233Estudios dE LitEratura CoLombiana 52, enero-junio 2023, ISNN 0123-4412, https://doi.org/10.17533/udea.elc.351108
Editores: Andrés Vergara Aguirre,
Christian Benavides Martínez
Recibido: 31.08.2022
Aprobado: 24.11.2022
Publicado: 31.01.2023
Copyright: ©2023 Estudios de Literatura Colombiana.
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* Cómo citar esta reseña: Quintero Gallego,
E. (2023). Reseña del libro El hombre que
creía demasiado. Francisco de Asís en Chester-
ton de Andrés Felipe López López. Estudios
de Literatura Colombiana 52, pp. 233-236.
DOI:
1
ezequint@ucm.es
Universidad Complutense de Madrid,
España
El hombrE quE crEía dEmasiado.
Francisco dE asís En chEstErton
de Andrés F elipe lópez lópez
Palabra de Clío, México D. F.: 2022, 189 p.
Ezequiel Quintero Gallego
El Francesillo, Francesco o como más nos gusta: Fran-
cisco de Asís. Nombre luminoso que aparece cuando
hablamos de aquellos que llevaron el proyecto del
cristianismo hasta sus últimas consecuencias. Ese san-
to del siglo xii que se enfrentó al Lobo de Gubbia en
el poema Los motivos del lobo, ese mismo que cantó a
las hermanas estrellas, a los hermanos onagros y al
hermano fuego está sentado a orillas de las aguas que
bajan por un monte junto al escritor inglés Gilbert
Keith Chesterton, cristiano converso y maestro de
la paradoja en los albores del siglo xx. A esa díada
insólita, que rompe la lógica del tiempo, se suma un
tercero: Andrés Felipe López, ensayista colombiano
que hoy publica su decimotercer libro dentro de lo
que parece ser un impulso imaginativo que no tiene
fin: El hombre que creía demasiado. Francisco de Asís en
Chesterton (2022), publicado por la editorial mexicana
Palabra de Clío.
En ese monte, donde el agua penetra el perfume
de las hojas, están los tres conspirando, fraguando una
revuelta contra un mundo que ha olvidado el espíritu.
Conversan, se ríen, discuten, debaten rodeados por
la hermana Naturaleza, que no madre, pues en ella
somos iguales y cada individuo que la habita tiene la
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misma dignidad. Pero ¿qué es eso esencial que los reúne? ¿Sobre qué pueden conversar
tres hombres tan distintos, de épocas tan distantes y con palabras tan diferentes? So-
bre una y la misma cosa, siempre: el Amor. Como pastores virgilianos o cervantinos se
convocan en cofradía de amigos para entender quiénes somos, qué podemos hacer para
cambiar este mundo que hemos hecho miserable y cómo podemos asumir la paradoja
de la vida humana. Se escucha la voz de uno de ellos:
Pero, solo a partir de esta fraternidad hacia el universo y de aquella hermandad con la naturaleza habría
que pensar en cuánta falta hace a nosotros, los hombres del hoy, relaciones así, pues el agotamiento
de la Tierra en la orgía del producir y producir para otra del consumir y consumir, la falta de ética en
el uso de los recursos, el uso destructivo o masivamente destructivo de entidades de la naturaleza en el
forjamiento de armas, tienen como inherencia una contradicción: acabar con la vida y la naturaleza
para vivir nosotros mientras ellas se agotan o mueren. Una fraternidad con el universo y hermandad
con la naturaleza que habría que juzgar como poéticas, como místicas, pero también como objetivas
—pues, en efecto, somos parte de sus procesos—, son elementos necesarios para las hoy necesarias
reflexión y acción en uso y consumo de los recursos (p. 33).
En el hilo de esa discusión aparece el primer capítulo del libro, donde Chesterton, de
pie y apoyándose en su bastón, lee un poema que escribió al santo de Asís “St. Fran-
cis of Assis” de 1923. En él las margaritas del campo son los ojos de Dios que ven a
la muerte reír cadavérica. Allí se desglosan los conceptos de naturaleza, hermandad y
romanticismo vinculados a la vida de Francesco. Su mensaje espiritual es sintetizado
por Chesterton en unos pocos versos y glosado luego por López en un juego contrapun-
tístico y comparatista que convoca, entre muchos, a William Blake, Jorge Luis Borges,
José Lezama Lima y al toro nicaragüense Rubén Darío, que da una visión en muchos
puntos contraria a la de Chesterton. Sin embargo, inocencia, alegría y humildad son
palabras que resuenan en el lector contemporáneo que puede ver, al aplicarlas a nuestra
realidad, cómo el sistema de la devastación que nos dirige tendría que sucumbir ante
el mensaje franciscano.
En el segundo capítulo es Francisco quien se pone de pie con una sonrisa. En el
monte, los hongos, las plantas y los animales reposan en silencio para contemplarlo.
Chesterton rompe la pausa y comienza a crear, alrededor del sol de Asís, las imágenes
más fulgurantes de su vida. A sus pies, López intenta entender el porqué de dicha
emanación de Amor y Verdad. En esta parte del libro la lectora alma humana capaz
de Sofía podrá encontrar un comentario continuo a la biografía de san Francisco de
Asís que escribe G. K. Chesterton. López desgrana cada uno de sus diez capítulos y
pone sobre la mesa la veracidad de sus milagros, su proyecto “anarco-comunista” y la
235Estudios dE LitEratura CoLombiana 52, enero-junio 2023, ISNN 0123-4412, https://doi.org/10.17533/udea.elc.351108Reseña de El hombrE quE crEía dEmasiado. Francisco dE asís En chEstErton 235Estudios dE LitEratura CoLombiana 52, enero-junio 2023, ISNN 0123-4412, https://doi.org/10.17533/udea.elc.351108
vida monacal en la pobreza que intentaron llevar a cabo los franciscanos. Asimismo,
aparece una de las ideas más fuertes de las casi doscientas páginas del libro: la vida
como obra de arte.
