19Estudios dE LitEratura CoLombiana 54, enero-junio 2024, ISNN 0123-4412, https://doi.org/10.17533/udea.elc.354429
Editores: Paula Andrea Marín Colorado,
Christian Benavides Martínez
Recibido: 27.07.2023
Aprobado: 08.12.2023
Publicado: 31.01.2024
Copyright: ©2024 Estudios de Literatura Colombiana.
Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los
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No comercial – Compartir igual 4.0 Internacional
* Artículo derivado de “‘Que duda el corazón,
si es el corazón mismo’: Sor Josefa de Cas-
tillo y una historia del silencio en el Nuevo
Reino de Granada (1671-1742)”, tesis para
optar al grado de Magíster en Historia,
Pontificia Universidad Javeriana, 2021.
Cómo citar este artículo: Pineda Cupa,
H. L. (2024). “La mas dolorida i aver-
gonsada de todas las mugeres”: los Ofreci-
mientos para el Santo Rosario de sor Juana
Inés de la Cruz en el devocionario de sor
Josefa de Castillo (1671-1742). Estudios
de Literatura Colombiana 54, pp. 19-37.
DOI:
1
h.l.pinedacupa@wustl.edu
Washington University in St. Louis, United
States
“La mas doLorida i avergonsada
de todas Las mugeres ”: los
ofrecimientos para el santo
rosario de sor J uana inés de La
Cruz en eL devoCionario de sor
J osefa de CastiLLo (1671-1742)
“La mas dolorida i avergonsada de
todas las mugeres”: sor Juana Inés de la
Cruz’s ofrECimiEntos para EL santo rosario
in sor Josefa de Castillo’s prayer book
(1671-1742)
Héctor Luis Pineda Cupa
Resumen: Con base en la propuesta del Cuerpo sin Órganos,
este artículo analiza el descubrimiento de los Ofrecimientos para
el Santo Rosario de quince misterios que se ha de rezar el día de los
Dolores de Nuestra Señora la Virgen María, de sor Juana Inés de
la Cruz, en el devocionario de la monja clarisa sor Josefa de
Castillo. Primero, se presenta de manera completa el conteni-
do de este manuscrito, tarea iniciada por Darío Achury. Lue-
go, se reflexiona sobre la translatio y la imitatio como prácticas
letradas de apropiación y redistribución epistemológicas para
la consolidación de un proyecto de autogobierno femenino.
Palabras clave: Cuerpo sin órganos, devocionario, copia, imi-
tación, epistemología mariana.
Abstract: Based on the Body without Organs proposal, this
article analyzes the discovery of sor Juana Inés de la Cruz’s
Ofrecimientos para el Santo Rosario de quince misterios que se ha de
rezar el día de los Dolores de Nuestra Señora la Virgen María, in the
Poor Clare nun sor Josefa de Castillo’s prayer book. First, the
contents of this manuscript, which is a task initiated by Darío
Achury, are presented in full. Then, the article reflects on trans-
latio and imitatio as literary practices of epistemological appro-
priation and redistribution for the consolidation of a project of
feminine self-government.
Keywords: Body without organs, prayer book, copy, imitation,
Marian epistemology.
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El fervor de (re)escribir
Con el creciente interés que despertó, en la década de los noventa del siglo pasado,
la escritura conventual femenina producida en la temprana modernidad, los estudios
literarios y la historiografía se han puesto en la tarea de reflexionar acerca de las expe-
riencias místico-ascéticas sobre el cuerpo femenino, los proyectos de santidad llevados
a cabo por monjas, beatas, alumbradas y legas, las prácticas cotidianas monacales, la
organización político-económica de los monasterios, entre otros temas. Podría decirse,
entonces, que uno de los ejes que atraviesa a todas estas cuestiones es quizás el hecho
de que escribir en el convento representa, entre otras cosas, un acto de apropiación,
relocalización y capacidad para el gobierno, características todas que se desprenden
de una lectura transgresora de vidas, visiones, documentos administrativos y libros de
oración y meditación, acaso estos dos últimos no tan estudiados como los primeros.
En ese sentido, ¿qué implicaciones tiene pensar el espacio conventual femenino
colonial, si bien como reproductor de las jerarquías orgánicas del imperio español im-
puestas en el Nuevo Mundo, más como territorio litigioso en constante movimiento
social? Durante los últimos veinte años, se han buscado rebasar ciertos imaginarios
monolíticos que ponen, por un lado, a la profesión monjil en una de las “limitadas”
alternativas que tenían las mujeres de hacerse un espacio dentro del orden patriarcal de
la Corona española y, por otro, a la religiosa en cuanto sujeto sumiso que debe ceñirse
a los votos de castidad, obediencia y clausura, sin aspirar a nada más que no sea rezar
por las almas de los demás.
Basta con traer a colación los nombres de Asunción Lavrin, Rosalva Loreto, Ramón
Mujica, Manuel Ramos, Beatriz Ferrús, Julia Lewandowska, Ángela Atienza o Stepha-
nie Kirk, entre muchos otros investigadores, para evidenciar la vigencia que tiene en
la actualidad abordar la vida reglada al interior de conventos de mujeres durante los
primeros siglos modernos. Sus investigaciones han subrayado la importancia de leer la
erección de monasterios, la toma de hábitos y, sobre todo, las prácticas letradas junto
a las formas de autoridad al interior de estos recintos desde nuevas perspectivas que
visibilizan múltiples agendas y modos de agenciamiento femenino.
Frente a esto último, es ya un lugar común analizar textos místicos y vidas dentro de
lo que denomino la “cuestión autobiográfica”, matriz interpretativa a partir de la cual se
han leído textos como Su vida o los Afectos espirituales de la monja clarisa de velo negro,
Francisca Josefa de Castillo (1671-1742), como el resultado de los sucesos, las experiencias
21Estudios dE LitEratura CoLombiana 54, enero-junio 2024, ISNN 0123-4412, https://doi.org/10.17533/udea.elc.354429“La mas dolorida i avergonsada de todas las mugeres”
y los intercambios sociales, afectivos y simbólicos que “definen” la subjetividad de la
monja tunjana, particularmente aquella determinada por su condición de religiosa. Es
posible decir, por tanto, que este enfoque, si bien ha visibilizado la figura de quien ha
sido considerada “el escritor” más importante del Nuevo Reino de Granada (Vergara
y Vergara, 1867, p. 199), ha insistido poco en las prácticas letradas llevadas a cabo por
Castillo y su capacidad para complejizar e intervenir órdenes sociales principalmente
de corte epistemológico establecidos por la empresa colonial en territorios indianos.
