175Estudios dE LitEratura CoLombiana 53, julio-diciembre 2023, ISNN 0123-4412, https://doi.org/10.17533/udea.elc.354307
Y ngermina o la hija de C alamar,
una novela fundacional
YngErmina o La hija dE CaLamar, a
Fundational Novel
Consuelo Triviño Anzola
Publicada en 1846, Yngermina o la hija de Calamar
puede considerarse una “novela fundacional” no solo
por la fecha en la que se escribe, y por su temática,
sino también por el propósito del narrador. Recor-
demos que su autor, Juan José Nieto, nace en 1804 y
vive intensamente el proceso de independencia, que
estalla en Santafé de Bogotá en 1810. Al contrario que
en la capital del Reino, en las provincias como Mom-
pox y Cartagena sí se pretendía una independencia
absoluta de España, como refleja la Constitución de
Cartagena de 1812.
Debemos aclarar que entendemos por “literatu-
ras fundacionales”, o “ficciones fundacionales” nove-
las surgidas en los países hispanoamericanos tras la
independencia de España, que pretenden describir
las características pasadas, presentes y futuras de una
comunidad nacional. Fundadora de esa semántica
fundacional es la norteamericana Doris Sommer, au-
tora de un libro muy citado: Ficciones fundacionales,
publicado en inglés en 1993, y cuya traducción al
español es de 2004.
Cómo citar esta conferencia: Triviño
Anzola, C. (2023). Yngermina o la hija de
Calamar, una novela fundacional. Estudios
de Literatura Colombiana 53, pp. 175-182.
DOI:
1
anzola@cervantes.es
Instituto Cervantes, España
Editores: Andrés Vergara-Aguirre,
Christian Benavides Martínez
Recibido: 16.06.2023
Aprobado: 01.07.2023
Publicado: 31.07.2023
Copyright: ©2023 Estudios de Literatura Colombiana.
Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los
términos de la Licencia Creative Commons Atribución –
No comercial – Compartir igual 4.0 Internacional
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Las ficciones fundacionales, afirma Sommer, proyectan “futuros idealizados para
países en vías de desarrollo, con frecuencia tras agotadoras revoluciones y guerras ci-
viles”. Así, novelas hispanoamericanas como Soledad (1847) o Amalia (1851) arrojan luz
sobre el proceso mediante el cual la literatura ha imaginado la nación. Este imaginario
tiene como referente los países europeos, cuyos grandes líderes habrían encarnado,
según los americanos, los principios de libertad, igualdad o justicia, gracias a un sistema
democrático que garantizaría los derechos de las mayorías.
Pero este ideal no coincidía con la realidad de los países en formación, ni con los
deseos o los intereses de las clases dominantes, menos aún con las clases medias o con
las menesterosas. Existe un desajuste entre lo que se proclama y lo que en realidad se
propone cada facción política, en un ejercicio que incluye el autoengaño y la traición.
En la Argentina de Esteban Echeverría, la “barbarie” del régimen federal, apoyado por
la Iglesia, se combate con los principios civilizadores de los unitarios, defensores del
centralismo desde la capital, y que miran a Europa. Mientras, en Colombia el federalismo
representa los derechos de las regiones y las garantías individuales frente al centralismo
defendido por los conservadores, que cuentan con el apoyo de la Iglesia. Si el federalismo
defiende los intereses de las élites sobre el puerto de Buenos Aires, por donde entran y
salen las mercancías, en la Nueva Granada los federalistas promueven el libre comercio,
que permite a las élites importar mercancías de Europa, en detrimento de la industria
nacional y del gremio de los artesanos. Nieto Gil, por ejemplo, lidera los intereses del
Estado Federal de Bolívar que abarcaba toda la provincia de Cartagena, pero defiende
el respeto al Gobierno de la Unión, formada en su época por nueve estados soberanos,
que hicieron parte de lo que fuera el antiguo virreinato.
