ISSN 2011-799X
Recibido: 2024-04-25
Aceptado: 2024-08-22
doi: 10.17533/udea.mut.v17n2a02Repensar la historia, circulación y traducción
del libro al principio del periodo novohispano:
las traducciones y ediciones de fray Juan
de Zumárraga y Cristóbal Cabrera (1539-1549)
Miguel Santiago Flores Colín
msantiagoflores@filos.unam.mx
https://orcid.org/0000-0001-5763-503X
Becario posdoctoral del Instituto de Investigaciones Bibliográficas,
Universidad Nacional Autónoma de México, México
Resumen
Desde los presupuestos teóricos contemporáneos sobre la historia del libro y de la traducción en el
contexto latinoamericano, varias investigaciones recientes y la cronología de manuscritos e impresos
directamente relacionados con el franciscano fray Juan de Zumárraga, primer obispo de México, y
Cristóbal Cabrera, clérigo secular y secretario del primero, permiten redimensionar la historia del
libro y de las traducciones humanistas y pedagógicas al inicio del periodo novohispano en México
(1539-1549). A través de sus datos biográficos y de los manuscritos e impresos que conservamos,
salidos tanto de la imprenta de Juan Pablos en la ciudad de México como de otras imprentas de la
península ibérica y la geografía italiana, reconstruimos tanto los procesos catequéticos que siguió el
primer obispo de México —punto de comparación de sus contemporáneos en tierras mexicanas, en
el caso de Vasco de Quiroga, como de prelados y religiosos en Sudamérica— como los contextos
traductológicos que encontramos en los mismos textos publicados durante el episcopado de fray Juan
de Zumárraga y los casos presentados de textos poéticos de Cristóbal Cabrera impresos en España y
en Italia. De este modo, se abren nuevas líneas de investigación de la historia de la traducción y del
libro considerado como objeto cultural, desde su posesión, circulación y uso pedagógico y cultural
durante el siglo xvi, en el contexto de la influencia hispánica y novohispana tanto en Europa como
en América.
Palabras clave: circulación de libros, Cristóbal Cabrera, historia del libro, historia de la traducción,
Juan de Zumárraga
Rethinking Book History, Circulation, and Translation in the Early Novo-Hispanic
Period: Friar Juan de Zumárraga and Cristóbal Cabrera (1539-1549)
Abstract
Drawing on contemporary theoretical assumptions on Latin American book and translation history,
several recent research works, and chronologically ordered manuscripts and printed material related
to Mexico first bishop Franciscan Friar Juan de Zumárraga and his secretary and secular clergyman
Miguel Santiago Flores Colín266La traducción en la historia iberoamericana del libro, la edición y la lectura
Cristóbal Cabrera, we perform a reappraisal of book history and humanist pedagogical translations in
the early novo-Hispanic period in Mexico (1539–1549). In this article, we track the catechetical pro-
cesses followed by the first bishop of Mexico —as done by contemporaries in Mexico, such as Vasco
de Quiroga, and prelates and religious men throughout South America. This is done through Friar
Zumárraga’s biographical data, as well as manuscripts and preserved printed material from Juan
Pablos’ printing press in Mexico City and other printing shops across the Iberian Peninsula and Italy.
Also, we look at the translatological contexts found in those texts published during the Fray Juan de
Zumárraga’s episcopate, and in some of Cristóbal Cabrera’s poetic pieces printed in Spain and Italy.
Thus, new avenues are opened for research on translation history and book as a cultural object, based
on its possession, circulation, and pedagogical and cultural use during the 16th century, within the
context of the Hispanic and Novo-Hispanic influence both in Europe and America.
Keywords: book circulation, book history, Cristóbal Cabrera, Juan de Zumárraga, translation history
Répenser l’histoire, la circulation, et la traduction du livre au début
de la période novo-hispanique : les traductions et les éditions
du frère Juan de Zumárraga et de Cristóbal Cabrera (1539-1549)
Résumé
En s’appuyant sur des hypothèses théoriques contemporaines de l’histoire du livre et de la traduction
en Amérique latine, ainsi que sur des travaux de recherche récents et des manuscrits et des impri-
més classés chronologiquement relatifs au premier évêque du Mexique : le frère franciscain Juan de
Zumárraga, et son secrétaire, l’ecclésiastique séculier Cristóbal Cabrera, nous faisons une réévalua-
tion de l’histoire du livre et des traductions pédagogiques humanistes au début de la période novo-his-
panique au Mexique (1539-1549). Dans cet article, nous suivons les processus catéchétiques suivis par
le premier évêque de Mexico — comme l’ont fait ses contemporains au Mexique, tels que Vasco de
Quiroga, et des prélats et des religieux dans toute l’Amérique du Sud. Pour cette réévaluation, nous
nous appuyons sur les données biographiques du frère Zumárraga, ainsi que sur des manuscrits et
des imprimés conservés de l’imprimerie de Juan Pablos à Mexico et d’autres imprimeries de la pénin-
sule ibérique et d’Italie. Nous examinons également les contextes traductologiques des textes publiés
pendant l’épiscopat de Fray Juan de Zumárraga et de certaines pièces poétiques de Cristóbal Cabrera
imprimées en Espagne et en Italie. De nouvelles voies sont ainsi ouvertes à la recherche sur l’histoire
de la traduction et sur le livre en tant qu’objet culturel, à partir de sa possession, de sa circulation et
de son utilisation pédagogique et culturelle au xvie siècle, dans le contexte de l’influence hispanique
et novo-hispanique tant en Europe qu’en Amérique.
Mots-clés : circulation des livres, Cristóbal Cabrera, Juan de Zumárraga, histoire des livres, histoire
de la traduction
Repensar la historia, circulación y traducción del libro al principio del periodo novohispano:
las traducciones y ediciones de fray Juan de Zumárraga y Cristóbal Cabrera (1539-1549)267Mutatis Mutandis. Revista Latinoamericana de Traducción Vol. 17, N.°2, 2024, julio-diciembre,pp.265-280
Introducción
¿Qué pasaría si abordáramos a dos persona-
jes históricos que convivieron en la ciudad de
México en los surgimientos del periodo no-
vohispano y nos diéramos cuenta de que uno
es demasiado conocido y el otro casi un fan-
tasma? El primero de ellos, fray Juan de Zu-
márraga (1468-1548), fue el primer obispo y
arzobispo de México, personaje protagonista
del surgimiento de la sociedad y de la estruc-
tura política, cultural y religiosa del virreina-
to de la Nueva España; el segundo, Cristóbal
Cabrera (1513-1598), ofició como sacerdote y
grafómano, y su biografía literaria abarca las
tierras mexicanas, la península ibérica y la Ciu-
dad Eterna.
