La más reciente obra de Vladimir Sánchez Calderón, La urbanización del río Tunjuelo, no es fácil de encasillar en un solo campo del conocimiento, ni debería hacerse por la complejidad de los problemas que aborda. Más bien, a partir de la formación académica interdisciplinar del autor, se propone una relación entre planteamientos teóricos y metodológicos construidos con base en la geografía, ecología política e historia, en sus variantes ambiental, urbana y social. El caso que aborda es el de la cuenca del río Tunjuelo en las décadas de 1950 y 1960, pero en conexión con otros espacios y temporalidades, es decir, no solo interesa a los bogotanos o a quienes estudian la capital, sino que es ilustrativo de las desigualdades que han marcado las dinámicas que construyeron muchos espacios urbanos latinoamericanos: las asimetrías de poder en la representación, la apropiación y transformación del entorno, y los desafíos actuales en un contexto de cambio ambiental global. Por la temporalidad que aborda, el libro entra en diálogo con otros casos en los cuales las políticas desarrollistas se expresaron en esfuerzos por domesticar la naturaleza, especialmente el agua, estrategias que no solo terminaron mostrando su inoperancia, sino generando o agravando los desastres.
Dentro del campo específico de la historia ambiental, Sánchez Calderón construye puentes entre líneas de investigación sobre temas urbanos, desastres naturales y ríos. La cuenca del Tunjuelo no es un escenario del acontecer humano, sino un actor que, con su dinámica hídrica, su devenir geológico y las características de sus cantos rodados y arenas, se hizo atractivo para la instalación de embalses y la extracción de materiales de construcción. Al mismo tiempo, su protagonismo en la historia tuvo que ver con la representación del río como agente autónomo, indómito y violento que causaba inundaciones y perjudicaba a los ribereños. Para poder caracterizar a este actor, el autor recurrió a explicaciones geológicas, geomorfológicas, hidrológicas y climatológicas, presentadas con gráficas y lenguaje accesible para los legos en estas materias.
En términos metodológicos, la investigación bebió de varios tipos de fuentes. En primer lugar, sobresale la interpretación de mapas antiguos y del periodo de estudio, además la elaboración cartográfica propia como resultado de un trabajo de campo continuo en la cuenca del río Tunjuelo. Es destacable la elección que toma Sánchez Calderón de orientar los mapas al sur, no solo para representar mejor la cuenca y el sentido de sus afluentes, sino para darle relevancia a una zona de la ciudad que fue representada como espacio marginal, pobre, opuesto a la modernidad que representaba el “norte”. Esa forma de concebir al sur de Bogotá se perfilaba por lo menos desde principios del siglo XX, momento en el que se instalaron allí barrios obreros legales, asilos de indigentes y locas, un orfanato y, por último, la penitenciaría La Picota.
Un segundo aspecto metodológico, es el manejo de fuentes orales, a través de entrevistas a los residentes más antiguos de los barrios Meissen, Tunjuelito, San Benito, México, Lucero Bajo, Abraham Lincoln, Villa Diana y Casa de Teja, el autor puede reconstruir la desigualdad urbana y las difíciles condiciones que experimentaron los habitantes de la cuenca del Tunjuelo a partir de sus propias experiencias. A su vez, destaca las relaciones entre los procesos de construcción familiar y comunitaria de las viviendas y los barrios con: los saberes sobre el entorno y la adaptación a las condiciones que este ofrecía, la materialidad de las viviendas, y la necesidad de conocer el funcionamiento del Estado para presentar sus reclamos o gestionar unas mejores condiciones de vida. En otras palabras, las fuentes orales le permiten a Sánchez Calderón reflexionar en torno a la construcción de un lugar, con la participación de dinámicas y elementos no humanos, el río y sus afluentes, la topografía y los procesos de negociación con las autoridades.
