“Que o la tumba serás de los libres o el asilo contra la opresión” marca el fin de la canción nacional chilena. Este cierre adquirió un sentido significado después del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 y la subsecuente dictadura militar de Augusto Pinochet. La chilenidad era un elemento retórico de disputa entre la izquierda y la derecha políticas en el contexto de radicalización agudizada de aquella época.1 Tras el golpe, las resignificaciones de lo nacional continuarían como expresiones cargadas de ideologías confrontadas, aun cuando estas, para los sectores de izquierda, valieran en algunos casos únicamente para levantar la moral alicaída de aquellos que sufrían en aquel tiempo. Ramón, por entonces un joven militante del Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU), estudiante de Educación en la Pontificia Universidad Católica de Chile, recuerda que donde se entonara la canción nacional, no importaba el lugar que fuera, cuando se llegaba a la última oración del himno se elevaban las voces y sonaba un fuerte grito: “el asilo contra la opresión”,2 que él se encarga de imitar con una ovación a tono. Por sobre un mero recuerdo, la memoria representa el significado de la experiencia.3
Entre las resignificaciones nacionales del régimen de Augusto Pinochet (1973-1990), el himno nacional sería, precisamente, un símbolo de aquello: en este se incluyó la entonación de una estrofa obligatoria en referencia a los valientes soldados y la Constitución de 1980 lo establece como emblema nacional junto con el escudo y la bandera. Esa estrofa pertenecía a la versión original del himno, pero previo al régimen dictatorial oficialmente solo se cantaban dos estrofas. Al llegar a la oración de cierre después de cantar obligadamente una oda al cuerpo militar, terminar la canción nacional con el asilo contra la opresión adquiría un simbolismo particular para aquellos idealistas jóvenes de izquierda, como Ramón. En el ámbito escolar, los recuerdos de Cristián complementan desde la mirada de la niñez los recuerdos de la juventud de Ramón: “Iba al colegio de los hermanos maristas. Maristas, era bien militar, la tercera estrofa de la canción nacional se cantaba todos los lunes. ‘Niños a partir del lunes se tienen que aprender esta estrofa’, yo debo haber tenido cerca de 10, año 75-76”.4
Al igual que el himno nacional, el uso de la bandera sufrió una metamorfosis abrupta y profunda en la dictadura respecto de la Unidad Popular (UP). A partir del golpe, la bandera podía ser izada únicamente bajo autorización y era obligatorio hacerlo en fiestas patrias y glorias navales. Estas imposiciones vinieron acompañadas de una “campaña de difusión” de los símbolos patrios y los niños que integraron las brigadas escolares para controlar el cruce de calles y el orden de sus colegios tenían el rol de puntales en los actos de glorias navales y en los actos cívicos de los días lunes5 a los que hace alusión Cristián. La militarización del espacio impuso una disciplina estético-política6 que se circunscribía a una nueva producción de la sociedad y de la experiencia con el entorno desplegado por la dictadura.7 Esta no era exclusiva a Chile, el himno nacional del Uruguay y su oración “tiranos temblad” fue otro símbolo patrio controversial en las dictaduras en el cono sur penado con cárcel cuando era entonado con énfasis por algún joven idealista,8 como Ramón.
El nacionalismo resultaba magnético.9 El uso del espacio, los símbolos patrios y expresiones de lo que era la “apropiada” chilenidad estuvieron en disputa durante todo el período. En los 17 años del régimen militar esto incluyó, además, un enfoque inequívoco en la historia local y su enseñanza.10 Al igual que en la Argentina, la década de 1970 chilena pasó a la historia como aquella en que la represión y la violencia políticas tuvieron su momento más álgido respecto al resto del siglo XX.11
El presente artículo se enfoca en la narrativa masculina de la chilenidad, su significación y resignificación en torno a la cultura visual de la nacionalización del cobre de 1971. Este artículo se compone de fuentes complementarias entre sí en las que se incluyen las gráficas oficiales que circularon en la esfera pública respecto a la nacionalización del cobre, artículos de prensa, discursos y testimonios de historia oral. En esa conexión, examinaré específicamente dos gráficas oficiales de la UP; la primera con la que se dio a conocer la nacionalización y la segunda corresponde a su primer aniversario. A partir del lenguaje visual, lingüístico y el vocabulario que componían las gráficas de la UP se desprende un sistema visual de objetos comunes de lo cotidiano que desde su articulación adquirieron una significación política.12 El testimonio de Vicente Larrea, uno de los creadores de las gráficas oficiales de la Unidad Popular contribuye a contextualizar y dimensionar el pulso y la intencionalidad de sus mensajes. Además, desde la mirada de un niño y un joven en esos años, los testimonios de Cristián y Ramón contribuyen a complementar la historia a partir de sus recuerdos sobre la cotidianeidad del periodo, el contraste y las repercusiones de las resignificaciones de lo nacional en el Chile dictatorial. Ambos aportan una perspectiva “más realista y justa como reconstrucción del pasado”.13 La narrativa masculina excluyente del lenguaje oficial, la desnacionalización del cobre y la forma en cómo la significación de la nacionalización se superpone con el presente y permite visualizar, en cuanto continuo histórico, la metamorfosis de la sociedad a través de este hito que simbolizó la unidad del país serán también parte de esta reflexión.
El artículo forma parte de una investigación más amplia sobre la metamorfosis de las clases medias y sus identidades de género examinadas desde la trasnacionalidad entre 1970 y 1990 bajo el lente del trauma. Si bien en este artículo las clases medias no están articuladas como objeto central de estudio, este enfoque examina desde una perspectiva más amplia elementos, representaciones simbólicas, valores interclase y plurisociales de la chilenidad y de la identidad nacional, por medio de cuyas expresiones y sus evoluciones en el tiempo se distinguen procesos históricos que exponen matices locales de la Guerra Fría y, contribuyen a entender el inédito presente de Chile y el proceso de redacción de la nueva constitución.
Por plurisocial planteo la convergencia de valores comunes de alcance transversal, interrelacional y heterogéneo en términos de sociedad. Aun cuando ciertos sectores de esta se apropien de narrativas discursivas, valores y espacios que apelan a un carácter plurisocial, resultaría un error reducirlos y mancomunarlos sectorialmente. Por lo tanto, la dignidad -aludida en este artículo- no corresponde a un valor unívoco vinculado exclusivamente a lo clasemediero y a lo que circunscribe esa experiencia, sino que apela desde su presencia transversal en la sociedad a una idea-valor convocante de esta en su conjunto.14 De ahí que este estudio formule su conceptualización desde lo plurisocial y no desde lo policlasista.
