146Cuidados y pobreza de tiempo de los hogares en Chile, 1957-1973
TRASHUMANTE | Revista Americana de Historia Social 23 (2024): 146-167. ISSN 2322-9675
Cuidados y pobreza de tiempo de los hogares en Chile, 1957-1973
Resumen: En este artículo formulamos una propuesta metodológica para analizar el cuidado en el hogar y la pobreza de
tiempo en perspectiva histórica. La metodología es aplicada al caso de Chile entre 1957 y 1973. La investigación muestra
que en Chile la distribución temporal de los cuidados del hogar ha cambiado con el transcurso del tiempo y que, a pesar
del mejoramiento de las condiciones materiales de vida, el tiempo que la gente tiene para cuidar de sí mismo y de otros
puede estar disminuyendo.
Palabras clave: Chile, cuidados, estado de bienestar, pobreza de tiempo
Care and Household’s Time Poverty in Chile, 1957-1973
Abstract: In this article, we formulate a methodological proposal for analyzing household care and time poverty from a
historical perspective. The methodology is applied to the case of Chile between 1957 and 1973. This research shows that
in Chile, the temporal distribution of households’ care has changed over time and that despite improving material living
standards, the time people have for taking care of themselves and others may be decreasing.
Keywords: Chile, care, welfare state, time poverty
Cuidado e pobreza de tempo nos lares no Chile, 1957-1973
Neste artigo formulamos uma proposta metodológica para analisar o cuidado no lar e a pobreza de tempo em perspectiva
histórica. A metodologia é aplicada ao caso do Chile entre 1957 e 1973. Esta pesquisa mostra que, no Chile, a distribuição
temporal dos cuidados domésticos mudou ao longo do tempo e que, apesar da melhoria do padrão de vida material, o
tempo que as pessoas têm para cuidar de si mesmas e dos outros pode estar diminuindo.
Palavras-chave: Chile, cuidado, Estado de bem-estar, pobreza de tempo.
Cómo citar este artículo: Mauricio Casanova Brito y Yessenia Puentes Sánchez, “Cuidados y pobreza de tempo de los
hogares en Chile, 1957-1973”,
Trashumante. Revista Americana de Historia Social 23 (2024): 146-167.
DOI: 10.17533/udea.trahs.n23a07
Fecha de recepción: 01 de febrero de 2023
Fecha de aprobación: 27 de junio de 2023
Mauricio Casanova Brito: Ph.D. en Historia Contemporánea por la Frei Universität Berlin, Alemania. Profesor
Asociado del Departamento de Historia y Ciencias Sociales, Universidad de Concepción. Miembro del
proyecto de investigación “La pobreza regional en el Chile desarrollista: un enfoque comparativo (1932-
1968)”.
https://orcid.org/0000-0001-9560-1068
Correo electrónico: maucasanova@udec.cl
Yessenia Puentes Sánchez: Ph.D. en Historia por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Colaboradora
Académica del Departamento de Sociología de la Universidad de Concepción.
https://orcid.org/0000-0001-5844-0912
Correo electrónico: ypuentes@udec.cl
147Mauricio Casanova Brito / Yessenia Puentes Sánchez
TRASHUMANTE | Revista Americana de Historia Social 23 (2024): 146-167. ISSN 2322-9675
Cuidados y pobreza de tiempo de los hogares en Chile,
1957-1973
Mauricio Casanova Brito
Yessenia Puentes Sánchez
Introducción
Si bien el concepto de cuidado durante las últimas décadas ha sido abordado en
profundidad por las ciencias sociales, sobre todo en los campos especializados
en la familia, el género y la migración, en la historiografía este tema todavía está
siendo analizado de manera exploratoria. La construcción de perspectivas meto-
dológicas y la definición de fuentes apropiadas es todavía un campo en desarrollo.
El objetivo central de este artículo es presentar una propuesta metodológica des-
tinada a examinar el fenómeno del cuidado en el ámbito doméstico y la pobreza
de tiempo desde una perspectiva histórica. Aplicamos esta metodología al caso
específico de Chile durante el período comprendido entre 1957 y 1973. Nues-
tra hipótesis plantea que durante este período al menos un 15% de los hogares
experimentaban pobreza de tiempo, mientras que la pobreza relativa de ingresos
fluctuaba entre el 25% y el 30%. Además, observamos que, en las últimas décadas
del siglo XX, tanto el número de hogares en situación de pobreza de tiempo como
la pobreza relativa de ingresos se mantenían en niveles similares a los registrados
en el período 1957-1973. En este sentido es posible que el aumento en la tasa
de participación laboral femenina en estas décadas haya contribuido a un mayor
requerimiento temporal de cuidados en el hogar.
En la primera sección describimos la historiografía sobre el cuidado en Chile,
destacando cuatro dimensiones en las que se ha enfocado la literatura: las institucio-
nes del cuidado, los sujetos del cuidado, los objetos del cuidado y las políticas del cuidado. En
la segunda sección diseñamos una propuesta metodológica para el análisis cuanti-
tativo del cuidado utilizando las definiciones teóricas de la pobreza de tiempo. En
la tercera sección se analizan los resultados y se desarrolla una mirada crítica en
torno a la evolución del cuidado en la segunda mitad del siglo XX.
148Cuidados y pobreza de tiempo de los hogares en Chile, 1957-1973
TRASHUMANTE | Revista Americana de Historia Social 23 (2024): 146-167. ISSN 2322-9675
1. El cuidado en la historiografía chilena
La historiografía chilena sobre el cuidado abarca cuatro dimensiones principales:
instituciones del cuidado, organismos estatales encargados de políticas sanitarias, labo-
rales y de bienestar; sujetos del cuidado, como enfermeras, matronas y trabajadoras
sociales que implementan estas políticas; objetos del cuidado, como madres y niños; y
políticas del cuidado, medidas dirigidas al bienestar físico y emocional de la población,
como políticas de alimentación y educación primaria. En este estudio presentamos
los principales argumentos de la historiografía en relación con estas dimensiones y
resaltamos las lagunas bibliográficas que motivan nuestra investigación.
La evolución institucional de la política sanitaria tiene una larga tradición en la
historiografía chilena.1 La literatura suele destacar la creación del Código Sanitario
y el establecimiento de la Dirección General de Sanidad en 1918, la formación
del Ministerio de Higiene,Trabajo y Seguridad Social y la Caja de Seguro Obrero
en 1924, la apertura de la Escuela de Enfermería de la Universidad de Chile en
1928, las reformas al Código Sanitario en 1925 y 1931, la creación de la Escuela
de Salubridad de la Universidad de Chile en 1943 y, finalmente, el establecimien-
to del Servicio Nacional de Salud en 1952, que constituye la consolidación del
estado asistencialista en materias de salud. Desde el periodo de la cuestión social
el rol del estado como “agente redistribuidor de beneficios sanitarios”2 se venía
consolidando bajo el amparo de “un régimen político-cultural […] llamado a rea-
lizar la tarea de la construcción de Estado y nación moderna en base a un pacto
político-social fundado en los conceptos de derecho, equidad e integración”.3 En
la década de 1930 adquirieron particular importancia la “educación sanitaria en
materia de higiene y alimentación; [los] procesos de supervisión de constitución
familiar como, por ejemplo, promoción del matrimonio y reconocimiento de los
hijos; y [la] entrega de subsidios alimenticios”.4
Junto al estado de compromiso y el modelo asistencialista (las instituciones del
cuidado) destaca también en la literatura reciente el estudio de oficios paramédicos
asociados al rol femenino, principalmente matronas y enfermeras (los sujetos del
cuidado). Según Zárate, las matronas, hasta hace pocos años, “no habían sido objeto
de análisis histórico particular en Chile”.5 En sus estudios,6 la autora distingue dis-
1. María Soledad Zárate, Por la salud del cuerpo. Historia y políticas sanitarias en Chile (Santiago: Edi-
ciones Universidad Alberto Hurtado, 2008).
2. María José Correa y María Soledad Zárate, “Historizar la profesionalización sanitaria: perspecti-
vas desde Chile y Argentina”, Dynamis 37.2 (2017): 271.
3. María Angélica Illanes, En el nombre del pueblo, el estado y la ciencia (Santiago: Ministerio de Salud,
2010) 19.
4. María Soledad Zárate, “Formar enfermeras, no empleadas domésticas: profesionalización del
cuidado sanitario en Chile, 1930-1950”, Dynamis 37.2 (2017): 324.
5. María Soledad Zárate, “De partera a matrona. Hacia la asistencia profesional del parto en Chile
en el siglo XIX”, Calidad en la Educación 27 (2007): 285.