Son bien conocidos los estudios que sitúan la producción letrada de la monja
neogranadina dentro de este marco autobiográfico (Vergara y Vergara, 1867; Morales,
1968; Achury, 1968; Mújica, 1991; McKnight, 1997; Robledo, 2007; Gómez, 2020). Sin
lugar a duda, estas investigaciones han aportado significativamente a la comprensión
histórico-literaria del sujeto-monja dentro de las dinámicas socioculturales del Nuevo
Reino de Granada a finales del siglo xvii y principios del xviii. Con todo, dicha cuestión
autobiográfica ha puesto especial atención en el acto de escritura de la religiosa como
el reflejo de una vida condenada al sufrimiento, sus intentos por mostrarse ejemplar
a través de rigurosos procedimientos místico-ascéticos sobre el cuerpo o la redacción
de sus “papeles” por simple mandato de sus confesores. Poco se ha dicho sobre las
prácticas escriturales que sostienen la producción de Su vida, los Afectos espirituales y
los demás manuscritos que componen su obra.
Ante el interés que ha despertado Su vida, se han realizado estudios sobre su re-
lación con el cuerpo, el gusto y el asco (Quevedo, 2007), su inscripción dentro de una
larga tradición de textos autobiográficos y hagiográficos (Arévalo, 2017; Borja, 2007)
o el vínculo que puede establecerse entre escritura místico-ascética y los Afectos espiri-
tuales (Hernández, 2003); sin embargo, aquí me propongo describir y analizar uno de
los manuscritos menos estudiados de la monja clarisa: su devocionario. Confeccionado
con materias inestables, sostengo que su libro de oraciones bien podría entenderse
como un “Cuerpo sin Órganos” concepto desarrollado por Gilles Deleuze y Félix
Guattari, el primero filósofo y el segundo psicoanalista, en varias de sus obras colectivas,
especialmente en Mil Mesetas,1 en el que predomina la experimentación antes que la
interpretación, el nomadismo sobre el sedentarismo; esto en parte gracias a dos prácticas
1 Originalmente, Deleuze y Guattari toman prestado el término de Antonin Artaud, poeta y dramaturgo francés
que participó en una intervención radiofónica en 1947 que tituló “Para acabar con el juicio de Dios”. En ella,
Artaud introdujo la expresión “cuerpo sin órganos”.
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letradas bastante recurrentes y desarrolladas por las élites criollas en el marco de sus
proyectos de legitimidad y soberanía política y cultural: la translatio y la imitatio. Según
Darío Achury Valenzuela (1968), este manuscrito “no contiene pieza ni escrito alguno
original de la autora” (p. CXCVI), afirmación que pretendo problematizar más adelante.
Lejos de considerar el traslado y la imitación como ejercicios que demuestran la
“poca autenticidad” o el “evidente plagio” de los letrados indianos con respecto a los
modelos venidos de Europa dos anacronismos decimonónicos a todas luces desafor-
tunados, los actos de copiar y reelaborar fragmentos de novenas y oraciones en el
espacio manuscrito devocional se perfilan como posicionamientos discursivos de ins-
cripción dentro de las preceptivas retóricas y espirituales mediante las cuales se expresa
el orden imperial. Además, constituyen las instancias epistemológicas para demostrar
que se dominan tales recursos expresivos con el propósito de reclamar, redistribuir o,
en términos deleuzianos, “reterritorializar” modos de acceso al conocimiento y, desde
luego, maneras de hacerse un lugar dentro de la estructura social. Este planteamiento,
vale decir, no es nuevo, pues se enmarca en investigaciones pioneras al respecto (Moraña,
1998; Vitulli, 2013; Quevedo, 2020).
Particularmente me interesa avanzar una lectura transgresora del traslado y la reela-
boración de los Ofrecimientos para el Santo Rosario de quince misterios que se ha de rezar el día
de los Dolores de Nuestra Señora la Virgen María, de sor Juana Inés de la Cruz, hallados en el
libro de oraciones de la escritora tunjana. Este es uno de los varios descubrimientos de
los que doy cuenta en mi tesis de maestría y que aquí pretendo visibilizar a la luz de lo
que denomino una “epistemología mariana”, territorio discursivo desde el cual monjas
como la jerónima y la clarisa entronizan la figura de la madre de Dios como paradigma
del dolor, la soledad y el regocijo de sus virtudes (ideas sugestivas a propósito del lugar
ambiguamente subordinado y privilegiado de las élites criollas frente al poder peninsular).
Esto, por supuesto, se enmarca en los acalorados debates que mantuvieron enfrentadas
a órdenes religiosas como los jesuitas, los franciscanos y los dominicos alrededor de la
limpia concepción de María o su asunción a los cielos (Herrera, 2019; Fogelman, 2010).
En primer lugar, considero necesario hacer una caracterización breve del libro de
oraciones que perteneció a la monja neogranadina, esto con el fin de dar a conocer
el contenido del manuscrito (una tarea incompleta, iniciada por Darío Achury Valen-
zuela en un artículo publicado en 1982). En segundo lugar, analizaré los Ofrecimientos
sorjuaninos en clave de traslado e imitación como labores escriturales de transgresión
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y redistribución epistemológicas. Finalmente, haré un balance de este hallazgo en el
marco de lo que implica copiar e imitar como dispositivos propulsores de un proyecto
autogobernado femenino.
Intensidades de un cuerpo hecho a retazos
Contra la sedimentación y la uniformidad se rebela el cuerpo deseante, tarea de la cual
dependen sus modos de existencia. Yendo de signo en signo, sus movimientos respon-
den menos a la inscripción que a la experimentación de ahí que su amalgama material
siempre se hace y no se obtiene. Así podría caracterizarse, grosso modo, la experiencia
que comporta ser un Cuerpo sin Órganos.
