“Hacer la temporada”: mujeres y hombres de Santiago del Estero en el mercado de trabajo del turismo marplatense (Argentina, segunda mitad del siglo XX)*

 

Resumen

El artículo aborda algunas experiencias de mujeres y hombres de Santiago del Estero que trabajaron en el sector hotelero y gastronómico de la ciudad de Mar del Plata en la segunda mitad del siglo XX. Se exploran algunos de los imaginarios construidos en torno a la ciudad balnearia, así como los contextos materiales y las redes familiares o de sociabilidad que habilitaron la migración. Por último, se enfoca en algunas situaciones que dan cuenta de que, si bien el sector presentaba ciertos beneficios, a la vez exponía a quienes trabajaban en este sector a situaciones donde eran vulnerables.

Palabras clave:

migración, trabajo, turismo, hotelería, gastronomía


Abstract

The article addresses some experiences of women and men from Santiago del Estero employed in the hospitality and gastronomy industry in Mar del Plata city in the second half of the 20th century. This work explores some imaginaries built around Mar del Plata and the material contexts and family or social networks that enabled migration. Finally, it’s focused on some situations that show that, although the sector presented certain benefits, at the same time, it exposed the workers to vulnerabilities.

Keywords:

migration, work, tourism, hospitality industry, gastronomy

Resumo

O artigo trata de algumas experiências de mulheres e homens de Santiago del Estero que trabalharam no setor hoteleiro e gastronômico da cidade de Mar del Plata na segunda metade do século XX. Exploram-se alguns dos imaginários construídos em torno da cidade balneária, bem como os contextos materiais e as redes familiares ou de sociabilidade que permitiram a migração. Por fim, enfocam-se algumas situações que mostram que, embora o setor apresentasse certos benefícios, ao mesmo tempo expunha os trabalhadores a vulnerabilidades.

Palavras-chave:

migração, trabalho, turismo, hotelaria, gastronomia


Introducción

En la edición del mes de febrero del año 1967, la revista Parabrisas publicó una nota en la que, entre otras cosas, se preguntaba a dónde van los marplatenses a vacacionar:

“¡A Río Hondo!” ¿Por qué precisamente a Río Hondo? En parte, por supuesto, porque la temporada de la famosa terma santiagueña es de invierno, o sea que “descoincide” cómodamente con la temporada de verano en la cual todos los marplatenses, quien más quien menos, tienen muchísimo que hacer. Pero Río Hondo no es el único lugar de invierno que tiene la República Argentina. La explicación, entonces, es otra: gran cantidad de hoteleros marplatenses tienen también establecimientos en Río Hondo, o viceversa.1

Desde mediados del siglo XX, los casi 1600 kilómetros que distancian Mar del Plata, en la costa de la provincia de Buenos Aires, de Río Hondo, en la provincia de Santiago del Estero, fueron “acortados” gracias a los vínculos que existían entre dichas ciudades. No solo los marplatenses iban a vacacionar a Río Hondo y a disfrutar de sus aguas termales, como señalaba la nota, sino que el desarrollo del turismo en ambas localidades, en temporadas complementarias, dio lugar a la existencia de vínculos empresariales y laborales.2 El hecho de que Mar del Plata fuera un destino turístico privilegiado durante la temporada de verano y Las Termas de Río Hondo lo fuera desde Semana Santa hasta el mes de octubre3 dio lugar a una importante circulación de mano de obra de origen santiagueño que realizaba trabajos similares en las dos ciudades, principalmente en hoteles y restaurantes. Sin embargo, no fue la única ciudad de la que provino mano de obra con destino a Mar del Plata, sino que también lo hicieron personas procedentes de distintas zonas y localidades de la provincia de Santiago del Estero. Si en el caso de quienes procedían de Las Termas su particularidad radicaba en la realización de trabajos similares y, por lo tanto, en migraciones estacionales, aquellos originarios de otras ciudades tendieron a radicarse de manera definitiva en la ciudad balnearia.

Históricamente, la provincia de Santiago del Estero se caracterizó por expulsar población económicamente activa. Para mediados del siglo XX, como señaló Gino Germani, las migraciones internas habían afectado a una cuarta parte de la población del país y el porcentaje de personas que vivían en una jurisdicción diferente a la de origen ascendía al 25.2%. La mitad de ellos se encontraba en el área del Gran Buenos Aires y el 28% en la zona del litoral. Si se focaliza en la provincia de Santiago del Estero, se encuentra que, para 1947, el 26% de su población vivía fuera de ella, cifra que para 1970 ascendía al 45%.4 En un primer momento, fueron trabajadores rurales varones quienes migraban a los grandes centros urbanos del país, principalmente a la zona del conurbano bonaerense.5 Entre 1947 y 1960, alrededor de 98 mil personas se trasladaron desde la provincia de Santiago del Estero a la región del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), convirtiéndose en la segunda corriente migratoria de mayor volumen de personas, después de la proveniente de la provincia de Entre Ríos.6 Entre ellas, las mujeres jóvenes también tuvieron un papel significativo ya que migraron a las grandes ciudades para insertarse principalmente en el servicio doméstico.7 En ese contexto, Mar del Plata, ubicada sobre la costa atlántica, 400 kilómetros al sur del AMBA, también recibió migrantes de Santiago del Estero, tanto de origen rural como urbano. A diferencia del AMBA, la ciudad balnearia no solo fue el destino de migraciones permanentes, sino también de las temporales, es decir, aquellas que implicaban el regreso periódico al lugar de origen (o el desplazamiento a otras zonas del país).

El foco en la ciudad de Mar del Plata cobra sentido por su desarrollo como centro de turismo a lo largo del siglo XX, el cual fue acompañado de un incremento en la infraestructura necesaria para satisfacer las demandas de los turistas. Las ofertas de servicios se adecuaron a las transformaciones del perfil del turismo que recibía la ciudad (de un balneario de elite, a principios de siglo, a un balneario de “turismo social” en la segunda mitad) y de ello dependía parte de las características que adquiría el trabajo en el sector. Particularmente, el aumento de establecimientos que satisfacían las necesidades de alojamiento y alimentación dio lugar a una amplia oferta de trabajo para una cantidad de hombres y mujeres de diversos orígenes que encontraron allí una forma de acceso al mercado laboral.8

Allí, las personas provenientes de Santiago del Estero se concentraron en determinados puestos laborales del sector hotelero y gastronómico, dando lugar a una división del trabajo asentada sobre desigualdades de género, clase y origen migratorio que asoció distintas funciones, habilidades y espacios de trabajo a hombres y mujeres según su género y lugar de procedencia. Mientras las familias inmigrantes de ultramar (italianos, vascos y españoles) tuvieron una significativa participación en el sector como cuentapropistas al frente de establecimientos familiares,9 los migrantes internos proveyeron una importante cantidad de mano de obra para los puestos de menor jerarquía.10 Así, sus oportunidades de inserción laboral no fueron las mismas que las de los migrantes de origen europeo que habían llegado en la primera mitad del siglo XX, ya que la segmentación de los mercados de trabajo los ubicó en una posición subordinada respecto de aquellos considerados mano de obra “local”.11 A ello se le suma el hecho de que ambos procesos migratorios se llevaron a cabo en diferentes contextos económicos y de desarrollo del capitalismo argentino que habilitaron posibilidades diferenciadas para cada uno de los grupos en el marco de los mercados de trabajo urbanos.12

