
Conviene tener presente una serie de adverten-
cias. Ante todo, que en la zona geográfica a la
que nos referimos, si tomamos en considera-
ción volúmenes y modalidades de producción,
no existe una industria editorial consolidada,
sino más bien emprendimientos editoriales
de escala pequeña o media, semiprofesionali-
zados. La proporción de traducciones en los
catálogos de los sellos más relevantes del si-
glo xx es muy baja. Este hecho relativiza los
análisis estadísticos, al menos hasta alcanzar
las últimas tres décadas, cuando el número de
traducciones editadas por ciertos sellos de la
zona comienza a crecer. En consecuencia, en
un primer momento, el análisis que propone
este artículo apela sobre todo a lecturas cuali-
tativas basadas en los indicios que brindan el
estudio de catálogos, las propias ediciones con-
templadas en su materialidad, los paratextos,
las referencias que puedan surgir de la historia
oral de la literatura local y la historia cultural
de la región en sentido amplio. En un segundo
momento, cuando se aborden los sellos activos
en la actualidad, estos aspectos se complemen-
tan con variables cuantitativas.
Por otra parte, esta propuesta parte de la base de
que para comprender adecuadamente el desen-
volvimiento del campo editorial del Litoral no
es suficiente con examinar exclusivamente las
periodizaciones de consenso académico que se
siguen para estudiar el desarrollo de la activi-
dad editorial en el país (De Diego, 2014): es
necesario tener en cuenta fenómenos conco-
mitantes de carácter local. Es decir, sobre los
procesos sociohistóricos que se plantean como
determinantes para el desarrollo del sector en
el país —alfabetización, inmigración masiva,
apertura de mercados externos producto de la
guerra civil española, ascenso social y aumento
del mercado interno, liberalización y concen-
tración, etc.— conviene proyectar otros, más
situados, como el proceso de consolidación del
campo cultural en la región, la creación de la
Universidad Nacional del Litoral ( unl) y las
alianzas y disputas estéticas entre autores y
editores locales y foráneos.
Finalmente, como se desprende de lo anterior,
este estudio no pretende sugerir que existen cam-
pos editoriales regionales autónomos del campo
nacional. Todo lo contrario, reflexionar sobre la
traducción literaria en términos de geografía
de la edición permite identificar flujos y redes
intelectuales que ponen de manifiesto los víncu-
los de ida y vuelta entre las iniciativas editoria-
les provincianas y las de otras partes del país y
del mundo.
1. Las primeras traducciones: distinción
de clase e identidad regional
Acatando el consejo de Juan María Gutiérrez
—“siga usted leyendo y estudiando y apren-
diendo idiomas extranjeros: sin la adquisición
de estos no puede ir muy lejos ni en ciencias
ni en letras” (Carrasco, 1893, p. 378)—, pero
obedeciendo también, aunque sin saberlo, el
mandato de reivindicación humanística que
de a poco comenzaba a imponérsele a la clase
dirigente rosarina, advenediza y mercantilista,
en 1878 Gabriel Carrasco dio a conocer versio-
nes en español de cuatro sonetos de Petrarca
(Carrasco, 1893, pp. 354-359). Para cuando
sus traducciones fueron publicadas en libro
en 1893, Carrasco, que se había concentrado en
su carrera política, hacía dos años que había
dejado de ejercer como intendente de Rosario.
Cosas de Carrasco, como se titula aquel volumen,
editado en Buenos Aires por Peuser, pertenece
al por entonces frecuentado género de las mis-
celáneas y reúne una amplia variedad de pie-
zas: memorias, relatos costumbristas, cuentos,
poemas.
La inclusión de textos traducidos en este tipo
de libro siempre reviste un carácter ambiguo:
por un lado, anacrónicamente, podría tomar-
se como un gesto moderno avant la letre: se les
otorga entidad y valor al punto de considerarlos
como textos propios; por otro, se puede pensar
que al integrarlas a un libro propio, sus auto-
res —Carrasco en este caso— no diferencian
Edición y traducción de literatura en el Litoral argentino465Mutatis Mutandis. Revista Latinoamericana de Traducción Vol. 17, N.°2, 2024, julio-diciembre,pp.460-477
las traducciones del resto de sus escritos y que,
por lo tanto, las ven como mero divertimen-
to, una deriva más de sus prácticas letradas de
aficionado.
Por supuesto, la segunda opción resulta más
probable, y el prólogo, firmado en medio de
los disturbios desencadenados en la ciudad por
la llamada Revolución radical de 1893, liga sus
escritos a su vida más que a sus ambiciones ar-
tísticas y parece apuntar en ese sentido: “esta
colección de trabajos literarios de diverso gé-
nero es, realmente, un conjunto de recuerdos de
mi propia vida, una especie de fotografía moral,
en que está retratada mi manera de ser” (Ca-
rrasco, 1893, p. 3). En todo caso, a mitad de ca-
mino entre una interpretación y otra, Carrasco
quizás le escamotea especificidad a la práctica
traductora, pero, al mismo tiempo, le concede
el valor necesario como para hacerla parte de un
libro propio.
Después de Gabriel Carrasco, otros se enfras-
caron en ejercicios parecidos (Aguirre, 2004),
como Juan Arengo, quizás el primero, que
unos pocos años más tarde, en 1896, costeó la
edición de sus Traducciones de Horacio. El libro
se imprimió esta vez sí en Rosario, en los talle-
res de la imprenta La Velocidad.
Arengo era de origen italiano. Tenía 11 años
cuando llegó al país en 1833 y estudió en un co-
legio jesuita, donde aprendió latín. Después
de haber obtenido su título de Medicina en la
Universidad de Buenos Aires, partió a trabajar
en Santa Fe y Entre Ríos, hasta que en 1865 se
afincó en Rosario. Aguirre afirma, siguiendo a
Juan Álvarez, que
[…] el traductor de Horacio recibió más elo-
gios que críticas. “A la nave que conduce a
Virgilio” se publicó en el diario La Prensa, de
Buenos Aires, y supuso cierta consagración, ya
que recibió felicitaciones de Bernardo de Iri-
goyen y del escritor chileno Eduardo De la
Barra. (Aguirre, 2004, p. 50)
A Arengo le siguió Celestina Funes, que en
1899 publicó sus propias versiones de Horacio
en la Revista de Derecho, Historia y Letras (Agui-
rre, 2004).