El presente artículo hace una revisión de la
historiografía sobre estos dos personajes que
convivieron algunos años en la Ciudad de Mé-
xico, al inicio del obispado de Zumárraga. La
relación entre ambos, señalada por algunos es-
tudiosos (Alcina, 1984; Quiñones, 2011; Ruiz,
1977), tuvo unos vínculos literarios y traducto-
lógicos no muy conocidos que documentamos
y destacamos en la primera sección.
En segundo lugar, ofrecemos unas reflexiones
críticas sobre la labor traductológica en los lla-
mados “catecismos” de Zumárraga y otros es-
critos religiosos que se imprimieron durante
su episcopado, junto a la identificación de otro
catecismo impreso, obra de Gutierre González
(1468?-1527), que fue aprovechado tanto por el
francisano como por Vasco de Quiroga, primer
obispo de Michoacán, para el adoctrinamien-
to de peninsulares e indígenas en sus nacientes
obispados.
Por último, realizamos algunas aclaraciones
metodológicas y literarias en torno a algunas
obras de Cristóbal Cabrera, y seguimos la suer-
te traductológica de dos de sus obras en tierras
de la península itálica: Flores de consolacion y
Rosarium Beatae Benedictaeque et Almae Virginis
Dei genitricis Mariae. Estas obras cuentan con
varias ediciones, lo que, por un lado, refleja la
ciencia humanista y piedad mariana de este
autor y, por otro, invita a la profundización y
difusión de su rica producción literaria, que
todavía permanece inédita, aspecto que no
hace justicia a un verdadero novohispano que,
junto a dos grandes personajes de ese periodo,
Zumárraga y Vasco de Quiroga, nos revelan
muchas nuevas perspectivas y datos históricos
relevantes para la comprensión de esta etapa
novohispana de la historia de México.
Focalizando este caso que exponemos desde
la perspectiva del análisis de la historia de la
traducción en América Latina, de acuerdo con
Foz y Payàs (2011), los tratados bibliográficos
del siglo xix aportaron elementos abundantes
para profundizar en la investigación y el estu-
dio de autores y obras traducidas en América
Latina desde la Modernidad. No obstante, res-
pecto a las figuras de fray Juan de Zumárraga
y Cristóbal Cabrera, los resultados de la inves-
tigación se tornan en parte inesperados e inédi-
tos, lo cual aporta, en su conjunto, abundantes
líneas de investigación, concretas e innovado-
ras para el estudio de la historia del libro y de la
traducción al inicio del periodo novohispano.
1. Cristóbal Cabrera, traductor
impulsado por Zumárraga
Fray Juan de Zumárraga, primer obispo de
México, tuvo como secretario a Cabrera, al
menos algunos años entre finales de la segun-
da década y una parte de la tercera del siglo xvi
(Alcina, 1984, pp. 131-135). Esto ocurrió en el
contexto de la llegada del anciano franciscano,
que contaba cerca de sesenta años a su arribo a
Veracruz en el año de 1528, y que fungió como
protector de indios ante la primera audiencia
de México unos años, hasta que, en 1535, se
verificó su renuncia como protector de indios,
después de ser llamado a la Corte para solu-
cionar tajantemente la lucha por el poder en el
naciente virreinato de Nueva España (García
Icazbalceta, 1947; Ruiz, 1991, pp. 34-38).
Miguel Santiago Flores Colín268La traducción en la historia iberoamericana del libro, la edición y la lectura
Durante su estancia en la península ibérica, se
realizó la ordenación episcopal de Zumárraga
en el convento de San Francisco de Vallado-
lid, en Castilla, el 27 de abril de 1533, lo que
lo empoderó definitivamente como pastor de
la Iglesia del centro del virreinato. El obispo
preparó su regreso a Nueva España en 1534
con un importante séquito civilizatorio, com-
puesto por campesinos y artesanos (Gil, 2022,
pp. 586-588), además de un buen lote de libros
negociados entre él y el librero Benito Martí-
nez con Juan Cromberger para su traslado a
Nueva España. De aquellos, probablemente
un buen número fueron destinados para su bi-
blioteca personal o las bibliotecas de los fran-
ciscanos ya establecidos en algunos conventos
en la geografía del centro de México, mientras
otros, seguramente, fueron dispuestos para la
venta en el naciente virreinato (Griffin, 1991,
p. 118).
Cristóbal Cabrera, hoy conocido principal-
mente por su famoso poema “Dicolon Icasti-
chon”, que es el prólogo del Manual de adultos
publicado en 1540, el impreso mexicano más
antiguo conservado hasta la actualidad (Closa,
1976), fue acogido por Zumárraga, formado y
ordenado bajo su auspicio, como deduce Ruiz
(1977, pp. 63-64) por los mismos datos auto-
biográficos que Cabrera recoge en el prólogo
de una traducción que hizo y que abordamos a
continuación. Todo lo que nos narra transcurre
en un lapso de unos 11 años, de 1528 a 1539:
Por tanto lo que sea este trabajo, me pareció,
según Dios, a quien todo me debo, dedicarlo
a tu competencia. Pues además de que otro-
ra, casi niño, tan pronto como entré desde
España a la ciudad de México, me acogiste
en tu casa, me alimentaste y humanamente
me alentaste de nuevo, y con amor verdade-
ramente paternal me honraste siempre; me
diste también el subdiaconado y el diacona-
do, y finalmente por la gracia de Cristo se
procuró que en seguida por ti me fuera im-
puesta (indigno y débil adolescente) la honro-
sa carga del sacerdocio (en Quiñones, 2011,
pp. 345-346).
En sintonía con la aportación de Alcina
(1984), quedan pendientes de confirmación
documental, a excepción de escasos datos,
otros tales como su formación letrada recibida
en la península, junto a su actividad académica
clerical durante los años que trascurren en la
tercera década del siglo xvi . Al respecto, Vin-
del (1986) no da más luces acerca de esta etapa
de la vida de Cabrera. Los datos con los que sí
contamos son los esfuerzos del obispo Zumá-
rraga por la formación y educación de españo-
les, criollos e indígenas a través de los colegios
de niñas, cuyas primeras maestras llegan a Ve-
racruz en 1530 (Muriel, 2004), la llegada del
maestrescuela Álvaro Temiño a México hasta
el año de 1536, y mucho después, en 1541, del
doctor Juan Negrete, arcediano, ambos nom-
brados como miembros del cabildo de la ca-
tedral de México, y que más tarde formaron
parte del claustro académico fundador de la
Real Universidad de México (Castillo Flores,
2018, pp. 69-101).