El artículo se divide en dos secciones: la primera sección introduce brevemente la trama de la nacionalización en el gobierno de Salvador Allende (1970-1973) y la reforma a la Constitución de 1925, que regía entonces y contextualiza el alcance de la misma; además, examina la metáfora de la adultez masculina con la independencia de la nación y el funcionamiento adecuado de la sociedad que circunscribía la narrativa de la chilenidad como cultura pública, a la vez que encuadra las producciones gráficas de Vicente Larrea, Luis Albornoz y Antonio Larrea en una escena cultural más amplia en lo local y regional y expone el contraste de esta como ideología en la UP y en dictadura. La segunda sección examina el afiche de aniversario de la nacionalización, del cual se desprenden retóricas políticas más intrincadas; en esta sección se indaga, además, el décimo aniversario de la nacionalización, que coincidió con la institucionalización del régimen a través de la imposición de la ilegítima Constitución de 1980 y el futuro del cobre y de la dignidad nacional asociada a este. El artículo concluye con una reflexión en torno a la resignificación de la dignidad nacional en el presente inédito del país y la escritura de una nueva constitución política de la república.
Una de las medidas más representativas del gobierno de la Unidad Popular, indudablemente, fue la nacionalización del cobre chileno. Con aprobación unánime en el Congreso el 11 de julio de 1971, la Ley 17.450 pone de relieve el resultado de un proceso histórico como Estado-nación. Las contiendas electorales de 1964 debatían entre la chilenización del cobre y la nacionalización. La primera exponía el carácter transicional del gobierno de Eduardo Frei Montalva (1964-1970),15 aunque a ciencia cierta esta medida perjudicaba sobremanera al país, a la vez que ponía de manifiesto una cultura política local que en la década de 1960 estimaba en la reorganización profunda bajo democracia.16 De acuerdo con Allende, la chilenización resultaba no solo inacabada sino que beneficiaba al imperialismo norteamericano por medio de un alto nivel de endeudamiento estatal,17 a través del traspaso de alrededor de la mitad de las acciones de las principales empresas del mineral a la Corporación Nacional del Cobre (Codelco).18 De ahí el énfasis en la nacionalización integral durante su campaña y su gobierno. La nacionalización resultó un “golpe político” para Estados Unidos, tanto por la expropiación de las empresas, como por la “doctrina de las rentabilidades excesivas” o “doctrina Allende”, esta, por medio de una resolución de la Contraloría General de la República y el presidente, determinaba el no pago de indemnizaciones por no estar justificadas.19
La unanimidad de la votación durante la UP resultó significativa y la prensa local hizo eco de aquello. La medida representaba un triunfo de envergadura respecto a la independencia económica de Chile, aun cuando la nacionalización implicaba un reto no menor para el gobierno local, del cual había conciencia.20 La nacionalización del cobre simbolizaba la unidad como país y, en consecuencia, aquel 11 de julio fue proclamado Día de la Dignidad Nacional y de la Solidaridad por Salvador Allende, quien, en un extenso discurso, declaró: “Esta batalla ha sido larga, pero hay que destacar que la conciencia del pueblo ha permitido que hoy en día en Chile la inmensa mayoría sientan este día como propio”.21 Allende fue enfático en señalar que una ley de nacionalización era insuficiente, ya que había que incorporar una reforma constitucional, por lo que el proyecto de ley de la nacionalización del cobre implicó reformar la Constitución Política del Estado. Se agregó un inciso al artículo 10 de la Constitución de 1925 -que regía por entonces-, en el cual se estableció el dominio minero patrimonial del Estado.22 La inclusión del inciso expuso el espíritu demócrata y legalista de Allende23 y el rol de la constitución en la mejora de la democracia.
La nacionalización asociada a los conceptos de dignidad y solidaridad resultó contundente para la época. Primero, el nuevo día de celebración nacional plasmó el imaginario del periodo apelando a su concepción plurisocial. Segundo, resultó premonitorio para aquel futuro cercano que trajo consigo el quiebre democrático el 11 de septiembre de 1973. Finalmente, se percibió como urgente para el Chile actual que intenta recuperar su dignidad. El estallido social del 18 de octubre de 2019, el Acuerdo por la Paz Social y la nueva constitución del 25 de noviembre de 2019 dieron paso al proceso actual. En el plebiscito del 25 de octubre de 2020, un convincente 78.27% de los votos aprobó el cambio de la Constitución de 1980 mediante la Convención Constituyente, integrada por 155 personas elegidas por votación popular. La Convención está trabajando en el proceso de escritura, aunque no exento de polémicas. Con la nueva carta magna se aspira, incluso aunque sea solo un simbolismo, a recuperar la dignidad y dejar definitivamente atrás una constitución de origen ilegítimo impuesta de forma fraudulenta bajo terrorismo de Estado. Un simbolismo de esta magnitud puede renovar los sentidos de pertenencia y también permite afrontar la memoria dividida de Chile, desde la premisa de que una nueva constitución aspira a ser incluyente y generar una sociedad más democrática.
Una contextualización aristotélica del Estado y los alcances de la constitución permiten comprender por qué resultaba tan importante para Allende incluir la nacionalización en esta. Entendiendo al Estado como una asociación de ciudadanos, este se rige bajo una misma constitución y es esta precisamente la que resolverá su identidad.24 Desde la oportunidad que ofrece esta inédita experiencia para un país jerárquico, conservador y desigual como Chile, las gráficas oficiales del gobierno de la UP permiten dimensionar ese lugar de identidad resquebrajado a partir del quiebre democrático. La gráfica examinada en esta sección pone de relieve el impacto de la nacionalización en la identidad nacional, la dignidad y en por qué esta es representada desde la masculinidad.25
En 1971, el afiche titulado Chile se pone pantalones largos, con el cual el gobierno de la UP daba a conocer la nacionalización al país (Figura 1), fue parte de un amplio conjunto de gráficas públicas en torno a la campaña de nacionalización del cobre que contó con una variada red de organizaciones e instituciones que la apoyaban.26 Esta gráfica oficial apuntaba a una analogía del ciclo de la masculinidad en referencia al niño que dejaba de vestir pantalón corto: vestir pantalón largo simbolizaba la adultez y las responsabilidades asociadas a esta. Vicente Larrea, autor del afiche y de las gráficas del gobierno de Allende, generosamente compartió su experiencia sobre la época y la creación de los afiches, y detalló: “El joven enarbolando la bandera de Chile y bien parado sobre el mineral de cobre grafica el gesto de propiedad”.27 Chile asumía una responsabilidad nueva frente al mundo. Desde la masculinidad, la imagen transmite que al hacerse hombre se contraía otro rol.28 Desde la noción de adultez, hay un empoderamiento intrínseco en su calidad de expresión de nacionalismo, la cual conecta con mandatos sociales que perpetuaban la imagen del hombre con lo normativo y el eje del funcionamiento de la sociedad.29 Esta se vincula directamente con el honor como punto de anclaje, un universo institucionalizado que reunía una serie de códigos culturales en torno a la hombría y sus ideales.30 Desde la idea de la caballerosidad, el honor resultaba inherente a la reputación del individuo en sí, su posición, su honra y como era de esperarse, su dignidad, por lo que en el imaginario de la hombría el honor era un ideal a preservar.31 Históricamente, y según se observa en diferentes partes del mundo, la diferenciación entre niñez y adultez era relevante. La adopción gradual del vestuario de adulto simbolizaba los hitos de la maduración de la niñez.32 En una hombría de impronta elitista, en Chile, los muchachos comenzaban a ocupar pantalón largo, marcando de esa forma su entrada a la adolescencia, cuando pasaban a cursar el primer año de humanidades, ciclo educacional que tenía como fin prepararlos para la entrada a la universidad. La nacionalización se ancló en la gráfica como “punto liminal” entre la dependencia del niño y la independencia del ciudadano, hombre adulto.33
Fuente: Concepto e ilustración de Vicente Larrea. Gentileza de Vicente Larrea (vlarrea@larrea.cl).