6. María Soledad Zárate, “Enfermedades de mujeres: ginecología, médicos y presunciones de gé-
149Mauricio Casanova Brito / Yessenia Puentes Sánchez
TRASHUMANTE | Revista Americana de Historia Social 23 (2024): 146-167. ISSN 2322-9675
tintas etapas en la formación histórica de la profesión, desde la época de parteras,
comadronas y, en ocasiones, meicas,7 encargadas de “asistir a las parturientas y curar
enfermedades específicamente femeninas y de los recién nacidos”,8 hasta la pro-
fesionalización en el siglo XX, en el contexto de “la necesidad del Estado chileno
de contar con profesionales que asumieran responsabilidades asistenciales”.9 Zárate
muestra que la profesionalización de las matronas fue “una pionera aspiración de
la elite política”10 por controlar la mortalidad materno-infantil, que se intensifica
durante la cuestión social, cuando se acentúa “la demanda de la comunidad médica
local por contar con una mayor intervención estatal en materias médico-asisten-
ciales y la discusión respecto del fortalecimiento de los profesionales sanitarios”.11
Con respecto a las enfermeras los autores y las autoras distinguen también entre
una primera etapa, en la que “la formación de las enfermeras descansaba significa-
tivamente en iniciativas personales”12 y se asociaba su labor a una “prolongación
de las habilidades domésticas femeninas al ámbito hospitalario o domiciliario”,13
y otra etapa de profesionalización, en la que “la asociación de las enfermeras con
el servicio doméstico comenzaba a disolverse, al menos en términos públicos, para
ser reemplazada en la década de 1940 por la visión de un oficio importante para la
implementación de políticas sanitarias de mayor alcance”.14 Para los impulsores e
impulsoras del modelo asistencialista de mediados del siglo XX las enfermeras eran
una pieza clave para “proteger la salud individual y colectiva [que] se concentraba
en la familia entendida como un conglomerado de personas que conviven cons-
tantemente en la misma vivienda y en igual ambiente”.15
En el estudio de los sujetos del cuidado destaca también la mención a las traba-
jadoras sociales. Según Illanes, las “mujeres visitadoras —inicialmente señoras de la
nero. Chile, fines del siglo XIX”, Pensamiento crítico. Revista Electrónica de Historia 1 (2001): 2-30;
María Soledad Zárate, Dar a luz en Chile, siglo XIX: de la ciencia de hembra a la ciencia obstétrica
(Santiago: Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2007); María Soledad Zárate, “Parto, crian-
za y pobreza en Chile”, Historia de la vida privada en Chile. T. 3, ed. Rafael Sagredo y Cristián
Gazmuri (Santiago: Taurus, 2008) 13-47; María Soledad Zárate y Maricela González, “Matronas
y La consolidación del parto hospitalario en Chile, 1950-1970”, Parterías de Latinoamérica. Dife-
rentes Territorios, Mismas Batallas, ed. Georgina Sánchez y Hanna Laako (México: El Colegio de
la Frontera Sur, 2018) 34-68; Maricela González y María Soledad Zárate, “Trabajo, miserias y
recompensas: asistentes sociales, enfermeras y matronas en la construcción de la política sanitaria
chilena a mediados del siglo XX”, Salud Colectiva 15 (2019).
7. Lucila Cerda Muñoz, “Formación profesional de la matrona/matrón en Chile: años de historia”,
Revista chilena de obstetricia y ginecología 85.2 (2020): 116.
8. Zárate, “De Partera a Matrona” 287.
9. Zárate, “Formar enfermeras” 324.
10. Zárate, “De Partera a Matrona” 289.
11. Zárate, “Formar enfermeras” 321-322.
12. Zárate, “Formar enfermeras” 321.
13. Zárate, “Formar enfermeras” 330.
14. Zárate, “Formar enfermeras” 336.
15. Zárate, “Formar enfermeras” 340.
150Cuidados y pobreza de tiempo de los hogares en Chile, 1957-1973
TRASHUMANTE | Revista Americana de Historia Social 23 (2024): 146-167. ISSN 2322-9675
elite y luego visitadoras sociales profesionales— constituyen la clave de la aplicación
y pedagogía de las políticas sociales del siglo XX —especialmente de la biopolí-
tica— a través de una práctica de medición entre el pueblo y las instituciones”.16
Para González y Zárate, a mediados del siglo XX, las visitadoras “fueron artífices
de la instalación de una verdadera pedagogía sanitaria que cambió el patrón epide-
miológico y trastocó la cultura de la población chilena, incidiendo en la valoración
del autocuidado y la prevención”.17 Particular atención se ha puesto en las políticas
de bienestar en la industria, en las que “las visitadoras sociales hicieron de inter-
mediarias entre los patrones, los obreros y el propio Estado, que, con una nueva
legislación social, burocratizaba el bienestar social transformando la antigua dádiva
del patrón en una exigencia legal y, por ende, en un derecho conquistado y que
requería ser debidamente administrado”.18 En este contexto la visitadora social “se
representaba como un experto que transitaba entre un espacio público, articulado
entre el Estado, la empresa y el mundo laboral-familiar del trabajador”.19
Finalmente, es relevante resaltar también la función desempeñada por las insti-
tuciones sociales destinadas al cuidado de personas de edad avanzada y en situación
de necesidad (como asilos y residencias), las cuales históricamente han sido atendi-
das a través de prácticas filantrópicas. Estas instituciones representan un precedente
significativo para el posterior desarrollo del sistema de salud pública que se esta-
blece en la primera mitad del siglo XX.20
Mientras que el análisis de los sujetos del cuidado se centra en el Estado (po-
líticas laborales y de salud) y sus agentes (matronas, enfermeras y trabajadoras so-
ciales), el estudio de los objetos del cuidado se enfoca principalmente en madres
y niños. Estos últimos, argumentan los autores y las autoras, se transforman en
receptores ideales del asistencialismo estatal. Ya desde el siglo XIX los problemas
de la infancia —como el vagabundaje,21 el infanticidio y la mortalidad infantil— 22
habían comenzado a ser entendidos como un fenómeno médico y social y no
como un tema de caridad religiosa. En esa época la comunidad médica sostenía
que “los infantes nacidos fuera del matrimonio, de padres alcohólicos o enfermos
tendrían elevadas probabilidades de fallecer, ya que ocurrían situaciones de falta de
16. María Angélica Illanes, Cuerpo y sangre de la política: la construcción histórica de las visitadoras sociales
(1887-1940) (Santiago: LOM Ediciones, 2007) 17.
17. González y Zárate, “Trabajo” 1.
18. Cristina Moyano, “La visitadora social industrial en Chile: tradición y modernidad en la gestión
del bienestar, 1920-1950”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, 2016.
19. Cristina Moyano y Javier Rivas, “Visitadoras sociales en la industria: creación de un campo de
expertos del bienestar, 1920-1950”, Historia 396 7.1 (2017): 190.
20. Hugo Juanillo-Maluenda, “Una breve aproximación histórica a los albores del cuidado a largo
plazo institucional en Chile”. Temperamentvm 17 (2021): e17020-e17020.
21. Gabriel Salazar Vergara, Ser niño huacho en la historia de Chile: (siglo XIX) (Santiago: LOM Edicio-
nes, 2006).
22. Pablo Chávez-Zúñiga y José Julián Soto Lara, “Urbanización y mortalidad infantil en Santiago,
1930- 1970”, Boletín Americanista 82 (2021): 161-183.
151Mauricio Casanova Brito / Yessenia Puentes Sánchez
TRASHUMANTE | Revista Americana de Historia Social 23 (2024): 146-167. ISSN 2322-9675
cuidados y lo situaba en una circunstancia de precariedad”.23 Los argumentos de la
comunidad política y científica de la época “giraron en torno al castigo con penas
de cárcel por el abuso de niños, la obligación al trabajo forzado, la inducción a la
mendicidad y la explotación”.24 Luego, en el siglo XX,
la fuerte conflictividad social del país, acrecentada por la crisis económica de 1929, obligó al Es-
tado a construir una nueva relación con los ciudadanos y ciudadanas, y por ello también con las
niñas y niños. Se establecieron acciones preventivas en el plano sanitario, reformas educacionales
y regulación del trabajo infantil asalariado. Se construyó un consenso respecto al papel del Estado
en la protección de la infancia.25
Con respecto al rol de las madres, concebidas como guardianas de la infancia,26
la medicina social de la época “planteó la necesidad de brindar una atención más
integral, planificada y racional que en el caso de las mujeres, idealmente, debía co-
menzar en una etapa temprana del embarazo y continuar durante todo el período
del amamantamiento; y que, en el caso de los niños, debía extenderse desde la vida
intrauterina hasta los 15 años de edad”.27
Las políticas de alimentación, uno de los pilares del estado asistencial,28 estaban
estrechamente relacionadas con la defensa de la infancia y el fortalecimiento del
rol de madre cuidadora. “Las mujeres, como madres y cuidadoras, tuvieron un
rol central como receptoras de los esfuerzos del estado por promover una mejor
nutrición y mejores condiciones de salud”.29 Era tal la relevancia de estas medidas
que las consecuencias se extendían incluso al sistema educacional y el mercado
laboral, pues la alimentación en los colegios disminuía la deserción escolar y el
trabajo infantil. “En Chile […] la normativa de enseñanza obligatoria […] solo se
23. Pablo Chávez-Zúñiga, “Ilegitimidad, alcoholismo y tuberculosis: explicaciones médicas de la
mortalidad infantil. Santiago de Chile (1870-1912)”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, (2019).