Es así que el Cuerpo sin Órganos en adelante CsO gusta de la porosidad y el
resquicio, sale en busca de la novedad y antepone la experiencia a la interpretación.
Es, ante todo, una serie de prácticas sobre el devenir y el aparecer dentro de una es-
tructura que quiere mostrarse organizada, compartimentada y solidificada, esto es, el
cuerpo orgánico. Un CsO, según Deleuze y Guattari (2008), “está hecho de tal forma
que solo puede ser ocupado, poblado por intensidades” (p. 158), materias en constante
movimiento sin puntos o representaciones fijas. Su poética es decir su manifiesto
creativo está determinada por fuerzas en potencia o actos productivos que llevan a
intercambios, circulaciones y “reterritorializaciones” (p. 161).
Con todo, el CsO no se opone a los órganos del cuerpo, “sino a esa organización
de los órganos que llamamos organismo” (p. 163); es decir, “un fenómeno de acumula-
ción, de coagulación, de sedimentación que le impone [al cuerpo] formas, funciones,
uniones, organizaciones dominantes y jerarquizadas, trascendencias organizadas para
extraer de él un trabajo útil” (p. 164). Procurando moverse estratégicamente, el CsO
buscará situarse en el “organismo”, la “significancia” y la “subjetivación”, procesos de
estratificación que norman y homogeneizan el acto de producir una materia corporal.
Así, busca activar “posibles líneas de fuga, experimentarlas, asegurar aquí y allá con-
junciones de flujo, intentar segmento por segmento continuuns de intensidades, tener
siempre un pequeño fragmento de una nueva tierra” (pp. 165-66).
Pues así es como podemos entender la producción del devocionario de sor Josefa,
ya que, mucho antes que una recopilación de textos devocionales para la instrucción
y la edificación espiritual (las estratificaciones útiles), es una experiencia en torno al
conocimiento. Más aún, es interesante señalar que, según Ángela Inés Robledo (2007),
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la monja clarisa confeccionó con sus propias manos su libro de oraciones (p. XXVII).
¿De qué está hecho, entonces, este manuscrito?
En 1982, Darío Achury Valenzuela quien fuera el encargado de reeditar Su vida
y los Afectos espirituales en varias ediciones, de las cuales la más completa es la de dos
tomos de 1968 del Banco de la República realizó una descripción pormenorizada de
la mayoría de los escritos que componen el hoy llamado Cuaderno de Enciso. Este, en
principio, era un libro de cuentas que perteneció al gobernador de Tunja y cuñado de la
monja, José de Enciso y Cárdenas. Pasó a manos de la religiosa, presumiblemente, hacia
1713, año en que su hermana, Juana Ángela de Castillo, enviudó y fijó su residencia en
el Real Monasterio de Santa Clara en Tunja. Además de este manuscrito, Achury (1982)
hizo alusión somera a los demás manuscritos (en total cinco), de los cuales afirma que
el cuarto, es decir, el devocionario, tiene un tamaño de quince centímetros de largo por
diez de ancho (p. 49). Agrega, además, que
Su contenido consiste en una miscelánea de novenas copiadas por distintas personas. Se inicia con un
traslado de la “Carta de Publio Léntulo al Senado de Roma en que describe la persona de Xto. Ntro.
Sr.”. Entre tales novenas se cuenta una a San Agustín, obispo de Hipona, otra a Santa María Magdalena
de Pazzis, otra a San Estanislao de Kostka y otra a la seráfica Madre Santa Teresa de Jesús (p. 49).
En efecto, se trata de un cuerpo textual “sin órganos” que fue confeccionado por su
dueña con manuscritos copiados por la propia monja o por otras manos, así como con
textos impresos, lo que muestra la materialidad múltiple de la que está hecho. A modo
de precisión, este libro de oraciones catalogado con el número topográfico MSS076 y
localizable, junto con los demás manuscritos de la escritora neogranadina, en la sala de
libros raros y curiosos de la Biblioteca Luis Ángel Arango no se inicia con la carta que
escribiera Publio Léntulo al senado de Roma, sino con el Testamento, y ultima voluntad
del Alma, hecho en salud, para assegurarse el Christiano de las tentaciones del Demonio en la
hora de la muerte (ff. 1 r. a 4 v.), del arzobispo de Milán y reformista tridentino Carlos
Borromeo (1538-1584). Como primera muestra de las desobediencias textuales que atra-
viesan a este CsO, se puede observar que, si se lee con detenimiento el texto copiado,
el Testamento invoca la presencia de los arcángeles protectores. Mientras el subtítulo
original dice “Ordenado, y dispuesto por el glorioso San Carlos Borromeo, Arçobispo
de Milan” (Borromeo, 1689, p. 1), el que fue copiado en el devocionario señala que el
texto fue “ordenado por los tres Angeles Custodios San Miguel, San Raphael y San
Gabriel” (Castillo, ca. 1730, f. 1 r.).
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No será la única vez, como se verá más adelante, que este cuerpo inorgánico devo-
cional buscará salirse de la norma escrituraria del imperio. Antes de continuar, resulta
esencial hacer alusión a los demás textos que componen el libro de oraciones de la
monja clarisa. Después del Testamento, se encuentran:
La Novena del glorioso patriarcha San Felipe Neri (ff. 5 r. a 8 r.), copiada de puño y
letra de sor Josefa, pero de la que no escribió su título. En la biblioteca digital
John Carter Brown se encuentra una reimpresión hecha en Santa Fè de Bogotà
por la Compañía de Jesús en 1740, del original en Madrid en 1704. Es probable
que sea esta la versión que llegó a las manos de la religiosa tunjana.2
Las Meditaciones para los ocho días de los exercicios espirituales (ff. 8 r. a 11 r.), del
sacerdote jesuita Joseph Guizzardi. De este texto, sor Josefa solo copió los tres
primeros puntos de la meditación 1, día octavo, los cuales tituló “Meditasion
sobre los benefisios divinos”, y dejó copiado en el folio 11 r. el título “PUNTO
QUARTO”. El tema sobre el que versan los puntos copiados por la monja tiene
que ver con la consideración de Dios como autor de la naturaleza, la gracia y
la gloria.3
Los Ofrecimientos para el Santo Rosario de quince misterios que se ha de rezar el día de
los Dolores de Nuestra Señora la Virgen María (ff. 12 r. a 17 r.), de sor Juana Inés de
la Cruz, de los que, como ampliaré más adelante, Francisca Josefa solo copió
los primeros doce ofrecimientos, añadió uno de su propia autoría y redactó
una especie de oración de cierre.