No es de extrañar que la narrativa de la nacionalización del cobre en Chile haya sido presentada desde la masculinidad. Esta respondía a un código público de honor que en su representación colectiva estaba directamente relacionada con el rol de la cultura pública en la formación de las identidades de género.34 El empoderamiento reflejado por el joven del afiche ponía de relieve la dignidad alcanzada, desde un lugar masculino, heteronormativo y patriarcal que perpetuaba la retórica de género imperante en el país bajo códigos sociales de respetabilidad que habían limitado históricamente las actividades de las mujeres reduciéndolas a la subordinación de sus funciones en la esfera doméstica,35 aspecto que fortalecía la masculinización de los trabajadores. Desde comienzos del siglo XX, se observa una tensión creciente entre la situación laboral de las mujeres, por un lado, y la necesidad de protegerlas debido a la fragilidad prácticamente constitutiva de ellas, por el otro.36 En ese tenor, las políticas de género impulsadas por los gobiernos radicales y sus “frentes populares” aspiraban a construir una nueva sociedad. La modernidad, sus valores y hábitos asociados, encuadrados en la respetabilidad, comprendían limpieza, temple y trabajo duro, entre otros. La idea del hombre como el principal sostenedor de la familia y la mujer limitada a su rol en la esfera doméstica como madre responsable estaba fehacientemente representada en el aparato estatal.37 Mientras que unas décadas más tarde, durante el gobierno de Frei Montalva, en el ideal de familia que promovía la Reforma Agraria, la idea de una mujer campesina moderna tensionó tanto las relaciones de género como las relaciones entre madres e hijas.38 La figura de la familia y el hombre como el sostenedor fue reforzada por medio del acceso a los beneficios de trabajar la tierra.39 Desde ese imaginario, el mensaje al que apelaba la narrativa de la nacionalización del cobre durante la UP refleja una retórica de Estado-nación que históricamente puso de manifiesto las tensiones inherentes a su época. Para 1971, y como se desprende de manera contundente del afiche, la nacionalización encajaba con la hipermasculinidad de la narrativa de la chilenidad observada en el transcurso del siglo XX.40 Esta, encuadrada a un imaginario elitista de clase, imbricaba con el hombre urbano moderno y normativo que ocupaba pantalón largo y sería un representante natural e ideal del liberalismo imperante en la época.
El equipo tras las creaciones de las gráficas oficiales de la UP estaba compuesto por Luis Albornoz y los hermanos Antonio y Vicente Larrea, e incluso su hermana les ayudaba con la administración. Vicente Larrea fue enfático en señalar que todos los trabajos que hicieron para el gobierno de Allende fueron conceptualizados y resueltos por ellos y no existieron directrices externas ni forma alguna de censura: “Siempre trabajamos con mucho idealismo, en absoluta libertad y con total responsabilidad en la orientación y selección visual de nuestros resultados”.41 Además de aclarar que ninguno de los tres eran teóricos del tema, sino que eran y son gráficos, los conceptos que ocupaban eran elementales, de colores planos y de muy poca textura, acompañados de un borde negro que tomaron de las técnicas de dibujo de Walt Disney para destacar los colores. Vicente agrega que, hasta la fecha, ni él ni su hermano han militado nunca en ningún partido y señala que Luis Albornoz militaba en ese tiempo en las Juventudes Comunistas. Vicente ahonda en que durante aquel periodo ellos no vieron el efecto que causó su trabajo, ni tampoco dimensionaron lo que estaban haciendo; del impacto de las gráficas de la UP tendrían noción con el correr del tiempo. Sobre su trascendencia y transversalidad, cabe mencionar una sugestiva anécdota: Vicente era cercano a la gente de la embajada de Estados Unidos en Chile durante la UP y, dado este vínculo, después de un encuentro social, el abogado de la embajada lo invitó a tomar un café; al entrar, vio el afiche de los pantalones largos enmarcado en su oficina. Frente a su sorpresa, el abogado le respondió: “Sí. Y no te asombres, mi jefe en Washington tiene otro igual”.42 Más allá de esta sorprendente anécdota, la dinámica de trabajo de entonces los tenía al margen del ritmo externo del día a día: “Estábamos absolutamente metidos, nosotros no vimos la calle en tres años, cuatro años, fuimos tres personas […] No podíamos ir porque cuando era el evento de presentación [del afiche], ya estábamos trabajando en otra cosa, con la cabeza en el tablero”.43 El testimonio de Vicente Larrea permite percibir el frenético ritmo de la esfera pública durante la UP y del rol del afiche en aquel espacio social inexistente hoy, según él mismo señala. A la vez, su testimonio permite devolver por medio de sus propias palabras el lugar central de aquel que hizo y vivió la historia.44 Las gráficas del equipo Larrea le dieron una identidad a la vía chilena al socialismo de Allende, tuvieron peso en lo que respecta al arte visual de la época45 y sus creaciones fueron referente de un paradigma estético innovador en el que convergían “pop art, psicodelia, realismo social y fotografía de alto contraste” y, desde lo local, afluencias del “muralismo político, el primitivismo xilográfico de la Lira Popular y la fotografía histórica chilena”.46
Desde la trasnacionalidad, se observan algunos matices locales de esa etapa de la Guerra Fría. Las apreciaciones, la forma en cómo se percibía y se reivindicaba la nacionalización se distinguen a través de la dimensión humana del cambio social y el imaginario político que dieron respuesta a la agencia y a la contingencia del momento.47 Se manifestaba una influencia entre unos artistas y otros, como apunta Vicente al hablar de los murales de Alejandro “Mono” González y la Brigada Ramona Parra (BRP): “Sin conocernos, mirábamos los trabajos del otro, queríamos lo mismo”.48 A ciencia cierta, Vicente Larrea y las creaciones de su equipo no se circunscriben a lo que sería identificable como el artista o el arte militante, como sí lo eran Mono González y la BRP.49 Aunque claramente posicionado a la izquierda del mapa político, no hubo en el equipo Larrea implicancias disciplinares partidistas ni de confrontación política, como se desprende de los consistentes afiches respecto al “compromiso” del antipartidismo en sus creaciones para la UP. Otro aspecto que puso de relieve la influencia en un sentido más amplio fue el acercamiento de la música popular al arte; artistas relacionados con otras disciplinas, referentes emblemáticos dentro y fuera del país, como Violeta Parra o Víctor Jara, además de ser músicos, incursionaban en plástica, poesía, arte textil, danza y teatro.50 A eso se agregó la música andina cosmopolita y reconocida en Chile desde la década de 1960, la cual tuvo un alto impacto con Violeta en 1964.51 Los representantes de la Nueva Canción Chilena que surgió entonces eran artistas que además de intérpretes eran compositores.52 Otro factor local fue la recuperación de elementos del folklore en la moda y el surgimiento de la moda autóctona,53 que complementaban la escena. Estas reivindicaciones artístico-culturales convergían con los discursos latinoamericanistas desplegados por los gobiernos en curso.54 Desde el mundo de las artes latinoamericanas, en general, durante la época se reivindicaba lo regional, lo originario y lo local. La creación deambulaba desde la efervescencia del momento como el efecto de las gráficas de la UP, los murales, la participación de la gente, hasta producciones de efecto personal y comercial, más duradero, como colecciones de ropa femenina o discos. La expresión material adquirió un valor como objeto cultural por sobre la mera venta del producto, como las carátulas de la Discoteca del Cantar Popular (DICAP), creaciones del equipo Larrea.55 El impacto local de la censura posterior al quiebre democrático se reflejó de inmediato, la Junta Militar de Gobierno prohibió el charango, la quena y la zampoña, tres instrumentos musicales andinos,56 que se sumaron a la operación limpieza.57