24. Pablo Chávez-Zúñiga y José Julián Soto-Lara, “Mortalidad infantil en Santiago: representaciones
y discursos, Chile, 1860-1914”, História, Ciências, Saúde-Manguinhos 25 (2018): 1292.
25. Patricia Castillo-Gallardo, “Desigualdad e infancia: lectura crítica de la Historia de la Infancia
en Chile y en América Latina”, Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud 13.1
(2015): 104.
26. Javiera Poblete Vargas, “Políticas del amor materno, Chile 1927-1937”, Hybris: revista de filosofía
6.2 (2015): 69-70.
27. María Soledad Zárate Campos y Lorena Godoy Catalán, “Madres y niños en las políticas del Ser-
vicio Nacional de Salud de Chile (1952-1964)”, História, Ciências, Saúde-Manguinhos 18 (2011):
132.
28. Claudia Deichler, Historia y Alimentación Popular. Dos décadas de lucha médica contra la desnutrición en
el Chile urbano, 1930-1950 (Chile: Ministerio de Salud, 2016); Juan Carlos Yáñez, “Alimentación
y nutrición en Chile, siglo XX. Una mirada historiográfica”, Tiempo histórico 14 (2017): 107-127.
29. Traducción de los autores.Texto original: “Women, as mother and caretakers, played a central role as re-
cipients in the state’s effort to promote better nutrition and health conditions”, Jael Goldsmith Weil, “Milk
Makes State: The Extension and Implementation of Chile’s State Milk Programs, 1901-1971””,
Historia (Santiago) 50.1 (2017): 82.
152Cuidados y pobreza de tiempo de los hogares en Chile, 1957-1973
TRASHUMANTE | Revista Americana de Historia Social 23 (2024): 146-167. ISSN 2322-9675
pudo implementar gracias a la alimentación garantizada por el Estado, que operó
como un incentivo para que las familias enviaran sus hijos e hijas a la escuela. An-
tes de esto las niñas y niños no iban al colegio, sus familias tenían para ellos otras
responsabilidades”.30 Según Goldsmith, “además de impartir educación formal y
obligatoria, las escuelas públicas apoyaron a las familias con asistencia sanitaria y
alimentaria ayudando a compensar de esta forma el trabajo para la subsistencia
económica que realizaban menores de edad en casa. Así, la escuela se constituyó
como un primer centro de atención médica de los niños”.31
En síntesis, la historiografía sobre el cuidado en Chile se ha enfocado: en la
evolución institucional de las políticas de cuidado, especialmente en el campo
de la salud y el trabajo (instituciones del cuidado); en agentes ejecutores de las po-
líticas de cuidado y bienestar, como matronas, enfermeras y trabajadoras sociales
(sujetos del cuidado); en los receptores de las políticas de cuidado, principalmente
niños y madres (objetos del cuidado); y en políticas específicas del cuidado, como la
alimentación (políticas del cuidado). Destaca en la literatura, salvo excepciones,32 la
poca presencia de hombres y padres, los que son estudiados frecuentemente desde
la perspectiva del hombre como trabajador y proveedor. Se hace una distinción
tácita entre el espacio público del trabajo y el espacio íntimo del cuidado familiar,
en la cual la importancia del hombre/padre en las políticas del cuidado radica en
el salario justo y el trabajo digno. Es decir, en una dimensión externa —al menos
espacialmente— del ámbito de la familia y el hogar. Para los hombres/padres el
trabajo asalariado se posiciona como dimensión intermedia entre el ámbito de lo
público y el campo del cuidado familiar. Usando la distinción mencionada ante-
riormente, los hombres/padres vendrían a ser solo objetos del cuidado (receptores
de políticas del cuidado en la forma de políticas del trabajo formal) y no sujetos
del cuidado (ejecutores de labores de cuidado en el espacio interno del hogar). Las
mujeres cuidadoras, en tanto, son concebidas como sujetos y objetos del cuidado.
El cuidado en los hombres/padre estaría constituido simplemente por el acto de
proveer.
Como es posible observar, a pesar de los significativos avances en la historio-
grafía del cuidado, en los que destacan autores y autoras como Zárate, González,
Illanes y Yáñez, la literatura ha dado mayor preferencia a las conexiones entre ins-
tituciones e individuos, sin ahondar en profundidad en las relaciones de organiza-
ción del tiempo y del bienestar en el espacio micro social interno de los hogares.
Además, la mayor parte de las investigaciones utilizan un enfoque metodológico
cualitativo, mientras que la historia económica cuantitativa, salvo excepciones,33
30. Castillo-Gallardo, “Desigualdad” 104.
31. Jael Goldsmith Weil, “Ciudadanas de leche: Una primera línea del Estado social chileno, 1954-
2019”, Economía y Política 6.2 (2019): 110.
32. Karin Rosemblatt, “Masculinidad y Trabajo: el salario familiar y el estado de compromiso en
Chile, 1930-1950”, Proposiciones 26 (1995): 70-86.
33. Nora Reyes,“Women’s Wages and the Gender Gap during the Period of Import Substituting In-
dustrialization in Chile”, Gender Inequalities and Development in Latin America During the Twentieth,
153Mauricio Casanova Brito / Yessenia Puentes Sánchez
TRASHUMANTE | Revista Americana de Historia Social 23 (2024): 146-167. ISSN 2322-9675
se ha mostrado indiferente al tema del cuidado, el trabajo no remunerado y el
trabajo femenino. Es precisamente a este vacío al que apunta esta investigación. En
la próxima sección desarrollamos una propuesta metodológica cuantitativa para el
estudio del cuidado desde las perspectivas reciente sobre la pobreza de tiempo y
aplicamos esta propuesta al caso del Gran Santiago entre 1957 y 1973.
2. El cuidado en el hogar como proceso socio-temporal: una propuesta
metodológica
El cuidado no es simplemente una acción que lleva a cabo un agente autónomo
poseedor de la cualidad de cuidador y que es experimentada por un sujeto posee-
dor de la cualidad de receptor del cuidado. El cuidado no se puede reducir a accio-
nes entre sujetos aislados, sino que es más bien un proceso.34 Y, en cuanto proceso,
conlleva tiempo. Al espacio temporal en el cual la labor de cuidado se lleva a cabo
lo denominamos tiempo del cuidado. Este concepto incluye tanto al sujeto como al
objeto del cuidado dentro de un mismo proceso. El cuidado no es ni el ejecutor ni
el observador/intérprete de la acción sino el proceso mismo, el contexto en el cual
intersubjetivamente el fenómeno del cuidado se realiza. Este concepto de tiempo
intersubjetivo del cuidado abre la puerta para la investigación empírica cuantita-
tiva, pues el tiempo es una variable que fácilmente se puede cuantificar. Para lo
anterior es necesario conectarlo con la pobreza de tiempo. Tampoco enlazamos
curar con cuidado; lo primero se refiere a una ocasión excepcional cuando alguien
está incapacitado por enfermedad, mientras que lo segundo abarca un espectro
más amplio y está directamente relacionado con los cuidados vitales necesarios
para la vida.
La pobreza de tiempo es un concepto relativamente reciente en las ciencias
sociales. Se refiere al umbral mínimo de tiempo que se requiere para mantener un
estándar básico de bienestar físico y emocional. Sus orígenes datan de la década
de 1970, cuando Vickery propuso por primera vez poner atención al problema
de la equidad que surge del diferencial del tiempo disponible en los hogares de
los Estados Unidos.35 En las últimas décadas la academia ha desarrollado distintas
propuestas metodológicas para definir una línea de la pobreza de tiempo, lo que
ha impulsado a organismos públicos para comenzar a medir el uso del tiempo
mediante encuestas. Entre las primeras encuestas recientes se encuentran la General
Social Survey en Canadá (desde el 2005), la American Time Use Survey en los Estados
eds. María Magdalena Camou, Silvana Maubrigades y Rosemary Thorp (New York: Routledge,
2016) 93-110; Elizabeth Quay Hutchison, “La historia detrás de las cifras: la evolución del censo
chileno y la representación del trabajo femenino, 1895-1930”, Historia (Santiago) 33 (2000):
417-434.
34. Daniel Engster, “Rethinking Care Theory: The Practice of Caring and the Obligation to Care”,
Hypatia 20.3 (2005): 50-74.
35. Clair Vickery,“The Time-Poor: A New Look at Poverty”, Journal of Human Resources 12.1 (1977):
27-48.
154Cuidados y pobreza de tiempo de los hogares en Chile, 1957-1973
TRASHUMANTE | Revista Americana de Historia Social 23 (2024): 146-167. ISSN 2322-9675
Unidos (desde el 2003) y la Time Use Survey en el Reino Unido (desde el 2000).