Un Salve a la Virgen María (ff. 17 r. a 17 v.) de autor anónimo, copiado por otra
persona, pues no corresponde a la caligrafía habitual de la monja escritora.
Por lo general, este tipo de textos se incluía en cancioneros y devocionarios.
La Novena al Phenix de el amor divino, Gloriosissimo Patriacha, Luz, y Dr. Eximio
de la Iglesia el gran P. San Agustín (ff. 18 r. a 26 r.), escrita, al parecer, por un je-
2 El texto puede ser consultado en: https://archive.org/details/novenadelglorios00brom/
page/n3/mode/2up
3 En Los jesuitas en Antioquia 1727-1767: Aportes a la historia de la cultura y el arte, José del
Rey Fajardo y Felipe González Mora (2008, p. 230) señalan que, durante el proceso de
inventariado de la biblioteca del colegio jesuita de Antioquia, se encontró una copia de
este manual que, parece ser, acompañaba los ejercicios espirituales ignacianos, a los que no
era indiferente la monja clarisa.
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suita español de nombre Nadal (o Natalio) Gómez, y copiada por una persona
distinta a sor Josefa.
La Carta de Publio Lentulo al senado de Roma en que describe la Persona de Xpo.
[Cristo] Nro. Sor
. (ff. 27 r. a 28 v.), transcrita por otra mano diferente a la de la
monja clarisa. Al final, aparece una décima que Carlos Hamilton (1964, p. 154)
atribuye a sor Josefa.
La Novena que dedica la devocion a Santa Maria Magdalena de Pazis, Carmelita, en
culto, honra, y gloria de su Santidad, y gloria (ff. 29 r. a 40 v.), de caligrafía distinta.
Después del título, se puede leer: “Es de el uso de la Madre [tachado: Catharina
Rossa] Franca
. de la Concepcion, y demas Señoras Religiosas de el Real Convento
de sra. Sta. Clara de la ciudad de Tunja” (ca. 1730, f. 29 r.).
El Soliloquio de afectos de Resignacion con la divina voluntad (ff. 41 r. a 42 v.), poema
de sor Jerónima de la Asunción, monja misionera y fundadora del convento
de Santa Clara en Manila. Este texto también es copiado por otra persona. Su
traslado permite afirmar que existe, al interior de los conventos, una cultura
letrada no solo trasatlántica sino también interoceánica.
Un himno o serie de antífonas en latín correspondientes al Breviario Romano
(ff. 43 r. a 47 v.), de caligrafía distinta.
La Novena al Fenix en el amor de Maria Santissima el Buenaventurado San Stanislao
Kostka Novicio de la Compañía de Iesus (ff. 49 r. a 56 v.), publicada por el sacerdote
santafereño Joseph Gregorio Diaz Quixano en 1741.4 El texto copiado en el
devocionario no corresponde con la caligrafía de sor Josefa.
Una oración, copiada de puño y letra de la monja neogranadina, que empieza
por “dios mio creo en vos fortalesed mi fe” (ff. 57 r. a 57 v.).
Un acto de contrición, trasladado también por la escritora tunjana, y cuyo
inicio es “sr. Mio Jesuxpto dios i hombre verdadero” (f. 58 r.).
Un texto de horas en latín (ff. 59 r. a 65 r.), cuyo autor es el sacerdote santafe-
reño Juan Bautista de Toro. 5 La caligrafía no corresponde a la de la religiosa.
4 Como la novena a San Felipe Neri, este texto también puede consultarse en la biblioteca digital John Carter
Brown en este enlace: https://archive.org/details/novenadesanstani00dazq/page/n3/mode/2up
5 Afirma Robledo (2007) que fue Toro quien “certificó la autenticidad de los manuscritos de Jerónima Nava y
Saavedra, la otra religiosa neogranadina autora de una autobiografía y de la cual se conserva su obra” (p. XXVII).
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La Novena a la seráfica madre Santa Teresa de Jesus, para alcanzar por su medio el
favor, que se desea conseguir de Dios Nuestro Señor (ff. 67 r. a 74 v.), texto impreso
en 1718 que señala, según se puede leer en el subtítulo, que fue “ordenada por
un religioso Carmelita Defcalço” (ca. 1730, f. 67 r.).
Una antífona en latín dedicada a Santa Teresa (ff. 75 r. a 75 v.), copiada por sor
Josefa.
La Novena para rogar a Dios N. Señor por las Benditas Animas del Purgatorio, y por los
que estàn en pecado mortal, de autor desconocido (“Compuesta por un Devoto”)
(ff. 76 r. a 87 v.), que corresponde a otra caligrafía.
El Cántico del Hermano Sol (ff. 87 v. a 88 r.) de San Francisco de Asís, copiado de
puño y letra de la monja, quien lo tituló “Cantico de N. Pe . Sn
. Franco
”.
La oración “Al Espíritu Santo” para cuando el enfermo se está acercando a la
muerte, de fray Juan Nieto (f. 88 v.). También es traslado de Josefa.
Los “Avisos y documentos espirituales que daba para alcanzar la perfecion
religiosa” (ff. 89 r. a 91 v.), dictados, así parece, por la monja carmelita María
Magdalena de Pazzi y recogidos en una de las biografías más difundidas sobre
la santa florentina, Vita della Beata Maria Maddalena de Pazzi, escrita a principios
del siglo xvii por Vincenzo Puccini, su último confesor, y traducida al español
por Juan Bautista de Lezana en 1648. Este texto también corresponde con la
caligrafía de la monja.