En este artículo se propone abordar algunas experiencias de mujeres y hombres de Santiago del Estero que fueron empleados en el sector hotelero y gastronómico de la ciudad de Mar del Plata en la segunda mitad del siglo XX. En dichas experiencias, migración y trabajo fueron prácticas y vivencias inescindibles. Tanto la migración (temporal o permanente), como la inserción en el mercado de trabajo eran sostenidas o facilitadas por redes familiares o relaciones de paisanaje. Si para las décadas centrales del siglo XX la historiografía ha puesto el foco en aquellas experiencias típicas de trabajo afines al modelo androcéntrico propio de la sociedad salarial (individual, masculino, industrial, estable, atado a un puesto fijo, regulado, etcétera), este artículo se focaliza en experiencias que no se ajustaban a dicha caracterización. Por un lado, busca dar cuenta de la extensión, para ciertos sectores de la población, de la práctica de circulación o desplazamiento periódico dentro del país con fines laborales. Aunque ello ya ha sido señalado y analizado para quienes se desempeñaban en tareas agrícolas, son menos los estudios centrados en la circulación de personas entre mercados de trabajo urbanos.13 Por otro lado, se analiza la dimensión colectiva que adquiría el trabajo en el contexto de las migraciones, ya que no era una experiencia individual, sino que era compartida por una red de relaciones familiares o de paisanaje. ¿Por qué las personas de Santiago del Estero elegían Mar del Plata como destino laboral? ¿Qué expectativas tenían? ¿Qué representaciones e imaginarios construían sobre la ciudad? ¿Qué papel cumplieron las familias y las relaciones de paisanaje en las experiencias migratorias y en el acceso al mercado de trabajo? ¿De qué manera las actividades derivadas del turismo se erigieron como un nicho del mercado de trabajo en el que se concentraron migrantes internos?

A partir de un heterogéneo corpus de fuentes que incluye siete entrevistas en profundidad, sentencias judiciales del Tribunal de Trabajo Nº 2 de la ciudad de Mar del Plata, expedientes de los Tribunales de Trabajo conservados en el Archivo Museo Histórico Municipal Roberto T. Barili, notas periodísticas y una carta, se intenta dar respuesta a dichos interrogantes y explorar algunas de las formas que adquirió la inserción y la participación de personas migrantes en el mercado de trabajo marplatense. Para ello, se organizó el artículo en tres apartados. En primer lugar, se exploran algunos de los imaginarios construidos en torno a la ciudad balnearia, así como los contextos materiales y las redes familiares o de sociabilidad que habilitaron la migración. Luego, se analizan las características que presentaba el trabajo en el sector hotelero y gastronómico y que lo hacían atractivo para las personas migrantes. Por último, se focaliza en algunas situaciones que dan cuenta de que, si bien el sector presentaba ciertos beneficios, a la vez exponía a los trabajadores a vulnerabilidades.

1. “Cuando sea grande, me voy a Mar del Plata”

En el año 1958, Jorge, el mayor de ocho hermanos que vivían junto a su madre en un paraje rural a 46 kilómetros de la capital de Santiago del Estero y a 30 kilómetros de la ciudad Las Termas de Río Hondo, motivado por las experiencias de algunos conocidos de su provincia natal, decidió emprender un viaje a Mar del Plata en busca de mejores condiciones de vida para él y su familia. Con 18 años, arribó a la ciudad, y dos días después de su llegada, estaba trabajando en una confitería que se había abierto recientemente.

Venía de una zona rural de la provincia de Santiago del Estero en la que las necesidades económicas apremiaban y en donde el trabajo consistía principalmente en ordeñar cabras o cultivar la tierra. En Mar del Plata se encontró con un mundo totalmente diferente al cual tuvo que habituarse. Como dijo su hermano, Jorge se empleó como mozo, “mozo atrevido”, porque llegó desde su provincia natal sin profesión alguna y, menos aún, experiencia en atención al público. Así, debió adaptarse a la oferta del mercado de trabajo marplatense y, más allá de su inexperiencia para el contacto con la gente, logró insertarse en el sector gastronómico. Un tiempo después, arribó a la ciudad el siguiente de sus hermanos, Pedro, quien también encontró trabajo en otro sector asociado al turismo: el Casino de Mar del Plata.14

Durante la segunda mitad del siglo XX, en la ciudad de Mar del Plata, el mercado de trabajo erigido en torno al turismo presentó gran dinamismo y constituyó un foco de atracción de mano de obra proveniente de distintas regiones del país no solo por las oportunidades que ofrecía, sino también por las representaciones e imaginarios construidos en torno a la ciudad que circulaban entre los “paisanos” y que, muchas veces, trascendían la dimensión laboral. Si para algunos Mar del Plata era el lugar en el que aspiraban vacacionar en algún momento de sus vidas, para otros era el lugar que les permitiría el acceso a mayores posibilidades laborales y a una mejor calidad de vida. En ese sentido, Hugo, hermano menor de Jorge y Pedro, quien se instaló allí casi 20 años después que sus hermanos, recordó: “Se hacía mucha plata. Yo era niño. Yo recuerdo que [mi hermano] nos llevaba de todo y allá en mi mente ya estaba ‘cuando sea grande, me voy a Mar del Plata’”.15 A partir de las experiencias de sus hermanos mayores, durante su niñez Hugo había construido ciertas representaciones sobre la ciudad que la posicionaban como un destino al que aspirar. Era el lugar que podría garantizarle una mejora en sus precarias condiciones de vida.

La experiencia de la familia de Hugo no es excepcional, pues se enmarca en un proceso más amplio de migraciones desde el interior hacia las zonas del litoral de Argentina.16 En ese sentido, a pesar de la distancia que existía entre Mar del Plata y Santiago del Estero, la estacionalidad del trabajo en el sector del turismo marplatense generaba oportunidades para quienes deseaban ausentarse de su lugar de origen solo por unos meses o combinarlo con otras labores que realizaran en otras zonas del país. Sin embargo, muchos de esos migrantes estacionales, luego de cierto tiempo de trasladarse periódicamente, optaban por instalarse de manera definitiva en la ciudad.17 Para el año 1947, Mar del Plata era una de las ocho ciudades del país que contaban con más de 100 mil habitantes18 y, casi un cuarto de siglo después, según estimaciones de la Municipalidad del Partido de General Pueyrredon, presentaba un saldo migratorio favorable del 2.7% anual, porcentaje que se mantuvo prácticamente estable a lo largo de toda la década de los setenta.19

Si bien fueron muchas las personas que por entonces se asentaron en la ciudad balnearia y la hicieron crecer en población y extensión, otras tantas optaban por trasladarse a la ciudad solo durante los meses de la temporada estival y desempeñarse en alguna actividad asociada al turismo. En ese sentido, en abril de 1967, el diario La Capital de Mar del Plata publicaba una nota en la que sostenía que: “De las provincias llegan miles de hombres y mujeres para hacer la temporada (…) El trabajador de provincia sueña ingenuamente con Mar del Plata como una especie de Jauja, donde resolverá todos sus problemas por medio del trabajo”.20 A pesar de la “ingenuidad” que el diario asignaba a las personas migrantes por creer que Mar del Plata era una ciudad en la que reinaban la prosperidad y la abundancia, lo cierto es que, en muchos de los casos, significó el acceso a mayores oportunidades laborales y, por lo tanto, a mejores condiciones materiales y de calidad de vida para ellas y sus familias. Como algunas de las personas entrevistadas han recordado, el dinero ganado durante la temporada no solo alcanzaba para costear sus propios gastos, sino que también les permitía ahorrar o enviarle una parte a quienes habían quedado en Santiago del Estero.