En Latinoamérica existe el antecedente temprano de la encuesta de uso de tiempo
en Cuba, en 1985. En Chile se habían realizado varios intentos exploratorios,36
pero la primera encuesta nacional fue publicada en 2015 por el Instituto Nacional
de Estadísticas.37
Existen varias propuestas metodológicas para la medición de la pobreza de
tiempo, las cuales se pueden agrupar en enfoques absolutos y relativos. Los pri-
meros buscan determinar este umbral mínimo de tiempo basándose en criterios
universales no relativos, como las recomendaciones de la Organización Mundial
de la Salud (OMS) sobre el consumo mínimo: 5 gramos de sal o 2 litros de agua
por persona. Estos umbrales fueron absolutos en el sentido de que eran indepen-
dientes de la persona, el contexto y el lugar. Otro de los umbrales más conocidos
fue el de las 2.000 calorías diarias per cápita de la Organización de las Naciones
Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO por sus siglas en inglés) y la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), usado como cri-
terio para diseñar la canasta de necesidades básicas utilizada para medir la pobreza
de ingresos.38 Harvey y Mukhopadhyay han sugerido definir este tiempo mínimo
distinguiendo inicialmente entre el tiempo básico del bienestar personal (TN
) y el
tiempo básico de cuidados de terceros y del hogar (T1
).39 El primero puede ser
denominado tiempo de cuidados personales y el segundo tiempo de cuidados externos.
Lo importante es que establece que los individuos no solo deben cuidar de otros,
sino que también deben cuidar de sí mismos. En el tiempo básico del bienestar
personal (T N
) se incluyen actividades como dormir, comer y ocuparse del aseo
personal. En el tiempo básico de cuidados de terceros y del hogar (T1
), también
llamado “estándar mínimo de mantenimiento del hogar”,40 se incluyen actividades
como la compra de bienes y servicios para el hogar y el cuidado de niños, mayores
o enfermos. La línea de la pobreza de tiempo (Zt ), también denominada Household
Time Overhead,41 queda definida entonces como la suma de TN y T1
:
Z t = TN + T1
36. Mauro Basaure et al., “Midiendo el tiempo, valorando la temporalidad: Análisis conceptual y
metodológico de encuestas sobre tiempo y temporalidad en Chile”, MAD 45 (2021): 1-23.
37. Instituto Nacional de Estadísticas, Encuesta Nacional del Uso de Tiempo (ENUT) (Chile: Instituto
Nacional de Estadísticas, 2015: 1-74
38. CEPAL, Medición de la pobreza por ingresos: actualización metodológica y resultados (Santiago: CEPAL,
2018): 49-60.
39. Andrew S. Harvey y Arun K. Mukhopadhyay, “When Twenty-Four Hours is not Enough: Time
Poverty of Working Parents”, Social Indicators Research 82.1 (2007): 57-77, doi:10.1007/s11205-
006-9002-5.
40. Jason R. Williams,Yuta J. Masuda, y Heather Tallis, “A Measure Whose Time has Come: Formal-
izing Time Poverty”, Social Indicators Research 128.1 (2016): 273.
41. Andrew S. Harvey y María Elena Taylor, “Time use”, Designing Household Survey Questionnaires
for Developing Countries: Lessons from 15 years of the Living Standards Measurement Study, ed. Mar-
gareth Grosh y Paul Glewwe (Washington D. C.: World Bank Publications, 2002) 249-274.
155Mauricio Casanova Brito / Yessenia Puentes Sánchez
TRASHUMANTE | Revista Americana de Historia Social 23 (2024): 146-167. ISSN 2322-9675
Para determinar si una persona se encuentra en situación de pobreza de tiempo,
se considera el total del tiempo objetivo disponible (168 horas semanales) menos
el tiempo de trabajo remunerado (TW
). Por lo tanto, la pobreza de tiempo queda
definida como:
168 - TW < TN + T1
Es decir, que una persona es pobre de tiempo cuando el tiempo total disponi-
ble que queda después de trabajar (168 - T W), no es suficiente para cuidarse de sí
mismo (T N
) y de terceros (T1 ).
Luego de definir teóricamente la situación de pobreza de tiempo, el siguiente
paso es determinar empíricamente el umbral absoluto de TN y T 1 . Vickery, to-
mando como referencia una encuesta de uso de tiempo realizada en Chicago en
la década de los sesenta, sugirió para los Estados Unidos un tiempo mínimo de
12.4 horas diarias para dormir, comer, asearse y actividades de ocio. El resultado
es TN = 87 horas semanales. Douthitt propuso actualizar el estándar tradicional de
Vickery, sugiriendo un mínimo de TN = 80.5 horas semanales.42 Para el caso de
Canadá Harvey y Mukhopadhyay propusieron un tiempo mínimo de T N = 87.5
horas semanales.43 En uno de los pocos estudios sobre este fenómeno en Chile,
Barriga y Sato utilizaron el estándar tradicional de Vickery.44 Para fijar el tiempo
de cuidados externos, o T 1
, los autores y las autoras han dado diferentes propuestas:
Vickery propuso T1 = 61 horas semanales, Harvey y Mukhopadhyay propusieron
T 1 = 57.3 horas semanales y Douthitt T1 = 59,5 horas semanales.
El segundo enfoque para fijar la situación de pobreza de tiempo es el relativo,
en el cual el umbral mínimo es definido en consideración de la distribución obser-
vada en las encuestas de uso de tiempo. Por ejemplo, los autores y las autoras han
propuesto fijar la situación de pobreza de tiempo cuando las personas cuentan con
menos del 50% de la mediana del tiempo de ocio 45 o del 50% del tiempo residual
(el tiempo disponible menos las horas de trabajo remunerado y no remunerado).46
Otro estándar relativo utilizado en la literatura es fijar la situación de pobreza de
tiempo en personas que ocupan 150% o más de la mediana del tiempo necesario
(el tiempo para el trabajo remunerado, no remunerado y el cuidado personal).47
42. Robin A. Douthitt, “Time to Do the Chores? Factoring Home-Production Needs into Mea-
sures of Poverty”, Journal of Family and Economic Issues 21.1 (2000): 7-22.
43. Harvey y Mukhopadhyay, “When”: 57-77.
44. Francisca Barriga y Andrea Sato, ¿El tiempo es oro? Pobreza de tiempo, desigualdad y la reproducción
del capital (Documento de trabajo Fundación SOL, Chile, 2021): 12.
45. Michael Bittman, “Social Participation and Family Welfare: The Money and Time Costs of Lei-
sure in Australia”, Social Policy & Administration 36.4 (2002): 408-425.
46. Charlene M. Kalenkoski, Karen S. Hamrick, y Margaret Andrews, “Time Poverty Thresholds and
Rates for the US Population”, Social Indicators Research 104.1 (2011): 129-155.
47. Jamie Spinney y Hugh Millward, “Time and Money: A New Look at Poverty and the Barriers
to Physical Activity in Canada”, Social Indicators Research 99.2 (2010): 341-356.
156Cuidados y pobreza de tiempo de los hogares en Chile, 1957-1973
TRASHUMANTE | Revista Americana de Historia Social 23 (2024): 146-167. ISSN 2322-9675
En esta investigación sugerimos que es posible analizar históricamente el fe-
nómeno del cuidado como proceso socio-temporal recurriendo a las definiciones
teóricas de la pobreza de tiempo recién expuestas. Teniendo en consideración las
limitaciones de las fuentes históricas del periodo que abarca este estudio, lo más
conveniente es utilizar un enfoque absoluto. Como no existen encuestas de uso
de tiempo periódicas en estos años, no podemos determinar con seguridad cuánto
tiempo utilizaban los individuos en promedio en actividades como transporte,
comer, dormir, trabajar, etc. Existen estudios exploratorios, pero que tienen una
cobertura insuficiente y que no se volvieron a aplicar.48 Por lo tanto, sin la distri-
bución observada del uso del tiempo, no es posible utilizar estándares relativos. Lo
que proponemos es utilizar un enfoque basado en los hogares y no en los indivi-
duos. Si bien como ya mencionamos no contamos con encuestas de uso de tiempo
para el periodo que analizamos, sí contamos con otra fuente que puede ser útil: la
Encuesta de Ocupación y Desocupación del Gran Santiago. Esta encuesta, que se
comienza a aplicar con regularidad desde 1957, cuenta con información sobre la
edad, el sexo, la escolaridad, las horas de trabajo, el ingreso, las razones de desocu-
pación, entre otros. Como se muestra en la Tabla 1, cada año se encuestaron a cerca
de 10.000 individuos (aproximadamente entre 3.000 a 3.500 grupos familiares) de
todos los sectores del Gran Santiago.
Para el análisis del cuidado y la pobreza de tiempo proponemos un indicador
que denominamos déficit temporal de cuidados del hogar. Este es un indicador absolu-
to de pobreza de tiempo que considera como unidad a los grupos familiares. Bá-
sicamente, lo que muestra es si el hogar en conjunto cuenta con tiempo suficiente
para que sus miembros puedan cuidarse a sí mismos y a terceros. El indicador
define la situación de déficit temporal de cuidados cuando:
((168 * N W
) - ∑ TW) – ((77 * NW) + T1
) < 0
donde 168 corresponde a las horas totales disponibles en una semana para cada
persona, N W corresponde a los integrantes del grupo familiar entre 14 y 65 años 49
(excluyendo a personas que no trabajan por estudios),50 ∑ TW a la sumatoria de las
48. Patricia Tschorne y Gaby Mlinarz, “El tiempo libre entre la clase obrera del Gran Santiago”
(Tesis para optar al grado de Psicólogo, Universidad de Chile, 1965): 1-10.