Conviene detenerse en el hecho de que en es-
tos casos se trata de versiones de clásicos. Los
tres parecen estar indicando lo mismo: en el
cambio de siglos, en la región, pero en especial
en la ciudad de Rosario, la traducción de obras
asociadas al canon europeo operó como meca-
nismo de distinción para los miembros de una
burguesía ascendente, que una vez rubricado
su progreso económico, comenzaba a mostrar
aspiraciones culturales. Estas no son operacio-
nes de importación literaria: no se traduce a
autores extranjeros contemporáneos para dar-
los a conocer en el campo local, para intervenir
en disputas estéticas o para sostener un pro-
yecto artístico; se traduce porque la traducción
funciona como emblema de pertenencia a una
clase encumbrada no solo económica, sino
también culturalmente.
Es cierto que Carrasco, sobre todo, puede aso-
ciarse a la figura del “traductor-letrado” con la
que Patricia Willson (2008) caracterizó a los
miembros de la generación del 80 que llevaron
adelante las principales iniciativas de traduc-
ción literaria del país a finales del siglo xix y co-
mienzos del xx: escritores, pero muchas veces
también hombres de Estado, pertenecientes a
una élite cultural difícil de distinguir de la éli-
te política, “enunciadores de la palabra autori-
zada en cuanto al juicio de valor literario y la
conveniencia de lectura para el público” (p. 41).
A partir de dicha figura, Willson (2005) anali-
zó de manera ejemplar la política cultural detrás
de las traducciones aparecidas en La Biblioteca
Popular de Buenos Aires, dirigida por Miguel
Navarro Viola (1878-1883), y La Biblioteca de
La Nación (1901-1920), y leyó en sus catálo-
gos el modo en que la clase dirigente, por un
lado, impulsó la inmigración y, por otro, buscó
homogeneizarla.
Sin embargo, en los casos que nos ocupan, pre-
valece la particularidad local. Los ocasiona-
les ejercicios de galantería letrada de Carrasco,
miembro de esa misma generación, no constituyen
Bernardo Orge466La traducción en la historia iberoamericana del libro, la edición y la lectura
ni pretenden constituir un programa pedagó-
gico para las masas. Ya en el breve intercam-
bio que mantiene con Juan María Gutiérrez, se
nota que, por el contrario, los suyos son gestos
de distinción intelectual personal, propios de una
clase dirigente entre la que se contaban muchos
advenedizos, y que deben entenderse en el marco
de una ciudad mercantilista que durante las últi-
mas décadas del siglo xix y las primeras del xx
duplicó su población cada diez años, en buena
medida por la llegada de extranjeros (Megías,
2010). El crecimiento económico acelerado
abría lugar, en una localidad sin fecha de fun-
dación ni prosapia patricia, a las inquietudes
artísticas de los sectores acomodados de la so-
ciedad (Montini, 2010).
Entrado el siglo xx, en 1938, la editorial de la
unl publicó Derrotero y viaje a España y las In-
dias (2016), la versión de Edmundo Wernicke
de la crónica escrita por el soldado alemán Ulrico
Schmidl a mediados del siglo xvi. Hasta donde
fue posible verificar durante esta investiga-
ción, se trata de la primera traducción impre-
sa en formato libro, en la región geográfica que
nos ocupa, que representó una noticia para el
público lector, sobre todo para especialistas. En
1903, bajo el patrocinio de la Junta de Historia
y Numismática Americana, se había editado
una traducción argentina del texto de Schmidl,
llevada a cabo por Samuel Lafone Quevedo,
pero esta tomaba como fuente el manuscrito de
la obra conservado en Múnich, mientras que
Wernicke probó, fundándose en un minucioso
análisis filológico, que el códice original era el
de Stuttgart (El Jaber, 2016). En el prólogo que
prepara para la edición de 1938, el traductor
lleva a cabo una comparación de los códices y
presenta evidencia fundada de las intervencio-
nes de editores y copistas en el manuscrito de
Múnich (Wernicke, 2016). Las notas con que
acompaña el texto sugieren más argumentos
en este sentido.
Eduardo Wernicke nació en Buenos Aires en
1887. Durante su adolescencia y juventud es-
tudió en Alemania y a su regreso a Argentina
se instaló en San Luis, cerca de Villa Mercedes,
donde se dedicó a la ganadería, la agricultura
y la piscicultura (Mulhall, 2003). Por los años
en que estuvo en actividad, es posible presumir
que comenzó a trabajar en sus traducciones en
su madurez, cuando volvió a instalarse en Bue-
nos Aires.
Además de Schmidl, Wernicke tradujo a otros
viajeros de lengua alemana, entre ellos al mi-
sionero jesuita Florian Paucke, de quien llevó
a cabo una versión completa de sus memo-
rias junto al río Paraná (2010), publicada por
el Instituto Antropológico de la Universidad
Nacional de Tucumán (unt). Esta edición tra-
ducida es en realidad la primera en reunir la
totalidad de los textos y las láminas de Paucke,
ya que a esa fecha no existía una edición alema-
na completa. Que esto haya sido así puede en-
tenderse a partir de una afirmación del propio
Wernicke en una conferencia sobre el libro de
Paucke, pronunciada en la Universidad Nacional
de La Plata, que vale también para el texto de
Schmidl:
Corresponde estimar el libro de Paucke como
una acabada corografía de la tierra santafesi-
na y del sur chaqueño, alrededor de 1760. [...]
Parafraseando las palabras de un historiador
germano sobre Ulrico Schmidl y la bibliogra-
fía argentina, podemos decir también hoy: a
Paucke lo conocen mejor en la Argentina que
en su propia patria alemana, y esto es natu-
ral, porque el texto es esencialmente argenti-
no. (Wernicke, 1944, p. 251)
Ante la pregunta de qué motivaciones tuvo el
traductor para emprender su obra, debemos
responder, con base en esta cita, que se trató de
objetivos principalmente historiográficos, y cen-
trados, al menos en principio, más en el polo
argentino que en el alemán del intercambio, más
en el mundo representado en los textos —los
paisajes y la cultura local— que en sus autores,
su estilo y su cosmovisión. Si esta afirmación
resulta exagerada, es solo para ilustrar el punto
de que los intereses que movilizaban a Wer-
nicke, si desestimamos el placer personal que
indudablemente le proporcionaba la tarea, obe-
decían al deseo de presentar más un documento
Edición y traducción de literatura en el Litoral argentino467Mutatis Mutandis. Revista Latinoamericana de Traducción Vol. 17, N.°2, 2024, julio-diciembre,pp.460-477
que aportara a la conversación historiográfica
local, que un texto de una cultura lingüística dis-
tinta por su posible valor literario o cultural
intrínseco.