Tampoco contamos con la fecha de su ordena-
ción sacerdotal. Pudiera ser que ya fuera cléri-
go o escribano de la Real Audiencia desde su
estancia en la Ciudad de México bajo la juris-
dicción de Zumárraga, y que fuera ordenado,
con la recomendación e incluso todavía por el
franciscano, ya bajo la jurisdicción de Vasco de
Quiroga en Michoacán, como proponen algu-
nos estudiosos (Arce, 2015, p. 21; León, 2024,
p. 166).
Otro dato relevante es que aparece su firma
como notario apostólico en la certificación de
la erección de la catedral de México en 1535,
como dejó asentado hace más de un siglo
García Icazbalceta en la biografía del primer
obispo de México y después repite en su Biblio-
grafía mexicana del siglo xvi (García Icazbalceta,
2017, p. 61).
Así pues, llegado el año 1539, dos hechos his-
tóricos involucrarán a nuestros personajes. El
primero por demás conocido y célebre, que
fue la instalación y puesta en funcionamiento,
Repensar la historia, circulación y traducción del libro al principio del periodo novohispano:
las traducciones y ediciones de fray Juan de Zumárraga y Cristóbal Cabrera (1539-1549)269Mutatis Mutandis. Revista Latinoamericana de Traducción Vol. 17, N.°2, 2024, julio-diciembre,pp.265-280
en la Ciudad de México, por mano del italiano
Giovanni Paoli o Juan Pablos, de la imprenta
de Juan Cromberger, el gran librero e impresor
sevillano que tiene el monopolio del mercado
de libros en Nueva España. Todo ello se verifi-
có hasta finales de dicho año, ya que, desde la
firma del contrato entre Cromberger y Pablos,
que tuvo lugar el 12 de junio y hasta su traslado,
desembarco en Veracruz y llegada a la capital
virreinal, transcurrieron algunos meses (Griffin,
1991, pp. 119-124).
No obstante, unos meses antes, ubicamos el
segundo evento que, aunque ha sido difundido
por destacados estudiosos como Burrus (1960)
y Quiñones (2011), no ha sido integrado en el
corpus de la historia del libro, de las bibliote-
cas, de las bibliografías y de la traducción en
América: en el mes de abril de ese mismo año
1539, se realizaba la Tercera Junta Episcopal,
que reunió a los obispos de México, Juan de
Zumárraga, el primer obispo de Michoacán;
Vasco de Quiroga, quien apenas había sido
consagrado en el mes de enero por el mismo
Zumárraga, y el obispo de Antequera, Juan
López de Zárate, hoy Oaxaca, como describe
y analiza Traslosheros (2019).
Cristóbal Cabrera, que para entonces ya había
pasado a ser secretario de Vasco de Quiroga,
con quien permaneció hasta su retorno a la
península, llegó a ser, como describe Escobar,
“su fiel discípulo, amigo y confidente” (2017,
p. 35). Junto a “Tata” Vasco, su prelado, había
asistido a dicha reunión eclesiástica.
Durante dicho acontecimiento, Cabrera em-
pleó parte de su tiempo en la traducción de
varios textos del griego al latín. El motivo de su
traducción lo describe en el prólogo manuscrito
de su obra conservada en la Biblioteca Vaticana
(Cabrera, 1559, fols. 173v.-188v.) y que
podríamos identificar como una de las primeras
traducciones documentadas en México:
[9] Pero voy a mi asunto. Ciertos religiosos
de la orden de Santo Domingo, tan insignes
en buenas costumbres y singular erudición
como para mí distinguidos amigos, en días
pasados me pidieron encarecidamente que
pusiera en latín Los argumentos de las Epís-
tolas de San Pablo y las demás católicas y
canónicas con algunas otras que circulaban
en griego dentro de la edición complutense.
[10] Una y otra vez había rechazado tal car-
ga, porque era muy superior a mis fuerzas,
y metido en muchísimas dificultades carecía
también de un alojamiento apropiado para el
silencio de los estudios, ya que estoy aloja-
do en esa mansión de México, donde todo es
ruidoso, turbulento y ensordecedor que más
bien lo llamarías una fragua que un taller li-
terario. [13] Por tanto, recibido el ofrecido
códice, yo mismo me recluí en un Museo sin
Musas. Y, luego que examiné cada uno de los
argumentos que iba a traducir, encontré los
mismos, casi todos, en un ejemplar de Basilea
(cuya copia me había facilitado tu caridad),
impresos con tipos más modernos y elegan-
tes. [14] Y así, de la confrontación de ambos
ejemplares, es decir, el complutense y el de
Basilea, de cualquier modo traduje los argu-
mentos griegos que corren anónimos, esto es,
de autor incierto, en todas las epístolas del
Nuevo Testamento; sin embargo, nadie por
esto los juzgue dignos de desprecio. (en Qui-
ñones, 2011, pp. 344-345. Seguimos esta tra-
ducción, algo diferente a la de Osorio, 1989,
sobre el mismo texto, p. 81)
De este modo, tenemos la certeza de que Cris-
tóbal Cabrera comparó el volumen 5 de la
Biblia Políglota Complutense1 que le habían
1 La Biblia Políglota Complutense es uno de los
monumentos filológicos y ecdóticos más grandes
del humanismo, realizado por un selecto y compe-
tente grupo de estudiosos, especialistas en hebreo,
griego y latín, entre los que destaca Diego López
de Zúñiga. Antonio de Nebrija y Erasmo fueron
invitados al proyecto, pero no participaron. El
príncipe de los humanistas, Erasmo de Rotterdam,
realizaba su edición crítica del Nuevo Testamento
de forma paralela, llegando a difundirla primero
que la Biblia Políglota, debido tanto a la muerte del
cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, francisca-
no y Arzobispo de Toledo, en noviembre de 1517
como a la aprobación vaticana del impreso, dada
Miguel Santiago Flores Colín270La traducción en la historia iberoamericana del libro, la edición y la lectura
prestado los dominicos de la Ciudad de México
con el ejemplar del Novum Instrumentum,
editado por Erasmo de Róterdam, que el
mismo obispo Zumárraga le había prestado. Los
textos patrísticos griegos de carácter pedagógico
del Pseudo Eusebio, Eutalio y Teodoreto de
Ciro que tradujo Cabrera (Flores, 2024)
precedieron, durante siglos, varios de los textos
neotestamentarios en su transmisión textual, y
todavía presentes en dichas ediciones impresas
de la Biblia de principios del siglo xvi , son
traducidos al latín por el secretario de Vasco
de Quiroga.