Tal fue el caso de Marta, quien llegó por primera vez a Mar del Plata en el año 1969. Había ido a la escuela hasta quinto grado y desde los 14 años se había desempeñado en un hotel de Santiago del Estero como niñera, “cuidando a los hijos del patrón”,21 como ella dijo. Un año después, ya se desempeñaba en la limpieza y, a partir de los 19 años, comenzó a combinarlo con viajes periódicos y trabajo en Mar del Plata, destino al que llegó recomendada por quien fuera su jefe en su provincia natal para ocupar un empleo en un hotel. Durante más de 20 años, Marta optó por trasladarse durante las temporadas de verano a la ciudad balnearia junto con sus cuatro hijos pequeños (había quedado viuda muy joven) para desempeñarse como mucama. Finalmente, y luego de más de dos décadas de viajes, decidió radicarse allí.

Por la misma época, Lina también llegó desde Santiago del Estero a Mar del Plata en busca de trabajo.22 A diferencia de Marta, ella lo hizo con su marido y sus dos hijos y, tempranamente, decidieron radicarse en la ciudad. Mientras su marido logró emplearse en el sector de la construcción, ella lo hizo en un restaurante de la zona de la rambla Bristol (aledaña a la principal playa de la ciudad). Sin embargo, dado que ese trabajo era solo durante la temporada de verano, en invierno se desempeñaba en fábricas de procesamiento de pescado en la zona del puerto de la ciudad. A lo largo de su vida, también se desempeñó realizando tareas de limpieza en casas particulares y en hoteles. La complementariedad de trabajos en distintos momentos del año no era exclusiva de quienes se desempeñaban en la hotelería y la gastronomía. Muchas mujeres migrantes procedentes de las provincias del norte del país y que se desempeñaban en el sector frutihortícola de la zona periurbana de la ciudad de Mar del Plata alternaban las labores en las quintas con el empleo en otras actividades vinculadas principalmente a los servicios o, como Lina, en fábricas de pescado como fileteras.23

Casi quince años después que Marta y Lina, en 1983, Fernando llegó a Mar del Plata desde Santiago del Estero junto a su hermano. Rápidamente se emplearon como bachaceros (lavaplatos) en la cocina del restaurante de un balneario. Provenían de una familia que se desempeñaba en el trabajo rural: su padre trabajaba en el campo y su madre se dedicaba a las tareas domésticas, por lo que él y su hermano fueron los primeros de su familia en insertarse en la gastronomía, en la que harían una larga carrera laboral. Luego de muchos años de trabajo en el sector, Fernando llegó a desempeñarse como jefe (chef) de cocina.

Para todos ellos, Mar del Plata fue una ciudad que estuvo asociada a la posibilidad y concreción de mejoras en sus condiciones de vida y al tan ansiado ascenso social. Independientemente de los trabajos que realizaran, de los esfuerzos que implicaran y de las condiciones en las que los desarrollaran, todos evocaron las posibilidades que la ciudad les brindó en términos de progreso material. En sus relatos, la ciudad aparece representada como un destino con múltiples posibilidades laborales, en contraposición a las existentes en sus lugares de origen: trabajos asociados al turismo (hotelería, gastronomía, comercio), la pesca (sobre todo en las plantas de fileteado o en el muelle en la descarga) o la construcción y los oficios asociados a ella. De ellos, los primeros ocuparon un lugar central. El aporte al PBI de la ciudad del sector comprendido por hoteles, restaurantes y comercios es un claro indicio del dinamismo del sector y de la importancia relativa que revestía tanto para la mano de obra local como migrante: en promedio, entre 1970 y 1986, dicho sector realizó un aporte al PBI del 22.2%, siendo el más alto de todas las actividades económicas.24

Si bien la ciudad era la que proveía las oportunidades, en los relatos de las personas entrevistadas se señala de modo enfático que fueron ellas quienes, gracias a su esfuerzo personal y, en algunos casos, familiar, las que habían “conquistado” las mejoras en sus condiciones de vida. Un esfuerzo que no solo implicaba predisposición y dedicación durante largas y duras jornadas laborales, sino también costos emocionales: “Es feo separarte de tu papá, tu mamá, tus hermanos a los 17, 18 años y venirte a 1 600, 1 700 kilómetros y saber que te las tenés que valer solo, sin conocer a nadie, en un mundo diferente, no es fácil”.25

Sin embargo, desde la lectura de los migrantes entrevistados, dichos esfuerzos eran un costo que valía la pena pagar, debido a que, a través de la migración, podían solucionar muchos de sus problemas económicos y penurias materiales. En los relatos se observa una imagen de Mar del Plata que, en parte, confirma lo señalado en la nota del diario La Capital citada anteriormente: a pesar de todas las dificultades que pudieran presentarse en su camino, para las personas migrantes, Mar del Plata era un destino de abundancia, aunque ello no era -como señalaba el periódico- una mirada “ingenua” sino que, efectivamente, en sus experiencias la migración supuso una mejora en sus condiciones de vida. Ahora bien, ¿por qué el sector hotelero y gastronómico se erigió como los elegidos por quienes migraban?

2. “Hay que ir de peón de cocina a un hotel porque allí está la comida”

La frase que se utiliza como título de este apartado la dijo un migrante de origen italiano cuya familia se asentó en la ciudad a principios del siglo XX. Al repasar los motivos por los cuales decidieron asentarse allí, señaló:

Les preguntaban: “¿Ustedes qué van a hacer en Mar del Plata?”. Todos venían a Mar del Plata, porque tenían parientes, antecedentes acá y Mar del Plata parecía una mina de oro. “Y…lo único que sabemos hacer, vamos a trabajar la tierra… a ver si podemos conseguir algún campo, hacer cosechas y qué se yo”. “No, la tierra no da para vivir, no da para enriquecerse, con la tierra se van a morir siempre de hambre. Hay que ir a buscar la comida, hay que entrar en los hoteles, hay que ir de peón de cocina a un hotel porque allí está la comida, ahí está la posibilidad. Uno puede ganar y a veces tiene casa gratis, tiene sueldo gratis, porque tienen comida ahí y entonces puede hacer una fortuna y comprar algún negocio, alguna cosa”. Y así lo hicieron.26

A pesar de la distancia entre este testimonio y las experiencias de los entrevistados (por el período de tiempo al que refiere y por el origen de la familia), como puede observarse, las representaciones en torno a Mar del Plata como una “mina de oro” atravesaron gran parte del siglo XX y fueron comunes entre personas de distintos orígenes. En particular, la hotelería y la gastronomía no solo constituían una opción más para la inserción en el mercado de trabajo, sino que, para algunos, eran el medio para lograr cierta estabilidad y ascenso económico. Y ello no se debía únicamente a la posibilidad de ganar dinero, sino también a que las características del sector ofrecían ciertas facilidades que resultaban beneficiosas para quienes recién arribaban a la ciudad. En ese sentido, la posibilidad de contar con alojamiento o comida fue un factor decisivo. Al respecto, Hugo recordó: “Vos para alquilar, vivir y comer... generalmente se comía en los lugares en donde trabajabas y te alcanzaba para comprarte ropa y te sobraba y eso lo enviabas porque sabías que tus hermanos o tus padres estaban pasando necesidades, ¿entendés?”.27