Algo similar ocurre en el caso de Cinco años
en la Confederación Argentina, 1857-1862, la
traducción del historiador santafesino José
Luis Busaniche del libro de la alsaciana Lina
Beck-Bernard, publicada por la Librería Cien-
tífico y Literaria El Ateneo, de Buenos Aires,
en 1935. Beck-Bernard residió en la ciudad de
Santa Fe entre 1857 y 1862, junto a su marido,
Charles Beck, quien había sido contratado por
el Gobierno argentino para establecer colonias
agrícolas en la provincia. A su regreso, publicó
en París Le rio Parana : Cinq années de séjour dans
la Republique Argentine, en 1864, un libro que
en Argentina casi no había sido leído hasta la
edición de 1935 (Beck-Bernard, 2013).
En su versión, Busaniche se toma una gran canti-
dad de licencias para intervenir el texto, lo que
permite sacar una serie de conclusiones sobre
los propósitos que lo llevaron a emprender la
tarea. Como se ve, esto queda claro ya a par-
tir del título que decide para el libro: suprime
“El río Paraná”, agrega la fecha de la estadía
de Beck-Bernard en Santa Fe entre parénte-
sis y sustituye la denominación “República
Argentina” por “Confederación Argentina”.
Esto último quizás pueda entenderse si se tie-
ne en cuenta la adscripción de Busaniche a la
corriente historiográfica revisionista, que por
aquellos años pretendía discutir el relato consoli-
dado por la historiografía liberal en Argentina.
Puede pensarse que a Busaniche le interesaba
especialmente designar el territorio nacional
según la denominación política correcta que
correspondía a la mayor parte de la estadía de
Beck-Bernard en Santa Fe, un período históri-
co que le interesaba particularmente reivindi-
car. Así lo explica en una nota al pie al prólogo
que acompaña al texto: “Hemos preferido esta
denominación [...] para traducir el título, por
ser más expresiva y ajustarse más a la reali-
dad de los hechos” (Busaniche, 2013, p. 180).
Quizás con este mismo argumento, la “versión
española” —tal es la fórmula que usa Busani-
che—, omite párrafos en los que la autora se
refiere a la fama de tirano cruel y sanguinario
Juan Manuel de Rosas, retratado en la versión
original según el repertorio de anécdotas unita-
rio. También se omiten pasajes sobre, por ejem-
plo, la corrupción de los frailes santafesinos o
sobre la persecución a la familia Cullen.
Pero aparte de su motivación ideológica, sin
dudas comprobable, las intervenciones de Busani-
che demuestran otra cosa: que él también con-
cebía el texto como fuente historiográfica más
que como una obra literaria o como el registro
personal de una experiencia, con las arbitrarie-
dades que esto pueda suponer. De ahí la afirma-
ción de que la denominación “Confederación
Argentina” fue elegida por “ajustarse más a la
realidad” e incluso las otras modificaciones del
título: suprimir “El río Paraná”, “por cuanto
puede fácilmente confundir sobre la naturale-
za del contenido” (Busaniche, 2013, p. 180), y
agregar las fechas entre paréntesis para aludir
desde la portada al período histórico en cues-
tión. Ambas cosas llaman la atención sobre el
carácter documental que el traductor le asigna-
ba al texto, algo que comparte con Wernicke,
a pesar de las diferencias que existen entre los
dos en otros aspectos de su trabajo.2
Si se la evalúa desde el punto de vista de los
traductores, la decisión de traducir estos tex-
tos y no otros, y el modo de acercarse a ellos,
obedece, desde ya, a inclinaciones personales y
a los códigos propios de un campo de estudios
en particular: el de la historiografía, reciente-
mente consolidada como disciplina. Pero, asimis-
mo, por iguales criterios selectivos, es posible
2 Esto es algo que, a su vez, uno y otro comparten con
Carlos A. Aldao —aunque santafesino de origen,
miembro de la clase dirigente porteña—, quien entre
1915 y 1921 tradujo siete crónicas de viajeros ingleses
en parte para la Biblioteca la Nación y en parte para
la colección La Cultura Argentina, y quien, como se-
ñalan Patricio Fontana y Claudia Román, “insiste en
proponer a estos textos como fuente privilegiada para
la escritura historiográfica” (2009, p. 4)
Bernardo Orge468La traducción en la historia iberoamericana del libro, la edición y la lectura
considerarlas iniciativas traductoras de apropia-
ción, como las entienden Georges Bastin, Ál-
varo Echeverri y Ángela Campo a la hora de
caracterizar el rol de las traducciones en la
conformación de las identidades latinoameri-
canas. Constituyen “una modalidad creativa
de la traducción tendiente a consolidar la iden-
tidad de la colectividad a la que pertenece el
traductor” y “un proceder selectivo en el que
el traductor escoge solo lo que resulta útil para
sus propósitos” (Bastin et al., 2004, p. 72).
Ahora bien, si nos preguntamos, para más pre-
cisión, por qué estas traducciones circularon
en el Litoral y por qué una fue realizada por un
profesor santafesino y otra fue editada por la
unl —en cuyo catálogo por entonces no exis-
tían otras traducciones—, habrá que buscar las
respuestas en las características de la escena
artística y científica de la Santa Fe de aquellos
años. Las reflexiones en torno a la identidad
cultural regional habían tomado otro carácter
después de la fundación de la unl en 1919, y
no pocos intelectuales locales pretendían hacer
un aporte federalista a las polémicas sobre el
“ser nacional” que venían prolongándose des-
de el Centenario.
Un breve repaso por los primeros títulos edi-
tados por los dos principales sellos editoriales
santafesinos de la primera mitad del siglo xx,
Colmegna y Castellví, que por entonces entra-
ban en su período de mayor actividad, brinda
una idea de cuál era el correlato material en
publicaciones de todo esto. Entre 1939 y 1943,
Castellví publica Historia del primer movimiento
separatista en el Río de la Plata: revolución de 1580
en Santa Fe, de Ángel Caballero; Los carnavales
de la vieja Santa Fe, de Clementino Paredes; Ar-
quitectura de la colonia en el Litoral, de Hernán
Busaniche; una publicación de la Comisión
Pro-Monumento al Brigadier General Esta-
nislao López, y Camila O’Gorman y su época,
de Manuel Vizoso Gorostiaga. Por su parte,
Colmegna, apenas después, entre 1945 y 1947,
editó la colección Nuevo Mundo, focalizada
en literatura e historia del Litoral argentino,
que incluyó títulos como Del pasado entrerriano,
de Aníbal Vázquez; Hombres y hechos de Santa
Fe, de José Carmelo Busaniche, y Che’retá (mi
tierra), de Gerardo Pisarello. En este marco, re-
sulta entendible la voluntad de editar la aven-
tura fluvial de Schmidl y de llevar al español el
registro de la Santa Fe decimonónica de una
colona alsaciana.