Igualmente interesante nos parece el que en la
Biblioteca Nacional de México, con el núme-
ro de sistema 342403, se conserva el ejemplar
de la Biblia Políglota Complutense que los do-
minicos de la ciudad de México le prestaron
por el papa León x solo en 1520, por lo que no
fue comercializada hasta 1521-1522. Los autores
de la revisión crítica para los volúmenes 1 al 4, que
contienen los libros del Antiguo Testamento, fue-
ron Alfonso de Zamora, Alfonso de Alcalá y Pablo
Coronel. En el volumen 5 participaron Demetrio
Lucas, Hernán Núñez de Guzmán, Juan de Ver-
gara y Diego López de Zúñiga. El texto latino fue
cuidado también por estos últimos tres estudiosos,
después de que Nebrija renunciara a su revisión
por discrepancias de método con Cisneros. El
editor, a la vez mecenas, mente creativa y directiva
del proyecto, Jiménez de Cisneros, fue promotor
y protagonista del llamado “humanismo español”,
que se desarrolló a finales del siglo xv y principios
del siglo xvi, con el auspicio de los reyes católicos,
grandemente influidos por la espiritualidad de la
devotio moderna, que buscó poner las Sagradas Es-
crituras y a los padres de la Iglesia al alcance del
estudio y la lectura de todos los cristianos, tanto
clérigos como laicos. Los cinco volúmenes del
texto bíblico crítico, más un sexto que contiene
un vocabulario bíblico, índices y una gramática,
superan las tres mil páginas. La edición constó de
600 ejemplares, o sea, 3600 volúmenes impresos,
sin duda una obra editorial sin precedentes para
su época, que superó a la primera edición del No-
vum Instrumentum de Erasmo, editado por Froben
en 1516, del que se imprimieron 1200 ejemplares
(Carbajosa y Serrano, 2014; Gonzalo, 2014).
a Cabrera para realizar su traducción. Lo ase-
guran la marca de fuego correspondiente y un
singular ex libris manuscrito que dice “Attinet
conventii sancti dominici Mexicensis”. Re-
portada la aparición de dicha valiosa edición
desde principios del siglo xx por el insigne bi-
bliotecario José María Iguíniz, ha sido referi-
da en varias de las historias de esta biblioteca
como uno de sus principales tesoros biblio-
gráficos (Carreño, 1950, p. 44; Iguíniz, 1943,
pp. 149-153).
La motivación pedagógica de la traducción
de Cabrera, como él mismo nos narró, queda
plasmada también en el marco del interés del
humanismo español de tinte cristiano (Pérez,
2013), que busca el regreso a las fuentes de la
Biblia y de los padres de la Iglesia como prin-
cipios de autoridad y de una tradición revisada
a través de los filtros de la filología y la crítica
textual, como hacen los grandes humanistas y
el mismo Cabrera.
Y si parece inverosímil que estas informaciones
hayan sido desconocidas a los bibliógrafos de la
Modernidad o decimonónicos, además de no
encontrar mayor atención por parte de los in-
vestigadores contemporáneos después de los
estudios de Burrus (1960) y Ruiz (1977), de la
publicación de traducciones castellanas de ori-
ginales latinos realizada por Quiñones (2011,
2012) y de los artículos de Alcina (1984) y Vin-
del (1986), encontramos solamente una tesis
doctoral en la Universidad de Salamanca sobre
este clérigo traductor (Torres, 2015), junto a su
inclusión en una antología de poesía novohis-
pana (Tenorio, 2010) y dos estudios sobre las
fuentes clásicas que utiliza en sus textos (Laird,
2013, 2017). Cabrera, calificado de singular ge-
nio poético, habilidad traductológica y erudi-
ción, que abarca las fuentes clásicas, bíblicas y
patrísticas, continúa siendo un autor descono-
cido; pero, sin duda, es uno de los pioneros del
humanismo novohispano (Flores, 2024).
La mayor parte de sus escritos, conservados
en la misma Biblioteca Vaticana, esperan la
Repensar la historia, circulación y traducción del libro al principio del periodo novohispano:
las traducciones y ediciones de fray Juan de Zumárraga y Cristóbal Cabrera (1539-1549)271Mutatis Mutandis. Revista Latinoamericana de Traducción Vol. 17, N.°2, 2024, julio-diciembre,pp.265-280
atención de más historiadores y filólogos que lo-
gren transformar su microhistoria novohispana
(González, L., 2011; Levi, 2019), para ser inclui-
do en el canon literario americano y mexicano, a
pesar de que sea uno de esos casos de autores y
textos conservados, pero no recordados.
Como sea, nunca es tarde para comprender que
la obra de Cristóbal Cabrera y sus traducciones
son un reto del orden de los libros que reflejan el
orden del discurso, como señala Chartier:
El orden de los libros tiene además otro sen-
tido. Manuscritos o impresos, los libros son
objetos cuyas formas ordenan, si no la impo-
sición del sentido de los textos que vehiculizan,
al menos los usos que pueden serles atribuidos
y las apropiaciones a las que están expuestos
[…]. Comprender los principios que gobiernan
el “orden del discurso” supone que se desci-
fren en rigor las leyes que fundan los procesos
de producción, de comunicación y de recep-
ción de los libros (y de los otros objetos que
vehiculizan lo escrito). Más que antes, los histo-
riadores de las obras literarias y los historiado-
res de las prácticas y reparticiones culturales
tomaron conciencia de los efectos de sentido
producidos por las formas materiales. En el
caso del libro, constituyen un orden singular,
totalmente distinto de otros registros de trans-
misión, tanto de las obras canónicas como de
los textos ordinarios. (2017, p. 20)
Desde esta perspectiva, retomando el análisis de
Foz y Payàs (2011) con relación al estudio de
las fuentes bibliográficas coloniales para la his-
toria de la traducción, uno de los dos motivos
por los que consideramos que la figura y obra
de Cristóbal Cabrera no fue incluida ni en la Bi-
blioteca mexicana de Eguiara y Eguren (1986) ni
en la Biblioteca hispano americana setentrional de
Beristáin de Souza (1883), se debe a que la se-
gunda tuvo como fuente la primera, y esta, a su
vez, se alimentó de las Bibliotheca hispana vetus y
Bibliotheca hispana nova, de Nicolás Antonio, tal
como señala Ernesto de la Torre Villar (Eguiara
y Eguren, 1986, pp. ccxxx-ccxxxi).