Otras fuentes esenciales para la investigación fueron los expedientes de diferentes entidades públicas, como la Agencia Nacional de Minería, la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales, el Archivo Central e Histórico de la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca, el Fondo de la Secretaría de Obras públicas del Archivo de Bogotá y el Archivo de Manzanas y urbanismos de la Secretaría Distrital de Planeación, además de los manuscritos del concurso “Historias barriales y veredales” organizado por el departamento Administrativo de Acción Distrital. Así, el autor llama la atención sobre fondos documentales que se convierten en una posibilidad de interpretación para continuar con investigaciones futuras. Adicionalmente, Sánchez Calderón contrasta la información con notas de prensa de El Espectador, o con de bases de datos previamente elaboradas y de acceso abierto. En este punto, se encuentra una limitante porque, como explica el autor, se concentró en el periodo de marzo a diciembre porque enero y febrero son meses de disminución de caudal del río, sin embargo, no se tiene en cuenta la posibilidad de alteración de esa dinámica en años de ocurrencia de los fenómenos del Niño y La Niña, cuando precipitaciones y caudales pueden verse alterados, aunque en sus conclusiones advierte que esta es una tarea pendiente, se podría haber avanzado al mirar años completos y comparar con cronologías ya existentes sobre ENSO.1
En La urbanización del río Tunjuelo se destacan varios aportes. El autor analiza el discurso predominante en los medios de comunicación y en los informes de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, junto a otras entidades públicas, que culpaban del desastre al río Tunjuelo, al mostrarlo como “naturalmente” violento, y a los habitantes que se asentaban en sus orillas en barrios fuera del control urbanístico eran representados como pobres y damnificados, con unos llamados gráficos y textuales a la precariedad de la situación de los adultos mayores, las embarazadas, y los niños, siempre necesitados de los cuerpos de emergencia y otros organismos externos. En contraste, la presencia de los representantes del gobierno era publicitada y se resaltaba la capacidad de solidarizarse con esas víctimas hasta el punto de sumergirse en el barro de ser necesario. Así, aunque fuera de manera no planeada, se invisibilizan las causas de los desastres de manera selectiva y se legitimaban y normalizaban las desigualdades relacionadas con la organización social y espacial de la ciudad.
Teniendo en cuenta lo anterior, desde una concepción desnaturalizada de los desastres, el autor llama la atención sobre el papel de la minería y los embalses en la generación del problema. Las inundaciones que experimentaban periódicamente los barrios Meissen, Tunjuelito y San Benito, en gran parte eran resultado de la extracción de cantos rodados y arenas del río Tunjuelo en la zona de transición de la parte media a baja de la cuenca y de la construcción de embalses en la cuenca alta para abastecer otras zonas de Bogotá. La actividad minera no puede comprenderse sino a través de la demanda de concreto para la construcción en Bogotá, parte de un plan modernizador de los que fueron emblemáticas obras como el aeropuerto El Dorado o el edificio de Avianca. Mientras las obras que pretendían el desarrollo de la ciudad se concentraban en el centro y el norte, los barrios ribereños del sur recibían la carga negativa de los anegamientos, no solo por la extracción de sedimentos, sino por la construcción de jarillones para proteger los predios mineros de los caudales, lo que llevaba a que el exceso de agua terminara depositándose, no en la planicie de inundación, sino sobre los barrios Meissen, San Benito y Tunjuelo. La relación entre inundaciones y extracción de cantos rodados y arenas no era visibilizada por varias razones: en primer lugar, porque el sector de la construcción, en cada una de sus fases, se encontraba en manos de un pequeño grupo que tenía una red de lazos familiares, profesionales, culturales y políticos del orden distrital y nacional que les daba poder decisorio y los hacía indemnes frente a las críticas. En segundo lugar, porque a mediados del siglo XX era considerado un sector clave para el desarrollo social y económico del país y ese carácter estratégico se destacó en los Planes de Desarrollo Nacional. Cuestionar sus métodos de producción era ir en contra de las metas que fijaban autoridades nacionales y distritales, y esto no por una conspiración, sino como resultado de relaciones de poder, y porque se trataba de un aporte estratégico al desarrollo que solo afectaba a un sector considerado marginal.