Mucho más acá en el tiempo, durante la se-
gunda década del siglo xxi , Ediciones unl y
la Editorial de la Universidad de Entre Ríos
( eduner), los sellos editoriales de las universi-
dades del Litoral y de Entre Ríos, volvieron a
publicar los libros de Schmidl y Beck-Bernard.
El primero, en la traducción de Wernicke; el
segundo, con una nueva traducción que repo-
ne el título original y los fragmentos omitidos,
pero con el prólogo y los anexos de Busaniche
en un apéndice. Mientras tanto, el Ministerio
de Cultura de la Provincia de Santa Fe reedi-
tó la traducción de Paucke que la unt habría
publicado en 1944. En los tres casos, el gesto
editorial apunta a desplazar las coordenadas
de lectura de los textos del lugar de documen-
tos para acercarlos al de la escritura testimo-
nial literaria, como se pone de manifiesto en
la gacetilla de presentación de la colección de
Ediciones unl y eduner:
La colección tiene como motivo la región que
trazan los valles de los ríos Paraná y Uruguay,
pero abarca un espacio más bien impreciso,
menos geográfico que imaginario, delimitado
por las voces y los ojos que lo describen. El
País del Sauce busca comprender una idea de
cultura que sea creación antes que costum-
bre y dinamismo antes que museo, ya que el
concepto de “región cultural” en vez de hacer
referencia a limites o fronteras provinciales,
establece zonas de circulaciones y correspon-
dencias. (“El País del Sauce”, 2012)
Este salto cronológico permite notar cómo
las operaciones editoriales inciden en las con-
diciones de recepción de una traducción, pero
también cómo se modificaron —y sobre la
base de qué continuidades— los campos cultu-
ral y editorial de la región al cabo de casi un
siglo. Como contraseña, el nombre de esta
Edición y traducción de literatura en el Litoral argentino469Mutatis Mutandis. Revista Latinoamericana de Traducción Vol. 17, N.°2, 2024, julio-diciembre,pp.460-477
colección, El País del Sauce, está inspirado en
la obra de una figura relevante para la historia
de la traducción desde provincias, el poeta en-
trerriano Juan Laurentino Ortiz.
2. Traducción y redes intelectuales
desde provincias: una lectura situada
Como señala Santiago Venturini: “Ortiz hizo
de la traducción un ejercicio frecuente, sobre todo
a partir de la década del 40, luego de su ‘tras-
plante’ a Paraná; los años de 1944 y 1945 mar-
can, quizás, el momento más intenso de esa
actividad” (2020, p. 105). De este período da-
tan sus traducciones de las novelas Legión y Las
masacres de París, de Jean Cassou, y Los hermo-
sos barrios, de Louis Aragón, que constituyen
quizás sus únicos trabajos por encargo para la
industria del libro, las tres publicadas por el se-
llo porteño Futuro.
A estos años corresponden también sus colabo-
raciones en la prensa, especialmente en El Diario,
de Paraná, en donde publicó versiones de Ara-
gón, Cassou, Francis James y Marie Colmont
(Venturini, 2020). Y se estima que la mayoría
de las traducciones encontradas recientemen-
te en Barcelona en cuatro carpetas con folios
mecanografiados y corregidos por el poeta co-
rresponden a mediados de esta misma década
(Ortiz, 2020).
Todos los testimonios indican que aparte de las
ediciones que ocasionalmente encargaba en el
extranjero —“se gastaba el dinero que no te-
nía en libros que pedía de Europa” (Manauta,
1997, p. 45)—, la principal fuente de las traduc-
ciones de Ortiz fue su colección de revistas fran-
cesas. Según los relatos, compraba todas las que
podía cada vez que viajaba a Buenos Aires y les en-
cargaba material a los amigos que se acercaban a
visitarlo en su casa.
La curiosidad que le despertaba la poesía de
todas partes del mundo quizás pueda entender-
se como una consecuencia, claro que muy sin-
gular, del internacionalismo político y cultural
propiciado por los movimientos de izquierda
de la época, y quizás quepa sumar otros factores,
como el que sugiere Álvaro Fernández Bravo,
relacionado con la inmigración que recibió la
provincia de Entre Ríos de diferentes países
de Europa (Fernández Bravo, 2017). En todo
caso, lo que sí puede afirmarse con certeza,
gracias a los estudios de Agustín Alzari, es que
la red de contactos intelectuales en la que se for-
mó y a partir de la cual accedió a este tipo de
materiales responde al circuito de sociabilidad
de izquierda del que hizo parte (Alzari, 2020).
Para entenderlas como un signo de época y
como señal de la incipiente circulación de lite-
ratura contemporánea de todas partes del mundo
en la región, las prácticas traductoras de Ortiz
pueden pensarse en paralelo a las de Arturo
Fruttero, comentadas en la introducción de
este artículo. Ambos empiezan a traducir más
o menos durante el mismo período, entienden
la traducción como una parte importante de su
formación como poetas, están atentos a las no-
vedades y seleccionan su material de revistas y
ediciones extranjeras.
Pero si el ejercicio de la traducción como escue-
la poética y como llave para acceder a una cul-
tura cosmopolita desde ciudades de provincia
permite señalar continuidades, la vastedad de
la curiosidad de Ortiz, que pretende abarcar
todos los rincones del mundo mediante un uso
sistemático del francés como lengua relevo,
echando mano de forma casi impertinente a la
ayuda de terceros —como ocurre con sus tra-
ducciones del chino—, constituye una diferen-
cia significativa:
[…] he sido muy curioso. Desde muy chico
he leído más o menos la poesía que se ha he-
cho en todos los continentes; diríamos, tuve
la suerte de tener ciertas antologías que me die-
ron una visión… así, diremos universal, de la
poesía de todas las épocas, de todos los conti-
nentes […]. (Ortiz, 2016, p. 162)
Ya se ha llamado la atención sobre esta pecu-
liaridad (Venturini, 2020), que el contenido de
las carpetas halladas en Barcelona y presenta-
das solo parcialmente en la segunda edición de
la Obra completa del poeta viene a corroborar:
Bernardo Orge470La traducción en la historia iberoamericana del libro, la edición y la lectura
traducciones de autores de Rumania, Ucrania,
Polonia, Estados Unidos, Bengala, Argelia, Cos-
ta de Marfil, Vietnam, El Líbano… En un senti-
do parecido, la relación de Ortiz con la literatura
mundial ha sido caracterizada como una forma
de cosmopolitismo provinciano: “la provincia
cumple [...] una función valiosa, productiva, no
solo como tópico sino también como una posi-
ción que le permite expresar su propio mundo, sus
propias palabras, sacando provecho de su locali-
zación provinciana” (Fernández Bravo, 2017).