Aunque el bibliógrafo sevillano Nicolás An-
tonio vivió y trabajó sus catálogos bio-biblio-
gráficos y una parte los publicó en la Ciudad
Eterna, dedicó solo una discreta pero nutrida
entrada a Christophorus de Cabrera, como obser-
vó en su momento García Icazbalceta (2017,
p. 61), y tal como destaca Ruiz (1977, pp. 60,
65, 71, 80). No obstante, desconoció segura-
mente el manuscrito vaticano que contiene la
traducción greco-latina y el prólogo de Cabre-
ra arriba estudiados.
Nicolás Antonio aporta una referencia, que es
un tanto vaga, sobre el nexo novohispano de
Cristóbal Cabrera, cuando alude a otra de sus
obras, el Instrumento espiritual (Antonio, 1783,
p. 240), escrito también en castellano, así como
las desconocidas Flores de consolacion que abor-
damos en el tercer apartado, dedicado a las
traducciones italianas de las obras de Cabrera.
Esto no fue suficiente para que Eguiara y Egu-
ren lo tuviera en cuenta como autor que habitó
o escribió en Nueva España. Eguiara y Eguren
no logró vincular a Cabrera con Zumárraga y,
además, no encontró rastro de sus manuscritos
o impresos en las bibliotecas que consultó. Por
eso no lo reporta en su obra.
2. Los impresos traducidos
durante el episcopado de fray
Juan de Zumárraga (1539-1546)
Ahora los papeles se invierten. Como reproche
con tono criollo y nacionalista, dentro del es-
píritu de su época, José Mariano Beristáin de
Souza (1883, pp. 324-325), increpó a Nicolás
Antonio por no incluir una entrada sobre el
primer obispo de México en la primera edición
de su Bibliotheca hispana nova, impresa en Roma
en 1672. Fue hasta la segunda edición de dicha
obra, casi cien años después, que el editor de
esta, Rafael Casalbón, incluyó, de entre los pa-
peles o apuntes del mismo bibliógrafo sevillano,
datos vagos sobre el primer obispo de México y
sus impresos (Antonio, 1788, p. 408).
Miguel Santiago Flores Colín272La traducción en la historia iberoamericana del libro, la edición y la lectura
Beristáin de Souza, decidido a resarcir dicha
afrenta, describe así los impresos mandados a la
imprenta de Juan Pablos por el obispo francis-
cano, no sin antes destacar la escasez de dichos
ejemplares sobrevivientes, que solamente pudo
consultar en el deteriorado convento francisca-
no de Texcoco:
Doctrina Cristiana para los Niños. Imp. en
México por Juan Cromberger, 1543. Doc-
trina Cristiana muy provechosa de las cosas
que pertenecen a la Fe Católica y a nuestra
Cristiandad, en estilo llano para común inte-
ligencia. Imp. en México por Juan Cromber-
ger, 1544. 4. El Tripartito del Cristianismo y
consolatorio doctor Juan Gerson, de Doctri-
na Cristiana; traducido de Latín en Lengua
castellana, para el bien de muchos necesa-
rio. Imp. en México por Cromberger, 1544.
4. Compendio de la manera de cómo se han
de hacer las Procesiones compuesto en Latín
por Dionisio Riquel Cartusiano, y roman-
ceado para común utilidad. Imp. en México
por Cromberger, 1544. 4. Doctrina Cristiana
cierta y verdadera, para gente sin erudición,
ni letras, en que se contiene el Catecismo o
Información para indios con todo lo princi-
pal y necesario que el Cristiano debe saber y
obrar, con suplemento y Adiciones. Imp. en
México por Juan Cromberger, 1546. 4. Esta
doctrina, puesta en lengua mexicana, se im-
primió en México, en 1550, dos años después
de la muerte de su autor. Regla Cristiana bre-
ve para ordenar la vida y tiempo del cristiano,
que se quiere salvar, y tener su alma dispuesta
para que Jesucristo more en ella. Imp. en Mé-
xico por Cromberger, 1547 (Beristáin, 1883,
pp. 323-324).
Beristáin de Souza menciona cuatro catecis-
mos impresos durante el obispado de Zumárra-
ga y a él atribuidos, como hace con el volumen
descrito después en esas mismas páginas, el Li-
bro de Doctrina christiana (González, G., 1532),
que, como han demostrado y profundizado
algunos estudiosos (Gil, 1993; López, 2014),
es de autoría del sacerdote jiennense Gutierre
González, y cuya edición de 1532, señalada por
Beristáin, fue publicada por Juan Cromberger
en Sevilla y después publicada otras veces a lo
largo del siglo xvi (Flores, 2023).
Con todo esto, de acuerdo con lo establecido
por Miranda (2022), dicho Libro de doctrina
christiana, catecismo escrito en castellano e im-
preso en Sevilla, fue el primero usado por fray
Juan de Zumárraga en el obispado de México,
seguramente después de su regreso de la pe-
nínsula, precisamente en el año de 1534. Con
posteridad, continuando el mismo análisis de
Miranda, ese mismo catecismo de Gutierre
González fue mandado a imprimir, también
en Sevilla, por el obispo de Michoacán, Vas-
co de Quiroga, unos veinte años más tarde, en
1553.
Tenemos entonces un total de cinco catecismos
utilizados en el obispado de México durante el
episcopado de Zumárraga, uno impreso en Se-
villa y el resto en la imprenta de Juan Pablos.
Después de Beristáin, en el siglo xix, García
Icazbalceta describe bibliográficamente las
ediciones zumarraguianas (2017). Además de
las bibliografías de Medina y Valton, llamamos
la atención de las observaciones que Zulaica
(1991) hace sobre los impresos zumarraguia-
nos. Más tarde, a finales del siglo xx, además
de ser mencionados en diversas obras dedica-
das a los impresos mexicanos del siglo xvi, los
catecismos e impresos del fraile son estudiados
de forma disímil por Gil (1993), lo cual ha pro-
vocado algunas críticas (Egío, 2022, pp. 157-
158). Existen otros estudios, durante estos
años, que abarcan algunos de los catecismos de
forma específica (Aguirre, 2010; Alejos-Grau,
1991; Zumárraga et al., 1994).