En su trabajo, Doris Sommer encara novelas que giran en torno a una historia de
amor (utiliza el término inglés romance para calificarlas), que presentan obstáculos que
deben sortear los héroes y heroínas, como los abusos sociales en medio de conflictos
políticos. Yngermina o la hija de Calamar, sin que obedezca plenamente las normas del
drama romántico, ni a los cuentos maravillosos populares, sí opone obstáculos a los ena-
morados. Para legitimar su unión, Alonso e Yngermina deben contar con la aprobación
de la máxima autoridad, representante de la corona española, y con la intervención del
obispo, quien inicia a la prometida en los principios del cristianismo. Además, Yngermina
debe hacer frente a las insinuaciones y a los asedios del representante de la autoridad
española, que hace prisionero a su pretendiente.
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Para las ficciones fundacionales son básicos los conflictos raciales y étnicos relaciona-
dos con la consolidación de la nación. El 15 de febrero de 1819, en el Congreso de Angos-
tura, Simón Bolívar había planteado la complejidad racial que debían enfrentar las naciones
ya independientes, cuando afirmaba: “No somos europeos, no somos indios, sino una
especie media entre los aborígenes y los españoles. Americanos por nacimiento y europeos
por derecho, nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de pose-
sión y de mantenernos en el país que nos vio nacer contra la oposición de los invasores”.
Si en Yngermina se aborda el tema del mestizaje y el lugar de los indígenas, tras la
conquista del territorio y su dominación política, económica y cultural, en Cecilia Valdés
(1839), del cubano Cirilo Villaverde, se plantearán los conflictos raciales entre negros,
mulatos y blancos en la Cuba colonial, a la vez que se cuestiona la inhumanidad de la
esclavitud. Lo mismo ocurre en Sab (1841), de Gertrudis Gómez de Avellaneda, que
nos sitúa en las rebeliones contra la esclavitud en la Cuba del siglo xix, mientras que
Domingo Faustino Sarmiento, en Facundo, o Civilización y barbarie (1845), propone en
Argentina el exterminio del indio y del gaucho en defensa de la civilización.
Como se ha dicho, en los conflictos raciales, planteados en ciertas novelas funda-
cionales, se recurre a la relación amorosa como alegoría de la patria, para resolver un
dilema moral ante la ilegitimidad de la unión entre dos razas. En Yngermina el conflicto
se resuelve por medio de la asimilación de la cultura del conquistador por parte de la
protagonista, con el beneplácito de las instituciones. En Cecilia Valdés el triángulo amoroso
plantea el conflicto entre blancos, mulatos y negros, que denuncia las contradicciones
del sistema y la doble moral frente a la esclavitud, que impiden la cohesión social. Sab,
en cambio, es una novela de amor que tiene como protagonista a un esclavo que se
enamora de su blanca compañera de juegos en la infancia; la intensidad dramática au-
menta con la presencia de otro personaje femenino, que entra en rivalidad con la joven
pretendida, pero el verdadero impedimento será la condición de esclavitud de Sab, el
protagonista, y el papel subordinado de las mujeres, incapacitadas para decidir por sí
mismas. En la novela brasileña O guarani (1857), de José de Alencar, la mujer blanca acaba
fusionándose con el indio Pery, tras una larga relación platónica.
Novelas fundacionales y exilio
Las novelas nacionales que institucionalizaron los gobiernos en las escuelas en Hispa-
noamérica se centran todas en el amor, empezando por María de Jorge Isaacs, o Amalia, de
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José Mármol. Esta última presenta a Juan Manuel Rosas como el estereotipo del bárbaro,
opuesto al proceso civilizador de la nación, que se interpone entre el joven unitario, Eduardo
Belgrano, y Amalia. No debe olvidarse que tanto Mármol como Mitre y Nieto Gil sufrieron
la cárcel y el exilio, donde concibieron sus respectivos relatos atravesados sin duda por
ansias de libertad y sueños de redención. En María, el obstáculo al que se enfrentan los
enamorados es más bien difuso, sin causa política, pues aparentemente tiene que ver con
el mal de la protagonista, con una condición racial velada, o con un sentimiento de pérdida
que se cierne sobre los enamorados. Esta obra canónica del Romanticismo hispanoame-
ricano admite diferentes lecturas, bien se trate de una evocación nostálgica de un pasado
de hacendados que se lucraban de la esclavitud, o de la cancelación de este pasado en el
proceso de modernización de la República. Algo similar sucede también en la literatura
brasileña: así, A escrava Isaura (1875), de Bernardo Guimarães, muestra el enfrentamiento
entre esclavistas y antiesclavistas con el pretexto de conseguir el amor de la esclava mulata.