Además de la comida, existía la posibilidad de que los establecimientos en los que se desempeñaban también les proveyeran alojamiento. Incluso, el Convenio Colectivo de Trabajo (CCT) que alcanzaba a los trabajadores del sector hotelero y gastronómico de la Zona Atlántica, lo establecía en su artículo número 19, y no era una característica privativa de un tipo particular de hotelería.28 Tanto los hoteles de mayor categoría como aquellos más cercanos a las pensiones contaban con sectores o espacios destinados al alojamiento del personal, sobre todo de aquellos que no residían de manera permanente en la ciudad. Generalmente las habitaciones consignadas a tal fin se encontraban en un sector determinado del edificio y alejado de las áreas destinadas a los huéspedes. En relación con los espacios para el personal, el CCT establecía que debían ser habitaciones limpias, higiénicas y ventiladas y no podían ubicarse en sótanos o zonas adyacentes a las cocinas. Especificaba que, como mínimo, estos espacios debían contar con mesas, sillas, roperos y cama, la cual debía tener colchón, almohada, fundas, frazadas y sábanas que tenían que ser cambiadas semanalmente. Si el hotel no podía garantizar un espacio adecuado para el alojamiento del personal que manifestara su interés en vivir allí, debía pagarle, junto al salario, una compensación en concepto de casa y comida. Además, en cuanto a la alimentación, el CCT establecía que la comida debería prepararse a diario y ser fresca y abundante. Independientemente de que estas disposiciones se cumplieran o no, su presencia en la reglamentación da cuenta de que alojarse y alimentarse en el lugar de trabajo era una práctica extendida en el sector, que trascendía las posibles lealtades generadas entre empleadores y empleados, y sobre la que era necesario establecer ciertos niveles mínimos de comodidad y calidad.

Ello, asimismo, quedó registrado en sentencias de los tribunales de trabajo. En una demanda iniciada a mediados de la década de los ochenta, por un hombre domiciliado en Las Termas de Río Hondo que se había desempeñado como mozo de temporada en un restaurante de la ciudad de Mar del Plata, dos de los testigos convocados a dar testimonio en el juicio -compañeros de trabajo del demandante, también procedentes de Las Termas de Río Hondo- declararon vivir en establecimientos gastronómicos. Uno en el restaurante La Cautiva, ubicado en la zona del macrocentro de la ciudad, otro, en el restaurante El Timón, ubicado en el Centro Comercial Puerto.29 Estos datos, que a primera vista podrían resultar anecdóticos, revelan la extensión de la práctica entre las personas migrantes de alojarse en el mismo lugar en el que desempeñaban sus labores. Así, tener resuelto el modo de satisfacer las necesidades de vivienda y comida constituía un plus para los trabajadores, en tanto que los ingresos monetarios producto del salario o las propinas (una práctica ampliamente extendida en el sector) podían destinarlos a otros usos: vestimenta, ahorro o, como dijera Hugo, enviárselos a sus familiares en Santiago del Estero.30

En ese sentido, resulta interesante la reflexión que realizó al respecto un entrevistado que se desempeñó como gerente en distintos hoteles desde los años setenta. Al recordar la influencia considerable que tuvo en términos cuantitativos y cualitativos en la ciudad de Mar del Plata la mano de obra proveniente de Santiago del Estero, sostuvo que quienes se desempeñaban como “obreros” de la gastronomía eran aquellos que “habían pasado hambre [porque] ahí, en la cocina, nunca te va a faltar comida”.31 Desde la lectura de este entrevistado, la capacidad de resistir a las duras condiciones de trabajo a las que estaban expuestos quienes se desempeñaban en cocinas solo podía deberse a que, en algún momento de sus vidas, hubieran pasado necesidades extremas.32 La reflexión de dicho entrevistado no se aleja demasiado de los testimonios brindados por los mismos migrantes. Cuando se le preguntó a Hugo cuál era la diferencia de vivir en Mar del Plata respecto de cómo vivían él y su familia en Santiago del Estero, la respuesta fue contundente: “Comer, comer dos veces al día. O comer, no sé, desayuno, almuerzo, merienda y cena, eso era lo diferente”.33

Otro de los motivos que hicieron de la gastronomía y la hotelería sectores atractivos para las personas migrantes temporales era su carácter estacional. Dicha característica hizo que fueran funcionales para muchos trabajadores de Santiago del Estero, quienes, al continuar con una tradición histórica, se movilizaban a lo largo del año para llevar adelante tareas en distintos mercados de trabajo regionales (principalmente agrícolas) sin desvincularse de sus hogares o lugares de origen. Dicha estrategia de movilidad era una alternativa a la inseguridad laboral y a las desfavorables condiciones de trabajo del lugar de origen.34 Si bien muchos migrantes provenían de zonas rurales o de familias que solían desempeñarse en el sector agrícola, las similitudes entre estos trabajos y aquellos desarrollados en el sector turístico hicieron que este último se constituyera en una alternativa para su inserción en el mercado laboral marplatense a pesar de sus diferencias más evidentes. Si bien las características del trabajo en el sector terciario difieren en gran medida del realizado en el primario,35 existen ciertos puntos en común entre ambos, al menos para el período de estudio analizado, que podrían contribuir a una explicación en torno a los factores que habilitaban a que una persona pudiera desempeñarse en ambos sectores.

Como se ha observado para otros países, durante el auge del turismo de masas, el trabajo realizado en la hotelería y la gastronomía presentaba ciertos rasgos comunes con aquel propio del sector rural: la estacionalidad, el escaso nivel de profesionalización, la dureza (asociada a largas jornadas de trabajo y a un importante desgaste físico) y altos niveles de informalidad en los que las redes familiares o de paisanaje cumplían un rol central en el acceso al trabajo.36 Si durante el período en que el turismo estaba reservado para un reducido sector de la sociedad se requería de una mano de obra con competencias y disposiciones sociales a la altura de las exigencias de un tipo determinado de consumidor, el turismo de masas conllevó a un cambio en el perfil de los turistas y, con ello, a una simplificación de las exigencias de las cualificaciones requeridas para el trabajo. 37 Esto permitió la movilización de trabajadores provenientes de otros sectores del mercado (como el rural) que pudieron insertarse con relativa facilidad, adaptándose, no sin dificultades, a las competencias exigidas. Los relatos de las personas entrevistadas confirman esta idea. Cuando se le preguntó a Fernando por qué la gastronomía había sido un sector en el que se ocuparon tantos de sus comprovincianos, nos dijo:

Porque no tenemos profesión […] Hay muchos que se quedan abajo, en la cocina. Aprendíamos desde abajo, limpiando pisos y si querés progresar tenés que aprender. “Bueno, no sé nada ¿qué hago? Limpieza”, después empecé a observar que puedo seguir, no sé, a pelapapas, por decirte algo de la cocina, y después hasta que te ponés al lado del cocinero. Y en la mayoría en las cocinas son muy compañeros, se enseñan, y pasas de la limpieza a la cocina y una vez que agarró ahí es como que le pones un microchip en la cabeza y lo que hizo no se olvidó. Pero ¿por qué? por la necesidad, aprendes sí o sí.38

Desde la lectura de Fernando, la elección de las labores vinculadas al turismo (además de ser por la oferta que existía en aquel entonces) se debía a que no tenían profesión. Es decir, desde su perspectiva, la falta de una profesión implicaba no contar con conocimientos específicos para la realización de un trabajo, desestimando de esta manera aquellas habilidades adquiridas, por ejemplo, en el trabajo rural. Por lo tanto, las características de los puestos de menor jerarquía del sector hotelero y gastronómico, al ser entendidos socialmente como labores para las cuales no se requería una cualificación específica, se erigieron como vía de entrada al mercado de trabajo para muchos migrantes.