Recientemente, Egío (2022, pp. 154-190) cues-
tionó tanto el contexto en el que hay que con-
siderar la labor catequética de fray Juan de
Zumárraga, que no quedaría ceñida a los textos
mandados a imprimir durante su episcopado,
se atribuyan o no a él, sino también los cate-
cismos dominicos de la primera mitad del si-
glo xvi relacionados con el obispo franciscano,
Repensar la historia, circulación y traducción del libro al principio del periodo novohispano:
las traducciones y ediciones de fray Juan de Zumárraga y Cristóbal Cabrera (1539-1549)273Mutatis Mutandis. Revista Latinoamericana de Traducción Vol. 17, N.°2, 2024, julio-diciembre,pp.265-280
así como los textos de Alonso de Molina. No
obstante, Egío no menciona en su análisis el
catecismo de Gutierre González, por lo que si
bien coincidimos en el hecho de que se trata de
una tarea hercúlea, se deben tener en cuenta, en
el estudio del programa catequético del obispo,
todos los textos mencionados por Egío, junto
con las influencias erasmistas de forma equili-
brada y las de la espiritualidad de la devotio mo-
derna que han señalado Alejos-Grau (1991) y
Adeva (Zumárraga et al., 1994).
Además de esto, proponemos tener en cuenta
también, en el marco conceptual y teológico de
fray Juan de Zumárraga reflejado en los impre-
sos catequéticos estudiados, la posesión, lectura
y cita de textos de autores como ya los mencio-
nados, Juan Gerson y Dionisio el Cartujano,
pero igualmente a Alonso Fernández de Madri-
gal, alias El Tostado; Landulfo de Sajonia, alias
El Cartujano; el antiluterano Josse Clichtove o
el dominico Tomás de Vio, alias El Cardenal
Cayetano, entre otros, que no han sido tan men-
cionados como posibles influencias o lecturas
de Zumárraga, pero que estuvieron bien repre-
sentados en la biblioteca personal del obispo
franciscano (Gil, 1993, pp. 648-661).
La tarea queda pendiente, como dijimos, coin-
cidiendo con lo expuesto por Egío:
Las doctrinas de Zumárraga figuran entre los
ejemplos más paradigmáticos de un contexto
intelectual complejo, en el que se entrecruzan
influencias de diversa procedencia y motiva-
ciones de distinto signo. El reexamen de los
breves catecismos de Zumárraga en el marco
de las investigaciones actuales sobre la amplia
circulación, carácter pragmático y funciona-
lidad de la literatura catequética publicada en
los espacios de misión de la Primera Moder-
nidad, permite ampliar nuestro conocimiento
sobre esta interesante convergencia de moti-
vaciones –prácticas y teóricas, pragmáticas y
espirituales— de la que resultaron las prime-
ras doctrinas mexicanas. (2022, p. 188)
El status quaestionis que resumimos en estas lí-
neas es que además de la necesidad de revisión
del contexto general sobre las fuentes, las in-
fluencias y el corpus completo de las obras ca-
tequéticas desarrolladas durante el episcopado
de fray Juan de Zumárraga y que reciben su
influencia espiritual y doctrinal, quedan las
preguntas hechas, pero que todavía no encuen-
tran una respuesta definitiva: ¿son estos textos
catequéticos meras traducciones o paráfrasis
de otras obras, sean latinas o castellanas, ver-
tidas al castellano o al náhuatl? Y ¿qué papel
desempeñó el obispo franciscano en dichas
traducciones o construcción catequética de los
mismos, incluyendo adiciones o textos in exten-
so de otros autores, a su vez tomados de textos
castellanos o traducidos, con motivos de salva-
guardia de la ortodoxia?
Las respuestas, en parte, se visualizan en las
ediciones críticas de las obras de Gerson y
Dionisio el Cartujano salidas de la imprenta
de Juan Pablos, de modo que se puedan tener
más elementos críticos para afirmar, o no, si
son tomados y parafraseados de otros impre-
sos, o son de hecho traducciones elaboradas
por el mismo Zumárraga o por alguno de los
personajes de su entorno, como los ya men-
cionados Cristóbal Cabrera, el maestrescuela
Álvaro Temiño o el doctor Juan Negrete, o los
dominicos o franciscanos maestros y teólogos
presentes en la tercera y cuarta década del si-
glo xvi en la Ciudad de México. Esto mismo
se aplica al resto de las obras catequéticas en
castellano, teniendo ahora en cuenta el prece-
dente de la obra de Gutierre González.
Para el caso de los textos en lengua náhuatl,
ya que no han sido considerados en estudios
precedentes, evocamos las figuras de los canó-
nigos Diego Velázquez y Juan González (Cas-
tillo Flores, 2018, p. 72-74), ambos miembros
del primer cabildo catedralicio de México, y
que antes habían sido párrocos de indios con
algunos años de experiencia y aprendizaje, y
fueron conocedores del náhuatl, y en el caso
de Velázquez, también del otomí. En ese pe-
riodo, antes de la erección del obispado y de
la catedral en 1534, y después, en esos cinco a
Miguel Santiago Flores Colín274La traducción en la historia iberoamericana del libro, la edición y la lectura
diez años que transcurren hasta la impresión
de los catecismos zumarraguianos, pudieron
haber sido colaboradores efectivos del obispo
de México en la elaboración, edición e impre-
sión de esas obras.