Finalmente, la entrada hagiográfica de la vida de María Magdalena de Pazzi
(ff. 92 r. a 114 r.), recogida en el Flos Sanctorum o vidas de santos del jesuita
Pedro de Ribadeneira. En varios folios de este texto se puede observar que
aparece escrito “En mano[s] de Franc[isc]a Josepha de la Consepcion en s[an]
ta Clara esta”, lo que sugiere que la escritora neogranadina utilizó retazos de
cartas enviadas por sus confesores para este traslado. Con la copia que hace
sor Josefa de este texto, queda comprobado que, en efecto, leyó la vida de la
santa carmelita, esto debido a las dudas que deja la misma monja clarisa en el
texto autobiográfico de Su vida (Castillo, 2007, pp. 127, 155).
En ese sentido, el traslado de estos veintiún textos tiene lugar gracias a que sor Jose-
fa, entre otras labores, fungió tres veces como abadesa del Convento de Santa Clara
la Real y, al menos, cinco veces como maestra de novicias (McKnight, 1997, p. 106),
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oficio conventual que dependía en gran medida de la utilización de la mayoría de estos
manuscritos. Según Asunción Lavrin (2016), el nombramiento de la maestra de novicias
estaba condicionado a la experiencia, sabiduría y edad de la elegida, aunque no era
infrecuente encontrar maestras jóvenes que iban aprendiendo del oficio ejerciéndolo.
En términos generales, el objetivo de la maestra “consistía en enseñar [a las novicias]
el ceremonial y la religión, inculcar en las monjas conciencia de la singularidad de su
estado y predicar la tolerancia mutua” (p. 85).
El CsO que es el devocionario, por tanto, demuestra que, si bien sus materias
escriturales eran usadas para la diseminación colectiva de la espiritualidad católica or-
todoxa, sus “líneas de fuga” (las adaptaciones o apropiaciones que ocurren en el acto
de la copia) configuran “reterritorializaciones” o nuevos encuentros con lo divino que
establece sor Josefa, particularmente con el conocimiento mariano y las figuras femeninas
presentes en la mayoría de los textos cerca de un 43 % del total de ellos tiene que ver
con mujeres. Esto último deja ver que, por una parte, el libro de oraciones facilitó
la formación teológica de su dueña, razón por la que un uso privado no es impensable
(como acompañamiento a sus oraciones mentales y, sobre todo, a la redacción de Su
vida y los Afectos espirituales). Por otra parte, el acto de reunir cuerpos devocionales
que priorizan la presencia de la Virgen, santa Teresa y María Magdalena de Pazzi, no
parece ser gratuito, pues estas figuras, además de favorecer la construcción de la ejem-
plaridad femenina de quien ora, constituyen el pretexto idóneo para el surgimiento de
un sujeto consciente de las “intensidades” fervorosas que tiene a su disposición para
potenciarlas y así mostrarse capaz de gobernarse por medio de la escritura, como se
verá a continuación.
Replicar el dolor materno, hacerse un cuerpo en agencia
De acuerdo con Juan Vitulli (2010), la imitatio, para algunos escritores virreinales como
Juan de Espinosa Medrano, era utilizada “como estrategia discursiva que funda la validez
epistemológica del letrado criollo” (p. 85). El ejercicio de copiar a los grandes modelos
según el investigador argentino se inscribía así en procesos de formación identitarios
a través de los cuales se demostraba no solo el dominio de los mecanismos discursivos
con los que se expresaba el orden imperial, sino también la capacidad para dislocarlos,
cuestionarlos y hasta desgastarlos en favor de una soberanía cultural.
29Estudios dE LitEratura CoLombiana 54, enero-junio 2024, ISNN 0123-4412, https://doi.org/10.17533/udea.elc.354429“La mas dolorida i avergonsada de todas las mugeres”
Quizás algo similar puede decirse de la translatio en sus sentidos de “traducir”
y “trasladar” como práctica igualmente frecuentada por los letrados americanos en
su proceso de formación educativa. Esta consistía en copiar lo dicho por otros (o por
uno mismo en otra parte) para familiarizarse con los insumos retóricos y lógicos de las
tradiciones clásicas, medievales y renacentistas, así como proporcionarle robustez y, por
supuesto, autoridad al discurso elaborado. No puede olvidarse, en todo caso, que para
la temprana modernidad trasladar significaba “[l]levar, ò mudar una cosa de un lugar,
sitio, ù parage à otro”, así como “copiar con puntualidad, ò escribir en alguna parte lo
que en otra está escrito” y, aún más, “[v]ale assimismo traducir, en sentido de volver
de un idioma en otro, algun escrito. Lat. Vertere. Transferre” (Real Academia Española,
1739, definiciones 1, 2 y 3). Son estas acepciones, junto con las de imitatio, las que se
pueden rastrear en el hallazgo de los Ofrecimientos de sor Juana en el libro de oraciones
de Francisca Josefa, como veremos.
Es importante señalar antes que el descubrimiento de textos sorjuaninos en los
manuscritos de la monja clarisa tiene antecedentes. En 1941 Alfonso Méndez Plancarte
demostró que los fragmentos de unas letras sorjuaninas, así como algunos extractos
de las escenas VII y XIV de El divino Narciso, copiados por sor Josefa en el Cuaderno de
Enciso, en realidad no eran de la religiosa neogranadina, como se creía erróneamente
(Achury, 1982, p. 61). Hasta donde se sabe, los Ofrecimientos para el Santo Rosario de
quince misterios que se ha de rezar el día de los Dolores de Nuestra Señora la Virgen María
fueron compuestos por la Décima Musa antes de 1691 para ser rezados el Viernes de
Dolores (el viernes inmediatamente anterior al Domingo de Ramos). Se reimprimieron
póstumamente con el nombre de la monja en 1700, junto con otras obras en prosa de
su pluma, por el sacerdote novohispano Juan Ignacio de Castorena y Ursúa.6
Así, la monja clarisa no solo copiará la mayor parte de estos textos dedicados a los
sufrimientos de la Virgen, sino que propiciará resquicios discursivos donde se filtrarán
“líneas de fuga” que parecen buscar ante una posible escasez de papel un diálogo
más directo con la Madre de Dios. Nótense las diferencias, por ejemplo, del “Primer
ofrecimiento” escrito por sor Juana con el copiado y adaptado por sor Josefa:
6 A estos Ofrecimientos se referirá sor Juana Inés en la famosa Respuesta a Sor Filotea: “Y así, en lo poco que se
ha impreso mío, no sólo mi nombre, pero ni el consentimiento para la impresión ha sido dictamen propio, sino
libertad ajena que no cae debajo de mi dominio, como lo fue la impresión de la Carta Atenagórica; de suerte que
solamente unos Ejercicios de la Encarnación y unos Ofrecimientos de los Dolores, se imprimieron con gusto mío por
la pública devoción, pero sin mi nombre” (De la Cruz, 2012, pp. 473-74).