Desde ya, puede seguirse este rumbo para re-
flexionar con mayor detalle sobre las traducciones
del poeta y su gravitación en su propia obra.
Para eso remitimos al imprescindible artículo
de Venturini (2020). Lo que interesa destacar
acá es la novedad que importó en la zona la
particular concepción de la literatura mundial
de Ortiz, y su rol como agente catalizador de
otras prácticas traductoras en el campo poético
del Litoral.
Efectivamente, varios poetas de las generacio-
nes subsiguientes, influidos por Juan L. Ortiz,
en buena medida hicieron suyo el interés por la
traducción. Por ejemplo, Hugo Gola y Juan José
Saer, en Santa Fe, y Elvio Gandolfo y Eduardo
D’Anna, en Rosario. Pero también Miguel Bras-
có, quien compiló el libro que, desde su título, es
la muestra más elocuente de la concepción or-
ticiana de la poesía mundial de la que venimos
hablando: la Antología universal de la poesía, publi-
cada por Castellví en 1953 y reeditada por el mis-
mo sello, en edición ampliada, en 1957.
Miguel Brascó nació en Sastre, Santa Fe, en
1926. Hasta los 12 años vivió en Puerto Santa
Cruz, una pequeña localidad de esa provincia
patagónica, donde su padre trabajaba como mé-
dico rural. A esa edad se instaló con su familia
en la ciudad de Santa Fe. Ahí cursó la secun-
daria; estudió Derecho en la unl; participó la
compañía de títeres del Retablillo de Maese Pe-
dro, fundado por Fernando Birri, y del grupo
literario Espadalirio; editó la revista Laberinto,
y publicó poemas en una antología compilada
por Guillermo De Torre en Buenos Aires.
Una vez recibido, a comienzos de la década de
los cincuenta, integró el Consejo de Redacción
de Trimestral, la revista del Instituto Social de
la unl; ingresó a un estudio de abogacía por-
teño, en donde también trabajaba el poeta Cé-
sar Fernández Moreno y fundó el cineclub de
Santa Fe. Al cabo de unos años, viajó a Madrid,
para cursar un posgrado en Derecho en la Uni-
versidad Complutense, donde entró en contac-
to con Vicente Aleixandre, entonces decano
de Letras. Finalmente, recaló en Holanda y al
cabo de un tiempo regresó a la Argentina.
Este brevísimo repaso de su trayectoria biográfi-
ca durante su etapa santafesina permite inferir
la posición que ocupaba Brascó en el campo
cultural de la ciudad: joven, inquieto, bohemio,
partícipe activo de la renovación de la escena
literaria local, pero también viajado, conecta-
do, hijo de un reputado profesional, integrante
de la vida institucional de la unl.
Es probable que este perfil haya influido en la
decisión de Castellví de impulsar la edición de
la Antología universal de la poesía. Para el mo-
mento en que se publica el libro, el sello conta-
ba unos veinte años de actividad y había editado
a figuras consolidadas de la cultura del Lito-
ral, como Velmiro Ayala Gauna, Mateo Booz,
Carlos Carlino, Leoncio Gianelo, Gastón Gori,
José Pedroni y Agustín Zapata Gollán.
Como quedó dicho, el sello les otorgaba prio-
ridad a los autores de la zona y a las obras lite-
rarias y científicas de temática regional. En un
catálogo en el que abundan las referencias loca-
les —títulos que aluden a tacuaras, remansos y
garzas, compendios de historia “regional” o de
folklore “autóctono”—, el proyecto “univer-
sal” de Brascó llama la atención. En efecto, los
poemas incluidos en aquella antología son las
únicas traducciones y de los pocos textos de au-
tores extranjeros publicados por Castellví (si se
exceptúa de la cuenta el libro de 1951 de Phi-
llipe Greffet, por entonces al frente de la filial
santafesina de la Alianza Francesa). En este
sentido, la Antología es indicio de un cambio
en la manera en que los escritores santafesinos
Edición y traducción de literatura en el Litoral argentino471Mutatis Mutandis. Revista Latinoamericana de Traducción Vol. 17, N.°2, 2024, julio-diciembre,pp.460-477
asumían su procedencia provinciana y sus víncu-
los con el resto del país y del mundo.
La segunda edición de la compilación (Brascó,
1957) incluye 83 poetas en lengua extranjera,
procedentes de Brasil, Estados Unidos y dife-
rentes países europeos —Alemania, Austria,
Bélgica, Francia, Holanda, Inglaterra, Italia,
Lituania, Portugal, Rumania, Rusia y Suecia—.
Se trata de una parte significativa del total de
269 autores recopilados. No se incluyen las
versiones fuente de los poemas, probablemente
por motivos de espacio, pero en casi todos los
casos se da el crédito de las versiones. Además
del propio Brascó, intervienen 42 traductores.
Brascó lleva adelante por sí mismo traducciones
de 36 poetas diferentes, de cinco tradiciones lin-
güísticas: inglesa, neerlandesa, francesa, rusa
y portuguesa. Dominaba el inglés y el francés, y
probablemente el portugués. En el caso de las
traducciones desde el neerlandés, recibió la ayu-
da Johan Rebel, probablemente un contacto de
su estadía en Holanda. Respecto a la versión
de Boris Pasternak que firma, es muy probable
que se trate de una traducción indirecta.
El libro reúne una selección de poesía moderna,
predominantemente del siglo xx, que inclu-
ye también unos pocos clásicos del siglo xix,
como los simbolistas franceses y Walt Whit-
man (Brascó, 1957). Esto significa una nove-
dad para el sector editorial de Santa Fe, que no
solía publicar literatura traducida de autores
vivos. Las pocas traducciones que circulaban lo
hacían, y siguieron haciéndolo, predominante-
mente en revistas.
Brascó dispone el índice de la compilación del
mismo modo en que cualquier habitante del Li-
toral aficionado a la poesía podría ordenar su
biblioteca: en orden decreciente de lo global a
lo situado, diferenciando los “Poetas europeos”
de los “Poetas españoles”, ya dentro del dominio
más restringido de la lengua propia; los “Poetas
norteamericanos” de los “Poetas americanos”
—donde cabe notar cómo se arroga el califica-
tivo “continental”—, y una vez dentro del país,
los “Poetas argentinos” de los de la zona, los
“Poetas del Litoral” (Brascó, 1957). Como se
observa, su propuesta no implica directamente
renegar del sentido de pertenencia reivindica-
do por la generación anterior en los catálogos
que recorrimos: se incluye una sección especí-
fica dedicada a la producción de la región. Más
bien se trata de sugerir, en sintonía con Juan L. Or-
tiz, pero casualmente también con la propues-
ta de “El escritor argentino y la tradición”, la
famosa conferencia de Jorge Luis Borges pro-
nunciada el mismo año en que se editó la Anto-
logía (Borges, 1996), que lo que corresponde a
una posición intelectual marginal no es cerrar-
se sobre sí misma, sino llevar a cabo una lectura
situada de toda la tradición occidental.