Francisco, de quien se cree solo escribió el Cántico del hermano sol o alabanzas de
las criaturas, no fue un poeta convencional. En su vida el ethos y la poiesis (la conducta
y la creación) estaban sintetizados. Abandonar toda posesión y salir a los caminos a
mendigar piedras para construir su iglesia, querer arrojarse a las llamas para probarle
al sultán egipcio Melek-el-Kamel que Cristo era la verdad y la gloria, decirle al fuego
que es su hermano antes de que le quemara los ojos para librarlo de la ceguera, tener
sueños proféticos sobre la salvación del cristianismo y recibir los estigmas por un ser
inmenso en forma de serafín crucificado son imágenes que prescinden de la palabra para
hacer de la vida una obra de arte. La imaginación medieval y hagiográfica es una de las
formas en las que la poesía se hace historia. ¿Qué nos habrá pasado, que ya ni siquiera
encontramos belleza en nuestro obrar?
Hacia la cima del monte se dirige el tercer y último capítulo. Francisco y Chester-
ton se han quedado rezagados conversando en un claro. López emprende el ascenso
en soledad. Desde el pico se hace una pregunta: “¿Se puede hablar de cuál fue el más
importante de los herederos del testamento de Francisco de Asís, dentro de los cercanos
a su tiempo, en el marco del desarrollo de las ideas o de la filosofía?”. Aquí el discurso
se dirige a los vientos. La pregunta por la continuidad del mensaje franciscano cobra
relevancia en las figuras de Ramón Llul, Dante Alighieri, Buenaventura de Bagnoregio,
Tomás de Aquino, Roger Bacon, Juan Duns Escoto y Guillermo de Ockham. Sobre cada
uno se apuntan sus hallazgos más relevantes y se dice entre todos estos grandes quién
es el mejor, dato que omitiré aquí para dicha de aquel que se sumerja en sus páginas.
Dejemos a nuestros amigos en la espesura de aquel monte y apuntemos dos con-
sideraciones. La primera es que este libro es, además de una clara disertación sobre
Francisco de Asís y Chesterton, un manifiesto por la dignidad del ensayo como género
y el oficio del lector. Por estos tiempos, algo que se hace llamar academia, pero que
ha olvidado el sentido original de dicha palabra, propugna la objetividad, la frialdad
y la citación desmesurada como elementos imprescindibles para aquellos que quieran
hacerse investigadores. Nada más falso que esa vana pretensión, pues se les olvida que
la metáfora, la imagen y la intersubjetividad son rutas de conocimiento con igual valor.
En este ensayo, López deja claro de qué lado está. Alusiones a las pinturas de Francisco
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de Zurbarán, comentarios ecfrásicos a las pinturas del Giotto di Bondone o a los gra-
bados de William Blake se mezclan con referencias a obras filosóficas de Max Scheler,
Edmund Husserl o los ya canónicos Platón y Aristóteles. Sin dejar de lado, claro está, a
escritores como Víctor Hugo, Herman Melville, Alfonso Reyes, Gabriela Mistral, Julio
Cortázar o al bardo colombiano Raúl Gómez Jattin. El lenguaje combina al poeta con
el narrador y estos a su vez con el tratadista filosófico e incluso con el místico. Fuerte
llamado para aquellos que creen que razón e imaginación son antagonistas.
La segunda, y última consideración, apunta a una de las tesis del libro: la paradoja
como método y principio de la vida humana, que encuentra Chesterton en Francisco de
Asís. En nuestro caso, la paradoja que aquí se presenta es la del amigo-crítico que está
entre la objetividad y el afecto. Andrés Felipe López es mi amigo. Sería mentiroso negar
ese detalle u omitirlo ante las lectoras de esta reseña, que están prestas a la degustación
del ensayo que aquí comento. Esto nos pone ante una encrucijada, pues además de co-
nocer personalmente al autor, alusiones a textos míos y de nuestro amigo Nicolás Duque
están presentes en algunas páginas de El hombre que creía demasiado. Además, muchas de
sus tesis fueron discutidas entre risas y café en nuestra ya canónica tertulia sabatina.
Sobre esto vale la pena decir algo: la amistad es uno de los valores fundamentales en la
escritura de López; “Escribo para que mis amigos me quieran más” es la frase de Gabriel
García Márquez que suele abrir todos sus libros. La pretensión de construir el conoci-
miento en soledad o el afán de hallar una originalidad absoluta son ideas que aquí no
tienen cabida. El escritor aguerrido sabe que en las lecturas se encuentran los mejores
amigos, vivos o muertos. A veces, por los pasillos de las universidades parece haber un
temor exacerbado a construir conocimiento en cofradía. ¿No tendría más sentido aunar
fuerza contra la ignorancia, la miseria y la maldad? Recuérdese solamente el prólogo de
Borges a La invención de Morel de su amigo Bioy Casares o las críticas de Lezama Lima
a sus amigos del grupo Orígenes. Una cosa es el amiguismo, otra la amistad; la primera
es un vínculo basado en el interés, la otra un vínculo sustentado en la fe y el Amor.
Francisco y Chesterton siguen conversando bajo el hechizo de la amistad. Andrés
viene bajando y se lo ve unirse a esos dos hombres que creían demasiado y pudieron
ser felices por ello. Sea pues este libro un llamado a la fraternidad y a la búsqueda del
conocimiento como proyecto de hermandad.