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O Madre Santifsima, la mas dolorida, y avergonçada de todas las mugeres, en las afrentas de
vueftro amadifsimo, y amantifsimo Redemptor nueftro: nosotros os ofrecèmos eftas diez Ave
Marias, y vn Padre Nueftro, al imcomparable dolor, que trafpafsò vueftra tiernifsima alma, è
indezible verguença, que fonrofeò vueftro caftifsimo Roftro, quando vueftros virginales ojos
vieron defnudo en tan publico, y afrentofo lugar al que era Efpejo limpifsimo de toda honef-
tidad, y pureza. Y por èl os fuplicamos, intercedais con fu Magestad, para que las afrentas, y
llagas de nueftras culpas, y la defnudèz de nueftros meritos, fean encubiertas, y fuplidas con
las afrentas de nueftro Salvador, y vueftras lagrimas, para que adornados con ellas, parezcamos
decentemente en el Tribunal de fu Jufticia, y feamos por vueftra interceffion llevados à los
gozos eternos, donde reynais para fiempre, Amen (De la Cruz, 1700, pp. 109-110).
O madre la mas dolorida i avergonsada de todas las mugeres en las afrentas de V[uest]ro
amadisimo y amantisimo redemptor n[uest]ro nosotros ofresemo[s] un P[adr]e N[uest]
ro i dies avem[ari]as al incomparable dolor que traspaso V[uest]ra tenrisima [tiernísima]
alma al ver desnudo con tanta afrenta i verguensa en tan afrentroso lugar al espejo purisimo
de toda santidad i linpiesa por el mismo os pedimos nos alcanseis con V[uest]ros piadosos
ruegos que las afrentas i llagas de nuestras culpas i la desnudes de n[uest]ros meritos sean
cubiertas i curadas con las afrentas de N[uest]ro Salvador i buestras lagrimas para [que]
adornados con ellas parescamos dignam[en]te ante el tribunal de su Just[ici]a i seamos
partisipantes de su eterna gl[ori]a. Amen (Castillo, ca. 1730, f. 12 r.).
Como puede verse, son particularmente notorias las “reterritorializaciones” en las que
sor Josefa recurre a supresiones (donde sor Juana muestra la injuria ocasionada a María
en su rostro y alma, la monja neogranadina recoge esa misma experiencia solo en la
segunda, prescindiendo del rostro) y reacomodamientos (la imagen especular de Cristo
adolorido en la Décima Musa es “limpia de toda honestidad”, mientras que en Francisca
Josefa es “pura de toda santidad”, lo que estaría sugiriendo que la Virgen también puede
aspirar a ser santa). Asimismo, resulta llamativa la insistencia por parte de la escritora
tunjana de las “afrentas” (una de las palabras más repetidas en el primer ofrecimiento)
en cuanto instancia de acceso a lo divino que no solo toca al crucificado, sino también
a su madre. Esta, aunque es innegable que actúa como “intercesora” en ambos textos,
para la monja neogranadina funge como garantía de participación de los privilegios
celestiales, subsecuentemente subrayando la agencia de quien debe gobernarse en el
dolor materno. El orante, potencial “partisipante” de la gracia divina, puede ser ungido
por las lágrimas maternas para comparecer ante el Reino de los Cielos no decentemente
(como en el ofrecimiento sorjuanino), sino “dignamente”, esto es, legitimando la agonía
materna y, con ella, el esfuerzo ejemplar de quien ora por la Virgen.
Si bien es común concebir a María como la abogada de la humanidad ante Dios,
Asunción Lavrin (1995) afirma que el discurso sorjuanino complejiza la imagen de la
Virgen al considerarla “criadora de quien la crió, recipiente contenedor de lo inmenso,
sustentadora de lo que sustenta al universo, y custodiadora de la divinidad” (p. 159).
31Estudios dE LitEratura CoLombiana 54, enero-junio 2024, ISNN 0123-4412, https://doi.org/10.17533/udea.elc.354429“La mas dolorida i avergonsada de todas las mugeres”
Instalada en los lenguajes oximorónicos del barroco, sor Juana recurre a “la tensión
de contrarios y la paradoja iconográfica, pero, al mismo tiempo, expresa una interpre-
tación muy propia, otorgándole a la Virgen una suma de valores emblemáticos de una
perfección completa” (p. 159).
Ahora bien, lo que considera Lavrin como una relación de opuestos, prefiero enten-
derlo como un encuentro en quiasmo entre madre e hijo, pues lo que ocurre en estos
Ofrecimientos es el entrecruzamiento de atributos, roles y sensaciones entre una y otro
que los ponen no en una relación de igualdad, sino de legitimidad (ya que la redención
de la humanidad se da exclusivamente a través de la crucifixión). El que sor Josefa se
sienta movida a copiar y reelaborar estas meditaciones marianas, por tanto, puede ser
interpretado como un decidido intento de la monja clarisa por inscribirse y hacer
“participantes” a sus compañeras de claustro, si se tiene en cuenta que su devocionario
cumplía una función didáctica al ser usado para la formación de novicias en los mo-
delos expresivos de la Contrarreforma. A su vez, pretende instalarse en las búsquedas
epistemológicas de la monja jerónima en torno al conocimiento doctrinal de su tiempo,
el cual, como se puede apreciar, no permanece intacto.