Esta iniciativa no tuvo continuidad en el catá-
logo de Castellví ni en el de ningún otro sello
de la región. Los sellos santafesinos más im-
portantes de la primera mitad del siglo xx no
disputaron este mercado, a pesar de que eran
empresas consolidadas con estructura de im-
prenta-editorial-librería —Castellví editó entre
15 y 20 títulos por año, llegando ocasionalmente
a los 25, un número que hasta la fecha ningún
otro sello de la región volvió a alcanzar— y
pese a que su período de mayor actividad coin-
cide en parte con la denominada “época de oro”
de la industria editorial argentina, cuando el
40 % de la producción nacional de libros se ex-
portaba y se ampliaban las ventas de traduccio-
nes (De Diego, 2014). Las causas de esto, cabe
inferir, hay que buscarlas no solamente en las
dificultades logísticas y comerciales propias de
editar desde el interior del país, sino también
en las características del proyecto cultural re-
gionalista hegemónico en la época.
Si se aborda el período haciendo eje en la figura
de los traductores, en el caso de Juan L. Ortiz
es claro que la función importadora obedece a
la intención de hacer circular y, en el mejor de
los casos, legitimar un tipo de poesía social em-
parentada con su propia obra. El proyecto de
Brascó, mientras tanto, reviste carácter forma-
tivo, es la iniciativa de un poeta joven que en-
cara con avidez una gran cantidad de lecturas.
Bernardo Orge472La traducción en la historia iberoamericana del libro, la edición y la lectura
Pero, además, lo ecléctico de su apuesta y la
cantidad de agentes que intervienen parecen
indicar que, a la postre, la antología le sirvió
también para establecer o consolidar redes
intelectuales.
Hasta donde se sabe, y a excepción del caso
de los poetas chinos, Juan L. Ortiz no entraba
en contacto directo con los autores de los poe-
mas que traducía. En cambio, Brascó, aunque
por supuesto no conoció a la gran mayoría de
los poetas traducidos, sí entablo vínculos con
muchos de los autores argentinos publicados y,
necesariamente, con los traductores locales de
los poetas extranjeros involucrados. Entre ellos
se contaban, por ejemplo, Aurora Bernárdez,
Adolfo Bioy Casares, Jorge Luis Borges, Cé-
sar Fernández Moreno, Lila Guerrero, Mario
Trejo, Juan Rodolfo Wilcock y el propio Juan
L. Ortiz.
Esto revela una de las constantes a la hora de
evaluar la traducción de literatura desde pro-
vincias a partir de la recepción en la cultura
meta: además de estudiar cómo la actividad
traductora incide en la acumulación de capi-
tal simbólico para legitimar una obra literaria
en ciernes, es necesario tener especialmente en
cuenta cómo este capital se juega directamen-
te en la constitución de redes intelectuales que
exceden los límites regionales. Incluso la selec-
ción misma de los autores que se van a traducir
puede pensarse en función de los intercambios
con formaciones culturales de otras partes del
país y del mundo que las traducciones extien-
den o propician.
Este mismo fenómeno puede observarse en dos
editoriales de poesía fundadas en la ciudad de
Rosario aproximadamente una década después
de la Antología de Brascó: La Ventana, de Or-
lando Calgaro, que surgió a partir de la revista
del mismo nombre, y El Búho Encantado, de
Francisco Gandolfo, derivado de el lagrimal
trifurca, la publicación que Francisco editaba
junto a su hijo Elvio.
Se trata de sellos pequeños, pero con apues-
tas estéticas definidas que, junto a otros, como
La Cachimba, instalaron precozmente en la es-
cena local dos aspectos de la edición literaria
de pequeña escala claves hasta el día de hoy:
por un lado, la dinámica colaborativa e inter-
dependiente, que les permitió llevar adelante
coediciones y estrategias conjuntas de difusión;
por otro, la sofisticación en el diseño de sus
ediciones, entre las que se cuentan propuestas
semiartesanales de una delicada atención a
los componentes de la resolución gráfica, que
indican una determinación recíproca entre el
trabajo poético y el editorial, donde por mo-
mentos los extremos de la escritura y la edición
de poesía se unen en un solo continuo. Pero,
además, fueron los primeros sellos locales en
publicar libros de poesía traducida de autores
individuales.
Para detenernos solamente en unos pocos ca-
sos que ilustran el punto mencionado arriba:
La Ventana editó versiones de Eugenio Mon-
tale, Salvatore Quasimodo y Dino Campana,
elaboradas por Rodolfo Alonso, un poeta del
grupo que había editado la revista porteña
Poesía Buenos Aires. El Búho Encantado tam-
bién publicó traducciones de Alonso —de
Guido Cavalcanti y Cecco Angioleri— y, ade-
más, editó la versión indirecta del griego Yan-
nis Ritsos, llevada a cabo por Juan L. Ortiz
—a quien Francisco Gandolfo definía como
un “entrerriano universal”—.
En el lagrimal trifurca colaboraron con traduc-
ciones, por ejemplo, Miguel Grinberg, Aurora
Venturini y Antonio Cisneros; y las versiones
en español de poesía extranjera que hicieron
los miembros del grupo editorial de la revista,
como las de los poetas beatnik y contracultura-
les estadounidenses, por caso, deben verse como
parte de una conversación con otras publica-
ciones del país, como las de Grinberg, o del
continente, como la montevideana Los Huevos
del Plata. Las prácticas traductoras de estos
poetas y editores de provincia adquieren un
Edición y traducción de literatura en el Litoral argentino473Mutatis Mutandis. Revista Latinoamericana de Traducción Vol. 17, N.°2, 2024, julio-diciembre,pp.460-477
nuevo significado si se las considera teniendo en
cuenta las redes que les permitieron establecer.