Desde una perspectiva ideológica, la noción de adultez durante el gobierno de Allende enfatizaba una responsabilidad de adultez colectiva. La nacionalización era por y para todo el pueblo de Chile; la unanimidad del voto, la instalación de la fecha conmemorativa del Día de la Dignidad Nacional y de la Solidaridad y su inclusión en la constitución son reflejo de aquello. De ahí que el contraste respecto a la exclusión impuesta por el régimen dictatorial a partir del golpe imponía una retórica monolítica que fue perpetuada y perfeccionada en el tiempo. La institucionalización del régimen a través de la imposición de la nueva Constitución en 1980 resulta contundente al respecto. El régimen pretendía anular todo vestigio de lo que fue la UP, incluida su característica estética. De carácter sobrio, de geometrismo sencillo y organizado, común a regímenes autoritarios,58 el de Pinochet también incluyó nuevas fechas conmemorativas en torno a la estética del nuevo Chile con performatividades alusivas, que establecieron un estándar para la memoria dividida del país a la vez que resignificaron la masculinidad.59
Posterior al golpe de Estado, de inmediato se formó una comisión que sería la encargada de generar los lineamientos de una nueva constitución. El resultado de lo sugerido por la Comisión Ortúzar el 16 de agosto de 1978 fue revisado por el Consejo de Estado y hubo un plebiscito -de sospechosos resultados, partiendo por su naturaleza anticonstitucional- el 11 de septiembre de 1980 que llamó a la legitimación de la nueva constitución que regiría el país. En lo que respecta al cobre, la Comisión Ortúzar creó una subcomisión que concluyó que había que rectificar la nacionalización porque esta dañaba en demasía el desarrollo de la minería en Chile, argumento que también adoptó el Consejo del Estado, mas este fue rechazado por la Junta de Gobierno, que mantuvo el dominio patrimonial del cobre incluido en 1971 en el artículo 10, aunque por breve tiempo, en enero de 1982, fue aprobada la Ley 18.097 Orgánica Constitucional de Concesiones Mineras (LOCCM). Las representaciones simbólicas de la masculinidad en Chile estuvieron sujetas al nuevo orden social impuesto por el régimen y sus ambiciones refundacionales, que comprendían un proyecto político, económico e ideológico cuyo sustento recaía en la reforma al Estado60 que forzó al país hacia el neoliberalismo61 y cuya radicalidad se refleja en la Constitución de 1980. El ocaso de la nacionalización del cobre y la dignidad nacional imbrican simbólicamente con el proceso actual de la escritura de la nueva constitución.
En 1972, el afiche titulado Cobre chileno (Figura 2), circunscribió la celebración del primer aniversario de la nacionalización, según detalla Vicente Larrea: “El grupo de diversos personajes chilenos posando para un retrato familiar arriba de lingotes de cobre mostraba el carácter de propietarios de todos los chilenos. Están de todas las etnias que veíamos en ese momento y de muchos oficios diferentes, parados como familia arriba de una linga de cobre. El adolescente con la bandera chilena marca la continuidad con el cartel de los pantalones largos”.62 Una estampa diversa retrataba rostros nacionales que desplegaban la geografía del país de norte a sur. Estos se ubicaban tal y como en una fotografía familiar de corte tradicional y exponían la pigmentocracia local, es decir, la composición racial de la sociedad chilena, el mestizaje y los imaginarios de casta reforzados por medio del contraste entre lo urbano y lo rural, la diferencia entre generaciones y una variedad de ocupaciones que a la vez reflejaba jerarquía, diferencia de clases y perpetuaba imaginarios heteronormativos de género, de los cuales se desprendía el carácter plurisocial de la nacionalización representativo de la gráfica. A partir de este enfoque se examinará el contraste de la colorida UP frente a la dictadura gris y los alcances de ambos respecto a la narrativa de la masculinidad.
Las representaciones del mundo laboral masculino desplegadas en la gráfica exponen los contrastes del mercado laboral; así, el trabajo profesional y el trabajo técnico, con sus improntas de clase, aparecen claramente representados. La presencia del minero pone de relieve la subsistencia de los trabajadores de los sectores productivos representativos del capitalismo industrial63 y adquiere un simbolismo especial en el contexto de la nacionalización. En complemento, la figura del huaso, en su calidad de imagen fundacional del imaginario masculino chileno, personifica su carácter popular como ícono de la chilenidad.64 El afiche también incluía roles que presuntamente resguardaban el orden social desde el más amplio espectro a través de la presencia de un cura y un carabinero. Los oficios que representaban los hombres en general diferían respecto a los roles que encarnaban las mujeres, y la presencia de ellas además es notoriamente menor que la de ellos en la gráfica. Los roles en este retrato se vinculan a la imagen de un Estado masculino que exhibe autoridad y desigualdad de las relaciones presentadas por el poder social que segmenta al hombre público65 y desliza una continuidad a la independencia alcanzada, que se representa a través de la metáfora del pantalón largo en la gráfica de 1971. Mientras que la nación, representada como la feminidad “mítica por excelencia”,66 es perpetuada en esta gráfica a través de la forma en que se retrata a las mujeres, especialmente, como una mujer que viste el traje de los pueblos originarios y está ubicada en el centro del afiche; a ella se suma una mujer rural que aparece sentada sosteniendo una guitarra. Ellas coexisten, aunque contrastan con la joven mujer estudiante y la mujer de mediana edad urbana y moderna, de la cual solo se ve el rostro, mientras que la joven madre que viste delantal de cocina y sostiene a su guagua enfatiza su rol tradicional de ama de casa. En la gráfica se desprende la evolución de ellas por medio de las mujeres urbanas y modernas que reflejaban los renovados atributos a través de los cuales la convergencia de imaginarios clásicos y nuevos de género tensionaban las relaciones entre sí y perpetuaban la identificación de lo masculino con lo chileno como modelo de sociedad.67
El retrato dejaba entrever la confluencia de lo tradicional con lo moderno, incluía elementos representativos del país, como la alfarería de Quinchamalí y un moái de Rapa Nui, e inclusive animales comunes y en ocasiones domesticados, como el perro y el gato, que encarnaban dentro de este cuadro la cercanía y familiaridad de un imaginario cotidiano. La gráfica expresaba desde un lugar común el carácter de propietarios todos los chilenos. La forma como se estructura el afiche, y la representación de la sociedad en el mismo, contrasta con la narrativa del gobierno respecto a la igualdad. Es precisamente a partir de esas diferenciaciones de la sociedad local, a través de las cuales el afiche apelaba a un lugar común, circunscrito en una retórica tradicional que inmortaliza la identificación de lo masculino con lo nacional. La gráfica pone de relieve la tensión entre los postulados de la UP, la realidad de entonces y las formas en que se percibían y se hacía alusión a las disparidades locales y también a las aspiraciones de los imaginarios sociales de la época. Desde ese lugar, el afiche exponía un ideal de niñez educada, los niños y niñas aparecían con bolsón y una niña más grande en edad vestía uniforme de colegio. Fue a partir de esa diferencia percibida por sus creadores donde se construía un espacio común que se materializaba visualmente en las diferentes e icónicas gráficas de la UP creadas por los hermanos Larrea y Albornoz.