De todo lo dicho se desprende la validez del
cuestionamiento de López (2014, pp. 276-277)
acerca de la necesidad de revisar los textos
castellanos y náhuatl de los catecismos “man-
dados” a imprimir por Zumárraga, para distin-
guir mejor las posibles dependencias textuales
o pedagógicas del Libro de Doctrina christiana,
de Gutierre González, y de que sea también
fuente común o no del catecismo de Constan-
tino Ponce de la Fuente. Del mismo modo,
como lo propone para el conjunto de la obra
de Quiroga, Miranda asevera:
Los alcances de esta propuesta reflejada en
el Libro de Doctrina de la Cristiana Religión, es
necesario colocarlos en donde el plan de Qui-
roga los sitúa con una idea clara de construc-
ción de un mestizaje cultural sobre la base de
una antropología que toma en cuenta al hom-
bre y su circunstancia. Así, hace falta contem-
plar este libro como pieza complementaria
del plan total diseñado por el oidor obispo, y
ponerlo al lado de su “Tratado sobre la igual-
dad humana, la libertad y la mixta policía”
conocido con el anodino título de Información
en Derecho, o de sus Reglas y Ordenanzas de los
Hospitales y del mismo testamento del obispo
que tanto nos ilustra sobre las virtualidades
de su proyecto para construir el soñado desa-
rrollo de una sociedad mexicana, equilibrada
por la libertad ilustrada y la justicia participa-
tiva gracias al desarrollo de la doble vertiente
de la mixta policía. (2022, pp. 39-40)
3. Cristóbal Cabrera, traductor
y traducido en tierras italianas
(1548-1584)
Primero tenemos que aclarar que la traducción
castellana de la obra latina de Cabrera titulada
Meditatiunculae, como el mismo Antonio (1783,
p. 240) supuso y de ahí se vino repitiendo por
los bibliógrafos y estudiosos —a excepción
de Ruiz (1977, pp. 101-103)—, no es tal, sino
que en realidad proviene del texto latino De
consolatione theologiae, del dominico Johannes
de Dambach o Johannes de Tambaco (1288-
1372), texto homónimo de una obra de Juan
Gerson (Rittgers, 2012, pp. 55-57). La obra
se ha transmitido en manuscritos e impresos
incunables, como el ejemplar salido de las
prensas de Georgius Mittelhus en París, el
año 1493 (Yhmoff, 1987, p. 86), que se con-
serva con el número de sistema 404483 del
Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional de
México. También cuenta con ediciones varias
en el siglo xvi (Hartmann, 2007, pp. 614-623).
Lo que ocurrió en realidad es que Cabrera
realizó la traducción castellana titulada Flores
de consolacion del texto latino del dominico
mencionado, partiendo de un texto manuscrito
que fray Juan de Zumárraga entregó para
lectura espiritual de Juana de Zúñiga, marquesa
del Valle y segunda esposa de Hernán Cortés
(Vicens, 2021). Ella, a su vez, “mandó traducir”
al mismo Cabrera dicho texto, tal y como se
lee en el prólogo de la obra, que Ruiz (1977,
pp. 102-103) copió de la noticia que Bartolomé
José Gallardo, bibliógrafo del siglo xix, había
dado del impreso de esa misma traducción
de Cabrera, el cual había tenido ante sus ojos
y que después estuvo extraviado por largo
tiempo.
Como antes, es necesario citar in extenso dicho
prólogo para dejar que Cabrera nos relate su
trabajo traductológico. En la edición impresa
(Cabrera, 1549), este texto ocupa los folios 6v.,
7r., 7v. y 9r.:
A la muy ilustre y muy generosa Señora, la
Señora Doña Juana de Zúñiga, marquesa
del Valle. El intérprete salud: Las flores de
consolacion que el señor obispo de Méjico en-
vió a vuestra señoría como ilustre señora, y
vuestra señoría me mandó traducir de latín
en castellano, traduje de corrida en aquellas
horas que pude hurtar a mi familiar estudio.
Repensar la historia, circulación y traducción del libro al principio del periodo novohispano:
las traducciones y ediciones de fray Juan de Zumárraga y Cristóbal Cabrera (1539-1549)275Mutatis Mutandis. Revista Latinoamericana de Traducción Vol. 17, N.°2, 2024, julio-diciembre,pp.265-280
No fui tan supersticioso intérprete, que deja-
se de quitar o poner, o mudar algo cuando el
tiempo y lugar lo requería: porque todo era
menester para poner en concierto las escobas
desatadas que topé. Tal era el estilo; era tan
conciso y mal ceñido, que pudiera con más
razón decir dél el emperador Calígula lo que
dijo del de Séneca, que parecía arena sin cal.
El libro vino a mis manos escripto de mano y
de tal letra, que algunas veces era menester el
ingenio de Delio el nadador, o la adevinanza
de Edipo para acertar lo que quería decir. No
fue menos trabajo buscar los originales destas
Flores para sacar a la luz la verdad [...] De
buena gana hice lo que pude en la traducción
de este libro; si no va mi romance tan polido
como lo hilan algunos retóricos castellanos,
no es de maravillar; porque al cabo de tan-
to tiempo como ha que peregrino por estas
tierras y naciones bárbaras, donde se tracta
más la lengua de los indios que la española,
y donde se tiene por bárbaro el que no es bár-
baro entre los bárbaros, no es mucho que esté
olvidado de la elegancia de la lengua caste-
llana. cuanto más que yo no soy muy curio-
so del romance; véolo poco, trátolo poco, sé
bien que no lo sé bien. Tomemos el tronco,
que es la doctrina; dejemos las ramas, que
son las palabras… En Cuernavaca, o como
los indios dicen, Cohaunauac, el más fresco
y apacible pueblo de la Nueva España, 25 de
Mayo (Fernández de Córdoba, 1549, fols.
6v., 7r.-7v., 9v.).
Esta traducción fue elaborada en territorio no-
vohispano, antes del regreso del entonces se-
cretario de Quiroga a su natal Castilla, ya que
su regreso a la península ocurre entre 1544 y
1546, también motivo de discusión de algunos
estudiosos (Alcina, 1984, pp. 131-132, 136-137;
Ruiz, 1977, p. 65).
La clave que aclara toda esta confusión biblio-
gráfica, histórica y traductológica es la apa-
rición del impreso de Flores de consolacion en
la Biblioteca de la Universidad Complutense
de Madrid con el número oclc 1025152046,
que ya citamos, donde actualmente ha sido
digitalizado (Fernández de Córdoba, 1549). Este
ejemplar, como informa su correspondiente
ficha catalográfica, ingresó en la Biblioteca
Histórica de dicha universidad procedente de
la Facultad de Filología en 2000 y tiene el ex
libris de la Librería de la Casa Profesa de la
Compañía de Jesús de Madrid en la portada.
Si bien Andrew Laird reporta la noticia sobre
el mismo impreso de dicho repositorio en
2020 a través de la noticia del investigador
mexicano Andrés Íñigo Silva, no indica el
texto del cual traduce Cabrera y supone que
el texto castellano agrupa sentencias clásicas y
patrísticas de tipo consolatorio (Cogut Institute
for the Humanities, Center for the Study of
the Early Modern World, 2020). Por otro lado,
la ubicación del ejemplar digitalizado y la
identificación del texto fuente se han realizado
recientemente (Flores, 2024).