En otro relato se desliza también una diferencia importante entre los trabajos que estaban “acostumbrados” a realizar y aquellos asociados a los servicios. Una parte significativa del trabajo en el sector de los servicios estaba vinculada a la atención a los clientes y al contacto permanente con ellos, para lo cual se requerían ciertas habilidades o aptitudes relacionales.39 Por ello, según el entrevistado, era más común encontrar a santiagueños en las cocinas y, como es posible agregar, a santiagueñas en la limpieza, en cuanto que eran actividades que no requerían de una exposición frente a los clientes. De allí que, como se señaló al inicio del artículo, para Hugo, su hermano había sido un “mozo atrevido”, dado que solo aquellos que lograban superar la vergüenza que implicaba exponerse frente al público podían desarrollar dicha labor. Sin embargo, ello no significaba que no se necesitaran conocimientos, pues estos habían sido adquiridos en la práctica y no eran visibilizados como tales.

Las familias ocupaban un lugar central en el proceso de migración y de inserción en el mercado de trabajo. En la mayoría de los casos, estas constituían el soporte de la estrategia de movilidad. Como lo muestran las experiencias de vida relatadas en el primer apartado, era común que un primer miembro migrara y se constituyera como el primer eslabón de una larga cadena migratoria o que, con su trabajo remunerado, fuera quien sostuviera económicamente a quienes se habían quedado en su lugar de origen realizando otro tipo de actividades. Asimismo, aquellos que habían logrado insertarse en el mercado de trabajo constituían un nexo entre el establecimiento en el que se desempeñaban (u otros similares) y familiares o conocidos que deseaban insertarse en el mercado laboral. Como recordó Ana, la hija de los dueños de un pequeño hotel familiar que funcionó en la ciudad durante la década de los sesenta, si por algún motivo, la persona empleada, quien temporada tras temporada se trasladaba desde Las Termas de Río Hondo a Mar del Plata no podía hacerlo, solía enviar recomendado a algún familiar o conocido de confianza.40 Ello da cuenta de dos cuestiones: por un lado, de la existencia de una relación laboral estable, aunque estacional, dado que era común que quienes desempeñaban los trabajos permanecieran durante diversas temporadas en el mismo establecimiento o con los mismos empleadores. Por otro, de la importancia que adquirían las redes familiares o de conocidos a la hora de conseguir el trabajo (al igual que ocurría en el caso de los empleos en el sector agrario), en cuanto que no solo establecían el primer contacto, sino que, además, funcionaban como una suerte de garantía de la relación laboral, dado que conocían a los empleadores y a la persona que sería empleada.

Históricamente, la hotelería y la gastronomía se caracterizaron por tener altos niveles de informalidad, jornadas de trabajo irregulares, flexibles y temporales, lo que hizo que fuera un sector en el que se concentraran las personas migrantes que no contaban con posibilidades de insertarse en sectores con mejores condiciones laborales ni se encontraban en condiciones de exigirlas.41 Ello dio lugar a que el trabajo en el sector estuviera articulado no solo en torno a desigualdades de género,42 sino también de origen migratorio, ya que los migrantes internos ocuparon los puestos de menor jerarquía y con mayor demanda de esfuerzo físico.

A pesar de ello, muchos migrantes provenientes de Santiago del Estero experimentaron su empleo en el sector hotelero y gastronómico marplatense como un avance dentro de la escala y jerarquía laboral, económica y social.43 Sin embargo, como señala Daniel James respecto a los santiagueños instalados en la zona de Berisso, “tanto cultural como físicamente -por su piel y su pelo oscuro- eran diferentes de sus vecinos”,44 lo cual, en una ciudad como Mar del Plata, en la que habitaba una gran cantidad de personas de origen ultramarino,45 produjo más de una situación de discriminación:

Yo siento, como quien dice, vine a limpiar la mugre, pero no era para que te traten de una forma fea [...] y me sentía discriminado encima por alguien que no era de acá, eran italianos, ¿entendés? Está bien que ellos habían venido antes, tenían otra posición social ya, pero bueno, habían venido igual y empezaron igual, entonces no le daba derecho a ese trato.46

Como puede observarse, las relaciones entre aquellos que “habían llegado antes” y presentaban una mejor posición social y los recién llegados no estuvieron exentas de tensiones. Como señala Mario Margulis, en Argentina los fenómenos de discriminación, descalificación, estigmatización y exclusión que afectan a los sectores más pobres de la población, en su gran mayoría de origen mestizo, tienen su génesis en un proceso histórico de constitución de diferencias sociales que se asienta sobre desigualdades raciales y de origen migratorio.47 Ello no solo se tradujo en hechos de maltrato o discriminación directa, como la referida en la cita, sino también en procesos de segregación ocupacional y, en algunos casos, de vulneración de derechos laborales. En el próximo apartado, a partir de conflictos que llegaron a la esfera judicial, se reconstruyen algunas situaciones en las que las personas que llegaban a trabajar en Mar del Plata sentían vulnerados sus derechos y, sobre todo, sus expectativas.

3. Lo justo e injusto, más allá de las normas

El sector hotelero y gastronómico es uno de los que han presentado mayores niveles de informalidad en la ciudad de Mar del Plata.48 La gran cantidad de sentencias judiciales en las que están implicadas las personas empleadas en el sector da cuenta de su importancia en el mercado de trabajo local, pero también de la considerable tasa de conflictividad y la vulneración de derechos laborales en la actividad. Lógicamente, la cantidad de demandas iniciadas por trabajadores migrantes fueron mucho menores, pero ello no significa que fueran inexistentes. Si se consideran las dificultades que suponía para ellos el llevar a cabo una demanda a tantos kilómetros de su lugar de residencia, su existencia, aunque escasa, da cuenta del peso que tenían en el mercado de trabajo marplatense. Las dificultades no solo estaban asociadas a la distancia, sino también a las posibilidades de iniciar una demanda, es decir, de contar con los conocimientos y los recursos necesarios para hacerlo, y a las posibilidades de continuar el litigio.

Alejandrina era una de las tantas mujeres que, temporada tras temporada, viajaba a la ciudad de Mar del Plata desde Las Termas de Río Hondo para emplearse en el sector hotelero-gastronómico. Durante los veranos de 1963 y 1964, entre el 1 de enero y el 31 de marzo, se desempeñó como “lavacopas” en el Hotel Porteño, ubicado en zona céntrica de la ciudad, a menos de 200 metros de la Playa Bristol. Como se acostumbraba, Alejandrina preveía trabajar en dicho establecimiento en la temporada siguiente y, según sus dichos ante el juez, en octubre de 1964 “solicitó verbalmente al demandado, su plaza anual”,49 la cual le fue negada. Ante dicha situación y, tal como establecía el CCT, durante el mes de noviembre manifestó su voluntad de incorporarse al trabajo mediante un telegrama. Sin embargo, este también fue contestado de manera negativa por sus empleadores, quienes argumentaban que dicho pedido había sido realizado fuera del plazo previsto. En el marco del juicio, dos testigos comparecieron y ambas coincidieron en que Alejandrina había llegado a la ciudad balnearia a fines del mes de octubre tras la promesa de trabajo que le había realizado su empleador de las temporadas pasadas. Una de ellas, además, manifestó haber acompañado a Alejandrina a solicitar su empleo, y la otra señaló que se estaba hospedando en el hotel de su propiedad, por lo cual podía dar cuenta de que se encontraba en la ciudad desde dicho mes. Sin embargo, su reclamo por un total de 29 mil pesos en concepto de indemnización por antigüedad o despido y falta de preaviso fue desestimado por los jueces. Citando el CCT, argumentaron que “surge la obligación del obrero temporario de solicitar plaza antes del 31 de octubre de cada año, ‘por telegrama colacionado’”,50 por lo que la solicitud verbal de Alejandrina no tenía validez, así como tampoco su telegrama, por haber sido enviado fuera del plazo establecido.