49. Reiteramos que nuestro enfoque es normativo-absoluto y no observacional ni relativo. Partimos
de la suposición de que las personas mayores en edad de jubilación no deberían trabajar, a menos
que sea de forma voluntaria. Si las condiciones económicas obligan a las personas mayores a
realizar labores remuneradas o no remuneradas no voluntarias, se puede considerar que el hogar
tiene un déficit temporal.
50. Hemos omitido las horas dedicadas a los estudios siguiendo un criterio ético en lugar de un
criterio práctico. Partimos de la suposición de que una persona, especialmente un joven, que
se dedica a tiempo completo a sus estudios no debería tener otras responsabilidades laborales
(excluyendo las labores voluntarias). Es fundamental destacar que nuestro enfoque se basa en un
marco normativo y absoluto, en contraposición a un enfoque observacional y relativo. Por lo
tanto, los umbrales éticos desempeñan un papel importante en nuestra metodología.
157Mauricio Casanova Brito / Yessenia Puentes Sánchez
TRASHUMANTE | Revista Americana de Historia Social 23 (2024): 146-167. ISSN 2322-9675
horas de trabajo de los integrantes del hogar, 77 al tiempo mínimo absoluto de los
cuidados personales (11 horas diarias para dormir, alimentarse, asearse, etc.) y T 1 a
los cuidados externos. Para fijar T 1 hemos utilizado dos condiciones que requieren
dedicación completa de tiempo. Por dedicación completa nos referimos al total de
las horas del día menos las horas de dormir (24 – 8 = 16 diario y 112 semanal). Las
condiciones son las siguientes: 112 horas si en el hogar hay uno o más menores de
6 años, más 112 si en el hogar hay una o más personas en situación de discapacidad.
Planteamos un ejemplo concreto. Supóngase que en un hogar hay cuatro per-
sonas, un varón de 36 años, una mujer de 32 años, un niño de 3 años y una per-
sona de tercera edad en situación de discapacidad. El hombre de 36 años dedica
50 horas semanales al trabajo remunerado, mientras que la mujer de 32 dedica 46
horas semanales. El tiempo total disponible del hogar (168 * N W) es 168 * 2 =
336; ya que solo hay dos personas entre 14 y 65 años. Las horas totales trabajadas
por el hogar (∑ TW
) son 50 + 46 = 96. El tiempo mínimo absoluto para cuidados
personales de los sujetos del cuidado (77 * NW
) es 77 * 2 = 154. El tiempo de
Tabla 1. Cobertura de la Encuesta de Ocupación y Desocupación
del Gran Santiago 1957-1973
Total de individuos Total de grupos familiares
1957 10.756 2.255
1958 10.556 2.119
1959 10.691 2.281
1960 10.197 2.223
1961 11.312 2.329
1962 12.360 2.504
1963 13.518 2.905
1964 14.855 3.139
1965 14.759 3.093
1966 14.980 3.131
1967 15.944 3.291
1968 14.834 3.145
1969 14.167 2.881
1970 14.536 3.067
1971 15.976 3.584
1972 14.659 3.281
1973 14.977 3.339
Fuente: elaboración propia a partir de la Encuesta de Ocupación y Desocupación del Gran Santiago del Departamento de
Economía de la Universidad de Chile. Disponible en: https://documentos.microdatos.cl/.
158Cuidados y pobreza de tiempo de los hogares en Chile, 1957-1973
TRASHUMANTE | Revista Americana de Historia Social 23 (2024): 146-167. ISSN 2322-9675
cuidados externos o T1 es 112 (ya que hay un menor de 6 años) + 112 (ya que hay
una persona en situación de discapacidad) = 224. Entonces, en este caso:
((168 * 2) – (50+46)) – ((77 * 2) + (112+112))
(336 – 96) – (154 +224)
240 – 378 = – 138
Como el resultado es negativo, el hogar se encuentra en situación de déficit
temporal de cuidados. Es decir, que el tiempo que disponen las personas capaces
de trabajar remunerada y no remuneradamente (el hombre de 36 años y la mujer
de 32) no alcanza para cuidarse a sí mismos y a sus pares (el niño de 3 años y el
mayor en situación de discapacidad). Se asume que en esta situación los sujetos del
cuidado deben sacrificar ya sea el cuidado de sí mismos (dormir, ocio) o de sus
pares (niños y el hogar). Como han mostrado diversos estudios, en estos casos la
solución histórica es delegar las funciones de cuidados a personas que no forman
parte (al menos estadísticamente) del grupo familiar (abuelas, vecinas) o a institu-
ciones (establecimientos de educación primaria, por ejemplo).51
En síntesis, el déficit temporal de cuidados del hogar es un indicador que señala si
el hogar en conjunto cuenta con el tiempo mínimo que se requeriría eventual-
mente para realizar las actividades que permitirían mantener un estándar básico de
bienestar físico y emocional. Obviamente, es razonable suponer que los hombres
no usaban el tiempo que queda después de trabajar para actividades de cuidados
externos (cuidar niños, aseo del hogar, etc.) y que gran parte de ese tiempo restan-
te (si es que había) lo dedicaban a actividades de ocio personal (descansar, beber,
etc.);52 y que, por lo tanto, las mujeres que trabajaban en labores remuneradas car-
gaban con una doble jornada. Sin embargo, en torno a esta materia, no tenemos
vestigios cuantitativos periódicos que permitan construir series temporales a largo
plazo. El déficit temporal de cuidados del hogar es un indicador histórico basado en la
estructura etaria, sanitaria y laboral de los hogares que, si bien no señala la desigual-
dad en la ocupación del tiempo de cuidado entre hombres y mujeres, sí permitiría
inferir que: mientras mayor sea el déficit temporal, mayor será la doble jornada
de las mujeres; mientras mayor sea el déficit temporal, mayor será la necesidad de
51. Irma Arriagada, “Crisis social y de la organización social de los cuidados en Chile”, Estudios
Sociales del Estado 7.13 (2021): 6-41; Andrea del Pilar Comelin Fornés, “¿Quién cuida a los fami-
liares que cuidan adultos mayores dependientes?”, Íconos - Revista de Ciencias Sociales 50 (2014):
111-127; Verónica Gómez Urrutia, Oriana Arellano Faúndez, y Cristina Valenzuela Contreras,
“Negociaciones en familia: género, trabajo y cuidado en Chile”, Revista Estudos Feministas 25
(2017): 661-682; Ximena Valdés, “Notas sobre la metamorfosis de la familia en Chile”, Futuro de
las familias y desafío para las políticas, ed. Irma Arriagada, Seminarios y Conferencias 52 (Santiago:
CEPAL, 2008) 41-58.
52. La práctica del San Lunes (no llegar a trabajar el primer día de la semana por estar bebiendo al-
cohol excesivamente durante el fin de semana) era un fenómeno generalizado en la clase obrera
chilena.Véase: Marcos Fernández et al., Alcohol y Trabajo. El alcohol y la formación de las identidades
laborales en Chile. Siglo XIX y XX (Osorno: Editorial Universidad de Los Lagos, 2008).
159Mauricio Casanova Brito / Yessenia Puentes Sánchez
TRASHUMANTE | Revista Americana de Historia Social 23 (2024): 146-167. ISSN 2322-9675
recurrir a miembros externos del hogar, como vecinas y abuelas; mientras mayor
sea el déficit temporal, mayor será el rol formativo del entorno fuera del hogar
en los niños (la calle, por ejemplo); mientras mayor sea el déficit temporal, menos
serán las posibilidades de los hogares de aumentar sus ingresos (invirtiendo tiempo
en educación, por ejemplo). Como sostiene la literatura con enfoque de género,
“las estructuras familiares, los servicios de cuidados, la cantidad de personas depen-
dientes en los hogares son aspectos que están relacionados con la incorporación
de las mujeres en el mercado laboral pero no así con la de los varones. La carga de
cuidados de niños, niñas y personas dependientes continúa siendo un elemento
fundamental para entender el acceso de las mujeres al mercado laboral”.53
Resultados
Los resultados de esta investigación se exponen en el Gráfico 1. Como es posible
observar, la pobreza de tiempo de los hogares, medida como déficit temporal de
cuidados, fluctúa entre un 10% y un 15% del total de los hogares entre 1957 y
1973. Esto quiere decir que, un 10-15% de los hogares no tenía tiempo suficiente
para que los sujetos del cuidado puedan cuidar de sí mismos y de terceros. Para
estos hogares, la carga de tiempo que significaban los niños, las personas incapaci-
tadas para trabajar y el cuidado personal (dormir, alimentarse, etc.) era mayor que
el tiempo que queda luego de trabajar de manera remunerada. En décadas más
recientes, el fenómeno no era distinto. En 1985, un 12% de los hogares se encon-
traba en situación de déficit temporal de cuidados, mientras que en el 2000 esta
cifra asciende hasta casi un 14%. Lo primero que estas cifras sugieren es que, si nos
enfocamos en la estructura interna de los hogares, no podemos argumentar con
seguridad que estos, en el 2000, tenían más tiempo disponible que en 1957-1973.