En cuanto al papel de los embalses en la generación del desastre, Sánchez Calderón destaca la construcción de La Regadera y Chisacá en la parte alta del río Tunjuelo, pero para abastecer otras zonas de una ciudad que estaba expandiendo su huella ecológica. Entre tanto, los barrios de la misma cuenca del Tunjuelo no tenían agua potable, en principio, porque antes de 1954 pertenecían a los municipios de Bosa y Usme, y luego, porque después de su anexión al Distrito Especial de Bogotá se requería un proceso de regularización que sacara estos barrios de la categoría de “clandestinos”. Excluidos del servicio de acueducto, en cambio, sí debían soportar que en época de lluvias se llenaran los embalses, que tenían una capacidad reducida, y se abrieran las compuertas, lo que incrementaba los volúmenes de agua en la parte baja. Al igual que ocurría con la extracción de materiales de construcción, el papel de los embalses también se invisibilizó porque se consideraron símbolos de progreso, una demostración del aporte de la ingeniería al desarrollo de la nación y al dominio de la naturaleza. La construcción y el manejo de estos embalses fortaleció la autoridad técnica de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado. Sin embargo, ninguno de sus dos servicios se prestaba en los barrios ribereños del Tunjuelo. El plan maestro de alcantarillado también excluyó al sector y esto incidió en el deterioro del río porque se convirtió en depósito de residuos sólidos, aguas residuales tanto industriales como residenciales, además de los desechos de la actividad minera que como resultado aumentó la sedimentación y la capacidad del cauce para transportar agua. En síntesis, la disparidad en la prestación de servicios públicos, acentúo las desigualdades urbanas y el menoscabo de la cuenca.
Por último, al abordar un periodo desarrollista, en el que se aspiraba dominar la naturaleza, el autor no solo muestra el papel de la infraestructura hidráulica en la generación de desastres por inundaciones, sino que deja ver la percepción de los habitantes del Tunjuelo y de las autoridades locales y nacionales frente a las alternativas de solución. Aunque se plantearon planes de traslado a urbanizaciones que el Estado mismo proponía construir, y, en efecto, algunos habitantes ribereños, especialmente de Meissen, fueron trasladados a puntos tan distantes como el barrio Quirigua al noroccidente de la ciudad, primó la solución técnica que demandaba más y mejor infraestructura. Incluso, fueron los mismos habitantes los que empezaron a solicitar rectificaciones y canalizaciones del río, con la esperanza de atajar la fuerza de las aguas. Curiosamente, la obra se refiere a un periodo del cual nos separan más de cincuenta años, a pesar de la ineficacia demostrada de la infraestructura hidráulica para frenar la anegación de terrenos urbanos y agrícolas del país, esta sigue siendo la alternativa de solución predilecta, sin examinar las problemáticas profundas que subyacen en el desastre, aquellas similares a las que nos muestra Vladimir Sánchez Calderón en La urbanización del río Tunjuelo.
[1] Jöelle L. Gergis y Anthony M. Fowler, “A history of ENSO events since A.D. 1525: implications for future climate change”, Climatic Change 92 (2009): 343-387, doi: 10.1007/s10584-008-9476-z; Luc Ortlieb y Anne-Marie Hocquenghem, “Reconstrucción del registro histórico de eventos El Niño en el Perú: un estado de avance”, El Niño en América Latina. Impactos biológicos y sociales, eds. Juan Tarazona, Wolf Arntz y Estela Castillo de Maruenda (Lima: Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, 2001) 361-379; Anne-Marie Hocquenghem y Luc Ortlieb, “Eventos El Niño y lluvias anormales en la costa del Perú: siglos XVI-XIX”, Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines 21.1 (1992): 197-278; William Quinn y Víctor Neal, “The Historical Record of El Niño Events”, Climate since A.D. 1500, eds. Raymond S. Bradley y Philip D. Jones (Londres / Nueva York: Routledge, 1995) 623-648.
[2]Cómo citar: Mora Pacheco, K. G. (2023). Vladimir Sánchez Calderón. La urbanización del río Tunjuelo. Desigualdad y cambio ambiental en Bogotá a mediados del siglo XX. Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander, 2021. Trashumante. Revista Americana De Historia Social, 21(21), 205-209. https://doi.org/10.17533/udea.trahs.n21a11 (Original work published 13 de enero de 2023)