En el caso de Alejandrina se pone de manifiesto la existencia de diversas vías de acceso al trabajo. Si bien la reglamentación indicaba un determinado procedimiento, en la práctica -y como se señaló anteriormente- existían vías informales y consuetudinarias de acceso al mismo. En ese sentido, la estrategia seguida por Alejandrina, de solicitar “verbalmente” su plaza, seguramente tuvo efectividad en una gran cantidad de situaciones, sobre todo en aquellas en que se había forjado cierto vínculo de confianza entre la persona empleada y el empleador, lo que hacía presuponer que la relación laboral se mantendría en la siguiente temporada. Una situación similar vivió Humberto, quien se desempeñó como peón de cocina en el Hotel Venelli en las mismas dos temporadas que Alejandrina. Humberto viajaba en los meses de verano desde Las Termas de Río Hondo y, al igual que ella, optó por solicitar su puesto de trabajo de forma verbal ante sus empleadores. En su caso, el puesto también fue denegado y el telegrama, una vez más, fue considerado enviado fuera de tiempo.51

Los casos de Alejandrina y Humberto no fueron los únicos. Otras personas que provenían de diferentes zonas del país vivieron experiencias parecidas en las que llegaban a la ciudad con la promesa o pretensión de ocupar su puesto de trabajo de la temporada anterior y no lo conseguían. En ese sentido, la experiencia de Rosa, oriunda de Córdoba, fue similar. Desde 1960 y durante ocho temporadas (entre los meses de diciembre y abril) se había desempeñado como mucama en un hotel marplatense.52 En la temporada 1968-1969 solicitó su plaza, como acostumbraba a hacerlo, a través de una carta. Si bien en el marco del juicio, la trabajadora reconoció no haberlo hecho mediante telegrama, como aconsejaba la entidad gremial, sostuvo que nunca lo había hecho de ese modo. Sin embargo, ese año la sorprendió la negativa de su empleador, quien aseguró no haber recibido solicitud alguna. Al igual que en los casos mencionados anteriormente, se consideró que la trabajadora había dado por finalizada su relación laboral al no reclamar su puesto en tiempo y forma. Más allá de cómo efectivamente fueron los hechos, lo cierto es que Rosa, así como Alejandrina y Humberto, luego de viajar varios kilómetros, no contaron con el trabajo que esperaban, lo que seguramente les obligó a buscar uno nuevo y reorganizar su estadía en la ciudad.

Como se observa en los casos citados, el recurso de remitir una carta a los empleadores fue una de las vías utilizadas por los migrantes para hacer manifiesta su voluntad de trabajar en la temporada que se avecinaba. El 23 de octubre de1982, Marta envió desde Las Termas de Río Hondo una carta a quien se había desempeñado como encargado de un restaurante emplazado en la zona del puerto de Mar del Plata en el que ella, junto con tres familiares, había trabajado en la cocina durante la temporada anterior. Allí, además de contarle algunas cosas sobre sus vidas señaló:

Le contare que Mary con Reina viajan a mediados de noviembre, entonces le voy a mandar con ellos la miel que le prometí y las tablitas de caña.

También espero me mande a decir si van a poner algo con Pedro [en referencia a algún emprendimiento gastronómico] yo con Atilio viajaremos en Diciembre, asi si ustedes nos presisan nos mandan a llamar.

Nunca nos olvidamos de ustedes…53

Como puede observarse, en la carta no solo se manifestaba el deseo y la disponibilidad de Marta para trabajar durante la temporada de verano, sino que en ella, además, hacía mención de sus familiares, con lo que daba cuenta de que para ellos la migración y el trabajo eran experiencias en común y compartidas colectivamente.

Un aspecto singular de los reclamos iniciados por personas migrantes que trabajaban en Mar del Plata es que, en casi todos los casos observados, llevaban adelante una demanda cuando veían afectada su fuente de trabajo sin referir a otros posibles derechos vulnerados. En este sentido, cabe señalar que, en el marco de las demandas, mientras otras personas muchas veces indicaban que trabajaban más horas que las establecidas por el CCT o que no gozaban de sus francos y descansos correspondientes, aquellos que residían en otras ciudades focalizaban su reclamo en la indemnización que debían recibir por considerarse despedidos sin preaviso. Ello posiblemente se debiera a que, en última instancia, su interés radicaba en trabajar durante la temporada de verano, independientemente de las condiciones laborales en que lo hicieran. Además, es probable que dichos trabajadores no necesariamente estuvieran habituados a ocuparse en sectores del mercado de trabajo donde predominaran las relaciones salariales estables y formalmente protegidas sino más bien en condiciones de precariedad, en donde predominaban la flexibilidad y las negociaciones individuales de las condiciones de trabajo (remuneraciones, descansos, etcétera). De esta manera, tanto para establecer relaciones laborales, como para iniciar demandas, los trabajadores apelaban a recursos formales y a ciertas costumbres que resultan centrales para comprender cuáles eran sus expectativas, qué consideraban aceptable o no, o qué entendían como justo o injusto en el marco de relaciones de trabajo.54 En ese sentido, se entiende que, para abordar los mercados de trabajo asociados a los migrantes, es necesario atender los arreglos y normas establecidas de modo informal que regían las relaciones entre empleadores y trabajadores.55

Consideraciones finales

A lo largo del siglo XX, los modos de participar en el mercado de trabajo han sido heterogéneos y han dado lugar a experiencias sumamente diversas. En los últimos tiempos, la historiografía del trabajo se ha focalizado en mundos laborales alternativos al modelo androcéntrico que se extendió con la industrialización y que ha complejizado y matizado los análisis a partir de perspectivas como la de género y la interseccionalidad. De esta manera, se han diversificado los sujetos bajo estudio al tiempo que se da cuenta de las múltiples formas de ganarse la vida, organizarse y demandar por derechos que coexistieron. En esa línea, en este artículo, a partir de algunas experiencias de hombres y mujeres que se desplazaban cientos de kilómetros (muchos de ellos temporalmente) con el objetivo de insertarse en un mercado de trabajo con mejores condiciones que las de sus lugares de origen, en este trabajo se abordaron dos cuestiones. Por un lado, se indagó en las expectativas que impulsaban a las personas a desplazarse hasta una ciudad como Mar del Plata y, en relación con ello, se mostró el peso que ha tenido la circulación o la movilidad geográfica en las experiencias de trabajo de ciertos sectores de la población. Por otro lado, pero estrechamente asociado con lo anterior, se exploró la dimensión colectiva que adquiría el trabajo en el marco de procesos migratorios. En ese sentido, se entiende que en las experiencias de los hombres y las mujeres aquí abordadas, el trabajo, la familia y la migración eran nociones inescindibles.

Si bien en el caso de los migrantes de origen santiagueño ello ya ha sido explorado para quienes se desplazaban por el país con el objetivo de insertarse en trabajos propios del sector primario, han sido menos los estudios que se focalizan en los trabajos urbanos y, más específicamente, en el sector terciario. En ese sentido, la relevancia que adquirió la participación de migrantes en sectores laborales asociados al turismo de la ciudad de Mar del Plata, como lo eran la hotelería y la gastronomía, hacen que el abordaje de sus experiencias cobre sentido.