De esta forma, comprobamos que aunque
proviene de la misma imprenta y fue impreso
un año después, 1549, por Francisco Fernández
Córdoba en Valladolid, es un texto diferente a
las Meditatiunculae, ampliamente descrito por
Alcina (1984, pp. 139-143). Efectivamente, se
conservan de esta obra la versión manuscrita e
impresa en lengua latina (Ruiz, 1977, pp. 103-
104). Así, por medio de la revisión del impreso
de Flores de consolacion, pudimos encontrar el
texto fuente, como señalamos, escrito por el
dominico maestro de París y del que, por otro
lado, existe una versión castellana vinculada
históricamente a la figura del antipapa
Benedicto xiii , conocido como el Papa Luna
(Sampedro, 1994).
Y como parece que no terminan las
coincidencias, un libro misceláneo en octavo,
que se conserva en el Fondo Reservado de la
Biblioteca Nacional de México, contiene el
texto manuscrito del De consolatione theologiae,
catalogado por su incipit con el número de
sistema 342750, acaso el mismo del que tradujo
Cabrera, o testigo de que esa obra circulaba
de forma manuscrita en Nueva España, tal y
como lo describe Carreño:
Miguel Santiago Flores Colín276La traducción en la historia iberoamericana del libro, la edición y la lectura
Inmediatamente después viene manuscrito
un tratado sobre la Consolación, en hermo-
sa letra gótica, en latín, y ocupa 69 pequeños
folios […]. Ahora bien: sin prejuzgar de la
mayor o menor importancia que cada com-
posición de éstas tenga, y prescindiendo de
lo manuscrito ¿se conservarán muchos ejem-
plares de estos libros diminutos? No es fácil
y, en consecuencia, bien pueden tenerse por
rarísimos. (1950, pp. 45-46)
El ciclo de Flores de consolacion en su versión
castellana, no obstante, parecía no cerrarse,
como de hecho se ha demostrado, ya que An-
tonio (1783, p. 240) y Ruiz (1977, pp. 104-105)
reportaron, en su momento, una traducción
italiana de esta obra que ambos biógrafos re-
mitieron a la autoría de Cabrera y que, de he-
cho, sí fue reportada en el siglo xviii por una
obra bibliográfica que recoge impresos italia-
nos raros (Haym, 1773).
Así, hemos logrado ubicar que no son una sino
tres las ediciones italianas de la versión caste-
llana del texto de Cabrera, con el título Fiori
di consolatione, y se pueden consultar digitali-
zadas procedentes, la primera, de la Biblioteca
Nacional Central de Florencia, del año 1557
(Valencia, 1557); la segunda, de la Biblioteca
Nacional de Nápoles, del año 1558 (Valencia,
1558); y, por último, la referida de 1562 (Va-
lencia, 1562), procedente del ejemplar de la Bi-
blioteca Universitaria Alessandrina de Roma,
cuya portada se atribuye a un fraile dominico
llamado Tomás de Valencia y se declara tra-
ducida al italiano por Pietro Lauro Modonese
(Bombardini, 2014; Dini, 2005).
El segundo caso de otro escrito de Cristóbal
Cabrera que conserva la imprenta en Italia es
la obra titulada Rosarium Beatae Benedictaeque
et Almae Virginis Dei genitricis Mariae, publicada
bajo su autoría y dedicada al papa Gregorio xiii,
como demuestra el grabado que se encuentra
en dicho impreso de 1584, de acuerdo con el
ejemplar digitalizado que se conserva en la
Biblioteca Nacional Central de Roma (Cabrera,
1584). Aquí nos hallamos con un texto trilingüe
que primero presenta la dedicatoria al papa en
latín, para después incluir en italiano y español
prólogos al pío lector. El cuerpo del texto
contiene meditaciones sobre la vida de la Virgen
María partiendo de los textos neotestamentarios
en latín, acompañados de una meditación
escrita en versos métricos en cada una de las
tres lenguas, siempre en este orden: castellano,
italiano y latín. En este impreso se observa el
genio poético y traductológico del sacerdote
castellano, que alguna vez fue novohispano, y
que dejó sus letras e impresos con huellas de
ambos lados del Atlántico, junto a una riqueza
humanista que está todavía por estudiar en
muchos otros de sus escritos inéditos, para
que pueda ser menos desconocido y mejor
comprendido.
4. Conclusiones
De acuerdo con lo expuesto, podemos estable-
cer el contexto histórico y documental de ese
repensamiento de la actividad traductológica
presente, tanto en la obra catequética impre-
sa durante el obispado de fray Juan de Zu-
márraga como de algunos textos poéticos de
Cristóbal Cabrera que alcanzaron la imprenta.
Como se ha demostrado, la labor de los biblió-
grafos de la Modernidad, aunque muy valiosa,
no es siempre definitiva y debe ser revisada y
actualizada.
Por otro lado, es necesario tener en cuenta
que la utilización de textos de autores que se
desconocen o que se omiten, ya sea porque se
consideran conocidos por los contemporáneos
o porque el que traduce y publica no estima
necesario que el lector sepa la procedencia del
texto, no necesariamente por ocultamiento, fue
una práctica todavía muy presente en la prime-
ra mitad del siglo xvi, continuando la tradición
medieval: simplemente se tomaba un texto y
se usaba en el texto que se copiaba o imprimía.
Todavía está un poco lejana la época en que,
como señala Chartier (2017), se forma y aplica
el concepto de autor con relación al mercado
del libro en la Modernidad.
Repensar la historia, circulación y traducción del libro al principio del periodo novohispano:
las traducciones y ediciones de fray Juan de Zumárraga y Cristóbal Cabrera (1539-1549)277Mutatis Mutandis. Revista Latinoamericana de Traducción Vol. 17, N.°2, 2024, julio-diciembre,pp.265-280
Tener en cuenta estos dos aspectos teóricos
para la historia de la traducción latinoameri-
cana al principio del periodo novohispano en
México es fundamental, no solo para los ca-
sos estudiados, sino también en general para
muchas de las obras catequéticas y religiosas
publicadas durante esta época.
Seguir la ruta que hemos trazado tendrá una
proyección interdisciplinaria cuando los re-
sultados obtenidos en el estudio de los textos
novohispanos vistos desde sus fuentes y tra-
ducciones se vayan transfiriendo al campo his-
toriográfico y se apliquen en nuevas ediciones
críticas de textos y traducciones, y se aborde a
sus autores, tal y como ellos se concebían y se
reflejaban en su propio ámbito cultural.
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Cómo citar este artículo: Flores Colín, M. S. (2024). Repensar la historia, circulación y traduc-
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