Estos resultados son contrarios a lo que se suele argumentar en los estudios econó-
micos. Por ejemplo, hay autores y autoras que sostienen que “desde inicios de los
90s se observa una importante tendencia a la baja en las horas trabajadas. Las horas
promedio trabajadas por semana han pasado de 50 horas en 1990 a 42 horas en
2017 […] El efecto del aumento del salario real ha hecho que las personas opten
por realizar actividades distintas a las laborales, entre ellas el ocio”.54 Efectivamente,
si nos centramos en los individuos, las horas de trabajo promedio han disminuido,
como ha quedado en evidencia en múltiples estudios. Pero si el foco está pues-
to en el conjunto del hogar, la disminución no es tan significativa. De hecho, el
promedio de horas trabajadas a la semana por los integrantes del hogar entre 14
y 65 años era de 27.34 en 1957 y 26.13 en el 2000. Es decir, que los individuos
trabajan menos de forma remunerada, pero los hogares en conjunto trabajan lo
53. Natalia Genta et al., “¿Cuál es el vínculo entre las estrategias de cuidado infantil y la inserción
laboral de las cuidadoras?” Revista Española de Sociología 31.1 (2022): 1-27.
54. Nathaly Andrade, Rodrigo Cerda, José Ignacio Llodrá y José Tomás Valente, “Cinco décadas en
el trabajo: Evolución de las horas trabajadas en Chile” (Santiago: Centro Latinoamericano de
Políticas Económicas y Sociales, 2017), 1, 12.
160Cuidados y pobreza de tiempo de los hogares en Chile, 1957-1973
TRASHUMANTE | Revista Americana de Historia Social 23 (2024): 146-167. ISSN 2322-9675
mismo. Estas cifras sugieren que el crecimiento económico experimentado en las
últimas décadas no se ha traducido necesariamente en mayor disponibilidad de
tiempo para los hogares.
El segundo aspecto que es importante destacar, y que está relacionado con el
punto anterior, es que no hay un aumento brusco de la pobreza de tiempo de los
hogares en la segunda mitad del siglo XX, como parece sugerir la sociología teóri-
ca, sobre todo la enfocada en el fenómeno de la aceleración social.55 La transición
desde la denominada sociedad del ocio hacia la sociedad industriosa —el aumento en la
cantidad y la intensidad del trabajo y el desmantelamiento del antiguo régimen—
fue un proceso histórico que en Europa y Asia se experimentó en el siglo XVIII;56
y que en Chile ya estaba consolidado entre 1957-1973. El mantenimiento del
déficit temporal de cuidados en un 10-15% en 1957-1973, 1985 y el 2000 sugiere
que ya se había alcanzado el máximo histórico de industriosidad de los hogares. Sin
embargo, este mantenimiento de un 10-15% del déficit temporal de cuidados se
da en un contexto de notorio aumento de la tasa de participación femenina en la
fuerza de trabajo. En Chile, la tasa de participación femenina en la fuerza laboral
55. Hartmut Rosa, Alienación y aceleración: Hacia una teoría crítica de la temporalidad en la modernidad
tardía (Buenos Aires: Katz Editores, 2016); Felipe Torres, Temporal Regimes. Materiality, Politics,
Technology (London: Routledge, 2021).
56. Jan De Vries, The Industrious Revolution: Consumer Behavior and the Household Economy, 1650
to the Present (Cambridge: Cambridge University Press, 2008); Kenneth Pomeranz, The Great
Divergence: China, Europe, and the Making of the Modern World Economy (New Jersey: Princeton
University Press, 2000).
Fuente: elaboración propia a partir de la Encuesta de Ocupación y Desocupación del Gran Santiago del Departamento de Economía de
la Universidad de Chile. Disponible en: https://documentos.microdatos.cl
Gráfico 1. Porcentaje del total de los hogares en situación de pobreza de tiempo y/o pobreza
relativa de ingresos (Gran Santiago, 1957-1973, 1985, 2000)
161Mauricio Casanova Brito / Yessenia Puentes Sánchez
TRASHUMANTE | Revista Americana de Historia Social 23 (2024): 146-167. ISSN 2322-9675
aumenta de un 32% en 1990 a un 49% en el 2019.57 Es decir, que los hogares
demandan el mismo tiempo de cuidado a la vez que las mujeres participan cada
vez más del mercado de trabajo. Por lo tanto, es razonable asumir que el peso de
la doble jornada de trabajo remunerado y no remunerado para las mujeres ha
aumentado con el tiempo. Este aspecto vendría a reforzar la idea de crisis de los
cuidados propuesta por la literatura.58 En 1957-1973, las demandas de cuidado de
los hogares no eran tan distintas a las del 2000, pero las mujeres tenían mucho
mayor disponibilidad de tiempo para el trabajo no remunerado. Si se considera
tanto el trabajo remunerado como el no remunerado, es posible inferir que en el
transcurso de la segunda mitad del siglo XX las mujeres tuvieron mayor demanda
de trabajo.
Ahora bien, la situación no es la misma para todos los hogares. Las familias de
altos ingresos son capaces de comprar tiempo 59 mediante el acceso a servicios paga-
dos (como salas cunas privadas y transporte escolar) y el empleo de terceros (como
empleadas domésticas). Este hecho nos conecta con el tercer aspecto importante
en los resultados de esta investigación: no se puede entender la pobreza de tiempo
y el déficit temporal de cuidados sin hacer mención a la pobreza de ingresos. Exis-
te una mutua condicionalidad en el binomio dinero/tiempo: para tener dinero
hay que tener tiempo, pero para tener tiempo hay que tener dinero. Las familias
en situación de pobreza de ingresos, aunque tengan tiempo, tienen necesidades sin
satisfacer. Por lo tanto, lo correcto al momento de analizar el fenómeno de la po-
breza general es considerar tanto la pobreza de tiempo como la de ingresos. Como
sostiene Arriagada, “en Chile […] las grandes desigualdades sociales están estre-
chamente vinculadas con la provisión desigual de cuidado familiar y social confor-
mando un verdadero círculo vicioso: quienes tienen más recursos disponen de un
mayor acceso a cuidados de calidad, en circunstancias que tienen menos miembros
del hogar que cuidar. Aquellos que disponen de menores recursos para acceder a
los cuidados mercantiles y que tienen más cargas de cuidado acumulan desventajas
por el mayor peso del trabajo doméstico familiar, por las dificultades en el acceso a
los escasos servicios públicos y la necesidad de recurrir a cuidadoras informales”.60
En el Gráfico 1 hemos incluido una estimación de la pobreza relativa de ingresos
utilizando como línea de la pobreza el 60% de la mediana de la distribución obser-
vada de los ingresos familiares per cápita. Entre 1957 y 1973, la pobreza relativa de
ingresos fluctuó entre el 22 y el 29% del total de los hogares. En 1985 esta cifra se
mantenía en 27%, pero en el 2000 asciende a 32%. Si se considera a los hogares en
pobreza de tiempo y/o en pobreza de ingresos (pobreza total), las cifras ascienden
a 32 y 38% entre 1957-1973 y a 36 y 42% entre 1985 y el 2000, respectivamente.
57. Datos disponibles en: ilostat.ilo.org/data.
58. Arriagada, “Crisis social y de la organización social de los cuidados en Chile”: 6-41; Irma Arria-
gada, “La crisis de cuidado en Chile”: 58-67.
59. Harvey y Mukhopadhyay, “When”.
60. Arriagada, “La crisis de cuidado en Chile”, 65-66.
162Cuidados y pobreza de tiempo de los hogares en Chile, 1957-1973
TRASHUMANTE | Revista Americana de Historia Social 23 (2024): 146-167. ISSN 2322-9675
Es decir que, salvo en 1960 y 1962, la pobreza general se ha mantenido entre un
35 y un 40% en todo el periodo que abarca esta investigación.