Fuente: Concepto de Vicente Larrea, ilustración de Luis Albornoz. Gentileza Vicente Larrea (vlar-rea@larrea.cl).
Las gráficas, simples y coloridas, comunicaban directamente el mensaje. Coincidían con los discursos de Allende al sugerir la vía chilena como una nueva forma de comunidad nacional por sobre la ruptura radical revolucionaria, que dejaba todas las formas conocidas como tradicionales atrás.68 Respecto a la masculinidad normativa, las gráficas desplegaban los estereotipos ideales que habían dado forma al Estado-nación durante décadas. Esto deja ver que tanto la “masculinidad moderna” como la “conciencia nacional moderna” crecieron en paralelo y se retroalimentaron la una de la otra.69 Las gráficas de la UP son un referente de este paralelismo y la imagen de masculinidad que proyectaban respondía al ideal de virilidad tradicional cuyo escenario por excelencia era la esfera pública. En las representaciones de hombres y mujeres de la gráfica se puede identificar claramente a los habitantes del norte y del sur del país, así como el contraste de lo urbano y lo rural, que también se distingue como retrato geográfico, del cual se desprenden el estereotipo pigmentográfico y las diferencias de clase.
El carácter de propietarios en el Cobre chileno es enfatizado por Vicente Larrea. La imagen iba acompañada de una estrofa de un poema de Pablo Neruda, miembro representativo del partido comunista: “la firma del poeta fue borrada para no romper el equilibrio del cuoteo político”,70 lo que fue responsabilidad del propio Vicente y destaca la intencionalidad de haber mantenido las gráficas de la UP sin referencias partidistas:
Hicimos un compromiso. Todo lo que llegara del gobierno, lo único que íbamos a hacer era la imagen de Chile. Sin nunca jamás poner ningún símbolo de algún partido, ni menos la hoz y el martillo porque era externo a nosotros, no era filosofía chilena. Íbamos a resaltar todos los valores chilenos y latinoamericanos sin caer en banderas de ningún partido, y eso lo mantuvimos siempre, hasta hoy. No transamos y siempre que pudimos pusimos la bandera chilena en todas partes.71
El Cobre chileno, y la representación del país en ese gran retrato familiar también respondía a las narrativas desplegadas por la izquierda tradicional local en el transcurso de las décadas, con el comportamiento familiar responsable, solidario y la disciplina en el trabajo,72 que esta gráfica exhibe contundentemente.
El texto que acompaña la imagen: “Tú eres la patria, pampa y pueblo, arena, arcilla, escuela, casa, resurrección, puño, ofensiva, orden, desfile, ataque, trigo, lucha, grandeza, resistencia” es un extracto que corresponde al segundo párrafo del poema Padre de Chile de Pablo Neruda,73 dedicado a Luis Emilio Recabarren, político, pensador, líder de masas, fundador del movimiento sindical en Chile y del partido obrero socialista que posteriormente devino en el partido comunista.74 Por todo lo anterior, no fue raro que Neruda lo denominara como el padre de la patria. El poema pone de relieve la conexión entre las acciones sindicales y las acciones políticas; desde esa perspectiva, sugiero que este se superpone simbólicamente con el imaginario de militancia de izquierda.75 Las líneas de cierre del poema, “juramos continuar tu camino, hasta la victoria del pueblo”,76 también resultaban atingentes con el proceso político que vivía Chile en ese entonces. Aunque las gráficas del equipo Larrea no hacían eco de las narrativas revolucionarias tradicionales a las que sí apelaban sectores más radicalizados dentro de la UP,77 la figura de Recabarren resulta clave en las etapas fundacionales de la izquierda en Chile.78 En consecuencia, era una figura simbólica para Allende y fue también reivindicado históricamente en un multitudinario acto en el Estadio Nacional el 05 de noviembre de 1970 cuando Allende asumió el gobierno.79
Desde una visión aristotélica, por naturaleza elitista,80 el afiche de aniversario de la nacionalización pone de relieve a los ciudadanos en su calidad de elementos del Estado y, en consecuencia, de la democracia. El Estado más cercano a la perfección es aquel en el que cada ciudadano sin distinción, gracias a las leyes que lo regulan, puede desarrollarse, ser virtuoso y pleno.81 La imagen del afiche, cuya intención era retratar un país donde había espacio para todos, reflejaba, aunque de forma jerárquica, ese carácter de todo ciudadano y ciudadana como parte del Estado democrático. La imagen pone de relieve la vía chilena como una alternativa política natural a su tiempo y la latinoamericanidad de su formación social82 resultó inherente a la experiencia democrática.
