Prescripción del ejercicio en niños y adolescentes
DOI:
https://doi.org/10.17533/udea.iatreia.17132Keywords:
Prescripción del ejercicio en niños y adolescentesAbstract
La prescripción de ejercicio en niños ha tomado importancia en los últimos años, ya que ahora tiene impacto como elemento dentro del tratamiento en el alto número de enfermedades crónicas no transmisibles que están en aumento en la población infantil.
El desarrollo psicosocial que lleva detrás el permitir la práctica de actividades físico-deportivas en los niños y adolescentes no debe perderse aun cuando se habla de prescripción de ejercicio.
Aunque existe desconocimiento, hay controversia y la evidencia actual no es adecuada para soportar una recomendación específica, las tendencias encontradas en los estudios, la propia naturaleza del niño y la evidencia que existe del ejercicio como parte del tratamiento de muchas patologías en adultos, permite construir recomendaciones sobre actividad física y ejercicio en estas edades. Las grandes limitaciones que poseen los estudios van desde aspectos técnicos hasta aspectos éticos.
La prescripción del ejercicio en niños y adolescentes posee un abordaje integral que debe considerar aspectos físicos, nutricionales, hormonales, del estado de salud y otros propios del desarrollo. Al igual que el adulto, el niño posee tres vías metabólicas dispuestas para proporcionar la energía necesaria durante el ejercicio. No hay diferencias en el rendimiento de la vía metabólica anaeróbica aláctica con respecto a los adultos; los niños tienen una capacidad anaeróbica láctica reducida pero una mayor eficiencia de la vía aeróbica.
Cada etapa de la infancia tiene unos objetivos claros dentro del desarrollo; así, lo primero que se busca es el reconocimiento del entorno y el desarrollo de habilidades básicas motrices a través de juegos que favorecen la estimulación con variedad de colores, luces, formas, sonidos, texturas, etc. Luego de alcanzar esto, el enfoque es hacia el perfeccionamiento de habilidades básicas motrices y control postural, que al ser obtenido permite la iniciación deportiva, que debe ser rica en estímulos.
Posteriormente el trabajo específico en capacidades físicas como la fuerza, la velocidad y la capacidad aeróbica, son la meta, haciendo trabajo de especialización deportiva.
Desde el punto de vista de la salud, los estudios muestran una asociación entre el nivel de actividad física y la reducción en la presencia de hipertensión arterial, síndrome metabólico, diabetes tipo 2 y obesidad, por mencionar algunos. Se logra establecer además una relación dosis respuesta con el nivel de acondicionamiento físico y la reducción en estas mismas patologías, sin embargo debido a la dificultad que hay con los estudios que requieren procedimientos invasivos en niños, el tamaño de la muestra de los estudios y el seguimiento a largo plazo, hacen evidente la necesidad de más investigaciones que puedan llevar a evidenciar las modificaciones en los marcadores bioquímicos de estas enfermedades.
En general, se recomienda realizar ejercicio por lo menos 60 minutos acumulados durante el día, para niños y jóvenes entre los 5 y los 17 años, con una intensidad de moderada a vigorosa, la mayoría de los días de la semana, e idealmente diario, y de estos al menos 3 días deben corresponder a actividades de tipo vigoroso. Además se deben estimular prácticas seguras de ejercicio, en ambientes apropiados y con entornos favorables en la familia, en la comunidad, etc.
Aunque hay discusión al respecto, en general se acepta trabajo de fuerza de 2 a 3 veces por semana, grandes grupos musculares, con número de series y repeticiones ajustado al individuo, con estímulos no menores a 8 semanas de duración, e incrementos que oscilan entre el 5 y 10 % del peso manipulado. Se debe tener precaución con el uso de pesos libres y máquinas en gimnasio que no están ajustados al tamaño y cargas requeridas para los niños. Además, sólo se deben incluir pesos adicionales luego de lograr el control postural y no trabajar pesos máximos hasta obtener la madurez esquelética.
Cuando la intervención que se desea hacer es parte del tratamiento de una enfermedad, se requiere la evaluación completa del niño para reconocer sus riesgos y condiciones y comorbilidades acompañantes.
Lecturas recomendadas
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