La estacionalidad del trabajo, la baja cualificación requerida, los altos niveles de informalidad del sector, la intensidad de la jornada laboral (largas horas de trabajo, muchas veces sin descansos semanales, con gran desgaste físico) hicieron que se erigiera como un nicho del mercado en el que se concentró un importante número de hombres y mujeres trabajadores migrantes. Sin embargo, más allá de ciertas condiciones del trabajo que, desde determinadas lecturas, se pueden considerar desfavorables, desde la perspectiva de las personas migrantes, la hotelería y la gastronomía presentaban cierto atractivo que se desprendía de algunas de sus características, como la posibilidad de contar con alojamiento y comida, las pocas exigencias en términos de cualificaciones o las convenientes remuneraciones. Asimismo, las oportunidades que brindaba una ciudad como Mar del Plata les abrían la posibilidad de anhelar y, en muchos casos, concretar mejoras en sus condiciones materiales de vida y un ascenso no solo económico, sino también social.

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Archivo del Tribunal de Trabajo N°2, Mar del Plata, Argentina (ATT N°2), Sentencias 1957-1990.

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Archivo Museo Histórico Municipal Roberto T. Barili, Mar del Plata, Argentina (AMHMRB), Fondo Tribunales de Trabajo.

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Archivo personal de la autora.

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Municipalidad del Partido de General Pueyrredon, Subsecretaría de Planeamiento y Desarrollo, Departamento de Estadística.

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Municipalidad del Partido de General Pueyrredon, Dirección Central del Consejo Municipal de Planeamiento. Dirección de Estudios Socioeconómicos.

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La Capital (Argentina) 1967.

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Parabrisas (Argentina) 1967.

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Revista HOPEBAR (Argentina) 1957.

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Ana, entrevista realizada por Débora Garazi. Mar del Plata, 4 de marzo de 2017.

Ana, entrevista realizada por Débora Garazi. Mar del Plata, 4 de marzo de 2017.

Fernando, entrevista realizada por Débora Garazi. Mar del Plata, 8 septiembre de 2017.

Fernando, entrevista realizada por Débora Garazi. Mar del Plata, 8 septiembre de 2017.

Hugo, entrevista realizada por Débora Garazi. Mar del Plata, 15 de marzo de 2019.

Hugo, entrevista realizada por Débora Garazi. Mar del Plata, 15 de marzo de 2019.

Marta, entrevista realizada por Débora Garazi. Mar del Plata, 23 marzo de 2013.

Marta, entrevista realizada por Débora Garazi. Mar del Plata, 23 marzo de 2013.

Ítalo, entrevista realizada por Elisa Pastoriza y Mónica Bartolucci. Mar del Plata, 17 de mayo de 2000.

Ítalo, entrevista realizada por Elisa Pastoriza y Mónica Bartolucci. Mar del Plata, 17 de mayo de 2000.

Jorge, entrevista realizada por Débora Garazi. Mar del Plata, 29 septiembre de 2017.

Jorge, entrevista realizada por Débora Garazi. Mar del Plata, 29 septiembre de 2017.

Lina, entrevista realizada por Débora Garazi. Mar del Plata, 17 de junio de 2013.

Lina, entrevista realizada por Débora Garazi. Mar del Plata, 17 de junio de 2013.

[1]“Cómo era Mar del Plata hace 53 años y qué se pensaba a futuro”, Parabrisas (Buenos Aires) febrero de 1967.

[2]Los vínculos empresariales no serán analizados en el presente artículo porque trascienden sus objetivos. Asimismo, si bien contamos con ciertos indicios (como la nota citada) que nos permiten realizar dicha afirmación no contamos con un corpus documental que nos permitan su abordaje en profundidad.

[3]Fernanda Figueroa, “Turismo de masas en el peronismo. La Ciudad de las Termas de Rio Hondo en Santiago del Estero”, Revista Población, Estado y Sociedad 9 (2015): 1-13; Elisa Pastoriza y Juan Carlos Torre, Mar del Plata. Un sueño de los argentinos (Buenos Aires: Edhasa, 2019).

[4]Rosa Marcela Taboada, La problemática social y demográfica: el subdesarrollo en Santiago del Estero a través de su evolución demográfica (Santiago del Estero: Universidad Nacional de Santiago del Estero, 1984).

[5]Daniel James, Doña María. Historia de vida, memoria e identidad política (Buenos Aires: Manantial, 2004); Mirta Lobato, La vida en las fábricas. Trabajo, protesta y política en una comunidad obrera, Berisso (1904-1970) (Buenos Aires: Prometeo / Entrepasados, 2001).

[6]Alfredo Lattes, “Esplendor y ocaso de las migraciones internas”, Población y bienestar en Argentina del primero al segundo Centenario. Una historia social del siglo XX, vol. 2, Susana Torrado (Buenos Aires: Edhasa, 2007) 11-46.

[7]Elizabeth Jelin, “Migración a las ciudades y participación en la fuerza de trabajo de las mujeres latinoamericanas: el caso del servicio doméstico”, Estudios Sociales 4 (1976); Fabricio Vargas, “El índice de dependencia potencial en Santiago del Estero 2001-2010”, Revista de Población, Estado y Sociedad. Centro de Demografía y Población 9.9 (2015): 1-25.

[8]Sobre la historia y transformaciones de la ciudad balnearia, véase Pastoriza y Torre.

[9]Asociación Empresaria Hotelera Gastronómica de Mar del Plata, “Los hacedores. Historia de la hotelería y la gastronomía. 1920/1970” (Mar del Plata, 2020).

[10]Para otros países, en cambio, se han señalado que el sector hotelero y gastronómico se han caracterizado históricamente por concentrar altos niveles de migrantes extranjeros como mano de obra ocupada en los puestos de menor jerarquía. Walter Actis, Miguel De Prada y Carlos Pereda, Inmigración y trabajo en España. Trabajadores inmigrantes en el sector de la hostelería (Madrid: Instituto de Migraciones y Servicios Sociales, 1999).

[11]Se utiliza el término mano de obra “local” entre comillas, dado que, dicha mano de obra también estaba conformada por personas que habían arribado a la ciudad en décadas anteriores o que eran descendientes de ellas.

[12]Susana Torrado, Estructura social de la Argentina, 1945-1983 (Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1992).

[13]Germán Quaranta y Mariela Blanco, “Formas actuales de circulación y conformación de patrones migratorios de hogares rurales en la provincia de Santiago del Estero, Argentina”, RURIS-Revista do Centro de Estudos Rurais-UNICAMP 6.1 (2012): 127-158.

[14]Sobre los trabajadores del Casino de Mar del Plata, ver Marcelo Pedetta, “Hombres de negro. Los trabajadores del casino marplatense (1930-1950)”, Estudios Sociales 47.1 (2014): 41-68.

[15]Entrevista de Débora Garazi a Hugo, Mar del Plata, 15 de marzo de 2019.

[16]Germani 60-61.

[17]Pastoriza y Torre.

[18]Germani 68.

[19]Anuario Estadístico del Partido de General Pueyrredon 1974-1978, Municipalidad del Partido de General Pueyrredon, Subsecretaría de Planeamiento y Desarrollo, Departamento de Estadística. Si bien no se puede discernir qué porcentaje corresponde a migrantes de países de ultramar, limítrofes o internos, el dato revela que la ciudad fue, durante muchos años, un foco atractivo para personas de diversos orígenes.