La mirada de Cristián, quien tenía siete años cuando fue el golpe de Estado, complementa desde las subjetividades que recrean el pasado el impacto de las gráficas de la época, del arte visual, la cultura material y la moda. Moda y juventud iban de la mano, Cristián lo recuerda con una sugestiva analogía estacional que le otorga un nuevo significado a aquello que resultó significativo:83
Siento que los años previos al golpe eran de verano y los años después del golpe eran de invierno. Los colores. Tengo más recuerdos de invierno, de frío, de estufa, todo del año 73 para adelante, tengo más recuerdos de veranos previos al 73. Era más alegre, había más colores, el tipo de ropa, era plena época hippie, pantalones patas de elefante, camisas con cuellos grandotes, mis hermanos con patillas. La moda era muy llamativa.84
Cristián grafica la imagen cotidiana de la UP y la dictadura, los colores y el contraste entre lo luminoso y el calor respecto a la oscuridad del frío, el verde castrense y los grises que encuadraron una disciplinada e insípida estética85 que no resultó indiferente a la mirada propia de un niño. La disciplina del cuerpo dejó en el olvido el pelo largo asociado al salvajismo86 y las barbas de los jóvenes que, si bien simbolizan una virilidad vinculada al poder, la pasión, la valentía e incluso a la sabiduría, durante los largos sesentas en Chile las mismas barbas asociadas a la desprolijidad y a una periodicidad andrógina,87 fueron reemplazadas por los nuevos estándares de presentación personal que incluían una redomesticación por medio del pelo corto y peinado, con el que se apelaba a la virilidad.88 La disciplina del cuerpo se sintió de inmediato. Durante las semanas posteriores al golpe, el cura que llevó a Ramón a ver a sus padres le hizo cortar el pelo por precaución:
Yo ocupaba el pelo largo, porque tú sabes la época, y el cura me dice: “no, esta cosa no está tan fácil, nos van a parar en el camino”. A él ya lo habían parado y efectivamente nos pararon y claro, yo con el pelo corto. Ocurría en la calle que por el pelo largo te tijereteaban y te maltrataban […] podía pasar cualquier cosa en la calle.89
La algidez del momento resultó evidente con la militarización inmediata del espacio, el cambio de color del imaginario cotidiano, la anonimización del cuerpo por medio del corte de pelo90 y los controles, de los cuales ni el cura se salvaba, ni menos se salvó Ramón de disciplinar su apariencia. Este fenómeno también se observó en el Uruguay dictatorial, en ambos países marcó la “idiosincrasia” adolescente y juvenil ubicando a los jóvenes en posiciones radicales de oposición o sumisión.91 Los recuerdos de Cristián y de Ramón contribuyen a potenciar la memoria respecto al lugar que tiene como verdad en la sociedad.92 El efecto de la disciplina desde los colores, que para Cristián faltaban en dictadura, pasó a simbolizar la nostalgia del pasado y ha sido reproducido en la actualidad por Vicente y su equipo: “Resaltar los valores chilenos, eso explica por qué hoy se compran reproducciones de eso. Tú dices: ‘bueno, algo hicimos’. Creamos algo que identificó a un país. Y esa gente que no ha tenido una imagen propia de su país se siente identificada con este tipo de cosas, suponemos que es eso”.93 Las gráficas de los hermanos Larrea y Albornoz evidenciaban el rol de la cultura visual en la construcción de la comunidad, la nación y la ciudadanía socialista.94
El llamado a la propiedad en el afiche de la nacionalización indudablemente se extendió a otras áreas y su efecto queda de manifiesto al ver cómo se reivindicaba en el tiempo. El décimo aniversario de la nacionalización del cobre, en julio de 1981, acaeció en un momento álgido de la dictadura, con la institucionalización del régimen a través de la nueva constitución como telón de fondo, un momento en el que la dignidad nacional estaba en cuestión. La primera revista de oposición al régimen, Agencia Publicitaria de Servicios Internacionales, APSI (1976-1995),95 publicó una sugerente portada precisamente con el afiche Cobre Chileno, en la que anunciaba un dossier titulado: Nacionalización del Cobre: a diez años de la dignidad nacional,96 introducido por APSI como: “Uno de los actos más importantes de nuestra vida republicana: la nacionalización del Cobre, principal riqueza pública de los chilenos”,97 el dossier tenía como fin revisitar la significación de la misma.
El dossier comenzaba con el texto “Por qué nacionalizar el cobre” de Orlando Cantuarias,98 ministro de Minería de la UP, quien como ministro de la cartera fue al Congreso a explicar las razones que motivaban la nacionalización y así buscar un camino de cambio estructural: “Proponiendo la Reforma Constitucional que estableciera en la Carta Fundamental la propiedad del Estado sobre la Gran Minería del Cobre, sostuve, con absoluta claridad y franqueza, que la nacionalización del cobre era el primer paso que dábamos para iniciar en Chile, con absoluta independencia de presiones foráneas, la construcción del socialismo”.99 El texto de Cantuarias señalaba que la reforma constitucional reflejaba fehacientemente el anhelo del pueblo de tener una estructura que hiciera posible una repartición más equitativa, él no tuvo reparos en señalar al régimen: “Hoy día los establecimientos de la Gran Minería en actual explotación, están aún en poder del Estado, pero la exploración y la explotación de nuevos yacimientos se empieza a entregar a empresas extranjeras. Es de desear que éste no sea el comienzo del fin de la propiedad de Chile sobre su cobre”.100 Cantuarias percibía bien el momento: la amenaza hacia la desnacionalización del cobre era real y no tardó en concretarse. Lo que él no dimensionó fue la repercusión de sus palabras.
El eco de la vía chilena de Allende y el hito de la nacionalización del cobre, encuadrados en la dignidad del pueblo chileno, en su calidad de expresiones de nacionalismo monolítico desplegadas por Cantuarias en APSI, no se hicieron esperar. El texto no refleja ningún tipo de autocensura en sus palabras, al contrario, recrea la historia con la misma sinceridad con la que él -desde su rol en la cartera de Minería- la recordaba, sin ocultar el significado que le otorgaba a la nacionalización, en cuanto primera base del socialismo local. Por supuesto, resultaba imposible sopesar lo que podía traer la contextualización de esos recuerdos diez años después. Cantuarias fue expulsado del país a comienzos de agosto de 1981 y a los dos días, la revista APSI sufrió su primera clausura, la revista reabrió en 1982.101 Desde la masculinidad, el castigo ejemplificador de la dictadura a la oposición responde al patrón estructural de la violencia institucionalizada que ejercía el régimen.102 Las expresiones de nacionalismo monolítico103 en desigualdad de condiciones traían consecuencias extremas y en algunos casos, el “otro”, no merecía vivir en el país. A diez años de la nacionalización del cobre chileno, el simbolismo que circunscribía la dignidad nacional parecía simplemente arrebatado.
Las gráficas del gobierno de la Unidad Popular en Chile constituyen uno de los referentes más potentes en lo que a cultura material política nacional se refiere. Las creaciones de Vicente y Antonio Larrea y Luis Albornoz son icónicas tanto por la cultura visual como por las retóricas a las que apelaron para comunicar los avances de la vía chilena al socialismo como la articulación política en torno a la nacionalización del cobre. Estas denotaban narrativas sociales arraigadas en la sociedad chilena de las cuales se desprenden las tensiones del momento: la nacionalización presentada como una adultez masculina resulta contundente al respecto.
La experiencia de Vicente Larrea y los conceptos tras las gráficas que configuran este artículo permiten examinar una época desde la convergencia entre la cultura visual y las historias de vida donde interceptan clase, género, niñez, juventud y nacionalismo. La nacionalización del cobre, la metáfora de la masculinidad, la significación de ser propietarios y la dignidad bajo la cual se circunscribió este proceso retrataban una forma de Estado-nación que databa de décadas. La nacionalización expone el final de un proceso histórico y de una maduración idiosincrática respecto a la administración de las principales riquezas del país. De ahí que fuera realmente significativa su votación unánime en el Congreso, así como su percepción en el imaginario social colectivo, aún pese al reparo señalado por algunos sectores. El Día de la Dignidad Nacional y de la Solidaridad en Chile fue un día en el que en, términos aristotélicos, se vivió una democracia plena.
En complemento, se presenta la mirada de la niñez desplegada en las memorias de Cristián, quien para el retorno a la democracia era universitario y militaba en la juventud de la Democracia Cristiana. Junto con la experiencia de un joven militante idealista y radicalizado como Ramón, quien fue trasladando sus militancias a distintos partidos como efecto de su radicalización, sus testimonios circunscriben vivencias específicas que contribuyen a contextualizar la cotidianidad a partir de la forma en que recrean el pasado desde sus recuerdos de niñez y juventud.