Las conclusiones que se pueden derivar de los tres puntos mencionados coinci-
den en parte con los argumentos de la literatura: la estructura etaria de los hogares
y la evolución del mercado laboral en el transcurso de la segunda mitad del siglo
XX y las primeras décadas del XXI han creado un escenario en el cual los sujetos
del cuidado —sobre todo mujeres— disponen cada vez de menos tiempo para el
ejercicio del cuidado personal y de terceros. La demanda de cuidados no ha dis-
minuido, a pesar del crecimiento económico, a la vez que las mujeres se insertan
en el mundo laboral. Los innegables avances de la economía social de mercado no
se han traducido entonces en mayor disponibilidad de tiempo para los hogares. El
avance material de la sociedad desde mediados del siglo pasado ha tenido que ser
sostenido por el peso de una doble jornada. En la época del asistencialismo estatal,
los organismos públicos asumieron el papel de redistribuidor de cuidados fami-
liares por medio de políticas de bienestar que finalmente fomentaban los roles de
padre proveedor y madre cuidadora. En este contexto, el mejoramiento material
de los hogares no se traducía necesariamente en menos tiempo para los sujetos del
cuidado en conjunto, pues una parte importante de estos no participaba en activi-
dades remuneradas y eran considerados formalmente —sobre todo en las políticas
salariales— como cargas familiares del trabajador. Sin embargo, con el transcurso
de las décadas, factores como el mantenimiento de las demandas de cuidados del
hogar, el sostenimiento de la pobreza relativa y la inserción femenina al mercado
laboral han creado un nuevo escenario en el que la distribución temporal de cui-
dados ya no puede sostenerse de la misma manera que se hacía en los años del asis-
tencialismo. Estudios sistemáticos sobre esta materia han concluido que: “Without
access to childcare, taking on a job puts close to 70 percent of women with small children at
risk of time poverty.”61
Conclusiones
En esta investigación hemos intentado mostrar que la organización temporal de
los cuidados en el espacio interno del hogar ha cambiado en la segunda mitad del
siglo XX. Si bien las necesidades de cuidados personales, cuidado de menores y
personas incapaces para trabajar no han cambiado tanto, la inserción femenina al
mercado laboral ha complejizado el escenario. Si consideramos a los hogares como
unidad, y no a los individuos, el crecimiento económico de la segunda mitad del
siglo XX no se ha traducido necesariamente en más tiempo para el cuidado per-
sonal y de terceros.
Ahora bien, la reflexión ética con respecto a este problema no puede basarse en
una defensa nostálgica del antiguo asistencialismo, el que —a pesar de los avances
61. Ilkkaracan et al. “The Impact of Investing in Social Care on Employment Generation, Time-,
Income-Poverty by Gender: A Macro-Micro Policy Simulation for Turkey”. World Development
144 (2019): 105476
163Mauricio Casanova Brito / Yessenia Puentes Sánchez
TRASHUMANTE | Revista Americana de Historia Social 23 (2024): 146-167. ISSN 2322-9675
materiales que significó— terminaba fomentando los roles de padre proveedor y
madre cuidadora. Creemos que el análisis histórico del cuidado debe invitar a pen-
sar el fenómeno más como un proceso que como un conjunto de roles atribuidos
a ciertos individuos, y, lo más importante, a reforzar la idea de que el cuidado está
sujeto a los cambios históricos de la sociedad, por lo que nuestras definiciones
debiesen intentar incorporar tanto el análisis empírico de estas transformaciones
como la reflexión sobre principios universales que orienten la discusión.
Además, es importante destacar que el aumento en la tasa de participación la-
boral femenina en estas décadas pudo haber contribuido a una mayor demanda de
tiempo y cuidados en el hogar. Sin embargo, para obtener una comprensión más
completa de los cambios en la demografía de los cuidados, es necesario considerar
otros factores, como los avances en materia de escolaridad, incluyendo la implemen-
tación de salas cuna, así como el crecimiento de la población adulta mayor en Chile.
Nuestro estudio ha planteado un debate importante acerca de las implicancias
de la reducción de la jornada laboral y su impacto en el aumento de la disponibili-
dad de tiempo para las personas. Si bien en una primera lectura nuestros hallazgos
sugieren que la reducción de la jornada laboral no tiene efectos significativos en
el bienestar de las personas, es necesario profundizar y precisar esta afirmación en
futuras investigaciones.
También sería pertinente considerar la inclusión de literatura relacionada con
los avances en materia de escolaridad y el crecimiento de la población adulta
mayor en relación con los cambios demográficos en los cuidados. Esto permitiría
ampliar nuestra comprensión sobre la dinámica de los cuidados y no centrarnos
únicamente en los sujetos receptores de los cuidados, como las mujeres.
En consecuencia, es fundamental que futuras investigaciones se enfoquen en
ahondar en los debates historiográficos y considerar múltiples dimensiones para
evaluar el impacto de la reducción de la jornada laboral en el bienestar y la calidad
de vida de las personas.
Bibliografía
Andrade, Nathaly, Rodrigo Cerda, José Ignacio Llodrá y José Tomás Valente.“Cinco
décadas en el trabajo: Evolución de las horas trabajadas en Chile”. San-
tiago: Centro Latinoamericano de Políticas Económicas y Sociales, 2017.
Arriagada, Irma. “Crisis social y de la organización social de los cuidados en Chi-
le”. Estudios Sociales del Estado 7.13 (2021): 6-41.
Arriagada, Irma. “La crisis de cuidado en Chile”. Revista de Ciencias Sociales, n.o
27 (2010): 58-67.
Barriga, Francisca y Andrea Sato. “¿El tiempo es oro? Pobreza de tiempo, desigual-
dad y la reproducción del capital”. Documento de trabajo Fundación
SOL. Chile, 2021.
Basaure, Mauro, Pedro Güell, Evelyn Larenas, Maya Zilveti, Martina Yopo Diaz,
Camilo Vera y Andrés Díaz. “Midiendo el tiempo, valorando la tempo-
164Cuidados y pobreza de tiempo de los hogares en Chile, 1957-1973
TRASHUMANTE | Revista Americana de Historia Social 23 (2024): 146-167. ISSN 2322-9675
ralidad: Análisis conceptual y metodológico de encuestas sobre tiempo
y temporalidad en Chile”. MAD 45 (2021): 1-23. doi:10.5354/0719-
0527.2021.65864.
Bittman, Michael. “Social Participation and Family Welfare: The Money and Time
Costs of Leisure in Australia”. Social Policy & Administration 36.4 (2002):
408-25. doi:10.1111/1467-9515.t01-1-00262.
Castillo-Gallardo, Patricia. “Desigualdad e infancia: lectura crítica de la Historia
de la Infancia en Chile y en América Latina”. Revista Latinoamericana de
Ciencias Sociales, Niñez y Juventud 13.1 (2015): 97-109. doi:10.11600/16
92715x.1314030214.
CEPAL. Medición de la pobreza por ingresos: actualización metodológica y resultados.
Santiago: CEPAL, 2018.
Chávez-Zúñiga, Pablo. “Ilegitimidad, alcoholismo y tuberculosis: explicaciones
médicas de la mortalidad infantil. Santiago de Chile (1870-1912)”. Nue-
vo Mundo Mundos Nuevos (2019). doi:10.4000/nuevomundo.76861.
Chávez-Zúñiga, Pablo y José Julián Soto Lara. “Urbanización y mortalidad in-
fantil en Santiago, 1930- 1970”. Boletín Americanista 82 (2021): 161-83.
Doi:10.1344/BA2021.82.1009.
Chávez-Zúñiga, Pablo y José Julián Soto Lara. “Mortalidad infantil en Santia-
go: representaciones y discursos, Chile, 1860-1914”. História, Ciên-
cias, Saúde-Manguinhos 25 (2018): 1281-1300. Doi:10.1590/S0104-
59702018000500023.
Correa, María José y María Soledad Zárate. “Historizar la profesionalización sanita-
ria: perspectivas desde Chile y Argentina”. Dynamis 37.2 (2017): 263-72.
De Vries, Jan. The Industrious Revolution: Consumer Behavior and the Household Eco-
nomy, 1650 to the Present. Cambridge: Cambridge University Press, 2008.
Deichler, Claudia. Historia y Alimentación Popular. Dos décadas de lucha médica contra la
desnutrición en el Chile urbano, 1930-1950. Chile: Ministerio de Salud, 2016.
Douthitt, Robin A. “Time to Do the Chores? Factoring Home-Production Ne-
eds into Measures of Poverty”. Journal of Family and Economic Issues 21.1
(2000): 7-22. doi:10.1023/A:1009423329532.
Engster,Daniel.“Rethinking CareTheory:The Practice of Caring and the Obligation
to Care”. Hypatia 20.3 (2005): 50-74. Doi:10.1111/j.1527-2001.2005.
tb00486.x.
Genta, Natalia, Karina Batthyány, Valentina Perrotta, Sol Scavino Solari, y Sharon
Katzkowicz. “¿Cuál es el vínculo entre las estrategias de cuidado infantil
y la inserción laboral de las cuidadoras?” RES. Revista Española de Socio-
logía 31 (1) (2022): 1-27.
Fernández, Marco, Eduardo Godoy, Patricio Herrera, Jorge Muñoz, Hernán Vene-
gas, y Juan Carlos Yáñez Andrade. Alcohol y Trabajo. El alcohol y la formación
de las identidades laborales en Chile. Siglo XIX y XX. Osorno: Editorial
Universidad de Los Lagos, 2008.
165Mauricio Casanova Brito / Yessenia Puentes Sánchez
TRASHUMANTE | Revista Americana de Historia Social 23 (2024): 146-167. ISSN 2322-9675
Fornés, Andrea del Pilar Comelin. “¿Quién cuida a los familiares que cuidan adul-
tos mayores dependientes?” Íconos - Revista de Ciencias Sociales 50 (2014):
111-27. doi:10.17141/iconos.50.2014.1432.