3. La nueva cultura editorial y la incipiente
expansión de la edición de traducciones
Cabe notar que hasta aquí nos hemos referido casi
exclusivamente a traducciones con derechos li-
berados. Excepto los libros publicados por Juan
L. Ortiz en Buenos Aires y los poemas de au-
tores vivos en el momento de las publicaciones
—cuyos derechos, cabe suponer, en los casos
más prolijos, habrán sido cedidos de palabra
por sus autores—, el resto de las versiones a las
que nos referimos no requirieron ningún trámite
de gestión de propiedad intelectual. Por ende,
puede afirmarse que la participación en el siste-
ma internacional de traducciones de los agentes
involucrados se limitó a los aspectos literarios, a
los contactos directos entre los traductores y los
autores, o entre los traductores y las institucio-
nes que dispusieran de los textos fuentes, y que
los sellos no tuvieron que encargarse de la bu-
rocracia necesaria para editar traducciones con
derechos reservados. Esto es relevante, porque
la gimnasia administrativa que requiere este tipo
de gestiones implica conocimientos específicos
y un grado de participación en el mercado para
nada fáciles de obtener, que los sellos suelen ad-
quirir no de manera individual, sino formando
parte de una cultura editorial compartida, que
lleva años consolidar.
Como surge de los casos referidos, hasta muy
recientemente, las iniciativas de edición de
traducciones literarias en soporte libro que
tuvieron lugar en el Litoral argentino consti-
tuyeron iniciativas aisladas, con poca o nula
proyección comercial. Pero el trabajo con
traducciones de algunas editoriales recientes
parece estar indicando una tendencia que, de
sostenerse y extenderse a otros sellos, podría
modificar esta particularidad histórica.
Como se ha señalado sucesivas veces (Botto,
2014; De Diego, 2018), a partir de las últimas
décadas del siglo pasado en adelante, se ha
ido consolidando un proceso de marcada con-
centración editorial. Grupos transnaciona-
les adquirieron sellos de capitales nacionales
con fondos editoriales fuertes, de mucha re-
levancia histórica, tanto de Argentina como
de otros países del continente. La gestión de
estos grupos impuso, en aquellos sellos tradi-
cionales, parámetros de gestión destinados a
obtener beneficios económicos a corto plazo, lo
que en general fue en detrimento de su capi-
tal simbólico. A su vez, como contrapartida,
surgió una multiplicidad de sellos editoriales
de pequeña y mediana escala que canalizó las
ediciones de long sellers y obras menos lucrati-
vas, en especial en lo que respecta a literatura.
Como escribe José Luis de Diego: “el proceso
de concentración ha generado una creciente
polarización; esto es, la proliferación de nume-
rosos emprendimientos editoriales pequeños
que han encontrado, en la especialización de
sus catálogos, las razones para su nacimiento
y supervivencia” (2018, p. 331).
Este esquema polar, si bien tiene una influen-
cia central en el ecosistema contemporáneo
del libro, no modificó directamente el modo en
que se editaba desde provincias. Al estar rela-
tivamente alejados de la industria editorial, los
sellos locales, al menos desde los años sesen-
ta en adelante, siempre se manejaron —como
muchos sellos porteños, es necesario decirlo—
con lógicas que hoy serían consideradas “in-
dependientes”. De hecho, uno de los ejemplos
que suele mencionarse como pionero de este
tipo de iniciativas de escala media es el de la
editorial rosarina Beatriz Viterbo Editora, fun-
dada a comienzos de los años noventa.
Sin embargo, la polarización a escala nacional
e internacional tuvo consecuencias notorias, si
no en la forma de editar, sí en la circulación de
las ediciones de provincias. Los proyectos edi-
toriales locales, en un breve lapso de tiempo,
pasaron a ser similares a muchos de los metro-
politanos en varios aspectos y a pensarse den-
tro de un marco conceptual compartido.
Bernardo Orge474La traducción en la historia iberoamericana del libro, la edición y la lectura
La inserción en un mercado nacional más seg-
mentado en nichos, por otra parte, aunque de
ninguna manera emparejó factores como la rela-
ción con los medios periodísticos de legitima-
ción o el acceso a los puntos de venta de la
principal ciudad del país, sí, quizás, pasó a ser
relativamente más sencilla que cuando la com-
petencia era con sellos de amplia tradición,
especializados en literatura y comercialmente
hegemónicos. Si a esto agregamos la influen-
cia que tuvieron la sofisticación y la masifica-
ción de las herramientas informáticas en toda
la cadena editorial, notaremos, en suma, que
durante las primeras décadas del siglo xxi, en
las ciudades del interior del país se presentan
lógicas sectoriales considerablemente distin-
tas a las del siglo xx. En este marco tiene lugar
el incipiente crecimiento de la edición de tra-
ducciones en el Litoral.
En 1991 aparece Beatriz Viterbo Editora, di-
rigida por Adriana Astutti, Sandra Contreras
y Marcela Zanin, todas ellas egresadas —y
luego profesoras— de la carrera de Letras
de la Universidad Nacional de Rosario. Este
sello adelanta las características de muchos
de los que comenzarían a surgir en Argentina
en los años inmediatamente posteriores: em-
prendimientos autogestionados que dan cuenta
de una semiprofesionalización o una nueva
profesionalización en el campo editorial; que
construyen catálogos de autor como gesto de
autonomía y distinción, pero también para apro-
vechar los nichos que el mercado comercial
deja vacantes; fundados por jóvenes con poca
o nula experiencia en la industria a partir de
un capital económico limitado, cuyos editores
concentran buena parte de las tareas necesa-
rias para la publicación de un libro.
Por otra parte, según Sandra Contreras, “el tra-
bajo en la universidad le dio una identidad a
la editorial. La editorial surge del cruce con la
docencia y la investigación académica” (2020,
s. p.). Efectivamente, Beatriz Viterbo repartió
su catálogo fundamentalmente entre narrativa,
ensayos y crítica literaria de autores argentinos
asociados a —o leídos en— la universidad, de
los cuales solo alrededor del 30 % son residen-
tes de la provincia de Santa Fe (Jacobi, 2023,
p. 171). Esto hace sentido con el hecho de que
el proyecto se haya planteado como una edito-
rial de alcance nacional: “no por ser de Rosario
iba a ser una editorial regionalista” (Contreras,
2020, s. p.). Según ese mismo espíritu, el sello
publicó desde el comienzo un número de traduc-
ciones que, según se desprende de su catálogo,
significa casi el 15 % de los títulos (20 de 138
títulos registrados a la fecha). Un número nada
despreciable, dada la proporción que implican las
traducciones en la producción editorial del cen-
tro del país (Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos),
que —como se desprende de la detallada in-
vestigación de Jorge Jacobi—, desde 1980 en
adelante, ronda el 4 % del total (Jacobi, 2023,
p. 195).
Este porcentaje es todavía más significativo en el
caso de Serapis, un sello editorial rosarino ac-
tivo desde 2006, cuya directora, Julia Sabena,
también es egresada de la carrera de Letras.