En el caso de Yngermina, resulta significativo que el poder literario representado por
la Tertulia del Mosaico, a mediados del siglo xix, ni siquiera la hubiese tenido en cuenta,
mientras que sí avaló la obra de Isaacs y publicó Manuela, de Eugenio Díaz, aunque con
alteraciones que molestaron al autor .. ¿Qué pudo haber influido en el silenciamiento de
la novela de Nieto Gil? Como líder político destacado es poco probable que fuese un
escritor desconocido. Quizás su obra publicada no se ajustaba al gusto de la crítica más
autorizada en el momento, o acaso Yngermina, publicada en Jamaica durante el destierro
de su autor, no se difundió en la Nueva Granada y hubo que esperar a 1895 para que
Laverde Amaya hiciera referencia al autor en su Bibliografía colombiana.
Yngermina confiere menos importancia a la historia de amor que a los hechos de
la Conquista que se narra. La intriga amorosa se integra en la historia de la nación y
tiene como protagonistas, en principio, a la princesa indígena del pueblo de Calamar,
Yngermina, y a un español, Alonso, el hermano del conquistador Pedro de Heredia.
Con ellos se fijan los orígenes de la nación idealizada, la que resultaría del mestizaje.
Para cumplir con su propósito, Nieto Gil debe resolver distintas cuestiones como, por
ejemplo, los límites de la nación, la composición racial y étnica de la Nueva Granada,
y en particular de la región del Caribe, además de dar por sentado el conocimiento de
la lengua española por el total de la población.
La superación de los prejuicios raciales era un reto y exigía una nueva mirada que
integrara a los indígenas, considerados desde el poder como salvajes y bárbaros. Con
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una perspectiva histórica, el autor se remonta a épocas anteriores a la Conquista para
explicar su preocupación teológica y ontológica respecto a la mezcla de razas “bárbaras”
con colonizadores considerados “civilizados”. Con su relato Nieto Gil busca legitimar
la unión entre colonizadores y colonizados, mas no la igualdad entre unos y otros, ya
que se impone una jerarquía de poder y teológica, con sus rituales y ceremonias, que
deben respetarse. La conversión religiosa, la adopción de los valores de los coloniza-
dores y el matrimonio dentro de los cánones de la Iglesia permiten superar el estigma
de la promiscuidad, resultado de una unión no regulada por las normas y los principios
dispuestos por la “civilización”.
En esta novela el mestizaje es un elemento constitutivo de la nación confederada,
específicamente de la región del Caribe, que tuvo como epicentro la ciudad de Cartagena
de Indias, lugar mítico de encuentro y de enfrentamientos entre españoles, indígenas y
africanos, escenario de despojos, de luchas independentistas y de guerras civiles. Asu-
mida la novela como relato fundacional, podemos decir que el autor aspira a fijar una
mitología y unos principios bajo los cuales se levantan los pilares de una nueva república
independiente, de mayoría liberal, con un sistema federal que reconoce el Gobierno de
la Unión. Yngermina o la hija de Calamar: novela histórica, recuerdos de la conquista, 1533-1537.
Con una breve noticia de los usos, costumbres, i religión del pueblo de Calamar está dedicada a
la esposa del autor, Teresa Cavero, y en ella le confiesa que el personaje Yngermina es
modelo “de tus virtudes, y como hecha para ti”. Según anticipa en el título, se empieza
con el capítulo “Breve noticia histórica” que el narrador declara haber tomado de una
crónica inédita de fray Alonzo de la Cruz Paredes, pero que en realidad pudo tomar de
los manuscritos que circularon de fray Pedro Simón.