“O muger de dolores por ser en todo copia de v[uest]ro dolorido hijo!” (Castillo,
ca. 1730, f. 14 r.): así como la Virgen imita los sufrimientos del Dios humanado, de esta
manera intentará Francisca Josefa seguir a sor Juana y, una vez más, “desviarse” del dis-
curso para proyectar su propio diálogo con la madre sufriente. De este modo, la monja
clarisa, inspirada en el modus loquendi sorjuanino, se detendrá en el undécimo ofrecimiento
dedicado al regreso de María al salón donde Jesucristo hizo la última cena, después
de haber visto muerto a su hijo para abrirse paso a nuevas “conjunciones de flujo”:
sor Josefa propondrá su versión de los vejámenes causados tras la crucifixión (texto que
considero inédito de la monja neogranadina) y hará énfasis en la soledad ejemplar de la
mujer aunque rodeada del sufrimiento femenino que ha presenciado e incorporado los
padecimientos de la cruz para hacerse sujeto activo de conocimiento divino en el dolor:
O Maria mar amargo de dolores que llegando al senaculo despues de aver andado la calle de la amar-
gura os allasteis S[eño]ra mía sola sin la dulse comp[añi]a de v[uest]ro Hijo i v[uest]ro Dios y
solo acompañada de el llanto de la Magdalena i demas piadosas mugeres ofresemos S[eño]ra est[os]
avem[ari]as i P[adr]e N[uestro] a v[uest]ra triste i amarga soledad en que V[uest]ra Mem[ori]a era
el berdugo que mas tormentos dava a v[uest]ro tristisimo corason i aflijida alma ruegoos S[eño]ra mia
por v[uest]ro Hijo S[anti]s[i]mo por v[uest]ra soledad i desamparo y por lo que en ella sentisteis no
permitais M[adr]e i S[eño]ra mia que io me aparte de vos aquí acompañando v[uest]ros dolores i en
la gloria viendo v[uest]ros loores amen (Castillo, ca. 1730, f. 15 v.).
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Retomará, entonces, sor Josefa el hilo devocional de las oraciones de sor Juana y dejará
copiado hasta el duodécimo ofrecimiento con evidentes modificaciones que hacen pen-
sar en la experiencia de la imitatio en cuanto práctica letrada notablemente difundida
a ambos lados del Atlántico. La norma poética, según Alicia de Colombí-Monguió
(1982), “era la imitación de los grandes modelos, y en lengua vernácula”, lo cual implicó,
decididamente, que el acto de trasladar de un papel a otro, de un cuerpo a otro, “no
se limitara a cuestiones de lengua, estilo o imágenes; para [ser] auténtic[o] debía ser
imitación del espíritu” (p. 571). Donde la Décima Musa concentra su atención en el
camino doloroso que debe desandar la Virgen cubriendo la sangre de Cristo con sus
lágrimas (encuentro quiásmico), la monja neogranadina prefiere replicar esa aflicción
ensalzando el sufrimiento solitario de la madre, como si esa experiencia fuera única y
epistemológicamente suficiente por sí misma. Se accede al misterio de la crucifixión,
en parte, por los suplicios maternos; de ahí que el orante suplique por no alejarse de la
afligida, ya que luego de los “dolores” vendrán los “loores”.
Así, la práctica escritural “nómada” que se deriva de tales meditaciones es una
activamente sostenida no solo en los mecanismos retóricos y lógicos del modelo sor-
juanino, sino en la “imitación del espíritu” o del ingenio, agenda identitaria que, como
señala Vitulli (2010), impulsa a un mismo tiempo apropiación y diferenciación cultural.
Sor Josefa, entonces, ve en la obra de la monja novohispana la oportunidad de poten-
ciar sus “oraciones escritas” 7 y así trastocar, hasta cierto punto, el CsO devocional del
libro de oraciones, que no está simplemente supeditado a la formación de las almas
que ingresan al convento tunjano de Santa Clara. Su marco narrativo será asediado con
miras al desarrollo del sujeto autogobernado que lo confecciona.
En consecuencia, la “imitación del espíritu” servirá para afirmar y reflexionar con
sor Juana (léase entre líneas acceder a nuevas formas de conocimiento) sobre los dolores
de la madre agraviada, pero también para insistir en su soledad legítimamente divina
elemento potenciador de la subjetividad tanto del referente maternal como del yo
que escribe, a propósito, en su soledad. La afrenta materna, como parte de lo que
denomino una “epistemología mariana”, se inscribe orgánicamente en los vejámenes
7 Piénsese que no solo existen la oración vocal y la mental, ambas practicadas en los espacios de recogimiento
espiritual de la temprana modernidad, sino también aquella que ocurre, mediante la reelaboración y el reacomo-
damiento, en la escritura.
33Estudios dE LitEratura CoLombiana 54, enero-junio 2024, ISNN 0123-4412, https://doi.org/10.17533/udea.elc.354429“La mas dolorida i avergonsada de todas las mugeres”
padecidos por el cuerpo del hijo, pero termina inorgánicamente ocupando el resquicio
del sufrimiento autónomo.
Más aún, la epistemología mariana desarrollada por sor Josefa no se limita a reprodu-
cir las exhortaciones elaboradas por la monja jerónima, así como tampoco a proporcionar
interpretaciones propias de la advocación referida a los dolores de María.8 A modo de
cierre, sor Josefa escribirá una especie de oración (un segundo hallazgo) en la que no se
esperaría subrayar la humildad de la Madre de Dios pues así termina el decimoquinto
ofrecimiento de sor Juana o profundizar aún más en sus sufrimientos ejemplares. Antes
bien, Francisca Josefa cambiará el tono de la meditación y hará énfasis en el júbilo que
produce la resurrección y ascensión del Hijo crucificado, pero en el marco celebratorio
de la asunción de la Virgen y su pureza, uno y otra ahora en estado celestial:
Pues despues de estos dolores a ti o sacratisima reina del Cielo virjen de las virjenes Maria, Maior y
mas exelente goso pertenese que a todos los coros y exersitos del Cielo[.]
Gosate o rosa de celestial suavidad estrella prinsipalisima i mas refulgente, entre todas las mas prinsi-
pales lumbreras que pueden resevir la lumbre divina, alegrate en Jesucristo tu mui dulse hijo con goso
mui grande goso mas que toda la corte del paraiso que aquel que pariste como a hombre verdadero i
criaste con la leche virginal de tus propios pechos castisimos ia lo adoras con todos los ciudadanos del
Cielo como a Dios vivo i berdadero[.]