Serapis lleva editados 50 títulos, entre narra-
tiva, poesía y ensayo, la mitad de los cuales
son traducciones. Y lo que resulta aún más lla-
mativo: si se consideran solamente los títulos
editados durante los últimos cinco años com-
pletos (2018-2023), la proporción de traduc-
ciones pasa de ese 50 a casi el 90 % (16 de 18
títulos publicados); en cambio, si se tienen en
cuenta los primeros cinco años de existencia
del sello, la cifra es del 14 % (2 de 14 títulos
publicados). En el caso de Beatriz Viterbo, por
el contrario, durante los últimos diez años casi
no se registran traducciones, lo que constituye
un indicio para pensar que las políticas de tra-
ducción de los sellos editoriales de provincia
pueden variar sustantivamente según factores
que habrá que precisar —por ejemplo, la dis-
ponibilidad o no de subsidios a la edición o,
también, la dificultad extra que implican las
traducciones, que necesariamente suman me-
diadores, empezando por el traductor, a la ca-
dena de producción del libro—.
Edición y traducción de literatura en el Litoral argentino475Mutatis Mutandis. Revista Latinoamericana de Traducción Vol. 17, N.°2, 2024, julio-diciembre,pp.460-477
Según escribe Jacobi en su reciente tesis docto-
ral sobre la producción de los sellos editoriales
de la región centro del país entre 1982 y 2020,
[…] el ritmo de publicación de las traduc-
ciones acompaña el ritmo general del des-
envolvimiento del espacio editorial en las
provincias. En ese sentido, vemos que en 1992
se inicia un proceso de paulatino crecimiento
en la cantidad de traducciones, que alcanza su
mejor momento, entre los años 2013 y 2015
[...], de la misma manera que el desarrollo
general en los volúmenes de producción [...].
Luego de ese año, las traducciones inician un
proceso de caída. (2023, p. 197)
Cabe complementar esta afirmación diciendo
que, tal como se ve en este trabajo, si existie-
ran datos para extender el período de la mues-
tra hasta la primeras décadas del siglo xx, se
podría identificar un crecimiento sostenido,
quizás casi insignificante en términos cuanti-
tativos hasta finales del siglo xx, más evidente,
aunque todavía modesto, desde el año 2000 en
adelante.
4. Conclusiones
Cada uno de los episodios que describe este
trabajo merecería en sí mismo mayor aten-
ción. La lectura en conjunto de fenómenos que
abarcan un amplio espectro cronológico, sin em-
bargo, permite reflexionar, si no en períodos, sí
en términos de tendencias y ciclos. La perspec-
tiva de la historiografía de la traducción literaria
y de la sociología de la traducción que se adop-
tó pretende escapar a los análisis normativos
y economicistas para abarcar, en la medida de
lo posible, “todo el abanico de relaciones so-
ciales en medio del cual se producen y circulan
las traducciones” (Heilbron, 2007, p. 2).
Lo primero que corresponde plantear es más
una observación que una conclusión: la parti-
cipación de las ediciones del Litoral argentino
en el mercado nacional e internacional de tra-
ducciones es muy reducida. Desde ya, existen
condicionamientos materiales que en parte lo
justifican, pero, además, es fundamental tener
en cuenta aspectos de carácter simbólico.
¿Por qué un sello como Castellví no publicó
traducciones cuando contaba con la estructu-
ra comercial y con recursos humanos disponi-
bles en Santa Fe para hacerlo? Aquí se buscó
explorar una respuesta a partir de las caracte-
rísticas del imaginario social de la época. Este
enfoque, que atiende a las condiciones cultu-
rales del campo de recepción, se mantuvo du-
rante todo el artículo y, creemos, es trasladable
a otros campos provincianos. Sin embargo, no
existe una respuesta simple a este interrogan-
te. Es necesario preguntarse por el significado
social de traducir en cada momento del cam-
po cultural y evaluar qué incidencias puede
tener en el sector editorial. Mientras tanto, en
la actualidad, la porción del mercado nacional
reservado a las traducciones todavía ofrece ni-
chos vacantes y el sector editorial local empie-
za a explorarlos de a poco.
Por otra parte, se pudo observar que las motiva-
ciones que dan origen a las traducciones se ex-
plican casi siempre en el cruce entre los campos
culturales nacional y regional: miembros de la
clase dirigente de una ciudad en crecimiento que
se dan aires de letrados garabateando algunas
versiones de poetas clásicos, estudiosos ocu-
pados en presentar una base documental para
darle forma a una región cultural, poetas que
desde la provincia pretenden tener una visión
universal de la literatura, editoras que empie-
zan a aprovechar las políticas de subsidios y
las recomendaciones sobre textos en lengua
extranjera de amigos e informantes clave. En-
tre todos estos casos, se puede sacar en limpio
un punto en común, que aunque no es el úni-
co factor que interviene a la hora de editar una
traducción ni resulta determinante, sí parece
tener una importancia clave en provincias: la
voluntad de establecer redes intelectuales pa-
rece primar por sobre la intención de importar
novedades literarias.
Por último, vale hacer un llamado de atención
sobre un aspecto que atravesó subrepticiamente
Bernardo Orge476La traducción en la historia iberoamericana del libro, la edición y la lectura
todo este trabajo y conviene poner en relieve:
la gravitación del sector público en las polí-
ticas editoriales de traducción en provincias.
Esto abarca aspectos que van más allá de los
subsidios estatales a la producción editorial.
Desde la traducción de Ulrico Schmidl de Ed-
mundo Wernicke editada por la unl, pasando
por las traducciones de otras crónicas de viaje
de la colección El País del Sauce de eduner,
hasta la publicación de la versión de Arturo
Fruttero de los Cuatro cuartetos de Eliot (2022)
—por nombrar solamente casos descriptos en
este trabajo—, los sellos editoriales con finan-
ciamiento público, universitarios, provinciales
o municipales, han desempeñado un rol fun-
damental. En las universidades de Rosario,
del Litoral y Entre Ríos, además, se formaron
muchos de quienes hicieron estas traduccio-
nes, pero también las editoras que las publica-
ron. Si existe potencial de crecimiento para la
edición de traducciones desde el Litoral argen-
tino, aprovecharlo requerirá de que iniciativas
públicas y privadas se complementen.
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Cómo citar este artículo: Orge, B. (2024). Edición y traducción de literatura en el Litoral argentino.
Un relevamiento contextualizado desde finales del siglo xix en adelante. Mutatis Mutandis, Revista
Latinoamericana de Traducción, 17(2), 460-477. https://doi.org/10.17533/udea.mut.v17n2a11