La manera en que se entendían los integrantes de la comunidad nacional propietaria del cobre, las tensiones que derivaban de esas representaciones y la prevalencia de una coexistencia convergente que aspiraba a ser representativa del país, aun cuando la representación perpetuara imaginarios de chilenidad circunscrita bajo el protagonismo de una multiplicidad de versiones jerárquicas de lo masculino, ponen de relieve desde su carácter plurisocial el valor de la dignidad, que fue resquebrajada a partir del quiebre democrático y la desnacionalización del cobre por parte de la dictadura.
La idea de dignidad resquebrajada, herida profunda que encuadra la memoria dividida de Chile, hoy posee un renovado protagonismo en el proceso de escritura de la nueva constitución por parte de la Convención Constituyente compuesta por 155 hombres y mujeres chilenos que representan la realidad social del país, quienes entrañan la esperanza de enriquecer la democracia al repensar la identidad del Estado mediante este proceso y aspiran a dejar atrás las ilegitimidades estructurales y simbólicas heredadas del periodo dictatorial. En la actualidad, la metáfora del uso de pantalón largo y la representación de la madurez masculina por medio de este resultan obsoletas. Las tensiones de la sociedad han evolucionado y el recambio generacional también ha propiciado que el país aspire a dialogar desde otro lugar, aun cuando no resulte claro si la sociedad tiene la madurez para eso. Los alcances del proceso inédito que vive Chile en la actualidad conllevan implicancias profundas que trascienden la interpretación simbólica del proceso, por lo que es precisamente el carácter plurisocial el que circunscribe la resignificación de la dignidad a la que aspira Chile. Aún está por verse si la sociedad y quienes integran la Convención están a la altura del proceso, son dialogantes y se desprenden de sus individualismos. Con la escritura de la nueva constitución como telón de fondo, los símbolos patrios como el himno nacional están también en cuestión; habrá que ver si superada la crisis de identidad actual que vive Chile, se entonará nuevamente y desde un lugar de pertenencia un verdadero “asilo contra la opresión”.
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Zárate María Soledad y Lorena Godoy. “Análisis crítico de los estudios históricos del trabajo femenino en Chile”. Cuaderno de Investigación no. 2. Santiago: Centro de Estudios de la Mujer, 2005.
Zárate María Soledad Lorena Godoy Análisis crítico de los estudios históricos del trabajo femenino en ChileCuaderno de Investigación2SantiagoCentro de Estudios de la Mujer2005
[1]Jorge E. Iturriaga, “Proletas, limpios, cobardes y burgueses. El fútbol en 1973”, 1973: La vida cotidiana de un año crucial, César Albornoz y otros (Santiago: Editorial Planeta, 2003) 320.
[3]Steve J. Stern, Luchando por mentes y corazones. Las batallas de la memoria en el Chile de Pinochet (Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales, 2013) 42.
[5]Luis Hernán Errázuriz y Gonzalo Leiva, El golpe estético: dictadura militar en Chile 1973-1989 (Santiago: Ocho libros, 2012) 128.
[7]Genaro Cuadros, “Soporífero: el lento, gris y neón espacio público de la dictadura”, Santiago 1977-1990: arquitectura, ciudad y política, ed. Daniel Talesnik (Santiago: Ediciones ARQ, Pontificia Universidad Católica de Chile, 2021) 14.
[8]Marcelo Viñar y Daniel Gil, “La dictadura: una intrusión en la intimidad”, Historias de la Vida Privada en el Uruguay Individuo y soledades 1920-1990, t. 3, dirs. José Pedro Barrán y otros (Montevideo: Taurus, 1998) 319.
[9]George L., Mosse, La nacionalización de las masas. Simbolismo político y movimientos de masa en Alemania desde las guerras napoleónicas al tercer Reich (Argentina: Siglo XXI Editores, 2007) 270.
[10]Sofía Correa Sutil y otros, Historia del siglo XX chileno: balance paradojal (Santiago: Ed. Sudamericana, 2001) 284.
[11]Sebastián Carassai, Los años setenta de la gente común. La naturalización de la violencia (Buenos Aires: Siglo XXI, 2014) 14.
[12]Camilo D., Trumper, Ephemeral Histories: Public Art, Politics and the Struggle for the Streets in Chile (Oakland: University of California Press, 2016) 121.
[14]Una introducción a la idea de dignidad, su conexión clasemediera y su perspectiva convocante en un espacio plurisocial en el contexto del estallido social de 2019 en Chile: Claudia Stern, Entre el cielo y el suelo: las identidades elásticas de las clases medias (Santiago de Chile, 1932-1962) (Santiago: RiL Editores, 2021) 452-454.
[15]Tanya Harmer, Beatriz Allende: A Revolutionary Life in Cold War Latin America (Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 2020) 9.
[16]Heidi Tinsman, “La tierra para el que la trabaja: política y género en la reforma agraria chilena”, Perspectivas, Revista de Trabajo Social 13.19 (2008): 54.
[18]Empresas mineras: Anaconda, Chuquicamata, El Teniente, El Salvador, Minera Andina y Minera Exótica.
[21]Salvador Allende, “Discurso con motivo de la nacionalización del cobre” (Discurso pronunciado con motivo de la promulgación de la ley que nacionalizó la Gran Minería del Cobre el 11 de julio de 1971, 2006). https://www.marxists.org/espanol/allende/1971/julio11.htm (12/09/2018).
[22]Jorge Acuña, Marco legal chileno de la minería del cobre (Santiago: [s.f.]) 3-6. https://www.archivonacional.gob.cl/616/articles-8083_archivo_01.pdf (04/09/2018).
[23]Sebastián Sampieri y Paulina Fernández, Una historia de la traición en Chile (Santiago: Editorial Planeta, 2019) 89.
[25]Una introducción a este afiche, la metáfora de la adultez, su conexión con las clases medias y sus efectos bajo dictadura en Stern, Entre el cielo y el suelo 450-451.
[28]José Olavarría, Sobre hombres y masculinidades: “ponerse los pantalones” (Santiago: Ediciones Universidad Academia Humanismo Cristiano, 2017) 22.
[32]Jo B. Paoletti, “Clothing and Gender in America: Children’s fashions, 1890-1920”, Exploring Masculinities: Identities, inequality, continuity, and change, C. J. Pascoe & Tristan Bridges (Nueva York Oxford: Oxford University Press, 2016) 91.
[35]Thomas M. Klubock, Contested communities: class, gender and politics in Chile’s El Teniente copper mine, 1900-1954 (Durham: Duke University Press, 1998) 188, 219.
[36]Elizabeth Q. Hutchinson, Labors appropriate to their sex: gender, labor, and politics in Chile, 1900-1930 (Durham: Duke University Press, 2001) 117.
[37]Karin A. Rosemblatt, Gendered Compromises: Political Cultures and the State in Chile, 1920- 1950 (Chapel Hill / Londres: The University of North Carolina Press, 2000) 4.