Nos situamos en un momento anterior a la Conquista y en las inmediaciones de
Calamar, una de las parcialidades “más civilizadas” y de la que dependían otras. El
narrador describe sus formas de gobierno e instituciones, sus alianzas con otros pue-
blos y el carácter del cacique. Importan las ceremonias, como el culto a los muertos o
la proclamación de un príncipe heredero. Se refiere a deidades y rituales, el papel de
los ministros o adivinos; se describen templos, genios buenos o malos, se alude a las
ofrendas como una forma de negociar los sacrificios humanos. Se destacan la impor-
tancia de los sacerdotes y las reglas bajo las cuales se regían. Asimismo, se comentan el
sentimiento religioso y su concepto de la otra vida, el traslado de las cenizas al bosque
de los muertos, lugar sagrado de importancia capital en el relato.
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Desde los cánones de la cultura impuesta por los españoles, el narrador explica
que esta comunidad rendía culto a la fuerza con la que legitimaba la autoridad. Destaca
el respeto que se profesaba a los padres y el privilegio de los primogénitos, quienes
heredaban los derechos del padre sobre la familia. Refiere el papel de las mujeres y las
costumbres que permitían la poligamia, la elección de la esposa o los rituales amorosos,
como la correría de los amores. Se detiene el novelista también en sus actividades para
la supervivencia, los medios de transporte, el diseño de su morada, o los impuestos que
debían tributar al cacique y las prácticas de guerra, la participación de las mujeres, que
también podían tomar las armas, los trofeos de la victoria, que el narrador estima menos
salvajes que los de otros pueblos. Asimismo, se describe la indumentaria de los habitantes
de Calamar, su aspecto físico y sus destrezas, y las primeras impresiones que causaron
en los conquistadores que empezaron aliándose con ellos, para acabar sometiéndolos.
A esta introducción le siguen ocho capítulos en la primera parte y ocho en la segunda.
La ficción histórica se inicia con la llegada del Adelantado Pedro de Heredia el 14
de enero de 1533 y la reacción de los calamareños, reunidos con su cacique Ostaron,
quienes, ante la superioridad de la fuerza de los castellanos, deciden abandonar su aldea
y refugiarse en la del llamado Canapote para preparar la resistencia. Tras describir las
bondades de esta tierra, el narrador especula sobre las suposiciones de los españoles ante
la desbandada e introduce al personaje Corienche, único nativo al que pueden interrogar,
gracias a la mediación de la india Catalina, personaje histórico que acompañaba a Pedro
de Heredia. Entre tanto, los Heredia van sometiendo a los pueblos vecinos mediante
alianzas, con la promesa de que se les respetará, mientras se muestren fieles y leales a
las autoridades reales. En un capítulo se presenta a Yngermina con sus compañeras, a
la sombra de la emblemática ceiba, y a Catarpa, que le reprocha su indiferencia ante la
“pérdida de la patria”. El narrador da cuenta del linaje de la protagonista, quien es hija
adoptiva de Ostaron y prometida de Catarpa. Este se presenta como un joven orgulloso
y rebelde, que acusa a los suyos de soportar indiferentes la esclavitud. Los indígenas
asisten con perplejidad a la transformación de su tierra en un nuevo orden urbanístico
e institucional, así como a la prohibición de su culto religioso y a la llegada de sacerdo-
tes, que se proponen adoctrinarlos. Yngermina despierta la admiración de Alonso de
Heredia, se educa en los principios religiosos y se “refinaba algo más”.
También se describen las crueldades cometidas contra los nativos, como las pro-
tagonizadas por Miguel Peralta Manrique, primer alcalde de Turbaco, temido por sus
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atropellos también contra los españoles, lo que da lugar a una sublevación indígena. El
narrador da cuenta de la travesía de Catarpa, una vez frustrada su unión con Yngermi-
na, hasta convertirse en líder de los inconformes contra la dominación española, entre
ellos los indígenas de Turbaco, con los que sella su alianza. Se destaca la dignidad y el
valor de Catarpa, que sorprende a los españoles, quienes se proponen someterlo para
continuar conquistando el territorio.