Gosate o bienaventurada M[adr]e porque al que viste colgado en el palo de la Crus con desonrra de-
masiada ia lo ves reinar en el Cielo con gloria sin medida i ves que toda la celsitud de la corte celestial,
de la tierra i de el infierno esta rendida i sugeta a su poder i tienbla de su Mag[esta]d i toda la fuerza de
sus enemigos esta quebrantada pues gosos de gosos infinitos sean a ti Señora como a unibersal ermosura
de los s[an]tos (Castillo, ca. 1730, ff. 16 v.-17 r.).
“Virgen de vírgenes”, “estrella principalísima” o, simplemente, “hermosura universal”:
el lugar de María en las meditaciones de sor Josefa no asume, por supuesto, la interpre-
tación errónea que pone a la madre al nivel de Dios como “creadora” o, incluso, por
encima de Él. Por el contrario, y al igual que en sor Juana Inés, la representación mariana
en la monja clarisa “remains in tune with the spirit of core Catholic teaching. […] [It]
foregrounds a feminine model, one according to which a woman’s being in a state of grace
with God doesn’t conflict with the development of that woman’s mind” [se mantiene en
sintonía con el espíritu de la enseñanza católica fundamental. […] [P]one en primer plano
un modelo femenino, según el cual el hecho de que una mujer esté en estado de gracia
8 Es probable que sor Josefa tuviera predilección por esta advocación mariana, además del influjo de los Ofreci-
mientos sorjuaninos, debido a las complejas relaciones de cooperación que estableció con sus confesores, especial-
mente con el jesuita santafereño Juan Manuel Romero, autor de la Novena, en veneracion de los dolores de Maria
Ssa. Nra. Sra., publicada en Cádiz en 1735.
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con Dios no entra en conflicto con el desarrollo de su mente] (Cortés, 2010, párr. 106).
Ese primer plano del modelo femenino responde a los movimientos intensivos del CsO
devocional, pues para validar la divinidad de la madre dolorosa se deben imitar los estratos
“orgánicos” en los que se consolida la fe católica ortodoxa, esto es, desde la “celsitud” a
la que el modelo materno tiene legítimo derecho.
Si bien las oraciones de Francisca Josefa buscan alinearse con el conocimiento ma-
riano hábilmente desarrollado por la Décima Musa, también podría sostenerse que los
dos textos propuestos por la monja tunjana exaltan la soledad ejemplar y la imprescin-
dibilidad de la Virgen en el entendimiento de los misterios cristianos heteronormados.
La pureza de Cristo, en ese sentido, es alimentada por los “pechos castísimos” de su
madre no puede pasarse por alto el hecho de que, desde los tiempos medievales y en
la temprana modernidad, se promovía la lactancia por parte de las madres biológicas con
linaje real, pues se creía que a través de la leche materna se transmitía a la descendencia
los rasgos morales y espirituales de la familia. La leche, según Caroline Bynum (1982),
era considerada “sangre procesada” (p. 132). La soberanía otorgada por la pureza y
el júbilo de encumbrarse en lo más alto, pueden leerse como armas discursivas que
propulsarían cierta “razón/pasión criolla” en la legitimidad político-cultural defendida
por las élites criollas ante el “dolor” y el “mar amargo” del que son objeto dentro del
orden burocrático peninsular impuesto en ultramar.
Cuerpo sin Órganos y autogobierno en la escritura: conclusiones
Si algo en común tienen los claustros femeninos de la temprana modernidad es el
hecho de que “[e]scribir y gobernar, gobernar y escribir fueron a menudo acciones
convergentes e integradas que no son fáciles de delimitar” (Atienza, 2019, p. 15). Esto
se debe, en parte, gracias a que los “documentos de gobierno” producidos por sus
creadoras evidencian las fragilidades del poder masculino bajo “la convicción de ellas
en su mayor competencia, su suficiencia e idoneidad para gobernarse a sí mismas, sus-
tentada en su experiencia y en un mayor y mejor conocimiento de su realidad” (p. 15).
En definitiva, lo que ponen en juego cuerpos inorgánicos como el devocionario de sor
Josefa es “una convicción sustentada en un saber o unos saberes más autorizados que
los de las autoridades masculinas, y en una voluntad clara de intervenir y actuar” (p. 15).
Que la escritora tunjana haya reunido y cosido hacerse un CsO cuadernillos en los
que intervinieron diferentes manos, daría cuenta de ese estratégico deseo de construir
35Estudios dE LitEratura CoLombiana 54, enero-junio 2024, ISNN 0123-4412, https://doi.org/10.17533/udea.elc.354429“La mas dolorida i avergonsada de todas las mugeres”
una autoridad colectiva e individual garantizada por lo que podría denominarse una
“sororidad letrada” o solidaridad femenina en la escritura.
La caracterización del devocionario de la monja clarisa y, más concretamente, el hallazgo
de los Ofrecimientos sorjuaninos en su interior, supone varias consideraciones, entre ellas,
el hecho de poder complementar ciertas lecturas autobiográficas que se han limitado al
conocimiento de la vida conventual a partir de los sucesos y las actividades cotidianas de
las religiosas del periodo colonial. De igual modo, significa complejizar el panorama de la
cultura letrada del que participaban las mujeres neogranadinas de los siglos xvii y xviii.
En últimas, hacer de la afrenta materna un locus propulsor de nuevos conocimientos
demuestra no solo que se dominan los códigos imperiales, sino también que es posible
trastocarlos o reterritorializarlos por vía de la translatio y la imitatio. Pensar en una epis-
temología mariana implica adoptar la pureza, los agravios sufridos y el posicionamiento
en lo más alto de la corte celestial como las porosidades por donde se filtran renovados
vínculos con la figura femenina más importante del catolicismo contrarreformista. Por
medio de estas identificaciones discursivas, sor Juana y sor Josefa buscan defender y
consolidar su proyecto letrado de autogobierno. La soledad ejemplar y el júbilo virtuoso
de quien goza de los privilegios divinos después de la injuria serán “estratos” orgánicos
que emulará afirmativamente el sujeto colonial, pero también, soterradamente, consti-
tuirán espacios vitales para disputar órdenes epistemológicos instaurados y gobernarse
creativamente a través de la escritura.
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