Goldsmith Weil, Jael. “Ciudadanas de leche: Una primera línea del Estado social
chileno, 1954-2019”. Economía y Política 6.2 (2019): 101-32.
Goldsmith Weil, Jael. “Milk Makes State: The Extension and Implementation of
Chile’s State Milk Programs, 1901-1971”. Historia (Santiago) 50.1 (2017):
79-104. Doi:10.4067/S0717-71942017000100003.
González, Maricela y María Soledad Zárate. “Trabajo, miserias y recompensas:
Asistentes sociales, enfermeras y matronas en la construcción de la polí-
tica sanitaria chilena a mediados del siglo XX”. Salud Colectiva 15 (2019):
e2214-e2214. Doi:10.18294/sc.2019.2214.
Harvey, Andrew S., y Arun K. Mukhopadhyay. “When Twenty-Four Hours is not
Enough: Time Poverty of Working Parents”. Social Indicators Research
82.1 (2007): 57-77. Doi:10.1007/s11205-006-9002-5.
Harvey, Andrew S., y María Elena Taylor. “Time use”. Designing Household Survey
Questionnaires for Developing Countries: Lessons from 15 years of the Living
Standards Measurement Study, Ed. por Margareth Grosh y Paul Glewwe
Washington, D. C.: World Bank Publications, 2002.
Henríquez, Rodrigo. En estado sólido: políticas y politización en la construcción estatal. Chi-
le 1920-1950. Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 2014.
Hutchison, Elizabeth Quay. “La historia detrás de las cifras: la evolución del censo
chileno y la representación del trabajo femenino, 1895-1930”. Historia
(Santiago) 33 (2000): 417-34. Doi:10.4067/S0717-71942000003300009.
Illanes, María Angélica. Cuerpo y sangre de la política: la construcción histórica de las
visitadoras sociales (1887-1940). Santiago: LOM, 2006.
Illanes, María Angélica. En el nombre del pueblo, el estado y la ciencia. Santiago: Minis-
terio de Salud, 2010.
Ilkkaracan, Ipek, Kijong Kim,Tom Masterson, Emel Memis, y Ajit Zacharias. “The
Impact of Investing in Social Care on Employment Generation, Time-,
Income-Poverty by Gender: A Macro-Micro Policy Simulation for Tur-
key”. World Development 144 (2021): 1-11. https://doi.org/10.1016/j.
worlddev.2021.105476.
Instituto Nacional de Estadísticas. “Encuesta Nacional del Uso de Tiempo
(ENUT)”. Chile: Instituto Nacional de Estadísticas, 2015.
Juanillo-Maluenda, Hugo, “Una breve aproximación histórica a los albores del
cuidado a largo plazo institucional en Chile”. Temperamentvm 17 (2021):
e17020-e17020.
Kalenkoski, Charlene M., Karen S. Hamrick, y Margaret Andrews. “Time Poverty
Thresholds and Rates for the US Population”. Social Indicators Research
104 (2011): 129-55. Doi:10.1007/s11205-010-9732-2.
Moyano, Cristina. “La visitadora social industrial en Chile: tradición y modernidad
en la gestión del bienestar, 1920-1950”. Nuevo Mundo Mundos Nuevos
166Cuidados y pobreza de tiempo de los hogares en Chile, 1957-1973
TRASHUMANTE | Revista Americana de Historia Social 23 (2024): 146-167. ISSN 2322-9675
(2016). Doi:10.4000/nuevomundo.69328.
Moyano, Cristina y Javier Rivas. “Visitadoras sociales en la industria: creación de
un campo de expertos del bienestar, 1920-1950”. Historia 396 7 (2017):
171-99.
Muñoz, Lucila Cerda. “Formación profesional de la matrona/matrón en Chile:
años de historia”. Revista chilena de obstetricia y ginecología 85.2 (2020):
115-22. Doi:10.4067/S0717-75262020000200115.
Poblete Vargas, Javiera. “Políticas del amor materno, Chile 1927-1937”. Hybris: re-
vista de filosofía 6.2 (2015): 65-100.
Pomeranz, Kenneth. The Great Divergence: China, Europe, and the Making of the Mo-
dern World Economy. New Jersey: Princeton University Press, 2000.
Reyes, Nora. “Women’s Wages and the Gender Gap during the Period of Import
Substituting Industrialization in Chile”. Gender Inequalities and Develo-
pment in Latin America During the Twentieth, Ed. por María Magdalena
Camou, Silvana Maubrigades, y Rosemary Thorp. Routledge, 2016.
Rosa, Hartmut. Alienación y aceleración: Hacia una teoría crítica de la temporalidad en la
modernidad tardía. Buenos Aires: Katz Editores, 2016.
Rosemblatt, Karin. “Masculinidad y Trabajo: El Salario Familiar y El Estado de
Compromiso En Chile, 1930-1950”. Proposiciones 26 (1995): 70-86.
Salazar, Gabriel. Ser niño huacho en la historia de Chile: (siglo XIX). Santiago: LOM,
2006.
Spinney, Jamie, y Hugh Millward. “Time and Money: A New Look at Poverty and
the Barriers to Physical Activity in Canada”. Social Indicators Research
99.2 (2010): 341-56. Doi:10.1007/s11205-010-9585-8.
Torres, Felipe. Temporal Regimes. Materiality, Politics,Technology. London: Routledge,
2021. doi:10.4324/9781003180876.
Tschorne, Patricia, y Gaby Mlinarz. “El tiempo libre entre la clase obrera del Gran
Santiago”. Tesis para optar al grado de Psicólogo, Universidad de Chile,
1965.
Urrutia, Verónica Gómez, Oriana Arellano Faúndez y Cristina Valenzuela Con-
treras. “Negociaciones en familia: género, trabajo y cuidado en Chi-
le”. Revista Estudios Feministas 25 (2017): 661-82. Doi:10.1590/1806-
9584.2017v25n2p661.
Valdés, Ximena. “Notas sobre la metamorfosis de la familia en Chile”. Futuro de las
familias y desafío para las políticas, Ed. Irma Arriagada. Seminarios y Con-
ferencias 52. CEPAL, 2008.
Vickery, Clair. “The Time-Poor: A New Look at Poverty”. Journal of Human Re-
sources 12 (1) (1977): 27-48.
Williams, Jason R.,Yuta J. Masuda, y Heather Tallis. “A Measure Whose Time has
Come: Formalizing Time Poverty”. Social Indicators Research 128 (2016):
265-83. Doi:10.1007/s11205-015-1029-z.
Yáñez, Juan Carlos. “Alimentación y nutrición en Chile, siglo XX. Una mirada
historiográfica”. Tiempo histórico 14 (2017): 107-27.
167Mauricio Casanova Brito / Yessenia Puentes Sánchez
TRASHUMANTE | Revista Americana de Historia Social 23 (2024): 146-167. ISSN 2322-9675
Zárate Campos, María Soledad y Lorena Godoy Catalán. “Madres y niños en las
políticas del Servicio Nacional de Salud de Chile (1952-1964)”. Histó-
ria, Ciências, Saúde-Manguinhos 18 (2011): 131-51. Doi:10.1590/S0104-
59702011000500008.
Zárate, María Soledad. Dar a luz en Chile, siglo XIX: de la ciencia de hembra a la ciencia
obstétrica. Santiago: Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2008.
Zárate, María Soledad. “De Partera a Matrona. Hacia la asistencia profesional del
parto en Chile en el siglo XIX”. Calidad en la Educación 27 (2007): 284-
97. doi:10.31619/caledu.n27.227.
Zárate, María Soledad. “‘Enfermedades de mujeres’: ginecología, médicos y pre-
sunciones de género, Chile, fines del siglo XIX”. Pensamiento crítico, Re-
vista Electrónica de Historia 1 (2001): 2-30.
Zárate, María Soledad. “Formar enfermeras, no empleadas domésticas”: profesio-
nalización del cuidado sanitario en Chile, 1930-1950”. Dynamis 37.2
(2017): 317-43.
Zárate, María Soledad. “Parto, crianza y pobreza en Chile”. Historia de la vida pri-
vada en Chile. Santiago: Taurus, 2007.
Zárate, María Soledad. “Parto, crianza y pobreza en Chile”. Historia de la vida pri-
vada en Chile. Tomo III, Ed. Rafael Sagredo y Cristián Gazmuri, 13-47.
Santiago: Taurus, 2008.
Zárate, María Soledad. Por la salud del cuerpo, Historia y Políticas Sanitarias en Chile.
Santiago: Universidad Alberto Hurtado, 2008.
Zárate, María Soledad, y Maricela González. “Matronas y La Consolidación Del
Parto Hospitalario En Chile, 1950-1970”. Parterías de Latinoamérica. Di-
ferentes Territorios, Mismas Batallas, Ed. Georgina Sánchez y Hanna Laako,
34-68. México: El Colegio de la Frontera Sur, 2018.