[20]“Sin título”, La Capital (Mar del Plata) 14 de abril de 1967: 2.

[21]Entrevista de Débora Garazi a Marta, Mar del Plata, 23 marzo de 2013.

[22]Entrevista de Débora Garazi a Lina, Mar del Plata, 17 de junio de 2013.

[23]Silvia Liliana Bocero, “El trabajo asalariado femenino en el cinturón frutihortícola marplatense”, Geograficando 8.8 (2012): 81-101.

[24]Producto Bruto Interno 1970-1986. Mar del Plata, Partido de General Pueyrredon. Municipalidad del Partido de general Pueyrredon, Dirección Central del Consejo Municipal de Planeamiento, Dirección de Estudios Socioeconómicos, agosto de 1989.

[25]Entrevista de Débora Garazi a Hugo, Mar del Plata, 15 de marzo de 2019. Un interesante análisis de los vínculos entre migraciones y emociones puede encontrarse en María Bjerg, Lazos rotos. La inmigración, el matrimonio y las emociones en la Argentina entre los siglos XIX y XX (Bernal: Universidad Nacional de Quilmes, 2019).

[26]Entrevista de Elisa Pastoriza y Mónica Bartolucci a Ítalo, Mar del Plata, 17 de mayo de 2000. API, Mar del Plata, Universidad Nacional de Mar del Plata, Facultad de Humanidades, Departamento de Historia, Centro de Estudios Históricos.

[27]Entrevista de Débora Garazi a Hugo, Mar del Plata, 15 de marzo de 2019.

[28]“Convenio Colectivo de Trabajo para la Industria Gastronómica y Hotelera, Zona Atlántica. Vigente entre el 1° de mayo de 1956 y el 30 de abril de 1958”, Revista HOPEBAR (1957). Los distintos CCT de las décadas aquí analizadas mantienen la misma reglamentación, actualizando únicamente los salarios de los trabajadores.

[29]“Expediente 28830”, Mar del Plata, 1986. AMHMRB, Tribunales de Trabajo, Tribunal de Trabajo No. 1.

[30]Sobre los usos de dinero por parte de quienes trabajaban en el sector hotelero, véase Débora Garazi, “‘¿Cuánto hiciste hoy?’: usos y significados del dinero entre los y las trabajadoras del sector hotelero (Mar del Plata, 1960-1980)”, Anuario Instituto de Estudios Histórico Sociales (IEHS) 35.1 (2020): 101-120.

[31]Entrevista de Débora Garazi a Jorge, Mar del Plata, 29 septiembre de 2017.

[32]Sobre las condiciones de trabajo en el sector de la cocina ver Débora Garazi, “Cocina, espacio público y género: el trabajo en las cocinas de hotel (Mar del Plata, segunda mitad del siglo XX)2, Historia crítica 71 (2019): 113-33.

[33]Entrevista de Débora Garazi a Hugo, Mar del Plata, 15 de marzo de 2019.

[34]Roberto Benencia y Floreal Forni, Los procesos de transformación de las migraciones temporarias en el contexto de una provincia productora de mano de obra, Santiago del Estero, Argentina (Buenos Aires: Centro de Estudios e Investigaciones Laborales, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, 1986); Floreal Forni, Roberto Benencia y Guillermo Neiman, Estrategias de hogares rurales en Santiago del Estero. Mercado de trabajo, reproducción y migraciones (Buenos Aires: Consejo Empresarial de América Latina, 1991); Quaranta y Blanco.

[35]Jürgen Weller, “Procesos de exclusión e inclusión laboral: la expansión del empleo en el sector terciario”, Revista CEPAL (2001).

[36]Mari Luz Castellanos Ortega y Andrés Pedreño Cánovas, Los nuevos braceros del ocio. Sonrisas, cuerpos flexibles e identidad de empresa en el sector turístico (Buenos Aires: Miño y Dávila, 2006).

[37]Débora Garazi, El revés de las vacaciones: hotelería, trabajo y género. Mar del Plata, segunda mitad del Siglo XX (Bernal: Editorial Universidad Nacional de Quilmes, 2020).

[38]Entrevista de Débora Garazi a Fernando, Mar del Plata, 8 septiembre de 2017.

[39]Erving Goffman, La presentación de la persona en la vida cotidiana (Madrid: Amorrortu, 2006); Arlie Hochschild, “Emotions Work, Feeling Rules and Social Structure”, The American Journal of Sociology 85.3 (1979): 551-575.

[40]Entrevista de Débora Garazi a Ana, Mar del Plata, 4 de marzo de 2017.

[41]María Inés Pacecca, “Trabajo, explotación laboral y trata de personas. Categorías en cuestión en las trayectorias migratorias”, Revista Interdisciplinar da Mobilidade Humana 19.37 (2011): 147-74.

[42]Las desigualdades de género han sido abordadas en detalle en Garazi, El revés de las vacaciones.

[43]Juan Carlos Torre y Elisa Pastoriza, “La democratización del bienestar”, Los años peronistas (1943-1955), t. 8, dir. Juan Carlos Torre (Buenos Aires: Sudamericana, 2002).

[44]James 31.

[45]Bettina Favero, Voces y memoria de la inmigración. Mar del Plata en el siglo XX (Mar del Plata: Eudem, 2008).

[46]Entrevista de Débora Garazi a Hugo, Mar del Plata, 15 de marzo de 2019.

[47]Mario Margulis, “La ‘racialización’ de las relaciones de clase”, La segregación negada. Cultura y discriminación social, Mario Margulis y Marcelo Urresti (Buenos Aires: Biblos, 1999) 37-62.

[48]Esto no es una particularidad local, sino que, durante la primera mitad del siglo XX, los trabajadores de otras regiones del país denunciaron reiteradamente las malas condiciones laborales y salariales. Al respecto puede verse Débora Garazi, “Del ‘trabajo de servidor’ al ‘trabajo asalariado’. Debates en torno a la remuneración de los trabajadores del sector hotelero-gastronómico en Argentina en las décadas centrales del siglo XX”, Pasado Abierto 3 (2016): 105-127.

[49]“Expediente 3918”, Mar del Plata, 1966. ATT N°2, Argentina, Sentencias 1957-1990.

[50]“Expediente 3918”, Mar del Plata, 1966. ATT N°2, Argentina, Sentencias 1957-1990.

[51]“Expediente 3939”, Mar del Plata, 1966. ATT N°2, Argentina, Sentencias 1957-1990.

[52]“Expediente 7499”, Mar del Plata, 1971. ATT N°2, Argentina, Sentencias 1957-1990.

[53]Carta enviada por Marta (Las Termas de Río Hondo) a Raúl (Mar del Plata), 23 de octubre de 1982. Archivo personal de la autora. En la transcripción fue respetada la ortografía original.

[54]Andrea Andújar y otros, Vivir con lo justo. Estudios de historia social del trabajo en perspectiva de género. Argentina, siglo XIX y XX (Rosario: Prohistoria, 2016).

[55]Pacecca.

[56]Cómo citar este artículo: Débora Garazi, “‘Hacer la temporada’: mujeres y hombres de Santiago del Estero en el mercado de trabajo del turismo marplatense (Argentina, segunda mitad del siglo XX)”, Trashumante. Revista Americana de Historia Social 20 (2022): 80-101. DOI: https://doi.org/10.17533/udea.trahs.n20a05

[57]Se omiten los apellidos para respetar el anonimato de los/as entrevistados/as.