[38]La reforma diferenciaba entre mujeres casadas y solteras, ellas, se movilizaron de forma excepcional y a escala nacional en el periodo. Tinsman 58 y 61.
[40]Claudia Stern, “‘Professionals, merchants and industrialists unite!’ Middle-Class Masculinities, Subjectivities and Nationhood, Chile, 1932-1952”, Men and Masculinities 20.10 (2021): 4, 14 y 18.
[46]Vicente señala que todo empezó con la carátula de Quilapayún en 1967. Ellos estuvieron a cargo de la imagen corporativa de la DICAP con el objeto de centralizar la música de la Nueva Canción Chilena, que, desde su carácter de movimiento más que de género musical, difundió este referente estético que se desenvolvió como “proyecto político y social” donde primó la propagada por sobre la difusión, así como la mediación ideológica por encima de la comercial. Entrevista telefónica de Claudia Stern a Vicente Larrea, 13 de abril 2020; véase Nueva Canción en: Juan Pablo González, Óscar Ohlsen y otros, Historia social de la música popular en Chile, 1950-1970 (Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 2009) 371-375.
[48]Entrevista telefónica de Claudia Stern a Vicente Larrea, 13 de abril 2020. Un acabado análisis de los murales de la BRP y Mono González en Trumper.
[49]Carolina Olmedo, “El joven envejecido: arte en Chile de 1988 a 1968”, 1988-1968: de la transición al largo ‘68 en Chile, Eds. Andrés Estefane y otros (Santiago: Ariadna, 2019) 71-72 y 85.
[51]Juan Pablo González, Des/encuentros en la música popular chilena. 1970-1990 (Santiago: Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2017) 79.
[53]Olaya Sanfuentes, “Tiempos de traje, aires de moda. Una forma de comunicación no verbal en la década de los setenta”, 1973: la vida cotidiana de un año crucial, César Albornoz y otros (Santiago: Editorial Planeta, 2003) 211.
[59]Claudia Stern, “‘To Live with Honor, or Die’: The Metamorphosis of Place, National Symbols, Masculinities, and Practices under Chile’s State Terrorism (1973-1990)”, Journal of Urban History (2022): 5 y 7, doi: https://doi.org/10.1177/00961442221083043.
[63]María Soledad Zárate y Lorena Godoy, “Análisis crítico de los estudios históricos del trabajo femenino en Chile”, Cuaderno de Investigación no. 2 (Santiago: Centro de Estudios de la Mujer, 2005) 20.
[64]Ximena Valdés, “Masculinidad en el mundo rural: realidades que cambian, símbolos que permanecen”, Masculinidad/es. Identidad, sexualidad y familia. Primer encuentro de estudios de masculinidad, eds. José Olavarría y Rodrigo Parrini (Santiago: FLACSO-Chile / Universidad Academia de Humanismo Cristiano / Red de Masculinidad, 2000) 42.
[66]José Bengoa, “El Estado desnudo. Acerca de la formación de lo masculino en Chile”, Diálogos sobre el género masculino en Chile, comps. Sonia Montecino y María Elena Acuña (Santiago: Bravo y Allende Editores, 1996) 78.
[72]Florencia E. Mallon, “Barbudos, Warriors, and Rotos: The MIR, Masculinity, and Power in the Chilean Agrarian Reform, 1965-1974”, Changing Men and Masculinities in Latin America,ed. Matthew C. Gutmann (Durham / Londres: Duke University Press, 2003) 182.
[73]Pablo Neruda, “Padre de Chile” (Poema). https://www.neruda.uchile.cl/obra/obracantogeneral28.html (15/09/2018).
[74]Una idea de la figura de Recabarren, su pensamiento, su vínculo con el salitre —la riqueza natural mayormente explotada entre 1880-1930—, sus formas de liderazgo con obreros a través del socialismo como forma de vida y su visión sobre la mujer adelantada para la época, aunque siempre relegada a su rol tradicional en: Julio Pinto, “Socialismo y salitre: Recabarren, Tarapacá y la formación del partido obrero socialista”, Historia 32 (1999): 319-324, 348-351, 360-362.
[77]Otra perspectiva de esta emblemática gráfica respecto a su interpretación horizontal y vertical en: Trumper 120.
[79]Jorge Magasich, Historia de la Unidad Popular. De la elección a la asunción: los álgidos 60 días del 4 de septiembre al 3 de noviembre de 1970, vol. 2 (Santiago: LOM Ediciones, 2020) 171.
[80]Ezequiel Adamovsky, “Aristotle, Diderot, Liberalism and the idea of ‘Middle Class’: A Comparison of Two Contexts of Emergence of a Metaphorical Formation”, History of Political Thought (2005): 331.
[82]Héctor Vásquez Luncumilla, coord., Una luz sobre la sombra. Detenidos desaparecidos y asesinados de la Pontificia Universidad Católica de Chile (Santiago: Colofón, 2010) 29.
[83]Mario Garcés, “La memoria como fuente de identidad y como disputa social y política”, Historias y memorias. Diálogos desde una perspectiva interdisciplinaria, ed. Álvaro Bello (Temuco: Ediciones Universidad de la Frontera, 2017) 14-31.
[86]Michelle Perrot, Mi historia de las mujeres (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2008) 64.
[88]Yanko González, Los más ordenaditos. Fascismo y juventud en la dictadura de Pinochet (Santiago: Hueders, 2020); Errázuriz y Leiva 24, 128.
[92]Álvaro Bello, ed., Historias y memorias. Diálogos desde una perspectiva interdisciplinaria (Temuco: Ediciones Universidad de la Frontera, 2017) 9.
[95]Cristina Moyano, “Los líderes de la izquierda. Configuración de las elites en el imaginario político chileno dictatorial y el rol de las revistas políticas de oposición, 1973-1989”,Bicentenario, Revista de Historia de Chile y América 8.1 (2009): 60.
[98]Cantuarias pertenecía al Partido Radical y estaba en el rango de la oposición de la izquierda cristiana y/o social demócrata; era un personaje público, no clandestino. La revista APSI no mancomunaba con ningún partido, estaba en el mismo rango de Cantuarias y tenía como fin ser un puente fronterizo entre los sectores de oposición al régimen de centro e izquierda.
[99]La nacionalización del hierro precedió a la del cobre. Cantuarias detalló lo que había llevado a la conclusión de nacionalizar las riquezas del país. Véase APSI 103 (Santiago) 1981: 11.
[101]Francisca Araya, Historia de la Revista APSI: el que se ríe se va al cuartel (Pico para Pinochet) (Santiago: LOM ediciones, 2007) 23.
[103]Stefan Rinke, Encuentros con el yanqui: norteamericanización y cambio sociocultural en Chile 1898-1990 (Santiago: DIBAM, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2013) 468.
[104]Cómo citar este artículo: Claudia Stern, “‘El asilo contra la opresión’: nacionalismo, masculinidades y cultura visual en Chile, década de 1970”, Trashumante. Revista Americana de Historia Social 20 (2022): 122-146. https://doi.org/10.17533/udea.trahs.n20a07