El final de la primera parte trae nostálgicas evocaciones del exilio con un nuevo
personaje al que se le da voz. El narrador recurre a la anagnórisis, mediante el recurso
del relato intercalado, para introducir al español Hernán Velásques, que nos traslada
primero a Sevilla, su lugar de nacimiento, luego a Granada, durante la expulsión de los
moriscos, y por último a Valencia (antecedente de la novela de Nieto Gil Los moriscos). Se
trata de esclarecer hechos relacionados con la protagonista. Velásques llega con Alonso
de Ojeda a Calamar, pero se queda rezagado de los expedicionarios y entabla amistad
con el cacique de Calamar. Aprende el idioma nativo y se une a la hija del cacique, con
quien a su vez tiene una hija. Su adaptación a las formas de vida de los indígenas se
justifica con reflexiones sobre otros momentos de la humanidad.
La segunda parte de la novela retoma los hilos de la narración principal, pero da un
giro necesario al equilibro de la trama, para introducir el relato de los abusos cometidos
contra la población indígena por parte de Juan de Badillo, enviado por la Corona a Car-
tagena en 1536, con el cargo de gobernador de la provincia y quien despoja del mando a
Pedro de Heredia. Yngermina y Alonso, separados forzosamente, cuentan con el apoyo
del Obispo Toro. Para aumentar la intensidad dramática, se describe el asedio a Ynger-
mina por parte de Badillo, quien la despoja de su libertad por rechazar sus pretensiones
amorosas. Asimismo, la prisión a la que se ve reducido Velásques permite desentrañar
el enigma de los verdaderos orígenes de Yngermina, hija suya, lo que va a dar un nuevo
giro a la trama, que obliga a replantearse la función del personaje en el relato.
La nación idealizada
Yngermina acompañada de Alonso, liberada y asistida por indígenas que la rodean de
cuidados, junto a los hermanos Heredia, aparece en un refugio idílico que permite re-
flexionar sobre las bondades de la naturaleza y el carácter de sus gentes. La abundancia
de frutos ofrece la imagen del Paraíso, que alimentó las utopías de los conquistadores.
Otro capítulo presenta a Velásques como un personaje positivo, que aprende de los
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indígenas y, a la vez, comparte con ellos sus conocimientos. En la construcción de la
imagen de la nación se alimenta la utopía de una América tan hermosa como Yngermi-
na, se describe la belleza de su naturaleza, el espeso follaje, el arroyo y las lagunas de
agua fresca y cristalina, las arenas blancas y el aire suave y refrigerante de la atmósfera.
Para mostrar otra cara de las culturas nativas, se recurre al artificio de la analepsis, que
nos traslada al pasado mediante la narración de la historia de los personajes indígenas
Gambaro y Armósala. El episodio pone en evidencia las disputas entre los pueblos
originarios que favorecen el triunfo de los españoles.
Se cierra la narración con la caída de Badillo y el retorno triunfal de Pedro de
Heredia, que vuelve a ocupar su puesto en el gobierno de la Colonia, mientras los
habitantes locales recuperan la tranquilidad, tras la venganza que se cobra matando a
Miguel Peralta, quien había sido perdonado por el Adelantado.
El amor y el patriotismo, ingredientes de las ficciones fundacionales, afirman el deseo
de pertenencia a una determinada comunidad y un territorio. En el caso de Yngermina
y Alonso, estar enamorados significa, de alguna manera, ser nacionales del territorio
que se designaba como Calamar y que abarcaba la provincia de Cartagena de Indias y el
estado confederado de Bolívar, como parte de una entidad mayor, la Nueva Granada.
Pero lo más importante quizás es la constitución racial de la nación: el mestizaje como
una manera de resolver el enfrentamiento de culturas y de lograr con el vínculo del
matrimonio la ansiada paz y la prosperidad del pueblo.